https://dx.doi.org/10.19137/praxiseducativa-2023-270313

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ARTÍCULOS

Menstruales tautologías (est)ético-políticas

Political (aesthetic) menstrual tautologies

Tautologias menstruais políticas (estéticas)

Ornela Barone Zallocco

Universidad de Mar del Plata, Universidad de La Plata, Argentina        

obaronezallocco@gmail.com

ORCID 0000-0003-0628-3016

Resumen: En el presente artículo, se comparten las incertidumbres, curiosidades y promiscuidades disciplinares desde las que se desarrolla la metodolo(R)gía de la investigación doctoral que estoy realizando acerca de las visualidades y experiencias sensibles del ciclo menstrual en escuelas secundarias. El enfoque narrativo y (auto)biográfico con un posicionamiento feminista situado y cuir, en resonancia con las retóricas visuales, las miradas y la performance al abrigo del arte como lenguaje vital configura la propuesta (est)ético-política que aquí se comparte y desde las que se construye esta tesis. A la vez, esta propuesta busca ser una contribución a la desmarcación de la comprensión de la ciencia moderno colonial con pretensión objetiva, empírica y universal.

Palabras clave: visualidad; ciclo menstrual; investigación basada en artes; performance; pedagogía cuir.

Abstract:  This article shares the uncertainties, curiosities and disciplinary promiscuities from which the methodolo(R)gy of the doctoral research that I am carrying out about the visualities and sensitive experiences of the menstrual cycle in secondary schools is developed. The narrative and (auto)biographical approach with a situated and queer feminist positioning, in resonance with the visual rhetoric, the gazes and the performance sheltered from Art as a vital language configures the (aesthetic) political proposal that is shared here and from the which this thesis is built. At the same time, this proposal seeks to be a contribution to the demarcation of the understanding of colonial modern science with an objective, empirical and universal claim.

Key words: visuality; menstrual cycle; research based on arts; performance; cuir pedagogy.

Resumo: Este artigo partilha as incertezas, curiosidades e promiscuidades disciplinares a partir das quais se desenvolve a metodologia(R)gia da investigação de doutoramento que estou a realizar sobre as visualidades e experiências sensíveis do ciclo menstrual em escolas secundárias. A abordagem narrativa e (auto)biográfica com um posicionamento feminista situado e queer, em ressonância com a retórica visual, os olhares e a performance abrigada na Arte como linguagem vital configura a proposta política (estética) que aqui se partilha e a partir da qual esta tese é construída. Ao mesmo tempo, esta proposta pretende ser um contributo para a demarcação do entendimento da ciência moderna colonial com uma pretensão objectiva, empírica e universal.

Palavras-chave: visualidade; ciclo menstrual; pesquisa artística; performance; pedagogia cuir.

Recibido: 2023-04-25 | Revisado: 2023-07-27 | Aceptado: 2023-08-02

(De)formaciones en el devenir

El presente trabajo es fruto del devenir de un taller performático de ciclo menstrual realizado en octubre del 2021 en una escuela secundaria de la ciudad de Necochea, provincia de Buenos Aires, para unas Jornadas de Educación Sexual Integral, en el marco de una investigación doctoral que actualmente estoy desarrollando, acerca de las Visualidades y experiencias sensibles del ciclo menstrual en escuelas secundarias. El dispositivo performático utilizado en dicha ocasión me permitió revisar sentidos y retóricas asociadas al ciclo menstrual por les adolescentes, así como también configurar especulaciones o fabulaciones desde un enfoque narrativo y (auto)biográfico como contribución posible a la desmarcación de la ciencia moderno colonial con pretensión objetiva, empírica y universal.

Tautologías reactivas en la investigación

Ha(ser) cosas con palabras, acciones con pensamientos,

investigación de toda texturidad y escritura,

narrativa de los desaciertos.

La retórica es un recurso muy utilizado en los lenguajes y sus narrativas para exacerbar, anular, sustituir, transformar o permutar signos de acuerdo con condiciones de equivalencia estética, morfológica o semántica. En esta escritura, las tautologías están otorgadas por la recuperación de experiencias (auto)biográficas y grupales, desde las que se comprende la afectación y expresión del ciclo menstrual. Las menstruales tautologías (est)ético-políticas que costuran esta propuesta son los brotes de una investigación doctoral en curso, con una tierra abonada por la curiosidad promiscua trans/in/end-disciplinar, que crece entre las pedagogías, las visualidades, los feminismos, la potencialidad de las artes y las (est)éticas como expresiones vitales. En este trabajo, se pretende compartir los relieves que adquiere la práctica artística en mi proyecto doctoral de investigación acerca de las visualidades y experiencias del ciclo menstrual en escuelas secundarias. Este proceso trans/in/end-disciplinar afecta las prácticas educativas, visuales, los saberes cíclicos, transfeministas y cotidianos al refugio del arte, comprendiéndolo no como medio, sino como lenguaje, un lenguaje que no tiene el propósito de apresar la significación y universalizarla taxonómicamente, sino que acude a él como expresión posible de la fractalidad que caracterizan las experiencias.

