http://dx.doi.org/10.19137/qs.v28i1.7048


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ARTÍCULOS

Debates en torno al Plan Primavera (1988): los aportes del semanario El Periodista de Buenos Aires

Debates around the Spring Plan (1988): the contributions of the weekly El Periodista of Buenos Aires

Debates sobre o Plan Primavera (1988): contribuições do semanário El Periodista de Buenos Aires

Ignacio Andrés Rossi

Universidad Nacional de General Sarmiento

Comisión de Investigaciones Científicas de la Provincia de Buenos Aires

Argentina

Correo electrónico: ignacio.a.rossi@gmail.com

ORCID: https://orcid.org/0000-0003-3870-1630

Resumen: El estudio de las publicaciones periódicas viene cobrando un importante vigor en diversas disciplinas sociales, aunque aún es menor en el área de la historiografía económica. En este trabajo se analiza un semanario que cuenta con escasos estudios y que registró un sólido equipo de periodistas económicos en los años de la transición a la democracia (1983-1989). El Periodista de Buenos Aires, que circuló entre 1984 y 1989, contribuyó con importantes debates económicos del período democrático. Se examinaron las trayectorias de los involucrados, las características del semanario y la importancia relativa de las principales cuestiones abordadas en materia económica. Luego, se examinaron los debates de aquella naturaleza, principalmente en los años de deterioro económico con la inflación que caracterizó la parte final del gobierno de Raúl Alfonsín, y se pone especial énfasis en las discusiones que motivara el llamado Plan Primavera. Se concluyó que la visión del semanario desplegó diferentes interpretaciones en torno a ese Plan. Algunas lo vieron como un plan cortoplacista, otros como una iniciativa de reforma estructural para primarizar la economía y, finalmente, otra lo entendió como una readecuación capitalista modernizadora que, emprendida por el alfonsinismo, debía tener un contenido popular.

Palabras clave: democracia; política económica; Plan Primavera; revistas.

Abstract: The study of periodical publications has been gaining significant strength in various social disciplines, although it is still less in the area of ​​economic historiography. This work analyzes a weekly newspaper that has few studies and that registered a solid team of economic journalists in the years of the transition to democracy (1983-1989). El Periodista de Buenos Aires, which circulated between 1984 and 1989, contributed to important economic debates of the democratic period. The trajectories of those involved, the characteristics of the weekly and the relative importance of the main economic issues addressed were examined. Then, debates of that nature were addressed, mainly in the years of economic deterioration with inflation that characterized the final part of the Raúl Alfonsín government, placing special emphasis on the discussions motivated by the so-called Spring Plan. It was concluded that the vision of the weekly displayed different interpretations around Primavera. Some saw it as a short-term plan, others as a structural reform initiative to prioritize the economy and, finally, another one understood it as a modernizing capitalist readjustment that, undertaken by Alfonsinism, should have a popular content.

Keywords: democracy; economic policy Spring Plan; magazines.

Resumo: O estudo das publicações periódicas vem ganhando força significativa em diversas disciplinas sociais, embora ainda menos na área da historiografia econômica. Este trabalho analisa um semanário que possui poucos estudos e que registrou uma sólida equipe de jornalistas econômicos nos anos de transição para a democracia (1983-1989). El Periodista de Buenos Aires, que circulou entre 1984 e 1989, contribuiu para importantes debates econômicos do período democrático. Foram examinadas as trajetórias dos envolvidos, as características do semanário e a importância relativa dos principais temas econômicos abordados. Em seguida, foram abordados debates dessa natureza, principalmente nos anos de deterioração econômica com inflação que caracterizaram a parte final do governo Raúl Alfonsín, dando especial ênfase às discussões motivadas pelo chamado Plan Primavera. Concluiu-se que a visão do semanário apresentava diferentes interpretações em torno do Plan Primavera. Alguns o viam como um plano de curto prazo, outros como uma iniciativa de reforma estrutural para priorizar a economia e, por fim, outros o entendiam como um reajuste capitalista modernizador que, empreendido pelo Alfonsinismo, deveria ter conteúdo popular.

Palavras-chave: democracia; política económica; Plan Primavera; revistas.

Recepción del original: 04 de octubre de 2022 / Aceptado para publicar: 05 de junio de 2023

Debates en torno al Plan Primavera (1988): los aportes del semanario El Periodista de Buenos Aires

Introducción

En diciembre de 1983, el gobierno de transición democrática de Raúl Alfonsín (1983-1989), con la Unión Cívica Radical (UCR), vencía por primera vez en la historia al peronismo (Partido Justicialista). Su agenda denunciaba los crímenes de lesa humanidad cometidos por la dictadura (1976-1983), defendía la pluralidad de voces, el Estado de derecho y la democracia, a la vez que prometía la recuperación del bienestar socioeconómico luego de años de estancamiento y caída salarial (Velázquez Ramírez, 2019). La frontera democrática que instaló Alfonsín contó con el amplio apoyo de la ciudadanía (Aboy Carlés, 2001), y el común denominador de la época fue la subestimación de los enormes cambios que, tras años de dictadura, funcionarían como limitantes para el nuevo gobierno (Novaro, 2021). No obstante, el alfonsinismo avanzó en el terreno del juzgamiento a las juntas militares con la creación de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP) en 1983 y, posteriormente, los juicios en 1985. Sin embargo, el proceso estuvo plagado de tensiones con los militares que protagonizaron varios levantamientos a lo largo del gobierno poniendo en peligro el orden institucional. Otro de los frentes en que el gobierno buscó avanzar fue el de la reforma sindical, la cual buscaba asegurar el pluralismo en la elección de autoridades, representar a las minorías y dotar de autonomía a las seccionales y a los delegados por empresa, medida que suponía un golpe a la mayoría opositora, de raíz peronista. Tras fracasar en el Congreso el proyecto de ley de reforma sindical, el gobierno debió enfrentar la mayor cantidad de paros generales en democracia por parte de la Confederación General del Trabajo –CGT–, así como de otras organizaciones. Por su parte, el plano económico se convirtió en el tercer eslabón del trípode de Alfonsín (Gerchunoff, 2022), ya que, aunque se preparaba un plan de reactivación keynesiano clásico, pronto se presentaron las limitaciones. La deuda externa, luego de un proceso controversial de estatización, alcanzó los 45.000 millones de dólares, con cronogramas de intereses anuales abultados. El alto déficit fiscal heredado, si se contabiliza el del Banco Central de la República Argentina (BCRA), llegó al inédito 15% del Producto Bruto Interno (PBI), y el sistema financiero funcionaba desequilibradamente, con altas tasas de interés y refinanciaciones constantes de deuda interna. No eran menos preocupantes los indicadores socioeconómicos, ya que la desocupación comenzó a romper la barrera del 4-5% de las décadas previas y la caída salarial acumuló un 30% desde 1975. La inflación, que escondía altos componentes inerciales sentados en la puja distributiva y la indexación de los contratos en corto plazo, llegó a casi el 350% anual en 1983 (Rapoport, 2020).  

