https://doi.org/10.19137/anclajes-2024-2828 


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DOSSIER

Música, alma, sexo. La autobiografía de Ricky Martin dentro del binomio vergüenza/orgullo

Music, soul, sex. Ricky Martin’s autobiography within the shame/pride binominal

Música, alma, sexo. A autobiografia de Ricky Martin dentro do binômio vergonha/orgulho 

Laura Martínez Català

Universitat de Lleida

España

laura_6.7@hotmail.com 

ORCID: 0000-0002-9967-064X

 

Fecha de recepción: 15/02/2024ǀ Fecha de aceptación: 8/03/2024

Resumen: Desde que empezó su carrera en solitario, el cantante puertorriqueño Enrique Martín Morales (1971-), conocido artísticamente como Ricky Martin, mantuvo su esfera privada alejada de los medios de comunicación. Sin embargo, el 29 de marzo del 2010, y tras varios años de especulaciones por parte de la prensa, aceptó públicamente su homosexualidad. En su autobiografía, titulada Yo (2010), esboza el proceso de interiorización de su orientación sexual y su posterior anuncio a través de las redes sociales. En el contexto del binomio vergüenza/orgullo, se pretende analizar los discursos de rechazo/aceptación que subyacen en la autobiografía y valorar sus significaciones. Asimismo, se atenderá a los obstáculos que deben enfrentar los personajes públicos que manifiestan sexualidades disidentes, así como los beneficios que su salida del armario aportan a la sociedad.

  

Palabras clave: Ricky Martin; Autobiografía; Afirmación de la homosexualidad; Masculinidad disidente; Hispanoamérica[1].

Abstract: Since he began his solo career, Puerto Rican singer Enrique Martín Morales (1971-), known artistically as Ricky Martin, kept his private sphere away from the media. However, on March 29, 2010, and after several years of speculation by the press, he publicly accepted his homosexuality. In his autobiography, titled Me (2010), he outlines the process of internalizing his sexual orientation and subsequently announcing it through social media. In the context of the shame/pride binomial, the aim is to analyze the discourses of rejection/acceptance that underlie the autobiography and assess their meanings. Likewise, the obstacles that public figures who express dissident sexualities must face and the benefits that their coming out brings to society.

Keywords: Ricky Martin; Autobiography; Affirmation of homosexuality; Dissident masculinity; Latin America.

Resumo: Desde que iniciou sua carreira solo, o cantor porto-riquenho Enrique Martín Morales (1971-), conhecido artisticamente como Ricky Martin, manteve sua esfera privada longe da mídia. Porém, em 29 de março de 2010, e após vários anos de especulações por parte da imprensa, aceitou publicamente a sua homossexualidade. Em sua autobiografia, intitulada Eu (2010), ele descreve o processo de internalização de sua orientação sexual e o posterior anúncio dela através das redes sociais. No contexto do binômio vergonha/orgulho, pretende-se analisar os discursos de rejeição/aceitação que fundamentam a autobiografia e avaliar os seus significados. Da mesma forma, serão abordados os obstáculos que as figuras públicas que expressam sexualidades dissidentes devem enfrentar e os benefícios que o seu assumir-se traz à sociedade. 

Palavras-chave: Ricky Martin; Autobiografia; Afirmação da homossexualidade; Masculinidade dissidente; América Latina.

A lo largo de las últimas décadas, se ha ahondado en la relevancia de la “salida del armario” por parte de los individuos que conforman la comunidad LGBTIQ+ por los numerosos beneficios sociales que reporta. En primer lugar, aumenta la visibilidad de esta comunidad tanto en los medios de comunicación como en la cultura popular, desafía los estereotipos tradicionales, rompe barreras y actualiza percepciones obsoletas sobre las expectativas de género y sexualidad. Por otra parte, a través del debate que suscita, normaliza la diversidad e impulsa la inclusión de quienes se alejan de la heteronormatividad o practican relaciones sexodiversas y sirve de ejemplo para los que se sienten inseguros/as de admitir(se) su disidencia. A este respecto, Antoni Maestre Brotons estudia en su ensayo la importancia de las redes sociales ―medio a través del cual Martin dio a conocer su homosexualidad― como herramienta de concienciación de la disidencia, pues gracias a ellas los discursos contrahegemónicos llegan a amplias capas de la sociedad, normalizándolos y haciéndolos más asumibles (236). Sin embargo, a nivel personal en muchas ocasiones aún comporta el temor a la exclusión. El caso de Ricky Martin no fue una excepción.