La metodolo(R)gía como orientación promiscua y sensible en la vida escritura que compone el ha(s)er investigativo y las artes como lenguajes potenciales donde germinar las experiencias, los puntos de vida (Coccia, 2017), las escuchas, las lecturas, las percepciones y las devenidas escrituras. Ser investigación, escribirla de modo (auto)biográfico y encuerpada o “hacer cuerpo en la experiencia de escritura” (flores, 2019, p. 12) permite los diversificados modos en que los cruces trans/in/end disciplinares pueden gestarse cruzando términos, espacialidades, percepciones, escuchas y encuentros. En este (con)texto, se desarrolla esta investigación acerca de las visualidades y experiencias del ciclo menstrual en las escuelas secundarias, en la que comprendo el lenguaje artístico y su expresión (est)ético-política para encontrar en aulas (no) físicas[1] las preguntas necesarias e incómodas que posibiliten manifestaciones epistemológicas para intentar desarmar patriarcales, extractivistas e higienistas modos de comprender el ciclo menstrual en las instituciones educativas.

Esta investigación comprende el arte como lenguaje vital, desarmando la expectativa de las representaciones canónicas o institucionales; por tal motivo, se trabaja desde y junto a las imágenes (de diversa procedencia), la arquitectura, el urbanismo y las instalaciones, amparando las preguntas a la potencia de la performance. Se organiza el proceso de indagación en cuatro fases que se corresponden con aquellas del ciclo lunar; sin embargo, esta circularidad recursiva se comprende de modo helicoidal, un proceso con alteraciones y (trans)formaciones. Todas estas imágenes o pasajes de la expresión estética del mundoambiente del que somos parte inscriben estas relaciones de conjunto en una nueva ontología relacional (Haraway, 2021) que se nutre de todos los gestos (Haudricourt, 2019) del (con)texto viviente.

La mencionada investigación se construye y escribe utilizando registros narrativos biográficos y autobiográficos (Porta et al., 2018; Calafell Sala, 2007; Amícola, 2007; Laguna González, 2005), comprendiendo la vida escritura como una expresión vital y necesaria de la práctica de indagación que hace de toda experiencia un devenir investigativo. En este proyecto de investigación, se trabaja retóricamente la mancha menstrual como gesto espontáneo de (des)bordamiento irreverente a la normalización de las instituciones, con énfasis en la educativa, aprovechando la condición tautológica (Didi Huberman, 2017) de (in)visibilidad que devela el gesto cíclico de la persona menstruante, gestando ese pasaje de lo íntimo a lo éxtimo, de lo privado a lo público, de lo personal a lo político, de lo político a lo pedagógico. La investigación encuerpada se afilia a las pedagogías cuir en su (auto)reflexividad acerca de los propios límites del conocimiento (Pérez, 2016), de los modos en que es posible llegar a conocer, adoptar los riesgos necesarios, abrigados a la potencialidad de epistemologías rumiantes (Masson, 2017). Se hace eco de las posibilidades que auguran las ontologías relacionales (Stengers, 2020; Haraway, 2021) y se abraza en las luchas y los (des)acuerdos feministas. Esta investigación tiene el deseo de provocar pensamientos, gestar preguntas y gestar oportunidades situadas de interpretación semiótico-materiales por las cuales la mancha menstrual se obtura, invisibiliza y vergoncea aún mojada por todas las tensiones de la cuarta ola feminista.

