http://dx.doi.org/10.19137/qs.v28i3.7263


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ARTÍCULOS

La invisibilización de los nombres indígenas en los topónimos de las reducciones jesuitas de la Pampa (Buenos Aires, actual Argentina)[1]

The invisibility of indigenous names in the place names of the Jesuit missions of the Pampas (Buenos Aires, present-day Argentina)

A invisibilização dos nomes indígenas nos topónimos das reduções jesuíticas da Pampa (Buenos Aires, atual Argentina)

Sabrina Vollweiler

Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas/Instituto de Desarrollo Económico y Social.

Centro de Investigaciones Sociales.

Argentina

Correo electrónico: vollweiler.sabrina@gmail.com

ORCID: https://orcid.org/0000-0001-9629-8101

Recepción del original: 29 de diciembre de 2022 / Aceptado para publicar: 02 de octubre de 2023

Resumen: En este artículo examinamos las modificaciones que tuvo el territorio en el cual existieron las reducciones fundadas por la Compañía de Jesús hacia el sur de la ciudad de Buenos Aires, actual Argentina, entre 1740 y 1753. Indagamos en las transformaciones de los topónimos que figuran en los registros escritos y cartográficos a lo largo de los siglos XVIII y XIX, complementadas con observaciones realizadas por los estudiosos que recorrieron la región en el siglo XX. “Nuestra Señora de la Concepción de los Pampas”, “Nuestra Señora del Pilar del Volcán” y “Nuestra Señora de los Desamparados” fueron los nombres otorgados por la orden religiosa. Además, se utilizaron otras denominaciones para referir a las reducciones en base a características como el territorio en el que se hallaban o los grupos indígenas con los que interactuaban. Sin embargo, al abandonarlas, esos parajes pasaron a conocerse con otros nombres, como laguna de los Padres y sierra de los Padres, en alusión a los jesuitas. Nuestro objetivo consiste en analizar la variación de los topónimos en los lugares donde funcionaron las misiones, para rastrear los indicios que dejaron quienes participaron de estas, particularmente, los pueblos indígenas.

Palabras clave: territorio; misión religiosa; frontera; relaciones interétnicas.

Abstract: We examine the modifications of the territory where the missions founded by the Society of Jesus existed towards the south of the city of Buenos Aires, present-day Argentina, between 1740 and 1753. We investigate the transformations of the place names that appear in the written and cartographic records throughout the 18th and 19th centuries, complemented by observations made by scholars who traveled the region in the 20th century. “Nuestra Señora de la Concepción de los Pampas”, “Nuestra Señora del Pilar del Volcán” and “Nuestra Señora de los Desamparados” were the names given by the religious order. In addition, others were used to refer to the missions based on characteristics such as the territory in which they were located or the indigenous groups with whom they interacted. However, when abandoned, these places became known by other names, such as Laguna de los Padres and Sierra de los Padres, alluding to the Jesuits. Our objective is to analyze the variation of the place names in the sites where the missions functioned, in order to trace the evidence left by those who participated in them, particularly the indigenous peoples.

Keywords: territory; religious mission; frontier; inter-ethnic relations.

Resumo: Neste artigo, examinamos as mudanças que ocorreram no território em que existiam as reduções fundadas pela Companhia de Jesus ao sul da cidade de Buenos Aires, atual Argentina, entre 1740 e 1753. Pesquisamos as transformações dos topónimos nos registos escritos e cartográficos ao longo dos séculos XVIII e XIX, complementadas por observações feitas por estudiosos que percorreram a região no século XX. "Nossa Senhora da Conceição dos Pampas", " Nossa Senhora do Pilar do Vulcão" e "Nossa Senhora dos Desamparados" eram os nomes dados pela ordem religiosa. Além disso, outros nomes foram utilizados para se referir às reduções com base em características como o território em que estavam localizadas ou os grupos indígenas com os quais interagiam. No entanto, quando foram abandonados, estes locais passaram a ser conhecidos por outros nomes, como Laguna dos Padres e Serra dos Padres, em alusão aos jesuítas. O nosso objetivo é analisar a variação dos topónimos nos locais onde as missões funcionaram, a fim de seguir os vestígios deixados por aqueles que participaram nas missões, em particular os povos indígenas.

Palavras-chave: território; missão religiosa; fronteira; relações inter-étnicas.

Introducción

Los pueblos originarios de la región pampeana, al sur de la ciudad de Buenos Aires, actual Argentina, interactuaron con funcionarios religiosos y seculares durante el período colonial. A mediados del siglo XVIII, la Compañía de Jesús estableció misiones religiosas con el objetivo de modificar el modo de vida y lograr la sedentarización y evangelización de los grupos indígenas. La primera reducción, “Nuestra Señora de la Concepción de los Pampas” (en adelante Concepción), fue fundada en las cercanías del río Salado en 1740 y abandonada en 1753. Por su parte, “Nuestra Señora del Pilar del Volcán” (en adelante Pilar) y “Nuestra Señora de los Desamparados” (en adelante Desamparados) fueron emplazadas unos años más adelante en la sierra del Volcán y abandonadas en 1751.

En el marco de las reformas borbónicas, las autoridades coloniales implementaron diversas estrategias para controlar a la población originaria y evitar que interfiriera con las actividades de las ciudades y sus alrededores, como el establecimiento de guardias y fuertes hacia el sur de la ciudad de Buenos Aires –territorio controlado por los pueblos indígenas–, y la creación del cuerpo de Blandengues en 1752 para cubrir tareas de defensa que previamente habían sido cumplidas por vecinos (Néspolo, 2006; Nacuzzi et al., 2008). El río Salado, donde se estableció la primera reducción, fue identificado como un límite entre los territorios de los grupos indígenas y los de los españoles hacia 1659 (Bechis, 2008b) y, más adelante, pasó a formar parte de la “frontera”, entendida como un conjunto de territorios porosos y permeables en un contexto dinámico de interacción en el que hispanocriollos y pueblos originarios se relacionaron a lo largo del tiempo (Boccara, 2002, 2003; Roulet, 2006; Nacuzzi y Lucaioli, 2014). La sierra del Volcán, en cuyas proximidades se establecieron otras dos reducciones, se encontraba más alejada de las guardias y los fuertes que comenzaron a instalarse en las cercanías del río Salado promediando el siglo XVIII. Así, mientras la primera se fundó en el territorio que comenzaba a imaginarse como una frontera para los funcionarios coloniales (Nacuzzi, 2014a), las otras dos se establecieron en la “tierra adentro”, donde la agencia de los pueblos indígenas tenía más peso que la de los hispanocriollos, quienes esporádicamente transitaban por esos parajes (Lucaioli, 2021).

