RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS
Esta obra forma parte de la excelente colección
editada por Ediciones del Signo que
incluye títulos como: El vuelco de la razón. Diferencia
colonial y pensamiento fronterizo por
Walter Mignolo; Interculturalidad, descolonización
del Estado y del conocimiento de Catherine
Walsh; Alvaro García Linera y Walter Mignolo; El color de la razón y racismo epistemológico
y razón imperial de Emmanuel Chukwudi
Eze, Paget Henry y Santiago Gómez Castro; Pensamiento argentino y opción
descolonial por Zulma Palermo,
Jorge Torres Roggero, Domingo
Ighina, Carlos Pérez Zavala y Jessica
Jones; Tiempos de homenaje/tiempos descoloniales: Frantz
Fanon América Latina por Alejandro
de Oto, María Eugenia
Borsani, María Marta Quintana,
Zulma Palermo e Inés Fernández
Mouján; (Des)Colonialidad del
ser y del saber (videos indígenas y
los límites coloniales de la izquierda)
en Bolivia por Freya Schiwy,
Nelson Maldonado-Torres; La Teoría Política
en la encrucijada descolonial por Alejandro de
Oto, Silvia Wynter y Lewis Gordon; Capitalismo
y geopolítica del conocimiento. El eurocentrismo
y la filosofía de la liberación en el debate
internacional contemporáne por Enrique Dussel,
Abdelkebir Khatibi, Immanuel Wallerstein,
Anibal Quijano, Dipesh Chakrabarty, Slavoj
Zizek, Emmanuel Chukwudi, Tsenay Serequeberhan.
Todas las obras con la introducción de
Walter Mignolo.
Desde la Introducción en Género y descolonialidad,
Walter Mignolo (compilador de la
obra) plantea ¿Cuáles son los temas de género y
(des)colonialidad? En dos se ha concentrado la
publicación: el de la corpo-política del conocimiento
y el de la geopolítica del conocimiento,
ambos cruzados por la colonialidad del ser y
saber. Este entrecruzamiento es analizado desde la matriz colonial de poder , definida por
cuatro niveles interrelacionados : control de
la economía (con la apropiación de tierras, de
recursos naturales y explotación del trabajo); control de la autoridad (que incluye formas de
gobierno –monarquía e iglesia durante los siglos
XVI y XVII y estado moderno en Europa
y estado moderno/colonial fuera de Europa–;
militarismo y carrera armamentista; derecho
y relaciones internacionales; Control del género
y de la sexualidad (que incluye la invención
del concepto de “mujer”; la heterosexualidad
como norma, el modelo de la familia cristiana/
victoriana como célula social) y Control del conocimiento
y de la subjetividad (que incluye no
solamente las instituciones y la currícula en la
enseñanza, sino también los medios que apoyan
concepciones del mundo y contribuyen a
formar subjetividades. En la invisibilidad de estas
interacciones radica su potencia como matriz
colonial de poder. La misma
fue construida en el proceso de
conquista y colonización, cuando
los principios de cada nivele estaban
en funcionamiento en Europa.
La matriz colonial es la que
regula desde entonces las formas
de vida, sociedad y economía europeas
y no europeas del mundo.
Dos principios rectores se gestan
en el siglo XVI: patriarcado y
racismo. El primero regulando
las relaciones sociales de género,
las preferencias sexuales, todo
en relación a la autoridad, economía y conocimiento.
El segundo regula las clasificaciones
de comunidades humanas en base a la sangre y
al color de la piel, clasificaciones realizadas por
hombres cristianos, blancos. Se inicia así una
doble una doble historia entre Europa y sus colonias
y estas con Europa que cruza cada uno
de los cuatro niveles mencionados y las interrelaciones
que entre ellos se generan.
