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parte, la vulnerabilidad es un proceso
multidimensional que confluye en el riesgo o
la probabilidad del individuo, hogar o
comunidad de ser herido, lesionado o dañado
ante cambios o permanencias de situaciones
externas y/o internas, cambios que no solo
afectan al individuo sino a todo su entorno
(Busso, 2001) incluyendo sus sistemas de
producción agropecuaria. Para el caso rural, la
vulnerabilidad es la reducción o eliminación de
la habilidad de la población rural de responder,
en el sentido de resistir o recuperarse en el
menor tiempo posible, a las amenazas
climáticas sobre sus medios de producción
agrarios, sobre su bienestar, el de sus familias
y la comunidad rural en la que se encuentran
insertos (Turbay et al., 2014).
Riesgo (R) = Amenaza * Vulnerabilidad
Vulnerabilidad (V) = (Exposición + Sensibilidad) –
Capacidad de adaptación
El grado de vulnerabilidad está en función
del carácter, magnitud e índice de variación
climática a que está expuesto un sistema; su
sensibilidad y su capacidad de adaptación
dependerá del tipo y grado de amenaza y de las
condiciones biofísicas de los territorios, la
tecnología implementada y las condiciones
socioeconómicas que tienen los individuos o
las comunidades de sobreponerse a la situación
adversa. Como parte de la ecuación, la variable
exposición es el tipo y grado hasta donde está
expuesto un sistema a variaciones climáticas;
depende tanto del evento climático como de la
ubicación del sistema. La sensibilidad es el
grado en el que está afectado un sistema por
razón de estímulos como los provocados por
alteraciones climáticas, magnitud de la
intensidad y frecuencia de los eventos
climáticos extremos. Finalmente, capacidad
adaptativa es la condición de un sistema para
ajustarse a las alteraciones climáticas para
moderar los daños potenciales, aprovechar las
oportunidades o soportar las consecuencias. Es
la habilidad de una población para reconocer y
responder a los eventos climáticos presentes a
través de la reorganización de actividades,
inversiones, reubicación de los recursos, entre
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ubicados en los espacios rurales (IDEAM,
2011).
Estas estrategias son cada vez más una
prioridad de gobiernos y organismos
internacionales, que mediante políticas
públicas, iniciativas de carácter científico y
pertinencia social buscan contribuir a procesos
de adaptación. Aproximaciones a los
conocimientos locales son básicas para
entender las dimensiones culturales del clima;
por tanto, se debe analizar la complejidad de
los saberes que pobladores locales (indígenas,
afrodescendientes, campesinos y urbanos)
tienen sobre el clima (Ulloa, 2014).
Se asume a los productores rurales como
sujetos y actores sociales válidos para expresar
sus percepciones sobre el cambio climático, así
como las posibilidades de adaptación y control
de impactos derivados. Se parte de la
experiencia acumulada, las subjetividades y las
percepciones de las comunidades rurales como
un tipo de conocimiento de suma importancia
y, en ocasiones, complementario y/o análogo al
conocimiento científico (Berkes et al., 2000).
La investigación se fundamentó en el
enfoque de riesgo agroclimático, entendido
como la probabilidad de que durante un
período específico de tiempo, se produzcan
alteraciones graves del funcionamiento normal
de una comunidad o una sociedad debido a
fenómenos climáticos, dando lugar a efectos
humanos, materiales, económicos o
ambientales adversos generalizados que
requieren una respuesta inmediata a la
emergencia para satisfacer las necesidades
humanas esenciales y que pueden requerir
apoyo externo para la recuperación (IPCC,
2012).
El riesgo se expresa como la interacción
entre amenaza y vulnerabilidad; la primera,
entendida como el peligro latente asociado a un
evento climático en un sitio específico y en un
tiempo determinado, susceptible de producir
efectos adversos en personas y/o en el medio
ambiente, o también como la probabilidad de
exceder un nivel de ocurrencia de un evento
con cierta intensidad en un determinado sitio y
período de tiempo (IDEAM, 2011). Por su
O
spina Parra, C. E., y Rodríguez Borray, G. A.