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DOI:  https://dx.doi.org/10.19137/praxiseducativa-2024-280206


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DOSSIER

Casa Barrio José: descomposiciones de una instalación en un ambiente narrativo

Casa Barrio José: a narrative environment in the (dis)composition of an installation

Casa Barrio José: Decomposições de uma instalação em ambiente narrativo

Francisco Ramallo

Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas; Universidad Nacional de Mar del Plata, Argentina

franarg@hotmail.com
ORCID 0000-0002-4611-3988

Resumen

Las descomposiciones de la instalación Casa Barrio José, en este texto, ponderan un ambiente narrativo que actúa como una des-loca-lización de un barrio de Mar del Plata (Argentina). En imbricación con la investigación narrativa, autobiográfica y performática en educación, nombra una teoría queer doméstica, cotidiana y cercana. Esta, inicialmente, buscó señalar la corrupción que se reproduce en el nombrar del espacio público, para luego expandirse como una casa-laboratorio. En ella, las residencias y voluntariados condujeron a compartir un programa de reconocimiento para artistas-educadores-investigadores domésticos y ambientalistas en diecinueve performances, titulado Doctorado Honoris Casa. Como encarnación epistémica y más allá de su materialidad, esta indagación no posiciona un sujeto consciente o voluntarista ni un objeto neutral y entregable, mucho menos a un experimento ni tampoco a una experiencia. Su continuidad está en la relación, en ser investigación. Un ejercicio teórico y una forma de producir conocimiento que se inscribe como una investigación-vida en el cuerpo-casa que nos habita.

Palabras claves: autobiografía, investigación narrativa, instalación, performatividad, teoría queer.

Abstract

The decompositions of the installation Casa Barrio José, in this text, ponder a narrative environment that acts as a de-local-ization of a neighborhood in Mar del Plata (Argentina). In imbrication with narrative, autobiographical and performative research in education, a domestic, everyday and close queer theory is named from it. It initially sought to point out the corruption reproduced in the naming of public space, and then expanded as a house-laboratory. In it, residencies and volunteering led to the sharing of a recognition program for domestic and environmental artist-educator-researchers in nineteen performances, entitled Doctor Honoris Casa. As an epistemic embodiment and beyond its materiality, this inquiry does not position a conscious or voluntarist subject or a neutral and deliverable object, much less an experiment or an experience. Its continuity is in the relationship, in being research.  A theoretical exercise and a way of producing knowledge that is inscribed as a life-research in the body-home that inhabits us.

Keywords: Autobiography, Narrative research, installation, performativity, Queer theory.

Resumo

As decomposições da instalação Casa Barrio José, neste texto, ponderam um ambiente narrativo que funciona como uma deslocalização de um bairro de Mar del Plata (Argentina). Em imbricação com a pesquisa narrativa, autobiográfica e performativa em educação, dela nomeia-se uma teoria queer doméstica, cotidiana e próxima. Inicialmente procurou apontar a corrupção que se reproduz na nomenclatura do espaço público, e depois se expandiu como casa-laboratório. Nele, as residências e o voluntariado levaram à partilha de um programa de reconhecimento a artistas-educadores-investigadores e ambientalistas nacionais em dezanove espetáculos, intitulado Doutorado Honoris Casa. Como encarnação epistêmica e além de sua materialidade, esta investigação não posiciona um sujeito consciente ou voluntarista ou um objeto neutro e entregável, muito menos um experimento ou uma experiência. Sua continuidade está na relação, em ser pesquisa. Um exercício teórico e uma forma de produção de conhecimento que se inscreve como vida-pesquisa no corpo-casa que nos habita.

Palavras-chave: Autobiografia, Pesquisa narrativa, Instalação, Performatividade, Teoria Queer.


Recibido: 2024-02-17 | Revisado: 2024-04-15 | Aceptado: 2024-04-21

Introducción

 “Los lugares en que han vivido los seres a quienes estamos ligados por el espíritu o por la sangre y los objetos que les pertenecieron conservan, para muchos de nosotros, un raro poder (...). Y es cosa terrible y dulce sentir que uno mismo es un lugar, un objeto en que perduran presencias; que nada de lo que parece inanimado lo es en realidad y que el mundo de los muertos y de los vivos se comunica y se mezcla de un modo misterioso e inextricable”.

Victoria Ocampo, Tierra Incógnita

Caminando por la calle de la mano con un veraniego novio, en la esquina de mi casa, me gritaron “¡Putx!”; tomé un crayón de óleo y, como una epifanía, escribí en el frente de mi hogar: “En esta casa María no es santa, es putx”.[1] La imagen de inmaculada virgen que protege normalmente los porche o las entradas de los hogares del barrio comenzó a ser reemplazada por la posibilidad de imaginar una bienvenida y una protección más generosa con la supervivencia de los cuerpos en este arrabal. La propiedad exclusiva de la que uno se apodera elabora un comportamiento territorial que, para muchxs, sigue siendo un asunto de machos. Detrás de él, aparece una teoría del sujeto la del individualismo posesivo que reconfigura la sociedad política como un dispositivo de protección de la propiedad de los individuos. [2]

El territorio no sólo es la propiedad exclusiva de la que uno se apodera, sino que se puede imaginar más allá de las violencias apropiativas y las destrucciones que configuran algunas de sus significaciones actuales. Dice Virgine Despret (2022) que el territorio suele interpretarse como cualquier lugar defendido por un macho que reivindica una posesión, por el hecho de habitar y de repartir la tierra. No obstante, no hay una manera de hacer territorio, sino múltiples formas de territorialización, “de las múltiples maneras de habitar y repartir los usos de la tierra que se habían inventado y cultivado durante siglos, definidos como derechos exclusivos de usar, e incluso de abusar” (Despret, 2022, p. 21). Sin embargo, existen fronteras mucho más elásticas, negociables y porosas de lo que imaginamos, dado que el territorio es ante todo un proceso, o más bien una parte de un proceso implicado en el ciclo de la reproducción (Despret, 2022).