Educado en San Juan de Puerto Rico en las décadas de 1970 y 1980, en el seno de una familia tradicional y una cultura católica, padeció el peso de los prejuicios que, por entonces, se vertían sobre los varones que se creía que eran homosexuales o que podían llegar a serlo, o, en líneas más generales, sobre aquellos individuos que encontraban placer en ambientes destinados al género opuesto que se les había asignado al nacer (Martin 29). Sustentadas en una moral social-religiosa que trazaba una línea infranqueable entre el mundo femenino y el masculino, la vergüenza y la condenación al ostracismo cumplían la función de evitar posibles “desvíos de conducta”, que actuaban como catalizadores del autorrechazo y perpetuaban el estigma con que la figura del sodomita había pasado a la Historia (Warner 287). En consecuencia, Martin se vio empujado a silenciar fuera del hogar sus razones para intentar formar parte de Menudo, el primer grupo musical de chicos latinoamericanos en alcanzar fama internacional:

Cuando mis amigos […] me preguntaban […], yo siempre respondía que era por las chicas, el dinero y los viajes. Tristemente, de haber dicho la verdad —que quería cantar y bailar— no tengo la menor duda de que se hubieran burlado de mí, acusándome de ser una nena. (Martin 30)

Si nos remitimos al sentimiento de vergüenza que brota al descubrir la propia disidencia, estudiado, entre otrxs investigadorxs, por Sara Ahmed, hallamos las raíces comunes del deseo de ocultación de su aspiración artística y de su homosexualidad: “Cuando nos avergonzamos, el cuerpo parece arder con la negación que se percibe (autonegación). […] El nudo de la vergüenza se intensifica cuando otras personas la ven como vergüenza” (163). Los afectos que se apartan de la normatividad pueden percibirse como indecentes por una mirada ajena prejuiciosa, la cual se proyectaría, incluso, sobre el núcleo familiar del sujeto homosexual o su círculo de amistades. Consciente de ello, y como ya hizo en su momento Juan Gabriel al ser preguntado por su posible disidencia sexual —quien simplemente contestó diciendo que aquello que es evidente no se pregunta y legó al entrevistador la tarea de interpretar si se refería a una orientación sexual u otra—, Martin optaba por responder que “estaba casado con su trabajo” (139), pues sentía “que tenía que pensar en cómo [su homosexualidad] afectaría a mis amistades y a todas las personas que tengo a mi alrededor” (Martin 144-45). Partiendo de la premisa, por lo tanto, de que el ser humano se identifica siempre en relación con el “otro”, y teniendo en cuenta que cualquier identidad no hegemónica es estigmatizada y clasificada como marginal, e incluso como opositora (Sampedro 23), resulta lógica la búsqueda de (auto)protección. Sigue teniendo vigencia, en este sentido, la afirmación de Eve Kosofsky Sedgwick de que “el armario gay no solamente es una característica de la vida de las personas gais, sino que para muchas de ellas todavía es la característica fundamental de su vida social” (92). De hecho, Martin mantuvo en secreto su orientación sexual hasta 2010, cumplidos los 38 años de edad.

Dado que se trataba de una personalidad reconocida, los medios de comunicación, en especial los dedicados a la “prensa rosa”, se encargaron de enfatizar la “negligencia” que supondría no seguir los mandatos de la heteronormatividad cuando, a principios de los 2000, surgieron rumores acerca de la posible disidencia sexual del artista. Sus discursos condenatorios prolongaron la permanencia de Martin, y posiblemente, por extensión, de la mayoría de homosexuales que los leyeron, en, como lo denominaba David William Foster (100), el armario de la vergüenza (Martin 140-41).

También agudizó sus fundados temores el lenguaje homofóbico presente en los distintos registros del habla, transmitido de generación en generación con la idea de que existen maneras legítimas e ilegítimas de vivir:

Se utilizan palabras como “maricón”, “puto”, “pato”, “trolo”, y […] no hacen sino fomentar el odio y la discriminación en las nuevas generaciones por la carga emocional que estas traen. Silenciosamente van construyendo un ambiente de intolerancia y homofobia en la que los jóvenes sienten miedo de ser quienes son. (Martin 260)

Si por un lado, en los medios, se destacaba la “tragedia” que supondría que Ricky Martin resultara ser gay; por el otro, revistas, programas televisivos y vídeos en Internet exigían que “confesara” (Martin 140-48). A este respecto, es de sumo interés citar al escritor puertorriqueño Luis Rafael Sánchez, quien contempla la implicación negativa de la expresión: “confesar se asocia, de entrada, con la culpa y el deshonor, la penitencia y el castigo. Y se la aprovecha para detractar una manera de ser que lleva la firma prestigiosa de la naturaleza, aunque algunos moralistas descerebrados se nieguen a aceptarlo” (193). Como término propio del ámbito religioso, legal y criminológico, la “confesión” sugiere la idea de penitencia, de que es recomendable ocultar la verdad para no ser castigado, para no escandalizar; más concretamente, en el caso de los artistas masculinos, para no escandalizar a sus seguidores, quienes podrían ahora percibirles como cantantes solo para públicos gais y avergonzarse de escuchar su música, y a sus seguidoras, quienes, considerándoles un objeto de deseo inalcanzable, dejarían de comprar sus discos y de acudir a sus conciertos[2].

Para el puertorriqueño, aceptar su homosexualidad resultaba dificultoso, pues cumplía en apariencia con todos los rasgos físicos y de comportamientos estipulados por la masculinidad hegemónica, que se presenta invariablemente heterosexual. Por lo tanto, se le “obligaba” a no alejarse de este rol —que, además, le sustentaba económicamente—: “En mi carrera yo era considerado un ídolo latino, una estrella de la música pop, y para algunos, un símbolo sexual. […] de mí se esperaba algo muy preciso, […] seducir a mujeres” (Martin 254). Puesto que sus espectáculos estaban pensados y ejecutados para el placer sexual de audiencias transnacionales, sobre todo femeninas, desvelar una masculinidad contrahegemónica que dejase patente que la caracterización del amante latino no era irreconciliable con ser homosexual podía ocasionar el fin de un éxito debido, en parte, a una cultura de masas que todavía suponía que “detrás del flujo y reflujo de la vida cotidiana existe una masculinidad verdadera, fija” (Connell 73).

