Saravia Ramos, Pablo

Reseña de Sistematización de experiencias. Una oportunidad de aprendizaje y construcción conjunta en los territorios de Nancy Sánchez Acuña y Marlene Flores Abogabir (Compiladoras).

Cuadernos de Extensión Universitaria de la UNLPam, Año 5, Nº 5, abril-diciembre 2021. Sección: Reseñas, pp. 155-160

ISSN 2451-5930 e-ISSN 2718-7500. DOI: 10.19137/cuadex-2021-05-08

https://creativecommons.org/licenses/by-nc-sa/4.0/deed.es

 

DATOS DE PUBLICACIÓN

 

Título del libro: Sistematización de experiencias. Una oportunidad de aprendizaje y construcción conjunta en los territorios

Compiladoras: Nancy Sánchez Acuña y Marlene Flores Abogabir

Año de publicación: 2021

Editorial y lugar de edición: Editorial del Norte. Heredia: Costa Rica. ISBN 978-9968-831-34-5

 

 

DATOS DE AUTOR DE LA RESEÑA

 

Autor: Pablo Saravia Ramos

Universidad de Playa Ancha, Observatorio de Participación Social y Territorio, Departamento de Estudios Territoriales y Diálogos Interculturales. Valparaíso, Chile.

Dirección electrónica: pablo.saravia@upla.cl

ORCID: https://orcid.org/0000-0001-6835-169X

 

 

 

TAPA

 

Descripción: PDF) Desafíos para apoyar la construcción colaborativa de política pública  contextualizada a la provincia Guanacaste, Costa Rica

 

Enfrentarse a un texto de más de 400 páginas no es sencillo pero si, además, se trata de una sistematización de experiencias lo hace particularmente demandante cuando se trata de escribir algo al respecto, ya que en él se condensa una cantidad enorme de esfuerzos, energías, reflexiones y acciones territoriales que siempre desbordan lo limitado de la palabra.

 

Sistematizar experiencias territoriales permite conocer de manera ordenada lo que se ha hecho en una materia determinada, facilita la comunicación de los avances, retrocesos, barreras que otros han enfrentado, sirve para aprender de lo que otros han hecho y cómo eso se puede poner en diálogo con las propias prácticas. Este mismo ejercicio hace posible un potenciamiento de las experiencias y funciona como un aporte para el aprendizaje situado. A su vez, permite identificar las potencialidades de un territorio, como también sus áreas de tensión o conflicto. Es decir, nos brinda una imagen sobre lo hecho, al mismo tiempo que nos da pistas sobre posibles derroteros que pueden tomar esos mismos ejercicios u otros que se nutran de las experiencias expuestas.

 

Me gustaría resaltar del prólogo cómo se expone la ya antigua relación o disputa, para otros, entre la teoría y la práctica. El texto lo ilustra como: “…la relación entre teoría y práctica se vuelve esencial como fuente de mejoramiento de la base teórica, la cual podría explicar la dinámica de la realidad o bien deberá ser modificada o reconstruida”. Ver dicha relación como una fuente de mejoramiento nos sitúa en la dirección correcta acerca de cómo tenemos que avanzar en la construcción de mejores y más ajustados marcos teóricos y, por otra parte, sobre cómo podemos apoyar procesos reflexivos en la práctica. Ambos esfuerzos se nutren entre sí y son absolutamente complementarios y necesarios.

 

Si bien el texto no propone una distribución temática de las experiencias sistematizadas, este ejercicio puede resultar de utilidad cuando se busquen elementos comunes y de distinción entre las diferentes experiencias. Una posible distribución reconoce proyectos que trabajan en clave de evaluación y/o autoevaluación de lo realizado (capítulos 1 y 8)[1]. En el primero de ellos, un tema que es central en la lógica de los proyectos y que, a su vez, es una de sus principales debilidades, tiene que ver con la incertidumbre que suponen estos mecanismos de asignación de recursos para el trabajo a largo plazo. La lógica despiadada de la competencia por fondos provoca efectos no deseados. Por una parte, los equipos y grupos de investigación se vuelven “expertos” en la formulación de proyectos, teniendo que adecuar sus propias prácticas y prioridades a los criterios y estándares de elegibilidad de los fondos para poder ser competitivos. Esto no siempre es coincidente con los posicionamientos epistémicos de los equipos, sobre todo de aquellos que proponen un trabajo más íntimo y de largo aliento con los territorios y sus comunidades. Además, la lógica de los proyectos se sostiene sobre un esquema metodológico y de trabajo estándar y uniforme que debería ser respetado por todas las iniciativas, situación que va en desmedro de la diversidad de enfoques y la condición emergente que el trabajo territorial demanda. En tanto, en la experiencia basada en mecanismos de autoevaluación, reconocemos la siempre necesaria mirada sobre los procesos y cómo estos pueden ser perfeccionados en pro de una mejor práctica en el futuro. Este tipo de instancias, cuando son orientadas desde el espíritu de la participación y la colaboración, suelen tener mejor recepción entre las personas u organizaciones evaluadas.

