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Corrientes y nucleamientos del sindicalismo opositor peronista. Entre la CGT de los Argentinos y el regreso de Perón, 1970-1973

Darío Dawyd1

Resumen: En el presente artículo analizamos la emergencia de identidades políticosindicales y su búsqueda de nuevas formas de organización, en el período final de la dictadura de la “Revolución Argentina”. Para ello realizamos una reconstrucción de las diferentes estrategias de los dos nucleamientos más importantes del sindicalismo opositor peronista, desde 1970 hasta 1973, trazando su trayectoria en las experiencias opositoras previas y enmarcándolas en su oposición tanto a la CGT nacional dirigida por Rucci, como a la dictadura y la salida política de Lanusse. El trabajo empírico está enmarcado en la pregunta por la relación entre instituciones e identidades políticas, específicamente de las organizaciones (sindicatos y nucleamientos) con las identidades del campo obrero y popular, y la disputa por la representación de los trabajadores.

Palabras clave: Peronismo; CGT de los Argentinos; 62 Combativas; Identidades; Instituciones.

Identities and organizations of the new unionism. Between CGT de los Argentinos and Perón’s return, 1970-1973

Abstract: In the present paper we analyze the emergence of political-union identities, and its search for new forms of organization, in the final period of the dictatorship called “Revolución Argentina”. To do so we reconstruct the different strategies of the new peronist unionism, from 1970 until 1973, by portraying their relations with previous combative experiences, and their opposition to the national CGT led by Rucci, to the dictatorship and to Lanusse’s political exit. The empirical work will be analyzed in the frame of the question about the relationship between institutions and political identities, specifically the organizations (unions and unions groupings) with the workers and popular identities, and the dispute over their representation.

Key words: Peronism; CGT de los Argentinos; 62 Combativas; Identities; Institutions.

Corrientes y nucleamientos del sindicalismo opositor peronista. Entre la CGT de los Argentinos y el regreso de Perón, 1970-1973

Introducción

Después del Cordobazo, el asesinato de Augusto Vandor, las intervenciones sindicales y las prisiones de los dirigentes combativos entre mayo y julio de 1969, el sindicalismo opositor organizó una reunión en Córdoba, el 31 de enero de 1970. Los recientemente liberados Raimundo Ongaro y Agustín Tosco eran las figuras principales de aquel encuentro, que convocaba a todos los adherentes al Programa del 1º de Mayo de la Confederación General del Trabajo de los Argentinos (CGTA). La reorganización de la CGTA y el futuro del sindicalismo combativo estaban en debate, entre quienes proponían hacerlo en el marco del Peronismo Revolucionario y quienes lo pretendían al margen de influencias políticas.2 Estas diferencias frustrarían la reunión de Córdoba (además, reprimida e impedida por el gobierno militar) y marcarían el futuro de las organizaciones que habían participado de la CGTA, la central sindical nacional que desde marzo de 1968 había nucleado al sindicalismo opositor a la dictadura de Juan Carlos Onganía, a la extranjerización de la economía y los monopolios, y al sindicalismo de los sectores vandoristas y participacionistas.
En el presente artículo realizamos una reconstrucción de las diferentes estrategias del sindicalismo opositor, concentrándonos en las dos agrupaciones más importantes que venían de experiencias peronistas, desde 1970 hasta el fin de la dictadura en 1973, y las analizaremos atendiendo a la relación entre aquellas identidades político-sindicales y la búsqueda de nuevas formas organizativas. En primer lugar, se hará un aporte básico, relacionado con la reconstrucción de aquellas diversas experiencias entre 1970 y 1973 (que en la bibliografía aparecen de manera difusa, cuando son tratadas); en segundo lugar, las enmarcaremos en los ensayos previos que el sindicalismo realizó desde el golpe de Estado de 1966; en tercer lugar, buscaremos entender las oposiciones amplias de aquel sindicalismo, tanto a la Confederación General del Trabajo (CGT) nacional dirigida por José Rucci, como a la dictadura y la salida política, lo cual nos llevará a exponer las diversas proyecciones políticas del sindicalismo opositor; en cuarto y último lugar, interpretaremos los resultados de la investigación empírica en el marco de la pregunta por la relación entre instituciones e identidades políticas, específicamente las organizaciones (sindicatos y nucleamientos) con las identidades del campo obrero y popular, y la disputa por la representación de los trabajadores.
Creemos que es posible interpretar los distintos derroteros del sindicalismo opositor, atendiendo a la relación entre la emergencia y las transformaciones de las identidades político-sindicales y la búsqueda de nuevas formas organizativas, basados en dos aspectos. Primero, la posibilidad de estudiar aquellas tendencias sindicales a partir del análisis de sus estructuras institucionales, tanto en la delimitación de su frontera (quiénes quedan dentro y fuera de la institución), los liderazgos y los vínculos entre representantes y representados, y el lugar tradicional de las organizaciones al interior de las identidades (Ostiguy, 1997; Aboy Carlés, 2001 y 2010).3 Segundo, como los sindicatos son instituciones cuya sanción legal impide su adscripción a una identidad política, son terrenos de disputa entre diversas corrientes en competencia por la representación de los trabajadores. Desde este lugar, es interesante reconstruir cómo los sectores opositores buscaron extender las experiencias de sus lugares de trabajo hacia otros sindicatos (conducidos por direcciones consideradas “burocráticas”), en un proceso que comenzó con la “rebelión de las bases” de la CGTA en 1968 y se extendería durante todo el período 1970-1973.4
El recorte elegido nos lleva a comenzar en 1970, tanto porque a mediados de aquel año cristalizaron las diferencias dentro de la CGTA, como porque de esa misma fecha es la normalización de la CGT Azopardo, con Rucci como secretario general, frente a la cual se expresarían todos los sectores combativos. Si bien generalmente estos años son recortados desde el Cordobazo (mayo de 1969), en esta investigación creemos conveniente comenzar un año después, ya que durante ese breve lapso las diferentes estrategias opositoras no habían terminado de eclosionar, y algunas de sus figuras más representativas estaban en el proceso de revitalizar a la CGTA (Dawyd, 2011). Otros elementos que señalaremos más adelante también nos permiten hablar de un nuevo clima desde 1970, como el crecimiento de la violencia política, las reuniones partidarias en pos del fin de la dictadura, el recambio de militares y el anuncio de la salida democrática y la posibilidad de la vuelta de Perón.
La exposición de cada sector opositor se realizará por separado, mientras que en las conclusiones se hilvanarán las distintas experiencias y su interpretación. En esta oportunidad serán abordadas las dos experiencias más importantes del sindicalismo opositor peronista, la CGTA y las 62 Organizaciones Combativas, mientras que se dejará para un trabajo próximo el análisis del sindicalismo opositor de izquierda (Movimiento Nacional Intersindical –MNI- y el clasismo) y las regionales del interior de la CGT. En la mayoría de los casos se analizará en paralelo la CGT de Rucci, en tanto muchas acciones opositoras se realizaron en diálogo con esa organización. Para la realización del trabajo, además de la bibliografía sobre sindicalismo y política de los primeros años setenta, fueron relevadas varias fuentes periódicas, como el Boletín de Documentación e Información Laboral (BDIL), Periscopio, Nueva Plana, La Razón y La Opinión. Con estas fuentes podemos dar cuenta de los elementos que señalamos para el estudio de la transformación de las identidades sindicales, en tanto nos permiten reconstruir quiénes formaban parte o no de los nucleamientos, la tradición para cada corriente de integrar uno u otro y, en parte, el vínculo bidireccional de la representación. Respecto de este último punto, las fuentes analizadas nos permiten acceder principalmente al discurso de los dirigentes, y en muy pocos casos contamos con comunicados de las agrupaciones de base; por lo tanto, solo podemos intentar reconstruir las representaciones mutuas poniendo énfasis en una de las partes.

