http://dx.doi.org/10.19137/qs.v28i1.7866


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RESEÑAS

Paula Inés Laguarda y Anabela Abbona (Eds.) Diálogos sobre cultura y región. Políticas, identidades y mediación cultural en La Pampa y Patagonia Central. Teseo, 2023, 290 páginas.

Paula Caldo

Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas

Universidad Nacional de Rosario

Argentina

Correo electrónico: paulacaldo@gmail.com 

ORCID:  https://orcid.org/0000-0002-4254-4159

Diálogos sobre cultura y región es una compilación que reúne una serie de capítulos que tienen como disparador dos experiencias de construcción e intercambio académico. La primera gira en torno a los objetivos del proyecto de investigación “Producir la cultura, producir regiones: agentes, redes, imaginarios y relaciones en campos culturales emergentes (La Pampa y Norpatagonia, fines s XIX-principios s. XXI)”, y la segunda, se compone de las discusiones desarrolladas en el workshop Identidades, cultura y poder en la Argentina, siglos XX y XXI. Precisar estas instancias es importante para contextualizar el origen de los argumentos que sostienen el contenido de la presente publicación, como así también el entramado de autores y autoras que se ordena a lo largo del texto.

Sin dudas, este libro se inscribe en la línea de indagación en torno a los procesos de construcción y circulación de sentidos culturales; a los recursos que cada época genera para acompañar y afianzar esos procesos y a los agentes involucrados en los mismos, desde un registro regional con perspectiva multiescalar. Así, es una apuesta a demostrar de manera tangible que los procesos de apropiación de cultura implican siempre un diálogo entre los anclajes regionales situados y las proyecciones que sobre ellos se hacen desde escalas mayores. Precisamente, esta serie de trabajos enfatiza estas lógicas y hacen foco en experiencias situadas en provincias que, en sus procesos de conformación, fueron territorios nacionales: La Pampa preferentemente, y Chubut y Río Negro. Así, esta característica impregna el recorte temporal de la propuesta, que si bien  hace referencia al temprano siglo XX y al XXI, la densidad de trabajos se detiene en la segunda mitad del siglo XX cuando, efectivamente, se produjo la provincialización de los territorios nacionales. Vale aclarar que las políticas culturales del peronismo son un engranaje clave que marcaron puntos de no retorno en las experiencias regionales.

En concreto, luego de una introducción a cargo de las editoras y de un prólogo bajo la autoría de Lucía Lionetti, donde presenta un encuadre teórico e historiográfico de la obra, se despliegan las cuatro partes que, integradas por dos capítulos cada una, componen el libro. La primera lleva por título, Las maestras y los maestros: mediación y producción cultural, en la que se expresan Flavia Fiorucci y Melina Caraballo. La segunda se denomina Lecturas, bibliotecas y redes intelectuales y se ordena con las reflexiones de Leda García y Micaela Oviedo. La tercera se llama Arte y sociabilidad cultural en la construcción de identidades regionales y reúne los trabajos de Florencia Prina y Ana Romaniuk. Finalmente, la última parte, Diversidades: investigaciones y gestión del patrimonio cultural, nuclea los aportes de Verónica Domínguez e Ignacio Roca.

Ahora bien, una vez presentada la estructura general del texto y enunciados sus colabores cuyas notas biográficas se especifican al final del libro, la presente reseña se detendrá en el detalle de cuatro motivos que me llevaron a leerlo y a plasmar esa lectura en una nota crítica. Quizás, esta decisión de escritura sea útil para provocar otras lecturas de la obra.