Como han sostenido los estudios de economía política para el período, se asistía a una reestructuración del régimen de acumulación luego de las políticas de la dictadura que desembocaron en un inédito proceso de endeudamiento externo, desequilibrio del sistema financiero, concentración de grupos económicos, dinámica de fuga de capitales y desequilibrio macroeconómico con alta inflación (Basualdo, 2017). A partir de ese momento, la economía operaría con endeudamiento externo por encima de las capacidades de la economía, fuga de capitales, caída constante del salario real e inestabilidad macroeconómica. Sin embargo, paralelamente se posicionaba un conjunto de grupos económicos nacionales y extranjeros, partícipes de los seguros de cambios con los que se estatizó el endeudamiento externo, que tenían un importante poder de veto en tanto poseedores y generadores de divisas, formadores de precios y contratadores preferenciales del Estado (Ortiz y Schorr, 2021).[1]

Por su parte, el contexto internacional también era preocupante dadas las altas tasas de interés norteamericanas, que rondaban entre el 6 y el 8%, la recesión en los países industrializados que reducía el comercio internacional –con niveles más altos de proteccionismo–, y una caída de los términos de intercambio que perjudicaban a la región junto con la escasez de liquidez (Schvarzer, 2001). Luego del fracaso en los intentos por estabilizar la inflación y en la renegociación de la deuda externa por parte del primer ministro de Economía de la gestión, Bernardo Grinspun (1983-1985), el gobierno inició un cambio de rumbo económico con el Plan Austral, impulsado por el ministro Juan Sourrouille (1985-1989). Este, formado en el estructuralismo de posguerra, representaba a una línea económica más “técnica” junto con otros colaboradores como Adolfo Canitrot, Roberto Frenkel, José Luis Machinea y Mario Brodersohn (Torre, 2021). Luego de un período de incertidumbre y alta inflación durante la primera parte de 1985, se lanzó un shock de congelamiento de precios, el cambio de signo monetario y otras medidas combinadas con los ajustes ortodoxos que sugería el Fondo Monetario Internacional (FMI) (Brenta, 2019). El Plan Austral tuvo cierto éxito en reducir los niveles de inflación sin prolongar una recesión, a pesar de los ajustes macroeconómicos que se llevaron adelante (Gerchunoff y Llach, 2019). En gran medida, esto le permitió al gobierno ganar las elecciones intermedias en noviembre de 1985, aunque la reactivación económica, la persistencia de desajustes fiscales, la brecha externa y la inercia de la puja distributiva entre capital y trabajo contribuyeron a reactivar niveles altos de inflación pos congelamiento (Belini y Korol, 2021). En los siguientes dos años hubo importantes debates en torno a la necesidad de emprender reformas estructurales (privatizaciones, capitalizaciones, apertura económica, entre otras). Estas, ante el progresivo deterioro económico, eran presentadas tanto por el gobierno como por los organismos financieros internacionales como la estrategia para superar años de estancamiento. Se anunciaron varios intentos, aunque las dificultades políticas del gobierno debilitado luego de la derrota electoral en septiembre de 1987 no permitieron concretarlas. Mientras la macroeconomía se deterioraba en 1988, hacia mitad de año se decidió el lanzamiento de un último intento estabilizador con el llamado Plan Primavera, que incluyó un ajuste estructural con reformas acordadas con el Banco Mundial (BM) de apertura comercial y desregulación financiera progresiva (nuevos intentos con un sesgo más acuerdista entre el sector asalariado y el empresario). En lo coyuntural, también se acordó un control de precios con cámaras empresarias y un desdoblamiento cambiario para fortalecer las reservas, entre otras medidas, que finalmente fracasaron. A pesar de las expectativas, que en el corto plazo redujeron la inflación –que llegaba a niveles críticos en agosto–, el programa se vio dificultado por la oposición de sectores rurales al desdoblamiento, así como por las dificultades con el sindicalismo por concretar las reformas. Esto dejó al gobierno –que ya se encontraba en default con los acreedores privados– en una situación de extrema vulnerabilidad.

En este marco, proponemos abordar los debates económicos y de política económica desarrollados en El Periodista de Buenos Aires (EP), particularmente poniendo el foco en la visión económica del staff en los años del Plan Primavera de 1988. Dado que este último ha contado con menor atención frente al Plan Austral,[2] esperamos contribuir al campo de la historia económica, más particularmente de la historia del pensamiento económico,[3] con el análisis de la interpretación que los actores de dicha publicación hacían en aquellos años. Relevar esta discusión en EP se torna relevante para captar las controversias en un medio filiado con la izquierda democrática y nacional en tiempos en que se debatía la reestructuración del capitalismo local, pero también para detenerse en cómo se tramitaron los vaivenes del progresivo giro neoliberal que acorralaba al gobierno y azotaba a la región en aquellos años (Ferrer, 1983).[4] Desde los años setenta, el contexto económico mundial se caracterizó por una importante volatilidad que generaba efectos económicos adversos en la región. Particularmente, desde mediados de aquella década, países como Estados Unidos, Alemania y Japón comenzaron a enfrentar recesiones que interrumpieron los años expansivos del PBI mundial (de 4% en 1970, 4,4% en 1971, 5,6% en 1972 y 6,4% en 1973) (Rapoport, 2020). América Latina, que había crecido a tasas del 6,5% entre 1970-1973, debió enfrentar una desaceleración del 5% anual a partir de 1974. La alta inflación acompañó el proceso con incrementos del índice de precios al consumidor, tanto en los países desarrollados como en la región latinoamericana (donde varió al 17,5% en 1976). Así, el PBI mundial retrocedió en más del 6% en 1973, y luego de una recuperación en 1976, se mantuvo fluctuante sin recuperar los niveles de 1970 y manteniéndose por debajo toda la década de 1980. Por su parte, el crecimiento en América Latina retrocedió a niveles del 4% anual, y alcanzó picos de caídas de más del doble en los años ochenta (Titelman, Pérez Caldentey y Minzer, 2008).  

En gran medida, la estanflación respondía a eventos disruptivos que imponían inestabilidad al comercio mundial, como el fin de la convertibilidad del dólar con el cierre de los acuerdos de Bretton Woods en 1971 –y la consecuente volatilidad de la moneda internacional– y las decisiones de la Organización de Países Exportadores de Petróleo de aumentar los precios y regular la producción del hidrocarburo (Aglietta y Coudert, 2015). En este marco, aumentaron abruptamente las materias primas entre 1970-1972 (en alrededor de un 40% promedio), que alcanzaron, en determinados momentos, variaciones del 100% y del 300% (Kaceff, Robbio y Vitto, 2022). El precio del petróleo no se quedó atrás, ya que alcanzó un precio inédito de 12 dólares el barril a partir de 1974, lejos del promedio de 4 dólares de comienzos de 1970. Tanto el fin de los acuerdos de posguerra de Bretton Woods y la crisis del petróleo desatada en 1973 contribuyeron a aumentar el stock de liquidez de los países árabes, que fue canalizada por la banca comercial de los países más desarrollados (Schvarzer, 1988). Los efectos negativos para los países en desarrollo no exportadores de petróleo se hicieron evidentes, agravados en la década de los ochenta por una caída en los términos de intercambio, que no recuperaron los niveles de principios de los setenta sino hasta dos décadas después (Titelman et al., 2008). El enorme endeudamiento regional propiciado por la inyección de liquidez sufrió una disrupción cuando el Sistema de Reserva Federal (Fed) de los Estados Unidos propició el alza de las tasas de interés para responder a la inflación, lo que tuvo como consecuencia la expansión de los efectos recesivos en el globo.[5] Un punto cúlmine fue la mora mexicana de 1982, que inició el período de crisis de deuda latinoamericana (Ritter y Pollock, 1987), durante el cual varios países en desarrollo debieron enfrentar una crisis sistemática, caracterizada por el endeudamiento y el racionamiento del crédito voluntario. Además, los países exportadores de materias primas se vieron obligados a reducir sus precios en aras de mantener márgenes de competitividad, aunque esto significó un encarecimiento de la deuda externa (Connell, 1988).[6] 

Una interpretación de estas turbulencias entiende que se desarrollaba un período inacabado de reestructuración del sistema económico internacional combinado con la crisis del keynesianismo y el auge de las ideas neoliberales de libre mercado y no intervención estatal (Basualdo, 2017). La reestructuración del capitalismo mundial despegaba a la industria del centro de la estrategia productiva y de las alianzas sociales, como lo había sido desde la segunda posguerra con el estado de bienestar. Los servicios avanzaban en la consolidación de una “financiarización de la economía” (Zícari, 2019, p. 39) de acuerdo con la cual los flujos de capital captaban la reinversión en las finanzas para fundar un régimen de valorización financiera del capital. Esta coyuntura se combinaba con la interrupción o agotamiento de los modelos de desarrollo nacionales desde los años setenta al plantear nuevas formas de integración y acumulación de capital en los países en desarrollo (Ocampo, 2014).