 

Otra área de trabajo, aunque menos presente en los casos expuestos en el texto, señala relación con el tema de las políticas públicas en el trabajo territorial (capítulo 2). En esta relación se entrecruzan dimensiones locales y globales que, muchas veces, impiden avanzar en la profundización de los mecanismos de participación colectiva. Cuando la participación se propone desde una práctica colaborativa es doblemente demandante, a lo que agregamos el factor de contextualización territorial, ya que se termina por dibujar un mapa complejo de resolver y en el que los procesos de adecuación y flexibilización del trabajo son claves para poder avanzar en una interrelación satisfactoria de estos componentes. Otro de los temas que tiene una presencia menor en el texto son los proyectos que están basados en clave de denuncia, como puede verse en los capítulos 4 y 5: el primero problematiza sobre las violencias sistemáticas hacia las mujeres y el segundo se centra en el tema de los desplazamientos ambientales. Este tipo de iniciativas ayuda a visibilizar fenómenos que hoy en día son claves para comprender las complejidades a las cuales están sometidos el trabajo bidireccional entre la universidad y los territorios, como así también las estructurales consecuencias negativas del modelo patriarcal y extractivista en el que estamos sumidos. La relegación sistemática del “otro” al espacio de la indiferencia periférica se hace posible por medio de la instalación de prácticas violentas que buscan despojar a los sujetos de aquello que portan y que remiten a una construcción diferente de relaciones y formas de comprender los territorios.

 

Un grupo importante de las experiencias sistematizadas hace referencia a los procesos de implementación y fortalecimiento de determinadas organizaciones territoriales. En uno de ellos (capítulo 6) se resalta el necesario diseño de soluciones o prácticas diferentes que buscan transformar ciertas realidades territoriales, también se advierte sobre la necesidad de que estas alternativas sean adoptadas por los territorios como suyas. Esto es fundamental para poder garantizar el éxito de estas experiencias, es decir, las alternativas pensadas desde el espacio técnico-universitario que, necesariamente, tienen que dialogar y ser co-construidas con los territorios si se busca que éstas garanticen un proceso de transformación a mediano-largo plazo. De lo contrario, seguirán siendo estrategias de transferencia de conocimientos unilaterales que reducen al mínimo los impactos para los territorios. En esta misma línea, en el capítulo 7 se potencia la dimensión del fortalecimiento de las organizaciones como parte fundamental del sostenimiento de estas experiencias en el tiempo, que es uno de los retos más importante con los cuales tienen que lidiar este tipo de proyectos. Este sentido, es fundamental realizar un ejercicio crítico respecto de las diferentes fases, objetivos y estrategias que diseña la experiencia. Lo interdisciplinario suele ser una de las herramientas más potentes para trazar una hoja de ruta que permita delinear el mejor camino en pos de la sostenibilidad del trabajo territorial en el tiempo. Destaca el posicionamiento desde el “aprender haciendo”, que funciona como otra prenda de garantía para la incorporación del trabajo en las agendas particulares de los territorios. Desde una óptica completamente diferente, el capítulo 11 expone una experiencia que sostiene que el emprendimiento (en clave empresarial) de los sectores rurales es una estrategia posible como salida a los problemas de empleo y pobreza.

 

Por último, existe otro grupo de iniciativas que se centran en ejercicios de sistematización de sus propias prácticas. En mayor o menor medida, estas experiencias de sistematización (capítulos 3, 9, 10 y 12) se interrogan sobre la relación Universidad-Territorio y como este es un tema en desarrollo, donde avanzar significa derribar ciertas preconcepciones de lado a lado. Estos ejemplos ilustran la heterogeneidad que existe al momento de desarrollar procesos de sistematización con las comunidades y sobre cómo esta herramienta se vuelve más poderosa en la medida en que rescata la voz de las actoras y los actores.

 

El texto resulta una gran contribución al trabajo territorial y universitario centroamericano y, especialmente, para el caso de Costa Rica, por tratarse de una serie de experiencias que están poniendo en valor los procesos que las comunidades están viviendo. Incluir un cierre analítico al libro hubiera dado más peso todavía a la propuesta y a los propios informes incluidos en él. Sistematizar no solo implica el desafío de agrupar aquello que se nos presenta como disperso, gran labor en sí misma cuando se logra, sino que también supone un ejercicio de reflexión integral sobre lo sistematizado.

 

Notas

 

[1] Aunque el texto no está organizado por medio de capítulos, para efectos de esta reseña, se ordenaron correlativamente las experiencias de 1 a 12, según el orden de aparición.

 

Fecha de recepción: 14/05/2021

Fecha de aceptación: 18/05/2021