 

Investigar en junto a las artes

Para la presentación de la ponencia con este nombre, presentada en el marco de las XXV Jornadas de Investigación en Artes en Córdoba, Argentina, se optó por compartir dos flujos (est)ético-políticos[2] que vengo experimentando para que el desarrollo de la investigación en curso permita no sólo obtener quizá algunas respuestas, sino, fundamentalmente, gestar preguntas, poniendo en cuestión lo que es posible conocer, así como también el modo en que se llega a conocerlo (Lopes Louro, 2018). Estas dos prácticas, incipientes y experimentales en el desarrollo de esta investigación feminista en educación, trabajan con la espacialidad de la instalación dentro de la institución educativa y con la performance por fuera de ella, en espacios culturales y sociales. Ambas expresiones del lenguaje artístico son una búsqueda en construcción y (trans)formación permanente y atenta al modo en que operan e importan (Whitehead, 2022) en las espacialidades y personas con quienes se comparte. Estas son algunas preguntas que han motorizado y potenciado esta indagación, y aquí son la perspectiva desde donde parto:

Todas estas inquietudes configuran los paisajes bibliográficos, las búsquedas metodológicas, las (re)vueltas epistemológicas de los pensamientos y las ontologías exosomáticas y espirituales (Anzaldúa, 2021) que voy ensayando de modo (auto)biográfico y vamos configurando, de modo colectivo y relacional, con lxs estudiantes. En este sentido, me parece válido considerar que las propuestas de investigación artísticas no hacen “hablar a la realidad”, sino que exploran, desde la diversidad de lenguajes artísticos, las experiencias existentes en relación con las propuestas que las investigaciones proponen (Hernández Hernández, 2008). Estas investigaciones surgen en profundos cambios sociales, políticos, (est)éticos y filosóficos entre los grandes relatos que se desvanecen y las deshabit(u)aciones e insurgencias que, desde diversas perspectivas discursivas, se traccionan por los giros descolonial, narrativo, queer, visual y afectivo. Entonces, ¿qué sentidos adopta la investigación basada en artes? Para Barone y Eisner (2006), para responder a esta pregunta, es necesario primero preguntarse: “¿En qué medida las artes pueden dar cuenta de un proceso de investigación? ¿En qué medida esta pregunta cuestiona el sentido comúnmente aceptado sobre lo que es investigar – desvelar lo que no ha sido dicho?” (citados en Hernández Hernández, 2008, p. 92).

En la crisis de la representación y el formato de clausura tradicionalmente adoptado por la ciencia moderno-colonial con pretensión empírica, neutral, objetiva y universal(izante), germinan los enfoques investigativos situados y políticamente comprometidos con las circunstancias sociales e históricas. En esta dirección, la investigación narrativa “<< desafía de forma deliberada las fuerzas de la alienación, la anomía, la aniquilación, el autoritarismo, la fragmentación, la mercantilización, la denigración y la desposesión>>” (Casey, 1995, citado en Finley, 2015, p. 117). En la exploración de las afectaciones entre las prácticas investigativas y artísticas, en palabras de Hernández Hernández, hay una relación que se

“Podría denominar como tautológica y que asume que en toda actividad artística hay un propósito investigador. Al tiempo que una finalidad pedagógica, en el sentido de que construyen y proyectan representaciones sobre parcelas de la realidad, que fijan maneras de mirar y de mirarse. (2015, p. 117)

La vitalidad que costura estas prácticas resulta de conocer desde nosotres de modo (auto)biográfico, desde nuestros cuerpos y nuestras experiencias, y, si usamos el arte y la imaginación, podemos conectarnos a través de las heridas y manifestar los modos en que sentimos y pensamos (Anzaldúa, 2021).

La investigación basada en artes pone en evidencia algunos componentes que, por su naturaleza estética y su utilidad práctica, pueden transformar “los contenidos de las experiencias en una forma que tenga la potencialidad de desafiar creencias y valores…” (Barone, 2001, citado en Finley, 2015, p. 123). En este sentido, las propuestas tautológicas y (est)ético-políticas que aquí se comparten buscan generar, en las condiciones de deshabit(u)ación educativas,[3] las micropolíticas que amenazan las miradas para exhortar las afirmaciones e interpretaciones traccionadas por las fuerzas sociales (Silverman, 2009).