En este cuadro de crisis y reestructuración capitalista a escala mundial y regional –que atravesó al Plan Primavera–, agravado a nivel nacional por el estancamiento, la crisis fiscal y la inflación, proponemos un abordaje del caso estudiado en tres partes. En la primera, recuperamos algunas variables relevantes que caracterizaron al semanario EP, como las trayectorias involucradas, su perfil formativo y tipología editorial. Por su parte, la segunda y la tercera examinan las discusiones generadas en sus páginas en dos momentos: la etapa pos Plan Austral, durante 1987 y, con mayor envergadura, la del Plan Primavera (1988). Como hipótesis general, sostenemos que las discusiones económicas en torno al Plan Primavera en EP muestran cómo, en un contexto de reestructuración del capitalismo mundial, se desarrollaron diferentes interpretaciones sobre la estabilización económica, la reforma estructural y la modernización del capitalismo. Mientras algunos entendieron que este último intento de estabilización consistía en una receta de corto plazo con sesgo electoral, otros plantearon que funcionaba como una bisagra para readecuar la economía argentina a la integración internacional. Por último, aunque en menor medida, otras voces lo interpretaron como un intento modernizador que debía permearse de una matriz popular para tener éxito.

El Periodista de Buenos Aires: el proyecto editorial de política económica en la izquierda democrática en los años de Alfonsín

EP fue lanzado al mercado por una de las editoriales más importantes de Argentina durante el último cuarto del siglo XX: Ediciones de la Urraca, que entre 1970 y 2000 manejó importantes revistas de variadas temáticas, que iban desde la literatura y el humor político hasta el comic y el rock. El reconocido dibujante Andrés Cascioli y otros colaboradores de importante trayectoria en el mundo periodístico del humor, como Osvaldo Soriano, Carlos Gabetta, Sergio Joselovsky y Carlos Alfieri formaban parte del staff de estas publicaciones (Igal, 2013). En el caso de Cascioli, era quien se ocupaba tanto de las tapas de la publicación como de la estética interna; se destacó por criticar a la dictadura (1976-1983) desde las páginas de Humor Registrado, la cual llegó a vender más de 300.000 mil ejemplares entre 1984 y 1987. Para los años ochenta, el dibujante había sido reconocido como caricaturista del año por la Asociación Argentina de Dibujantes (1982) y ganó el Premio a la Mejor Revista Satírica del Mundo con Humor. Soriano, por su parte, era un escritor y periodista que llegó a ser uno de los más vendidos en las décadas de 1980 y 1990 con No habrá más penas ni olvido y Cuarteles de invierno, novelas que incluso fueron llevadas al cine. Inició su carrera en las páginas de Primera Plana en los años setenta y pasó por Semana Gráfica, Panorama, La Opinión e incluso por el órgano oficial de la organización armada de Montoneros: Noticias. Exiliado en los años de dictadura, colaboró con el órgano comunista II Manifiesto de Italia y para El País (España) y Le Monde Diplomatique (Francia). Junto con Julio Cortázar y Carlos Gabetta había fundado Sin Censura en 1979, medio dedicado al análisis crítico de las dictaduras latinoamericanas para, a partir de 1984, volver a las filas del recién inaugurado EP. Por su parte, Gabetta fue un periodista y militante del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) y del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) en los setenta, quien se exilió después de perder a su esposa en un operativo en la localidad de Moreno, provincia de Buenos Aires. En el extranjero, intervino en las columnas de El País y Le Monde, como también con Soriano en Sin Censura, y regresó del exilio para sumarse a EP. Respecto a Joselovsky y Alfieri, también venían del mundo de la literatura y las izquierdas y habían participado en medios locales como Crisis, e internacionales como Le Monde.

EP, como destaca la escasa literatura sociológica que ha analizado esta publicación, recuperaba la línea general de Ediciones de la Urraca, ya plasmada en otras revistas como Humor y Fierro (Raíces, 2022). Estas entrelazaban chistes y caricaturas políticas con los análisis de coyuntura, y buscaban cierto sensacionalismo para captar a los lectores aunque sin recurrir a la complejidad analítica. EP contaba con 50 páginas, organizadas en secciones fijas: “Política”, “Economía”, “Política internacional” y “Transformaciones sociales”, sección esta última que abordaba diversas cuestiones. También contaba con una sección de “Correo de lectores”, “Entrevistas” a referentes políticos y “Actividades culturales” de diversa naturaleza caracterizadas por su radio principal de circulación en la ciudad de Buenos Aires.

 

Imagen 1: el ministro Sourrouille presenta nuevas medidas de estabilización junto con los primeros anuncios de reformas estructurales

                           Fuente: El Periodista, 10 al 16 de junio de 1987, n.º 138.

EP hacía alusión con su nombre a la profesión del periodista, profesión que ejercía la mayor parte de su staff, y se presentaba en un formato tabloide que combinaba cierto impacto sensacionalista, sobre todo en las tapas, que mostraban grandes anuncios y fotos de los principales personajes políticos y económicos de aquellos años. El interior del semanario se caracterizaba por un estilo austero en blanco y negro, y mezclaba la seriedad de los análisis con la caricatura y el humor (Raíces, 2022, p. 270). La imagen 1 muestra una noticia del interior, que es acompañada por las principales fotos de los funcionarios económicos, en este caso del ministro de Economía Juan Sourrouille.

Imagen 2: caricatura del equipo Económico de Alfonsín con el entonces ministro de Obras y Servicios Públicos

Fuente: El Periodista, tapa, 24 al 30 de julio de 1987, n.º 150.

Nota: parte superior de izquierda a derecha: Adolfo Canitrot, José Luis Machinea y Juan Sourrouille. Parte inferior: Pedro Trucco y Mario Brodersohn.[7]

Por su parte, la imagen 2 muestra el estilo humorístico de las tapas y la austeridad de los colores, especialmente el amarillo y negro que caracterizaban a EP. En este caso, los principales responsables de la política económica eran presentados como un equipo, momento en cual se había incorporado Machinea al BCRA (agosto de 1986) y se terminaron las disputas que se desarrollaron con el radical Enrique García Vázquez en esa cartera. Asimismo, la inclusión de Pedro Trucco y también la de Canitrot parecen obedecer a las primeras discusiones de las reformas estructurales, ya que en el seno del Ministerio de Obras Públicas operaban las empresas del Estado; respecto del segundo, se trató de un promotor de la apertura comercial en aquel entonces.

EP no cuenta con estudios directos que analicen la discusión económica abierta por su staff.  No obstante, algunas primeras indagaciones han realizado aportes imprescindibles para reconstruir tanto el proyecto editorial como otros debates de orden sociológico que rodeaban al semanario. Algunos de estos se inscriben en el estudio general de las publicaciones vinculadas a la crónica del periodismo (Anguita y Furman, 2002; Ulanovsky, 2005), si bien otras publicaciones recibieron más atención dentro del conjunto de estudios dedicados a las revistas (Vommaro, 2008; Peralta, 2009). Sin embargo, cabe mencionar específicamente el trabajo de Eduardo Raíces (2021, p. 60), el cual reconstruye el contexto de surgimiento de EP para presentarla como una revista de izquierda y de apoyo al gobierno democrático, aunque desde una postura crítica. Más puntualmente, el autor destaca los antecedentes de EP en Humor y otras ediciones de “de la Urraca”, y asegura que se trató de “la heredera seria” (Raíces, 2022, p. 288).

