DOI: http://dx.doi.org/10.19137/huellas-2024-2804


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ARTÍCULOS

Habitar el dormitorio. Vida y movilidad cotidiana de las clases medias residentes en áreas de expansión de las ciudades de La Plata y Mar del Plata, durante el confinamiento por el Covid-19

Inhabiting the bedroom. Daily life and mobility of the middle classes residing in expansion areas of the cities of La Plata and Mar del Plata, during confinement due to Covid-19

Habite o quarto. Cotidiano e mobilidade das classes médias residentes nas áreas de expansão das cidades de La Plata e Mar del Plata, durante o confinamento devido à Covid-19

Violeta Ventura

Universidad Nacional de La Plata / Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas[1]

violetaventuralp@gmail.com

Resumen

En este artículo partimos del diagnóstico de que, durante la pandemia de 2020, en la mayoría de los Estados primó una gestión tecno-experta de la crisis. Tendencia que subestimó los condicionantes diferenciales que modelaban y modelan la vida cotidiana de las diversas poblaciones y territorios. Partiendo de allí analizamos cómo las inscripciones territoriales, el lugar ocupado en la estructura social y la movilidad cotidiana previa a la pandemia, modelaron la forma en que se experimentó el COVID-19. En particular analizaremos cómo las clases medias residentes en áreas de expansión de La Plata y Mar del Plata, afrontaron el COVID-19; cómo se pusieron en juego en este proceso sus movilidades cotidianas previas y cómo esto impactó en su habitar cotidiano durante el confinamiento. El artículo se amojona en el trabajo de campo realizado en el marco del proyecto “Flujos, fronteras y focos. La imaginación geográfica en seis periferias urbanas de la Argentina durante la pandemia y la pos pandemia del COVID19”. En particular centramos nuestro análisis en 21 entrevistas en profundidad realizadas a residentes de áreas de expansión de ambas ciudades, pertenecientes a las clases medias.  

Palabras clave: Áreas de expansión; Movilidad cotidiana; Experiencia del habitar; Clases medias; Covid-19

Abstract

In this article, we start from the diagnosis that during the 2020 pandemic, in most States a techno-expert management of the crisis prevailed. This tendency underestimated the differential conditioning factors that shaped and still shape the daily life of different populations and territories. On this basis, we will analyze how territorial inscriptions, the place occupied in the social structure and daily mobility prior to the pandemic, shaped the way in which COVID-19 was experienced. In particular, we will analyze how the middle classes residing in the expansion areas of La Plata and Mar del Plata faced COVID-19; how their previous daily mobilities were put into play in this process and how this impacted their daily life during the confinement.  The article is based on the fieldwork carried out in the framework of the project “Flujos, fronteras y focos. La imaginación geográfica en seis periferias urbanas de la Argentina durante la pandemia y la pos pandemia del COVID19”. More specifically, we focused our analysis on 21 in-depth interviews with middle-class residents of the expansion areas from both cities. 

Keywords: Expansion areas; Daily mobility; Experience of inhabitation; Middle classes; Covid-19

Resumo

Neste artigo partimos do diagnóstico de que durante a pandemia de 2020, na maioria dos estados, prevaleceu a gestão tecno-especializada da crise. Tendência que subestimou as condicionantes diferenciais que moldaram e continuam a moldar o quotidiano de diferentes populações e territórios. Nesta base, analisaremos como as inscrições territoriais, o lugar ocupado na estrutura social e a mobilidade quotidiana antes da pandemia, moldaram a forma como a COVID-19 foi vivida. Em particular, analisaremos como as classes médias residentes nas áreas de expansão de La Plata e Mar del Plata enfrentaram a COVID-19; como suas mobilidades diárias anteriores foram expostas neste processo e como isso impactou em suas vidas diárias durante o isolamento.  O artigo baseia-se no trabalho de campo realizado no âmbito do projeto "Fluxos, fronteiras e focos. Imaginação geográfica em seis periferias urbanas da Argentina durante a pandemia e pós-pandemia da COVID-19". Em particular, centrámos a nossa análise em 21 entrevistas em profundidade com residentes de classe média das zonas de expansão de ambas as cidades.

Palavras-chave: Áreas de expansão; Mobilidade quotidiana; Experiência de habitação; Classes médias; Covid-19

RECIBIDO: 02-11-2023 / ACEPTADO: 02-04-2024

Introducción

La pandemia del Covid-19 —inicialmente enunciada como si se rigiese por principios universalistas: “el virus nos afecta a todos” — tuvo efectos marcadamente diferenciales estructurados en torno al género, la estructura social, las inscripciones territoriales, entre otras. A pesar de ello, en la mayoría de los Estados se impuso una gestión tecno-experta de la crisis (Martuccelli, 2021) desanclada de los condicionantes diferenciales que marcan la vida cotidiana de las diversas poblaciones y territorios. Medidas que agravaron estos puntos de partida estructuralmente desiguales.

Este enfoque tecno-experto y sanitarista se estructuró alrededor de dos medidas, los confinamientos en las viviendas particulares y el distanciamiento social. Así fue que en 2020 —de modo simultáneo, acelerado y radical— la mayoría de las sociedades urbanas experimentamos nuevas formas de habitar la ciudad y de desplazarse por ella. En Argentina, el gobierno nacional decretó en marzo de 2020 un asilamiento estricto que se prolongó durante 2021, aunque esta vez con ciclos intermitentes de cerrazón y apertura.[2] 

La apuesta por la inmovilidad de toda la población —como principal medida de cuidado y sin distinciones más allá del criterio de la “esencialidad”— subestimó otro aspecto largamente trabajado por los estudios urbanos: la relación entre la movilidad cotidiana y la desigualdad social. En este sentido, Jirón (2020) señala que los modelos preponderantes de gestión de la pandemia, además de subordinar a los territorios como variables estructurantes, fueron indiferentes a las formas de moverse en ellos, de habitarlos. Frente a ello, sostiene, debemos ser enfáticos/as en marcar que todo proceso de movilidad esta inexorablemente unido a procesos de inmovilidad (Jirón, 2020); dicho de otro modo, en un contexto donde la in-movilidad fue un privilegio, las medidas de aislamiento protegieron a algunos/as y expusieron a otros/as (Jirón, 2020).