Desde esta perspectiva, si comprendemos la visualidad “como un proceso activo gobernado por las comunidades e instituciones y centrado en la construcción de subjetividad” (Guasch, 2005, p. 63), podemos proyectar prácticas metodológicas artísticas que nos regresen o devuelvan los discursos visuales e institucionales de esas fuerzas semióticas que operan subjetivamente en las escuelas secundarias, comprendiendo no sólo su dimensión física y concreta, sino también sus dimensiones virtuales y sutiles. Las políticas de subjetivación visuales en la institucionalidad educativa refieren, habitualmente, a afectaciones como el asco, miedo y la vergüenza, experiencias que han marcado heridas y traumas en la constitución de algunes estudiantes menstruantes que se han manchado en las escuelas secundarias (Barone Zallocco, 2021).[4] 

La potencialidad de las narrativas permite cuestionar la realidad, reinterpretando lo vivido y habilitando, a su vez, la reflexividad para pensar y aprender acerca de las situaciones narradas, cuestionando la realidad al tiempo que se desvelan los posibles significados de lo vivido y se despliegan como espacio reflexivo para pensar y aprender (Goodson, 2010, citado en García-Huidobro Munita, 2016). En palabras de Passeggi (2015), la espiral hermenéutica como posibilidad de comprensión de las experiencias sin fin nos otorga la oportunidad de reflexionar autobiográficamente y reinventarse al reinventarla.

Flujo (est)ético-político

“Necesitamos crear las elecciones que hacemos, las acciones que realizamos y los futuros que soñamos” (Anzaldúa, 2021, p. 30)

Siguiendo estas palabras de la querida Gloria, este flujo (est)ético-político que aquí comparto es gestado desde la vitalidad y curiosidad investigativa con la pretensión de abrir otras posibles maneras de mirar y ser mirade desde las diferentes maneras que puede vivirse el ciclo menstrual. Considerando no sólo las personas que lo tienen, sino también quienes acompañan en las escuelas, y no sólo en las escuelas, afiliada sentidamente a la idea de “hacer saberes, y no escuelas” (flores, 2018, p. 143).

Instalación (in)visibilidades de la mancha menstrual en la escuela

Esta instalación se valió de la potencialidad de la intervención heurística, así como también de la espacialidad instituida e instituyente de la escuela, de su disposición mobiliaria como también de sus obturaciones. Con una previa habilitación directiva para experimentar, y utilizar otras metodologías en el taller, se decidió realizar esta instalación, que pretendía provocar, interrumpir o incomodar algunas tradicionales comprensiones biológicas y binarias del ciclo menstrual. Para ello, se aprovecharon a favor las condiciones (est)éticas del aula para desorientar y deshabit(u)ar el régimen visual instituido, poniendo de relieve el espacio absoluto como “algo inventado, una invención que tiene efectos reales y materiales en la disposición de los cuerpos y los mundos” (Ahmed, 2019, p. 27). La puesta en escena de un tendedero de productos de gestión menstrual evidenciaba aquello históricamente reservado y concomitado al espacio de lo oculto, de lo íntimo y de lo abyecto (Barone Zallocco, 2019).

Esa mañana, llegué al Colegio Nacional, donde se realizaban las Jornadas de ESI, con dos horas previas de haber dado clase en la escuela secundaria técnica donde trabajo. De pasada, me compré un café para combatir o sobrellevar el cansancio de mitad de semana que mi cuerpo ya comenzaba a sentir, me recibieron en la puerta y me orientaron con Yesi, quien me había convocado a participar y era una de las encargadas de llevar adelante la coordinación general de las propuestas. En el camino al aula de cuarto año, pude sentir la emoción que se gesta en los espacios institucionales cuando suceden eventos por fuera de su cotidianidad institucional, las modificaciones en los espacios, los hábitos y la posibilidad de gestar encuentros con otres agentes comunitaries. Llegamos al aula, que estaba vacía, porque lxs chicxs habían salido al patio luego de haber realizado un taller, cerramos la puerta y entonces comencé a montar la propuesta de instalación; no había mucho tiempo porque lxs estudiantes estaban prontes a ingresar al aula.

En el apuro de desarmar mi mochila con los elementos para el montaje y bebiendo a sorbos rápidos el café que comenzaba a enfriarse arriba de la mesa, derramé un poco de café en el piso. Con poco tiempo para limpiarlo, continué mi cometido con la pretensión de lograr la experimental propuesta, atravesé entonces una soga o cordel desde las dos paredes contiguas a la puerta, de modo que evidentemente quedase al paso, y de allí colgué cuidadosamente, con broches de ropa, diversos elementos nuevos y utilizados para la gestión menstrual, como toallas descartables, una copa, tampón y una toallita de tela usada con algún vestigio endometrial rebelde al jabón blanco. También aproveché el lugar privilegiado del pizarrón como producto(r) legítimo de conocimiento para recuperar algunos fragmentos de experiencias de personas menstruantes que se mancharon en las escuelas; estas fueron recuperadas de un trabajo realizado para un artículo de mi autoría denominado “Teñir la ESI de rojo menstrual” (Barone Zallocco, 2021).