En enero de 2019, llegué a 20 de septiembre 4172, una propiedad que mi mamá compró con su herencia paterna para asegurar el privado territorio a sus tres hijos. El viejo chalet estaba deteriorado y con mi hermano Santiago, arquitecto y ávido constructor, comenzamos una reforma que continúa hasta estos días. La casa está desde entonces en reconstrucción o, como me gusta llamar a mí, en descomposición concepto que vengo desarrollando para comprender la construcción de conocimiento desde una íntima relación (Ramallo, 2019). Llegamos al nuevo hogar luego de algunos años de viajes, de habernos mudado por varios domicilios y con una enorme acumulación de objetos, sobre todo por mi adicción a conservar reliquillas familiares. Muebles, fotografías, libros, sábanas, manteles y vajillas sobrecargaban el espacio que, durante las primeras reformas, parecía, ante todo, un enorme depósito.

Unos meses antes de mudarme, en septiembre de 2018, durante la fallida campaña por la legislación del aborto, con mi hermano, compartimos un activismo apóstata que, en cada contexto, reivindicaba sin no pocas resistencias el Estado laico. A pesar de las ofensas familiares de algunas tías, amigos y viejos conocidos, realizamos el trámite también junto a mi mamá. El gesto de salirse del tóxico bautismo y la nociva Iglesia Católica despertó una potencia para des(loca)lizar nuestras historias personales y familiares en el territorio que habitamos. La descomposición de los sacramentos fue la primera intención con la que llegamos al mal llamado Barrio San José. La mencionada inscripción en el frente de la casa despertaba la atención de los vecinos y transeúntes, con posiciones bien variadas, insultos y festejos se dividían en la puerta del hogar. En el combatir la enseñanza del cristianismo, había quiénes nos celebraban y se acercaban a conversar, y quienes se sentían violentados a ser llamadxs de putxs y nos agredían de diversas maneras. Imposible no recordar la voz de Jack Halberstam (2011) y no sonreír con su complicidad.

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Certificado de Apostasía del autor, abril de 2019a06fig1.png

Esa alianza con mi hermano en el nuevo hogar no estaba separada de las energías que desde Suecia nos acompaña el mayor, Germán, con su modo de emparentar. Aunque volvía una y otra vez a una repetida historia familiar. En 1953, Mario y Ricardo, mi abuelo y su hermano, compraron un terreno y se asociaron para que, en él, cada uno construyera su hogar.  Los chalets que hicieron en aquel entonces no eran demasiado diferentes del nuestro, como tampoco las historias que a su alrededor se comenzaron a entrelazar. Las familias residen en una vivienda y el uso de los espacios es tan importante como el significado construido por ellos, tanto individualmente como a partir de patrones culturales presentes. Siendo dos treintañeros, aquellos antecesores nos enseñaron con sus historias que los paraísos perdidos nunca están lejos del cuerpo que uno deja cuando ya no está. La primera y la última vez que lo vi a mi tío abuelo Ricardo Castañón (28/12/1925-25/08/2020), lloré al disfrutar el extraordinario sentimiento de con-fundirlo con mi abuelo. Su hermano Mario (14/09/1927-07/03/2016) lo admiraba más que a nadie y, junto a él, le ganó a más de un sueño. Vivió su vida firme como la corteza de un coco y con ese tiempo que inaugura, con sabor agradable, el sol de verano. Su dulce interior me encarna como padre eterno, en la intención de no diferenciar, en su domesticidad, la tierra del cielo.

Las historias de esta nueva residencia son inseparables de la desgeneración barrial y familiar que imaginé a partir de la instalación que comencé en el verano del 2020. El armario, el escondite y el miedo corrieron sus velcros para desenraizar a José de su santidad. Trocando al santo por el putx, vidas e historias se sucedían en el barrio, el casamiento de mis abuelos maternos en la iglesia San José, mis experiencias como profesor de historia en la tradicional escuela católica ubicada a su lado (Colegio Don Orione e Instituto Pablo Tavelli), el nombre de quien comenzó a construir una casa en este terreno en los años cuarenta del siglo XX y el nombre de mi, en ese verano difunto, abuelo paterno.

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El autor en la Instalación Casa Barrio José, enero de 2020

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A la par que fuimos tirando abajo paredes y moviendo habitaciones, fui reconociendo en el barrio. San José es lindante a Chauvin, donde había vivido anteriormente y hacía tiempo que lo transitaba sin habitarlo demasiado. Ángela, Luisa y Teresa, mis vecinas predilectas, me contaron que el terreno fue comprado en 1941 por José Ardohain y, en 1944, presentó los planos de una casa que solo sobrevive en mi pieza y en una cocina hoy derrumbada por la nueva galería. El baño estaba afuera, en el rincón del sudeste. En 1957, se construye el frente del actual chalet de piedra y se conserva uno de los cuartos al que se le anexa un pasillo, un baño moderno y una nueva habitación a la calle. Delante de la cocina, se diseña un living comedor con hogar y sin un registro específico del año; más tarde, se hace linderamente un garaje con una loza y, encima de él, un nuevo cuarto con baño y balcón.

Casa Barrio José

Por su historia, esta también podría haber sido la casa de mi bisabuela materna Ana, que, en sus últimos años, vivió nómada entre sus hijos. Ana Aldezabal (08/01/1916-08/11/1999), hija de vascos, nació en Tandil y su vieja lata de galletitas Bagley era lo que más amaba. Allí dentro estaban sus fotografías, abrazos que heredamos en esa forma romántica de sentirnos familias. También recuerdo su olor y su mirada, tan vivo como el camino de crochet blanco que, desarmado, fue parte de mi entrada. Esos tejidos domésticos muestran para mí las historias amarradas, sueltos andrajos que quedan como pasados poscelebrados. Los tejidos de mi bisabuela Ana, las viejas telas de mi abuela Mabel, los manteles de mi abuela Lucrecia y las sábanas en las que durmieron sus últimos días mis abuelos Mario y José Ángel fueron el material que comencé a utilizar para la instalación de este nombrar. Por debajo y por arriba de la tierra, comencé a desenraizar un nuevo frente para nuestras casas, un archivo queer para una sanación familiar (Haraway, 2019).