La existencia de reducciones jesuitas en la región pampeana fue analizada por diversos investigadores, como Guillermo Furlong (1938) a comienzos del XX, seguido por otros como Carlos Antonio Moncaut (1981). Estos trabajos pioneros fueron profundizados por otros centrados en el funcionamiento y el abandono de las reducciones, su entorno geográfico y las interacciones entre los actores involucrados (Martínez Martín, 1994; Hernández Asensio, 2001, 2003; Arias, 2009, 2015; Irurtia, 2008; Nofri, 2009; Pedrotta, 2013, 2017; Bohn Martins, 2014; Vasallo, 2018), así como en las estrategias y resignificaciones que los grupos indígenas desarrollaron a partir de su instalación (Irurtia, 2007; Néspolo, 2007). Los trabajos historiográficos que se abocaron al estudio de las misiones jesuitas han sido sintetizados por Jorge Nahuel Vasallo (2018), quien sostuvo que la mayoría entendió al proyecto misional en la región como un fracaso (en base a su extensión en el tiempo y a las características de su desenlace), teniendo como perspectiva su comparación con las reducciones guaraníticas. En efecto, en relación con las misiones creadas y mantenidas por la Compañía de Jesús en otras latitudes de América, las del sur de Buenos Aires pueden apreciarse como una experiencia breve con resultados escasos.

Sin embargo, creemos que es posible repensar su influencia a partir de la distinción, por un lado, de la relevancia que tuvieron en el momento en el que funcionaron y, por el otro, de las huellas posibles de rastrear luego de su desarticulación. El sitio donde funcionó la primera reducción, Concepción, en las cercanías del río Salado, ha sido localizado por algunos investigadores (Pedrotta, 2013). En el caso de Pilar y Desamparados, si bien se ignora su ubicación precisa, algunos topónimos actuales remiten a la presencia de los jesuitas, conocidos como “padres”, en la región: existe una localidad denominada “Sierra de los Padres” y, allí, una parroquia que lleva por nombre “Nuestra Señora del Pilar”. Al este de Sierra de los Padres hay una “laguna de los Padres” y, en una de sus orillas, se realizó una reconstrucción de la “Reducción Jesuítica Nuestra Señora Del Pilar” en conmemoración a la reducción jesuita. Además, la laguna está conectada con el “río de los Padres” mediante el “arroyo de los Padres”.[2]

La fundación, el desarrollo y el posterior abandono de las tres misiones en las márgenes del río Salado y en las sierras bonaerenses, a la altura del cabo Corrientes, están documentados en los registros escritos y cartográficos. Recientemente, analizamos los criterios con los que se identificaban las reducciones en base a diversos aspectos como los nombres católicos que tenían, los grupos indígenas que permanecían en cada una de ellas, su estado de funcionamiento y su localización, con el objetivo de comprender por qué, entre los múltiples nombres en uso, los distintos autores de las fuentes prefirieron una denominación por sobre otras (Vollweiler, 2023). Planteamos que el análisis de la dinámica de uso de los nombres de las misiones puede esclarecer el caso de los rótulos étnicos que fueron asociados a ellas, como los de “pampas” y “serranos” utilizados, entre otros, para denominar a los pueblos originarios de la región pampeana (Vollweiler, 2020).

En esta oportunidad, nos proponemos atender a la presencia simbólica de las misiones en el territorio donde fueron establecidas, una vez abandonadas. Realizamos un análisis de los territorios y paisajes donde funcionaron basándonos en los conceptos propuestos por autores como Claude Raffestín (2011), João Pacheco de Oliveira (2010), Alejandro Benedetti (2011), Rogelio Haesbaert (2013) y Laura Aylén Enrique (2015). Rastreamos los topónimos que aluden a las reducciones en los relatos jesuitas (los que estuvieron en ellas y los que, sin haber estado, escribieron acerca de su existencia), en los registros de los funcionarios coloniales (quienes estuvieron en las guardias y los fuertes cercanos al río Salado),[3] en la cartografía de los siglos XVIII y XIX y en observaciones realizadas por los estudiosos que recorrieron la región en el siglo XX, como Furlong (1938), Moncaut (1981) y Victoria Pedrotta (2013). Nuestro objetivo consiste en analizar la variación de los topónimos en los parajes donde funcionaron las misiones jesuitas hacia el sur de Buenos Aires entre 1740 y 1753 para rastrear los indicios dejados por quienes participaron de las reducciones. Sostenemos que la presencia de los pueblos indígenas que habitaron el territorio previamente a la llegada de los europeos y que interactuaron con los jesuitas y otros funcionarios hispanocriollos fueron invisibilizados en la toponimia de la región luego del abandono de las misiones.

Incluso, la toponimia actual (laguna y sierra de los Padres) resalta la presencia de los jesuitas y omite la de los pueblos indígenas que la habitaban en el momento en que los religiosos arribaron. Los grupos indígenas, cuya conversión al cristianismo fue el objetivo del establecimiento de las misiones y quienes participaron activamente de ellas –aceptaron, modificaron y rechazaron las prácticas propuestas en función de sus intereses (Boccara, 2005a; Irurtia, 2007; Néspolo, 2007)–, fueron invisibilizados en las denominaciones de aquellos parajes. De esta manera, entre los nombres de los lugares se resaltó la Compañía de Jesús en un territorio que estaba habitado por individuos y grupos que se identificaban con otras cosmovisiones. Se destacaron los parajes en los que habían estado unos pocos jesuitas en contraposición a una gran cantidad de pueblos originarios quienes, en su mayoría, no aceptaron las propuestas de los religiosos, al menos en los términos en los que las postularon.

Nos basamos en los escritos de los jesuitas José Cardiel (1930-1933) y Thomas Falkner (1774) –quienes estuvieron presentes en las reducciones–, de Pedro Lozano (en Moncaut, 1981) –a quien se le atribuye la redacción de las cartas anuas del período 1736-1743–; y en el relato de José Sánchez Labrador (1936 [1772]). Además, consultamos otros documentos de archivo como cartas, diarios, memoriales y diversos testimonios que se conservan en el Archivo General de la Nación (AGN) en la ciudad de Buenos Aires (Argentina) y en el Archivo General de Indias (AGI) en Sevilla (España), con sus respectivas copias en el Museo Etnográfico de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (ME), situado en la Ciudad de Buenos Aires. Asimismo, examinamos registros cartográficos conservados en el AGN, en el AGI y en la Biblioteca Nacional de España (en Madrid); otros publicados en las obras de Cardiel y de Falkner, así como mapas disponibles online para su consulta en el repositorio digital David Rumsay (DR).[4]

Definimos a continuación qué entendemos por territorio y paisaje, centrándonos en el río Salado y en las sierras bonaerenses, lugares donde se fundaron las reducciones. Luego, describimos su instalación y reseñamos cómo se fueron transformando las denominaciones de los territorios donde funcionaron a partir del análisis de los topónimos utilizados en los registros cartográficos de los siglos XVIII y XIX.