Les estudiantes comenzaron a entrar y, sin sorpresa de la propuesta, buscaron esquivar la mancha de líquido oscuro que permanecía en el piso preguntándose ¿y esto…? Yo estaba completamente expectante a sus caras, sus gestos, sus movimientos, unx a unx, a medida que entraba, se sorprendía y bordeaba la mancha que atesoraba mi apuro para el montaje. Una vez que todes entraron, les saludé y les solicité ayuda para despejar entre todxs el espacio de la orientación lineal y escalonada de sillas y mesas, para armar un círculo. Elles, sin dudarlo, aceptaron mi propuesta y rápidamente lo armamos. Una vez sentades todxs, procedí a mi breve presentación, les pedí que se presentaran como les gustaba que lxs llamaran y luego ubiqué en el centro del círculo un afiche y unos marcadores, para que pudiéramos tomar registro de todo lo que íbamos (con)versando y reflexionando…

No había un plan,

había una intención,

una provocación,

ganas de compartir

algo que pudiese ser

semilla

o compost,

(des)composición,

que pudiera desarmar

la trenza,

el tejido,

los nudos

que apresan

a las personas menstruantes…

Figura 1

Fotografías documentales de instalación en Escuela Secundaria Nacional Necochea, en la realización del taller de Ciclo menstrual, octubre 2021

Fuente: registro personal de la autora.  

Poco a poco, en el círculo, fuimos compartiendo y entramando percepciones, pareceres, opiniones e interpretaciones de la provocación que había armado en el aula; de a une, comenzaron a intervenir, rompiendo un primer silencio tímido que se fue desvistiendo para manifestar el tabú que el ciclo menstrual (aún) sugiere. Lúcidamente, más de une estudiante mencionó que el ciclo menstrual es un tema que es necesario trabajar en los espacios educativos. Sin embargo, también refirieron al importante rol que tienen otras instituciones formadoras de la subjetividad, como los medios de comunicación y las familias.

En más de una oportunidad, refirieron a que el ciclo menstrual está comprendido en el espacio de lo íntimo y lo privado, por lo que mucho no se habla. Celebraron que estemos reunides conversando acerca del tema, observando la diversidad de productos de gestión menstrual y entendiendo cada gestión posible como una elección cuando hay conocimiento: el énfasis de la negrita se relaciona al énfasis que lxs estudiantes pusieron al mencionar la posibilidad de elegir cuándo se conoce todo lo que implica cada producto de gestión menstrual, desde sus componentes, su costo, su utilización y su reutilización o degradación.

Aparecieron, entonces, algunos registros de experiencias que fueron compartiendo con profunda escucha, surgió la frase habitual teñida con todo el sesgo del género y el sistema capitalista: “ya podés tener familia”, dijo una estudiante, “¿por qué dicen eso? a mí no me gusta que me digan que ya puedo tener familia”. Todas las contribuciones se sucedían con una escucha sincera, atenta y respetuosa, muches participaban interviniendo y otres escuchaban con atención. Una y otra vez, se mencionaba la carencia de (in)formación que tienen todes (independientemente al género) acerca del tema… “menstruamos y es un susto”, dijo une estudiante, al relatar el desconocimiento y temor con el que muchas veces experimentan sus primeros sangrados. Susto o miedo a no comprender los flujos y también a tapar mucho y bien para que nadie se entere, a administrar emociones y sensaciones.

Se mencionó, en ese momento, una de las palabras protagonistas, la vergüenza, porque tal fluido debe mantenerse íntimo, privado, taparlo para que nadie se entere. Con esta práctica, buscábamos comprender motivos y tejer resistencias desde la escucha, la puesta en conversación y desocultación. Un estudiante, con plena seguridad y confianza, levanta la mano y nos dice:

¿Sabés qué, profe? A mí me pasa que a veces estoy acá en la escuela y se me erecta el pene de la nada, y yo no quiero que eso me pase, pero me pasa y me da vergüenza de que el resto me vea. (estudiante, en el taller realizado)  

Un silencio acompasante de tal enunciación pobló el aula, yo le respondí extendiendo y convidando también la pregunta al grupo, “¿por qué crees que te da vergüenza?... porque las personas con vulva también, seguramente, experimentan la sensación de excitarse en la escuela, pero…” (conversación mantenida con une estudiante en el taller). Entonces, el estudiante termina la frase: “claro, pero no se les nota” … Y si no se nota, o nadie lo nota, pues se mantiene estable al régimen escópico impuesto, estable y ordenado. Continuamos reflexionando acerca de aquello que había compartido el compañero y los gestos que eventualmente pueden poner en peligro la habitual y normativa orientación de nuestros cuerpos en este régimen somatopolítico (Preciado, 2022) y develar las políticas visuales del (des)conocimiento de lxs cuerpxs y afectos.

