DOI: 10.19137/anclajes-2018-22311
RESEÑAS
Una erótica sangrienta reúne trabajos
que analizan la relación entre
la literatura y el sadomasoquismo, en un
corpus que incluye obras de escritores de
Argentina, España, Puerto Rico y Alemania,
entre otros países.
José Amícola, compilador del volumen,
escribe una clarificadora introducción –“¿Bizarreries del signo genital?”– que presenta al lector el universo teórico
del sadismo y el masoquismo. Allí, al
mismo tiempo que repone un importante
mosaico de autores centrales (Pascal Quignard,
Gilles Deleuze, Sigmund Freud, Simone
de Beauvoir y Roland Barthes, entre
otros), Amícola elabora sus propias hipótesis
y emprende la tarea de desacoplar la
dupla SM –fundida en una sola palabra,
por primera vez, en los textos del psiquiatra
alemán Richard von Krafft-Ebing– con
el objetivo de analizar sus funciones y naturalezas
diversas. En esta introducción,
aclara que el sadismo y el masoquismo
provienen de distintas tradiciones estéticofilosóficas:
el Marqués de Sade abreva en
el iluminismo, mientras que Leopold von
Sacher-Masoch, en el romanticismo. Una
operación crítica muy interesante que lleva
adelante Amícola es la de incluir a estos
autores en una perspectiva queer: con respecto
al primero, señala que sus textos representan
una sexualidad “torcida” para las
normas vigentes de la época; mientras que
de Sacher-Masoch afirma que sus personajes
resultan sexualmente ambiguos. Sigue
una semblanza del Marqués de Sade, en la
que se recuperan aspectos de su biografía
y aquellos concernientes a los lineamientos
de su pensamiento y el de su época.
Luego de analizar la novela Justine ou Les
infortunes de la vertu (1791), expone los
principios libertinos que la rigen, y ahonda
en nociones centrales, como por ejemplo
la “perversión”. También le dedica un
análisis a la segunda obra publicada por
Sade, Alineo et Valcour ou Le roman philosophique (1795), y diferencia al marqués
de otros pornógrafos coetáneos a partir de
la crítica social y política que ejercen los
textos sadianos. Además, Amícola articula
el masoquismo con la estética decadente
de fines del siglo XIX, especialmente con
Joris-Karl Huysmans y su novela A rebours (1884). Por último, pone en relación Tadeys (1994) de Osvaldo Lamborghini –obra de la que se ocupará José Maristany
en el capítulo siguiente– con Justine, puesto
que ambas estarían dando cuenta de un
quiebre en la manera de entender las divisiones
genéricas de la sexualidad, al poner
en cuestión los modelos de varón tradicional
y hacer entrar en juego las “retorcidas
inclinaciones sexuales”.
En el primer capítulo del libro –“Terror
textual y terror anal en Tadeys de Osvaldo
Lamborghini”–, José Maristany enfoca
su análisis a partir del concepto textos
terroristas, elaborado por Roland Barthes,
para designar aquellos textos que, dada su
violencia, exceden las leyes de una sociedad,
una tradición, una ideología o una
lengua literaria. En esa serie, Maristany
coloca la obra de Lamborghini. El objetivo
central del capítulo es indagar en la
relación entre este escritor y Sade. Si bien
Maristany reconoce que la vinculación de
estos dos autores no resulta novedosa, justifica
su aporte en la explicitación de “los
aires de familia” que los unen, y de aquellos
elementos que los distancian. Para
ello, contrasta los “repertorios del placer”,
compara escenas eróticas y determina formas
y lugares de la homosexualidad. Este
capítulo también encuentra su valor en la
reposición de la crítica barthesiana sobre
Sade, la cual complementa los aportes realizados
en este sentido por Amícola, en su “Introducción”.
En “Bañadas en sangre. Sadismo gótico
y aristocracia en La condesa sangrienta de Alejandra Pizarnik”, Cristian Vaccarini
analiza diversas relaciones entre el texto de
la poeta argentina y el de Valentine Penrose, Erzsebet Barthory la comtesse sanglante (1957). Explicita los procedimientos de
reescritura que lleva adelante Pizarnik e
indaga en la figura de la condesa con el
propósito de establecer vínculos con el sadismo
y con los textos sadianos. Además,
analiza los diarios de la poeta para reconstruir
su sexualidad y, a partir de allí, establecer
conexiones con la construcción del
personaje de la condesa.
El tercer capítulo –“Copi y el sadomasoquismo
en los setenta”– está escrito por
Ignacio Lucía, quien comienza con una
introducción sobre la figura de Copi en la
que repone aspectos de su vida, de su obra
y su recepción. Luego analiza el interés de
este autor por las temáticas sexuales, marcadas
por el sadomasoquismo. Al mismo
tiempo que Michel Foucault desarrolla,
hacia 1977 y de manera un poco lateral, algunas
ideas referidas al S/M, Copi publica El baile de las locas, novela en la que aborda
esta temática. Lucía, además, reseña algunos
aspectos teóricos –principalmente de
Beatriz Preciado y Guy Hocquenghem– que cuestionan los binarismos sexuales
instalados desde el psicoanálisis, el capitalismo
y aún desde los movimientos revolucionarios
gestados a fines de los años
sesenta en Europa.