La cartera de noticias que cubría EP era amplia y se relacionaba con las principales preocupaciones de la sociedad a nivel nacional, especialmente en el orden político y económico. Así, las noticias cubrían desde las relaciones internacionales y los conflictos mundiales hasta el sindicalismo, las iglesias, los militares y otros asuntos de orden interno que aquejaban al gobierno democrático. Si bien la postura crítica que se asumió respecto de este fue característica en todo el período de EP, siempre se mostró una firme adherencia a la democracia y a la necesidad de dirimir los conflictos por esas vías, a pesar de las críticas más o menos radicales que se desplegaron frente a los poderes económicos y financieros y, en general, a todos los sectores que se podían identificar a las derechas contemporáneas.

En el gráfico 1 presentamos a los principales colaboradores económicos de EP según la proporción de notas, entrevistas y otros formatos donde se contribuyó a la discusión económica en sus múltiples aristas (financiera, política económica, sectores económicos, entre otras). Como puede observarse, Carlos Abalo, Marcelo Zlotogwiazda y Gabriel Grinberg fueron quienes pivotearon en mayor proporción la sección económica, aunque no menos importante resultaba Julián Lemoine. Respecto de Alfredo Zaiat y Silvia Naishtat, comenzaron a tener una presencia creciente durante 1988, no así Ángel Jozami, Julio Sevares, Luis Sicilia y José Antonio Díaz, quienes con una participación menor, tuvieron un papel relevante –aunque decreciente– desde al menos 1985.

Gráfico 1: proporción de notas y columnas sobre economía y política económica según los principales colaboradores en EP.

                                   Fuente: El Periodista entre 1987 y 1989. Elaboración propia.

En el gráfico 2, por su parte, presentamos las principales temáticas abordadas en el debate económico de EP a partir de una subdivisión que obedece, en gran medida, al enfoque de izquierda económica con el que se discutía. En política de estabilización e inflación se debatió sobre los instrumentos de política económica implementados para controlar las principales variables macroeconómicas como la inflación, el gasto y la emisión. En deuda externa, la discusión abarcaba los acuerdos constantes con la banca acreedora, el BM y el FMI. En economía internacional, las discusiones fueron variadas, desde los acuerdos de integración económica con Brasil hasta las relaciones comerciales con diversos países. Empresas y poder económico hacen referencia a aquellos debates que involucraban a los principales grupos empresarios y al sistema financiero, al funcionamiento local de la política monetaria nacional y al sistema bancario público y privado. Por último, las notas integrales presentan temáticas que incluyen dos o más cuestiones de las mencionadas como principales objetivos de análisis.

Gráfico 2: proporción de temáticas económicas discutidas en EP entre 1984 y 1985

             Fuente: El Periodista, septiembre de 1984 a febrero de 1985. Elaboración propia.

Como puede verse, existió una distribución bastante equitativa entre las principales preocupaciones abordadas, entre las que se destacan aquellas que hacían a la política de estabilización, la inflación y el sistema financiero, pero no tuvieron menor lugar los debates por la deuda externa y los análisis de los principales grupos económicos empresarios, que podían ir desde el sector agroexportador a las empresas extranjeras.

En esta línea, vale un comentario sobre las principales trayectorias económicas de EP en esta etapa, compuesta por un sólido staff de periodistas económicos. Los tres analistas primordiales venían con una experiencia importante en el periodismo y la discusión económica. Carlos Abalo se formó y fue docente en la Universidad de Buenos Aires (UBA) y en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales –FLACSO–, además de colaborar como periodista en El Cronista Comercial. Marcelo Zlotogwiazda era un economista recientemente egresado de la carrera de Economía en la UBA (1982) que incursionaba en el periodismo para forjar, posteriormente, una exitosa carrera en diversos medios nacionales, como Clarín, y también en la televisión y la radio. Julián Lemoine era un promisorio periodista económico, en aquel entonces dirigía la revista Confrontación de Ideas para una nueva sociedad y participaba de columnas económicas en otros medios como El Bimestre Político y Económico, Realidad Económica, Sur y Página|12. Su postura crítica se asemejaba a la de Abalo y tuvo un acercamiento importante con los análisis intelectuales cercanos a las izquierdas con sentido económico nacional. Respecto a Gabriel Grinberg gira una incógnita, dada la escasa información pública disponible sobre este columnista, lo que abona la idea de que pudo tratarse de un seudónimo. También se encontraban Ángel Jozami, José Antonio Díaz, Alfredo Zaiat y Silvia Naishtat, quienes se destacaron en periódicos como La Razón, Clarín, Página|12, El Mundo, Télam y Perfil, entre otros. La mayoría, incluso el economista e historiador de la industria Jorge Schvarzer, que participaba ocasionalmente, fueron férreos opositores a la dictadura previa y se habían exiliado durante los años setenta.

Como se puede observar, el equipo económico de EP estuvo compuesto por un variado conjunto de periodistas, algunos más jóvenes y otros con mayor trayectoria en el campo, que evidentemente se destacaron en estos años reivindicando el oficio profesional y discutían sobre los principales problemas económicos de la democracia. Su acercamiento con un sector de la izquierda de carácter democrática, y que reivindicaba una economía nacional, era claro. Incluso, si se siguen las trayectorias de muchos de estos en la actualidad, aún con presencia en los medios y otros recientemente fallecidos, es posible corroborar esto.

Deterioro económico, medidas de estabilización insuficientes y reformas estructurales: algunas preocupaciones de EP en los años previos al Plan Primavera

El año 1987 comenzó poniendo en debate algunas de las discusiones que se tornaron cruciales de cara al Plan Primavera de 1988. En aquel entonces, se desarrolló la discusión por la construcción del gasoducto de Loma La Lata-Buenos Aires,[8] en la que Marcelo Zlotogwiazda cuestionaba la convocatoria a un pequeño grupo selecto de empresarios concentrados, y sostenía que era parte de una reestructuración productiva para modernizar el Estado a partir de los vínculos con el sector privado, camino iniciado, según el economista, desde el Plan Austral.[9] De la misma manera, era el llamado Plan Houston de 1985,[10] por el cual se anunció la apertura al capital privado a la exploración y explotación petrolera, medida que ocupaba un lugar destacado en las noticias de EP. También se discutió el caso de las privatizaciones de Austral y Aerolíneas Argentinas,[11] por las cuales en aquel entonces el Estado pedía 27 millones de australes, aunque, según Claudio Díaz,[12] se encontraban valuadas en casi 40. En definitiva, la discusión de las privatizaciones en agenda del gobierno podía entenderse como parte de una segunda fase del Plan Austral que, además de la estabilización económica, buscaba “abrir la economía y aligerar las funciones del Estado”.[13] También ocupaba un espacio en las filas de EP el sector agropecuario, especialmente en torno a la preocupación por el estancamiento que mostraba el campo, producto inmediato de los menores precios internacionales. Como se destacaba, el ganado vacuno, que en aquel año registraba 250.000 toneladas, se mantenía por debajo de las 600.000 de los años setenta, mientras que los granos se contabilizaban en 36 millones de toneladas, lejos de los 44 millones de la campaña anterior. Según entendían los analistas de EP, la merma productiva podía solucionarse con una profunda reforma financiera al servicio de la producción que combatiera la especulación en el sector.[14]

De la misma manera, 1987 mostraba la fragilidad de la estabilización lograda con el Plan Austral, cuando de una inflación mensual de alrededor del 3% durante la segunda mitad de 1985, se llegó a alcanzar casi el 20% hacia septiembre de 1987 (Machinea, 1990). Abalo cuestionó que el problema del plan económico del gobierno era la iniciativa de “financiar el pago de los intereses y la cuota de crecimiento del presente [con deuda a futuro]”.[15] También Lemoine criticaba la política financiera, señaló particularmente las elevadas tasas de títulos públicos Bonex[16] para atraer australes y mantener frágilmente el tipo de cambio.[17] En ese sentido, consideraron que esta dinámica no solucionaba los problemas de fondo, dado que, en su concepción, ”la relación de la moneda nacional con el dólar no depende exclusivamente de las variables monetarias sino de la productividad de la economía y de su manifestación en el intercambio internacional”.[18] Para Lemoine, suspender el pago de los intereses de la deuda externa debía estar en el repertorio de acciones férreas del gobierno, pero para Abalo se trataba de seguir un camino análogo al de Brasil y conseguir mejores condiciones de negociación. De esta manera, su crítica planteaba que el gobierno tenía una estrategia concesiva en materia de deuda externa, que también Lemoine cuestionó, entendiéndola como un “aggiornamiento del Austral” destinado a acelerar la apertura económica y a generar una mejor distribución económica para el sector agropecuario.[19]