La función normativa de lo usual efectúa el estigma de lo diferente (Nussbaum, 2012), por lo que toda marca visible que evidencie, en esa doble condición de ser mirados y convertirnos en espectáculo, aquello que se ve inusual o extraño desviste los modos en que operan los códigos morales, sociales y culturales. En la doble distancia de aquello mirado y la condición de extrañeza de lo habitual, esa acción diferida (Silverman, 2009) revela las relaciones que se establecen entre quien mira y aquello que es sujeto/objeto de visión. En este sentido, recuperando los aportes de Lacan (1986), sería posible definir la mirada “no como la marca de una objetividad servil, sino como la prueba de una subjetividad deseante” (citado en Silverman, 2009, p. 183).

Figura 3

Fuente: fotografía realizada por Yesi Martínez para documentar el desarrollo del taller en Escuela Secundaria Nacional Necochea en la realización del taller de Ciclo menstrual, octubre de 2021.

Por otra parte, aquello que avergüenza tal vez está estrechamente vinculado a lo visible, a la evidencia del registro que se manifiesta más allá de lo intencionalmente deseable; en palabras de Nussbaum (2012), las marcas visibles de aquello inusual o socialmente considerado por fuera de lo normal e inapropiado suelen ser las que operan en el estigma o la vergüenza. En este sentido, recuperando aquí las palabras de Tarzibachi (2017), el cuerpo menstrual se construyó socialmente a partir de la vergüenza, caracterizándolo como un proceso fisiológico comprendido como íntimo y defectuoso, por lo que develar la condición socialmente considerada como íntima y defectuosa, y exhibirla en el aula, invita a las miradas a la condición inusual o extraña del habitual espacio. Aquí, me parece válido considerar que la mirada se ha hecho dócil “omitiendo las faltas, las fallas, los equívocos, las penumbras” (flores, 2021, p. 80). El (des)conocimiento que portamos dirige e influye en los modos que miramos y, en este sentido, las comprensiones visuales se encuentran culturalmente instituidas según lxs cuerpxs, revelando la carga moral, heteronormativa y sexualizada de nuestras afectaciones.

Las miradas cómplices cuestionan las relaciones entre lo visible y lo invisible, como entre aquello que puede ser enunciado y no enunciado; en palabras de Bal (2016), estas prácticas se modifican con el tiempo, de acuerdo también a las variables sociales. En resonancia con aquella mancha de café que se manifestó de modo espontáneo y caótico, se despliegan auráticamente las (im)posiciones de un pretendido régimen ordenado e higiénico de la visualidad espacial de la institución educativa, los (des)bordes imprecisos de una mancha (no) intencional develan los escuetos registros escópicos por los que nos (des)orientamos en las instituciones. Los cuerpos se despliegan en los espacios acorde a las formas que han adoptado (Ahmed, 2019), estas relaciones se solidifican y sedimentan en las experiencias de los cuerpos en las instituciones, considerando socialmente (a)normal aquello que es hábito construido institucional y socialmente a partir de fuerzas de abyección y regulación no sólo de los cuerpos, sino también de sus fluidos.

… in the between o entres …

Los elementos de la instalación que había montado intervenían la habitual orientación del aula, poniendo de manifiesto las fractales relaciones entre lo íntimo y éxtimo, entre lo privado y lo público, entre lo personal y lo político, entre lo político y lo pedagógico.