¿De qué está hecho el hogar? Saqué las telas familiares de los armarios, degenerando sus secretos y recuperando sus historias. A la par que viajaba por mi cuarto propio y descomponía mi biblioteca, aparecía una pedagogía de la instalación que me conmovía (Ramallo, 2021). Multiplicar los territorios puede volver más habitable la comerca, con una teoría queer que me comenzaba a domesticar. Crear mundos más habitables sería buscar cómo honrar las maneras de inventariar lo que los territorios crean como maneras de ser y de hacer. El cohabitar que describe Despret (2022) con la curiosidad que suscita el establecimiento de relaciones y maneras de estar “en casa”. El hogar, la casa, la huerta, los alimentos, los desechos y los residuos no dejaron de interrogar una teoría queer que procuraba descomponer su condición doméstica, cotidiana y cercana que se inscribió como una investigación-vida (Godoy Lenz et al., 2022) en el cuerpo-casa que habito. Inicialmente, el proceso de composición de esta instalación buscaba señalar cómo la enseñanza del catolicismo es una forma de corrupción de menores, reproducida en el nombrar del espacio público, atravesada por la relación entre la alimentación y la sexualidad.

Esta instalación nació para volver más habitable a mi barrio, me interesó como des(loca)lización un lugar en donde las locas podamos vivir, movilizando una experiencia pedagógica más allá de la mediación y la linealidad de la educación moderna (Ramallo, 2021). También la consideré arte callejero, tal como los esténciles, grafitis o murales, es una manifestación que invita a mirar la ciudad con otros ojos. Para reflexionar sobre lo que nos dicen las paredes en la fragilidad de las corporalidades en el espacio público, esta instalación me recordó a la novela de Shruti Swamy Una casa es un cuerpo, dado que denunció la violencia doméstica que no nos atrevemos a confesar. El padecimiento a una vecina, que también lo sufre y le responden con indiferencia y negación, fue develando (aunque compasivamente) secretos sin pudor.

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Instalación Barrio José, enero de 2020



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Mis deseos sexuales fueron colocados en una reja para desnombrar al catolicismo. Cada cinta deshabitó a un ángel íntimo. En aquel enero de 2020, mi abuelo José Ángel Ramallo había fallecido y los tejidos se multiplicaron, sumado a que los trapos de piso nunca fueron un objeto importante en mi vida, hasta que una maestra me hizo reconocer en ellos la acción performática de su arte. Las cintas de colores y las tintas de este texto, en su relación, se volvieron cada vez más incontrolables, en oposición a la perspectiva renacentista, con un sujeto cartesiano racional y autorreflexivo que establece una posición jerárquica con una retórica de posesión, dominio visual y centrado, la instalación como forma de arte admitió que cada persona estuviese intrínsecamente dislocada y dividida. Para Claire Bishop (2006), las teorías postestructuralista, feminista y poscolonial sostienen la fantasía de centrarse, sin embargo, son las instalaciones las que no exigen un modo correcto de mirar el mundo, ni ningún lugar privilegiado desde el que hacer tales juicios. Las instalaciones descentran al sujeto porque niegan al espectador ese sitio ideal desde el que contemplar la obra. No sólo articulan una noción intelectual de subjetividad dispersa, sino que invitan a experimentar esta fragmentación para perder certezas. En la medida en que no sólo tratan de problematizar el sujeto, sino que también lo producen, la participación activa de un espectador para generar el significado de la obra actúa como deseo que detiene la pasividad. Puede, incluso, que las obras de arte ya no necesiten adoptar la forma de experiencia interactiva y de inmersión, si consideramos que el arte de instalación se caracteriza por cierto antagonismo hacia su entorno, una fricción con el contexto que opone resistencia a la presión organizativa, que establece sus propios términos de interacción (Brishop, 2006).

Las instalaciones socavan el ideal objetivista de un arte que pueda ser captado de forma instantánea y operan específicamente en oposición al ideal objetivista de una sincronicidad entre la obra y el acto de recorrerla mediante la observación. El ambiente de la forma artística que está gestándose es un espacio abierto a las posibilidades, dado que es una forma artística que trasciende su objetualidad o materialidad. Se sitúa en una práctica performática de intervención mimética; lo real y lo ficticio componen una actitud voyeurística con el mundo que nos convierte en observadores. La tensión entre representante y representado coloca al sujeto como centro y base de la experiencia y sobre los objetos de esta experiencia. Libera al espectador de su rol pasivo: ya no se planta ante una obra, sino que se ve activa y físicamente en ella. El arte moderno lucha por su propia estructura de existir para ser observado, y el trabajo performativo del observador está en la creación de las relaciones que allí emergen.

Dado que el soporte material del medio de la instalación es el espacio mismo, transforma el espacio público vacío y neutral en un espacio holístico y totalizante de la obra de arte. Un ámbito de experimentación para revelar y explorar las ambigüedades de la autonomía y la libertad, y una forma que permite al artista democratizar su arte al asumir su responsabilidad pública. Su práctica revela el acto de violencia soberana e incondicional que instaura el orden democrático y hace visibles realidades que generalmente se pasan por alto (Groys, 2014). La instalación se perfila en perfomances, dado que interviene los espacios donde desarrolla la acción a modo de una experiencia que se presupone singular y efímera (aunque posiblemente registrada), que se mueve en los intersticios del sinsentido, el abandono de la comprensión del espacio como categoría trascendental, la claudicación del sentido de la verdad.

Como novedosa forma de arte, las instalaciones no están cerradas a los géneros tradicionales, sino que están en vital movimiento, “No son tanto obras, sino modelos de posibilidad” (Rebentisch, 2018, p. 19). No son sólo un objeto de la observación, sino que en ellas se refleja simultáneamente la práctica estética de la observación. El arte de la instalación reúne cualidades que se han probado incompatibles no sólo con las convenciones formales del modernismo estético, sino también con los marcos estéticos de producción o de obra de la autonomía asociados con estas convenciones. Asimismo, esta actividad autorreflexiva-performativa no se agota con la implicación corporal-espacial, pues se revela a la observación como inestables modos concebidos procesualmente y mediados por un proceso. Obras abandonadas y paisajes sin terminar descentran al sujeto como fundamento de sus respectivas realizaciones. Lo que un sujeto puede aprender de un objeto es la performance del observador. Porque los significados con que la obra sale al encuentro del observador no pueden ser leídos objetivamente en la obra, ni pueden ser “hechos”, en sentido estricto, por el observador. La experiencia estética de las escenificaciones espaciales no se agota en el mero recorrido de estas ni siquiera coincide con aquella, su drama es lo real y lo ficticio, la intervención en la representación y la autonomía del arte.

