RESEÑAS

Mirta Zaida Lobato (Ed.). Buenos Aires: manifestación, fiestas y rituales en el siglo XX. Buenos Aires: Biblos, 2011, 287 páginas.

Eliana Fucili
UNCuyo/UTDT

Las últimas décadas han estado marcadas por una intensa renovación historiográfica caracterizada por apelar a los procesos políticos por medio del análisis de la sociedad y la cultura. Desde mediados de los 70, George L. Mosse, con su brillante libro sobre la nacionalización de las masas, despertó nuevos interrogantes que motivaron una serie de investigaciones abocadas al análisis de los rituales dentro de la democracia como eje para comprender la politización de las masas. Diversos temas fueron puestos sobre el tapete a fin de ampliar la mirada sobre el pasado, los estudios sobre los espacios de sociabilidad (fiestas, cafés, reuniones, clubes, entre otros), el análisis de los símbolos y mitos que construyen el imaginario de una sociedad, la cultura de género y el rol de la mujer, las tendencias de consumo, los usos y costumbres, entre otros, constituyen algunos ejemplos de los nuevos enfoques en boga.
Dentro de este marco de renovación historiográfica es posible ubicar el libro Buenos Aires: manifestaciones, fiestas y rituales en siglo XX editado por Mirta Lobato. El mismo representa una compilación de diversos trabajos dedicados al análisis de las manifestaciones políticas, religiosas y de protesta en el espacio público a lo largo de la centuria pasada. El recorte espacial utilizado por los autores presenta al espacio urbano porteño como escenario privilegiado para la actuación política de diferentes actores sociales, que la autora divide en tres sectores: los pobres de la ciudad (trabajadores y desocupados), las llamadas ‘clases medias’ (chacareros, mujeres, estudiantes, gays) y las clases más encumbradas que aparecían en escena entremezcladas con las clases populares en demostraciones nacionalistas y católicas. Los diversos modos de apropiación del espacio urbano, entendido como lugares materiales (plazas, calles, estaciones de trenes, parques) y como acciones humanas que encierran formas de resistencia o de expresión de identidad, constituyen el hilo conductor de los estudios compilados.
La obra refleja la complejidad de la ocupación del espacio público por diversos sujetos sociales y políticos con el fin de reclamar sus derechos. Los mismos han sido estudiados desde perspectivas historiográficas múltiples pero, al mismo tiempo, convergentes a fin de descubrir a partir de estos acontecimientos un proceso amplio que implica la relación espacio-intervención política. Tal como señala la editora, las diversas historias reunidas en este libro son como capas que permiten develar los significados que la actuación pública tuvo (y tiene) para las mujeres, los anarquistas, los intelectuales, los católicos, los nacionalistas, los ‘maricas’, los desocupados, las diferentes fuerzas y los militantes sociales y políticos.
El libro en su conjunto revela las dificultades que se deben afrontar en la construcción de formas democráticas de convivencia política y social. Los distintos casos analizados por los autores dan cuenta de una pluralidad de expresiones públicas en la ciudad. Además, marcan los rasgos de cada una de ellas: las formas de uso y apropiación del espacio público, la preparación previa a una manifestación a fin de garantizar su efectividad, el uso de símbolos de identificación, las consignas y negociación con las autoridades.
El recorrido histórico trazado en estas páginas permite delinear los contornos de la acción colectiva porteña y dar cuenta de los diversos actores que intervinieron en ella. Las formas de movilización a lo largo del siglo XX fueron transformándose, al igual que las motivaciones que las impulsaban y la amplia gama de demandas que levantaron. De esta manera, el espacio público porteño fue ocupado por diferentes grupos en consonancia con los momentos de crisis y transformación por los que atravesaba el país.
Los actores colectivos que salieron a las calles de Buenos Aires lo hicieron cada uno con su estilo, sus demandas y lenguaje. Los primeros episodios analizados en el libro datan de fines del siglo XIX y principios del siglo XX. Así, Inés Rojkind indaga en una de las primeras protestas populares de la nueva centuria dirigida contra el plan de reestructuración de la deuda externa promovida por el gobierno de Roca. Este episodio constituyó una experiencia de expresión y participación política que afianzó la convicción de mostrarse en la calle para ser escuchado. Por su parte, Mirta Lobato y Silvana Palermo analizan a los hombres y mujeres trabajadores/as que durante las primeras décadas del siglo XX encontraron canales de expresión por medio de manifestaciones, mitines, celebraciones políticas, campañas, conmemoraciones, festejos o funerales. Tal como demuestran las autoras, cada uno de esos espacios estaba cargado de significado y fueron centrales en la construcción de un lenguaje de derechos que fortalecía y ampliaba los reconocidos por las instituciones republicanas.