Las especulaciones y el “derecho a saber” de la ciudadanía habían ido un paso más allá en Estados Unidos durante los años 90 del siglo pasado con el fenómeno del outing, mediante el cual se pretendía, en principio, impulsar la normalización de la disidencia sexual. El Diccionario Akal de la Homofobia lo define como la acción de “revelar la homosexualidad de una personalidad pública que la habría callado y, al hacerlo, validaría el estigma al que está asociado, perpetuando el silencio impuesto a los homosexuales” (365). Esta práctica ha sido empleada en numerosas ocasiones a lo largo del tiempo. Tal sería el caso, por ejemplo, de la salida del armario forzada del cantante español Miguel Bosé en 2018 o del actor estadounidense Kit Connor en 2022.

Los gais y las lesbianas, sean o no personajes públicos, se encuentran habitualmente ante el dilema de expresar o mantener oculta su orientación sexual. El outing —que puede darse también dentro del ámbito familiar— arrebata a la persona la libertad de decisión y la enfrenta a posibles inconvenientes tanto de origen personal como social e, incluso, legal. Katheleen Guzman aborda en su ensayo el impacto que genera en la persona expuesta:

Perhaps the most wrenching result of outing is the self-conflict that it creates or inflames. People already anxious about an orientation that society, and until relatively recently, psychiatry, labels deviant now confront whether keeping that fact private is cowardly, reprehensible, or traitorous to one’s self community. (1548)

Martin se detiene a este respecto en el estrago psicológico que el proceder de la prensa le estaba ocasionando: “Yo estaba en el escenario, hacía mi trabajo pero estaba pensando, ‘No veo la hora de que esto se acabe para poder volver a mi casa’. Lo único que quería era trabajar y dormir. No quería nada más” (Martin 146). Aunque sus familiares estaban al tanto, su identidad homosexual aún no se había hecho pública, es decir, no había pasado por el altavoz de los medios de comunicación, “los verdaderos gestores de las identidades públicas” (Sampedro 19). Fue precisamente su reticencia a hablar de ella la que propició que se esmeraran en descubrir “su lado oscuro” (Martin 139). 

Esta realidad abre líneas de debate interesantes, pues con cierta frecuencia se “exige” a los homosexuales que salgan del armario para ayudar a la comunidad LGBTIQ+, sobre todo si son personajes mediáticos. En este sentido, se plantea una dicotomía contradictoria: por una parte, la sociedad y los medios de comunicación piden conocer, a menudo al detalle, la vida sentimental de las personalidades públicas, para lo que presionan en las redes sociales, divulgan fotografías —no siempre acordes a su contexto— e invaden su espacio. Y, por otra parte, las empresas implicadas en la vertiente comercial de la actividad de dichas personalidades (productoras, discográficas, cadenas televisivas, etc.) les reclaman prudencia. El problema aquí radica en que, en el primer caso, se contraviene el derecho a la privacidad, mientras que, en el segundo, se coarta la libre expresión. Hablar y callar se perciben como imperativos simultáneos, lo que genera un ambiente de confusión que, añadido a los prejuicios sociales y reticencias personales, motivan el alejamiento de la luz pública, como en el caso del puertorriqueño, quien en 2001, y por primera vez desde su debut a los 12 años, comenzó a sentir incomodidad en el escenario (Martin 147).

Los managers y discográficas con las que trabajaba Martin no se oponían a que anunciara su homosexualidad, pero le instaban, en cierto modo, a posponer la revelación, insistiendo en que la reacción del público podría ser negativa, y resaltando la alta probabilidad de que su fama se devaluara y, como consecuencia, esto le llevase a la desestabilización (Martin 257). Como es obvio, les preocupaba la pérdida económica y cómo se podría ver alterada —o tiznada— la imagen tanto de la productora como del equipo que había publicitado sus conciertos. Las presiones de la industria para mantener en el armario a estrellas mediáticas, en especial a aquellas que les reportan mayores beneficios, han condicionado la carrera de muchos artistas. Un ejemplo paradigmático sería, de nuevo, el de Miguel Bosé, quien en marzo de 2023 comentó en el programa de entrevistas español “El Hormiguero” que durante años las discográficas le prohibieron hablar públicamente de su sexualidad.

La injuria, como afirma Didier Eribon en Reflexiones sobre la cuestión gay, aparta a las personas que no son “legítimas” y las convierte en vulnerables (55-56). Si los gais eran marginales y pecadores, la posibilidad de desprenderse del miedo a identificarse como homosexual, asumiendo, además, el riesgo de la pérdida de ingresos y de la respetabilidad de sus fans, era remota, si no nula, en el caso de un famoso joven, transnacional e icono del amante latino, como era Martin. Tampoco existía por entonces ningún latin lover que hubiera reconocido, al menos de forma pública, su disidencia sexual.

