http://dx.doi.org/10.19137/qs.v27i3.6885

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Quinto Sol, vol. 27, nº 3, septiembre-diciembre 2023, ISSN 1851-2879, pp. 1-4

RESEÑAS

Cecilia Tossounian. La joven moderna en la Argentina de entreguerras. Género, nación y cultura popular. Prohistoria Ediciones, 2021, 174 páginas.

Paola Benassai

Universidad Nacional de San Martín. Escuela Interdisciplinaria de Altos Estudios Sociales

Argentina

Correo electrónico: paolabenassai@gmail.com

El libro La joven moderna en la Argentina de entreguerras. Género, nación y cultura popular, resultado de la tesis doctoral de Cecilia Tossounian defendida en el Instituto Universitario Europeo de Firenze, avanza en la comprensión de una dimensión habitualmente poco explorada de la historia sociocultural argentina de los años veinte y treinta del siglo XX, referida a la emergencia de nuevas representaciones y experiencias sexo-genéricas en torno a la femineidad. La “joven moderna”, figura pluridimensional que cristaliza en los años 1920, es la protagonista de este estudio. A partir de un enfoque interseccional preocupado por los vínculos entre género, raza y clase, y de un recorte centrado en las jóvenes que en esa época se distanciaron (no sin contradicciones) del modelo tradicional doméstico tanto en Buenos Aires como en los principales centros urbanos argentinos, la autora busca comprender las experiencias concretas y los imaginarios sociales que rodearon a estas mujeres en el marco de las principales disputas en torno a la Argentina moderna en el ámbito de la cultura de masas, y en el campo intelectual y político.

Tal como sostiene la investigación de Tossounian, la joven moderna fue una figuración surgida en la década de 1920, al calor de las transformaciones socioculturales que, a escala global, implicaron nuevas posibilidades de consumo (por caso, en materia de vestimenta, maquillaje o artículos de tocador) más allá de la clase social, al tiempo que confirieron a las mujeres un espacio inaudito de visibilidad y de agencia en la esfera pública. El libro se detiene en la circulación transnacional de temas y motivos que abonaron ese fenómeno, vehiculizado por revistas de venta masiva de editoriales como Haynes y Atlántida, también por ediciones baratas de novelas románticas, películas hollywoodenses, y publicidades e historietas orientadas a públicos femeninos; artefactos todos que configuraban y discutían diferentes modelos de ser mujer. La autora estudia el caso argentino, en relación permanente con el escenario global en el que tenían lugar procesos análogos.

Concentrándose en las especificidades del prototipo de joven moderna local, la hipótesis que propone el libro es que las reacciones públicas que esa figura produjo en las décadas de 1920 y 1930 constituyen un prisma para observar cómo los sectores medios -incluidos segmentos de la clase trabajadora en ascenso- se pensaban a sí mismos a partir de valores modernos y occidentales, al tiempo que mantenían algunas concepciones tradicionales en relación con las mujeres. Por la exhaustividad y los matices que sostiene esta investigación, que reconstruye los temores, ansiedades y sentimientos que despertaban determinadas representaciones de lo femenino, la obra supone un aporte novedoso a la comprensión de la historia de la cultura urbana moderna en Argentina.

En el primer capítulo, “La construcción de una nación moderna”, la autora explica el surgimiento de la joven moderna a partir de la combinación de los principales cambios económicos, sociales y culturales de Argentina en las primeras décadas del siglo XX (economía pujante, movilidad social ascendente, procesos de inmigración europea, aumento de las posibilidades de socializar en espacios públicos, expansión de públicos lectores, entre otros). Allí, Tossounian parte de la constatación de que la modernización sociocultural, a los ojos de intelectuales, personas comunes o elencos estatales, representaba un horizonte atractivo que producía a la vez perplejidades. Las expectativas de estos actores sobre las mujeres, muestra el capítulo, se tensionaban entre lo moderno y lo conservador, entre lo cosmopolita y lo nacional. El capítulo también identifica la emergencia de discursos eugenésicos y pro-natalistas a finales de los años treinta. En una época en donde primaban aún modelos tradicionales sobre la maternidad, el cuidado de los hijos, las tareas del hogar y las mujeres eran asociadas a un papel específico en ámbitos domésticos en la construcción de la nación.

El segundo capítulo, “La flapper y la joven moderna”, gira en torno al surgimiento de una representación específica de joven moderna argentina de clase alta que, según las representaciones de los medios masivos, contrastaba con el modelo arquetípico estadounidense. El capítulo muestra que en Argentina, las jóvenes norteamericanas eran asociadas a la iconografía cinematográfica de Hollywood, la que destilaba rasgos de egoísmo, frivolidad y hasta de cierta masculinidad. Asimismo, la opinión pública vinculaba a ese estereotipo de mujer con un estilo de vida que incluía una amplia gama de prácticas: usar maquillaje sobrecargado, vestirse con faldas cortas, peinarse al estilo melenita, fumar, manejar automóviles, postergar la maternidad. En este apartado la autora plantea que, a pesar de que las jóvenes modernas argentinas y sus pares estadounidenses no se diferenciaban tanto, las revistas femeninas locales tendían a tomar distancia del modelo de la flapper por sus efectos extranjerizantes observados en conductas y patrones de consumo internacionales.

