ARTÍCULOS

En el nombre de Perón. Los usos políticos del pasado en la revista Unidos (1983-1991)1

Martina Garategaray2

Resumen: La revista Unidos, publicada entre 1983 y 1991 por un grupo de militantes peronistas y dirigida por Carlos “Chacho” Álvarez, surgió con la intención de reponer al peronismo en el contexto de “la vuelta a la democracia”. En este camino, la revista hizo un uso particular del pasado, más específicamente de la experiencia peronista de 1973-1974 (del último Perón), para intervenir políticamente en la década de los 80. Unidos construyó un pasado democrático, pluralista y frentista del peronismo, que si por un lado llevaba la marca de Perón, por el otro reconocía los valores de la democracia alfonsinista. Esta relectura del pasado le permitió a la publicación apoyar el surgimiento de la Renovación Peronista, disputar los sentidos de la democracia con el alfonsinismo, oponerse al menemismo y terminar apoyando al llamado “Grupo de los Ocho”, integrado por los diputados justicialistas que se distanciaron del gobierno del presidente Carlos Menem. Estas apuestas estuvieron condicionadas por las imágenes que los miembros de la revista construyeron del peronismo y del legado de Perón, y que llevaron a Unidos a llamar a abandonar las filas justicialistas y construir nuevas identidades políticas, como único modo de mantenerse fiel a ese pasado del peronismo.

Palabras clave: Revista Unidos; Renovación Peronista; Pasado; Perón; Montoneros.

In the name of Perón. The political use of the past in Unidos magazine (1983-1991)

Abstract: Unidos magazine was published between 1983 and 1991 by a group of peronist militants and directed by Carlos “Chacho” Álvarez. Its aim was to reinstall peronism in the context of the “return to democracy”. In this way, the magazine made a particular use of the past, more specifically of the peronist experience of 1973-1974 (the last Perón), to intervene politically in the eighties. Unidos constructed a democratic, pluralist and frentist peronist past which carried Peron’s mark on one hand, while it recognized Alfonsín’s democratic values on the other hand. This particular use of the past allowed Unidos to support the rising of the Peronist Renewall, to dispute with alfonsinists the senses of democracy, to oppose menemism and to end up supporting the “group of the eight” justicialist deputies against Menem. These choices were determined by the images that the magazine members created about peronism and Peron´s legacy, and the ones that made Unidos call to abandon the justicialist party and build new political identities, as the only way of being loyal to this peronist past.

Key words: Unidos magazine; Peronist Renewal; Past; Perón, Montoneros.

En el nombre de Perón. Los usos políticos del pasado en la revista Unidos (1983-1991)

Supo afirmar Eric Hobsbawm (2002) que el historiador necesita tomar distancia de las pasiones, las emociones, las ideologías y los miedos, pero también, y más importante aún, de la “peligrosa tentación de la identidad” (p. 415). Esta advertencia resulta sugerente para pensar el lugar que el pasado –en tanto construye relatos, legitima acciones y funda genealogías– ocupa en la construcción de las identidades. De acuerdo a otros autores es posible sostener que toda identidad se erige en la intersección del pasado y el presente, y al paso que busca romper con su tradición la refunda (Bauman, 2005). También, todo pasado es resignificado por aquellos que lo enuncian en tiempo presente (Altamirano, 2007). Entonces, el pasado es siempre una construcción cultural hecha en tiempo presente, moldeado a partir de las categorías disponibles y sujeto a los intereses de ese tiempo. Por ello su evocación encubre un uso específico, un uso que llamaremos político y que hace del pasado una cantera de la que se extraen lecciones para el presente y, por qué no, también para el futuro.
A partir de estas coordenadas, en este artículo exploraremos el uso específico del pasado que aparece en la revista Unidos. Cómo los miembros de la publicación, dirigida por Carlos “Chacho” Álvarez, utilizan un pasado determinado como herramienta política e ideológica para intervenir en la escena democrática de la década de los 80, y cuáles son las consecuencias de esa utilización. Al adelantar el argumento, en estas páginas sostenemos que la revista, con la pretensión de incidir en la vida política y cultural de la posdictadura construyó un pasado democrático, pluralista y frentista del peronismo en 1974, que fue reactivado en el contexto de los 80. Unidos reafirmó ese uso, que estuvo condicionado por cada uno de estos contextos particulares, en las elecciones de 1983, frente al radicalismo alfonsinista y frente al menemismo. Estas apuestas llevaron a que la revista para 1991 se pronunciara por el abandono de las filas justicialistas y llamara a construir nuevas identidades políticas, como único modo de mantenerse fiel a ese pasado del peronismo.