Territorio y paisajes en el río Salado y en la sierra del Volcán

En el territorio en el que se fundaron las reducciones jesuitas se destacan dos accidentes geográficos: el río Salado y la sierra del Volcán. El río Salado fue el lugar elegido por los religiosos para instalar la primera, hacia el sur de Buenos Aires. Por su parte, la sierra del Volcán, localizada en el extremo oriental del sistema serrano de Tandilia, distante unas 70 leguas de la primera reducción y más de 100 de Buenos Aires (Sánchez Labrador, 1936 [1772]), fue escogida para establecer otras dos misiones. Desde la perspectiva de los conceptos de territorio y paisaje, en este apartado analizamos la localización de las reducciones y los posibles motivos de la selección de esos lugares por parte de los jesuitas. Asimismo, tenemos en cuenta los intereses de los distintos actores que se desenvolvieron en el territorio: los pueblos indígenas, los jesuitas y la Corona española.

Los diversos abordajes del concepto de territorio comparten la idea de que está conformado por una porción de la superficie terrestre, un agente y una acción, como ha sintetizado Benedetti (2011). Para unos autores, el territorio incluye las acciones de los individuos quienes, apoyados en el espacio –en tanto realidad material que está dada–, pueden apropiárselo o controlarlo; el territorio expresa y es un lugar de relaciones (Raffestín, 2011). Otros resaltan la apropiación y dominación de la naturaleza y proponen que el territorio se construye mediante las relaciones de poder que se desarrollan con el espacio, como producto del movimiento y de la acción (Haesbaert, 2013). Las acciones que los individuos realizan en el espacio pueden ser estudiadas a partir del concepto de paisaje, definido por Enrique (2015) como el uso del territorio por parte de los actores sociales en función de sus perspectivas e intereses, por lo que es redefinido constantemente.

En cuanto al territorio y los paisajes de la región pampeana, debemos considerar, en primer lugar, que se trataba de la “tierra adentro” para los hispanocriollos (Lucaioli, 2021) ya que estaba habitada por grupos indígenas cazadores y recolectores nómades que se mantenían autónomos a los intentos de la Corona española por modificar su modo de vida. Al instalar las reducciones, los jesuitas interactuaron con los grupos indígenas y con la Corona española, es decir, entablaron relaciones con los diversos sujetos y sus territorios. La localización de la primera misión debía contar con la aprobación de la Corona, preocupada por el establecimiento de otras potencias europeas en el extremo sur del continente[5] y, además, dependía de la conformidad de los caciques y pueblos indígenas con quienes debían negociar, ya que eran quienes conocían los recursos que les permitirían vivir allí. De esta manera, podemos analizar, en primer lugar, en qué medida las inmediaciones del río Salado y de la sierra del Volcán, habitadas por los grupos indígenas, fueron resignificadas por otros actores sociales, los jesuitas, al establecer sus reducciones.

Según Sánchez Labrador (1936 [1772]), la primera, Concepción, se fundó “a la otra banda del rio Salado, imediato [sic] a la desembocadura del rio de la Plata en el mar, junto al cabo de San Antonio” (p. 84) ya que su cercanía al río podría proveerles alimento (pescado) y agua potable proveniente de un arroyo, fuentes y manantiales. Además, la presencia de “una rinconada de tierra bien capaz, que forma con el mar el rio Salado” (p. 85) funcionaría como un lugar propicio para el ganado y para establecer la hacienda, mientras que los “bosquecillos” les permitirían obtener leña para hacer fuego. Si bien al comienzo el lugar parecía conveniente, las inundaciones causadas por las abundantes lluvias los obligaron a trasladarse “á una colina, que estaba en distancia de dos leguas, y se llamaba la Loma de los Negros” (p. 88).[6]

Por su parte, en los alrededores de la segunda reducción, a cinco leguas de la serranía del Volcán, había leña y una laguna de la que podrían obtener agua (Sánchez Labrador, 1936 [1772]). Según Falkner (1774), la sierra del Volcán se hallaba hacia el este de la región serrana cercana al océano y fue identificada por Furlong (1938) como la actual sierra de Balcarce (unos kilómetros en dirección oeste de la actual laguna y sierra de los Padres). Desamparados, la tercera misión, fue fundada a cuatro leguas de la reducción del Pilar (Sánchez Labrador 1936 [1772])[7] (mapa 1).

Mapa 1. Localización aproximada en un mapa actual de las reducciones jesuitas (1740-1753) con indicación de las guardias y fuertes cercanos

Fuente: Furlong (1938), Nacuzzi (2014b) y Enrique (2015). Mapa base del Instituto Geográfico Nacional, dibujo realizado por M. Ortiz según ideas de la autora.

La fundación de las reducciones nos permite observar cómo, siguiendo a Raffestín (2011), los individuos actúan sobre el espacio y lo producen, por lo que el territorio expresa una relación con ese espacio. En este caso, los jesuitas actuaron tanto sobre el territorio del río Salado como en el de las sierras mediante acciones concretas que permitieron establecer misiones allí e incluir los topónimos de los accidentes geográficos –el río Salado y la sierra del Volcán– en las denominaciones otorgadas a las reducciones. La primera, generalmente conocida como Concepción, también fue identificada como “reducción del Salado”[8] por el apoderado de la ciudad de Buenos Aires y como “Pueblo deel [sic] Salado” por parte de una ex cautiva.[9] En cuanto a la segunda, Pilar, fue identificada por el jesuita Cardiel como “Pueblo del Bolcan N[uest]ra S[eño]ra del Pilar”[10] en uno de sus mapas y como “un Pueblo con nombre de nuestras[eño]ra delPilar delVolcan” en su diario (Cardiel, 1930-1933, p. 252). También, algunos sujetos que habían estado allí o en sus cercanías se refirieron a ella como la reducción “del Bolcan”.[11]