El juego, la participación, el espacio, el tiempo y el proceso, como elementos fundamentales de la instalación, coinciden con el carácter narrativo e intermedial, participativo, en la construcción del conocimiento en la educación. La descomposición o la desconstrucción de la educación posmoderna para Silvia Martínez Canos (2019) emerge en micronarrativas que se entretejen para hablar y comunicar realidades. La libertad del juego (re)inventa y posibilita la interacción con los demás, sin otra finalidad que no sea el placer, con lenguajes propios y significados comunes. Con el juego, se representan realidades que no se derivan de los objetos mismos, sino que surgen en las acciones imaginativas. Movimiento, acción y producción alimentan a la reflexión, la incertidumbre y el juego como un sin fin artístico. En las historias que de ellas se narran está su arte, abandona la idea de un resultado final y se centra en las descomposiciones de una obra. Las rejas de la entrada a mi casa devinieron en territorio de indagación, al respecto de los espacios habitables para la expresión queer y mi deseo de desacramentación cristiana. Mi proceso de apostasía y mi trabajo conceptual respecto de la memoria familiar des-heterosexual combinaron los tejidos heredados por la sangre con un rescate del doméstico mundo des-generacional. Sábanas y manteles, almohadas y repasadores, cintas y géneros, como materialidades de la alimentación y la sexualidad del pasado familiar, entretejieron una instalación que interviene un espacio público de este territorio barrial.

El nombramiento de la instalación como Casa Barrio José habita geografías disidentes, cartografías reinventadas y vidas vivibles más allá de la tierra consagrada. El polideportivo de la ciudad, a 300 metros y rebautizado como Central Party, arroja mecha a su desorientación y es tierra de su descomposición. Hacer posible la vida con la urdimbre de nuestros cuerpos entrama historias de producción performática, en un inmanente proceso de estar allí, en la saturación sensual y en la erótica de lo posible y no necesariamente de lo real. Más que una simple mímesis, la leyenda que la atravesó, a partir del nombrar comunitario, extiende los límites del lenguaje y exprime todo lo que sea posible de estas palabras. Como proceso performático de “ser” y “hacer”, esta instalación inició un borde erótico de mi indagación en el vecindario. Desde aquella escritura, el poco practicado, aunque tradicional cristianismo de nuestra sociedad fue conversación oportuna de su retórica en el sujeto humanista que media la pedagogía en su rechazo al cuerpo, el afecto y la sexualidad con mis vecinos y visitantes.

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Plano del barrio repartido en una acción performática en Central Party, enero de 2021, con la artista María Alejandra Estifique

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Si la orientación es una cuestión de cómo habitamos el espacio, entonces también podría ser una cuestión de residencia; de cómo habitamos los espacios, así “con quién” o “con qué” lo habitamos” (Amhed, 2019, p. 11). Las geografías disidentes que desde la instalación se proyectan, con la voz de Sara Amhed (2019), me recuerdan que mi silencio también se escucha y que es posible la vida con una forma de leer que se extravía a partir del cuerpo. No es solo que los cuerpos se muevan por las orientaciones que tienen, más bien las orientaciones que tenemos hacia los otros moldean los contornos del espacio afectado por las relaciones de proximidad y la distancia entre los cuerpos. ¿Qué significa estar orientado? ¿Qué diferencia supone hacia “qué” o hacia “quiénes” estamos orientados en la propia dirección de nuestro deseo? ¿Cuál es la dirección del habitar? ¿Hay un curso normal? ¿Cómo se reorienta la relación del sujeto con el espacio? Retomo a Sara Amhed (2019) para reconocer que el cuerpo se orienta en el espacio y la interpretación recta “corrige” la dirección oblicua del deseo queer. Las cosas son según cómo se las mire; ¿por qué le tememos al sexo? y ¿qué hacemos en casa? son interrogantes para desnaturalizar prácticas cotidianas. Si estamos acá, algo antes nos trajo.

Desintalaciones

Dios es todo menos putx y el devenir es una expresión relativa a la economía del deseo, cuyos flujos proceden mediante afectos. El devenir pertenece al orden de la alianza (no de la filiación) y del rizoma (distinto de un árbol genealógico), que siempre está en una multiplicidad y a diferencia de las identidades que suponen individuos que las encarnan. Las des(loca)lizaciones eróticas que la instalación compuso expandieron los límites de un barrio sin plaza; el polideportivo, como su centro degradado, hace de lo urbano una metaforización del espacio público. Abrir la imaginación a otras territorialidades y territorializaciones, imaginar modos de ser y habitar que multiplican los mundos. La defensa del territorio no se debe al sexo ni alimento, sino a la protección de un espacio de tierra que constituye, de hecho, la extensión del sitio de nidificación, en un sentido que pone en relación lo propio y la apropiación (Despret, 2022). La apropiación concierte no a la propiedad, sino a lo apropiado. Poseer no es apropiarse, sino apropiar a, o sea, hacer existir apropiadamente (Despret, 2022). El apego maníaco a la idea de que los territorios reparten el espacio entre “los que tienen” y “los que no tienen” (Despret, 2022) emula la (im)posibilidad de una familia queer con afectos de pérdida, enojo y tristeza. Sacarle el santo a José lo deja propio de su deseo. Activa posiciones pro-sexo, deteniendo la censura por el temor sexual. Recupero una pregunta de Silvia Federeci (2020), ¿cómo remendar los tejidos sociales de nuestras vidas y transformar el hogar y el barrio en lugares de resistencia y reconstrucción política?

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Cesta de mimbre: desinstalación Casa Barrio José, del autor (técnica mixta, 2021)

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Casa Barrio José es un ambiente narrativo, propone una encarnación epistémica para volver habitable el católico nombrar. El putx ya no lo escribo más, lo prefiero tachado para un conversar horizontal. Un proyecto que ganó autonomía hasta que construí mi lugar, jugando, en coworking y en hermandad con Casa de Artista el espacio que hace más de diez años gestiona la artista María Alejandra Estifique también en esta ciudad. Descomponiendo espacios, deseo cuidarme, respetar mi tranquilidad y expandir la existente materialidad. Si la ciudad es un límite o un peligro, el patriarcado en piedra es una materia que está hecha de cuerpos y se ubica en la cartografía queer sensible. La fantasía fálica de los rascacielos no deja habitar más de lo que me animo.