Pasado en Presente

“El 2000 nos encontrará unidos o dominados” fue la frase de Perón que Carlos “Chacho” Álvarez eligió para darle forma al proyecto editorial que dirigió, junto a un grupo de “militantes peronistas”, en plena transición a la democracia. 3 En mayo de 1983 aparecía Unidos, una revista política y cultural que mientras buscaba reponer al peronismo en la Argentina posdictadura se convirtió en un espacio de la Renovación Peronista.4
Los 23 números de Unidos acompañaron, durante toda la década, los avatares del peronismo apoyando al partido justicialista en las elecciones de 1983 y después de los resultados electorales llamando a la transformación del peronismo y al desplazamiento de los responsables de la tragedia, los llamados“mariscales de la derrota” identificados con las huestes de Herminio Iglesias y Lorenzo Miguel.5 La publicación estimuló desde sus páginas la emergencia del Peronismo Renovador y se pronunció por el liderazgo de Antonio Cafiero en las internas partidarias de 1988 frente a Carlos Menem.6 Como resultado de la victoria del líder riojano, Unidos sostuvo una posición crítica que encontró interlocutores en el “Grupo de los Ocho”7; en agosto de 1991 dejó de publicarse y llamó a que nuevas identidades políticas pudieran completar su empresa.
En este derrotero, Unidos volvió sobre un pasado determinado, la experiencia políticamente conflictiva de 1974, y lo hizo desde un presente atravesado por la “vuelta a la democracia”, con su consecuente revalorización del debate, la deliberación y el apoyo a las instituciones. De este modo la revista construía un pasado democrático del peronismo que fue utilizado en tiempo presente, al compás del devenir Renovador.
En su primer editorial, “Quienes Somos”, Unidos definía así su empresa:

“Esta publicación es el resultado del encuentro de un conjunto de militantes peronistas que, desde diferentes opciones coyunturales, acordamos contribuir al proceso de institucionalizar la lucha por las ideas….Más allá de la insuperable obra doctrinaria que nos legara la relación entre el General Perón y su pueblo, el pensamiento justicialista, se enriquece a partir de los aportes que conducen a hacer de la idea, uno de los principales instrumentos de la lucha política. Las ideas, junto a la organización, ayudan a vencer al tiempo, sino también le oponen un muro infranqueable al oportunismo o la desviación” (Álvarez, 1983a, p. 3).

“Institucionalizar la lucha por las ideas” como bandera y como “muro infranqueable al oportunismo y la desviación” fue la fórmula que los miembros de la revista eligieron para superar la muerte de Perón, pero también para mantenerse fieles a su herencia y continuar la empresa. Reconocían el contexto en el que Perón había realizado ese llamado frente a los desvíos doctrinarios de los jóvenes radicalizados,8 y en ese marco se ubicaban como “hombres de ideas” y no violentos, como aquellos que habiendo roto con Montoneros en los 70 se situaban bajo el amparo de la bendición del General. Pero también a partir de estas definiciones buscaba ubicarse en los 80, del lado democrático de la frontera alfonsinista.
Alfonsín le impuso a la década un clivaje entre democráticos y autoritarios con la formulación de la denuncia que se conoció con el nombre de “pacto militar sindical” y ubicó al peronismo con los autoritarios.9 Cualquier intento por volver sobre el pasado reciente, por parte de Unidos, debía asumir el desafío que estas coordenadas le imponían al movimiento.
En esta vuelta al pasado que se ubicaba en la base del proyecto editorial, Unidos debió dar respuestas a los que responsabilizaban al peronismo por la dictadura y lo acusaban de autoritario reconociendo en Perón al responsable de la crisis argentina, como también a aquellos que identificaban a este movimiento con los Montoneros y la violencia. Así la revista desplegó un uso político del pasado proponiéndose demostrar las credenciales democráticas tanto del peronismo y de Perón, como de los militantes peronistas.

¿La Juventud maravillosa?