Se pueden observar distintos paisajes, en el sentido de Enrique (2015), ya que los grupos indígenas y los funcionarios coloniales utilizaban el territorio de acuerdo con sus intereses. Por un lado, en función de su modo de vida nómade y cazador recolector, los pueblos originarios tenían sus propias relaciones con el territorio ya que debían reconocer los sitios de obtención de agua, pastos, leña, animales para la caza y vegetales para recolectar (Nacuzzi, 1991). Por otro lado, los funcionarios coloniales procuraban obtener ganado mediante las vaquerías y mano de obra en las incursiones conocidas como malocas (Campetella, 2005; Bechis, 2008a) y controlar el movimiento de las partidas indígenas, entre otras acciones que desarrollaban en sus expediciones (Nacuzzi y Vollweiler, 2017). Con la fundación de la primera reducción en 1740, los jesuitas se instalaron en “tierra adentro” de manera permanente, a diferencia de las esporádicas aproximaciones realizadas hasta ese entonces. Por su parte, los grupos indígenas resignificaron las misiones estratégicamente en los planos político, económico y cultural: obtuvieron información, se acercaron al idioma español, accedieron a bienes europeos a través de regalos, pagos e intercambios y realizaron tratos comerciales (Boccara, 2005a; Irurtia, 2007; Néspolo, 2007). Así, estos distintos actores no solo utilizaron el territorio y produjeron paisajes, sino que los redefinieron. En el marco de la colonia, se instauró una nueva relación de los pueblos originarios con el territorio (Pacheco de Oliveira, 2010) en la que intervinieron los jesuitas. Si bien los grupos indígenas no fueron afectados radicalmente, ya que resignificaron las reducciones de acuerdo con su modo de vida, la instalación de las misiones produjo cambios en el territorio. Estas modificaciones formaron parte de un proyecto más amplio de la Compañía de Jesús que debía contar con la autorización de la Corona española y que fue cambiando a lo largo del tiempo, como analizamos en los apartados subsiguientes.

De Concepción a “la reducción” o “el rincón de los padres”

La fundación de misiones por parte de la Compañía de Jesús para evangelizar a la población indígena hacia el sur de la ciudad de Buenos Aires se produjo en un contexto en el que la Corona española, en el marco de las reformas borbónicas, procuró mejorar la administración, incrementar el comercio y perfeccionar las medidas políticas y territoriales en el continente (Weber, 1998). En la región del Río de la Plata, algunas medidas derivaron en el establecimiento de guardias, fuertes y fortines con el objetivo de regular las interacciones entre los habitantes de la ciudad y los grupos indígenas, así como avanzar sobre sus territorios.[12] Asimismo, la Compañía de Jesús utilizó la oportunidad para desarrollar actividades económicas vinculadas con tareas rurales, lo que provocó enfrentamientos con vecinos de la campaña que se valían de las pasturas y aguadas cercanas al río Salado para sus propios fines económicos, en disputa con los pueblos originarios, quienes también utilizaban esos recursos y circulaban libremente por el territorio (Arias, 2015). Esto se tradujo en conflictos entre los jesuitas, los funcionarios coloniales que debían colaborar con las misiones, los pueblos indígenas que las utilizaban de acuerdo con sus propios intereses y los comerciantes hispanocriollos que obtenían recursos de la región, como ganado.[13] 

Como mencionamos previamente, en la región del río Salado se estableció en 1740 la reducción de Concepción, abandonada en 1753. Una vez desarticulada, algunos funcionarios del fuerte del Zanjón –creado en 1745– frecuentaron el territorio donde había existido. En este apartado atendemos a los cambios que se produjeron en el uso del territorio en el que se había fundado la reducción y que involucraron modificaciones en las denominaciones empleadas para identificarlo.

En 1757, a los pocos años de la retirada de los jesuitas de las reducciones, el sargento mayor José Antonio López informó que, debido a la sequía, algunos vecinos tenían ganado “unos del otro lado del Salado en donde fue la redusion de los padres y los otros deste lado”.[14] Un mes después, en una recorrida por “el campo” reconocieron las haciendas del “rincón de los padres” y consideraron que no era conveniente que el ganado estuviera en ese lugar, a 22 leguas del fuerte del Zanjón, ya que no podrían dar auxilio en caso de ser necesario.[15] Como vemos, en la toponimia del lugar se había incorporado la reducción que había funcionado allí, ya que hablaban de la “redusion de los padres”[16] y del “rincón de los padres”[17].

En el fuerte del Zanjón, al igual que en los otros, los funcionarios mantuvieron interacciones cotidianas con algunos grupos y líderes indígenas, constantemente presentes en la región al menos desde 1774, como analizó Lidia Nacuzzi (2014a). Los pueblos originarios y funcionarios del fuerte estaban en contacto desde unas décadas antes, como lo evidencia el pedido de un “cacique de los indios de paz” en 1758, quien se acercó junto con otros a la guardia del Zanjón para solicitar instalarse con sus toldos “donde hera la reduccion de los Padres".[18] Debido a que deseaban establecerse en una laguna cercana a un arroyo, a los funcionarios les preocupaba que implicara algún inconveniente para “los que tenían sus ganados immediatos al paraxe que fue reduc[ci]on de los p[adre]s dela Comp[añí]a”.[19] Este temor quedó confirmado unos días después, cuando algunos indígenas se llevaron ganado y caballos junto con los ocho hombres que se encontraban allí.[20] Así, observamos que el uso del territorio de los funcionarios y vecinos de la campaña se superponía con el de los grupos indígenas: mientras los primeros llevaban ganado y se preocupaban por el estado del territorio cercano a los fuertes, los pueblos originarios lo utilizaban de acuerdo con sus habituales intereses.

En este contexto, la presencia de los jesuitas había añadido otras referencias para denominar esos parajes. Al menos entre 1757 y 1758, el lugar en el que había existido Concepción era identificado por los funcionarios hispanocriollos en base a su objetivo –reducir a los grupos indígenas– y a sus creadores –los padres jesuitas–. Se trataba de un territorio habitado por pueblos originarios libres desde hacía siglos, pero, con la fundación de la misión jesuita, también fue transformado en un lugar donde debían vivir algunos grupos indígenas de manera permanente para aprender y practicar la religión cristiana. Asimismo, esa región era utilizada por vecinos de Buenos Aires que, en su avance sobre los territorios indígenas, dejaban allí su ganado. En este proceso, la misión continuó presente en los términos seleccionados para mencionar el territorio en el que había existido, pero sin el diseño planificado por la Compañía de Jesús.