A pesar de los esfuerzos que hicieron los periodistas para sacarle del armario, el outing no pudo desplegarse por completo debido a dos motivos principales. En primer lugar, según estudia Frances Negrón-Muntaner (250), el hecho de que Enrique Martín fuera conocido como Ricky, un vestigio de su fama infantil, le daba una imagen de juventud virginal que desplazaba las dudas acerca de su sexualidad. Y, en segundo lugar, la colaboración a lo largo de su carrera en producciones cinematográficas y televisivas, encarnando papeles que seguían el canon masculino acostumbrado, así como los vídeos promocionales de sus canciones —la mayoría con un notable componente erótico— y su innegable belleza física, habían hecho del personaje un rompecorazones heterosexual sin parangón, del mismo modo que sus movimientos de cadera, rodeado de bailarinas jóvenes, seductoras y muy atractivas, llevaban a sus seguidoras a negar cualquier tipo de “desviación”.

Sin embargo, Martin hizo un tímido primer intento de aceptación en 2009 tras haber leído sobre crímenes de odio en su isla: escribió una carta en Twitter en la que defendía la libertad sexual de aquellos que pertenecían a la comunidad LGBTIQ+ (Martin 263). Con dicha carta y su salida del armario al año siguiente, dio visibilidad a la homosexualidad dentro del mundo del espectáculo y contribuyó con ello a que los artistas gais fueran un poco más aceptados por el mercado global (Negrón-Muntaner 250).

A propósito de Estados Unidos, país donde residía y obtuvo su mayor éxito, incluso en su etapa infantil, cuando se piensa en la cultura queer nacional se tiende a desestimar la aportación latina. Esta omisión ha sido estudiada por Lawrence La Fountain-Stokes, quien concluye que responde a las percepciones a nivel mundial que ven la homosexualidad estadounidense en términos limitados, concibiéndola influenciada solo por la cultura anglosajona, protestante y blanca, a diferencia de la cultura afroamericana, que se asume como heterosexual (138). Esta postura tampoco tiene en cuenta la participación de los individuos de descendencia árabe, hispanos no mexicanos e indígenas nativo-americanos; grupos, en definitiva, que en algunos casos incluso preceden a la presencia anglosajona. Todo ello, añade, “se intensifica en el caso de los homosexuales y las lesbianas, quienes muchas veces ni siquiera son reconocidos en sus países de origen, a no ser como objeto de abuso o discriminación” (La Fountain-Stokes 138-39). Martin, a través de la admisión pública, rompió al fin con el estereotipo del amante latino que forzosamente debía sentirse atraído por el sexo opuesto, al tiempo que otorgó un lugar privilegiado a la cultura homosexual latinoamericana, en particular a la puertorriqueña[3].

Por lo que atañe a la aceptación personal, fue impulsada por varios factores. En una primera aproximación, advertimos que dentro del binomio vergüenza/orgullo la espiritualidad adquiere un papel protagónico. A pesar de que el cantante nunca había practicado la religión católica, los preceptos cristianos habían afectado su forma de percibir sus deseos homoeróticos. Tras acudir a una iglesia evangélica en 1996, acompañado de una de sus novias, se formó en las Sagradas Escrituras, a pesar del autorrechazo hacia su sexualidad disidente y en pugna con todos los escarceos e impulsos “impuros” que había experimentado desde su adolescencia. No obstante, este sentimiento se opacó enseguida. La chispa del orgullo empezó a prenderse cuando un pastor afirmó que la homosexualidad podría curarse mediante oraciones y arrepentimientos (Martin 95), sermón que sin duda recuerda a las terapias de conversión, aún practicadas en muchos países[4].

En respuesta al agravio promovido por una institución que aboga por la vergüenza y la condenación de cualquier sexualidad no normativa, Martin reaccionó defensivamente y abandonó el culto. Si bien esta acción parecería intrascendente por encontrarse temporalmente alejada del anuncio de su homosexualidad, es en realidad la característica que todos los que se han atrevido a vivir acorde a su verdad comparten. Como observa Eribon (Una moral de lo minoritario 96), los individuos que son estigmatizados o perseguidos por su diferencia, topan en algún momento con un acontecimiento que actúa de disparador del orgullo y revierte la abyección social para convertirla en el punto de apoyo de la reivindicación propia.

El artista puertorriqueño, como muchos otros antes que él, previene en su autobiografía sobre el daño moral que causan los principios que, en nombre del amor a la Humanidad de un Ser Superior, se encargan de repudiar a quien transgreda sus normas (Martin 168). Durante siglos, ciertas doctrinas —tanto religiosas como filosóficas— sirvieron (y continúan sirviendo), para encorsetar la libertad personal e infundir el miedo a ser o sentir diferente. Así, por ejemplo, son sorprendentes las reacciones de aquellos religiosos que celebraron el fallecimiento de las 50 víctimas tras los tiroteos en la discoteca Pulse de Orlando en 2016. Una de las declaraciones que más trascendió a los medios fue la del pastor baptista de una iglesia de Sacramento (California), quien afirmó que la tragedia mayor era que muchos homosexuales habían sobrevivido. En el periódico mexicano La Voz de Michoacán se puede leer su sentencia más agresiva: “Me gustaría que el gobierno los pusiera a todos ellos contra la pared y a un pelotón de fusilamiento frente a ellos y volarles los sesos” (s/p.).