Además, estuvo presente el debate acerca de cuáles serían los sectores económicos idóneos para encarar una redefinición económica. Sobre todo, aún sobrevolaban las iniciativas de un programa con los llamados “capitanes de la industria” o el autodenominado Grupo María, a los que el gobierno se acercó desde 1985 en busca de una alianza entre producción y democracia (Ostiguy, 1990; Birle, 1997).[20] Sin embargo, desde el EP, estos eran identificados como una burguesía incapaz de sobrellevar un nuevo proceso de crecimiento.[21] Vinculado a esta cuestión, especialmente en materia del poder de mercado y de formación de precios de estos grupos (Peralta Ramos, 2007), se desarrolló el debate entre Roberto Lavagna y Adolfo Canitrot:[22] avanzar con una estrategia gradual de apertura exportadora u otra de carácter más disciplinador de los precios, respectivamente. Como se entendía en el EP, se trataba de una tensión entre la estabilidad y el crecimiento,[23]que reflejaba las diferencias al interior de un gobierno que no alcanzaba consensos para idear una estrategia económica pos-Plan Austral.

Otro asunto importante en las discusiones previas al Plan Primavera fue el mayor acercamiento del gobierno con el BM, que en materia de reforma financiera implicaba acordar una estrategia progresiva de supervisión, garantía de depósitos, reducción de redescuentos y liberalización de los mercados.[24] Este era el debate, mientras se lograba la reestructuración de USD 35.000 millones del capital de una parte de la deuda externa a 19 años con el FMI,[25] paralelamente se producían los levantamientos de Semana Santa,[26] y esos hechos en EP dieron origen a las voces críticas respecto de la escasa estabilidad del gobierno.[27]   

 Así, a comienzos de 1988 fue cuando se empezó a debatir una moratoria forzada de la deuda externa en EP, donde además se denunciaba la renta que percibía el sector agropecuario, que concentraba la comercialización exportadora a pesar de la crisis general, con un excedente que crecía, según los cálculos de EP, del 10 al 17% del PBI. En este sentido, los economistas de la publicación entendían que lo que se trataba de instaurar era un modelo agroexportador que debía confluir con la privatización de Aerolíneas Argentinas y de otras empresas estatales motorizada por el ministro de Obras y Servicios Públicos, Rodolfo Terragno.[28]

De esta manera, en los meses previos al Plan Primavera los periodistas de EP mostraban gran preocupación por la evolución crítica de la economía argentina. Entre las principales advertencias se señalaba la caída del impuesto inflacionario (del  5% al 1,6% en porcentaje del PBI), del impuesto a las ganancias del sector privado (del 2% al 0,5%), del ahorro de la seguridad social (del 2% a -0,5%), de las retenciones al sector agropecuario (del 1% al 0,5%)[29]y de la actividad industrial, que acumulaba -10% entre 1983 y 1988. Para EP el deterioro económico era, en gran medida, una manifestación de la inviabilidad de una reestructuración capitalista de apertura y de base agropecuaria que se tornaba inviable sin la inclusión de sectores asalariados y pequeñas empresas, pero que también mostraba las contradicciones del capital en exigir mayores pagos para la deuda externa y beneficios del sector empresario local, todo lo cual acorralaba a la democracia.[30] 

La discusión económica en los años del Plan Primavera y la visión de un sector de la izquierda argentina

El último intento de estabilización antiinflacionario lanzado por el gobierno fue presentado por EP como “el salvavidas de Angeloz”, entendiendo que el programa buscaba llegar a las elecciones nacionales de 1989 con una imagen presidenciable del candidato por la UCR Eduardo Angeloz. Las medidas planificadas para septiembre se adelantaron un mes dado que la inflación se precipitaba a 28,81% mensual con peligro de hiperinflación. El Plan Primavera instalaba una política cambiaria que instrumentaba una devaluación del 11,4%, dejando en 12 australes por dólar la paridad cambiaria y 14 en la esfera financiera. El desdoblamiento cambiario ordenaba que se liquidaran las exportaciones agropecuarias en el mercado comercial –a un tipo de cambio menor que en el segmento libre–, mientras las exportaciones industriales se liquidaban el 50% en el mercado comercial y el otro 50% en el financiero. Por otro lado, se redujeron los derechos de exportación de más de 500 productos industriales, se eliminaron 3000 posiciones arancelarias y se llegó a un acuerdo de congelamiento de precios sugerente entre el 2 y el 15 de agosto, con aumentos mensuales pactados en 1,5% en septiembre, 3,5% en octubre y 5% en diciembre (Fanelli y Frenkel, 1987). Las negociaciones salariales fueron liberadas, esta medida significó un incremento de los ingresos del sector público en 25%, para congelarse posteriormente. Mientras se proyectaba la reducción del déficit y una política monetaria restrictiva, Abalo cuestionó la tasa del 10% anual por encima de la inflación esperada, la reducción de la alícuota del Impuesto al Valor Agregado –IVA– del 18% al 15% a la industria, el retiro voluntario de 30.000 empleados y la paralización de obras para recortar 1,5% del PBI.[31]

Gabriel Grinberg advirtió que el Plan generaba un profundo rechazo en el campo, que cuestionaba la “retención encubierta”[32] del desdoblamiento cambiario para la Sociedad Rural Argentina (SRA), e incluso al interior del gobierno el secretario de Agricultura, Pesca y Ganadería, Ernesto Figueras, fue crítico de esta medida. También argumentó que el acuerdo de precios dejaba a un lado a los empresarios del informal Grupo María,[33] para inclinarse, ahora, por la Unión Industrial Argentina (UIA). Como señalaron desde EP, se trataba de un cambio de alianzas entre el gobierno y las grandes empresas. El cambio habría sido necesario dado que los capitanes exigían medidas proteccionistas, al tratarse de firmas beneficiadas por regímenes impositivos, cambiarios y promociones estatales.[34] Ahora, sostenían, el gobierno se inclinó por quienes mejor podían acoplarse a las nuevas consignas de apertura económica y financiera que se pretendía con el Plan Primavera. No obstante, para Abalo:

El plan nuevo económico no representa nada nuevo [ya que] sigue la cadena de las distintas y fracasadas variantes del austral y sus resultados pueden medirse por la realidad inmediata: antes del acuerdo para estabilizar, los precios se remarcan en forma salvaje… las tarifas se elevan el 30% y el tipo de cambio se devalúa 20%. El colchón previo servirá para aplacar en algún momento el necesario ajuste de los salarios, que en junio estaban 15% por debajo de los de junio de 1987.[35] 

Así, el Plan Primavera era entendido como una continuidad del Plan Austral, destinado a pagar los intereses de la deuda externa con gasto público, nuevo endeudamiento y subsidios al sistema financiero mediante redescuentos y otros beneficios que encerraban a la economía argentina en un círculo sin solución de ninguno de los problemas estructurales.