A lo largo de los años subsiguientes, las relaciones entre los funcionarios de los fuertes y los grupos indígenas continuaron, mediadas por la instalación de otros enclaves coloniales y la modificación de los existentes, como el traslado de la guardia del Zanjón, rebautizada como San Juan Bautista de Chascomús en 1779. En 1780 en distintas guardias y fuertes de la Comandancia de Fronteras del sur de la ciudad recibieron información de posibles invasiones de grupos indígenas, gran parte proveniente de ex cautivos. Desde Chascomús y Magdalena enviaron avisos al virrey con la información recolectada[21] y, desde Buenos Aires, confirmaron “que intentan estos invadir de nuevo estas fronteras”[22] con amenazas en la Matanza, Cañuelas y la Cañada de la Paja. Decidieron que los blandengues y las milicias deberían trasladarse hacia esos parajes para resguardarlos. Así, realizaron diversas salidas para encontrar a los grupos indígenas, como por ejemplo con el envío de dos partidas en direcciones diferentes, donde una de ellas debía “reconocer el otro lado del Salado hasta la reducción sobre la costa del mar”.[23] En otra ocasión, de un total de unas cuatrocientas personas movilizadas, se dividieron en tres partidas: una se dirigiría a la “isla postrera”, otra al “paso de Piedras” y la tercera a la “reducción de los Padres y costa del mar”.[24] En esas jornadas encontraron diversas señales de la presencia de grupos indígenas, por lo que el uso del territorio continuaba en disputa.

Podemos observar cómo la reducción establecida en las cercanías del río Salado entre 1740 y 1753 permaneció entre las denominaciones utilizadas para referirse al territorio en el que había sido creada, pero con modificaciones en su uso ya que los funcionarios coloniales en los enclaves fronterizos y los grupos indígenas en sus territorios continuaron en el lugar en ausencia de sus impulsores. Luego de la desarticulación de las misiones, los paisajes –en el sentido de Enrique (2015)– fueron nuevos y estuvieron marcados por las acciones de los grupos indígenas y las de los hispanocriollos solo que, a diferencia de épocas anteriores, persistió la huella que los jesuitas habían dejado allí. A partir de ese momento, se incorporó a los fundadores de las reducciones en la toponimia por lo que el paraje conocido como “Nuestra Señora de la Concepción de los Pampas”, y denominado también “del Salado”, pasó a ser identificado como “la reducción” o el “rincón de los padres”. A continuación, nos centramos en los cambios ocurridos en el territorio luego del abandono de las otras dos misiones, a mayor distancia de la ciudad de Buenos Aires y de las guardias y fuertes de la frontera sur para, por último, integrar las modificaciones en los topónimos que se pueden observar en los registros cartográficos de la región.

De Pilar y Desamparados a la laguna y sierra “de los Padres”

En la mayoría de los casos, los nombres empleados para identificar a las reducciones fueron occidentales, aunque algunas veces se adoptaron vocablos indígenas, como por ejemplo “volcán”, que poseía significados diferentes para los hablantes nativos y para los hispanos. Estas denominaciones fueron modificadas a lo largo del tiempo y algunas de ellas –en particular, las que recuerdan a los jesuitas– continúan presentes. La toponimia actual prioriza a aquellos que intentaron establecer misiones, pero ignora los nombres indígenas. Con el objetivo de comprender cómo sucedió este proceso, atendemos a las distintas acepciones de la palabra “volcán” presentes en los relatos jesuitas y las reinterpretaciones de académicos del siglo XX que recorrieron esos territorios.

La palabra “volcán” fue empleada desde la creación de las reducciones de Pilar y Desamparados ya que fueron establecidas en las cercanías de la sierra del Volcán. Las misiones fueron denominadas en el momento de su fundación de acuerdo con los nombres católicos escogidos por los jesuitas, a los que se sumó el de los grupos indígenas allí reducidos, identificados por los religiosos como serranos o puelches en la de Pilar y como tehuelches o patagones en la de Desamparados. En el caso específico de Pilar, también fue llamada “del Volcán” por los jesuitas (Sánchez Labrador, 1936 [1772]; Cardiel,1930-1933). Este último, al relatar el episodio en el que las misiones de las sierras fueron abandonadas, las identificó como “las dos Reducciones del Volcan” (Sánchez Labrador, 1936 [1772], p. 144).

La asociación con un volcán puede rastrearse en varios escritos de los jesuitas contemporáneos referidos a la existencia de las reducciones. Para Lozano (en Moncaut, 1981), entre las parcialidades de grupos indígenas identificados como pampas había unos caciques que se habían establecido en los cerros Tandil, Cairú “o también: Volcán, porque en la parte, donde termina el mar, avomita fuego el monte” (p. 26). Sin embargo, Sánchez Labrador (1936 [1772]) sostuvo que volcán “significa en lengua de los Indios abertura de dos Serranias, y no Cerro, que vomite fuego” (pp. 100-101). En este mismo sentido, Falkner escribió que:

is called by the Spaniards Vulcan, from a mistake or corruption of the Indian name, Vuulcan, or Voolcan; there being a large opening to the south, and Vuulcan, in the Moluche tongue, signifying an opening. Volcanoes there are none; though the Spanish word seems to imply that there are such in this country. (Falkner, 1774, p. 72)

La relectura de los documentos realizada por algunos investigadores advirtió la diferencia de significados de “volcán” registrada previamente por los jesuitas: al revisar el escrito de Falkner, y basándose en los comentarios de Félix Outes, Furlong (1938) señaló el error de interpretación de Lozano. Además, en 1918 visitó la región donde se hallaban Pilar y Desamparados y registró diversos topónimos que remitían a su existencia, como el “Arroyo de los Padres, Cerro de los Padres, Laguna de los Padres, Sierra de los Padres… Cerro de los Jesuitas, Laguna, Cabo y Arroyo de los Jesuítas” (Furlong, 1938, p. 12). Además, participó en la reconstrucción de la reducción del Pilar que existe actualmente en las orillas de la laguna de los Padres, considerada como “el prólogo” de la fundación de la ciudad de Mar del Plata (Diócesis de Mar del Plata, s.f.a). También, la iglesia local se conecta con las reducciones históricas ya que en la localidad de Sierra de los Padres hay una parroquia llamada “Nuestra Señora del Pilar” (Diócesis de Mar del Plata, s.f.b). Si bien los restos materiales de las misiones jesuitas en las sierras bonaerenses no han sido hallados, los nombres otorgados a la sierra y a la laguna, así como a la reconstrucción allí realizada, las evocan.[25]

Las apelaciones que refieren a los jesuitas que fundaron las misiones a mediados del siglo XVIII para reducir a los grupos indígenas de la región utilizan dos categorías que remiten a la visión occidental. Por un lado, el nombre católico “Pilar” presente en la parroquia y en la reconstrucción de la misión y, por el otro, “padres”, en referencia a los jesuitas que se desempeñaron allí.[26] El topónimo indígena “volcán” se mantuvo, ya que al oeste de la sierra y laguna de los Padres existe la sierra del Volcán. Sin embargo, respecto a las reducciones, se omitió la presencia de los grupos indígenas y se resaltó la de los jesuitas, como también sucedió en la cartografía.

