http://dx.doi.org/10.19137/qs.v28i1.7819


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ARTÍCULOS

Creación de un espacio espiritual y temporal. Transferencia de cultura material y saberes a las reducciones guaraní-jesuíticas  

Creation of a spiritual and temporal space. Transfer of material culture and knowledge to Guaraní-Jesuit reductions

Criação de um espaço espiritual e temporal. Transferência da cultura material e conhecimento às reduções guarani-jesuíticas

Corinna Gramatke

Investigadora independiente

Alemania

Correo electrónico: corinna.gramatke@arcor.de

ORCID: https://orcid.org/0000-0002-0163-9346 

Resumen: Este artículo trata la transferencia de la cultura material realizada por los jesuitas desde Europa a la provincia del Paraguay durante los siglos XVII y XVIII. Aborda su impacto en la vida social, económica y religiosa en los indígenas de las reducciones guaraní-jesuíticas, como de la creación de nuevos saberes, compuestos por la sabiduría indígena y las tecnologías europeas en los talleres de los oficios manuales introducidos en dichas reducciones. Este estudio se basa en los resultados de un proyecto de investigación sobre la materialidad de las tallas policromadas de dichas reducciones y en el análisis de documentos alojados en diferentes archivos de Latinoamérica y Europa.

Palabras clave: cultura material; transferencia jesuitas; oficios manuales.

Abstract: This article deals with the transfer of material culture made by the Jesuits from Europe to the province of Paraguay during the seventeenth and eighteenth centuries, and its impact on social, economic and religious life on the indigenous people of the Guarani-Jesuit reductions, and the creation of new knowledge, composed of indigenous wisdom with European technologies in the workshops of the manual craft introduced in these reductions. This study is based on the results of a research project on the materiality of the polychrome wooden sculptures of these reductions and on the analysis of documents from different archives in Latin America and Europe.

Keywords: material culture; transfer; Jesuits; manual labor.

Resumo: Este artigo trata da transferência de cultura material realizada pelos jesuítas da Europa para a província do Paraguai durante os séculos XVII e XVIII. Aborda o seu impacto na vida social, econômica e religiosa dos povos indígenas das reduções guarani-jesuítas, bem como a criação de novos conhecimentos, compostos pela sabedoria indígena e pelas tecnologias europeias nas oficinas de ofícios manuais introduzidas nas referidas reduções. Este estudo baseia-se nos resultados de um projeto de pesquisa sobre a materialidade das talhas policromadas dessas reduções e na análise de documentos depositados em diferentes arquivos da América Latina e da Europa.

Palavras-chave: cultura material; transferência; jesuítas; ofícios manuais.

Recepción del original: 10 de noviembre de 2022 / Aceptado para publicar: 28 de abril de 2023.

Creación de un espacio espiritual y temporal. Transferencia de cultura material y saberes a las reducciones guaraní-jesuíticas

1. Introducción

Desde la fundación de las reducciones guaraní-jesuíticas del Paraguay, estas han sido objeto de intensos debates (Friedrich, 2018, p. 488). Los estudios recientes se centran cada vez más en el encuentro de los jesuitas con las culturas locales, en los procesos de negociación transculturales, en la circulación de saberes y en el cambio cultural guiado (Reinhard, 1976; Dean y Leibson 2003; Castelnau-L’Estoile, et al., 2011) con un mayor enfoque en la perspectiva indígena (Sarreal, 2014; Wilde, 2016), y en la formación de nuevos paisajes y las espiritualidades católicas como un "local catholicism" (Forrestal y Smith, 2016). Inspirado por la teoría de que los objetos de una cultura material tienen una vida social y que son “actants” (Appadurai, 1986, 2006; Latour, 1996), este artículo arroja luz sobre el tipo de cultura material transferida por la Compañía durante los siglos XVII y XVIII, de la cual resultó la creación de saberes nuevos, compuestos por la sabiduría indígena junto con la práctica tecnológica europea. Estos impactaron masivamente en la vida social, religiosa y económica de los habitantes de las reducciones guaraní-jesuíticas y en la creación de nuevas identidades. El presente estudio parte de los resultados obtenidos en un proyecto de investigación sobre la materialidad de las tallas policromadas de dichas reducciones, la organización de los talleres, quiénes trabajaban allí, cuáles eran las técnicas y materiales empleados y cuál era su origen. Aparte de examinar aproximadamente 160 tallas en los museos e iglesias de la región, se realizaron estudios en los correspondientes archivos de Asunción, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Sevilla, Madrid y Roma.[1]

2. Transferencia de la cultura material

La "Europa portátil", tal y como ya la menciona el jesuita español Baltasar Gracián a mediados del siglo XVII en su novela alegórica El Criticón (1664, p. 1), es un término temprano para referirse a la transferencia cultural material de Europa al llamado "Nuevo Mundo". A pesar de su importancia y repercusión a ambos lados del Atlántico, hasta la fecha hay pocos estudios sobre este tema. Los trabajos realizados hasta ahora se han centrado esencialmente en piezas individuales o en determinados tipos de objetos (MacGregor, 2010; Hanss, 2017; Ratschiller 2018), obras de arte con iconografía específica que cruzaron los océanos (Osswald, 1996; Arellano, González Acosta y Herrera, 2007) o en investigaciones sobre las existencias materiales de una región en forma de inventarios de base, como es el caso de las antiguas misiones de Chiquitos (Diez Gálvez, 2006). Existen numerosos estudios referidos al comercio marítimo español en general (Chaunu, 1955; Vila Vilar, Acosta Rodríguez y González Rodríguez, 2004), al papel de los jesuitas y sus viajes a Europa (Borges Morán, 1977) y sobre el oficio de Indias de los jesuitas en Sevilla (Zubillaga, 1953; Galán García, 1995). Una interesante investigación lingüística sobre las hojas de registro de las mercancías en el comercio marítimo español fue presentada por Yolanda Congosto Martín (2002). Si bien existen varios estudios acerca del traspaso de libros a Latinoamérica (véase, por ejemplo, la contribución de Fabián Vega en este dossier), los estudios sobre el traspaso de objetos de arte o de cultura material resultan bastante parciales y están dedicados en su mayoría a la flota dirigida hacia los virreinatos de Nueva España y de Perú. Uno de los primeros investigadores que abordó el traslado de obras de arte por parte de jesuitas a América Latina fue José Torre Revello (1939). Por su parte, Luisa Elena Alcalá (2007) impulsó el estudio de la modalidad de compras realizadas por los procuradores jesuitas en Europa con el descubrimiento de un libro de compras de los procuradores de México. Al tema del embalaje y transporte de obras artísticas, se han dedicado especialistas de la conservación de obras de arte (Bermeo-Lema, 2020; Gramatke, 2020b).