En síntesis, el modo en que operaron durante la pandemia los lugares de residencia, las condiciones laborales, el acceso a medios de transporte, las rutinas de movilidad previas, las condiciones de las viviendas, fueron algunos de los puntos subestimados en la gestión de la crisis socio-sanitaria y que intentaremos recuperar en este artículo. En ese marco, Segura y Pinedo (2021) sostienen que al COVID-19 —y a la forma en que lo experimentaron los habitantes— hay que pensarlas necesariamente de modo espacial, temporal y situacional (Segura y Pinedo, 2021).

Partiendo de este diagnóstico, en este artículo pondremos la atención en el modo en que tres variables estructurales y estructurantes —la inscripción territorial, el lugar ocupado en la estructura social y la movilidad cotidiana previa— impactaron en la forma en que se experimentó el COVID-19. En particular analizaremos cómo las clases medias residentes en áreas de expansión de La Plata y Mar del Plata, afrontaron el COVID-19; cómo se pusieron en juego en este proceso sus movilidades cotidianas previas y cómo esto impactó en su habitar cotidiano durante el confinamiento.  

Sostendremos que las restricciones a la circulación llevadas adelante durante la pandemia implicaron cambios profundamente desiguales en los modos de habitar las ciudades y las viviendas. Argumentaremos que, por un lado, las clases medias residentes en áreas de expansión, pudieron reconfigurar con facilidad su movilidad cotidiana y respetar el aislamiento en post de garantizar menores riesgos sanitarios. A su vez mostraremos que en gran parte de los casos analizados la disminución de la circulación cotidiana fue vivida como un “alivio”; y que esto fue posible dado que no vieron comprometidos sus salarios y por una rápida adaptación al teletrabajo y la puesta en pausa de extensos traslados al centro de la ciudad. Como contraparte, la dinámica de sus vidas cotidianas previas a la pandemia, en las cuales sus casas se limitaban a ser un lugar de residencia desencajado de sus espacios de habitar (generalmente los centros urbanos) hizo que no cuenten con redes barriales previas que les permitan gestionar colectivamente la crisis, ni con actividades recreativas cercanas.

 Metodología

El artículo es resultado del trabajo de campo realizado en el marco del proyecto “Flujos, fronteras y focos. La imaginación geográfica en seis periferias urbanas de la Argentina durante la pandemia y la pos pandemia del COVID19”, financiado por la Agencia Nacional de Promoción Científica, Tecnológica e Innovación Productiva en el marco de la Convocatoria PISAC-COVID-19 “La sociedad argentina en la Postpandemia”.

Dirigido por el Dr. Ramiro Segura, el proyecto desarrolló una investigación comparativa sobre el habitar cotidiano y la imaginación geográfica —antes y durante la pandemia— de las y los residentes de las áreas de expansión de seis ciudades Argentinas: San Miguel de Tucumán, La Plata, Mar del Plata, Resistencia, San Salvador de Jujuy y Bariloche. En cada una de ellas se seleccionó un área de expansión caracterizada por la heterogeneidad social, y, en base a ello, se construyó un corpus de treinta entrevistas. El trabajo de campo se realizó entre mayo y septiembre de 2021, en paralelo con la segunda ola de la pandemia.

Las mismas se realizaron en base a un muestreo teórico que contemplo el tipo residencial (barrios cerrados; barrios abiertos de clases medias y barrios populares), el género y la edad.

Dentro de ese universo, este artículo recorta una población específica: personas que residen en barrios abiertos[3], que en su mayoría tienen trabajo registrado y estudios universitarios, son propietarias de su vivienda y cuentan con automóvil particular. A su vez se trabajó con personas de distintas edades y géneros. Contamos también con diversidad de hogares: hogares con hijas/os a cargo, hogares compuestos por personas mayores y familias ensambladas. Ninguna persona entrevistada reside sola en su vivienda.

En concreto trabajaremos con un corpus de 22[4] entrevistas realizadas en barrios abiertos de clases medias de las ciudades de La Plata y Mar del Plata.

Tabla 1. Población entrevistada

Fecha de entrevista

Ciudad

Género

Edad

Ocupación

Nivel educativo

Tiempo de residencia

14/5/2021

La Plata

Masculino

53

Productor de espectáculos musicales y teatrales

Universitario Incompleto

Entre 2 y 5 años

9/9/2021

La Plata

Femenino  

42

Docente

Universitario

Entre 2 y 5 años

7/5/2021

La Plata

Masculino

76

Jubilado

Primaria completa

Más de 10 años

1/8/2021

La Plata

Femenino  

41

Ingeniera Agrónoma y docente universitaria

Universitario

Entre 2 y 5 años

6/7/2021

La Plata

Femenino  

58

Docente

Universitario

Entre 2 y 5 años

6/7/2021

La Plata

Masculino

44

Docente

Terciario

Entre 2 y 5 años

3/8/2021

La Plata

Femenino

38

Empleada

Universitario

Entre 2 y 5 años

3/5/2021

La Plata

Femenino  

36

Arquitecta

Universitario

Entre 5 y 10 años

3/9/2021

La Plata

Femenino  

39

Abogada

Universitario. Posgrado en curso

Entre 5 y 10 años

1/8/2021

La Plata

Masculino

39

Trabajador Social

Universitario

Entre 5 y 10 años

2/6/2021

La Plata

Femenino

38

Abogada

Universitario

Entre 2 y 5 años

1/5/2021

La Plata

Femenino

30

Docente

Universitario

Entre 2 y 5 años

14/6/2021

La Plata

Masculino

27

Personal administrativo (CONICET)