También Enrique Szewach veía un ciclo sin fin en el Plan Primavera, dado los reiterados ajustes que reducían ocasionalmente la inflación. Para Szewach, el problema era el “romance” entre gasto público improductivo financiado con emisión monetaria y deuda –interna, más intereses de la externa– de muy corto plazo, una dinámica que exigía reajustar las tarifas, las tasas y el tipo de cambio, lo que no hacía más que retroalimentar la inflación.  Así se incentivaban los mecanismos indexatorios, reactivando la revisión de contratos y la puja distributiva, y se generaba la necesidad de implementar un acuerdo de precios para practicar un nuevo congelamiento o acuerdo de precios hasta volver al punto inicial. En definitiva, el autor sostenía que:

Ante la fuerte caída del poder de compra salarial [por la inflación] de la demanda interna [por la reducción del poder de compra], la pérdida de ingresos fiscales (por el efecto de la inflación en la recaudación impositiva), y el problema de las empresas públicas cuyos ingresos también se deterioran, las ‘demandas’ por un plan antiinflacionario llegan a su punto máximo… y allí como en las películas mudas, cuando la muchachita atada a las vías esta por ser arrollada por el tren, aparece el equipo de salvataje: feriado bancario y cambiario, negociaciones con el FMI y el Tesoro americano, consultas, reuniones interminables y, por fin, un plan antinflacionario.[36]

En este sentido, la visión de EP puede caracterizarse de estructural, en tanto las políticas de estabilización practicadas mantenían una dinámica cíclica que no atacaba ninguno de los problemas identificados como principales: deuda externa, relación del Estado con empresarios concentrados y caída del poder adquisitivo, todo vinculado al déficit fiscal y a la retroalimentación de la inflación.

Por otro lado, y respecto del conflicto con el campo por el desdoblamiento cambiario, Humberto Volando (presidente de la Federación Agraria Argentina) criticó desde EP las medidas acordadas en el marco del Plan Primavera. En una entrevista a cargo de Leonardo Freidenberg, se exhibieron las tensiones entre el periodista y el representante de la corporación, dado que el primero cuestionó que la mayor carga cambiaria sobre el sector compensaba los altos precios internacionales.[37] En el mismo sentido, Silvia Naishtat responsabilizó a la SRA, presidida por el “derechista del radicalismo” Guillermo Alchourón,[38] de haber permitido el ingreso de militantes que contribuyeron a las protestas donde fue abucheado Alfonsín en una exposición que organizó la entidad. Esta postura crítica también era compartida por Abalo, quien calificó a la SRA de oligárquica y elitista al negarse a cargar un impuesto que, irremediablemente, caería sobre los sectores con menor capacidad contributiva o, en su defecto, implicaría el sacrificio de bienes públicos.[39]

Sin embargo, existieron diferentes posturas al respecto en EP, ya que Carlos Gabetta[40] apuntó tanto a los empresarios de la SRA como a la UIA, por considerarlos obstruccionistas del proyecto modernizador que intentaba el gobierno. No obstante, advertía que este falló por no “apoyarse en el formidable respaldo popular de los primeros años para reformar el Estado en profundidad e imponer desde allí claras y enérgicas reglas de juego capaces de crear una nueva clase de capitalistas verdaderamente nacionales”.[41] De esta manera, se pueden observar las divergencias interpretativas respecto del alfonsinismo en su fase final, entre las voces críticas al reformismo, entendido como parte de una salida transitoria a la crisis o como un programa genuino para modernizar las estructuras económicas.

Cuando en agosto de 1988 subían los precios hasta alcanzar aumentos de hasta el 30% mensual, desde EP se cuestionaba la ingenuidad de los funcionarios, quienes buscaban que:

los empresarios se apoyen en la tesis de que los aumentos salariales se deben atener a la inflación esperada y no a la pasada, en aras de respetar los intentos desindexatorios del Plan Primavera [en definitiva] la desindexación es en la práctica un método por el que las empresas pueden aumentar los precios a gusto y de manera anticipada [por lo tanto] la suerte de esta estrategia depende… de la capacidad de mantener a raya las reivindicaciones salariales y de que los empresarios no continúen remarcando los precios.[42] 

Así, el cuestionamiento era que, mientras los precios flexibles de productos frescos remarcaban al 40%, los salarios debían congelarse en niveles bajos, pero sobre todo, que el gobierno no lograba salir de la dinámica crítica que la mayoría cuestionaba en EP.

Aunque la economía creció, tanto en 1986 (5,6%) y 1987 (2%), y la inversión se recuperaba al 27%, la inflación atentaba contra la estabilidad (Libman, Palazzo y Rodríguez, 2022). A su vez, Zlotogwiazda señalaba que el PBI se encontraba aún un 4% por debajo de 1980, y que era justamente el PBI industrial el que no había crecido en 1987 (0,7%) y 1988 (0,3%). Para el analista, este era apenas un indicador de las características de un nuevo modelo económico, donde los principales sectores industriales de punta, con inserción exportadora como el petrolero y el electrónico, duplicaban los salarios (en alrededor de 3000 australes) contra las industrias más pequeñas dependientes de la demanda interna (que promediaban 1500 australes). Estas últimas fueron las que quedaron excluidas “de los subsidios que dio el Estado (promoción industrial, exenciones fiscales, estatización y capitalización de la deuda externa) [y] están luchando por su supervivencia”.[43] El economista aseguraba que el Plan Primavera buscaba reforzar este modelo en el cual las industrias de “elite” exportaban a costa de los beneficios prebendarios del Estado mediante la integración, como el sector agropecuario, que proyectaba expandir su PBI al 20% para 1988 y superar a la industria en el producto con el 62%.[44]

La postura de Abalo era que tanto el Plan Primavera como el Plan Austral enseñaban que la inflación no era un fenómeno aisladamente monetario. Por el contrario, entendía que su reducción estructural requería reformas de fondo, que incluyeran a los sectores populares y dirigieran los esfuerzos a la industria nacional.[45] Además cuestionaba las medidas de reforma que impulsaban el FMI y el BM, que en aquellos años negociaban de manera superpuesta con Argentina y entraban en tensiones por los tiempos para estabilizar la macroeconomía y llevar a cabo reformas de apertura y liberalización de los mercados (Frediani, 1989).

Cuando el Plan Primavera redujo progresivamente las tasas de inflación, del 27,6% en agosto al 6% en diciembre, Carlos Abalo sostuvo que se había logrado estabilizar los mercados financieros. Sin embargo, este aún criticaba la falta de políticas que redireccionaran el crédito a la producción interna y acabaran con la valorización de activos financieros. También, cuestionaba que “el plan va a tambalear por el lado de los salarios, el déficit fiscal y el tipo de cambio. Lo que falta saber ahora es cuál de esas variables va a inaugurar la previsible desestabilización”.[46]  Así, el economista veía una inflexibilidad a la baja del déficit si no se avanzaba en los privilegios de las empresas locales o bien de los acreedores externos.[47] 

También, en las filas de EP se cuestionó al ministro Rodolfo Terragno, promotor de las privatizaciones y la modernización del Estado, acusado de haber transitado del pensamiento de liberación nacional a la “modernización de la dependencia”. Por su parte, Terragno contraargumentaba que “mi pensamiento se ha adecuado a las condiciones de la época, ya que el mundo ha cambiado”,[48] a la vez que aseguraba que:

la función del Estado no es la de ser empresario, porque es un horroroso empresario… no tiene sentido que pierda 2.700 millones de dólares en operar empresas cuando el sector privado lo podría hacer ganando dinero y otorgando mejores servicios [y sentenciaba que] la deuda externa no es de Martínez de Hoz; lamentablemente, es de la Argentina.[49] 

Como podrá concluirse, estas posturas eran inaceptables para las filas de EP que, a pesar de las divergencias en torno a la interpretación estructural del devenir de la economía nacional, se mostraba crítico de las transformaciones de época.