El estudio de la transferencia de cultura material en el contexto del proyecto de investigación de la Universidad de Munich es la primera investigación sistemática para la provincia del Paraguay, e incluye la transcripción de los documentos correspondientes (Gramatke, 2019a).

Durante el período de la misión, aproximadamente cada seis años, los procuradores jesuitas paraguayos cruzaban el Atlántico con el propósito de tratar asuntos relevantes para la Orden en su sede de Roma y en la corte española; también para reclutar nuevos misioneros y realizar las mencionadas compras. Según Fabián Fechner, hubo 21 viajes a lo largo de todos estos años (2015, pp. 173-175). Desafortunadamente, los documentos de los barcos que zarparon durante la Unión Ibérica desde Lisboa se consideran perdidos desde el terremoto ocurrido en esa ciudad en 1755. Uno solo, el del viaje del padre Juan Bautista Ferrufino (1632-1635) se pudo estudiar en el Archivo General de la Nación (AGN). Junto con los legajos de los 16 viajes conservados en Sevilla, el presente estudio se basa en los de 17 tornaviajes que realmente tuvieron lugar; pues también existen en el Archivo General de Indias en Sevilla documentos de viajes aparentemente aplazados o cancelados (Gramatke, 2019a, p. 236). Seguramente, las fuentes consultadas no ofrecen una visión completa de la cantidad y calidad de las mercancías enviadas por no estar todos conservados y porque tampoco sabemos hasta qué grado eran puntuales las anotaciones de los jesuitas y las de los aduaneros, pero sí permiten conocer la frecuencia de los envíos y el tipo de géneros que los jesuitas hacían llegar de modo oficial desde los puertos andaluces a la provincia del Paraguay. Lamentablemente, no es posible deducir de las listas a quién o a qué lugar iban destinados: si a las instituciones jesuitas de los centros coloniales, a las misiones o a las estancias. Al término de las listas, los procuradores responsables juraban que todos los géneros eran para “el servicio de la d[ic]ha mision y provincia” (Gramatke, 2019a, p. 330), para poder beneficiarse de la exención de impuestos que existía para todas las órdenes religiosas siempre que los bienes fueran para su trabajo. Debido a la continua expansión de los talleres de oficios manuales en Paraguay, cabría esperar que la provincia pudiera prescindir cada vez más de los productos importados. Sin embargo, el tipo de mercancías listadas en las hojas de registro consultadas no se diferenciaban entre sí y fueron enviadas una y otra vez a intervalos regulares durante todo el tiempo de la misión. Estas se pueden dividir, grosso modo, en tres grupos:

1. géneros para la vida cotidiana de los misioneros;

2. géneros para la devoción, instrumentos litúrgicos y adornos para la iglesia;

3. géneros para implementar la vida cristiana-europea y para instalar los talleres de oficios manuales.

3. Géneros para la vida cotidiana

Aparte de los elementos para la vida cotidiana, como los trastos de cocina, la vestimenta (“virrettes, escarpines y calsas”), el aseo personal (estuches de barbero, “corttar uñas”) y ayudas visuales (anteojos y lupas), los jesuitas también traían “cajones de Medicinas de Votica”, a veces con detalles precisos, como "Triaca de Roma", o pimienta, clavo, canela, nuez moscada y azafrán, porque “no ay alla para los enfermos en el colegio” (Gramatke, 2019a, pp. 318, 325, 350). Todo ello incluso cuando ya habían investigado detalladamente las plantas medicinales autóctonas de la provincia del Paraguay y las habían descrito en manuscritos que circulaban en ella. También figuran estuches con instrumentos de medicina como bisturíes y lancetas (Gramatke, 2019a, pp. 330-331).

3.1. Libros y papel

El número de cajas de libros enviadas es inmenso. Por lo general, las entradas en las hojas de registro solamente informan "no ser de los prohibidos" (Gramatke, 2019a, p. 317), ya que habían sido inspeccionadas por la Inquisición, que vigilaba que ningún libro indeseable llegara a América.

La exuberante documentación de diferente tipo que la Compañía de Jesús produjo en su actividad apostólica necesitó de mucho papel. Como no había molinos de papel en América del Sur, grandes cantidades (expresadas en resmas, balones, manos o tercios) se importaron desde Europa. En las hojas de registro se distinguen por su finalidad (para escribir, para mapas, para cartapacio o cuadernos), por origen (Génova), por tipo (papel blanco, cortado, común) y tamaño (imperial, marca mayor, de marca). Además, se observan diferentes utensilios para escribir: escribanía de latón, tintero, salvadera, papelera de camino o cortaplumas. En 1763, también aparecen cajas con tipos de imprenta para la imprenta del Colegio de Córdoba (Gramatke, 2019a, p. 225).

3.2. Instrumentos científicos

Aunque el interés especial de los jesuitas por las ciencias está bien documentado (O’Malley, et al., 1999; Udías, 2014) aparte de “algunos Microscopios” (Gramatke, 2019a, p. 390), solo se han podido encontrar dos envíos de instrumentos semejantes en las hojas de registro: uno en 1744, que estaba destinado a la administración colonial, y otro de 1763, que incluía instrumentos matemáticos no especificados (Gramatke, 2019a, pp. 326, 356, 397). Esto puede haber llevado a Buenaventura Suárez (1748) a quejarse en el prólogo de su Lunario de la falta de instrumentos “que no se traen de Europa a estas Provincias por no florecer en ellas el estudio de las ciencias mathematicas”, por lo que tuvo que construir él mismo los necesarios para sus investigaciones astronómicas en San Cosme y Damián (1748, s.p.).

4. Géneros para la devoción

La situación es diferente con los instrumentos de liturgia, los objetos de devoción, las obras de arte y los adornos de iglesias que los jesuitas utilizaron como medio didáctico para la evangelización. Estos constituyen una gran parte de las entradas en las hojas de registro. Mientras que retablos enteros figuran solamente en las listas conservadas de la primera mitad del siglo XVII, a partir de mediados de este siglo podemos suponer que estos ya se realizaban en la provincia del Paraguay, como lo atestiguan diversos documentos (Gramatke, 2019b, p. 49).

4.1. Géneros para el adorno de iglesias

Gracias a los numerosos informes de los jesuitas (Cardiel, 1918, pp. 508-510; Oliver S. J., ca. 1771, entre otros) y a los inventarios de las reducciones (Brabo, 1872) sabemos que los interiores de las iglesias estaban excesivamente decorados. En ambas fuentes, como también en las hojas de registro, destacan los géneros con superficie reflectante, tales como objetos de metal o dorados, y los de vidrio, como espejos, arañas de cristal, candelabros, cornucopias, flores de vidrio, vidrieras y ventanas que produjeron impactantes juegos de luz en el interior de las iglesias.