Antecedentes

Cabe mencionar primero dos características principales de la CGT normalizada en 1970. La primera de ellas es que es imposible ver a la CGT Azopardo como un bloque homogéneo; si el sindicalismo opositor que había conformado la CGT de los Argentinos se fragmentó en diversos nucleamientos en 1970, el sindicalismo vandorista y participacionista vivió un proceso inverso, se reunificó en la CGT en 1970, aunque mantuvo la identidad de los nucleamientos previos. Así, en la CGT convivieron las 62 Organizaciones, Los 8, la Nueva Corriente de Opinión y los No Alineados, con posiciones bien diferenciadas respecto del gobierno militar, sus planes económicos y represivos y la injerencia del propio Perón en la central sindical (Dawyd, 2011). En las propias 62 Organizaciones después surge un sector liderado por Roqué, que se enfrenta a Rucci, y posteriormente el sector combativo que analizaremos más adelante. Es importante destacar este punto en tanto todos los sectores combativos se referirán a la CGT Azopardo de manera indiscriminada, sin apreciar las diferencias entre las posiciones personificadas por Rucci, Coria, Roqué, entre otros (Nahmías, 2013). En segundo lugar, el concepto que utilizamos de “sindicalismo opositor”, sin ser estrictamente de la época, pretende englobar las experiencias del “sindicalismo de liberación” (concepto de la CGTA y luego también del MNI), el “peronismo combativo” y el “clasismo”, y es útil para abarcar las alternativas que se enfrentaron a un sindicalismo “oficial”, encarnado en la CGT. Sin embargo, en estrecha relación con las diferencias internas mencionadas, podría plantearse la pregunta de cuán oficialista era esta central, porque la evidente constatación de que los militares en el gobierno hubieran preferido una dirección a cargo de hombres de trayectoria participacionista, la secretaría general a cargo de Rucci, si podía colocarle el mote de “oficial” a la CGT, era del oficialismo a la conducción estratégica de Juan Perón. Así, la díada sindicalismo opositor-oficial debería pensarse en el marco no solo de estrategias de acercamiento al gobierno militar, sino fundamentalmente de la CGT en la estrategia del movimiento peronista para la salida política y la vuelta de Perón.5
De estas características de las diferentes corrientes sindicales y el contexto político en que se desarrollaron, podemos destacar brevemente otros elementos, como el creciente auge de la violencia política popular (secuestro y ajusticiamiento de Aramburu, toma de La Calera, de Garín, entre otras) y el recambio de los militares (fin del gobierno de Onganía y comienzo del de Levingston) que llevaría a la conformación de encuentros partidarios por la salida política, como La Hora del Pueblo y el Encuentro Nacional de los Argentinos. El periodo abierto en 1970, que cierra en 1973 con el fin de la dictadura de la Revolución Argentina, está claramente delimitado, de un lado, por la presidencia de Roberto Levingston, con quien la CGT encabezada por Rucci, tras un plan de lucha (impuesto por las 62 Organizaciones el 22 de octubre y el 12 y 13 de noviembre de 1970) vuelve al diálogo, pero que no puede resistir al Viborazo de marzo de 19716; y de otro lado, por el gobierno del general Alejando Lanusse, quien finalmente lanza la salida política conocida como Gran Acuerdo Nacional (GAN). En el campo político, el GAN implicaría la rehabilitación de los partidos políticos (tras cinco años de proscripción general), que colocaría nuevamente a Perón y su vuelta al país en el centro de una escena de creciente violencia, cada vez más marcada por las puebladas y las acciones de las organizaciones guerrilleras. En el campo sindical, el GAN marcó la transformación de la protesta obrera, porque produjo una reabsorción de la crisis social por parte de actores políticos del campo opositor al gobierno (Gordillo, 2003), y los debates por la vuelta de Perón atravesarían a todos los nucleamientos sindicales. Si el sector de la CGT liderado por Rucci subordinó la central a las necesidades de Perón para la salida política, el sector participacionista dentro de la CGT recelaba de aquella estrategia pero no podía recuperar parte de su legitimidad perdida (menos aún mientras no se restablecieran las negociaciones paritarias y no pudieran mostrar beneficios a sus bases). Ambos sectores, sin embargo, compartirían en 1973 la desilusión de su lugar menor en las listas del peronismo, y antes aún, la oposición del sindicalismo objeto de este trabajo.

CGT de los Argentinos

En octubre de 1969, a pocos meses de la intervención de los sindicatos que dirigían la central y la detención de la mayoría de sus dirigentes y cientos de sus militantes, la CGTA emitió un comunicado en el que informaba que todavía tenían fuerzas en el interior, y daba a conocer el apoyo que aún recibía de Perón.7 Sin embargo, la posición combativa de la entidad atravesaba un duro momento. Durante los días de la preparación de la reunión de Córdoba (mencionada en la introducción), Ricardo De Luca (navales) se alejó de la CGTA, pero se mantuvo entre los opositores. Poco después, Lorenzo Pepe (ferroviarios) seguiría ese camino y ambos no estarían en la búsqueda basista que la CGTA encararía posteriormente. Semanas después del encuentro de Córdoba, quienes aún sostenían la CGTA realizaron un plenario en Paraná a comienzos de marzo de 1970, con la presencia de Ongaro, Di Pascuale, Tosco y representaciones de todo el país; allí aprobaron un paro activo de 36 o 38 horas para el mes de marzo y una serie de acciones en búsqueda de la revitalización de la CGTA (Dawyd, 2011).
Después de la reunión compartida en Paraná, Ongaro y Tosco comenzarían a construir alternativas opositoras por separado. Mientras Tosco no podía imponer en la CGT de Córdoba a los Gremios Independientes (GI), y la regional seguía controlada por las 62 Organizaciones (que solo ofrecía cargos menores al sector de Tosco, y aunque éste los rechazaba, se mantenía en la regional), Ongaro no detendría su afán por revitalizar la CGTA. A poco más de dos años de la formación de la central se realizó el “Congreso de las Bases” (o de los Compañeros), clandestinamente, en la ciudad de Wilde (partido de Avellaneda en Buenos Aires). Ongaro había anticipado que propondría que las bases condujeran la lucha hacia “la abolición de la propiedad privada de los medios de producción y toda forma de dominación cualquiera sea su procedencia”.8 Durante el Congreso expulsaron a los sindicatos que no seguían la nueva estrategia basista (viajantes, marina mercante, mineros, circulación aérea, jaboneros y al nucleamiento Movimiento de Unidad y Coordinación Sindical -MUCS-) y conformaron el nuevo Consejo Directivo con Raimundo Ongaro, Jorge Di Pascuale, Alfredo Ferraresi, Carlos Burgos, Miguel Coronel y José Osvaldo Villaflor. Difundieron una declaración donde desconocieron “toda organización que pretende usurpar la representación de los trabajadores argentinos y, en particular, a la CGT domesticada” y afirmaron que:

“La CGT de los Argentinos es el movimiento de masas de los trabajadores, cuya primera misión es luchar por sus reivindicaciones concretas en los lugares de trabajo. La CGT no es un partido político. Tampoco se le puede exigir que desempeñe aquellas tareas que corresponden al partido revolucionario en un proceso de liberación nacional. Pero la CGT de los argentinos se siente parte de ese proceso, procura llevar al plano político los conflictos económicos de los trabajadores y está profundamente hermanada con las organizaciones y movimientos que se proponen la liberación nacional y social entendida como la expulsión de los monopolios, destrucción de la oligarquía e implantación del socialismo tal como lo quiere y siente la mayoría del pueblo argentino para que nuestra Patria sea efectivamente libre, justa y soberana ... Las organizaciones de la CGT de los Argentinos deberán superar las limitaciones del sindicalismo tradicional para así ser aptas contra las trabas del régimen y aportar su máximo potencial en la acción y solidaridad para la liberación”.9

Respecto de las nuevas formas de lucha que este sector definía para enfrentar a la dictadura, la búsqueda giraba en torno al rechazo de los cambios de golpistas, como la “farsa” de una apertura electoralista. Así, la CGTA y otros sectores combativos rechazaron experiencias como “La hora del pueblo”, calificada de nueva Unión Democrática de “politiqueros vendidos” que los habían abrazado durante el Cordobazo. Solo reconocían las formas organizativas desde las bases: comisiones internas y agrupaciones de base, sindicatos de primer grado (si estaban dispuestos a luchar y ser intervenidos), coordinadoras de los organismos anteriores y comisiones de apoyo de intelectuales, sacerdotes, estudiantes, militares y profesionales que quisieran acompañar. Pocos días después, Antonio Scipione (que ya lideraba el Movimiento Nacional de Trabajadores Radicales -MNTR-) decidió alejarse de la CGTA, contrariado por la peronización basista que la entidad encaraba.10 Con las expulsiones durante el Congreso de las Bases y la renuncia de Scipione se cerraba la etapa pluralista de la CGTA, que desde mediados de 1970 emprendería el difícil camino de búsquedas alrededor del peronismo revolucionario y desde las bases, en torno a los sindicatos peronistas y con lazos con sectores políticos, juveniles y estudiantiles afines.
Durante el resto de 1970, la actividad pública de la CGTA se centró en las adhesiones críticas a los paros de la CGT Azopardo; el 26 de febrero de 1971 resolvieron que mantendrían las adhesiones a todas las formas de protesta, para “obligar en unos casos y desbordar en otros a las direcciones traidoras que están demorando la adopción de paros activos de carácter nacional”; asimismo, acordaron cooperar con todas las movilizaciones, apoyar a los estudiantes, responder la “burla” de las paritarias y, finalmente, realizar todas las luchas no en función de partidos o sectores políticos, ni golpes militares, sino desde la unidad de las bases para confrontar abiertamente al sistema.11
En tales resoluciones se reflejaba tanto el reconocimiento de la pérdida de iniciativa, como el desmarque de todos los sectores políticos y las salidas electorales, incluido el peronismo oficial conducido por Jorge Daniel Paladino, cuya posición se vio esperanzada después del Viborazo, cuando las Fuerzas Armadas decidieron finalmente encarar su dolorosa despedida del gobierno con la asunción a la presidencia del general Lanusse, el 26 de marzo de 1971, el anuncio del Gran Acuerdo Nacional y la convocatoria a elecciones sin proscripciones.
En este contexto, Ongaro declaró el 8 de mayo de 1971, en un acto de la Juventud Peronista de Resistencia -Chaco-, que los “seudoperonistas” que colaboraban con el gobierno buscaban salidas falsas que el pueblo no quería, y que Lanusse “había conspirado toda su vida sin pensar en ningún momento en la pacificación, pero ahora como está en el poder pide que no se conspire”. Más tarde, en conferencia de prensa, agregó que no quedaba otro camino que el de la “rebelión y la revolución”. Cinco días después fue detenido y alojado en la cárcel de Villa Devoto, donde compartió la celda con Tosco durante ocho meses, y con quien emitió varios comunicados conjuntos. Apenas prisionero declaró que rechazaba “cualquier gestión del azopardismo referida a su libertad, porque la libertad de los dirigentes del pueblo debe ser resultado de la acción del mismo pueblo”.12
Bajo las consignas de la liberación de los detenidos políticos y sindicales, la unidad de todos los sectores combativos, la definitiva liberación del pueblo, la intransigencia frente a golpismo y la trampa electoral, el sindicato de farmacia organizó una reunión clasista-combativa en agosto de 1971, en la Federación de Box en Buenos Aires, que por negativa policial fue suspendida. Un mes después, se realizó en Córdoba, con menos participantes, un “Congreso Nacional de gremios combativos y agrupaciones clasistas”, que fue organizado por el SITRAC y por el SITRAM y tuvo adhesiones de delegados de Buenos Aires, Córdoba, Tucumán, Salta y de la CGTA, pero no todos los que habían adherido al Congreso del mes anterior.13
La búsqueda de centrar las luchas desde las bases fue refrendada por la CGTA en un comunicado de septiembre de 1971, donde llamaban a “continuar con el proceso de rebelión de las bases, para que los dirigentes naturales del pueblo asuman la conducción que les corresponde”, y el trabajo a partir de “equipos de apoyo”, reunidos por identidad de objetivos revolucionarios y tareas que surgieran de necesidades del pueblo:

“A partir del trabajo con las bases, la profundización de la práctica y la discusión política, corroboramos que el grado del proceso revolucionario nacional coincide con el grado de desarrollo de la clase obrera; que en esta lucha en la Argentina, ocupa un papel preponderante la batalla contra los dirigentes traidores y que con ellos encaramados en el poder se está frenando el proceso revolucionario. Por lo tanto en la etapa actual es necesario contribuir a desarrollar en la base del Movimiento Obrero, la línea de la CGT de los Argentinos, contribuyendo a la formación de agrupaciones de base, puntales fundamentales del Sindicalismo de Liberación en esta etapa del proceso. Por fuera del sindicalismo de ‘dirigentes’ impulsamos el Sindicalismo de Liberación no simplemente como una forma organizativa sino como una política de masas”.14

Poco después, el 19 de noviembre, la CGTA emitió un comunicado de prensa donde apuntaba contra quienes, desde el gobierno militar o la traición (en el movimiento obrero y en el peronismo), buscaban destruirlos.15 Para combatirlos, en la asamblea extraordinaria del 17 de diciembre de 1971, los gráficos decidieron aprobar un programa mínimo con las demandas conocidas y un plan de acción en pos de continuar con la organización de base (ni un solo taller sin comisión interna, militancia en los barrios para que no hubiera ninguno sin comisiones de trabajo, coordinar acciones con gremios afines: canillitas, prensa, periodistas, locutores, publicidad y papeleros, entre otros).16
Las demandas por la liberación de los detenidos seguirían durante todos esos años. Ongaro consiguió su libertad en enero de 1972, durante los ocho meses que pasó detenido la CGTA continuó encabezada por dirigentes gráficos, y las agrupaciones de base que aún adherían a ella siguieron en la difícil tarea de buscar extender la participación en un contexto represivo. Esta militancia sindical de base, también en los barrios, recibiría duros golpes; el 27 de marzo de 1972 la Federación Gráfica Bonaerense (FGB) dio a conocer un comunicado acerca de atentados contra militantes, a quienes hacían aparecer como muertos en enfrentamientos simulados; en esos meses habían matado a un obrero mecánico y el secretario de prensa de los telefónicos estuvo desaparecido por dos días. El contexto en el que la represión se acercaba a los gráficos, marcado por las elecciones internas en el gremio, hacía más sospechosa la intervención estatal.
Las elecciones de los gráficos acapararían buena parte del trabajo en aquel año y tras la elección del 22 de junio de Alicia Fondevilla en la Federación Argentina de Trabajadores Gráficos (FATI) y la declaración oficial de su nulidad (y el envío de un delegado electoral), resolvieron retirar a la FGB de FATI y recuperar la plena autonomía gremial. En noviembre de 1972 se realizó un Congreso de FATI, donde eligieron a Enrique Marano, mientras que la FGB formaría la Federación Argentina de Trabajadores de Artes Gráficas, y hasta entrado 1973 reclamaría poder negociar su convenio tras la separación de FATI. Desde la vieja federación, opuestamente, celebraban la recuperación del gremio y la victoria sobre “seudorevolucionarios”.
La política gremial interna en los gráficos consumió los meses finales de 1972 y el comienzo de 1973.17 La coyuntura política avanzaba rápidamente y la CGTA veía cómo se acercaba la anunciada y descreída salida política. En junio de 1972, las “Agrupaciones peronistas de Bases de la CGT de los Argentinos” ya habían hecho pública la posición de que:

“las elecciones sólo serán expresión de la Soberanía Popular y no una nueva maniobra diversionista del Régimen (como ya se evidencia con la intervención a Juntas Electorales del Partido Justicialista y la segura proscripción del general Perón) si se realizan en 1972, sin reforma de la Constitución, sin proscripciones ni inhabilitaciones, si se restituye por esa vía el gobierno del Pueblo, garantizando la presencia del General Perón en la Patria, antes del 30 de junio de 1972, con derecho a elegir y a ser elegido, y como candidato a presidente”.18

Aquella garantía no fue dada. Las elecciones se realizaron con Héctor Cámpora como candidato peronista y la CGTA, en uno de sus últimos comunicados, lo apoyó aunque con reservas respecto de la posibilidad de realizar cambios reales por medio de elecciones condicionadas.19 Pasados unos meses, la CGTA, ya no con esa firma sino a través de ser prácticamente el único sindicato que sostuvo hasta el final aquella primera experiencia del sindicalismo de liberación, los gráficos lucharía contra el Pacto Social, las reformas a la Ley de Asociaciones Profesionales y continuaría el trabajo en las bases.

