http://dx.doi.org/10.19137/qs.v27i3.7151

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Quinto Sol, vol. 27, nº 3, septiembre-diciembre 2023, ISSN 1851-2879, pp. 1-4

RESEÑAS

Martín Vicente y Mercedes López Cantera (Coord.) La Argentina y el siglo del totalitarismo. Usos locales de un debate internacional. Prometeo, 2022, 380 páginas.

Gabriel Piro Mittelman

Universidad de Buenos Aires. Facultad de Filosofía y Letras. Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani”

Argentina

Correo electrónico: gabrielpiro90@gmail.com

La cuestión del totalitarismo se constituyó en uno de los tópicos más debatidos y analizados a nivel internacional desde sus orígenes, en las primeras décadas del siglo XX, hasta nuestros días. Tanto desde el ámbito político, como desde las producciones intelectuales y académicas, el propio concepto de totalitarismo adoptó múltiples inflexiones en su uso y condensó un conjunto de significados que fueron variando histórica y geográficamente, dotándolo de diversa eficacia discursiva. Sobre esta premisa, el libro que reseñamos apunta a perseguir la pista de aquel concepto a lo largo de la historia argentina, desde sus primeras apariciones en la década de 1920 hasta las primeras dos décadas del siglo XXI.

En función de ese objetivo, el libro presenta trece capítulos divididos en cuatro ejes temáticos y temporales que abordan una multiplicidad de actores sociales, políticos e intelectuales que “hicieron uso” del concepto “totalitarismo”. Antes de describirlos, vale señalar que el recorte realizado se corresponde con la intención de los compiladores de poner en diálogo los recorridos locales del concepto “totalitarismo” con una historia transnacional del mismo que incluyó exilios, redes intelectuales, fidelidades políticas, trayectorias personales e hitos que traspasaron las fronteras nacionales. En este sentido, el recorte geográfico que propone el libro (el territorio argentino) cuenta con una ambigüedad que le otorga densidad al análisis: ¿se trata de un estudio local de un fenómeno global o es un abordaje sobre las particularidades que adoptó el uso del concepto en aquellas latitudes? De los artículos se desprende que ambas dimensiones se encuentran interconectadas y que esa misma tensión recorrió la semántica que le otorgaron los contemporáneos.

También vale mencionar que el libro fue escrito por autores de diversas trayectorias, áreas de formación y especialidades, lo cual lo coloca en diálogo con múltiples áreas de estudio: desde la historia intelectual y conceptual hasta los estudios sobre derechas, anticomunismo, peronismo e izquierdas, pasando por la historia del catolicismo, el antifascismo y los estudios sobre exilios. Cada uno desde su enfoque, conecta episodios de la historia argentina e internacional en torno al surco trazado por el concepto “totalitarismo”.

El primer eje temático, denominado “Del antifascismo al antitotalitarismo” presenta cuatro trabajos que establecen vínculos entre la sociabilidad y el discurso antifascista de los primeros años veinte, centrado casi exclusivamente en el fenómeno italiano, con la posterior complejidad que adoptó la descripción de fenómenos como el nazismo, el estalinismo y en el plano local, el peronismo, catalogados bajo el rótulo de totalitarios por muchos de los actores que habían unificado sus causas en torno a las banderas republicanas durante la Guerra Civil Española, o alrededor de los Aliados durante la Segunda Guerra Mundial. En este sentido, Ricardo Pasolini, en su estudio sobre el grupo Giustizia e Libertà -años 1932 y 1944-, recorre las trayectorias intelectuales y políticas de algunos de sus miembros y traza el hilo de los ecos atlánticos que conectaron los debates de algunos exiliados antifascistas italianos con el continente americano y con Argentina desde lo que se definió como un socialismo liberal. Por su parte, Jorge Nállim, desde una dimensión transnacional, señala el influjo continental que vinculó al peronismo con el concepto de totalitarismo, evidenciando que el antiperonismo, durante las décadas de 1940 y 1950, adoptó elementos de la retórica antitotalitaria que recorría revistas e instituciones de América Latina. En la línea de este movimiento que conectó antitotalitarismo, antifascismo y antiperonismo, Ricardo Martínez Mazzola aborda los usos de estos conceptos en el Partido Socialista argentino en la coyuntura crítica que va desde 1953 a 1956, señala sus ambigüedades y las tensiones internas provocadas por las semánticas múltiples que les otorgó la conducción partidaria bajo distintos contextos. Cierra este eje temático Martín Vicente, quien se centra en el universo liberal conservador argentino, para el cual el peronismo fue una narrativa local del totalitarismo europeo, pero que ante el golpe de Estado de 1955 tuvo dificultades para homogeneizar el uso del concepto totalitario debido tanto al propio derrotero del antiperonismo, como a la cambiante coyuntura internacional.

El segundo bloque del libro, “El mundo bipolar en la órbita argentina”, se ubica en la coyuntura abierta tras la Segunda Guerra Mundial, reúne tres reflexiones referidas a la desarticulación del campo “antifascista” y la compleja incorporación conceptual del estalinismo dentro del universo totalitario. Allí, María Valeria Galván introduce el particular cruce que se produjo en la posguerra entre anticomunismo y antitotalitarismo, coloca la mirada en los exiliados checoslovacos en Argentina y los debates aparejados al nacionalismo eslovaco, los cuales impactaron a nivel estatal. Por su parte, Adriana Petra se detiene en un momento “parteaguas” dentro de la historia del comunismo internacional: el año 1956, momento de la invasión soviética a Hungría y de la disputa por el Canal de Suez. A partir de esa coyuntura, la autora describe el “juego de homologaciones” que el concepto “totalitarismo” permitió realizar a una parte del arco político entre comunismo y peronismo. Finaliza este bloque María Celina Fares y ofrece en estudio sobre los usos diversos y contradictorios del totalitarismo por parte del espacio opositor al peronismo en la coyuntura 1956-1959 bajo tres lentes superpuestas: los debates desarrollados en la Universidad de Cuyo, el cambio de gobierno nacional y el contexto de la Guerra Fría.