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María Alejandra Estifique en su voluntariado, abril de 2022

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Lejos de definir un nuevo modo de inteligibilidad para el cristianismo o inventarme entre la oposición de sus prácticas, con su desinstalación impugnamos esta espiritualidad y liberamos a la pedagogía de su profundo dolor social (Ramallo, 2021). Su movimiento es el de una casa-cuerpo, un organismo vivo para armar y desarmar. Reflexionar sobre los procesos de descomposición de esta obra extendió y dio nombre a mi casa-taller, un laboratorio de teoría queer doméstica en el que, además de las residencias y voluntariados, me dispuse a entregar el Doctorado Honoris Casa (en adelante, DHC) para artistas-educadores domésticos y ambientalistas.

Doctorado Honoris Casa

En septiembre de 2023, presenté la instalación conceptual, virtual y territorial @Casabarriojosé en las I Jornadas Disidencias Híbridas Artes, educaciones investigaciones cuir, realizadas en el Centro Provincial de las Artes Teatro Auditorium de Mar del Plata. Se trató de una obra conceptual y territorial, en formato virtual, que aludía a un ambiente narrativo. El hogar y la familia, la sexualidad y la alimentación. Investigaciones queer, relaciones domésticas, modos de agradecimientos, descomposiciones y reconocimientos. Tutelas como mudanzas. Independencias como degeneraciones barriales. Ciudades como espacios domésticos. Redes sociales como ambientes. Individuos como casas. Correcciones como curadurías. Docencias como artes. Obras como instalaciones. Mediaciones como articulaciones. Experiencias como relaciones. Vidas como investigaciones. Domésticas como humus. Viceversas, viceversas, bordes y extremos.

Durante una década, las mil quinientas publicaciones en la cuenta de Instagram @casabarriojose compusieron un laboratorio doméstico y un ambiente narrativo de investigación-vida (Godoy Lenz et al., 2022) de la teoría queer. Nómade y desterritorializado, este reconocimiento emergió a partir de nombrar una instalación que compuse en 2019 en la puerta de mi casa en un barrio de Mar del Plata. Una encarnación territorial y epistémica, entre el Estado laico y el vivir como comunidad. Volver habitable la católica corrupción, con crianzas, residencias y voluntariados, artes, investigaciones y educaciones. La causa está en la casa, los textos canónicos son íntimos y la academia soy yo.

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QR @Casabarriojosé, entrega del DHC a Mario Castañón (14-02-2023)

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Nuestras prácticas domésticas son posibles en la inestabilidad de su conservación y nombran investigaciones como teorías (queer). Previamente a esta presentación, entre junio de 2022 y agosto de 2023, compartí trece conferencias y conversaciones publicadas en la cuenta de Instagram @casabarriojose, componiendo el programa que se tituló DHC. María Alejandra Estifique (02-06-2022),[3] maestra queer e iniciadora de la teoría queer doméstica con su tesis doctoral, fue la primera en recibir este reconocimiento y, desde entonces, fue coautora de estos actos performáticos. Junto a ella, continuó la lista de homenajeadxs/homenajeantes, mixturando las experiencias de @casadeartista y otros espacios domésticos locales. El DHC es un reconocimiento que metaforiza, en analogía con la máxima distinción académica el Doctorado Honoris Causa​, la entrega de un título honorífico. Como programa de valorización íntima del hogar, es un ambiente de producción de saberes queer en el que la domesticidad aparece como organismo vivo, en biografías y relaciones con el movimiento de una casa-cuerpo.

La ecología es la ciencia de lo doméstico, la economía tiene que ver con el manejo de lo doméstico, como cada uno de los cortes ficcionales que clasifican nuestros conocimientos. Como Vandana Shiva, creo que

Necesitamos reconocer la variedad de epistemologías y sistemas de conocimiento que nos han ayudado a proteger el planeta y asegurar nuestro bienestar. Necesitamos liberar nuestras inteligencias diversas interconectadas para crear otra imaginación y por medio de ella otro mundo, más allá de los engaños y el control del 1%. (Shiva y Shiva, 2021, p. 39)

Luego, fue distinguida la cofundadora de Ecos de Mar una asociación ambientalista que se enfrenta a las petroleras que quieren instalar en nuestra ciudad, Julieta Paladino (07/06/2022). Fotógrafa, incursiona en el teatro, el circo, el contact, la performance, el videoarte y el cine, realizando una tesis doctoral sobre cómo imaginar una ciudad interespecista. Es doula, reikista, instructora de kudalini-yoga, aromateraupeuta, herbalista, alquimista y realiza prácticas de tantra, fitomedicina, cosmética natural y alimentación viva en su hogar. Cuyen Iriarte (28-10-2022) es artista, tatuadora, pintora, actriz y performance que recibió esta distinción con su proyecto que lleva su casa en un estudio móvil con el que viaja por Brasil. María Paulina Godoy Lenz (09/11/2022) mostró una forma pública de gestionar su estudio-hogar, la artista y educadora chilena es activista de la educación de personas con discapacidades, fundadora y directora de la Fundación Incluir, que recibió tal distinción en reconocimiento a sus loables tareas públicas y sus más íntimas acciones. En hermandad con su híbrido trabajo, celebraremos un acto iniciático y promisorio de los futuros no normativos para la ciencia con Ximena Magalí Villarreal (11/01/2023), artista, actriz y docente. Esta directora visual de artes escénicas y plásticas, diseñadora gráfica, fotógrafa y profesora de artes realizó exposiciones en diversos espacios culturales de la ciudad y coordina performances en las que vincula lo doméstico a la educación y a la comunidad. Mario Castañón (13/02/2023), mi abuelo, recibió el premio post mortem con su narrativa “Historia de a quién el destino lo hizo repuestero”. Fue una ceremonia que expandió la linealidad del tiempo y recupera el espíritu más vivo de este premio.

Le siguieron la artista y activista, música y DJ, performer y modelo, educadora y agitadora cultural Mica Torwers (09/05/2023), quien desarrolla propuestas independientes y acompaña procesos formativos libres, con su conferencia “Cuerpas en Extasis: un laboratorio”. Rui Mesquita (24/05/2023), maestro pernambucano, destacó el agradecimiento y la amistad como valor del hogar. Le continuaron el activista de la educación alternativa en América Latina Simón Martínez (01/08/2023), la colega Rossana Godoy Lenz (03/08/2023) con su conferencia conversada “Viaje del amor infinito”, el comunicador social y artista Martín Vera (11/08/2023) y las educadoras Valeria Nerea Melzarsk (16/08/2023) y Luciana Berengeno (16/08/2023).