62 Organizaciones Combativas

Si el sector conducido por Ongaro buscó heredar la experiencia opositora de la CGTA (como también lo haría el MNI), un amplio conjunto de sindicatos conducidos por dirigentes peronistas que habían sido integrantes claves del primer año de la central, pero se alejaron de ella desde los comienzos de la reorganización del peronismo sindical en las 62 Organizaciones, conformarían lo que se conoció como 62 Combativas o peronismo combativo. A diferencia de la CGTA y el MNI, el peronismo combativo estuvo conformado por numerosos sindicatos nacionales, además de tener también apoyos de bases y sindicatos de primer grado (la CGTA tenía como sindicatos nacionales a los gráficos y farmacia -en una línea borrosa entre CGTA y el Peronismo de Base-, mientras que el MNI solo a marina mercante). Asimismo, cabe aclarar que no solamente formaban parte de las 62 (expresando la corriente interna “combativa”), también estaban dentro de la CGT que conducía Rucci (no era el caso de la CGTA).
Desde el llamado de Perón a la unidad del peronismo sindical hacia fines de 1968, varios sindicatos que estaban en la CGTA comenzaron a alejarse de la central combativa para integrar paulatinamente las 62 Organizaciones, como paso previo a la normalización de la CGT, finalmente realizada a mediados de 1970 con un mayor componente peronista, aunque con sectores bien diferenciados (Dawyd, 2011). La maduración de una corriente interna, combativa, al interior de las 62, demandó un año. En el medio, el nucleamiento peronista distaba de estar normalizado; de hecho, poco después de una disputa interna entre un sector de 29 sindicatos de las 62 -aliados con los No Alineados y con la Nueva Corriente de Opinión (NCO)- contra Rucci, Perón tuvo que realizar un nuevo llamado a la normalización del nucleamiento, en el marco de cuyas negociaciones (el plenario del 5 de noviembre de 1971, con adhesiones de “organizaciones que tradicionalmente no pertenecieron al nucleamiento” y la elección de una Mesa Provisoria, que extendería por mucho tiempo su mandato porque la normalización se retrasaría continuamente) surge el sector combativo, que organiza un encuentro y da a conocer un documento.20
En una primera reunión a comienzos de noviembre de 1971, en la sede de Gas del Estado, se encontraron los sindicatos de “la línea dura del peronismo”: portuarios, fideeros, estatales, mineros, vareadores, marítimos, pintura, telegrafistas, calzado, navales, telefónicos y tabaco; plantearon la necesidad de convocar a un Comité Central Confederal (CCC) para tomar medidas de lucha contra las persecuciones gremiales y en solidaridad por los conflictos en Córdoba, y los que se daban entre los trabajadores portuarios y ferroviarios.21 Ricardo de Luca solicitó el relevo de toda la conducción de la CGT, a la que acusó de enfriar el proceso de movilización de la clase trabajadora, y el 29 de noviembre emitieron un documento donde pidieron la convocatoria de un CCC para plantear todas estas demandas. Además ratificaban su posición de “trabajadores peronistas”, reclamaban un CCC para dar continuidad a la acción de los trabajadores y planteaban una serie de demandas por libertades y derechos comunes a los sectores combativos.22
El 15 y 16 de enero de 1972 realizaron el Plenario de Gremios y Agrupaciones Peronistas Combativos, convocado para fortalecer la “tendencia combativa, un proyecto y una práctica que una a los trabajadores y al pueblo todo en la acción revolucionaria”, que aunque databa de 1955, cobró real diferenciación con la CGTA en 1968 y con el Cordobazo un año después, obedeciendo a Perón hacia arriba y a las bases hacia abajo.23 La mesa directiva se conformó con Mario Aguirre (estatales de Rosario), Castro (estatales de Córdoba), de Luca (navales), Ferreyra (empleados públicos, Córdoba), Verón (portuarios) y Avelino Fernández (Agrupación 17 de Octubre de metalúrgicos de Capital Federal). También estuvieron Julio Guillán, Benito Romano, Florentino Cortes y Roberto Dighón, entre un total de 204 delegados de varios sindicatos (muchos que habían estado en la CGTA): estatales, mineros, gas, telefónicos, navales, calzado, portuarios, jaboneros, fideeros, tabaco, pintura, CGT Córdoba, CGT Misiones, CGT General Pico y CGT Santa Rosa de La Pampa, varios sindicatos de Córdoba y Rosario y otros del interior; participaron agrupaciones de base, entre ellas la Lista Verde de los ferroviarios (Pepe) y estuvieron presentes los gráficos, en tanto Ongaro fue invitado a hablar apenas salido de prisión, y por otro lado, Tosco fue designado presidente honorario del plenario (pero ni miembros de CGTA ni de MNI ocuparon cargos en la nueva corriente).24 Después de elegir una comisión redactora de un documento y una mesa de trabajo, emitieron una declaración.25 En el documento fundacional del peronismo combativo hacían una reseña breve de la historia política argentina, con la mirada puesta en el cambio del sistema de explotación por uno con las tres banderas peronistas, “a través de la instauración del socialismo nacional, mediante el cumplimiento” de los puntos básicos de los programas de Huerta Grande y del 1º de Mayo, que implicaban un camino que exigía como condición irrenunciable el regreso de Perón como conductor del proceso de liberación social y nacional.26 Este objetivo general de vuelta de la soberanía popular irrestricta, lo integraban con otros: libertad de presos, derogación de leyes represivas y organización popular para “la toma del poder, como elemento fundamental de la guerra revolucionaria”. Ello implicaba, en lo interno, la búsqueda de unidad con los peronistas “leales de corazón” para la liberación nacional (unidad, solidaridad y organización) y exigir a la CGT a través de las 62 un CCC para imponer un plan de lucha por las demandas; en lo externo, implicaba la movilización en todo el país, la solidaridad donde hubiera conflictos, la lucha por la aparición de todos los desaparecidos en 16 años de lucha, el cuerpo de Vallese y el castigo a los culpables. Finalmente, cerraban el documento con la reiteración de los 16 puntos mínimos enunciados en noviembre.
En los meses siguientes, la Mesa de Trabajo de los Gremios y Agrupaciones Sindicales del peronismo combativo emitió una declaración tras la resolución del último CCC del 10 de febrero (donde se resolvió a propuesta del Consejo Directivo un paro de 48 horas entre el 29 de febrero y el 1° de marzo, movilizar al movimiento obrero en asambleas y declarar al CCC en sesión permanente –mientras que la 62 propusieron medidas directas-). En ella afirmaban que acatarían lo resuelto, pero no harían un paro pasivo e invitaron a realizar asambleas para coordinar las movilizaciones.27 A finales de marzo emitieron otro documento contra la postergación del CCC, por un debate sobre cómo continuar la lucha, y afirmaron que la conducción de la CGT mostraba a Perón como claudicante, porque pedía “prudencia” (en una carta recientemente conocida). Según los combativos, lo que Perón en realidad solicitaba era “lucha meditada” en pos de los 16 puntos, y enfatizaban que en la misma carta afirmaba que había que hacer algo por el mal momento social, y eso debía interpretarse como “ganar la calle”, hacer asambleas en las fábricas, en los barrios, porque las directivas de Perón eran claras por más que algunos no quisieran interpretarlas.28
La disputa por la interpretación de Perón continuaría hasta incluso el primer regreso del líder al país. Antes de producirse, Eustaquio Tolosa pidió en mayo la disolución de los Combativos y todas las tendencias internas en las 62, para lograr definitivamente la unidad del movimiento obrero peronista y terminar el estancamiento. El pedido llegaba poco antes de que se produjera el Congreso Ordinario de la CGT para renovar las autoridades. Como no hubo acuerdo para normalizar las 62 antes del Congreso (que reeligió a Rucci y una Comisión casi igual a la anterior), hubo que esperar unos meses más. En ese período, en agosto de 1972, las 62 resolvieron las expulsiones de Guillán, Cabrera y Dighón, tres representantes del sector combativo, porque habían viajado a Madrid a ver a Perón sin autorización del nucleamiento (por el que oficialmente también habían viajado por esos días Coria, Miguel, Rosales, Carrasco y Herrera). Perón avaló las expulsiones en pos de la imprescindible verticalidad y las 62 ratificaron la conducción dialoguista del nucleamiento, donde no participaban los combativos, ni Los 8. Los sindicatos involucrados rechazaron las expulsiones de sus dirigentes (los mineros dieron a conocer la declaración “La traición condena a la lealtad”), recién reincorporados con el primer regreso de Perón en noviembre de 1972. Pero el problema en las 62 era mayor. El sindicato de la construcción y el de mecánicos renunciaron a la Mesa Ejecutiva Nacional (sin dejar el nucleamiento), por estar en desacuerdo con el armado del Movimiento Nacional Justicialista, que relegaba los cargos para el sector sindical respecto de las otras ramas (masculina, femenina y juvenil) y aceptaba la “infiltración” gorila y marxista en el movimiento peronista. Ciertamente, comenzaba una nueva etapa de conflictos al interior del peronismo, expresados aquí en el reclamo de la rama sindical que aspiraba a una mayor participación en el nuevo gobierno, con más cargos, mientras que los combativos lograrían incluir a Ricardo de Luca como diputado nacional por la ciudad de Buenos Aires.