La agrupación Montoneros fue uno de los fenómenos políticos más cuestionados en la primera parte de la década de 1980. La revista optó por un camino de crítica hacia aquella agrupación, pero buscó preservar el espíritu revolucionario de sus militantes, entre ellos muchos miembros de la publicación, al revalorizar la lucha armada. En sus páginas podía leerse una interpretación en la que la apuesta revolucionaria de los 70 era vista como la antesala de la democracia, y la “juventud”, caracterizada como la generación que “quiso participar y comprometerse, quiso una revolución para la Argentina, se sacrificó, militó y pavimentó con su sangre el camino de la hoy naciente democracia” (Wainfeld, 1984, p. 4). De ahí, la deuda que la democracia y los 80 tenían, para la revista, con las experiencias revolucionarias de las décadas anteriores; de ahí también la compatibilidad entre militancia revolucionaria y revalorización democrática por parte de los miembros de Unidos.
La violencia no era condenada per se, sino que era definida como un componente arraigado en la tradición argentina y considerada “valiosa cuando es un medio para el logro de un fin superior” (Ivancich y Wainfeld, 1983, p. 81). En otras palabras, para la propia revista si la violencia es “indeseable, a veces es necesaria y justa (Wainfeld, 1984, p. 5). No obstante estas apreciaciones, Unidos no ocultó sus críticas al uso de la violencia que hizo Montoneros, caracterizada como “una metodología elegida racionalmente en búsqueda del poder total” (Ivancich y Wainfeld, 1983, p. 78). De modo tal que no era la violencia en sí lo que condenaban, sino un uso específico y una finalidad particular por parte de esa agrupación que evidenciaba, sobre todo, su disidencia respecto del objetivo político de Perón.
Aparecía aquello que más molestaba a los miembros de la revista con respecto a los Montoneros, su falso peronismo. Para Unidos: “Los Montoneros se propusieron mantener su base de sustentación militante –que se había desarrollado en el seno del peronismo- pero además atacar el proyecto de Perón” (Ivancich y Wainfeld, 1985a, p. 182); mientras que Perón había buscado “ser el eje de la unidad de las fuerzas nacionales olvidando luchas facciosas y consolidando al Movimiento como avanzada de estas fuerzas” (Ivancich y Wainfeld, 1985a, p. 184). Esta diferencia entre las actitudes de Perón y Montoneros llevaba a la revista a acusar a estos últimos por “la insinceridad de su discurso10, y a postular en cambio la existencia de un discurso transparente y verdadero (el de Perón), y su acatamiento por parte de los peronistas que se distanciaban de la orga.11
Frente a los que buscaban desprestigiar al peronismo y a Perón, Unidos afirmó que “Perón no inventó la guerrilla, ni la estimuló; pero tampoco pretendió negar la realidad de su existencia. Procuró encauzarla y sumarla al Movimiento, persistiendo en su intento integrador hasta el 1° de mayo de 1974” (Ivancich y Wainfeld, 1983, p. 78). De este modo no sólo desligaban la responsabilidad del jefe político con respecto al accionar de Montoneros sino que lo situaban como un “nuevo Perón”, capaz de ir más allá de la coyuntura en pos de un proyecto de unidad nacional.
Las intenciones de la revista de demarcar y diferenciar claramente la estrategia de Perón de la de los Montoneros eran parte del modo en el que fundaba su propia intervención. Poniendo a Montoneros en la vereda de la mentira y la traición, Unidos podía, por un lado, reivindicar a Perón, y por el otro, posicionar positivamente a la Juventud que había disentido con la Tendencia. Nos referimos a las Juventudes Peronistas que rompen con Montoneros y cuya agrupación más visible fue la Juventud Peronista (JP) Lealtad a la que los miembros de Unidos habían pertenecido. Mientras se acusaba a Montoneros de desobediencia y desviación del ideario peronista, la JP Lealtad se perfilaba como defensora de Perón.
Esta agrupación surgió entre fines de 1973 y principios de 1974, podríamos ubicar sus albores a partir del asesinato del dirigente sindical José Ignacio Rucci y su formulación como desprendimiento de Montoneros en el lapso que va desde septiembre de 1973 a febrero de 1974.12 Para Unidos, muchos fueron los desmembramientos de Montoneros, sin embargo, Lealtad “[fue] el único que intentó dar una respuesta a la encrucijada política rescatando [tanto] el proyecto de Perón por considerarlo más abarcador social y políticamente” como “el pasado de lucha de los Montoneros” (Ivancich y Wainfeld, 1985b, p. 137). Así, el pasado que podía ser recuperado.
Si bien este desprestigio de Montoneros era moneda corriente en los años de “la vuelta a la democracia”,13 Unidos iba más allá, legitimando a los peronistas que habían roto con la Tendencia. Este uso del pasado le permitía a la revista, por un lado, excomulgar a aquellos que en los 70 habían levantado banderas peronistas pero “desviadas del ideario justicialista” alejándolos de la política democrática. Y, por el otro, apostar a que aquellos “leales a Perón”, “los verdaderos peronistas” y la verdadera “Juventud maravillosa” pudieran encauzar en los 80, la herencia del General.