Sin embargo, en las mixturas y profundidades de estos entres, convergen algunas manifestaciones que se presentan visibles, caóticas y vitales, generando la (des)estabilización de la espacialidad moralmente pretendida y patriarcalmente codificada. Del mismo modo, el estudiante, con su comentario, había intervenido logrando romper los grilletes de la visualidad corporal y sexuada institucional educativa esperable, como así también las analogías y eufemismos y sexismos habitualmente asociados al trabajar el ciclo menstrual en las aulas. Estos regímenes visuales, en palabras de flores, “más que ocultar, lo que hacen es naturalizar e inhibir ciertas posibilidades de visión, percepción e interpretación de los cuerpos, que no es más ni menos que nuestra capacidad de habitabilidad del mundo” (2021, p. 81). El comentario del estudiante había logrado, relacionalmente, establecer una conexión poderosa entre las afectaciones de vergüenza mencionadas por sus compañeras y socialmente reconocidas al hablar del ciclo menstrual, pero (re)sentidas también en la matriz de los fluidos y genitalidades no menstruantes. Convenimos con el grupo que, cuando visualmente los fluidos se (des)bordan de modo no deseado y ese gesto caótico se evidencia, pone al descubierto la alteración a la norma, al cuerpo bieneducado.

La mancha de café era también el fluido residual caótico en su disposición y manifestación (im)precisa y estéticamente comprendida como líquido raro, sucio, asqueroso o fuera de lugar. En palabras de Fisher: “lo raro se constituye por una presencia que no encaja (2018, p. 75). En el espacio de lo visible, hay lugar para interpretar y asimilar los signos conocidos y estables a nuestra comprensión, vale decir que nuestra conciencia está encarnada, es sensible y está situada” (Ahmed, 2019, p. 45). En estas espacialidades, se configuran las tensiones que, en palabras de la querida Anzaldúa (2021), pueden leerse como un espacio nepantla, un espacio liminal donde conviven los restos de un hacer teórico (flores, 2021) y las posibilidades visuales de (r)eXistencia inapropiables.

Recuperando los aportes de Didi Huberman, “no hay que elegir entre lo que vemos (con su consecuencia excluyente en un discurso que lo fija, a saber la tautología) y lo que nos mira” (2017, p. 47), sino que es preciso inquietarse por el entre. Los flujos visuales aquí compartidos se expresan entre las presencias y las ausencias, entre las visibilidades e invisibilidades, entre los conocimientos y las ignorancias, entre lo íntimo y lo éxtimo, entre lo personal y lo político, entre lo personal y lo pedagógico, entre la moral y la ética y entre todos estos entres juntos en promiscuidad semiótico material contagiosa, porque no son tropos binarios con bordes divisibles, sino fractales de nuestras herencias coloniales, epistemológicas, ontológicas, (est)éticas y políticas.

(Po)éticas de la instalación

La instalación que aquí se comparte como metodolo(R)gía de una tesis en proceso (re)configura el aula como un espacio (est)ético-político, valiéndose de la potencialidad del arte como lenguaje, para manifestar políticamente situaciones negadas como, por ejemplo, el tabú del ciclo menstrual. Esta provocación busca afectar las comprensiones y expresiones biomédicas, higienicistas, patriarcales, extractivistas, históricas y coloniales de comprender este proceso para habilitar las preguntas necesarias desde la fractalidad de seres y saberes.

Mediante la búsqueda artística, se devela la incomodidad que suscita el tratamiento de algunos temas política, social, cultural y educativamente muy postergados. Aquí, el arte de la instalación “hace lugar a una experiencia que se diferencia de las razones prácticas y teóricas por la estructura de las relaciones entre sus sujetos y objetos” (Rebentisch, 2018, p. 15). En este sentido, la espacialidad del aula intervenida permitió (des)armar tabúes, compartir la escucha y las palabras respetuosas y sin prejuicios, compartiendo experiencias y saberes en ronda, en una atmósfera sincera y amorosa.

También fue muy notable que la intimidad desnuda a la que invitaba la instalación intervino la orientación instituida habit(u)ada, generando otros posibles matices de experiencias, confirmando que “lo personal es pedagógico” (flores, 2018, p. 171). Todos aquellos dispositivos para gestionar el sangrado del orden de lo íntimo y privado se exhiben como gesto pedagógico de desocultación. La práctica (est)ética de esta instalación se vuelve experiencia de observación, configura poéticas en la espacialidad y activa ―otros― textos visuales necesarios para idealizar cuerpos que diverjan de nuestra norma cultural, que “sin buscar naturalizar ninguna posición puedan (...) buscar representaciones nuevas, reificados ideales” (Silverman, 2009, p. 47). Los aportes de Groys también contribuyen en la comprensión de la instalación como una práctica estética que fija elementos, objetos o situaciones que usualmente circulan y que, con mucha frecuencia, suele negarse su condición estética por no comprender a qué medio pertenece (Groys, 2018). Es (aún) más vital para visibilizar la abyección del fluido caótico (in)visible e ignorado, considerando la ignorancia como residuo del conocimiento, “nos exige concebir una pedagogía cuyos fundamentos requieran riesgo, incertidumbre y compromiso” (flores, 2018, p. 162).