Conclusiones

Contemporáneo a los años 1970-1973 y cercano a la experiencia de la CGTA, se fue desarrollando el Peronismo de Base (PB), otra experiencia de sindicalismo opositor peronista que contó con un sindicato nacional (farmacia) y numerosas agrupaciones en fábricas y barrios, ya que dependiendo de la zona del país el PB fue más fabril o más barrial, y en la mayoría de los casos en relación estrecha con las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP).29 Hacia el final del período, pueden señalarse dos organizaciones nacidas en 1973 con un clivaje novedoso para los nucleamientos analizados, porque se establecía una línea divisoria entre el adentro y el afuera de la organización, a partir de una franja etaria, como fue el caso de la Juventud Trabajadora Peronista y la Juventud Sindical Peronista (Damin, 2013). Nacían así nuevas disputas en el peronismo y en el movimiento obrero, que marcarían el período 1973-1976.
La bibliografía que analizó el sindicalismo de estos años abordó mayormente los casos de conflictividad sindical en las fábricas, y en especial se concentró en la conflictividad durante el periodo posterior: el gobierno peronista entre 1973-1976 (Jelin, 1978; Aristizábal e Izaguirre, 2002; Torre, 2004). Cabe decir que las obras generales sobre sindicalismo también se dedicaron a estudiar principalmente los años peronistas.30 En el presente artículo realizamos una reconstrucción de las diferentes estrategias del sindicalismo opositor peronista, desde 1970 hasta el fin de la dictadura en 1973, centrándonos en los vaivenes de los diferentes nucleamientos, que daban cuenta de las tensiones entre las identidades político-sindicales combativas, en disputa también contra la CGT y la dictadura.
Caben mencionar dos aspectos de las experiencias opositoras, y por contraste de la CGT Azopardo, en el marco de la relación entre aquellas identidades sindicales y sus formas organizativas. Por un lado, la falta de un espacio común y la desventaja numérica; y por otro, la búsqueda de cada sector por mostrarse como la más fiel encarnación de la oposición a la CGT, a la dictadura y al sistema.
En primer lugar, es importante señalar que a pesar de compartir una experiencia previa común (la CGTA) y diversos plenarios, reuniones, propuestas y protestas, y de tener programas con demandas cercanas, las diferentes tendencias del sindicalismo opositor (peronista y no peronista), a diferencia de los heterogéneos integrantes de la CGT Azopardo, no pudieron conformar un espacio común.31 Ya desde la primera reunión para revitalizar la CGTA, en enero de 1970, no hubo acuerdo entre quienes proponían hacerlo desde el Peronismo Revolucionario y quienes lo hacían por fuera del peronismo. Estos sectores no cuestionaban la unidad de la CGT, una única central nacional (Dawyd, 2011b), pero se oponían a los fines para los cuales la CGT era jugada hacia el peronismo “oficial”. De todos los nucleamientos opositores, las 62 Combativas reunían a la mayor cantidad de sindicatos nacionales; por otro lado, gráficos y farmacia estaban en la CGTA, y finalmente sectores con menos peso como sindicatos regionales o comisiones de fábrica (desde Luz y Fuerza de Córdoba a numerosas agrupaciones de base). Ni siquiera todos reunidos podían haber disputado la conducción de la CGT. Pero más importante aún, no pudieron formar ese espacio común desde donde buscar mayor alcance para la oposición sindical; tampoco lograron reeditar el espacio común que había sido la CGTA, para los combativos, independientes, intervenidos y otros.
Si la posibilidad de una identidad sindical opositora tenía una frontera que trazaba claramente quiénes quedaban dentro y fuera, las diversas tradiciones y experiencias entre los opositores (desde el peronismo combativo y los independientes de los años sesenta, a los nuevos emergentes clasistas) y especialmente la imposibilidad de establecer una representación nacional por sobre todos ellos, impidió un anclaje institucional para los sectores sindicales opositores. La ausencia de quien pudiera articular una hegemonía con la que encabezar el sector opositor se muestra claramente al comparar con la CGT, donde sí podían reclamar las 62 su representación en ella (y la Unión Obrera Metalúrgica dentro de las 62), la frontera también estaba claramente delimitada entre quienes integraban o no la central, y de manera muy importante, la unidad formaba parte esencial de la tradición del sindicalismo peronista (Dawyd, 2011b). Numéricamente en desventaja y sin una hegemonía clara para conformar un espacio común del nuevo sindicalismo opositor, estos sectores debieron enfrentar otro desafío.
Cada tendencia opositora debía mostrar que encarnaba mejor la oposición a la CGT, a la dictadura, al sistema; que la oposición era desde el peronismo (en diferentes variantes) o por fuera de este (en diversas posiciones de izquierda). Para los opositores peronistas, había que mostrarse como la mejor encarnación de la tradición obrerista del movimiento. Por añadidura, el desafío también era convencer que ellos representaban a los trabajadores mejor que las autoridades que Perón respaldaba en la CGT. Si pudieron hacerlo a nivel de la representación sindical en sus lugares de trabajo, ello les resultó imposible a nivel político. Si a nivel sindical cada tendencia podía sostener que sus bases sindicales la apoyaban, no podía llevar esa experiencia al campo político, donde esas bases seguían identificándose con el peronismo oficial, que desde 1970-1971 se preparaba para la salida política, y que finalmente terminó apoyado no solo por las 62 Combativas sino incluso por la CGTA.
Así, en la monolítica unidad de la CGT, el sector combativo de las 62 logró una proyección política mayor que las otras experiencias opositoras y hasta llegaron a participar de las candidaturas para las elecciones de marzo de 1973. Ricardo de Luca, una figura relevante del peronismo revolucionario de los años sesenta y de los combativos de los setenta, fue elegido diputado nacional por la Capital Federal y aún alertaba que:

“deberemos tener muy en claro que el régimen demoliberal capitalista, con todos los intereses del imperialismo en nuestro país y en América Latina, no va a dejar escapar, así sin más, todo el poder real que tiene a través de un proceso electoral”.32