Virginia Bonatto, en “La saga del libertino:
sadismo en la narrativa de Juan José Millás”, analiza aspectos poco trabajados
por la crítica de la obra de este autor: revisa
centralmente el carácter sádico de algunos
personajes y narradores masculinos en novelas
como Cerbero son las sombras (1975), Visión del ahogado (1977), El desorden de
tu nombre (1986), Tonto, muerto, bastardo
e invisible (1995). La tesis principal de
este capítulo consiste en que los personajes
construyen una masculinidad sádica con el
objetivo de reparar la pérdida de identidad
que eventualmente han sufrido.
Por su parte, Camila Roccatagliata,
en “Átame (o córtame, tatúame, muérdeme).
El SM en dos obras de Mayra
Santos-Febres”, analiza los modos en que
se conjuga la obra de esta escritora puertorriqueña
con el deseo, el dolor, el erotismo
y la violencia. Así, revisa escenas eróticas,
como las que aparecen en el cuento “Rosa
náutica”, en el que una pareja heterosexual
experimenta sobre una zona “prohibida” del cuerpo heterosexual masculino, el ano.
Roccatagliata afirma que las obras de Santos-
Febres deben ser consideradas como “relatos contrasexuales y queer” puesto
que escenifican prácticas sexuales que deconstruyen
las lógicas dominantes de los
géneros: mujeres sádicas, escenas eróticas
sangrientas, partes del cuerpo vedadas por
las pautas heteronormativas, etc.
En “El (BD) SM como práctica política:
disidencia y normalización en Sade,
Sacher-Masoch y Monika Treut”, Atilio
Rubino hace un repaso de los aportes más
significativos en relación con el bondagesadomasoquismo
(Deleuze y Guattari,
Foucault, Halperin). El BDSM, afirma,
permite desterritorializar las prácticas
sexuales más tradicionales y así pensar
la noción de cuerpo de una manera más
amplia; es decir, el placer se “desexualiza” al no colocarse únicamente en la genitalidad.
Después de analizar la clásica dupla
Sade-Masoch, Rubino aborda la figura
de la cineasta Monika Treut, cuya obra se
nutre de una sexualidad queer o desviada.
Además de su rol como directora, es un exponente
del activismo lésbicos BDSM y
doctora en filosofía, con una tesis sobre el
sadomasoquismo y la figura de la mujer
cruel. Rubino analiza algunos films de esta
realizadora y los coloca en el marco de las
polémicas vinculadas con la pornografía,
que tuvieron lugar durante la década del
ochenta. En las películas de Treut, la mujer
aparece como productora y consumidora
de porno, pero de uno de tipo queer
(BDSM, dragkings, etc), en el que no se
la somete, o al menos no necesariamente,
como en el porno tradicional.
En su artículo titulado “El SM gay
lésbico y la felicidad promiscua. Gayle
Rubin en The Catacombs, Ralf König en
The Eagle, hacia una despatologización
de las disidencias”, Facundo Saxe analiza
el SM gay lésbico en el marco de los años
80. Allí indaga los modos en que la heteronorma
colocó estas prácticas sexuales en
el terreno de la enfermedad, tildándolas de
anormales y ubicándolas como causantes
del VIH-SIDA.
El artículo se centra, en primer lugar,
en la figura de Gayle Rubin: realiza un profundo
recorrido intelectual de esta autora
y destaca el análisis que hizo sobre el espacio
de sociabilización “The catacombs”,
mítico lugar de reunión de la comunidad
SM gay de San Francisco. Luego Saxe centra
su mirada en Ralf Konig, historietista
alemán, y en los vínculos que establecen
sus trabajos con el SM gay lésbico, puesto
que en sus obras ficcionaliza las prácticas y
la sociabilización de estos colectivos.
Jorge Luis Peralta, en “Pablo Pérez:
las bondades del bondage”, asegura que
este autor fue el primero que introdujo el
BDSM en las letras argentinas. A diferencia
de los “grandes escritores”, que evitan
temas como el sadomasoquismo y las prácticas
sexuales “monstruosas”, Pérez escribe
sin disfrazar aquello que pudiere resultar
revulsivo –afirma Peralta– y de este modo
inaugura la representación de identidades,
prácticas y formas de sociabilidad de la
subcultura gay. En este capítulo, se analizan,
principalmente, las novelas Un año
sin amor (1988) y El mendigo chupapija
(2005).
Finalmente, el libro se cierra con una “Coda” –“Recordando a Néstor Perlongher”–,
a cargo de José Amícola, quien realiza
una suerte de homenaje a este autor y
una puesta en valor de la “enorme potencia
disruptiva” de su poesía. Y agrega que
varios temas de género sexual que ocupan
actualmente a numerosos escritores, ya habían
sido planteados mucho tiempo antes
por Perlongher.
Mariano Oliveto
Instituto de Investigaciones
Literarias y Discursivas , IILyD
Universidad Nacional de La Pampa