A nivel científico, la lucha de los homosexuales contra la estigmatización tampoco escapó a prejuicios médicos. Ya en el siglo XIX, apuntaba Michel Foucault en 1976, los homosexuales fueron examinados tomando su sexualidad como una condición que les era consustancial. En 1870, por ejemplo, fueron catalogados como una suerte de andróginos inferiores y pasaron a ser percibidos como “hermafroditas del alma”, convirtiéndose en víctimas directas del discurso médico y religioso (57). Más adelante, Eribon (Una moral de lo minoritario 223) recogería las palabras del catedrático de Historia de la Universidad de Yale, George Chauncey, quien en una publicación en 1995 explicaba que en los años 20 de la pasada centuria los psiquiatras norteamericanos se quejaban de que cada vez les era más trabajoso curar a los “invertidos”, pues muchos se oponían a considerarse enfermos e incluso reclamaban su derecho a existir más allá del diván o las prácticas de reorientación sexual[5]. El horror experimentado ante la negativa de los homosexuales a tratar su “desviación” no hizo más que aumentar, sobre todo con la futura irrupción de un movimiento gay y lesbiano mucho más visibilizado y masivo. Habría que esperar hasta 1973 para que la American Psychiatric Association eliminara a la homosexualidad de la lista de enfermedades mentales, más otros 17 años para que la Organización Mundial de la Salud le siguiera los pasos, y todavía varias décadas más para que se legalizara el matrimonio entre personas del mismo sexo en Nueva York (2011), California (2013) y Puerto Rico (2015), espacios por los que transita habitualmente el cantante.

A principios de los 2000, la persecución mediática y los ataques religiosos indirectos empujaron a Martin a ausentarse de los escenarios y trasladarse a la India, donde, a través de la meditación, fue acogiendo la realidad que posteriormente haría pública. No deja de ser paradójico que sea este país, en el cual la homosexualidad estuvo penada hasta el 2018, el lugar en el que el artista acabó encontrando una espiritualidad alternativa liberadora. Carlos Pérez Vaquero (17) describe algunos principios hinduistas en relación con la sexualidad: entre las pautas para llevar una vida de acuerdo con la moral, solo se prescribe abstenerse de conductas o de relaciones interpersonales que no sean responsables, es decir, que incluyan adulterio o sexo sin consentimiento o con menores de edad. A pesar de haber interiorizado estos postulados, algunos representados con tatuajes, Martin, en discrepancia con los homosexuales que al sentirse desplazados han apostatado o iniciado campañas difamatorias contra las enseñanzas de todo tipo de iglesias, nunca renegó de la religión que había heredado de su familia, sino que adoptó aquellos aspectos que se hallaban en sintonía con su moral y su ética e imbricó otras de diversos credos. Así, habla en sus páginas de una religiosidad crítica fundamentada más en el análisis que en códigos inexorables:

Jesucristo era muy sabio y en sus palabras descubrí una belleza increíble. […] Me fui dando cuenta de que el cristianismo no trataba de eso. Yo llevaba meses leyendo la historia de Jesús y había notado que además de sus sabias enseñanzas hay una serie de leyes creadas por los humanos. (Martin 92-93)

La autobiografía del artista podría valorarse a este respecto como un modelo de espiritualidad gay, hoy en boga en países anglosajones[6], y como herramienta de autoayuda, pues se comprueba la dimensión self-help del volumen no solo en sus reflexiones, sino en los comentarios de la contraportada, firmados por el escritor brasileño Paulo Coelho y el médico indio Deepak Chopra, dos de los cultivadores más vendidos de este género literario. También son abundantes las citas de superación personal o los guiños a Confucio, Gandhi y Martin Luther King. Si bien el artista insiste en que su intención no es impartir lecciones, en las últimas páginas se aproxima a la confraternización, con el deseo de que sus experiencias ayuden a quienes se encuentren en medio de la vorágine que supone la aceptación de la propia disidencia sexual (Martin 291). Sobre la base de esta voluntad de servicio, se descubre la funcionalidad principal de la autobiografía: actuar de referente (Capote Cruz 17).