Colonialidad y género: hacia un feminismo
descolonial, María Lugones señala que “Investigo
la intersección de raza, clase, género
y sexualidad para entender la preocupante
indiferencia que los hombres muestran hacia
las violencias que sistemáticamente se infringen
sobre las mujeres de color3 : mujeres no
blancas; mujeres víctimas de la colonialidad
del poder e, inseparablemente, de la colonialidad
del género; mujeres que han creado análisis críticos de feminismo hegemónico precisamente
por ignorar la interseccionalidad de
raza/clase/sexualidad/género” (pag. 13).
Lleva adelante esta investigación desde un
doble marco de análisis, por un lado, el trabajo
sobre género, raza y colonización que constituye
a los feminismos de mujeres de color de Estados
Unidos, a los feminismos de mujeres del
Tercer Mundo y a las versiones feministas de
las escuelas de jurisprudencia Lat Crit y Critical
Race Theory, que han enfatizado el concepto
de interseccionalidad y han demostrado
la exclusión histórica y teórico-práctica de las
mujeres no-blancas de las luchas liberatorias
llevadas a cabo en el nombre de la Mujer. El
otro marco es el trabajado por Quijano en su
análisis del patrón de poder global capitalista
en los conceptos de la colonialidad del poder,
colonialidad del saber, del ser y de la descolonialidad.
Al vincular ambas líneas de análisis
ofrece argumentos de que denomina provisoriamente “el sistema moderno-colonial de género”.
Discute y completa los dos marcos desde
al análisis de género y raza y de la interseccionalidad
entre ambos. Propone a partir de allí entender el lugar del género en las sociedades
precolombinas (profundiza en las categorías de
intersexualidad, igualitarianismo ginecrático y
no-engenerizado, igualitarianismo sin género,
igualitarianismo ginecrático, tercer género,
lesbianismo, en los trabajos de Oyewúmi y de
Allen) para entender la naturaleza y el alcance
de los cambios en la estructura social que fueron
impuestos por los procesos constitutivos
del capitalismo eurocentrado colonial/moderno.
Esos cambios se introdujeron a través de
procesos heterogéneos, discontinuos, lentos,
totalmente permeados por la colonialidad del
poder, que violentamente inferiorizaron a las
mujeres colonizadas y permite entender la
importancia del género en la desintegración
de las relaciones comunales e igualitarias, del
pensamiento ritual, de la autoridad y el proceso
colectivo de toma de decisiones y de las economías.
Con estos argumentos deja en claro
que el sistema de género moderno, colonial no
puede existir sin la colonialidad del poder, ya
que la clasificación de la población en términos
de raza es una condición necesaria para su
posibilidad asi como entender hasta qué punto
el proceso de reducción del concepto de género
al control del sexo, sus recursos y productos
es constitutiva de la dominación de género.
Este sistema de género se consolidó con el
avance del(los) proyecto(s) colonial(es) de Europa
y tiene un lado visible/claro y uno oculto/
oscuro. El lado visible/claro construye, hegemónicamente,
al género y a las relaciones de
género; el lado oculto/oscuro fue y es completamente
violento. Por ello “necesitamos entender
la organización de lo social para así poder
hacer visible nuestra colaboración con una
violencia de género sistemáticamente racializada
para así llegar a un ineludible reconocimiento
de esa colaboración en nuestros mapas
de la realidad” (54).
En Género, sanidad y colonialidad: la “mujer
marroquí” y la “mujer española” en la política
sanitaria de España en Marruecos, Isabel
Jiménez-Lucena comienza situándo(nos) en lo
valioso (aunque también ambiguo) del concepto
de postcolonialidad dado que permite
el reconocimiento de la importancia de introducir
la categoría analítica ‘colonialismo’ para
la comprensión, la explicación, la reflexión actual.
Las cuales aclaran una dinámica histórica
constituida por relaciones de dominación/
subordinación, en las que distintas fuerzas
interactúan. Y es aquí donde la colonialidad
del poder está presente, donde la geopolítica
del conocimiento impide que este se genere en
espacios diferentes a los centros de poder y las
geopolíticas del conocimiento tienen un componente
de género muy importante. Los análisis
feministas han enriquecido los estudios
postcoloniales demostrando gran potencial
para problematizar relevantes aspectos de las
teorías ya establecidas sobre el colonialismo.