La permanencia de los combativos en las estructuras oficiales del peronismo les permitió una mayor proyección política. El otro sector del sindicalismo opositor peronista, en disputa por la representación verdadera del peronismo obrero, centró su perspectiva en las bases, en la formación de una nueva conciencia obrera - decepcionados por la vuelta de Perón al país y al gobierno- y alejados de lo que veían como estructuras burocráticas. Aquí podemos hilvanar el significado de la novedad de la CGTA en torno del sindicalismo de liberación, en tanto en su búsqueda recuperaba las luchas previas, pero las nuevas experiencias del período 1968-1970 la llevaron a redefinir la organización y las formas de lucha; aquí reside la novedad de la CGTA para el período estudiado, no en un cambio de objetivos (serán los mismos del Programa del 1º de Mayo, la mayoría de ellos compartidos con las 62 Combativas y otros sectores sindicales opositores) sino en su realización únicamente desde lo que era concebido como poder popular: desde las bases.33 Desde nuestra mirada teórica descripta más arriba, un cambio institucional tan marcado nos permitiría hablar de una novedad identitaria en este sector.
Para concluir, podemos trazar los derroteros de los dos nucleamientos opositores peronistas reconstruidos, y relacionarlos con la permanencia o transformación de las identidades político-sindicales y la búsqueda de nuevas formas organizativas. Herederos ambos de luchas en los sesenta y coincidentes en la CGTA, los dos sectores expresaron diversas formas de entender el peronismo revolucionario. Si las 62 Combativas se inscribían con pleno derecho en las luchas de los duros de la Resistencia, la CGTA de 1968, el Cordobazo de 1969, no colocaron esos hechos en la biografía de la construcción de una nueva identidad sindical, sino que todos se entendían plenamente en las luchas del peronismo contra la proscripción, el imperialismo, por la vuelta de Perón (“obedeciendo a Perón hacia arriba y a las bases hacia abajo”); sin proclamarse una novedad, sino expresando una corriente combativa siempre viva en el peronismo, no vivieron como una derrota el llamado de Perón a reintegrarse en las 62, en la CGT, sino que vieron en esas instituciones del movimiento un lugar (conocido, en tanto había sido compartido ya con anterioridad) desde donde luchar por las posiciones sostenidas durante años. Quienes conservaron el nombre de CGTA sí inscribieron la frenética experiencia que comenzó en 1968 en la construcción de una nueva identidad, lejana incluso de la mayoría de los sindicatos que habían coincidido en los primeros meses de la central combativa y más cercana a nuevas búsquedas revolucionarias, nuevas formas organizativas en las fábricas y los barrios, no centradas en el sindicato y en la huelga sino en cercanías de la lucha armada.

Notas

1 Universidad Nacional de La Matanza/Becario Postdoctoral en el Centro de Estudios e Investigaciones Laboral-Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas. Argentino. Correo electrónico: dawydario@hotmail.com.

2 Mientras Ongaro buscaba alternativas en el Peronismo Revolucionario, Tosco afirmaba que “a nosotros no nos manejan más con discos ni con cintas grabadas” (Dawyd, 2011, p. 280).

3 Cabe aclarar que se hablará indistintamente de identidad, corriente o tendencia sindical, entendiéndolas como las prácticas sociales desarrolladas por los sindicatos (en el marco de la tradición de cada uno de ellos) que dotan de coherencia interna a su grupo y los diferencia de otros. Los nucleamientos sindicales son entendidos como agrupamientos entre sindicatos de la misma corriente, integrados por los sindicatos de primer y segundo grado (instituciones reconocidas por la legislación), por sobre los cuales hay que tener en cuenta a la máxima institución nacional reconocida del sindicalismo argentino, el organismo de tercer grado, la CGT.

4 En este sentido, el análisis de los procesos de fragmentación y unidad de los nucleamientos sindicales, que dan cuenta empíricamente de procesos de desarrollo y transformación de las identidades político-sindicales, inscribe nuestro trabajo en una perspectiva constructivista sobre las identidades (véase Cerio, 2008, pp. 269-270 y 275-276).

5 Un análisis conceptual de los nucleamientos debería incluir la consabida adscripción de “burocracia sindical” por parte del sindicalismo opositor hacia toda la CGT, pero las diferencias internas señaladas y la complejidad de su convivencia, hacen que este análisis requiera otra investigación particular.

6 Se conoció como Viborazo a una pueblada que se produjo en Córdoba en marzo de 1971. Su nombre proviene de una frase del nuevo gobernador designado en la provincia, José Camilo Uriburu, quien declaró que tendría el honor de Dios de cortar de un tajo la serpiente y luchar contra el trapo rojo contrarrevolucionario que tenía sede en aquella provincia. La CGT Regional Córdoba criticó al gobernador y resolvió realizar un paro el 12 de marzo en repudio a sus expresiones, más de cien fábricas tomadas, barrios ocupados, y se extendió hasta el 15 de marzo. Un día después renunció el mandatario y el gobierno nacional anunció medidas legales y de seguridad para erradicar la subversión, entre ellas la intervención de cinco sindicatos: Sindicato de Trabajadores de Concord (SITRAC), Sindicato de Trabajadores de Materfer (SITRAM), empleados provinciales de Córdoba, empleados de la Universidad Nacional de Córdoba y madereros.

7 La Razón, 6 de octubre de 1969, p. 14. Biblioteca del Congreso de la Nación (BCN), Buenos Aires. Perón en una carta a Ongaro le otorgaba “plenos poderes en el campo obrero” y añadía que “está llegando la hora de la guerra revolucionaria” a través de guerrillas urbanas, frente a un gobierno que aplicaba la “violencia dictatorial” (Periscopio, Nº 3, 7 de octubre de 1969, p. 6. BCN, Buenos Aires). Paladino afirmó que la carta de Perón en apoyo de Ongaro era apócrifa, aunque no mostró sus pruebas (Periscopio, Nº 6, 28 de octubre de 1969, p. 6. BCN, Buenos Aires).

8 La Razón, 1º de julio de 1970, p. 10. BCN, Buenos Aires.

9 Declaración completa en el Boletín de Documentación e Información Laboral (BDIL), Informe Nº 125, julio de 1970. Biblioteca del Centro de Estudios e Investigaciones Laboral (CEIL), Buenos Aires.

10 La Razón, 25 de julio de 1970, p. 6. BCN, Buenos Aires.

11 BDIL, Informe Nº 133, marzo de 1971. CEIL, Buenos Aires.

12 BDIL, Informe Nº 135, mayo de 1971. CEIL, Buenos Aires.

13 BDIL, Informe Nº 138, agosto de 1971 e Informe Nº 139, septiembre de 1971. CEIL, Buenos Aires.

14 BDIL, Informe Nº 140, octubre de 1971. CEIL, Buenos Aires.

15 “Cuando en marzo de 1968 surge la CGT de los Argentinos se abre una nueva perspectiva para el movimiento obrero de nuestra Patria en el camino de la liberación y es precisamente el Sindicalismo de Liberación, que prendió en los trabajadores que día a día construyen y desarrollan sus agrupaciones de base, luchan contra los traidores y se unen desde abajo. Y este trabajo es en gran parte fruto de las acciones desarrolladas por la CGT de los Argentinos, por eso el régimen jamás podrá perdonarnos y usará todos los métodos para destruirnos, aunque ya es hora de que se convenzan de que no lo lograrán” (BDIL, Informe Nº 141-142, noviembre-diciembre de 1971. CEIL, Buenos Aires).

16 BDIL, Informe Nº 143, enero de 1972. CEIL, Buenos Aires.

17 Puede notarse un proceso similar entre los trabajadores de farmacias. De acuerdo con Ferraresi permanecieron en la CGTA durante 1970 y 1971 (“continuamos en la CGT de los Argentinos aliados al movimiento combativo de Córdoba, Rosario, Tucumán, Salta y Mendoza”) y siguieron el trabajo con otros sectores combativos, la Juventud y el Peronismo de Base, aunque también debieron ocuparse en 1972 de un problema interno en la Federación (criticados por “nuestras posiciones de enfrentamiento con la burocracia sindical”) y posteriormente pasaron a apoyar con reservas al Frente Justicialista de Liberación (Ferraresi, 2010, pp. 52-54).