Secundario completa

Más de 10 años

9/4/2021

Mar del Plata

Masculino

27

 

 

Menos de 2 años

19/4/2021

Mar del Plata

Masculino

41

Músico-Estudiante

Universitario incompleto

Entre 5 y 10 años

20/4/2021

Mar del Plata

Femenino

42

Odontóloga

Universitario

Entre 5 y 10 años

20/4/2021

Mar del Plata

Masculino

67

Psicólogo

Universitario

Entre 2 y 5 años

21/4/2021

Mar del Plata

Femenino

69

Jubilada

Universitario

Más de 10 años

21/4/2021

Mar del Plata

Masculino

74

Jubilado

 

Entre 5 y 10 años

22/4/2021

Mar del Plata

Femenino

18

Estudiante

Secundario en curso

Entre 5 y 10 años

28/4/2021

Mar del Plata

Masculino

19

Estudiante

Secundario en curso

Más de 10 años

30/4/2021

Mar del Plata

Femenino

45

Psicóloga

Universitario

Entre 5 y 10 años

10/6/2021

Mar del Plata

Femenino

21

Desocupada

Secundario completa

Más de 10 años

Fuente: elaboración propia.

El trabajo de campo de Mar Del Plata se realizó en el periurbano sur, caracterizado por ser la zona de mayor crecimiento y heterogeneidad social de la ciudad y por la proliferación de urbanizaciones cerradas, la consolidación de barrios populares y la densificación de barrios habitados por las clases medias (Oriolani, 2023). En La Plata el trabajo de campo[5] se realizó en el eje oeste de la ciudad; un eje de expansión en el cual tradicionalmente la producción fruti-hortícola tuvo un rol estructurante, compitiendo durante las últimas dos décadas con la multiplicación de los usos del suelo. Dentro de los nuevos usos, el residencial se caracterizó por la presencia de diversos tipos residenciales, entre los cuales encontramos asentamientos populares, las urbanizaciones de clase medias y los barrios cerrados.

Las entrevistas promovieron relatos densos de las dinámicas cotidiana de integrantes del hogar y se estructuraron alrededor de tres momentos: sus vidas cotidianas antes de la pandemia, durante el Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio (ASPO) y durante el Distanciamiento Social Preventivo y Obligatorio (DISPO). Asimismo los ejes de indagación fueron los siguientes: se recopilaron datos sobre los entrevistados (edad, género, ocupación, rol en el hogar, si contrajo Covid, números de miembros del hogar, etc.); datos sobre el hogar (número de habitantes de la vivienda, tipo de relación con el entrevistado, edades, género, estudios, ocupación); trayectoria residencial del entrevistado; los modos de habitar antes de la pandemia; la reconfiguración de los modos de habitar durante la pandemia; medios de comunicación, de transporte y las redes barriales puestas en juego durante la pandemia; y, finalmente, las expectativas sobre el futuro habitar.[6] 

Desarrollo

En este artículo analizaremos el modo en que la movilidad cotidiana, las desigualdades socioeconómicas y las inscripciones socio-territoriales previas a la pandemia se articularon con la gestión de la crisis socio-sanitaria. Analizaremos también cómo (a la luz de estos factores) se re-configuraron durante el Covid-19, los modos de habitar las clases medias residentes en áreas de expansión de La Plata y Mar del Plata.  

Los ejes de indagación que estructuran lo que sigue serán: las dinámicas cotidianas previas al COVID-19, regidas por la lógica de “residir sin habitar”; la relación entre la situación laboral de las clases medias y su movilidad cotidiana durante el ASPO; el modo en que la reducción de sus movimientos cotidianos repercutió en la reconfiguración de sus circuitos, lazos y usos de las viviendas y, finalmente, cómo se reconfiguró la movilidad cotidiana de las clases medias analizando los medios de transportes utilizados, los recursos tecnológicos y los saberes con los que contaron.  

De una vida de locos, al alivio de la cerrazón

La mayoría de las personas entrevistadas en La Plata y Mar del Plata[7] coinciden al relatar sus vidas cotidianas previas a la pandemia como “una vida de locos”. Narran días en los que se “volvía a casa solo a dormir”, se desayunaba en los autos y se “vivía en el centro”.

Antes de marzo 2020, las clases medias residentes en las zonas de expansión, invertían alrededor de dos horas diarias en desplazamientos intra-urbanos a fin de sostener sus rutinas laborales, sociales y de cuidado. Invertían también recursos materiales y arreglos familiares. Esto es así porque la mayoría realizaba diariamente un prolongado movimiento pendular que (a) se iniciaba en sus casas —ubicadas en los bordes urbanos—: (b) se detenían en el centro de la ciudad, donde hacían coincidir rutinas laborales, escolares, de esparcimiento y de socialización y finalmente (c) volvían a sus casas. Este movimiento pendular “casa-centro-casa” se realizaba una sola vez al día y abarcaba gran parte de él.