Las aportaciones feministas han introducido
un componente de heterogeneidad
en el análisis al advertir que se trata poder y
subordinación, de relaciones que originan el
imperialismo, el clasismo y el sexismo, en las
que raza, clase y género se interrelacionan de
forma que no pueden ser entendidas como
‘partes’ de una realidad, sino como una red en
la que se relacionan dinámicamente. Por esta
razón el diseño global del que formarían parte
el colonialismo en su acepción más clásica, el
androcentrismo (o patriarcado) y las desigualdades
de clase, de forma que el discurso de la
colonialidad es el discurso patriarcal-colonial
sostenido en las relaciones de poder entre colonizados
y colonizadores como entre clases o
grupos dominantes/hegemónicos y subordinados
y entre hombres y mujeres.
Desde esta mirada la autora propone analizar
y reflexionar sobre cómo el Occidente
hegemónico ha construido y establecido las
relaciones de dominación/subordinación para
contribuir a desactivarlas. Además recupera la
opción gramsciana de las alianzas lo que permitiría
una crítica de la subalternización desde
distintas perspectivas y experiencias que compartan
una voluntad opositora a lo hegemónico. “Un aspecto importante en este asunto es
el hecho de que en las políticas coloniales se
establece una tensión entre la diversidad y la
universalidad ante la necesidad de, por una
parte, mantener las distancias simbólicas y estructurales
entre colonizados y colonizadores,
imprescindible para la existencia del sistema
colonial y, por otra parte, imponer un modelo
universal, único, que gestione todos los aspectos
de la vida humana” (57).
La construcción del otro, la escala de la
superioridad, la legitimación de los discursos
dominantes y en las posibilidades de resistencia
son analizados desde estrategias colonizadoras.
En este caso a través de la medicina
occidental moderna que ha tenido un papel
central en la consecución de objetivos materiales
e ideológicos, interviniendo en distintos
procesos de colonización desarrollados en
las sociedades modernas, colonización tanto
étnica como de clase y de género. La autora
propone abordar la relevancia de las relaciones
de género en el discurso y la práctica
médico-sanitaria colonial de España en Marruecos
y cómo la sanidad colonial ha intervenido
en la configuración de las relaciones
de género. Analiza también las relaciones de
género, –implícita o explícitamente formaban
parte de las actuaciones sanitarias–, tanto en
el establecimiento de una distinción clara entre
‘nosotros’ y ‘ellos’, que permitiera el ejercicio
del poder colonial, como en las posibilidades
que ofrecía para establecer complicidades
entre determinados grupos de colonizados y
colonizadores.
¿Por qué cortarse los pies para caber en los
zapatos occidentales? : Las ex colonias soviéticas
no europeas y el sistema de género colonial moderno.
Es el último capítulo del libro de autoría
de Madina Tlostanova quien inicia su trabajo
ubicándose en el imperio ruso-soviético, interesada
por cuestiones de género como parte
de un interés más amplio referido a la problemática
de la diferencia imperial y colonial y el
funcionamiento específico de la colonialización
del poder en los imperios subalternos no
europeos de la modernidad tales como Rusia
con sus ex y sus actuales colonias no europeas
(Cáucaso y Asia Central). Para ello se debe
entender cómo ha funcionado exactamente el
sistema del mundo colonial moderno. Analiza
la formación y/o renacimiento de la frontera
específica entre conciencia transcultural y
pensamiento crítico no de los cruzadores de la
frontera sino de los habitantes de la frontera ligada a la descolonialización de la mente, parte
importante en la problemática del género.