El primer motivo es de corte personal, ya que como investigadora de CONICET estudio trayectorias de maestras en el cruce de los siglos XIX y XX. En este sentido, resultó atractivo encontrar en los clivajes de estos capítulos las proyecciones activas de los agentes del magisterio. Sin embargo, la propuesta presenta a maestros y a maestras que asumen un perfil intelectual. Por lo cual,  las investigadoras a cargo de los capítulos se encuentran obligadas a observar o adjetivar el término “intelectual” para así nominar las experiencias magisteriales con precisión. La formación académica y el nivel de alfabetización de los varones y las mujeres del magisterio que, a primera vista, habilitaría el uso del rótulo “intelectual”, se contamina con los gajes de un oficio asalariado y de intervención práctica en localidades, muchas veces, alejadas de los grandes centros urbanos. Sin embargo, los docentes fueron vehículos de cultura dentro del aula y también fuera, como bien demuestra este libro. Tanto Verónica Domínguez como Melina Caraballo se detienen en el análisis de encuestas nacionales que, para concretarse en cada sitio de Argentina, fueron motorizadas por docentes. Estos fueron quienes recorrieron el territorio y relevaron saberes y sentires de la gente (en los casos tratado sobre el folklore o las lenguas indígenas) y con sus prácticas, inevitablemente, transformaron los modos de decir en el pasaje de la oralidad a la escritura.

No obstante, cada vez que recorro un libro que asocia a los maestros y maestras con el concepto de “intelectual” y en esa dinámica avanza en precisiones, no dejo de preguntarme si no deberíamos construir una categoría que se corra de las formulaciones teóricas hegemónicas siempre jerarquizantes y, de ese modo, poder dar finalmente cuenta de las prácticas genuinas del magisterio. En lo personal, entiendo que pensar a los maestros desde la perspectiva intelectual es siempre tener la necesidad de adjetivarlos, inscribiendo ese enorme hacer en una línea no exenta de segregaciones que impiden reconocer cómo la docencia gravitó en la construcción de la cultura nacional con saberes propios.

El segundo motivo surge de la relevancia de encontrar investigaciones que se animan a penetrar en las tensiones entre los procesos de producción cultural desde arriba, los que se estiman propios de los Estados nación a partir de fines del siglo XIX, con aquellas resistencias, integraciones y traducciones realizadas desde cada espacio particular. En la introducción de la obra, Lucía Lionetti informa con pericia erudita el estado del campo historiográfico en el cual se inscriben estas pesquisas. Parafraseando el recorrido teórico de Lionetti, decimos que estos artículos lejos de pensar a la región en espejo con la nación, lo hacen buscando los puntos de tensión y de construcción singular localizados. En otras palabras, se explican los mecanismos singulares que permiten interpretar los procesos de apropiación situados. Aunque en esas apropiaciones se evidencia una estructura de elementos de procedencia multiescalar.

Justamente, a través del conjunto de capítulos se advierte la articulación de dos movimientos siempre en tensión. Por un lado, las proyecciones nacionales que intentan moldear la cultura en la extensión del territorio y, por otro, el propio de las reapropiaciones situadas. En el primer movimiento, por ejemplo, se pronuncian los trabajos de Melina Caraballo y de Verónica Domínguez referidos a encuestas de corte nacional para recolectar información local (rastrear la supervivencia de la lengua indígena), o el mandato nacional de crear bibliotecas a lo largo del territorio, cuya concreción regional estudia Micaela Oviedo. En tanto, para el segundo movimiento se presentan las elaboraciones y apropiaciones situadas entre las que se recupera la obra escrita de Juan Nervi, analizada por Leda García, la producción de obras pictóricas, interpretada por Florencia Prina, la música examinada por Ana Romaniuk o, ya para el siglo XXI, las acciones de políticas patrimoniales provinciales con miras a preservar/recuperar marcas de la cultura indígena regional, a cargo de Ignacio Roca. Al finalizar la lectura de los capítulos se advierte el esfuerzo analítico por destacar producciones locales sin quedar en una descripción preciosista y exclusivamente situada. Por el contrario, avanzan en el cruce de relaciones interescalares; es decir, en los movimientos e intercambios de agentes que producen sentidos en diálogo y con la proyección de crear redes intelectuales, sin renunciar a contribuir con la creación de la identidad regional.