A diferencia de los anteriores actos, junto con la presentación de la instalación, en septiembre de 2023, entregué seis DHC presenciales en un espacio público y como acontecimientos, rodeados amigos y familias. Para ofrecerle este título a Luis Porta (08/09/2023), reconocí a mi maestro en su valor íntimo y doméstico, más allá de la labor pública fundante que realiza para que proyectos como estos puedan hacerse carne en la academia. Profesor titular del Departamento de Ciencias de la Educación e Investigador Principal de CONICET en la Universidad Nacional de Mar del Plata, compartió la conferencia “Medusas, chicharras, hongos, limones; y un baldecito para que quepa el mar” (escrita a raíz de su propia biografía). Luis enhebró tres relatos como crónicas del cruce que, enhebrados, son un manifiesto por la vida, posición en el mundo y programa de trabajo que refracta y performa en futuros sensibles y en gestos botánicos. Desde hace un tiempo, en nuestro equipo de investigación, hemos reinvertido una pregunta que, en el campo de la investigación social, es central y está asociada al ejercicio interpretativo de los “datos” con los que, necesariamente, trabajamos. Al qué hacer con los relatos le anudamos la complejidad de qué hacen los relatos con nosotros. Esta reinversión ha significado volver sobre nosotros mismos en la re-constitución del “nos-narrativo” que implica el pasaje del hacer investigación, atado a la primera pregunta, hacia un ser investigación, que marca una posición del sujeto investigador-investigado.[4]

La entrega del DHC a mi papá fue el acontecimiento, para mí, más importante. Roberto Horacio Ramallo (08/09/2023) es mendocino, trabajador y alegre. Su voz paterna es sensible y elocuente, es amoroso y un satírico desmontador de la clásica educación familiar. Su autoridad está en mi cuerpo, me guio para (sobre)vivir y (re)existir entre tiempos y especies. Su incondicional sonrisa me abraza como primera defensa de una imposible libertad. Máquina de sueños, gestos del cuidado y celebración de la vida, le agradezco la herencia de su comunidad, lazos desgenerados y repeticiones del más allá. Me río solo rememorando chistes, bromas y conversaciones, me emociono con su presencia, su valoración de la infancia y del juego.[5]

Siento queer algo de aquella de alegría, el balín del espacio que iba a “retarnos” con su látigo cuando, por la noche, nos peleábamos con mis hermanos. O aquel conductor que un día mostraba una fotografía mía por la ventana de su auto, preguntando si me conocían y sabían de mi paradero, como invitación a comportarme. Solía llegar tarde a buscarme en la escuela, aunque miraba películas conmigo en el sillón y siempre estuvo dispuesto a escucharme. De niño, me hizo creer que había escrito el diccionario y sobre-interpretaba con nuestros juegos las enciclopedias. Estudió historia y economía, hizo el servicio militar. Se casó adolescente con mi mamá, fue gerente de un banco y de una tienda de fotografías, hasta que tantas crisis económicas lo devinieron cuentapropista y un trabajador del hogar. Pintar casas, arreglar espacios, siempre fue prolijo y ordenado. Predilecto de su mamá, se interesó por enseñarme a narrar mi historia familiar. Un doctor a imitar, con el que, emocionados, recuperamos al hogar y lo más cercano. Respetar al ambiente, abrazar la disidencia y homenajear lo que creemos que vale la pena aún conservar. Mis gracias son totales e interminables.

Organizando entrevistas y pensando juntxs una conversación, esta designación se otorga principalmente a quienes se han destacado en ciertos ámbitos profesionales y que no son necesariamente licenciados en una determinada carrera. Un título sin valor legal para una des(loca)lización, que, como solía decir mi anciana vecina Ángela, su medalla está más acá, adentro de casa y en donde todavía hace falta una revolución a desocultar. Mi colega y amiga María Marta Yedaide (08/09/2023) vuelve los ambientes en los que vivo más habitables, su forma amistosa y maternal es una protección en el indagarse y reconocerse. Con una brillante conferencia magistral, ofreció una lectura atenta a su vivir de la teoría queer doméstica, recibiendo este título honorífico con galletitas, poemas y lecturas, en un sentido situado.

El hogar que cuidamos, acondicionando con amor y dedicación, es un acto simbólico, consciente o no, para recibir ascendencias y descendencias. El cuerpo es sabio y aprende a escuchar sus propios susurros. Desenraizando paraísos con deseos habitables, Carolina Peruzzo (09/09/2023) recibió el DHC honrando a este título con sus deseos. Mujer, arquitecta y marplatense, estudió en la UNMdP y se especializó en arquitectura hospitalaria. Vive de su profesión, se dedica a hacer casas y su obra está relacionada con la habitabilidad y la salud. Trabaja para el Ministerio de Salud Pública de la provincia en la región sanitaria VIII. Su mamá fue la socióloga Beatriz Alfie y, su papá, el médico Roberto Peruzzo. Es deportista de elite y ama hacer ejercicio. Este año se convirtió en mamá de Alfonso, en la valiente decisión de ser madre sola y por inseminación artificial.

En la socialización de materiales espontáneos de descomposición de la teoría queer doméstica, Isabel Molinas (09/09/2023) fue una maestra curadora que estuvo siempre atenta. Atada a los movimientos de una raíz, se anuda para no perderse en el viento que sopla, atada a sus plantas, sus huertas, sus bosques y sus palabras. Las mermeladas en el barrio, el tráfico de comidas con Ángela, o el de los yuyos de nuestros parques. Las casas habitables y las huertas florecidas. Lavandas, caléndulas y dientes de león, generación de pautas de con-vivencia y protocolos auto-festivos. Taco de reina, taco al medio, queen soñada, jardinera prodigiosa, monje en noche de corpus (primera revolución latinoamericana, con sede en Santa Fé) y así la enumeración polisémica que lleva al corazón de los gestos botánicos Isabel Molinas, artista, profesora e investigadora en la Universidad del Litoral, compartió la conferencia: “Taco de reina: gestos botánicos y afectaciones sensibles”.