Roxana Pagés-Rangel alega que, de forma análoga al género epistolar o al diario íntimo, la autobiografía se hace eco de la psicología de quien la escribe (6). Complementariamente, Maestre Brotons, centrándose en las autobiografías gais, apunta que estas acostumbran a describir la salida del armario, sea pública o privada, como el acto más trascendente de la vida de sus autores, convirtiéndolo en el núcleo de su discurso (244). De algún modo, se rechazan u obvian los acontecimientos pasados para privilegiar la “esencia verdadera” que habría quedado velada por la máscara de la normatividad, de la que finalmente el protagonista se despoja. De esta forma, la autobiografía gay no sería tanto un género literario constructivista como esencialista. Siguiendo con el hilo argumentativo de Maestre Brotons (244), quien a su vez se basa en la premisa elaborada en 1997 por Richmond Ellis en The Hispanic Homograph. Gay Self-Representation in Contemporary Spanish Autobiography, la identidad gay del autor siempre habría “estado”, pero hasta el momento de manifestarse no habría podido “ser”. En Yo se confirma esta hipótesis: el cantante puertorriqueño siempre supo que era homosexual, pero trató de “aliviar” su conciencia durante sus años de juventud mediante el autoconvencimiento de que su orientación tendía hacia la bisexualidad (Martin 252). Este autoengaño, con el que tantos homosexuales se identificarían, responde al consuelo que brinda el no alejarse de la (hetero)normatividad, pues los humanos, como seres sociales por naturaleza, “nos sentimos mejor al enfrentarnos a la calidez de un mundo que ya internalizamos” (Ahmed 228). Aparte de la necesidad de clarificar el propio homoerotismo, la antigua creencia cultural que defendía que la bisexualidad no era una orientación definida sino una simple fase transitoria, justificada por la inmadurez sexual, que terminaría reafirmándose en la heterosexualidad (Angelides 1), tiene el poder de tranquilizar a quien intuye que la aceptación de la homosexualidad es inevitable.

Por otro lado, la autobiografía de Martin no es inusual en la disposición del contenido: su homosexualidad es el centro alrededor del cual orbitan todas las temáticas que recorren las páginas. No en vano leemos en la introducción lo siguiente: “Avancé por un camino […] que quise compartir de la forma más honesta posible. […] me sentía lo suficientemente cómodo para hacerme vulnerable ante el mundo, sabiendo que una vez el libro fuese publicado, nunca más dejaría de estarlo” (Martin XIII).

La llegada de la paternidad en 2008, junto al bagaje que le proporcionaron sus experiencias combatiendo la trata humana en Calcuta, fueron los factores decisivos que le empujaron a comunicar su orientación sexual, hecho que, sumado a su comportamiento público inalterado después de sus declaraciones, supuso un desafío a los convencionalismos sociales. Pareciera que cabía esperar que su disidencia fuese, a partir de ese momento, más evidente o menos restrictiva. En cambio, sus actitudes no sufrieron transformaciones, ni en su trabajo, ni en su imagen. Aún hoy es notable la asunción colectiva de la idea de que los homosexuales no pueden, ni quieren, tener una vida que, más allá de su objeto de amor, no confronte la normatividad. Entre otras decisiones, optarían por no tener una pareja estable y por no tener hijos. La respuesta social ante la paternidad de los homosexuales sigue siendo cuanto menos sorpresiva, pues se sobreentiende que, imposibilitada la concepción natural, no podría, o no debería, darse:

Esas vidas no desearían tener acceso al confort; mantendrían su incomodidad con todos los aspectos de la cultura normativa mostrándolo por la forma en que viven. Idealmente no tendrían familia, no se casarían, no sentarían cabeza en relaciones de pareja […]. Cada uno de estos actos “sustentaría” los ideales que dictan que dichas vidas son queer, fallidas e imposibles de vivir. (Ahmed 230)

Al no confirmar dichas presunciones, Martin asumió el proceder de muchos hombres gais que no pretenden hacer ostentación de su sexualidad. De igual manera, la insistencia en la determinación de brindar a sus hijos una educación respetuosa con la diversidad (Martin 258-60), rivaliza con los prejuicios de mentalidades estrechas y prueba la existencia de familias no normativas ejemplares y ejemplarizantes de valores morales y estilos de vida positivos[7].

En cuanto a la renovación y reinterpretación de su música, algunas canciones del artista se convirtieron en signo de identidad para la comunidad LGBTIQ+ con su masiva reproducción en los locales de ambiente de Estados Unidos y Europa, en competición, por primera vez, con temas tan incorporados a la temática gay como I will survive, de Gloria Gaynor, Love to love you baby, de Donna Summer, o Y.M.C.A., del grupo Village People. En paralelo al análisis de Rodrigo Laguarda (276), cuya aportación se centra en la figura del mexicano Juan Gabriel, pero que aplicaría también a Ricky Martin, el cantante puertorriqueño ofreció una alternativa a los homosexuales hispanos, quienes podían escuchar e identificarse con producciones musicales en su propio idioma. Uno de los singles en apoyo a los derechos LGBTQ+ y a la no discriminación fue Lo mejor de mi vida eres tú, pieza central del álbum Música + alma + sexo, lanzado en 2011. Además de lo sugerente del título del CD, la intencionalidad del contenido del vídeo promocional y de la letra de la canción era, en palabras del compositor, “transmitir un mensaje universal de aceptación, amor, diversidad y comprensión” (Martin XXI).

En conclusión, podemos afirmar que el testimonio de Ricky Martin muestra el tránsito de la vergüenza al orgullo y las presiones de ocultación a las que se somete a las estrellas mediáticas. También pone de relieve el estigma social contra la homosexualidad en las primeras décadas del siglo XXI. La batalla del puertorriqueño, y de todos los que le han precedido, ha consistido en querer romper estereotipos y desprenderse, parafraseando a Gayle Rubin y Adrienne Rich en su discurso sobre las mujeres, de la heterosexualidad obligatoria[8]. En el mundo del espectáculo, la valentía de Martin y de todas aquellas figuras públicas que se han atrevido a mostrar su sexualidad no normativa, ha permitido que otros artistas puedan presentarse casi desde el principio como queer sin temor a ser excluidos, como Kenzy Loevett, JoJo Siwa o Sam Smith. Sin embargo, si bien dicha valentía no es discutible, tampoco puede obviarse que, en los últimos tiempos, ha cambiado el modo en que se percibe la sexualidad porque, entre otras razones, la diversidad y su aceptación se han convertido en nicho de mercado, lo cual ha facilitado que los artistas más actuales puedan mostrar su realidad afectiva sin tapujos.