Los jesuitas, maestros de la ilusión, trabajaron con frecuencia con espejos y reflejos de luz en las artes plásticas y las decoraciones de los templos. Sobre todo con los espejos, por las metáforas especulares en la teoría jesuita contemporánea y en las prácticas devocionales privadas. Debido a sus cualidades reflexivas, estos se consideraron esenciales para moldear la identidad cristiana del sujeto colonial, promover la introspección y hacer avanzar la transformación espiritual de los fieles (Oleas-Mogollón, 2019). El jesuita Paolo Segneri le dedica a este tema su libro El espejo que no engaña ó la teórica y práctica del conocimiento de sí mismo (1696), al cual podría referirse la entrada “un juego de Seneri” en una lista de libros enviados a Paraguay en 1751 (Gramatke, 2019a, p. 336).

En las hojas de registro figuran, aparte de las “cajas de devociones de Roma” (que solían contener medallas, crucifijos, rosarios de materiales preciosos y relicarios), los siguientes géneros para el adorno de iglesias:

Tabla 1. Adornos de iglesias que figuran en las hojas de registro

Agnus dei

Aguamanil

Alfombra

Arañas de cristal

Atril

Blandón

Camándula

Campanas

Campanillas de loreto

Candelabro

Cartas de indulgencia

Cornucopia

Coronas

Cortinas para cuadros, esculturas, retablo

Crucecitas de metal

Cruces de Caravaca

Cruces de santo Toribio

Crucifijo de bronce

Disciplina

Espejos

Hierro para hacer hostias

Mármol para aguamaniles, mesa de iglesia y sacristía

Medallas

Nicho dorado

Piedra de altar

Ramitos de flores de vidrio

Redes de iglesia

Rejas de comulgatorio

Relicarios

Rosarios de palo

Sacras

Silicio

Vidrieras, ventanas

                              Fuente: Gramatke (2019a, p. 226).

4.2. Reliquias

En 1609, el padre Torres Bollo prescribe en su instrucción para los primeros misioneros de la región que en todas las iglesias que se edificasen:

procuren hacer capilla de Nuestra Señora de Loreto, de cuarenta pies de largo, veinte de ancho, y veinte y cinco de alto: con el altar y lo demás como en essa está: y pongan una reliquia con la mejor decencia que pudieren. (Hernández, 1913, p. 581)

El culto de la virgen de Loreto gozaba de gran popularidad entre los jesuitas y en la misión se prestaba para proyectar un sentido de domesticidad cristiana (Alcalá, 2022, p. 152). En las reducciones se ha conservado solamente la de Santa Rosa, y en su interior aún se encuentran las tallas de la Anunciación atribuidas al hermano Brasanelli. Al examinarlas, observamos que la encarnación de la virgen está puesta sobre una capa de hoja de metal de color plateado. Esta capa es bastante inusual; seguramente sirvió como reflector de la luz y posiblemente esté relacionada con el texto de Orazio Torsellino sobre la virgen de Loreto. En la traducción al castellano de Juan de Burgos (1671) se lee que “El rostro parece fue de encarnacion peregrina, que ya parecia plateado, ù de color de electro” (p. 21). El término “electro” era una manera antigua de denominar el ámbar, y también una aleación metálica de ese color.

En las hojas de registro se mencionan campanillas de Loreto (Gramatke, 2019a, pp. 328, 350) pero predominan las reliquias corporales de los mártires de Roma o las de contacto, como “Tierra de San Pablo” (Gramatke, 2019a, p. 281). Según Ines Županov (2018) tendían un puente en el tiempo y en el espacio, entre el tiempo apostólico primitivo y la época moderna de la expansión cristiana, ahora global. Además, servían en la Compañía para una doble estrategia: velar el hecho de que la orden era relativamente reciente, y eludir la estricta y centralizada definición postridentina del martirio y la santidad (p. 19). Los inventarios de las reducciones mencionan reliquias de los correspondientes santos patronos (Brabo, 1872). En las hojas de registro se nombran además, otros elementos, como se detalla en la Tabla 2:

          Tabla 2. Reliquias que figuran en las hojas de registro

Cuerpo de santo

Huesos de santos

Maná de san Nicolás

Relicarios

Reliquia de santa María de la Cabeza

Reliquias de Roma

Reliquias de santos

Tierra de san Pablo

Urnas con cuerpos de mártires

                                             Fuente: Gramatke (2019a, p. 226).

4.3. Tallas

La importación de tallas europeas puede rastrearse durante todo el período de la misión. Ofrecer un número exacto no es sencillo porque en las hojas de registro a menudo se dice “algunas Imaxenes de bulto” (Gramatke, 2019a, p. 248). Además, el término “imagen” puede referirse tanto a esculturas como a pinturas. Si se añade “de bulto”, es claramente una escultura. Si se adjunta “de pincel”, es claramente un cuadro. Si no, hay que concluir por el contexto a qué género podría referirse. Si una “imagen” está empaquetada sola en una caja, es una talla. Llama la atención que en el transcurso del siglo XVIII se mencionaran esculturas de jaspe y de cera, algunas en sus urnas de cristal (Gramatke, 2019a, pp. 328-329), lo que demuestra, a su vez, que el gusto estético de los jesuitas siempre iba acorde con los tiempos. También se enviaron cabezas y manos talladas por separado en Europa que luego se armaron en Paraguay (Gramatke, 2019a, p. 344).

El número total de esculturas rastreables en las hojas de registro conservadas es sorprendentemente pequeño (se estima un promedio de siete tallas por viaje, lo que supondría unas 150 tallas en 21 viajes), y en ningún caso pudo identificarse su destino a las reducciones. Esto contradice la hipótesis de que a ellas llegaron tallas en gran número (Torre Revello, 1939), idea repetidamente enunciada por otros investigadores (véase Gramatke, 2019a, p. 197).

En vista del coste y del complicado transporte de las tallas europeas, nos inclinamos a pensar que estas estaban destinadas mayoritariamente a las instituciones jesuitas de las ciudades coloniales, donde podían servir para atraer y retener a los fieles y posibles patrocinadores de la orden. También hay que contar con encargos privados realizados por los jesuitas, o por amistad o con intereses de lucro para poder financiar su labor misional. A pesar de la gran producción de tallas policromadas en las reducciones, las obras europeas seguían teniendo una gran demanda, presumiblemente porque estéticamente eran más acordes con los gustos coloniales. Gracias a los inventarios de las reducciones elaborados con motivo de la expulsión de la Orden en 1767 y por diversos informes de los misioneros jesuitas, sabemos que había esculturas europeas en las reducciones, si bien solamente 13 figuraban bajo el rubro “europeas” en los inventarios (Gramatke, 2019a, p. 219).