18 BDIL, Informe Nº 148, junio de 1972. CEIL, Buenos Aires. El comunicado llevaba las firmas de José Ángel Pedraza (como secretario general) y Juan Carlos Ibarra (como secretario de organización).

19 Apoyaban en pos del socialismo nacional y la movilización de las bases (disponible en: http://eltopoblindado.com/files/Publicaciones/Movimiento%20Obrero/CGTA/1973%2011%20marzo.%20CGTA.pdf).

20 BDIL, Informe Nº 141-142, noviembre-diciembre de 1971. CEIL, Buenos Aires. La unidad del peronismo sindical en las 62 era necesaria para la preparación para la salida electoral, impulsar la gestión de la CGT y tener un mayor impulso de la rama sindical en el movimiento peronista (La Opinión, 9 de noviembre de 1971, p. 15. BCN, Buenos Aires). Finalmente, su Comisión Normalizadora se formó el 10 de noviembre de 1971, integrada por NCO, Los 8 y de las 62 “puras”, y esperaban el ingreso y regreso de varios sindicatos que estaban fuera del nucleamiento, como electricistas, papeleros, personal civil y comercio (La Opinión, 13 de noviembre de 1971 y La Razón, 16 de noviembre de 1971. BCN, Buenos Aires). La lista completa de los sindicatos integrantes de las 62 en La Opinión, 26 de noviembre de 1971, p. 12. BCN, Buenos Aires.

21 La Opinión, 3 de noviembre de 1971, p. 18. BCN, Buenos Aires.

22 Firmaban ferroviarios, estatales, gas del Estado, telefónicos, jaboneros, navales, tabaco, portuarios, pintura, calzado, portuarios y mineros (BDIL, Informe Nº 141-142, noviembre-diciembre de 1971. CEIL, Buenos Aires). Para esta fecha, comienzos de diciembre de 1971, la tendencia combativa de las 62 funcionaba orgánicamente y contaba también con el apoyo de agrupaciones sindicales como “17 de Octubre” de Avelino Fernández en metalúrgicos, “El Tábano” de Juan Carlos Vidal en vestido y la lista de Ángel Cairo en el sindicato del hielo (La Opinión, 2 de diciembre de 1971, p. 12. BCN, Buenos Aires).

23 La Opinión, 12 de enero de 1972, p. 12. BCN, Buenos Aires.

24 Participaron 19 federaciones nacionales, 4 regionales, 59 sindicatos y 20 agrupaciones de base (La Opinión, 18 de enero de 1972, p. 12. BCN, Buenos Aires).

25 La mesa la integraron Guillán, De Luca, Aguirre, Tolosa, Avelino Fernández, Dighón, Alberto Domínguez (Gas del Estado), Atilio López, Florentino Cortés, Pablo Rojas (62 San Juan), Alejandro Machaca (organizaciones gremiales de Pico Truncado), un estatal a designar por el sindicato y propusieron un cargo a Benito Romano.

26 Los puntos básicos de ambos programas los resumían en 9 demandas: nacionalización de sectores decisivos de la economía argentina, planificación integral de la economía, control y autogestión obrera de la producción, reforma agraria, reforma urbana (por la vivienda), política cultural que garantice acceso a educación, reforma legislativa que valore a la sociedad centrada en el trabajo, desconocimiento de compromisos internacionales espurios, política internacional independiente e indoamericana (Baschetti, 1995, pp. 379-387).

27 Los que votaron por la propuesta del paro de 48 horas sin movilizaciones fueron 65 sindicatos (62 y NCO), mientras que quienes sostuvieron la necesidad de un plan de lucha fueron 46 sindicatos (62 combativos y L8), en tanto que dos sindicatos (fósforo y músicos) propusieron movilización a la Casa Rosada y destitución del Consejo Directivo de la CGT (La Opinión, 12 de febrero de 1972. BCN, Buenos Aires).

28 BDIL, Informe Nº 145, marzo de 1972. CEIL, Buenos Aires.

29 En la primera investigación sobre el PB (y las FAP), Cecilia Luvecce (1993, p. 91) indicó que “La experiencia del PB resulta aún más difícil de reconstruir e interpretar que la de FAP”. Al día de hoy no contamos con reconstrucciones o mayores aproximaciones a aquella experiencia, salvo las menciones en Duhalde y Pérez (2003) y otros trabajos. Ello nos impidió hablar en este artículo del PB, en tanto su propia forma de organización no lo hizo presente en las fuentes utilizadas, y recién comenzaría a ser nombrado desde 1973. Asimismo, después de esa fecha dispuso de publicaciones propias (hoy digitalizadas y de fácil acceso) y su presencia puede rastrearse en fuentes periodísticas a partir de su participación en plenarios combativos y conflictos fabriles (no fue el caso para el período aquí trabajado).

30 Muchas de las obras generales sobre sindicalismo llegan hasta 1970, y las que abordan el período 1970-1973 suelen hacer énfasis en algunos conflictos sindicales y en las normalizaciones de la CGT (Dawyd, 2011).

31 Entre las demandas comunes de los opositores figuran: un enfrentamiento compartido a la CGT y al gobierno militar, un descreimiento en la salida política, demandas por salarios, congelación de precios, subsidio para desocupados, jubilaciones, reincorporación de cesantes, convenios colectivos, pleno empleo, defensa de la industria nacional, fin de las racionalizaciones estatales, ley de alquileres, levantamiento del estado de sitio y anulación de las leyes represivas, libertad de los detenidos, fin de las torturas, investigación y castigo a represores, devolución de los sindicatos intervenidos, solidaridad con luchas sindicales y de otros sectores sociales e internacionales, luchas desde las bases y soberanía popular.

32 Nueva Plana, Nº 19, 27 de febrero de 1973, p. 9. Biblioteca Nacional, Buenos Aires.

33 Se señaló más arriba que en el Congreso de los Compañeros, en 1970, se estableció que solo reconocían las formas organizativas desde las bases. Podemos agregar que en toda la extensión del documento aprobado en el Congreso no hay referencias a los objetivos de la central; estos serían la continuación del “componente programático” del Mensaje del 1º de mayo de 1968, porque para esta nueva etapa de la CGTA (“una CGT de bases”) no habían cambiado los objetivos, sino que tras la experiencia del período 1968-1970, se modificaron las formas de organización que los trabajadores debían darse para enfrentar a la dictadura y por la liberación nacional.

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Fecha de recepción de originales: 04/12/2013.
Fecha de aceptación para publicación: 04/05/2014.