Victoria[8], es abogada, tiene 38 años y vive con su marido (también abogado) y sus dos hijos en una casa del periurbano platense. Antes de la pandemia, salían de su casa en familia a las 6 a.m y regresaban a las 19hs. En esas 13 horas que estaban fuera, las actividades de la familia se encontraban cuidadosamente sincronizadas:

El día era como un reloj. Un día bajé del colectivo y salí corriendo a agarrar el 307 y el chofer cuando me ve corriendo me dice "un día te vas a matar". Si, la verdad que sí, digo. Uno lo hace tan pensando en llegar, era tan pensando en llegar al horario, correr atrás de un reloj. Creo que eso es lo que más va a costar en algún momento de volver a una vida de rutina, el reloj, el cumplir horarios cronometrado todo porque si no, no llegas. Yo creo, es agotadora la vida en ese sentido.

Carolina —arquitecta— antes de la pandemia “era muy de estar todo el día afuera”.  Para alivianar esas rutinas, alquilaba junto a su marido un departamento en el centro de la ciudad de La Plata, el cual usaban como oficina y como “base” donde ir y venir entre las múltiples actividades que realizaban entre las 8 de la mañana —cuando salían de sus casas— y las 8 de la noche que emprendían el regreso. Casandra —quien trabajaba como abogada en el centro de la ciudad de La Plata y viajaba una vez por semana a Capital Federal a cursar un postgrado— ya "no se imagina hacer todo lo que hacía antes de la pandemia". Junto a su marido y sus dos hijos salían todos los días a las 5:45 de la mañana de su casa y volvían a las 20 horas. Pasaban 14 horas diarias fuera de su vivienda (sin volver a ella). En ellas transcurría gran parte de su actividad diaria. En general, en los hogares con hijas/os a cargo, al interior de la dinámica pendular “borde-centro-borde”, encontramos un aumento de los micro-movimientos en la zona céntrica de la ciudad.

Como vemos, antes de la pandemia las clases medias residentes en áreas de expansión, salían junto a sus familias a la mañana y regresaban al final del día. Fuera del barrio de residencia, tenían lugar el abastecimiento de alimentos, las actividades educativas de sus hijas/os, las actividades laborales propias, las consultas médicas, los encuentros de socialización, etc.  Tal como afirman Duhau y Giglia (2008) “habitar” la ciudad no es lo mismo que estar en ella, implica por el contrario una relación densa de los sujetos con el lugar y entre las personas. En este sentido, afirman, “al estar vinculado con la noción de presencia, el habitar alude al establecimiento de una centralidad, aunque sea transitoria y cambiante, y a la constitución de un principio de orden, es decir, ordenador de la posición del sujeto respecto al entorno” (Duhau y Giglia, 2008: 23).

Residir, por su parte, remite a un fenómeno más acotado asociado al espacio donde se llevan adelante las funciones propias de la reproducción social (descanso, alimentación, resguardo de los bienes acumulados, etc.). El espacio donde se reside, entonces, puede no coincidir (y de echo es un rasgo propio de las metrópolis latinoamericanas) con “aquel donde se establece la presencia social o la inserción en un orden socio-espacial que nos vincule a los demás” (Duhau y Giglia, 2008, p. 24). Esta forma de vinculación de los sujetos con el espacio urbano (en el que se reside sin habitar las zonas de proximidad a su vivienda) es la que caracteriza a las clases medias entrevistadas.

En síntesis, la brusca interrupción de sus movimientos diarios y pendulares, únicos y prolongados en marzo de 2020 se dio en el marco de una forma de moverse y habitar la ciudad regida por la dinámica del “barrio dormitorio”. Dejar de invertir más de dos horas diarias en traslados y comenzar a habitar sus “casas dormitorio” implicó transformaciones en diversos sentidos.

Una de ellas es que, el detenimiento del péndulo en la vivienda fue sucedida, en muchos casos, por una sensación de alivio y relajación. David, Psicoanalista de 68 años, antes de la pandemia salía de su casa a las 8 de la mañana y volvía alrededor de las 5 de la tarde. Cotidianamente su rutina laboral implicaba tomar un camino de tierra hacia una localidad cercana a Mar del Plata y un viaje quincenal a Capital Federal. Considerando su edad y una biografía marcada por grandes esfuerzos de movilidad cotidiana a fin de garantizar sus rutinas laborales, la pandemia fue para él un alivio:

lo que más me cambió — cuando vos preguntas ¿qué me cambió?—  es que dejé de viajar. Al pueblo por un lado y sobre todo viajar a Buenos Aires que era más incordioso. O sea, a mí la pandemia me mejoró la calidad de vida un montón.

Llamativamente, al indagar en esta mejora, David describe una situación de profunda angustia y temor:

-(…) me decías entonces que para vos te mejoró la calidad de vida.

- Sí, muy individualista lo que estoy diciendo. (…) yo sé que es un drama social, o sea, no es que diga que está bueno. Pero desde el punto de vista de… Yo no bajé el ritmo de trabajo para nada, al contrario; y el año pasado hubo un momento que estuve un poco asustado sí, a decir verdad (…) tuve una etapa medio depresivo de entre saturación y creo que me afectó también la perdida de contacto social.

A pesar de ello, el hecho de dejar de moverse cotidianamente, hace que recuerde el ASPO como una mejora en su calidad de vida.  La sensación de alivio de David es compartida por gran parte de las personas entrevistadas de sectores medios; hecho que se desprende de un aspecto estructural: de las y los 22 entrevistadas/os, solo 3 vieron suspendidos sus ingresos (laborales) durante la pandemia. De ellas/os tres, dos cumplieron la mayoría de edad en 2020 y, al momento de realizar las entrevistas, aún vivían en las viviendas de sus padres, quienes si percibían (y mantuvieron) un salario formal. La tercera persona que perdió sus ingresos vivía con su pareja en una casa propia y “aprovecho” la circunstancia para finalizar su carrera universitaria; hacia principios de 2021 ya contaba con un nuevo trabajo, esta vez vinculado a su formación de grado.