Reflexiones finales

Los debates en torno al Plan Primavera, pero más generalmente de época, que se desarrollaban en los últimos años del gobierno de Alfonsín fueron de significativa importancia en las filas económicas de EP. Algunos entendieron el espíritu de este programa de estabilización como una continuidad defectuosa del Plan Austral, en definitiva, un “salvavidas” para llegar a las elecciones presidenciales de 1989. No obstante, con el correr de los meses críticos, se complejizó su mirada al considerar a los sectores sociales involucrados en los planes de reforma. Así, a pesar del trastocamiento de los acuerdos anteriores con los capitanes de la industria y el acercamiento a la UIA-SRA, se entendió que los primeros mantenían sus beneficios y contribuían, así, a no cuestionar el modelo económico de integración mundial con base agroexportadora e industrias seleccionadas que se perfilaba. Modelo que inexorablemente se presentaba como una consecuencia de los enormes cambios que acontecían en el capitalismo mundial y que, replicados en la crisis nacional, para algunos exigía un nuevo capitalismo local. Los más críticos cuestionaron la continuidad de la fuga de capitales y los beneficios estatales a las empresas concentradas, como la persistencia de la deuda externa, que encerraba al país en un ciclo de estabilizaciones cortoplacistas. Sin embargo, y posiblemente como respuesta a la reestructuración del capitalismo global, emergieron los debates en torno a la modernización. Esta produjo divergencias, ya que, mientras algunos criticaron a los sectores agroexportadores –que se oponían a liquidar sus divisas a un tipo de cambio menor– como a los empresarios industriales –que se beneficiaban de reducciones impositivas–, otros reivindicaron la línea reformista de la UCR como un intento por readecuar el capitalismo nacional a nuevos tiempos, aunque carente de un contenido popular. Así, esta postura vio que la modernización significaba el intento infructuoso de reformas estructurales y una alianza entre democracia y burguesía “verdaderamente” nacional, aunque la mayor parte de los analistas fueron críticos al respecto.

De esta manera, hubo visiones sobre el corto y el largo plazo respecto de la economía nacional en EP.  Mientras algunos apuntaban al carácter cíclico de las estabilizaciones, otros –como Zlotogwiazda– atendían al cambio de modelo económico que estaba en marcha, caracterizado por la apertura externa para los sectores tradicionales del complejo agroexportador y de las industrias vinculadas al procesamiento de recursos naturales con inserción externa. Dado que no se reivindicaba directa y fervientemente al Estado productor insignia de la posguerra, o de forma directa a las estrategias vinculadas con el mercado interno, excepto aspectos puntuales, puede pensarse que esto respondía a los condicionantes de la crisis mundial y a las nuevas ideas neoliberales que presionaban en diversas escalas.  El Plan Primavera y su articulación con el BM parecían sugerir que en el pensamiento de izquierda de EP no se formulaba una alternativa unánime sobre cómo readecuar la economía ante la ruptura del modelo de acumulación sustitutivo al que se asistía. La modernización que se buscaba emprender en el capitalismo nacional en aquel entonces, especialmente desde la formulación del Plan, traía tensión a las filas del pensamiento económico de izquierda entre quienes criticaban tanto la estabilización como las reformas y quienes comenzaban a pensar una salida hacia adelante con algún contenido popular. Aunque la inflación bajaba con cada estabilización, si no se quería repetir la dinámica de la puja distributiva, el déficit fiscal y el continuo endeudamiento interno (aceptando los pagos al sector externo), había que modernizar decían algunos. Si bien la mayoría de las voces en EP no estaban convencidas, planteaban con claridad las enormes dificultades del statu quo económico, como el déficit fiscal y la inflación. En suma, lo que revelan los debates en torno al último intento de estabilización alfonsinista de cara al nuevo ciclo neoliberal de los noventa es una temprana bifurcación en un sector del pensamiento de izquierda económica al que representaba EP. Entre sus principales líneas destacaron, por un lado, las posturas heterogéneas en torno al cortoplacismo del Plan Primavera, la crítica a la reforma estructural y, por otro lado, hubo quienes plantearon la iniciativa radical como un intento modernizador de readecuación capitalista que debería tener un contenido nacional y popular.

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Notas

[1] Las transferencias que percibían del Estado en concepto de sobrecompras, seguros de cambio, exenciones impositivas, entre otras, fueron calculadas por Ricardo Ortiz y Martín Schorr (2021) en alrededor de 35.000 millones para el período, a pesar de que la inversión neta cayó en promedio del 17% al 5% en estos años.

[2] Damos cuenta de este aspecto, entre otros, en la revisión literaria que hacemos sobre el período de Alfonsín en Ignacio Rossi (2021).

[3] Particularmente nos referimos a la línea de estudio de las revistas y publicaciones periódicas que se vienen esforzando por analizar las publicaciones como objeto de estudio (Rougier y Mason, 2021) desentrañando su proyecto cultural, materialidad, trayectorias y otros puntos que suponen una combinación de herramientas de la historia política, cultural y económica (Girbal Blacha, 2018).

[4] Sobre todo, considerando que EP apoyó desde sus inicios al gobierno democrático (Raíces, 2022).

[5] Se conoció como “choque Volcker” por el entonces titular de la Fed, Paul Volcker, al alza brusca de las tasas que encareció la deuda externa de los países en desarrollo. La política monetaria norteamericana se encontraba dirigida a reducir una inflación que había tocado el piso del 15% anual y una apreciación cambiaria del 40% entre los años setenta y los ochenta (Aglietta y Coudert, 2015, p. 105).

[6] Por ejemplo, en América Latina y el Caribe, esta superó los 300.000 millones de dólares a principios de los setenta y 400.000 millones hacia fines de los ochenta, cifras inéditas hasta entonces.

[7] En el marco del anuncio de medidas de estabilización durante 1987 con el llamado “australito”, Canitrot se desempeñaba como viceministro de Economía, Machinea ya era presidente del BCRA, Brodersohn era secretario de Hacienda y Pedro Trucco fue designado ministro de Obras y Servicios Públicos el 3 de julio de 1986, para ser reemplazado en septiembre de 1987 por Rodolfo Terragno.

[8] En referencia al yacimiento de Loma La Lata (Neuquén, Argentina) con importantes reservas de petróleo y gas convencional en aquel entonces.

[9] Zlotogwiazda, M. (20 al 26 de febrero de 1987). El Periodista, n.° 128, p. 12. Unidad de Biblioteca y Documentación de la Universidad Nacional de General Sarmiento. Los Polvorines, Buenos Aires, Argentina.

[10] Anunciado por Alfonsín en marzo de 1985 en la ciudad norteamericana frente a un grupo de empresarios del sector, constituyó el giro económico que hacía el gobierno con la incorporación de Sourrouille. En aquel, se convocó a concurso público internacional a las empresas extranjeras a firmar contratos de exploración y explotación de hidrocarburos en obras y servicios asociados a Yacimientos Petrolíferos Fiscales –YPF–.

[11] Empresa estatizada en 1980 y privatizada en 1985 por el Grupo Cielos del Sur S.A.

[12] Díaz, C. (20 al 26 de febrero de 1987). El Periodista, n.° 128, p. 12.

[13] Abalo, C. (27 de febrero al 5 de marzo de 1987). Un Plan Austral maquillado. El Periodista, n.° 129, p. 2.

[14] Jozami, A. (20 al 28 de febrero de 1987). La crisis agropecuaria. El Periodista, n.° 128, p. 14.

[15] Abalo, C. (27 de febrero 5 de marzo de 1987). El derrumbe de la estabilización. El Periodista, n.° 129, p. 12.

[16] Bonos Externos de Exportación (Bonex) lanzados en 1986 para fomentar las exportaciones y atraer inversiones en el marco de la segunda fase del Plan Austral. Con un plazo de diez años, los inversores podían adquirir estos bonos en dólares a una tasa de interés atractiva, y respaldados por los ingresos por exportaciones, aunque se hizo evidente que fueron perdiendo su valor con el deterioro económico a partir de 1987-1988.