La única información iconográfica acerca de las tallas que se puede sacar de las hojas de registro se puede consultar en la Tabla 3:

Tabla 3. Iconografías de las tallas que figuran en las hojas de registro

Cristo Señor Nuestro

Crucifijo

Estatuas de santos

Madre Dolorosa (cabeza y manos)

María Magdalena

Niño Jesús

Niños de Nápoles

Nuestra Señora

Nuestra Señora de la Concepción

San Francisco

San Francisco de Borja

San Francisco Javier

San Gerónimo

San Ignacio

San José

San Juan

San Juan con el cordero

San Liborio

San Luis Gonzaga (cabeza y manos)

San Miguel

San Nicolás

San Pablo

San Pedro

Santa Catharina

Santa Teresa

Santo rey negro

Virgen

                                      Fuente: Gramatke (2019a, p. 220).

4.4. Pinturas sobre lienzo y láminas

En el Archivo Histórico Nacional de España (AHN) se conserva una carta de 1762 del padre Escandón, en la cual informa la dificultad para encontrar un pintor “a buen precio” en Andalucía para los 32 cuadros sobre la vida de San Ignacio que había encargado el Colegio de Buenos Aires (Gramatke, 2020b, pp. 164-166). Respecto del embalaje de las pinturas, instruye el padre: “Superfluo sería decirle â V[uestra] R[everencia] que viniesen arrollados con sus papeles en medio, y si[n] marco ni bastidor ninguno, para q[ue] assi puedan ir en las caxas de la Mision con menos gasto” (Gramatke, 2020b, p. 155). El espacio hueco restante en las cajas se solía llenar con otras mercancías. Por ejemplo, la caja n.º 20 del viaje de 1745 contiene, además de “algunas pinturas enrolladas”, una gran cruz de madera, rosarios, relicarios de bronce y cobre, una pila de agua bendita, hierros de hostias, cajas de tabaco y otras cosas (Gramatke, 2019a, p. 329).

En las hojas de registro, las pinturas figuran a menudo varias juntas como: “imágenes enrolladas”, “lienzos pintados”, “pinturas” o “pinturas de iglesia”. Pocas veces se especifica la iconografía, como se observa en la Tabla 4:

       Tabla 4. Iconografías de las pinturas que figuran en las hojas de registro

20 cuadros de la historia de Nuestra Señora de Monserrate

39 cuadros de la vida de los santos: San Ignacio, Francisco Javier, Francisco de Borja, Nacimiento, Adoración de los Reyes, entre otras.

Historia de Nuestra Señora de Monserrate

Imagen de N. S. de Nieves bordado en oro y plata

Pinturas de santos en lienzos

Nuestra Señora del Pilar

       Fuente: Gramatke (2019a, p. 221).

El término “lámina” se refiere mayormente a pinturas sobre cobre; el término “lámina pintada en vidrio” a pintura sobre vidrio, una técnica muy popular y con gran demanda en la Europa de entonces. Encontrar información sobre el tema representado en las láminas es aún más raro que en los lienzos. Cabe suponer que también se trata de representaciones religiosas.

Tabla 5. Láminas que figuran en las hojas de registro

Lámina

Lámina pintada en vidrio

Láminas de cobre

Láminas de Roma (1743 para Perú)

Vidriera para láminas

Fuente: Gramatke (2019a, p. 222).

En ninguna de las tallas o pinturas importadas se indica el nombre del artista en las hojas de registro. Mientras que Torre Revello (1948) interpreta esto como un signo de calidad inferior (p. 134), Pablo Amador argumenta que los artistas solo se nombran si ellos mismos estuvieron involucrados en el comercio de ultramar.[2] Aunque Josefina Plá no descarta del todo la posibilidad de que hubiesen llegado al Paraguay obras de maestros españoles, supone que la gran mayoría de las esculturas provenían de talleres secundarios (2006, p. 79). En los documentos del AGN y del AHN se han podido identificar hasta ahora solamente los nombres de tres artistas con obras destinadas a Paraguay. Hacia 1745, Pietro Antonio Garovo realizó un aguamanil y un frontal de mármol (Gramatke, 2020b, p. 166). Garovo está documentado como yesero en el monasterio de Ottobeueren (Bavaria) hacia 1715, donde “hizo las decoraciones de yeso en las celdas” (Bernhard, 1864, p. 2). Un cierto “Massimo Millori”, que aún no se ha podido identificar, pintó varios retablos para los jesuitas; los temas que se dan son la Madre de los Dolores y la Deposición de la Cruz; y un tal Carlo Corsi recibió un pago por una pintura sobre lienzo que representaba a Santa María de Cabeza (Gramatke, 2020b, p. 163).

4.5. Estampas

En las hojas de registro figuran grandes cantidades de estampas, que pueden ser xilografías o grabados en cobre. Solo el término “estampa de humo”, que aparece en las hojas de registro del siglo XVIII, se refiere a la técnica más sofisticada de los grabados, también conocida como mezzotinta, que permite medios tonos, por lo cual era más pintoresca y gozaba de estimación especial en aquella época.

En cuanto a la iconografía de las estampas, las hojas de registro se muestran muy escuetas. Solo una entrada informa que se trataba de “estampas del Corazon de Jesus” (Gramatke, 2019a, p. 222).

5. Géneros para implementar la vida cristiana-europea y para la organización de los talleres

Entre los indígenas reducidos, los guaraníes representaban el grupo más grande. Antes de la llegada de los europeos, estos formaban comunidades de horticultores con una organización semisedentaria en la cual los caciques y los pajé (líderes espirituales masculinos) desempeñaban un papel central. Tradicionalmente, practicaban la antropofagia, el politeísmo, la poligamia, los rituales de embriaguez y tabaquismo (Sanfelice Rahmeier, 2020, p. 73).  

En el primer contacto entre misioneros e indígenas, los regalos tenían una importancia suprema. Baltasar Gracián menciona en El Criticón que los indígenas fueron engañados con “espejillos, cascabeles, y alfileres, sacandoles con cuentas los tesoros sin cuento” (1664, p. 168). Esto se corresponde con múltiples hojas de registro, por ejemplo, Francisco de Castañeda explica en una de 1743 para la misión de Perú:

que los abalorios, anzuelos, cuchillos, ahujas y semejantes drogas son y sirven indispensablem[en]te p[ar]a agasajar y mantener en la fé a los Indios convertidos, y p[ar]a atraher y ganar al mismo fin los Ineles, sin que esas y semejantes cosas tengan otra aplicacion uso o destino. (Gramatke, 2019a, pp. 316-317)

Una vez integrados en las reducciones los diferentes grupos indígenas segregados residencial y lingüísticamente, la vida cotidiana de los neófitos quedaba ritualizada: la misa y el trabajo eran los elementos centrales de la vida social, alternándose armónicamente. La conjunción de la fiesta y el trabajo colectivo tuvo continuidad con la tradición prejesuítica de las fiestas de chicha y los trabajos comunitarios (Wilde, 2003, pp. 207-208).