La homofobia, en palabras del sociólogo Erving Goffman, nos ha hecho creer que “la persona que tiene un estigma no es totalmente humana” (15). De acuerdo con esta creencia, se han difundido discursos morales que han sido utilizados como homogeneizadores de la sociedad. A ellos han acudido la ciencia, los Estados o las religiones para ahogar las disidencias. La asunción pública de lo que de diverso tiene la sexualidad por parte de personajes con fuerte impacto mediático, como es el caso de un artista de renombre internacional tal que Ricky Martin, puede que no acabe con la estigmatización de la diferencia, pero contribuye, sin duda, a socavarla, o, al menos, hace tambalear los pilares que la sostienen.


Referencias bibliográficas

  1. Ahmed, Sara. La política cultural de las emociones. 2004. Traducido por Cecilia Olivares, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2015.
  2. Albano, Sam. God’s Works Revealed: Spirituality, Theology, and Social Justice for Gay, Lesbian, and Bisexual Catholics. Mahwah, Paulist Press, 2022.
  3. Angelides, Steven. A History of Bisexuality. Chicago-Londres, Universidad de Chicago, 2001.
  4. Burr, Kenneth. Coming Out, Coming Home: Making Room for Gay Spirituality in Therapy. Londres, Routledge, 2009.
  5. Capote Cruz, Zaida. La nación íntima. La Habana, Ediciones Unión, 2008.
  6. Connell, Raewyn. Masculinidades. 1995. Traducido por Irene Mª Artigas. Ciudad de México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2003.
  7. Eribon, Didier. Reflexiones sobre la cuestión gay. 1999. Traducido por Jaime Zulaika. Barcelona, Anagrama, 2001.
  8. Eribon, Didier. Una moral de lo minoritario. Variaciones sobre un tema de Jean Genet 2001. Traducido por Jaime Zulaika. Barcelona, Anagrama, 2004.
  9. Foster, David William. Torcer lo recto. Lo homoafectivo en América Latina. La Plata, Universidad Nacional de La Plata, 2019.
  10. Foucault, Michel. Historia de la sexualidad I. La voluntad de saber. 1976. Traducido por Ulises Guiñazú. Madrid, Siglo XXI, 2011.
  11. Goffman, Erving. Estigma: La identidad deteriorada. 1963. Traducido por Leonor Guinsberg. Buenos Aires-Madrid, Amorrortu editores, 2006.
  12. Guzman, Katheleen. “About outing: public discourse, private lives”. Washington University Law Quarterly, vol. 73, n.º 4, enero de 1995, pp. 1531-600.
  13. Johnson, Toby. Gay Spirituality: the Role of Gay Identity in the Transformation of Human Consciousness. Los Ángeles, Alyson Publications, 2000.
  14. Kosofsky-Sedgwick, Eve. Epistemología del armario. 1990. Traducido por Teresa Bladé Costa. Barcelona, Ediciones de la Tempestad, 1998.
  15. La Fountain-Stokes, Lawrence. “De sexilio(s) y diáspora(s) homosexual(es) latina(s): cultura puertorriqueña y lo nuyorican queer”. Debate feminista, n.º 29, abril de 2004, pp. 138-57.
  16. Laguarda, Rodrigo. “‘Vamos al Noa Noa’: de homosexualidad, secretos a voces y ambivalencias en la música de Juan Gabriel”. Actas del IV Congreso Latinoamericano de la Asociación Internacional para el Estudio de la Música Popular, editado por Ana María Ochoa y Marcos Napolitano. Ciudad de México, 2-6 de abril de 2002, pp. 271-79.
  17. Maestre Brotons, Antoni. “Políticas de identidad sexual en las redes sociales: el National Coming Out Day”. MariCorners. Estudios interdisciplinares LGTBIQ+, editado por Antonio Jesús Martínez Pleguezuelos, Moisés Fernández Cano, Aarón Pérez Bernabeu, Miguel Sánchez Ibáñez y Sergio Fernández de Pablo. Madrid, Archivo Digital de la Universidad Politécnica de Madrid, 2020, pp. 236-51.
  18. Martin, Ricky. Yo. Barcelona, Plaza & Janés, 2010.
  19. Naciones Unidas. “Práctica de las llamadas ‘terapias de conversión’. Informe del Experto Independiente sobre la protección contra la violencia y la discriminación por motivos de orientación sexual o identidad de género”. Documentos oficiales de las Naciones Unidas, 2020.
  20. Negrón-Muntaner, Frances. Boricua Pop: Puerto Ricans and the Latinization of American Culture. Nueva York-Londres, Universidad de Nueva York, 2004.
  21. Pagés-Rangel, Roxana. Del dominio público. Itinerarios de la carta privada. Leiden, Rodopi, 1997.
  22. “Pastor evangélico se burla de masacre en Orlando”. La Voz de Michoacán, 15 de junio de 2016.
  23. Pérez Vaquero, Carlos. “Homosexualidad y religiones: consideraciones divinas y humanas”. Derecho y Cambio Social, vol. XI, n.º 35, febrero de 2014, pp. 1-50.
  24. “Ricky Martin confiesa que es homosexual”. El Periódico, 30 de marzo de 2010.
  25. “Ricky Martin sale del armario”. El Mundo, 30 de marzo de 2010.
  26. “Ricky Martin sale del armario”. El Norte de Castilla, 31 de marzo de 2010.
  27. Sampedro, Víctor. “Identidades mediáticas. La lógica del régimen de visibilidad contemporánea”. Sphera Pública. Revista de Ciencias Sociales y de la Comunicación, n.º 4, 2004, pp. 17-35.
  28. Sánchez, Luis Rafael. ABECÉ indócil. San Juan de Puerto Rico, Editorial Cultural, 2013.
  29. “Sorry ladies, Ricky Martin admits he’s gay”. KVIA-TV, 29 de marzo de 2010.
  30. Tin, Louis George, director. Diccionario Akal de la Homofobia. 2003. Traducido por el Taller de Publicaciones y editado por Francisco López Martín. Madrid, Ediciones Akal, 2012.
  31. Warner, Michael. “Pleasures and dangers of shame”. Gay Shame. Editado por David Halperin y Valerie Traub. Chicago-Londres, Universidad de Chicago, 2009, pp. 283-97.