El accionar de los anarquistas entre fines de 1890 y 1930 es abordado por Juan Suriano y Luciana Anapios. Según los autores, las manifestaciones callejeras, junto a las huelgas, fueron elementos que pusieron a la vista de la sociedad y del Estado –‘los otros’– la cuestión obrera y la propia presencia del anarquismo como actor político. Sin embargo, durante esas décadas el anarquismo no figuró como el único actor colectivo capaz de salir a la calle a manifestar sus peticiones. Hubo otros sectores que cobraron fuerza, entre ellos, los católicos. Al respecto, Miranda Lida presenta un análisis amplio de la situación de este grupo que desde 1910 ganó espacio en las calles y hacia 1930 cobró fuerza –por medio de sus procesiones litúrgicas, aunque con matices respecto a las tradicionales– hasta instalarse como uno de los exponentes de laépoca y determinó el ingreso de Buenos Aires en lo que se llamó “la era de las movilizaciones de masas”.
Los sectores nacionalistas también se destacaron entre los actores colectivos que predominaron durante el período de entreguerras. Mariela Rubinzal, analiza cómo este grupo buscó imprimir una identidad obrera nacionalista, opuesta al internacionalismo clasista de las organizaciones marxistas, por medio de diversas estrategias tales como el apoyo a las huelgas obreras, la presencia en fábricas, en barrios obreros y las manifestaciones multitudinarias.
En consonancia con el clima de ebullición del siglo XX, las mujeres que vivían en Buenos Aires también fueron protagonistas en las calles. Dora Barrancos presenta un recorrido por el lugar que éstas ocuparon en el espacio público a lo largo del siglo XX. La autora revela diferentes estados de movilización que llevaron a las mujeres a romper las prescripciones y las expectativas de mantenerse ajenas a los asuntos públicos. Diversos reclamos las condujeron a movilizarse en las calles: a favor del divorcio vincular, en la huelga de inquilinos, con las demandas por el voto femenino, por la enseñanza laica y en las protestas por los desaparecidos, estas últimas encabezadas por Madres y Abuelas de Plaza de Mayo.
Los temas de mayor resonancia actual han sido presentados por medio de un análisis que busca las raíces del conflicto. Javier Balsa proporciona un panorama de la lucha de los chacareros a lo largo del siglo pasado brindando herramientas analíticas que permiten reflexionar sobre las demandas de dicho sector y el impacto en las calles porteñas y en el Congreso. Por su parte, Federico Lorenz traza el panorama de las organizaciones y las movilizaciones por la libertad de los detenidos durante el autodenominado Proceso de Reorganización del Estado. Su análisis proporciona una visión global de los hitos más importantes en torno a un acontecimiento que ha marcado la vida política y pública de nuestro país.
Los dos últimos capítulos están destinados a temas de actualidad. Maristella Svampa indaga en las formas contemporáneas de ocupar las calles y deja en evidencia los hechos y la acción colectiva que permitieron la emergencia de un nuevo lenguaje de movilización. Por último, Flavio Rapisardi examina las formas de apropiación del espacio público por gays y lesbianas en las últimas décadas.
Cabe mencionar que, frente al deseo de la editora de salvar algunos espacios borrosos del volumen colectivo –propio de reconocer los límites de la aproximación al pasado–, el libro despliega una serie de documentos que hablan de otras manifestaciones, conmemoraciones o rituales. Los temas que abarcan estas fuentes son: los festejos del Centenario de la Revolución de Mayo bajo la mirada de Belén de Sárraga; Cuentos del 17 de octubre de Adolfo Díaz Gómez y El movimiento estudiantil: laica y libre (artículos del periódico La Razón de octubre de 1958).
En suma, el libro compilado por Mirta Lobato permite ampliar el conocimiento del pasado al convertir en objeto de estudio las acciones colectivas –manifestaciones, fiestas y rituales– de diversos grupos. En ese sentido, exhibe un vasto panorama que constituye un importante aporte a la historia política, social y cultural de la Argentina. Si bien el escenario de estudio refiere a la ciudad porteña, este tipo de investigación –tal como señala Lobato– puede replicarse en otras latitudes del país, en ciudades de provincias e incluso en pequeños pueblos, ya que en todos esos contextos se han producido distintos tipos de manifestaciones guiadas por los intereses de sus actores.
La reflexión sobre esta temática supone no sólo un valioso aporte a la historiografía sino a la sociedad en su conjunto, pues permite repensar las complejas relaciones y tensiones que se tejen en el interior de la vida democrática, a través de las manifestaciones y de las protestas colectivas, del gobierno de turno y del resto de los ciudadanos.

Referencias bibliográficas

1. MOSSE, G. (2007). La nacionalización de las masas. Simbolismo político y movimientos de masas en Alemania desde las guerras napoleónicas al Tercer Raich. Buenos Aires: Siglo XXI.