La presencia de los “padres” en el territorio

Si bien las alusiones a los jesuitas y a las misiones se mantuvieron en la toponimia local, las reducciones jesuitas se fundaron a mediados del siglo XVIII, se abandonaron unos años después y, en 1767, en el marco de las reformas borbónicas, la Compañía de Jesús fue expulsada de América. Una de las fuentes en las que podemos rastrear las localizaciones y modificaciones en los nombres de las reducciones son los registros cartográficos.[27] Si bien cada uno de ellos merecería un análisis específico,[28] en los mapas de los siglos XVIII y XIX podemos observar cómo la identificación de “Concepción” dio paso a otras denominaciones como el “monte de los padres jesuitas”[29] o los “montes de la reducción”[30] y cómo las de Pilar y Desamparados fueron modificadas por otras como rincón, monte o laguna “de los Padres” (tabla 1).

Tabla 1: Selección de registros cartográficos de los siglos XVIII y XIX ordenados cronológicamente con indicación de los topónimos relacionados con las reducciones a la altura del río Salado y de la sierra del Volcán

Mapas de los siglos XVIII y XIX

Topónimos en las cercanías del río Salado

Topónimos en las cercanías de la sierra del Volcán

1745[?][31]

“pueblo de pampas destruido”

“pueblos destruidos”

“sierra del Bolcan”

1746[32]

“Concepción”

“Pilar”

“sierras Volcan”

1748[33]

“Concepcion de los Pampas. M[issio]n etablie en 1740”

“el Volcan”

1772[34]

“Conception”

“Pilar”

“Vuulcan M[ountain]”

1775[35]

“La concepcion”

“N[uestr]a S[eñor]a del Pilar de Y[ndio]s Puelches”

“N[uestr]a S]eñor]a de los [desam]Parados de Y[dio]s Patagones”

“Vulcàn”

1786[36]

“Pilar arruinado”

1824[37]

“Monte de los Padres Jesuitas

“N[uestra] S[eñora] del Pilar destruido”

“Rincon y Montes de los Padres

1829[38]

“Montes de la Reducción”

“Laguna de los Padres

1836[39]

"Lama [sic] de la Reducción"

"Lag[una] de los padres"

"Monte de los padres"

1863[40]

“M[onte] De la reducción”

“M[onte] de los Padres

“L[aguna] de los Padres

1866[41]

"Anc[ien]ne Mission de la Concepcion"[42]

"Laguna de los Padres"
"S[ierra] de los
Padres"

1877[43]

"L[agun]a [de] l[os] Padres"

"S[ierra] de los Padres"

1888[44]

"L[agun]a Reducción"

"L[agun]a d[e] l[os] Padres"

"C[err]o Jesuitas"

"S[ier]ra de los Padres"

Fuente: Falkner (1774); repositorio digital David Rumsay; Mapoteca, AGN; Biblioteca Nacional de España; Mapas, planos, documentos iconográficos y documentos especiales, Buenos Aires, AGI. El destacado es nuestro.

El análisis cronológico de los topónimos en los registros cartográficos nos permite observar, a lo largo del siglo XVIII, la presencia de nombres católicos (Concepción, Pilar y Desamparados), de los grupos indígenas que estaban en ellos (pampas, puelches y patagones según los mapas seleccionados) y del estado de los pueblos (por ejemplo, arruinados o destruidos). Recientemente, en otro trabajo analizamos los procesos de etnificación o creación de identidades étnicas a semejanza de los agentes colonizadores (Boccara, 2002, 2005b) que afectaron los procesos de identificación de los pueblos indígenas de la región pampeana. Entre ellos, mostramos cómo los jesuitas propusieron y registraron determinados rótulos que asociaron con grupos indígenas y con cada una de las reducciones. También señalamos que en algunos casos, otros actores –como las autoridades y funcionarios seculares o religiosos– utilizaron categorías diferentes a las de los jesuitas para aludir a los mismos grupos y misiones (Vollweiler, 2023).

En el marco del cambio de siglo, las políticas de la Corona y los discursos oficiales en torno a los pueblos originarios pasaron de sostener procesos de segregación a fomentar la asimilación, como sucedió en los pueblos guaraníticos en las regiones del Paraguay y del Río de la Plata (Wilde, 2003). En el caso de las misiones del sur de Buenos Aires comenzado ya el siglo XIX, los jesuitas (señalados como “padres” o “padres jesuitas”) comenzaron a formar parte de las categorías utilizadas para identificar los parajes donde habían funcionado las reducciones unas décadas atrás. Es decir, una vez desarmadas dichas reducciones, la toponimia local adoptó la alusión a los misioneros que las fundaron. Por ejemplo, en los registros cartográficos del extremo sur americano elaborados por los jesuitas Cardiel [1745-1746][45] y Falkner (1774) incluyeron a “Concepción” y “Pilar”. Si bien la representación de las misiones continuó en los mapas unas décadas después, sus nombres oficiales disminuyeron mientras que las referencias a los jesuitas se volvieron más marcadas.

La presencia de la sierra de los Padres y de la laguna de los Padres resalta a los jesuitas que estuvieron allí y los incorpora a la historia de la región en base a la corta existencia en el territorio, que en la colonia era conocido como “tierra adentro” para los hispanocriollos y que era donde habitaban, desde hacía siglos, los pueblos indígenas. En este sentido, el relevamiento de las modificaciones de los nombres en los mapas coloniales nos permite observar, de manera tentativa, parte del proceso por el cual las reducciones pasaron a formar parte de la toponimia de la región. En ese proceso, disminuyó la presencia de nombres indígenas pertenecientes a grupos que en la colonia habían participado de las misiones jesuitas.

A modo de cierre

En este trabajo analizamos algunos aspectos del territorio del sur de Buenos Aires en el que se fundaron a mediados del siglo XVIII reducciones a cargo de la Compañía de Jesús. En primer lugar, examinamos los usos del territorio desde el punto de vista de los pueblos indígenas, los jesuitas y la Corona española. Asimismo, especificamos los conceptos de territorio y de paisaje y, desde esa perspectiva nos detuvimos, en primera instancia, en las menciones al paraje en el que había funcionado Concepción entre 1740 y 1753 donde, una vez abandonada, algunos funcionarios la frecuentaron desde las guardias y fuertes de la frontera sur. Analizamos las diversas designaciones otorgadas al paraje en el que había funcionado esa reducción de acuerdo con la utilización que los distintos actores hicieron de los paisajes: los grupos indígenas en toda la región, los jesuitas en las misiones y los funcionarios en las guardias y fuertes. Asimismo, observamos las diferentes acepciones del término volcán para los grupos indígenas y para los jesuitas, utilizado para denominar la región donde se fundaron Pilar y Desamparados, desarticuladas en 1751. Por último, consideramos los cambios en los topónimos reflejados en una selección de registros cartográficos elaborados durante los siglos XVIII y XIX, específicamente las modificaciones que los nombres de los parajes en los que habían funcionado las reducciones tuvieron a lo largo del tiempo.