El último Perón

Somos “los discípulos del león herbívoro” (Armada, 1983, p. 17), fue otra de las fórmulas acuñadas en la revista para definir su intervención política. Ésta suponía por un lado que había legítimos herederos de Perón, ellos y no los Montoneros, y por el otro, que la herencia a encauzar era la del Perón democrático. 14 La estrategia de Unidos consistía en afirmar que el peronismo había sido democratizado por Perón en su última presidencia con actitudes como el abrazo con Balbín, la transición discursiva de la frase “no hay nada mejor para un peronista que otro peronista” a “para un argentino no hay nada mejor que otro argentino” (Perón, 1988, p. 45) y la convocatoria a todo el espectro político para construir un Proyecto Nacional. De este modo, junto al pasado de militancia peronista se reponía también al último Perón, aquel que había “revalorizado la democracia representativa” e incorporado “contenidos pluralistas antes ausentes u oscuros” (Álvarez, 1983b, p. 53). En un presente atravesado por las teorías democráticas, el desprestigio del autoritarismo y la violencia, se resignificaba su figura como líder democrático que se situaba por encima de las diferencias. Y por ello podía ser evocado en los años 80.
Sin embargo, la derrota electoral puso de manifiesto que Perón ya no estaba, y que la mera invocación de su nombre o de su herencia no garantizaba victorias electorales. El número de Unidos posterior a la debacle se presentó lleno de interrogantes sobre el futuro del movimiento. Frente a las nuevas críticas, la revista asumió con mayor énfasis la cuestionada herencia:

“Existió una contradicción entre la propuesta de Perón y su estilo de conducción que produjo las consecuencias ya analizadas. Debe tenerse en cuenta –en su descargo– el grado de radicalización y la brevedad de su tercer período de gobierno que evidentemente dificultaron posibilidades de cambio y la toma de decisiones” (Ivancich y Wainfeld, 1985b, p. 146).

Por un lado, Unidos reconocía que el período que venía evocando como un pasado democrático digno de ser repuesto en los 80 encerraba una contradicción, pero por el otro, la aparente crítica se diluía primero en lo que se identificaba como un contexto adverso, y después, en las propias idas y vueltas de Perón, en su lógica política. Para Horacio González (1985):

“A pesar de los momentos de exilio, lucha y conflicto, su vocación esencial era la de un forjador de totalidades doradas e indivisas, dónde todas las potencias en discordia fueran (en lo posible claramente) reconciliadas….En 1973 dijo venir desencarnado….Lo que quería decir era que finalmente consideraba cerrado el período del peronismo como identidad de lucha, o simplemente, como identidad que precisaba de un espacio político nacional aún escindido para desarrollarse” (p. 48).

Si bien para González (1985) “[Perón era un] General con la conciencia desdichada: buscaba la unidad pero cavaba trincheras” (p. 48), reconocía también en su persona un intento por conciliar la contradicción y cerrar el ciclo. Ubicaba así a la última presidencia de Perón, al último Perón, como el momento del cierre final de las aparentes contradicciones. Si bien el líder político fogoneaba los antagonismos con la misma intensidad que pregonaba la unidad, esta lógica poseía cierta linealidad en la mirada de Unidos, en la que, mientras el pasado (tanto del peronismo como de todas las fuerzas políticas) era identificado con los años de lucha y las diferencias irreconciliables, el futuro de la humanidad era la unidad y la conciliación que Perón había encarnado. Estos eran el Perón y el peronismo que buscaban hacer suyos. Y en este camino, sin desconocer las dificultades que enfrentó el último gobierno justicialista, Mario Wainfeld (1986) realizaba un salvataje del General al afirmar:

“Perón se dio cuenta (tarde) que para gobernar debía desarmar al peronismo. Debía volver a meter los demonios dentro de la caja de pandora. Digo que Perón lo advirtió, que su propuesta política era básicamente correcta (añado, insuperada hasta hoy) pero que comenzó tarde a desacelerar….Perón hizo lo que pudo al volver y no le alcanzó. En parte fue culpa suya. En mayor medida lo fue de toda la estructura política argentina que se conjuró para excluirlo y proscribirlo 18 años” (p. 14).