 

La seguridad económica y el privilegio de la in-movilidad  

Además de habilitar la sensación de “alivio” frente a la anterior “vorágine”, contar con un empleo formal les permitió a los sujetos entrevistados pertenecientes a las clases medias platenses y marplatenses cumplir estrictamente con el ASPO sin que se vieran comprometidos sus ingresos. El no haber tenido que circular para garantizar sus salarios, se refleja en que -dentro de las personas entrevistadas-, solo mantuvieron la circulación laboral aquellas personas consideradas trabajadoras esenciales: directivos de línea de la Provincia de Buenos Aires; directivos del ámbito de la educación, trabajadores o dueños de rubros comerciales estratégicos y personal de salud.

Dijimos antes que la desigualdad urbana no debe ser estudiada únicamente desde una perspectiva estática y estructural. Por el contrario, conocer cómo las personas se mueven en el espacio urbano nos informa sobre el acceso diferencial a recursos, lugares, relaciones y costos (Jirón, 2009). El vínculo entre la movilidad cotidiana y la desigualdad social se hizo especialmente evidente en un contexto en el cual la in-movilidad se convirtió en la principal forma de cuidado y auto cuidado promovida por el Estado.

La pandemia evidenció una red de interdependencia mutua en la que para que algunos/as puedan aislarse otros/as debieron moverse (Jirón, 2020)[9]. En Argentina las clases medias con trabajo formal pertenecieron a aquellos segmentos de la población que fueron protegidos por las medidas nacionales, pudiendo permanecer aisladas. En este sentido, el proyecto “Flujos, fronteras y focos” evidenció que la pandemia tuvo distintas temporalidades conforme grupos y territorios: mientras que los sectores populares debieron incumplir tendencialmente el aislamiento por necesidades económicas, un sector relevante de las clases medias y altas lo mantuvieron incluso cuando este ya se había flexibilizado. Es así que al preguntar a las y los entrevistados de clases medias cómo se había re-esctructurado su vida cotidiana una vez que dejó de regir el ASPO, parte de ellos/as narraban que mantenían rutinas similares a las del año 2020. El miedo al contagio y la continuidad del teletrabajo eran causas de dicha prolongación. Aurelia deja ver el desfasaje entre las temporalidades de la movilidad y la in-movilidad durante la pandemia:

Me hace acordar a esta película de Brendan Fraser, una película muy vieja, no me acuerdo ni como se llama…en la que ellos piensan que cayó una bomba nuclear y se van con los padres, se encierran en un bunker durante años, 20 o 30 años, pensando que el mundo estaba desbastado afuera. Y cuando salen no había pasado nada (….) en un primer momento de la pandemia me sentía como en esa película, esa cosa de que uno se hace un mundo de lo que pasa afuera (…) en la película el hijo en un momento se empiezan a quedar sin provisiones y le dicen: salí al mundo exterior y te vas a encontrar con un mundo desbastado. Y el flaco sale y no había pasado nada. Y bueno, es medio que, me pasaba así a mí con esto de los retenes y demás, que yo fantaseaba que el mundo estaba paralizado (risas).

Aislamiento y vida cotidiana: reconfigurar circuitos, viviendas y lazos sociales

Si bien la in-movilidad de las clases medias fue ventajosa en aspectos nodales, también implicó fuertes re estructuraciones. En algunos casos desventajosas.  Por un lado, los movimientos pendulares hacia el centro de la ciudad y la lógica del “barrio dormitorio” previos a la pandemia, tenían como contra cara la falta de actividades y vínculos barriales. Consecuentemente, la puesta en pausa de esos traslados diarios y prolongados, implicó la disminución de sus vínculos de sociabilidad[10]. Si bien esta es una característica propia del ASPO, y transversal a los distintos sectores sociales, en los sectores medios se conjugaron dos factores particulares.

Por un lado, como ya dijimos, sus dinámicas residenciales se caracterizaron por que el habitar se daba por fuera del barrio de residencia. Por otro lado, encontramos que la mayoría de las y los entrevistados se mudó recientemente a las zonas de expansión estudiadas y, por lo tanto, no contaban con una historia en ellas; dicho de otro modo, independientemente de cómo estructuraran antes de la pandemia sus rutinas diarias, no contaban en sus barrios de residencia con redes de sociabilidad previas, sean familiares, institucionales, laborales o amistosas. Esta situación contrasta con la situación de los barrios populares donde las redes barriales de sociabilidad y la organización social fueron medulares para la gestión de la crisis socio-sanitaria del COVID-19 (Di Crocce, Musante y Ventura 2020).

El cumplimiento estricto del ASPO implicó también una reestructuración del tiempo de los hogares de clases medias. El “tiempo ganado” por la suspensión de sus traslados al centro, fue redirigido a tareas de esparcimiento, a los vínculos entre integrantes del hogar y al mejorado de sus viviendas. Dice Gael al respecto:

en los primeros tiempos también hubo mucho desconcierto en los lugares de trabajo sobre cómo íbamos a hacer, qué íbamos a hacer yo en mi trabajo estuve varios meses donde no tenía tareas, digamos, estábamos en casa... y fue agradable en el punto de que nunca nos dejaron de pagar. Por ahí en otras actividades se les reducía el salario, nosotros nunca tuvimos ese problema, estábamos viviendo el embarazo y nos permitía tener tiempo para disfrutar en casa, arrancamos la construcción de un galponcito que queríamos hacer afuera de casa, hicimos como un montón de actividades en familia y de disfrute del embarazo que para nosotros fue como una situación muy extraordinaria. De otra manera no hubiésemos podido vivir ni todo el embarazo ni todo lo que seguimos viviendo en el año de vida que tuvo Almendra.