5.1. Relojes

Toda la actividad diaria estaba marcada por el reloj, hecho audible por las campanas. Los jesuitas instalaron relojes de sol y traían todo tipo de relojes mecánicos de Europa, de hierro para las torres de las iglesias, para las mesas, y también despertadores y relojes de arena de 30 minutos posiblemente para medir los sermones (Gramatke, 2019ª, pp. 318, 369, 390, 392). Además de la función de normalizar los ritmos de tiempo y estructurar los ritmos de trabajo y oración, con estos relojes se debía imponer la hegemonía reclamada y acelerar la teleología del plan de salvación (Hanss, 2016).

5.2. Objetos para fiestas

En la plaza central, con la iglesia, el cementerio y el colegio como telón de fondo, tenían lugar celebraciones religiosas, desfiles militares, comidas comunales, fiestas, representaciones alegóricas, obras de teatro con música y baile, que los jesuitas utilizaron con fines catequísticos y pedagógicos. Otro componente importante de las negociaciones transculturales lo constituían la música y el canto, que no solo caracterizaban a los servicios religiosos, las fiestas, celebraciones y procesiones, sino que formaban parte de la rutina diaria, por ejemplo, también de camino al trabajo. Además de partituras y libros de música, en las hojas de registro figuraban órganos, violines, cuerdas de acero para clavicordio e “instrumentos musicales” sin más detalles (Gramatke, 2019a, p. 226).

La demanda de telas europeas finas para los paramentos, ropa de las fiestas eclesiásticas, trajes de los bailarines y para vestir las esculturas era inmensa. En las hojas de registro figuraban cantidades de brocado de oro y plata, damasco, moirés, chinz, los tejidos más finos y caros de la época; así como tijeras, agujas y diferentes tipos de hilo (fino cremonés, de Córdoba y de Génova). Llama la atención las numerosas entradas de listonería, cintas y galones, que corresponden a la “ribbon mania” europea (Caracausi, 2019) y comprueban, otra vez más, la sensibilidad estética de los miembros de la orden (Gramatke, 2019a, p. 227). Los tipos de tejido mencionados se pueden ver en la Tabla 6:

                Tabla 6. Textiles que figuran en las hojas de registro

Barragán

Bayeta

Bretaña

Brocado

Burato

Calmaco

Camelote

Cotanza

Crea

Encaje del puy

Estambre

Estameña

Galón de seda

Gasa

Granillas

Holanda

Holandilla

Indiana

Mantelería

Olanes de París

Paño de Segovia

Pelo de camello

Persiana

Platilla

Ruan

Sarga imperial / sempiterna

Tafetán

Tisú

                                                  Fuente: Gramatke (2019a, p. 227).

5.3. Herramientas

De los elementos de transferencia cultural material mencionados hasta ahora, llama especialmente la atención que a menudo se trataba de objetos de arte o de lujo muy codiciados en la época, entre los que también se cuentan los textiles de alta calidad. De naturaleza completamente diferente son las herramientas que se importaron de Europa durante todo el período, ya que en apariencia eran de mejor calidad que las producidas localmente. En las hojas de registro figuran cajas de herramientas para la agricultura y la ganadería, como palas, azadas, guadañas, cuchillos y tijeras de trasquilar, mezcladas con las de carpinteros, escultores o canteros, como hachas, sierras, taladros, escofinas, limas, cinceles diversos y hasta tornos. Asimismo, aparecen yunques y martillos para herreros e instrumentos para la producción textil (Gramatke, 2019a, pp. 222-223). Estos instrumentos se listan en la Tabla 7:

Tabla 7. Herramientas que figuran en las hojas de registro

Alicates de engarzar

Barrena

Cepillo

Compases

Cuchillo

Escoplo

Formón

Hacha

Lima

Martillo

Pie de cabra

Piedra de amolar

Sierra

Tornillo

Torno

                                             Fuente: Gramatke (2019a, p. 223).

Gracias a los informes de varios jesuitas, se sabe que los talleres de las reducciones se multiplicaron y perfeccionaron con el tiempo. Aproximadamente 20 años después de su queja de que todo tenía que ser hecho por los padres, Anton Sepp escribió en 1714 que ya existían carpinteros, constructores, canteros, albañiles, torneros, cerrajeros, herreros, alfareros, tejedores, manufactureros de medias, sombreros, encajes y calcetines; curtidores, zapateros, jaboneros, molineros, panaderos, carniceros, fabricantes de rosarios, pintores, escultores y fundidores de campana, y que los neófitos ya sabían hacer relojes e instrumentos musicales (órganos, clarines, gaitas, flautas, chirimías, fagotes, arpas, laudes y violines); también llaves, tornillos y candelabros, macetas colgantes, cálices, custodias, todo ello de oro, plata, hierro, cobre, estaño y plomo. Incluso sabían hacer armas de fuego: un armero español les enseñó no solo a fabricar pólvora y a fundir balas de plomo, sino también a fabricar mosquetes, escopetas, carabinas y pistolas, por lo que era recompensado con telas de algodón. Un sacerdote les enseñó a lijar lentes para anteojos (1696, p. 220; 2012, folio 136 y folios 142-143).

También cabe destacar la imprenta móvil con la cual se imprimieron libros en guaraní, español y latín en varias reducciones entre 1705 y 1727 (Maeder, 1991, p. 39; Plá, 2006, p. 144; Wilde, 2014). Más tarde se instaló una imprenta en el colegio de Córdoba y, al efecto, trajeron desde Europa nueve cajones con tipos de imprenta en 1763 (Gramatke, 2019a, p. 355). El AHN dispone de una carta del padre Francisco Javier Miranda, fechada el 16 de noviembre de 1764 y dirigida al padre Ignacio Joseph González –procurador General en Madrid de las Provincias del Perú, Paraguay y Chile–, en la cual anuncia que se quedará un poco más en Córdoba para ayudar al padre Orosz a montar la nueva imprenta que este había comprado.[3] 

En el curso del siglo XVIII se instalaron también talleres de criberos, trabajadores del cuerno que fabricaban peines, cajas de tabaco y cubertería de mesa, y hasta galones de hilo de plata y oro (Furlong, 1946, pp. 88, 90.)