El caso de la colonización de los espacios
no europeos por parte del imperio ruso y luego
del soviético es un caso único a este respecto
y la autora se propone discutir la manera
en que el moderno sistema colonial de género
se manifiesta en estos lugares. El caso de Asia
Central o el Cáucaso, del mismo modo que
Turquía moderna, resulta ser más complejo
y difuso, porque la misma naturaleza del imperio
subalterno y sus colonias da nacimiento
a formas mutantes de discursos de género. Es
importante entender cuáles son las diferencias
y sus significados para la deconstrucción de la
modemización/colonialización y para la creación
futura de un diálogo transcultural global
y coaliciones más amplias tanto en la esfera de
las luchas de género como en el proceso más
general de la descolonialización epistémica.
Desde el análisis de la autora se plantea
–desde la historia del Asia central o del Cáucaso–
que el error de la mayoría de las interpretaciones
feministas es su ceguera ante la
diferencia imperial-colonial y la comprensión
específica del sexo y del género en estos sitios.
En este sentido señala que en esos lugares se
han complicados por tres modelos de modernización/
colonización (imperial ruso, soviético
y neoliberal) y en los tres se mantienen
iguales las premisas epistémica: son categorías
europeas occidentales, sus sistemas de valor y
sus paradigmas, mientras la cosmología, la ética
y la epistemología de los habitantes de las
colonias ruso-soviéticas son negadas.
La zombificación total llevada adelante por la retórica de la modernidad y su sistema de conocimiento se hace evidente en estos artículos, escritos por feministas no occidentales de Asia central que se están aferrando obstinadamente al pensamiento feminista occidental y a los estereotipos eurocéntricos en el análisis de su propia cultura, lo cual es un claro signo del pensamiento y del ser colonizado a lo largo de todo el mundo. (98)
Ofrece ejemplos para pensar las diferencias
y discutir cómo los estudios de género de las
ex colonias rusas/soviéticas no europeas sufren
una seria falla dado que no se han aventurado
en las esferas de la epistemología y la teorización,
dejando este privilegio al feminismo occidental
y conviniendo así con su propia dependencia.
Ejemplifica en las feministas chinas
al afirmar que no hay necesidad de repetir el
camino occidental y recorrer caminos propios.
No ha sucedido así con los discursos de género
del Cáucaso y de Asia central que no han llegado
a estas conclusiones, “acordando silenciosamente
cortar sus pies para caber en los zapatos
occidentales de un modo anticuado, apegados
a una cierta etapa feminista temprana, donde
no hay cuestionamientos acerca de los géneros
social y biológico ni acerca de la fragmentación
ni de la identidad, sino que hay solamente una
yuxtaposición primitiva de la modernidad y la
tradición arcaica, donde todos los problemas
sociales, económicos y políticos se rinden ante
la discriminación de las mujeres en general por
los hombres en general” (101).
Para este desarrollo de la comprensión, de la
cooperación a escala global y de las coaliciones
con otros sujetos racializados colonizados y asignados
a un género, las ex colonias no europeas de
Rusia necesitan, descolonizar su propio pensamiento;
después requieren un tipo de feminismo
que no repita el feminismo occidental (o ruso)
ni el feminismo del estado soviético. Deberá ser
un feminismo independiente y crítico basado en
una cuidadosa diferenciación y una comprensión
empática de valores particulares y sensibilidades
particulares nacido en los contextos particulares
históricos y culturales del Cáucaso y Asia central,
incluyendo la epistemología indígena.
Si bien entiende que es una tarea difícil, señala
que es necesaria la creación de la frontera
crítica de la epistemología en la esfera del género.
Propone preservar y cultivar un cierto
grado de libertad y autoreflexión, un rechazo
conciente de la ego-política de conocimiento
dominante, e intentar construir una geopolítica
y una política del cuerpo del nuevo pensamiento
de la frontera que puede ayudarnos a elaborar
otra dinámica de acción más simétrica entre las
culturas y epistemologías occidentales y las que
no lo son. Esto permitir ejercer el propio derecho
“a no golpear más a la puerta occidental esperando
ser aceptados y dejaremos de renguear
detrás del supuesto mundo civilizado dentro de
estos zapatos que están permanentemente raspando
nuestros pies doloridos” (122).
“Cabeza roja”, ilustración digital. Mariela González
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