El recorrido histórico seguido nos permitió observar las diversas denominaciones otorgadas a las reducciones, su modificación a lo largo del tiempo y la creación de otras. La existencia actual de la laguna y sierra de los Padres evoca a los jesuitas mientras que silencia a los grupos indígenas que habitaban esos territorios desde antes de la llegada de los misioneros. En este sentido, cuestionamos la omisión de los pueblos originarios en la toponimia actual, ya que fueron quienes interactuaron con los jesuitas y otros funcionarios coloniales en esos mismos parajes. Si bien la permanencia de estos religiosos en la región pampeana fue acotada en comparación con lo que sucedió en otras regiones de América donde las misiones duraron varias décadas, fue suficiente para modificar los topónimos y recordarlos hasta el día de hoy.

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Notas

[1] Esta investigación es parte del proyecto financiado por la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica (PICT 2017 0662).

[2] Estos parajes se encuentran en el partido de General Pueyrredón, en la provincia de Buenos Aires. La sierra de los Padres forma parte del sistema serrano de Tandilia.

[3] El territorio en el que funcionaron las reducciones cercanas a la sierra del Volcán ha sido escasamente mencionado en los registros escritos a mediados del siglo XVIII, desde los enclaves coloniales ya que se hallaba alejado de los fuertes establecidos en ese momento, cerca del río Salado.

[4] Repositorio digital David Rumsay (DR), disponible en: www.davidrumsey.com

[5] Debían procurar que “las poblaziones q[u]e sehicieren de los yndios” fueran “en lo más mediterraneo, y Tierra ádentro de d[ic]hos Parajes, huiendo dehazer poblaciones enla Costa… para que nunca [h]állen ábrigo Extrangeros Enemigos”. Carta del Rey al gobernador de Buenos Aires. Madrid, 1 de mayo de 1684. Audiencia de Buenos Aires (AB), legajo 3, Archivo General de Indias (AGI), Sevilla, España. Copia disponible en la carpeta G, documento número 20, Museo Etnográfico de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (ME), Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA), Argentina.

[6] Las ruinas de la reducción del segundo asentamiento fueron identificadas mientras que la localización del primero aún continúa en proceso (Pedrotta, 2013, 2020).

[7] Según Sánchez Labrador (1936 [1772]) “la graduacion de esta Reduccion [Desamparados] difería en pocos minutos de la del Pilar del Volcan” (p. 125).

[8] Memorial de Domingo de Marcoleta al Rey. Sin lugar, [1745]. Audiencia de Charcas (ACH), legajo 317, AGI; copia en I, 22, ME.

[9] Declaración de la ex cautiva María Rodriguez en la “Copia de la Ynformacion hecha, sobre la Reduccion De los Yndios Pampas, que esta al cargo De los RR. PP. De la Comp[añí]a de Jesus”. Buenos Aires, 27 junio de 1752. ACH, legajo 384, AGI; copia en J, 16, ME.

[10] “Mapa de las costas de Magallanes por quien las anduvo por la misma playa”. 1748. Add. 17668, F. 1748, Museo Británico, Londres, Reino Unido. Consultado en Cardiel (1930-1933).

[11] Declaración del capitán de infantería don Bentura Chauarria en la “Copia de la Ynformacion hecha, sobre la Reduccion De los Yndios Pampas, que esta al cargo De los RR. PP. De la Comp[añí]a de Jesus”. Buenos Aires, 21 de junio de 1752. ACH, 384, AGI; copia en J, 16, ME.

[12] Si bien la guardia de Arrecifes existía desde 1736, en 1745 se creó la Guardia del Zanjón, el primer fortín establecido al sur de la ciudad de Buenos Aires (en las inmediaciones del río Samborombón, al sur del pago de la Magdalena) y, en 1749, se estableció el fuerte de Pergamino. Además, en 1752 se creó el cuerpo de Blandengues para cubrir tareas que previamente habían sido cumplidas por vecinos y se destinaron tres compañías: “La Valerosa” en Luján, “La atrevida” en Salto y “La conquistadora” en el Zanjón (Néspolo, 2006; Carlón, 2008; Nacuzzi et al., 2008).

[13] En las reducciones jesuitas de guaraníes, entre las cuencas de los ríos Paraná y Uruguay, también se produjeron disputas por el territorio y los recursos entre distintos actores, identificadas por Lía Quarleri (2007).

[14] Carta de José Antonio López (J. A. L.) al Teniente del Rey y Gobernador Alonso de la Vega (A. V.). Fuerte de la Magdalena, 25 de agosto de 1757. Sala IX, legajo 1-4-5, Archivo General de la Nación (AGN), CABA.

[15] Carta de Juan Blas Gago (J. B. G.) al Alonso de la Vega. Fuerte del Zanjón, 22 de noviembre de 1757. IX, 1-5-3, AGN. Según Florencia Carlón (2008), ante alguna situación de tensión o amenaza, los funcionarios debían movilizar a todos los recursos que tuvieran disponibles –milicianos y/o fuerzas regulares– en ese fuerte y/o en otros, por lo que esa estructura y funcionamiento se caracterizó como una articulación defensiva.

[16] Carta de J. A. L. a A. V. Fuerte de la Magdalena, 25 de agosto de 1757. IX, 1-4-5, AGN.

[17] Carta de J.  B. G. a A. V. Fuerte del Zanjón, 22 de noviembre de 1757. IX, 1-5-3, AGN.

[18] Carta de Pedro Silva (P. S.) al Gobernador Alonso de la Vega. Guardia del Zanjón, 24 de agosto de 1758. IX, 1-5-3, AGN.

[19] Borrador de carta a P.S. Buenos Aires, 28 de agosto de 1758. IX, 1-5-3, AGN.                                              

[20] Carta de P.S. al Teniente del Rey y Gobernador. Zanjón, 14 de septiembre de 1758. IX, 1-5-3, AGN.

[21] Carta de Sebastián de la Calle a Juan José de Vértiz. Chascomús, 1 de septiembre de 1780. IX, 1-4-3, AGN. Carta de Francisco Leandro de Sosa a Juan José de Vértiz. Magdalena, 27 de octubre de 1780. Sala IX, legajo 1-4-5, AGN.