Además de una redistribución de tiempos, la brusca disminución de movimientos urbanos implicó re-funcionalizar los espacios domésticos. Segura y Caggiano (2021) analizaron cómo frente a las políticas de aislamiento social, en las casas se desplegaron usos y re-funcionalizaciones improvisadas. El aislamiento, aseguran redistribuyó espacio-temporalmente las prácticas diarias involucradas en el habitar y en este marco “la casa adquirió un conjunto de funciones y prácticas que generalmente se realizaban fuera: paradigmáticamente, trabajo, estudio y recreación” (Segura y Caggiano, 2021: 5).

En el caso de las clases medias, la refuncionalización de las casas estuvo favorecida por el estándar de calidad media de las viviendas y por la capacidad económica de hacer reformas materiales en ellas. Poder ampliar la casa durante el 2020, dice Javier, fue “fundamental” para generar “un espacio de laburo” que antes no tenían (ni necesitaban), y ahora les permitía diferenciar entre usos laborales y familiares de la vivienda:

la ampliación fue fundamental… es la oficina de Dani, porque ahora Dani se tuvo que traer de la facultad impresora, silla… Esto, donde estamos ahora, es una especie de estudio. Ella a la mañana viene a las 8 y hasta las 13 y para nosotros, como funcionamiento (…) de la familia y de la pareja fue fundamental… porque no mezclamos el laburo, porque si no era… la habitación era la oficina de ella, el comedor el mío, era un quilombo. Entonces esto está bueno, ella viene acá a las 8 (…) como si esto fuera la Facultad.

Figura Nº 1. La construcción en tiempos de pandemia

Fuente: Gentileza de entrevistado.

La Figura Nº 1 muestra la obra realizada en la casa de Javier durante el año 2020; muestra también cómo en el contexto del ASPO algunos sectores sociales debieron incumplir el aislamiento a fin de garantizar su sustento económico. Las reformas edilicias realizadas por las clases medias a fin de garantizar mayores comodidades durante el aislamiento, entonces, fueron en base a la contratación de dichos trabajadores informales. Retomando, poder acompañar materialmente la refuncionalización de las viviendas, en ninguna medida implicaron la ausencia de conflictos por el espacio al interior ellas. En particular las medidas de aislamiento evidenciaron, una vez más, las desigualdades que se manifiestan en el modo de organización y distribución de las tareas de reproducción y cuidados.

Dijimos que, antes de la pandemia, todas las personas entrevistadas de sectores medios mayores de edad (varones y mujeres), estructuraban sus movimientos cotidianos alrededor de sus empleos. Por ello, el abrupto corte en la circulación fue transversal para ambos géneros. Sin embargo, ello no implicó que la reorganización de las tareas de cuidado y reproducción haya sido absorbida de modo simétrico por mujeres y hombres. Esto fue aún más evidente en los hogares con hijas e hijos menores de edad, los cuales debieron hacer mayores rediseños cotidianos al habitar sus casas. Tampoco la apropiación de los espacios al interior de las viviendas fue simétrica. Vanesa y su marido, trabajan en la misma empresa y ocupan el mismo cargo técnico. Tienen dos hijas en común y una casa con tres habitaciones. Durante 2020 las hijas de la pareja compartieron una habitación dejando otra libre para que sea utilizada como oficina. A pesar de la refuncialización de la antigua habitación, por lo general, narra Vanesa “es en la que está Ricardo”. Ella por su parte, cumplía sus tareas laborales “rotando por el comedor o por dónde sea. Nada. Si, dónde se puede.”, lo cual le facilitaba el cuidado de sus hijos. Para Vanesa, permanecer en los espacios “públicos” de la vivienda, implicaba que las tareas de su “doble presencia” (Torns et al, 2002) se dieran al unísono.

Por último, quisiéramos mencionar que con el inicio de la pandemia los sectores medios cambiaron sus reducidos circuitos urbanos. Antes de marzo de 2020 realizaban sus compras cotidianas en el centro de la ciudad o en paradas intermedias durante el regreso a sus viviendas. Con la pandemia, debieron reconfigurar sus circuitos de abastecimiento, dando lugar a compras de proximidad. A su vez, algunos/as comenzaron a realizar actividades recreativas —yoga, caminatas, bicicleteadas— en contextos urbanos más cercanos a sus residencias. Se generaron así nuevos movimientos intrabarriales y formas de habitar ancladas en circuito más próximo[11].  

Por último, encontramos que las personas entrevistadas de sectores medios sintieron una pérdida en su movilidad vinculada a la interrupción de ciertos circuitos que exceden a la movilidad cotidiana, sobre todo en relación a viajes, visitas, descanso y ocio. Sofía pasó más de un año sin poder ver a sus padres y hermanos que viven en otra provincia; Nahuel suspendió sus proyectos laborales vinculados a músicos de otras ciudades; Nicolás abandonó sus actividades literarias en Capital Federal; María Eugenia no pudo mantener las visitas a sus hijas, residentes en la ciudad de Córdoba; a Emilio se le complicaron sus traslados a Trelew para visitar a su mamá. En suma, durante el 2020 sintieron como una pérdida la imposibilidad de movilizarse a otras localidades de la provincia y el país. Sin embargo, en todos estos casos pudieron reanudar sus viajes durante el verano de 2020/2021. El lanzamiento del Programa PreViaje[12] y el levantamiento de algunas restricciones de circulación intra provincial favorecieron dicha circulación.