A diferencia de los anteriores, el tercer bloque tiene el eje en un actor específico, pues recorre “las tramas del catolicismo” y el heterogéneo paisaje que lo compone, allí se evidencia en su análisis los múltiples usos discursivos y políticos que desde aquella identidad se esgrimieron en torno al totalitarismo. Así, Miranda Lida se centra en una de las figuras icónicas del catolicismo del siglo XX argentino, como lo fue monseñor Gustavo Franceschi y sus visiones acerca de la cuestión judía, el antisemitismo y la fundación del Estado de Israel. A partir de su intervención pública y su producción ensayística, se observa la construcción de un imaginario no lineal y plagado de vaivenes, en el cual el catolicismo podía alzarse como una alternativa eficaz al totalitarismo. Mercedes López Cantera examina las lecturas de los católicos anticomunistas y de los grupos nacionalistas de derecha ante otra coyuntura crítica: el ingreso de la Unión Soviética a la Segunda Guerra Mundial. Al introducir el concepto de “contrarrevolución”, la autora problematiza el alcance del antiestalinismo de estos actores sociales y políticos, observa las tensiones entre integristas y proaliados y las implicancias que tuvo la caracterización del comunismo como una doctrina totalitaria y “anticristiana” en aquellos discursos. Desde otro sector del catolicismo, Diego Mauro y José Zanca cierran este bloque con una reflexión sobre los usos del totalitarismo en la democracia cristiana argentina al tomar las divergentes trayectorias intelectuales y políticas de dos de sus referentes: Augusto Durelli y Carlos Coll Benegas.

El libro finaliza con un bloque que completa el espectro político abordado en los capítulos anteriores y que evidencia la flexibilidad circular (casi paradojal) en los usos del concepto “totalitarismo” en la historia argentina, pues analiza en lecturas de mediano plazo que las derechas hicieron del mismo. Si el libro comenzó señalando las diversas expresiones de antifascismo que se unificaron bajo diversas banderas “democráticas”, en este bloque se observa cómo la propia democracia fue acusada de totalitarismo por defensores del fascismo. En este sentido, Olga Echeverría ofrece una mirada de largo plazo sobre el modo en que el antifeminismo, el clasismo, la xenofobia y el antisemitismo (tópicos comunes a los regímenes totalitarios) se transformaron en puntos de apoyo para un discurso antitotalitario esgrimido por las extremas derechas en busca del “enemigo interno” y de su aniquilación física. En el contexto postdictatorial (1980-1999), Boris Matías Grinchpun estudia los discursos antidemocráticos de la extrema derecha argentina, sostenidos bajo la idea de que fenómenos como la globalización y la mayor presencia de las potencias extranjeras en la región, implicaban un avance del totalitarismo bajo la “mascarada” democrática. Finalmente, adentrándose en las primeras décadas del siglo XXI, Sergio Morresi examina las lecturas de las derechas neoliberales sobre la cuestión del totalitarismo, tras el regreso de la democracia, plantea las inflexiones desde un marcado anticomunismo en la década del 80, pasa por los ataques al “progresismo” durante los 90, hasta las reapariciones recientes del concepto en los discursos de la derecha “antipopulista”.

En el aporte historiográfico que ofrece el recorte propuesto por el libro, se podría pensar que los tan heterogéneos usos del concepto de totalitarismo difuminan su capacidad explicativa: si casi cualquier fenómeno político puede ser descripto bajo ese significante, los artículos compilados y los temas abordados podrían estar refiriendo a cuestiones tan distintas que imposibilitan un diálogo. En este punto el libro no aporta una conclusión determinante, más bien, apunta a abrir el abanico de posibilidades para explorar sus heterogéneos usos. Y allí reside su virtud, pues da cuenta que el concepto “totalitarismo” puede ser una ventana desde la cual observar la historia argentina a partir de una dimensión transnacional, conectando discursos, producciones intelectuales, trayectorias y empresas políticas para las cuales aquel concepto adoptó una potente eficacia explicativa e identitaria. No obstante, valdría preguntarse ¿Qué nos dicen aquellos usos del concepto totalitario respecto a las prácticas totalitarias en el proceso histórico concreto? Tal vez la conexión entre ambas dimensiones pueda ser el siguiente paso en la reflexión.

El abordaje de este libro se ubica en un terreno poco habitual y meritorio en cual la especialización de cada uno de los autores/as es puesta en función de una mirada temática y temporalmente más amplia, habilitando un diálogo entre disciplinas e intereses bajo un denominador común y una mirada global sobre casi cien años de historia argentina, desde la lente del concepto “totalitarismo”. El trabajo se inscribe en el heterogéneo conjunto de reflexiones motivadas por la emergencia de las “nuevas derechas” en todo el mundo, y aporta una mirada historiográfica que da nuevas pistas para desentrañar aquel fenómeno. Sin embargo, cabe la pregunta: ¿Qué hay en los fenómenos del siglo XXI de los totalitarismos del siglo XX? Y en el mismo registro: ¿Fueron eficaces los discursos antitotalitarios para repeler las prácticas totalitarias? ¿Qué tienen para decirnos sobre sus expresiones actuales? El libro no ofrece respuestas a estos interrogantes, pero sin dudas representa un punto de partida para quien los formule.