Finalmente, compartimos una memorable conversación con Marcelo Marán (09/09/2023) para ofrecerle el DHC muy cerca de su trabajo, su ciudad, sus amigos y el mar. Amistoso artista, educador, gestor y activista de nuestra cultura local e inmediata, recibió, por su trayectoria, numerosos premios y, más allá de sus logros públicos, en esta oportunidad, este reconocimiento recae en sus vínculos afectivos y relaciones cotidianas. Con su voz, se recrearon los paraísos ancestrales de una familia de artistas de teatro, la poesía, la identidad y la docencia local.

Sumado al grupo homenajeado con anterioridad, han sido importantes las nominaciones de mi tía abuela Sara Castañón, mi cuñada y destacada estudiosa del género y la teoría feminista Andrea Torricella, mi amiga y maestra erótica Daiana Castro Bek Monteros (la bebu), y la artista y archivista Camila Kevorkian. Como así también el académico brasileño Tiago Ribeiro, querido amigo con quienes lúdicamente, en su casa, pensamos en la composición del Museo Reina Tiago. La activista de la educación alternativa y las infancias libres Malala Etchard. La poeta y académica feminista Carolina Pazos, la ancestralidad que profesa Mille Caroline Rodrigues Fernandez y el ritmo lento que Adrianne Ogeda Guedes recuperó en la sensibilidad de un cuerpo-casa fueron memorabilidades conversadas (Crego, 2023) que colaboraron diseñar este programa. Más allá de ser precandidatas y de no efectuar junto a ellxs las ceremonias, sus nombramientos le otorgaron carne a la propuesta de reinscribir la causa en la casa.

Lo queer fuera de lo queer

Como el proyecto que Isabel Molinas y Luis Porta con este dossier, Casa Barrio José fue un ambiente narrativo en una disponibilidad a las diversas maneras de estar vivo, a contramano de la crisis de sensibilidad y de la muerte del planeta que habitamos. Empecemos por casa antes que por el cazar o el casa-miento, acostumbrar a un animal salvaje a convivir es hacerlo doméstico y queer en su accionar. Nuestras prácticas domésticas son posibles en la inestabilidad de su conservación, nombrando al movimiento que posiciona a las experiencias por encima de una acepción interpretativa de las teorías queer. Las experiencias sensoriales de componer una investigación con lo íntimo, lo minúsculo, lo erótico y lo subjetivizante no sólo nos hace historias, sino también investigaciones-vidas (Godoy Lenz et al., 2022). Estas experiencias creativas, artísticas y de continuidad con el cuerpo ancestral de nuestras infancias, entre lo vívido y lo imaginado, actúan como marcadores narrativos en el cuerpo que no se mueven en la linealidad racional de las autobiografías, sino en la performatividad de su narrar. ¡Cuidado con el cuidado!

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Ángela en la instalación Casa Barrio José, febrero de 2021

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Más allá de su normatividad, el dispositivo del laboratorio resalta la experimentación y me retrotrae a lo virtual. El gesto de tornar este reconocimiento en mi cuenta personal de Instagram es sucesivo y encarnado. Más que en los textos canónicos y los saberes legitimados en la academia, me interesa lo que comencé a llamar teoría queer doméstica en la conversación íntima con nuestras madres, padres y abuelxs. Respecto de la problematización del género y las identidades sexuales, con mi propia vida, utilizo entonces mi espacio cotidiano, doméstico, inmediato, diario y cercano al estilo de Jack Halberstam (2011), como “una baja teoría”.

Jugar con lo minúsculo como opción política. El hogar, la alimentación, la sexualidad. Me interesa la teoría queer doméstica por sus maneras de revalorizar las conversaciones con los ambientes en los que vivimos. Crear formas de decir, narrar y expresar los efectos de los encuentros con el conocimiento, acompañando una lectura acerca del modo en el que intervenimos los deseos inmediatos o quizás climas de producción en talleres. No se trata de un -ismo como una opción ideológica para el consumidor intelectual individual. No son declaraciones de principios abstractos, sino maneras vinculares o un gesto cambiante de nombrar de este modo a las teorías queer, respetuoso de las contribuciones realizadas a la vez que irreverente de su institucionalización. Como “deslices kuir” (Ramallo y Gómez, 2019), apostamos a las formas inestables, sumando a ello la categoría doméstica como ese ángel del hogar (Aldacara, 1992).

En el habitar como un pájaro que Vinciane Despret (2022) reconoce en los modos de hacer y de pensar los territorios, su observación sobre las aves no son modelos de moralidad o justicia para los humanos, ni denuncian a una ciencia proyectada por sus prejuicios ideológicos. Sino más bien que abren la imaginación a otras territorialidades y territorializaciones, modos del ser y habitar que multiplican los mundos para volver más habitable el nuestro. Crear mundos más habitables sería honrar las maneras de inventariar lo que los territorios implican y crean como maneras de ser, como maneras de hacer un hogar. Las maneras en las que habitamos con otros humanos más dispuestos a la escucha de otros seres que lleguen a contar afirman que hay explicaciones que multiplican los mundos y honran la emergencia de una infinidad de maneras de ser, mientras que otras las disciplinan y les recuerdan algunos principios elementales.

El territorio puede volverse un buen objeto susceptible de ser explicado desde las funciones que cumple respecto de la supervivencia de la especie, he allí la importancia de queerizarlo en su condición más íntima. La disociación del comportamiento territorial con las funciones que pueden asegurar las exigencias de la reproducción desglosan un territorio que estaría ligado, ante todo, a la rivalidad de los machos. El territorio marca, entonces, la idea de un contrato que redefine a los humanos individuos no como seres sociales. El territorio es un término que no olvida las violencias apropiativas, en el hecho de habitar y de repartir la tierra. Derechos exclusivos de usar y abusar. Este reconocimiento trata de domesticar un movimiento con un enorme potencial subversivo, tremendamente autónomo y entregado a la transformación radical de la vida cotidiana.

En una tendencia a volver al hogar y revalorizar la vida doméstica, la familia se está desmoronando, descomposiciones de la solidaridad social y las relaciones conocidas. La vida cotidiana, para Federeci (2020), está en una crisis permanente. La crisis de la reproducción, la eliminación de la infancia y el deterioro del trabajo de cuidado hacia otras personas. La vivencia cotidiana se caracteriza por una profunda sensación de ansiedad, miedo y alienación por no continuar el trabajo reproductivo, de cuidados y afectivo. Este trabajo doméstico como actividades simultáneas que, a menudo, no se pueden mecanizar problematiza el rechazo queer del género.