Moverse en el aislamiento: medios y saberes

Para finalizar nuestro análisis sobre el habitar cotidiano de las clases medias durante la pandemia, nos centraremos en la movilidad urbana, una práctica social organizada por regulaciones, normas y saberes. Una práctica hibrida que implica un ensamblaje socio técnico donde se ponen en juego medios materiales, infraestructuras y saberes (Velázquez y Zunino, 2020). En ese marco la capacidad para moverse por la ciudad puede considerarse como un tipo particular de capital (Kaufmann, et al 2004) nacido del acceso a infraestructuras, habilidades y conocimientos específicos. Dicho de otro modo, moverse por la ciudad implica sortear barreras económicas (el costo económico de moverse); físicas (distancias y condiciones de la infraestructura); organizacionales vinculadas a la coordinación de la vida cotidiana, temporales, y tecnológicas. Estas últimas (vinculadas al uso y disponibilidad de tecnología) fueron nodales durante la pandemia. Si bien las clases medias estudiadas redujeron considerablemente su movilidad durante el aislamiento, cuando necesitaron hacer movimientos intra urbanos, pudieron hacerlos con relativa facilidad. Algunos de los factores que facilitaron esos movimientos fueron: contar con movilidad propia, el acceso a los permisos necesarios para circular y tener ciertas habilidades para evitar controles y/o sortear obstáculos. La conectividad a internet, la tenencia de dispositivos electrónicos y el saber usar esas herramientas también configuraron y habilitaron sus formas de movilidad “físicas” y “virtuales” (Urry, 2000; Gutiérrez, 2012). En lo que sigue retomaremos los usos de los transportes y la actualización de habilidades, que las clases medias pusieron en juego en tiempos de restricciones.

Antes de la pandemia, los sectores medios usaban cotidianamente el transporte público. Entre los motivos por los cuales optaban por él, encontramos algunos asociados a la economía —ahorrar dinero en combustible y estacionamiento— y otros asociados a la comodidad —no tener que buscar estacionamiento en zonas céntricas durante los horarios pico, evitar conducir largas distancias diarias y poder aprovechar el tiempo de viaje para leer o adelantar trabajo—. Las personas entrevistadas de ambas ciudades coinciden, sin embargo, en que se trata de un servicio con fuertes limitaciones: la frecuencia de los viajes es poca, los tiempos de traslado extensos, las condiciones del viaje son malas por la excesiva cantidad de pasajeros/as y los recorridos poco prácticos.

Ahora bien, entre beneficios y limitaciones, las clases medias encuentran amplios márgenes de maniobra conforme las circunstancias particulares: si bien la mayoría eran usuarios/as activos/as del transporte público, muy pocos/as dependían exclusivamente de él dado que la mayoría cuenta con al menos un vehículo particular por hogar. Dentro de las personas entrevistadas en edad adulta, solo 2 no poseen auto particular; y, a la vez, en uno de esos casos se argumenta que no son los factores económicos los que explican el hecho, sino las razones “ecológicas” y sociales. La primera se vincula a la optimización de los recursos globales destinados a la movilidad de la población. La segunda a promover la mixtura social manteniendo el contacto con personas de distintos sectores sociales.

Retomando, la tenencia de auto particular permitió que cuando la movilidad de estos sectores comenzó a ser mayor—entre finales de 2020 y mediados del 2021— pudieran optar por un retorno parcial al servicio de transporte público, y con ello reducir sus riesgos de contagio. En general fue por temor que la mayoría de las personas entrevistadas optaron por no retomar el uso habitual del transporte público. Encontramos además que durante el ASPO fueron los varones de sectores medios quienes asumieron mayormente las tareas del abastecimiento, teniendo una mayor circulación por la ciudad. Esta tendencia es solidaria con el hecho de que en Argentina siete de cada diez conductores habilitados son varones[13].

Independientemente de los medios de transportes utilizados, encontramos que durante el ASPO las clases medias pudieron reconfigurar con facilidad los movimientos necesarios para su abastecimiento, visitas al médico, tareas de cuidado a familiares, traslado de menores en los casos de familias ensambladas, etc.; por contar con la tenencia de dispositivos (celulares y computadoras) y conectividad (acceso a internet). Ambos factores fueron centrales para poder tramitar los permisos que garantizaban la realización de esos movimientos. Contaban además con “saber hacer” para tramitarlos.

Conclusiones

En este artículo partimos de la premisa de que las consecuencias del COVID-19 en la vida cotidiana, las temporalidades con que fue experimentado y las formas de habitar y de moverse de las poblaciones, deben analizarse considerando el peso de las estructuras socio-espaciales y las tendencias de movilidad cotidiana pre-existentes. Es por ello que en las  páginas anteriores analizamos cómo el lugar que ocupan las personas en la estructura social (centrándonos en las clases medias) y su lugar de residencia (áreas de expansión de La Plata y Mar del Plata) impactaron en el modo en que se experimentó la pandemia.

A lo largo del artículo mostramos cómo, una consecuencia desigual en el habitar cotidiano durante la pandemia, fue la capacidad de las clases medias de cumplir con el aislamiento a fin de reducir las posibilidades de contagio. Esto fue así tanto durante el periodo más estricto de aislamiento cómo cuando las medidas estatales de gestión de la crisis comenzaron a flexibilizarse; durante el periodo en que realizamos las entrevistas (mediados de 2021), incluso, la mayoría de las personas entrevistadas continuaban con una circulación reducida.