[22] Borrador de carta a Juan José de Sardén. Buenos Aires, 27 de octubre de 1780. IX, 1-7-4, AGN.

[23] Carta de Juan José de Sardén a Juan José de Vértiz, Chascomús, 27 de noviembre de 1780. IX, 1-4-3, AGN.

[24] Diario de los acaecimientos acontecidos con el destacamento que se hallaba en el Fuerte de la Laguna del Monte destinado a invadir los indios enemigos que según noticias idénticas se esperaba entrasen a hostilizar nuestra frontera, Fuerte de Chascomús, 6 de diciembre de 1780. IX, 1-4-6, AGN.

[25] Esto se diferencia del derrotero seguido por los restos materiales de Concepción, cuya localización es conocida en la actualidad. Moncaut tuvo la oportunidad de recorrer el territorio y registró que algunos vecinos de la zona recordaban haber visto “parte del cerco que rodeaba el Cementerio, sobre cuya puerta de entrada se hallaba una cruz de madera” (Moncaut, 1981, pp. 77-78), como destaca Pedrotta (2013). A futuro, sería interesante complementar este análisis con las perspectivas teóricas que se centran en los procesos de patrimonialización y de construcción y espacialización de la memoria.

[26] Según Félix Outes (en Furlong, 1938, p. 146), la laguna era conocida como “de los Jesuitas” desde comienzos del siglo XIX pasando luego a denominarse “de los Padres”.

[27] Acerca de las discusiones de los rótulos y clasificaciones se pueden consultar, entre otros, Nacuzzi (1998), Nacuzzi y Carina Lucaioli (2017) y Christophe Giudicelli (2018).

[28] De Lasa y María Teresa Luiz (2011) se centraron en la cartografía jesuita, Guillermo Wilde (2018) destacó el rol de la cartografía en las clasificaciones jesuitas, Carla Lois (2015) analizó los usos de los mapas y específicamente del mapa político argentino, Enrique y Laura Pensa (2018) examinaron las características de los mapas del siglo XVIII y Pensa (2020) sintetizó los principales aportes del estudio de mapas desde distintas disciplinas sociales. Trabajos específicos de Pampa y Patagonia analizaron la información de los mapas de los jesuitas reproducida en cartografías posteriores (Martínez Martín, 1994; Arias, 2014; Bianchi Villelli, 2016; Pedrotta, 2017).

[29] Carta de la provincia de Buenos Ayres. 1824. Mapoteca, II, 118. AGN.

[30] Carta geográfica de la Provincia de Buenos-Ayres. 1829. Mapoteca, IV, 141. AGN.

[31] Quiroga, José [1745?]. Mapa de la Costa de los Patagones conforme al Descubrimiento hecho de orden de S.M.C. el año de 1745 por el P. Joseph Quiroga. Biblioteca Nacional de España, Madrid, España. http://bdh-rd.bne.es/viewer.vm?id=0000143558&page=1. El año 1745 es el hipotéticamente consignado en el repositorio y creemos que la selección fue realizada en base a que es el año en que realizó el viaje por la costa junto a Cardiel. Sin embargo, debió ser posterior a 1753, fecha en la que se abandona la última reducción, por la información consignada acerca de que los tres pueblos estaban “destruidos”.

[32] Carta de las Costas Magallánicas según las más modernas observaciones del año 1745 y 1746. Mapoteca, II, 159. AGN.

[33] Anvile, Jean Baptiste Bourguignon d. (1748). (Composite of) Amerique Meridionale, DR. https://www.davidrumsey.com/luna/servlet/detail/RUMSEY~8~1~4428~410017:Composite--Amerique-Meridionale-?sort=date%2Cpub_list_no%2Cseries_no.

[34] Publicado en Falkner (1774).

[35] Cruz Cano y Olmedilla, Juan de la, d.  (1799 [1775]). Mapa Geografico de America Meridional, DR. https://www.davidrumsey.com/luna/servlet/detail/RUMSEY~8~1~3373~330002:Mapa-Geografico-de-America-Meridion.

[36] Mapa geográfico que comprehende todos los modernos descubrimentos [sic] de la Costa Patagónica, y sus Puertos, desde el Río de la Plata, hasta el puerto del Río Gallegos, junto al Cabo de las Vírgenes; la porción descubierta del Río Negro, y caminos por la Campaña desde Buenos Ayres (1788). Mapas, planos, documentos iconográficos y documentos especiales, Buenos Aires, 164, AGI.

[37] Carta de la provincia de Buenos Ayres (1824). Mapoteca, II, 118. AGN.

[38] Carta geográfica de la Provincia de Buenos-Ayres (1829). Mapoteca, IV, 141. AGN.

[39] Parish, Sir Woodbine y Arrowsmith, John (1836). (Mapa) de la Provincia de Buenos Aires, DR. https://www.davidrumsey.com/luna/servlet/detail/RUMSEY~8~1~323463~90092661:-Mapa--de-la-Provincia-de-Buenos-Ai?sort=Pub_List_No_InitialSort%2CPub_Date%2CPub_List_No%2CSeries_No#.

[40] Provincia de Buenos Aires (1863). Plano publicado en el libro El Avisador, Guía General de Comercio y de Forasteros. Mapoteca, II, 112. AGN.

[41] Martin de Moussy, Victor (1873 [1866]). Carte de la Province de Buenos-Ayres et des régions voisines, repositorio digital David Rumsay (DR). https://www.davidrumsey.com/luna/servlet/detail/RUMSEY~8~1~20537~510063:Carte,-Province-de-Buenos-Ayres,-re?sort=Pub_List_No_InitialSort%2CPub_Date%2CPub_List_No%2CSeries_No#

[42]  A diferencia de los otros registros citados en los que Concepción está al sur del río Salado, en este mapa está localizada al norte del río, a la altura de Punta Indio, al sur de Magdalena.

[43] Taylor, F. (1877). Mapa de la provincia de Buenos Aires, DR. https://www.davidrumsey.com/luna/servlet/detail/RUMSEY~8~1~306218~90076602:Mapa-de-la-provincia-de-Buenos-Aire?sort=Pub_List_No_InitialSort%2CPub_Date%2CPub_List_No%2CSeries_No#.

[44] Paz Soldan, Mariano Felipe (1888). Provincia de Buenos Aires, DR. https://www.davidrumsey.com/luna/servlet/detail/RUMSEY~8~1~20648~570025:Provincia-de-Buenos-Aires-?sort=Pub_List_No_InitialSort%2CPub_Date%2CPub_List_No%2CSeries_No#.

[45] Carta de las Costas Magallánicas según las más modernas observaciones del año 1745 y 1746. Mapoteca, II, 159. AGN.