Parece que los artesanos solo trabajaban para el autoabastecimiento de las reducciones (ayudándose mutuamente entre sí), ya que aún se carece de documentos para probar el negocio con las manufacturas, excepto aquel realizado con telas de algodón (Sepp, 2012, folio 140). Además de generar autosuficiencia, los talleres cumplían la función de ir sustituyendo el modo de vida indígena, que los jesuitas consideraban inactivo y holgazán, por el modo de vida laboral europeo. En resumen, las misiones estaban mejor organizadas y equipadas que los centros urbanos de la provincia, donde apenas había talleres y artesanos (Hernández, 1913, p. 222). Incluso después de la expulsión de la orden, era fácil para los guaraníes formados encontrar trabajo como artesanos (Maeder, 1991, p. 41). En los inventarios de las reducciones se mencionan las profesiones listadas en la Tabla 8:

Tabla 8. Sinopsis de las profesiones artesanales que figuran en los inventarios de las reducciones

Albañiles

Barcos, los que hacen

Barrilero

Fundidor de campanas

Carnicero

Carpintero

Carretero

Cucharero

Curtidor

Enladrilladores

Ladrillero

Escultores

Estatuarios

Herrero

Hilera

Molinero

Luthier (artífice de instrumentos musicales)

Tejero

Panadero

Pintor

Platero

Rabelero

Retablero

Rosariero

Sombrero

Tejedores

Tornero

Trapichero

Zapatero

Carpintero de obra

                                          Fuente: Brabo (1872).

Aunque los jesuitas solían elogiar los oficios manuales instalados en las reducciones como adecuados a una “republica bien ordenada” o a una “población de buena cultura” (Sepp, 1696, p. 220; Cardiel, 1994, p. 48) las ambiciones de la orden no se detenían aquí. A mediados del siglo XVIII, intentaron instalar talleres aún más especializados para aumentar la autosuficiencia y la independencia respecto de los productos importados, presumiblemente también para asegurarse una cuota de mercado. Incluso después de la expulsión y de la disolución de la orden, este esfuerzo por una futura mejora de la economía en la provincia era reconocible. Una fuente importante para analizar dicha cuestión es el manuscrito de José Sánchez Labrador, que fue misionero de los guaraníes a partir de 1746 y estudió con detalle la naturaleza paraguaya. Su manuscrito Paraguay Natural Ilustrado (1771-1776)[4] consta de cuatro volúmenes y abarca todos los minerales, plantas y animales de la región. Después de la expulsión, en el exilio en Italia, combinó los conocimientos indígenas con los resultados de sus propias investigaciones y experimentos en la región, los juntó con los saberes en la literatura europea sobre aquellos recursos naturales y las tecnologías de sus procesamientos entonces vigentes y escribió una obra enciclopédica referida a todas las materias primas de la provincia del Paraguay y sus posibles usos en el país, para lo cual adaptó las técnicas europeas a las condiciones paraguayas. Podemos suponer que reunió todos los conocimientos para el regreso de la Orden a Paraguay con el fin de mejorar la economía y la prosperidad de las misiones (Gramatke, 2021).

Basten cuatro ejemplos para ilustrar este celo de la Compañía:

5.3.1 Batihoja

Hacia la mitad del siglo XVIII se implementó un taller de batihoja en la ciudad de Córdoba (Argentina). En el libro de la procura provincial (conservado en el Archivo de la provincia argentina, S. J.) se menciona que el hermano Manuel Velasco fue enviado a la estancia Santa Catalina en octubre de 1745 con una herramienta para batir oro. En julio del año siguiente se consignan a su nombre unos moldes (libros con hojas finas de pergamino entre las que se baten los panes de oro), y en febrero de 1752 remiten para su oficina 40 pesos en oro (citado en Eguía Ruiz, 1953, p. 323). Los moldes mencionados pueden corresponder a los que había comprado el padre Rico durante su viaje a Europa (1741-1745) que apuntó en su libro de compras: “Del costo y porte de los moldes que vinieron de París para batir oro” (Mörner, 1971, p. 403).

En otra carta que se encuentra en el AGN, sin fecha ni firma, pero que según el contenido es posterior a 1756, se mencionan más herramientas especiales para este hermano.[5] Esto significaría que el taller seguía existiendo al menos en la década de 1750. Todavía no se ha investigado si los jesuitas lograron producir panes de oro ni si estos se utilizaban en las tallas. Sánchez Labrador (1771), para evitar que este saber se perdiera, aborda en su manuscrito, en el capítulo del oro, cómo se podía realizar en Paraguay la producción de pan de oro, seguido de todas las técnicas de dorado para escultura, libros, etc. Pero no deja de señalar que “El Arte de Batir el oro no es tan fácil como parece, y el que no es diestro Batidor se expone á perder oro, y trabajo” (folios 134r y ss.).

5.3.2 Espejero

De la comparación de la cantidad de espejos que figuran en las hojas de registro con los anotados en los inventarios de las reducciones surge la pregunta de su origen. Hay indicios de que un jesuita alemán, de nombre Hieronymus Hartman, que trabajó en el colegio de Quito como herrero y relojero en la década de 1740, fabricó espejos en Quito (Oleas-Mogollón, 2019, p. 40). Para Paraguay, hay indicios de que el padre Buenaventura Suarez se las ingenió para organizar un taller de fabricación de espejos (Furlong, 1933, p. 102). Por su parte, Sánchez Labrador (1771) da instrucciones “para hacer espejos de nuevo, ò para renovar los gastados”, lo que “puede ser grande en Pueblos de Misiones”, presuponiendo que “las planchas de buen cristal, ò de buen vidrio, [sean] adquiridas por via de las Ciudades españolas” (folios 164r-164v).