La crisis ecológica devasta regiones enteras y resurge el supremacismo blanco, el neonazismo y las organizaciones paramilitares, que operan con impunidad en cualquier parte del mundo. Aunque, siguiendo a Federeci (2020), entre tanta destrucción, está creciendo otro mundo, que, como la hierba que crece entre las grietas de pavimento urbano, reta a la hegemonía cultural del capital, la religión y el Estado. Esa es la tercera vía en la se agencia Vandana Shiva y que reconoce en la defensa de la soberanía alimentaria. Junto a Kartikey Shiva, expresaron, como consciencia de nuestra interconexión para proteger la vida, la dicotomía unidad versus el 1 % (Shiva y Shiva, 2021).

En las condiciones de un conocimiento propio para la solidaridad, la compasión y la capacidad de cuidar de los demás, la defensa de la soberanía alimentaria nos atraviesa y, más allá de la extinción y la colonización, cuidamos de una casa para mantener cuidando a la tierra y a los demás. Somos humanos porque somos humus del suelo. Nuestra unidad con la tierra apunta a preservar su biodiversidad. La tierra es una red de vida interconectada. Nuestra salud y la del planeta son una sola. La comida es la red de la vida y hacer paz con la tierra comienza con la comida. En la red alimentaria del suelo, en las plantas y en los animales. Los árboles crean las condiciones para nuestra libertad. Los hongos micorrízicos del suelo alimentan a las plantas y sacan su propio alimento de ellas. Suelos ricos en materia orgánica cuidan semillas, suelo, aire y agua. Vivimos en interconectividad e inseparabilidad.

De los árboles aprendemos el amor incondicional y la entrega incondicional. De las hojas secas que caen aprendemos sobre el ciclo de la vida, la ley de retorno, porque las hojas se convierten en humus y suelo, protegiendo a la tierra, reciclando la nutrición y el auga, recargando los arroyos, pozos y riachuelos. (Shiva y Shiva, 2021, p. 43)

Privilegiar un sistema sobre los demás y elevar el reduccionismo como único modelo de conocimiento legítimo conduce a la violencia contra la propia ciencia. Separar el suelo de las plantas, separar la comida de nuestra salud y separar el conocimiento de la vida. Vivir en armonía con el resto del organismo vivo es una invitación a regresar a la tierra, cocrear y coproducir, para regenerar la tierra y proveer para todos. Que, como dirían Shiva y Shiva (2021), la inteligencia de los microbios del suelo y de nuestras tripas comienza a ser reconocida por la ciencia independiente.

Referencias bibliográficas

Aldaraca, B. (1992). El ángel del hogar: galdos y la ideología de la domesticidad en España. Visor.

Amhed, S. (2019). Fenomenología queer: Orientaciones, objetos, otros. Bellaterra.

Bishop, C. (2006). El arte de la instalación y su herencia. En Instalaciones y nuevos medios en la colección del

IVAM. Espacio, Tiempo, Espectador. Institut Valencia d Art Modern.

Crego, M. V. (2023). Memorabilidades conversadas: relatos consentidos con la intimidad en la

investigación. Saberes Y prácticas. Revista De Filosofía Y Educación, 7(2), 1-12.

Despret, V. (2022). Habitar como un pájaro: modos de hacer y de pensar los territorios. Cactus.

Federici, S. (2020). Reencantar el mundo: el feminismo y la política de los comunes. Tinta Limón.

Godoy Lenz, R., Ramallo, F. y Ribeiro, T. (2022). Investigaciones-vidas en educación: Escuchar, conversar,

constelar. Editorial ULS.

Groys, B. (2014). Volverse público: Las transformaciones del arte en el ágora contemporáneo. Caja Negra.

Halberstam, J. (2011). El arte queer del fracaso. Egales.

Haraway, D. (2019). Seguir con el problema. Generar parentesto en el Chthuluceno. Consonni.

Linebaugh, P. (2020). Prólogo. En S. Federici, Reencantar el mundo: el feminismo y la política de los comunes.Tinta

Limón.

Martínez Cano, S. (2019). Instalaciones artísticas como metodología de aprendizaje en futuros docentes. En J. C.

Torre Puente (Coord.), Tendencias y retos en la formación inicial de los docentes (pp. 313-326). Comillas

ACISE-FIUC.

Murillo, S. (2006). El mito de la vida privada: De la entrega al tiempo propio. Siglo XXI.

Ramallo, F. (2021). Una pedagogía de la instalación. Revista de Educación de la Facultad de Humanidades, (24).

Ramallo, F. y Gómez, J. (2019). Deslices kuir: una presentación para no leer tan rector. Revista de Educación de la Facultad de Humanidades, (18), 13-18.

Rebentisch, J. (2018). Estética de la instalación. Caja Negra.

Shiva, V. y Shiva, K. (2021). Unidad versus el 1%: Rompiendo ilusiones, sembrando libertades. Econautas.


Notas


[1] A lo largo de este texto, utilizo lenguajes inclusivos, inestables e irreverentes en los ambientes académicos, el uso de guiones y paréntesis dentro y en algunas palabras habilita no sólo dos posibilidades de lecturas a menudo antagónicas, sino también la repetición de sus esquizofrénicos y constantes movimientos. Relaciones recursivas asociadas al estado fluido de los conceptos se incluyen entre diferentes signos de puntuación.

[2] Si bien conservo el universal masculino en esta escritura académica, celebro la desnormalización del lenguaje a partir de “deslices kuir” (Ramallo y Gómez, 2019) y es por eso que intermitentemente sin esperar coherencia en ello varío su uso como un constante gesto de rebeldía. Asimismo, el uso del guion que interrumpe la lectura contra-recta de algunos conceptos es una inscripción que pondera su inestabilidad y su particular recursividad, al mismo tiempo que valora posicionar nuestras enunciaciones (Ramallo, 2019).

[3] Las fechas entre paréntesis aluden al día en que se efectuó tal ceremonia.

[4] En esta oportunidad, compartí los actos en mi canal de YouTube. Puede consultarse: https://www.youtube.com/watch?v=PsDsC--fxnw&t=1662s

[5] https://www.youtube.com/watch?v=cdPsH2HyYdU