[17] Lemoine, J. (27 de febrero al 5 de marzo de 1987). El círculo infernal. El Periodista, n.° 129, p. 12.

[18] Abalo, C. (6 al 12 de marzo de 1987). El ajuste del Austral. El Periodista, n.° 130, p. 13.

[19] Lemoine, J. (6 al 12 de marzo de 1987). El nuevo australito. El Periodista, n.° 130, p. 12.

[20] En referencia a la agrupación informal de empresarios que controlaban grupos nacionales y extranjeros en las posiciones más significativas de la cúpula industrial de los últimos años, los cuales habían multiplicado la cantidad de firmas controladas y diversificado sus actividades, como Techint, Bunge y Born, Bridas, Pérez Companc, Macri y otros de menor envergadura, como Ledesma, Loma Negra y Massuh.

[21] Gringberg, G. (13 al 19 de marzo). Los capitanes y el equipo económico. El Periodista, n.° 131, p. 11.

[22] A Canitrot se lo acusaba de propulsar el enfoque monetario de la balanza de pagos, consistente en buscar la estabilización de los precios mediante el alineamiento de los precios internos a los externos. En los hechos esto suponía instrumentar medidas de desregularización y apertura económica en los mercados nacionales.  Lemoine, J. (del 3 al 9 de abril de 1987). El ajuste que se viene. El Periodista, n.° 134, p.13.

[23] Abalo, C. (20 al 26 de marzo de 1987). Entre la estabilidad y el crecimiento. El Periodista, n.º 132, p. 11.

[24] Gringberg, G. (27 de marzo al 2 de abril). La reforma financiera según el Banco Mundial. El Periodista, n.º 133, p. 11.

[25] Sin embargo, debe considerarse que la principal problemática se encontraba en los intereses de la deuda externa, que se negociaban todos los meses y que alcanzaron cifras de entre 3000 y 4000 millones de dólares anuales (Brenta, 2019).

[26] En las pascuas de 1987 tuvo lugar el llamado levantamiento de Semana Santa, en el cual militares rebeldes identificados como “carapintadas” se rebelaron contra los juicios desarrollados en contra de miembros del ámbito castrense por delitos de lesa humanidad cometidos durante la dictadura.

[27] Lemoine, J. (del 1 al 7 de mayo). Refinanciación de la deuda externa. El Periodista, n.º 134, p. 12.

[28] Zlotogwiazda, M. (22 al 28 de enero de 1988). Deuda externa. El Periodista, n.º 176, p. 2; Grenni, H. (11 al 17 de marzo de 1988). El mito del Estado elefante. El Periodista, n.º 183, p. 12.

[29] Abalo, C. (1 al 7 de julio de 1988). La gran evasión. El Periodista, n.º 197, pp. 1-5.

[30] Abalo, C. (15 al 21 de julio de 1988). Quién se queda con la torta. El Periodista, n.º 197, p. 32.

[31] Abalo, C. (12 al 18 de agosto). El Plan Primavera. La epopeya de Alfonsín. El Periodista, n.º 203, p. 34.

[32] Esta disconformidad desembocaría en las protestas y el abucheo al discurso de Alfonsín en la exposición organizada por la SRA el 13 de agosto de 1988. Fue Silvia Naishtah quien desde EP advirtiera que esta situación se venía gestando en los círculos gremiales agropecuarios. Como sostenía la analista, si bien el campo pagaba parte del ajuste, esto correspondía a la rentabilidad del 20% en dólares que se calculaba que había tenido desde la campaña de 1986, producto de la sequía estadounidense. Naishtah, S. (12 al 18 de agosto de 1988). Ruralistas en contra. El Periodista, n.º 203, p. 35.

[33] Sin embargo, varios titulares siguieron denunciado las ganancias extraordinarias de los principales grupos empresariales, como Pérez Companc, Ipako, Astra y Renault, que según Alfredo Zaiat, multiplicaron sus ganancias en un año más del 2000% (de 3,6 millones de dólares a más de 80). Lo que analizaba Zaiat era el porcentaje sobre las ventas, y sostenía que “la privatización de los paquetes accionarios de las empresas estatales, la concentración y diversificación económica, la capitalización de la deuda externa y la expansión hacia los mercados internacionales son los elementos esenciales de la estrategia de crecimiento de estos grupos”. Zaiat, A. (19 al 25 de agosto de 1988). En 7 meses 458% de ganancias. El Periodista, n.° 204, p. 25.

[34] Grinberg, G. (5 al 11 de agosto de 1988). Ideado para salvar a Angeloz. El Periodista, n.° 202, pp. 14-15.

[35] Abalo, C. (5 al 11 de agosto de 1988). Remiendo. El Periodista, n.º 202, p. 15. También era Grinberg quien destacaba que algunos precios habían sido ajustados muy por encima del índice de inflación, como el caso de las galletitas de agua (563%), las dulces (486%) y los fideos (503%), contra una inflación del 321% entre junio de 1987 y junio de 1988.

[36] Szewach, E. (5 al 11 de agosto de 1988). Un shock por año. El Periodista, n.º 202, p. 17.

[37] El entrevistador increpaba al presidente de la Federación Agraria Argentina FAA con sugerencias por la eliminación de las retenciones que había instrumentado el gobierno a mediados de 1987, el impacto que esto tuvo en los precios internos y la necesidad de gravar al sector, que era duramente rebatida por Volando.  Freidenberg, L. (12 al 18 de agosto de 1988). Entrevista con Humberto Volando. El Periodista, n.º 203, p. 36.

[38] Según las especulaciones de la analista, la oposición al gobierno dentro de la interna de la SRA no provenía necesariamente de los primeros productores nucleados en esta organización, sino de los pequeños, organizados en Confederaciones Rurales Argentinas CRA, que agrupaba unos 1000 socios agricultores y criadores de ganado del primer peldaño productivo y, por eso, el menos rentable.

[39] Gabetta, C. (19 al 25 de agosto de 1988). Soledad. El Periodista, n.º 204, p. 15 y Abalo, C. (19 al 25 de agosto de 1988). Chantaje. El Periodista, n.º 204, p. 16.

[40] Prestigioso periodista político con importante trayectoria en la política armada de los setenta y su posterior crítica en los ochenta, dirigió EP (1984/88) y Le Monde Diplomatique Cono Sur (1999/2011). 

[41] Carlos Gabetta (19 al 25 de agosto de 1988) Soledad. El Periodista, n.º 204, p. 15.

[42] Gabriel Grinberg (26 de agosto al 1 de septiembre) El Plan Primavera y la protesta social. El Periodista, n.° 205, p. 15.

[43] Zlotogwiazda, M. (26 de agosto al 1 de septiembre). La economía en 1988. El país se agrariza. El Periodista, n.° 205, p. 34. La capitalización de la deuda tomaba presencia en aquellos años ante la progresiva caída de los títulos de deuda de varios países americanos que, solo entre 1985 y 1988, mostraban un deterioro de más del 50%. Zlotogwiazda, M. (16 al 22 de septiembre de 1988). Capitalización de intereses y de exportaciones. El Periodista, n.° 208, p. 30.

[44] Zlotogwiazda, M. (26 de agosto al 1 de septiembre). La economía en 1988. El país se agrariza. El Periodista, n.° 205, p. 34.

[45] Abalo, C. (10 al 16 de junio de 1988). Porvenir. El Periodista, n.° 194, p. 28.

[46]Abalo, C. (19 al 25 de agosto de 1988). Chantaje. El Periodista, n.° 204, p. 16.

[47] Abalo, C. (10 al 16 de junio de 1988). Porvenir. El Periodista, n.° 194, p. 28.

[48] Cañete, C. (del 14 al 20 de octubre). Entrevista de Rodolfo Terragno. El Periodista, n.° 212, p. 36.

[49] Cañete, C. (del 14 al 20 de octubre). Entrevista de Rodolfo Terragno. El Periodista, n.° 2012, p. 37.