5.3.3 Impresor textil (angaripolas o indianas)

Los textiles llamados angaripolas o indianas aparecen tanto en las hojas de registro del siglo XVIII como en los inventarios de las reducciones (Brabo, 1872; Gramatke, 2019a, pp. 368, 372, 375). Se trata de tejidos de algodón originarios de la India, estampados con un complicado proceso que permitió colores brillantes y estables. Su atractivo puso en marcha un esfuerzo creciente por imitarlas en Europa, lo que dio lugar a una reorganización en el sector manufacturero (Siebenhüner, 2016). El padre Ladislao Orozco trajo de su viaje a Europa (1746-1749) una caja que contenía utensilios necesarios para su elaboración en Paraguay.[6] Pero hasta ahora no se pudo comprobar una producción local. Quizás por eso Sánchez Labrador dedica un capítulo completo a su manufactura, porque “pueden servir en las Iglesias de las Misiones, y en otros usos” (1772, folio 324r). Llama la atención que no se basa únicamente en la bibliografía existente, como por ejemplo, la obra de Delormois (1770), sino que, en la línea de la enciclopedia francesa, acudió al taller de un impresor de angaripolas en Rávena, quien le explicó la técnica por “unos pocos reales” (Sánchez Labrador, 1772, folio 324v). En este capítulo queda especialmente claro cómo Sánchez Labrador adaptaba las técnicas y materiales europeos a las condiciones paraguayas, pues menciona los tintes vegetales paraguayos como sustitutos de los europeos. Aquí también se pone de manifiesto el cambio de perspectiva que realiza: mientras que el discurso europeo de la utilidad en la Ilustración y el Mercantilismo se preocupaba principalmente por mejorar el propio tesoro nacional, Sánchez Labrador quería lograr un mejor aprovechamiento de las materias primas paraguayas en el país a través de la transmisión del conocimiento europeo.

5.3.4 Fabricante de papel

Para su comunicación interna, la contabilidad y las publicaciones, como ya fue señalado, la necesidad de papel era inmensa. Su fabricación tampoco le era ajena a la Orden. En 1693, el padre Jean Imberdis escribió un poema didáctico sobre el procedimiento. Los jesuitas poseían molinos de papel, por ejemplo, en Graz (Estiria) y Breslavia (Silesia) (Thiel, 1932, pp. 142, 149).

Por un intercambio de cartas entre el padre Rico, durante su estancia en Europa (1741-1745), y el padre Mariano Alberich en Barcelona, que le ayudaba a comprar mercancías y a encontrar artesanos especializados, sabemos que Rico buscaba un papelero. Alberich intentó ayudar, pero según sus cartas, todos sus intentos fueron infructuosos (Furlong, 1933, p. 106). Sin embargo, por un cuaderno de cuentas del padre Rico, sabemos que él pagó para la estancia del hermano Antonio Forcada cierta suma mientras estuvo en la fábrica de papel del Paular y para agasajar a un fabricante francés que le enseñó el “secreto de hacerlo de trapos de algodón” (Mörner, 1971, p. 424). La referencia al algodón es particularmente interesante porque el papel se fabricaba comúnmente con trapos de lino, que eran escasos en Paraguay (Sepp, 2012, folio 139). El algodón, en cambio, lo cultivaban abundantemente in situ. Queda por investigar si el hermano que llegó a Paraguay en 1745 pudo aplicar sus conocimientos en la fabricación de papel; hoy se le conoce solo por sus logros arquitectónicos.

5.4. Producción de tallas en las reducciones

Como las tallas policromadas dentro de las artes mecánicas en las reducciones están mejor estudiadas, pueden servir de ejemplo para iluminar el proceder de los jesuitas (Emmerling y Gramatke, 2019). Durante un siglo y medio, se produjeron unas 4000 piezas (Plá, 2006, p. 97), de las cuales alrededor de un tercio se han conservado y se encuentran en museos de los antiguos pueblos de misión o de las ciudades de la región y en colecciones privadas. En la actualidad se concuerda en que no se trata de copias inferiores de los originales europeos, sino de obras con una belleza y una presencia espiritual muy especiales (Bailey, 1999, p. 165).

Las imágenes tridimensionales, más impactantes por su realismo que las pinturas, eran muy importantes para la evangelización y la implementación de la vida europea cristiana en las reducciones. No solamente tenían su puesto en las iglesias, capillas, plazas de los pueblos y procesiones, sino también en las representaciones teatrales, la curación de los enfermos y en la vida social, económica y política. En las comidas comunales habituales en la plaza del pueblo, por ejemplo, había una escultura en cada mesa. En cada taller estaba el respectivo santo patrón. De camino al trabajo en el campo, los neófitos llevaban una talla de San Isidro (patrón de los campesinos) sobre un pequeño pedestal. La escultura de un niño alcalde asistía a las reuniones de la administración del pueblo. Las esculturas también se llevaban en todos los viajes y, por supuesto, en las misiones militares (Affanni, 2008, pp. 208-216).

En los talleres se utilizaban más que nada estampas como modelo, no solamente porque eran fáciles de transportar, sino porque estaban autorizadas por la Inquisición. Por lo tanto, eran una fuente fiable para la presentación de las doctrinas fundamentales de la fe cristiana y la iconografía de los santos a la que los hermanos, responsables de la enseñanza, podían adherirse.

En las listas de flete se observan ojos de cristal para las esculturas, cabezas y manos talladas por separado que se ensamblaban localmente y luego se vestían con telas también importadas (Gramatke, 2019a, pp. 321, 389). Estas esculturas son especialmente adecuadas para las procesiones, ya que son mucho más ligeras que las de madera maciza. En cuanto a los pigmentos, en las hojas de registro se encontró una única caja con colores, bol y panes de oro para “dorar un retablo” en 1661 (Gramatke, 2019a, p. 262).

Sabemos, por diferentes facturas, pedidos y cartas que las reducciones compraban pigmentos, panes de oro y herramientas en los oficios de la Orden en Buenos Aires y Santa Fe.[7]

Varios documentos comprueban el envío de panes de oro desde Chile y Perú (Gramatke, 2019b, pp. 58-59). El virreinato peruano contaba con grandes importaciones de géneros europeos; además, allí ya se producían tanto pigmentos como panes de oro en el siglo XVI (Bruquetas Galán, 2019, p. 173 y ss.). Los inventarios de las treinta reducciones contienen abundante información sobre el material artístico presente en ellas al momento de la expulsión (Brabo, 1872). Nombres de pigmentos como “Laca italiana”, “Azul de Prusia” y “Esmalte” indican un origen europeo, posiblemente introducido en Paraguay a través del Perú. Además, es concebible la llegada de productos de Asia a la provincia, por vía de Manila y de México en la llamada ruta hispanoamericana de la seda (Bonialian, 2014). China entonces ya era conocida por su producción de pigmentos como el albayalde y el bermellón. Hay que considerar que esta ruta también habría permitido la importación de bienes de otras regiones americanas, donde los barcos solían tocar puerto.

Otra posibilidad mucho más práctica la indica José Sánchez Labrador en su manuscrito. Escribe que los pintores de las reducciones obtenían sus colores en la región, además de los de Europa y Perú (1772, folio 77r). Dispersos en los cuatro volúmenes, describe todas las materias primas presentes en el territorio, como madera, yeso y creta para preparaciones, bol para el dorado, pigmentos minerales, colorantes vegetales y animales, aceites y resinas vegetales; asimismo, explica su preparación y uso respectivo (Gramatke, 2019b).