En tercer lugar, la historia cultural instaló en la agenda historiográfica el estudio de los recursos de la cultura. Estos son construcciones artificiales que se elaboran con el fin de generar y difundir sentidos. Tal es así que, en varios capítulos, se advierte el trabajo de descripción densa de recursos culturales tales como conferencias, libros, discos (long play), obras pictóricas (paisajes) o leyendas. Las investigaciones que tienen por objeto recursos de la cultura, generalmente enfatizan en el contexto de producción para luego avanzar en la descripción detallada de la forma y el contenido de cada uno. En el juego de forma y contenido se desprende un estilo específico que, además de mostrar el proceso de factura del objeto, genera un tipo de codificación particular que impregna el contenido a transmitir. Por caso, cuando desde la música, la pintura y la literatura se apunta a construir y comunicar un sentido de “pampeanidad”, cada soporte ordena sus saberes al respecto. Entonces, mientras que la pintura reposa en los colores del paisaje, recupera la forma del caldén y la tonalidad de un desierto que encuentra su límite en las marcas del modelo agroexportador; la música por su parte repara en ciertos géneros que se emparentan con una sonoridad a partir de instrumentos musicales locales, aunque también acopia una serie de imágenes literarias que enuncian un lugar. Por lo cual, en la conjunción de recursos algo de lo local se imprime en ese mandato de anclar la identidad propia en la nacional.

Es importante advertir nuevamente el ejercicio que las autoras realizan por mostrar cómo estas producciones se generan en redes de intelectuales que operan en lo local, pero siempre en una dinámica de diálogo con el afuera. Por ejemplo, la profusa obra del maestro y escritor Juan Nervi parte de producciones muy ligadas a su pueblo natal (Eduardo Castex), para luego avanzar en proclamaciones públicas de raigambre nacional. Leda García examina dos de sus conferencias que resultan nota palpable de ello.

En consonancia con los recursos de la cultura, paulatinamente cobran visibilidad las instituciones creadas para la distribución de los mismos. En primer lugar, la escuela encarna en los maestros y maestras que no sólo tramitan lo nacional en lo singular a partir de sus clases, sino que también recolectan información de lo particular para elevarla al ámbito nacional. En ese sentido, la expresión mediadores culturales parece hacer mayor justicia a la labor de estos agentes que la de intelectuales. En la misma dinámica de la escuela operan las bibliotecas. Micaela Oviedo se introduce en las lógicas de funcionamiento de tres bibliotecas pampeanas, una en la ciudad de Santa Rosa fundada en 1909, otra en Guatraché (1921) y una tercera en Winifreda (1932). La pesquisa aborda los catálogos, las nóminas de asociados y las consultas de lectores para establecer, así, reflexiones en clave de políticas culturales en perspectiva de género.

Un cuarto motivo que vuelve atractivo este libro es la apuesta al análisis de tipos documentales novedosos para la agenda historiográfica argentina. Sin dudas no podemos afirmar que el análisis de imágenes pictóricas o de literatura popular implican una novedad, pero sí lo es el abordaje de recursos sonoros. El estudio de la producción discográfica pampeana propuesto por Ana Romaniuk es estimulante en tanto invita a pensar los maridajes culturales en la música de una región. En esas notas coinciden instrumentos de reconocimiento nacional junto a otros que provienen de la presencia indígena en La Pampa. La autora avanza en el análisis de la producción de letras y también de estilos musicales como nomencladores de identidad regional. Sin duda, la historia cultural desde abajo visualiza una batería de documentos solidarios con la construcción de nuevas entradas analíticas.

Por consiguiente, sobran los motivos para leer este libro que visibiliza experiencias de mediadores culturales, recursos de la cultura, instituciones específicas y mecanismos de circulación de sentido en la dinámica de la apropiación regional. Para concluir, volvemos a parafrasear a Lionetti, en tanto se trata de un libro que construye cartografías culturales en las cuales transitan varones y mujeres con el propósito de auscultar los sitios precisos donde suceden las prácticas cotidianas tangibles, a ras del suelo.