 

(R)existencias insurgentes/©onclusiones

Para concluir temporalmente, quiero costurar también parte de las narrativas de la experiencia en las XXV Jornadas de Investigación en Artes desarrolladas en Córdoba, en septiembre del 2022, cuando compartí parte del presente trabajo. La mesa de “Performance, política y disidencias” estuvo acompañada de las presentaciones de Maximiliano Chirino y Juan Ignacio Vallejos, a quienes les agradezco por sus trabajos y la conversación (in)disciplinada de las prácticas artísticas, performáticas, filosóficas y políticas de las experiencias. La mesa estuvo sensible, creativa y amorosamente coordinada por Jimena Garrido, a quien le agradezco especialmente por hacerme notar las marcas (auto)biográficas que llevo en cada trabajo de modo inherente, tanto en la mancha de café como en el agua derramada durante la mesa segundos antes de exponer, aquel gesto (Haudricourt, 2019) discordante y caótico como praxis de irreverencia difícil de domesticar. A modo de especulación o fabulación posible, y quizá temporal y pasajera conclusión de este trabajo en desarrollo y (trans)formación permanente, comparto algunas de las preguntas que (me) cultivan y resuenan como parte de la experiencia aquí compartida:

Estas preguntas, como sabotaje epistémico (flores, 2019), invitan quizá a narrar experiencias sensibles que otorguen difracción a los relatos estables del ciclo menstrual en la espacialidad de las instituciones educativas secundarias, a la vez que permitan “modos de hacer política de la teoría en el que nuestros cuerpos y afectos importen” (flores, 2021, p. 19). El flujo (est)ético-político aquí compartido opera (des)marcándose de la dimensión instituyente e instituida de la educación y, el ciclo menstrual, como una “problemática” biológica y de género; abordando las diferentes espacialidades y comprensiones, buscando desgarrar e incomodar las patriarcales y sedimentadas maneras entender la mancha menstrual en un tono higienicista, comprendiendola como una posibilidad creativa de develar las obturaciones y registrar las tautologías y eufemismos que la revisten. Si “la tautología, como la creencia, fija términos (...) fija el objeto del ver, fija el acto -el tiempo- y el sujeto del ver” (Didi Huberman, 2017, p. 42), afectar y (in)disciplinar promiscuamente los regímenes visuales de la espacialidad educativa con menstruales tautologías (est)ético-políticas quizá posibilite otros registros para trabajar y elaborar no sólo los afectos sentidos en las corporalidades menstruantes, sino las experiencias compartidas por los efectos, que pueden corresponderse entre los géneros bajo la premisa de la interdependencia.

¿Qué (est)éticas podemos crear en nuestros espacios educativos

para proponer otras miradas, otros registros corporales y entre lxs cuerpxs?

¿Qué registros de nuestras (auto)biografías

imprimimos en nuestras investigaciones educativas (no) académicas?

Acrílico, Rosana Moreno

Agradecimientos

Quiero agradecer especialmente a Yésica Martínez por la invitación a realizar el taller de ciclo menstrual sin tabú en el marco de las Jornadas de Educación Sexual Integral, a todo el grupo de 4º del Colegio Nacional de Necochea del año 2021 (que hoy ya son de 6º año) y a Jimena Garrido, por su acompañamiento atento y amoroso en la coordinación de la mesa de “Performance, política y disidencias” de las XXV Jornadas de Investigación en Artes en Córdoba, Argentina, donde este trabajo fue presentado como ponencia.

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Notas

[1] “Refiero a todas las dimensiones de lo áulico, no sólo físicas, sino también virtuales, tanto en espacios de formal enseñanza como todas las expresiones de las fuerzas instituidas e instituyentes que componen la comprensión de la educación en el nivel secundario”.

[2] “Para el presente trabajo, se ha seleccionado trabajar con uno sólo de los flujos (est)ético-políticos presentados en la ponencia, para lograr mayor profundidad reflexiva y epistémica”.

[3] “Refiero a educativas con todos los flujos y espacialidades que componen lo educativo de modo autónomo a la institución escuela”.

[4] Refiero a las experiencias recuperadas en “Teñir la ESI de rojo menstrual” publicado en la Revista Praxis Educativa Vol 25 N° 1, enero-abril 2021, E - ISSN 2313-934X, pp. 1 – 16.