5.5. Negociaciones transculturales inmanentes a la materialidad

Es bien conocido el afán de los misioneros europeos por crear talleres artísticos para los indígenas con el fin de reorientar la expresión de éstos hacia las obras cristianas, y construir e instrumentalizar imágenes externas para poder disciplinar las internas (Baumgarten, 2010, p. 193). El hecho de utilizar materiales autóctonos que anteriormente habían desempeñado un papel importante en las religiones originarias, está demostrado por varios investigadores con las esculturas cristianas realizadas con maíz en México (Amador, 2012). Así que también para los guaraníes hay que suponer que el material autóctono no era solo un medio para un fin, sino que pudo tener un significado específico, y que la elección de los materiales estaba directamente relacionada con el carácter sagrado de los nuevos objetos de culto. En las áreas decorativas de las obras se pueden ver negociaciones transculturales, por ejemplo, la representación de la flor del mburucuyá (flor de la pasión), que ocupaba un lugar importante en el mito de la creación guaraní (Bailey, 1999, p. 181), o en el vestido de la virgen de Santiago (Gramatke, 2020a). Esto se puede interpretar como una prueba de que en la misión se crearon espacios híbridos en los cuales se pudieron redefinir ciertos elementos de los mitos indígenas. El hecho de que los europeos vieran las insignias de la pasión de Cristo en la floración de esta enredadera americana pudo haber sido un factor facilitador (Acosta, 1590, p. 262). Sánchez Labrador también describe la planta, sus propiedades farmacéuticas y su simbolismo cristiano (1772, folios 216r-217r).

Lamentablemente, hay poca información sobre las prácticas religiosas de los guaraníes antes de la llegada de los europeos. Los jesuitas, testigos oculares, los calificaron en sus informes de “bárbaros o infantiles”, “no dignos de ser llamados culto” por ver en ellos una amenaza para el trabajo misionero (Escobar, 2007, p. 64). Hasta cierto punto, el estudio de la mitología y la religión de los subgrupos guaraníes actuales que no se convirtieron puede proporcionar pistas; al menos los etnobotánicos y los antropólogos las utilizan como fuente (Keller, 2013). Es deseable una mayor investigación en los archivos sobre los documentos escritos por los guaraníes en su propia lengua durante el período misionero, y es de esperar que al menos esta diera una idea de su punto de vista. Sin embargo, la evaluación de estos documentos es reciente y hay escasos especialistas que manejan el guaraní de la época. Además, hay que tener en cuenta que los grupos indígenas que vivían en las reducciones eran diversos y tenían diferentes tradiciones culturales, por lo que no se puede hablar de prácticas socioculturales homogéneas.

Es llamativo el silencio de Sánchez Labrador cuando describe los materiales que desempeñaban un papel en las ceremonias indígenas, como las plumas, los colores para pintar el cuerpo o las resinas naturales para hacer labretes. Por ejemplo, cuando escribe sobre la pintura corporal con la savia de las hojas y frutos de la ñandipa (Genipa americana), relata que le preguntó a un indígena por qué se pintaba el cuerpo con ella. Este respondió que repelía los mosquitos y conservaba su fuerza física. El religioso concluye que el efecto astringente de la savia cierra los poros y evita la sudoración (1772, folio 160r). No menciona su uso para la pintura corporal como parte importante de las prácticas sociales y religiosas indígenas.

La gran mayoría de las esculturas son de madera de cedro (Meliaceae Cedrela). Según el etnobotánico argentino Héctor Keller, se consideraba materia sagrada en la cultura guaraní (2013, p. 152), aspecto que habría sido decisivo para trasladar la veneración indígena a la escultura cristiana. Sánchez Labrador explica que comúnmente las tallas eran hechas de esta madera pero omite lo sagrado de su condición (1772, folios 80v, 107r).

En cuanto a las resinas naturales, el antropólogo y etnólogo Alfréd Métraux (1948) menciona la resina del jatahy, que se utilizaba para los labretes: se insertaba un palo en forma de T a través de una abertura en el labio inferior y se consideraba un símbolo de masculinidad (p. 83). Según este autor, aún en 1948 se utilizaba en algunos grupos guaraníes (p. 73). Sánchez Labrador no da ninguna indicación del significado cultural de esta resina, pero la recomienda como ingrediente de barnices y, curiosamente, sobre todo para encarnaciones, ya que les comunica –según el autor– un lustre bellísimo (1772, folio 86v).

6. Conclusiones

Debido a la continua expansión de los talleres, se podría pensar que la provincia se las arreglaba cada vez más sin productos importados. No obstante, las listas de fletes muestran que ciertas mercancías se importaron repetidamente de Europa a lo largo de todo el período. Fueron aparentemente indispensables obras de arte europeas y los objetos devocionales de Roma, y demás objetos de lujo, contra los cuales los artesanos de las reducciones no podían competir. Las herramientas importadas también eran aparentemente de mejor calidad.

Sin embargo, la transferencia de cultura material y de saberes tecnológicos, la diversidad de los talleres artesanales creados en las reducciones para reproducir estos géneros, junto con el saber indígena y las excepcionales habilidades de los neófitos no solo posibilitaron una amplia autosuficiencia, sino que también dieron lugar a un florecimiento económico y cultural en las reducciones único en la región, circunstancia que implicó la formación de una nueva identidad.

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Notas

[1] Proyecto de investigación “Die polychromen Holzskulpturen der jesuitischen Reduktionen in Paracuaria, 1609 -1767 Kunsttechnologische Untersuchung unter Berücksichtigung des Beitrags deutscher Jesuiten“, subsidiado por la Deutsche Forschungsgemeinschaft de 2015 a 2018, Technische Universität München. Véase Emmerling y Gramatke, 2019.

[2] Comunicación oral con motivo de la conferencia “Tejné. Hacia una historia material de la escultura“, Museo Nacional de Escultura, Valladolid, octubre de 2016.

[3] Clero-Jesuitas. Legajo 249, n.° 1, Documento n.° 196. AHN, Madrid, España.

[4] Conservado en el Archivum Romanum Societatis Iesu, el archivo general de la Compañía de Jesús en Roma.

[5] DE/CJ. Sala IX 7-1-2, Documento [1], texto empieza con: “De las cosas encargadas â mi en particular, poco ô nada he podido enbiar ...”, folio [1v]. AGN, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina.

[6] DE/CJ. Sala IX-7.1.2., documento sin número ni fecha. Título: “Numeracion de caxas, Fardos, Barriles etc. que entregó el P. Ladislao Oros al P. Procurador de Provincias”, folio 1r.

[7] Clero-Jesuitas. Microfilme Neg. 3063, n.° 77, folio 8r. AHN.