Notas


[1]La presente aportación ha sido realizada gracias a la ayuda predoctoral PRE2020-093326 sujeta al proyecto de investigación “Memorias de las masculinidades disidentes en España e Hispanoamérica” (PID2019-106083GB-I00) del Ministerio de Ciencia e Innovación (Gobierno de España): AEI/10.13039/501100011033.

[2] Si consultamos la hemeroteca de algunos periódicos de España, uno de los países más abiertos y tolerantes con la comunidad LGBTIQ+, advertimos justamente el empleo del término “confesión” en los artículos acerca del anuncio del cantante. Valgan tres ejemplos: “Ricky Martin admitió que es homosexual en una carta pública divulgada este lunes en su página oficial de Internet, donde afirma que esta confesión es parte de ‘un proceso muy intenso, angustiante y doloroso pero también liberador’” (El Norte de Castilla); “El cantante puertorriqueño Ricky Martin admitió este lunes su homosexualidad […]. El artista hizo la confesión a través de su página” (El Mundo); “Ricky Martin confiesa que es homosexual. El puertorriqueño lo acepta como ‘un regalo que me da la vida’” (El Periódico). En el caso de Estados Unidos, plataformas como KVIA-TV publicaron titulares aludiendo a sus seguidoras: “Sorry ladies, Ricky Martin admits he’s gay”. No es de extrañar que el cantante se mostrara reticente a dar la noticia.

[3] Como información complementaria cabría reflexionar sobre cómo Martin moldeó la concepción que por entonces la sociedad tenía de la identidad puertorriqueña en términos generales (no solo en cuanto a sexualidad), investigada ampliamente por Frances Negrón-Muntaner.  

[4] Para mayor conocimiento, referenciamos en la bibliografía un informe de las Naciones Unidas, redactado en el año 2020, en cuyas páginas se analizan la incidencia de estas prácticas por países y el volumen de víctimas que han sido sometidas a sus tratamientos, así como los estragos físicos y mentales, ya incurables, que les han causado.

[5] La publicación a la que alude el autor francés es Gay New York: Gender, Urban Culture, and the Making of the Gay Male World, 1890-1940.

[6] Véanse, por ejemplo, los siguientes títulos: Coming Out, Coming Home: Making Room for Gay Spirituality and Therapy; Gay Spirituality: the Role of Gay Identity in the Transformation of Human Consciousness; God’s Works Revealed: Spirituality, Theology, and Social Justice for Gay, Lesbian, and Bisexual Catholics.

[7] Un caso análogo sería el de Neil Patrick Harris, actor reconocido por haber interpretado el papel de Barney Stinson en la sitcom estadounidense Cómo conocí a vuestra madre, quien a través de sus redes sociales muestra la beneficiosa educación de sus hijos junto a su marido, el actor y chef norteamericano David Burtka.

[8] Algunas personalidades más que admitieron su disidencia sexual de forma pública podrían ser, por ejemplo, y solo por citar algunas, lxs siguientes cantantes: Lady Gaga, quien en 2013 en una sesión de preguntas y respuestas en el Club Berhain de Berlín se definió abiertamente bisexual; Adam Lambert, quien en 2009 dijo públicamente que era gay; Miley Cyrus, quien en mayo de 2015 declaró en una entrevista con la Associated Press que no todas sus relaciones habían sido heterosexuales; Troye Sivan, quien salió públicamente del armario en 2013 mediante un vídeo de Youtube; o Lali Espósito, quien en 2022 habló abiertamente en el programa de Twitch Nadie dice nada sobre su bisexualidad y su proceso de autoaceptación.