Este cumplimiento fue posible, en gran medida por contar con previsibilidad y seguridad respecto a su reproducción material. En particular, tener un trabajo estable y posibilidades de migrar el trabajo presencial a teletrabajo, se tradujo rápidamente en un privilegio de inmovilidad. A su vez, encontramos que, si bien sus movimientos cotidianos se redujeron drásticamente, cuando necesitaron moverse al interior de la ciudad lo hicieron sin mayores inconvenientes. Tener auto particular, dispositivos tecnológicos, conectividad y los saberes necesarios para tramitar los permisos de circulación, facilitó estos movimientos.

Por otra parte, al indagar en sus vidas cotidianas previas a la pandemia encontramos una dinámica urbana-residencial en la cual las clases medias tenían como lugar de residencia los periurbanos locales, pero sus días transcurrían mayoritariamente en las zonas céntricas de la ciudad. Allí coordinan sus actividades laborales, afectivas, educativas, recreativas, etc. Rutinas diarias exigidas y exigentes marcadas por un solo y prolongado movimientos pendular borde-centro-borde.

A la luz de estas dinámicas cotidianas previas, la abrupta interrupción de sus traslados al centro fue vivida por parte de las personas entrevistadas como un alivio que  anida en una conjunción de factores: la ganancia de tiempo para destinar a otras actividades, contar con recursos técnicos para afrontar el aislamiento (conectividad y dispositivos tecnológicos), los tipos de vivienda que habitaban (generalmente amplias y equipadas) y la seguridad laboral y posibilidad de ejercer el teletrabajo; todos factores que  les permitieron “quedarse en casa” sin afrontar grandes pérdidas.

Como contraparte encontramos que la puesta en pausa de sus dinámicas cotidianas anteriores a la pandemia, —en las cuales sus barrios se limitaban a ser un espacio de residencia y no de habitar— dificultó sus encuentros sociales y familiares durante el ASPO y DISPO, dado que no contaban, al interior del eje de expansión con redes de sociabilidad previas. En este punto encontramos que a la falta de actividades cotidianas en el barrio de residencia se suma que ninguno/a es originario/a de sus barrios de residencia; más aún, todos/as se suburbanizaron hace menos de diez años y la gran mayoría lo hizo hace menos de 5 años. Como hipótesis para futuras investigaciones sostenemos que ello generó dificultades para el ejercicio de cuidados barriales colectivos. Con todo, asumir que hay movilidades diferentes, conforme el género, la edad, el lugar en la estructura social; lugar de residencia, etc. —es decir una relación entre movilidad cotidiana y desigualdad social— implica asumir que no solo son los recursos materiales los que se ponen en juego. También la disposición de las redes de relaciones sociales posibles y del tiempo está fuertemente condicionadas por las prácticas de movilidad cotidiana.

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Notas

[1] Lic. en Sociología (FaHCE-UNLP) y Dra. en Estudios Urbanos (ICO-UNGS). Becaria Post-Doctoral del CONICET. El trabajo se inserta en el Proyecto “Flujos, fronteras y focos. La imaginación geográfica en seis periferias urbanas de la Argentina durante la pandemia y la pos pandemia del COVID19”, dirigido por el Dr. Ramiro Segura.

[2] Para mayor precisión respecto del ASPO y DISPO, consultar Ferrari (2023).

[3] Por barrios abiertos nos referimos zonas homogéneas de la trama urbana, comercializadas mediante el mercado formal y sin restricciones de circulación.

[4] En la siguiente tabla son 23 y no 22 los registros, dado que una de las entrevistas fue realizada a dos personas en simultáneo.

[5] Coordinado por Ramiro Segura, Director del proyecto.

[6] Este artículo nace de un trabajo colectivo realizado junto a Federico Oriolani y Florencia Musante, en el cual analizamos comparativamente la movilidad cotidiana de las clases medias, los sectores populares y las clases altas durante la pandemia.  

[7] Las tres excepciones remiten a dos adolescentes de la ciudad de Mar del Plata que asisten al colegio en sus barrios de residencia y un jubilado.

[8] Los nombres de las personas entrevistadas son ficticios a fin de mantener el anonimato de la fuente.

[9] Al diseñar las medidas de in-movilidad, sostiene Jirón (2020) al analizar el caso chileno, “los tomadores de decisiones desconocen a su población, y que la gran mayoría de los habitantes de nuestras ciudades carece de condiciones suficientes para quedarse encerrados y viven condiciones de alto nivel de vulnerabilidad y precariedad” (Jirón, 2020:76).

[10] Una excepción a este punto es el barrio “El gigante del Oeste” (La Plata). Allí, dado que el barrio se originó por las acciones colectivas propulsadas por las clases medias platenses organizadas para acceder al PROCREAR (Ventura, 2020), las redes de socialización y contención social sí estuvieron activas durante la pandemia.

[11] Desconocemos, sin embargo, si estos nuevos circuitos se mantuvieron una vez que las restricciones a la circulación se levantaron completamente.

[12] En octubre del año 2020 Matías Lammens, el Ministro de Turismo y Deportes de la Nación, lanzó el programa Previaje. El mismo se orientó a reactivar la actividad del sector del turismo otorgando crédito por el 50% del total de los gastos realizados a quienes adquieran sus vacaciones para 2021 antes del final de 2020. Dicho crédito podía utilizarse tanto en ese viaje como en otras compras dentro del rubro turístico en Argentina durante todo el 2021.

[13]Fuente:https://www.argentina.gob.ar/noticias/comenzo-la-capacitacion-sobre-genero-en-el-curso-para-la-licencia-de-conducir.