Los dos capítulos siguientes se concentran en modelos de femineidad alternativos al de la joven de clase alta que tuvieron mayor aceptabilidad social: el de la trabajadora y el de la deportista. En el capítulo tres, “Las jóvenes que trabajan”, Tossounian rastrea cómo estas mujeres se insertaron en ámbitos laborales, principalmente ocupando puestos de secretarias, dactilógrafas y vendedoras. La autora argumenta que el hecho de que las jóvenes consideraran posible tener un empleo modificó los modos en que ellas socializaban, seducían o establecían noviazgos con los varones, al tiempo que ganaban mayor autonomía tomando decisiones acerca de cómo vestirse para ir a trabajar o cómo administrar sus salarios. A partir de ciertos materiales de la cultura popular (como revistas femeninas, folletines, películas y narraciones melodramáticas), el capítulo explora las expectativas que se proyectaron sobre las jóvenes que trabajaban. Algunas revistas tenían visiones positivas respecto a que las mujeres obtuvieran autonomía mediante el trabajo, aunque mantenían reservas sobre sus posibles efectos (como el coqueteo con jefes o colegas de un estatus superior; tal era la postura dominante, por ejemplo, de Para Ti).

En el capítulo cuarto, “Un cuerpo bello y saludable”, Tossounian se aproxima a aquellas representaciones que asociaban a las jóvenes modernas con determinadas definiciones de cultura física y belleza. Allí plantea que, sobre todo hacia la década de 1930, la práctica deportiva entre las jóvenes comenzó a encontrar una significativa recepción en las revistas especializadas en cultura física, en magazines de medicina popular y en manuales de belleza. Estos materiales, según muestra la autora, fomentaban el deporte femenino tanto a nivel personal (planteando que ayudaba a las jóvenes a lidiar con el estrés cotidiano y a ser más bellas física y espiritualmente) como social (sosteniendo discursos eugenésicos basados en la idea de que el deporte mejoraría la especie humana y contribuiría al poblamiento de la nación). Al mismo tiempo, más que concentrarse en las habilidades físicas de las mujeres, estas publicaciones destacaban cuán hermosas o fuertes lucían. Examinando competencias de atletismo y juegos profesionales nacionales e internacionales, la autora también se pregunta en qué medida, mediante el deporte, estas jóvenes desafiaban los mandatos familiares.

Por último, el capítulo “Encarnaciones de la nación” reconstruye los concursos de belleza locales con el propósito de complejizar las representaciones de la joven moderna a partir de las relaciones raciales y de clase en la Argentina de los años veinte y treinta. En los concursos, que se inspiraban en la competencia internacional “Miss Universo” (donde también supieron competir algunas jóvenes argentinas), participaban como jurados los medios de comunicación, la industria del entretenimiento y un público heterogéneo que iba desde gente común hasta intelectuales. En cuanto a las candidatas, estas podían ser tanto chicas de clase alta de la Capital Federal como de las provincias. El capítulo muestra que cuando las competencias tenían lugar, los diarios y revistas de la época se convertían en arena de disputas respecto a los parámetros de belleza, raza, etnicidad y clase social que las mujeres debían personificar (por lo general, las seleccionadas respondían al criterio europeo de “belleza blanca”). Al mismo tiempo, la autora plantea que la opinión pública alentaba a que las jóvenes participasen en los eventos internacionales como una proyección hacia el exterior, es decir, con el propósito de mostrarle al mundo que Argentina era una nación suficientemente moderna y civilizada.

El libro de Tossounian es una contribución valiosa por varios motivos. En primer lugar, porque, al reflexionar sobre las representaciones y experiencias de mujeres jóvenes en los años veinte y treinta en Argentina, produce una informada síntesis que incluye y pondera de forma atinada al campo de investigaciones tanto nacionales como internacionales construidas desde perspectivas de género. Lo mismo puede decirse acerca de los documentos y eventos de la cultura popular que el libro aborda, algunos de los cuales no habían sido objeto de la curiosidad historiográfica hasta tiempo reciente. En segundo lugar, la obra es fiel al propósito de discutir aquellas interpretaciones que, al estudiar los vínculos entre industrias culturales y género, otorgan a las mujeres un rol pasivo en las prácticas y consumos. Por último, el abordaje interseccional que propone el libro (en términos de cruce de las dimensiones de género, clase y raza) enriquece el problema de investigación, ilustrando, a partir de un caudaloso material empírico, los procesos de blanqueamiento cultural, de construcción de imágenes de lo nacional, y de circulación de modelos y referentes globales que rodearon al fenómeno de la joven moderna.