No le alcanzó para anular las tensiones que él mismo había exacerbado, no le alcanzó para desarmar el proyecto que desde el exilio había estimulado y que había tomado nuevos carriles que terminaron por desestabilizar su propio gobierno, no le alcanzó para anular el juego de contrarrestar una fuerza con otra de otro signo. Sin embargo, la vigencia de su propuesta política, “insuperable hasta hoy”, les permitía a estos discípulos, a pesar de las críticas y en un contexto de rivalidad entre alfonsinistas y renovadores,15 defender a Perón.

¿Pasado futuro?

La Renovación se convirtió en corriente interna del peronismo en 1985, y en 1987, con su victoria en las elecciones legislativas y de gobernadores, conquistó junto a sus referentes nacionales, Antonio Cafiero, Carlos Menem y Carlos Grosso, la hegemonía dentro del justicialismo.16 Sin embargo, para 1988 la conducción colegiada enfrentó sus propios límites en la interna partidaria en la que se enfrentaron Cafiero y Menem por el liderazgo del movimiento. La corriente cafierista, por la que Unidos se había pronunciado en varias oportunidades, fue derrotada por los menemistas. Pero, fue recién con la victoria de Menem en las elecciones presidenciales de 1989 y lo que se conoció como el desembarco del neoliberalismo por parte de un presidente peronista, que la revista, a pesar de su nombre, llamó a la ruptura con el partido convocando a la creación de nuevas formaciones políticas.

“Para recomponer identidades es necesario preservar aquello que sea rescatable de la peronista. El peronismo siempre tuvo “exceso de significados”; este menemismo los ha llevado al paroxismo. El peronismo que debe seguir siendo es el de (por decir algunos ejemplos variados y para nada taxativos) es el de Ubaldini, Los 8, Mary Sánchez, Pino Solanas, De Gennaro, (¿por qué no decirlo?), Unidos; Dolina, Litto Nebia... La finalidad es recuperar el peronismo... Si esa bandera y esa herramienta se izarán y se usarán dentro del PJ o en una nueva identidad partidaria es –por ahora- una cuestión secundaria” (Wainfeld, 1990a, pp. 16-17).

En ese sentido, Unidos manifestaba que no todos los peronistas estaban en el justicialismo y que el PJ, bajo el menemismo, parecía haber dejado de expresar al peronismo. Se bifurcaban dos caminos en los que peronismo y justicialismo se desacoplaban y, para recuperar al peronismo, era necesario izar una nueva identidad partidaria, lejos del PJ. Esta identidad, para Horacio González (1990) descansaba en “El frente social, democrático y popular” (p. 164).
La revista encontraba en este contexto una posibilidad de reeditar el Frente del 74. Un nuevo uso del pasado, el del frentismo y la confluencia con otras identidades políticas que llevaba, también, la marca del último Perón. Los 90 se convertían en un nuevo escenario para plasmar la herencia del General. Así, si la derrota de 1983 había significado que el peronismo era una parte más del sistema político argentino, que no era la encarnación de la nación o del pueblo, los Renovadores profundizaron estas nuevas verdades (el pluralismo en el esquema de poder) al punto de que sólo era posible una nueva identidad frentista, en la que convergieran diversas tradiciones, para enfrentar los desafíos de la política. Frente a la victoria electoral de Menem acentuaron estas ideas de la mano del Frente, y de Perón. Podían leerse, de modo ilustrativo, estas palabras en la revista:

“En esta última etapa de su historia (el peronismo) debe ser sustento de un nuevo frente nacional y popular que espigue –entre otras- la mejor (que no toda) tradición peronista, la “mezcle” con la socialista, la social cristiana, la democrática, la de los movimientos sociales y la ponga al servicio de las banderas de reparación moral, austeridad, orden, nacionalismo y justicia….Es necesario construir nuevas identidades políticas que sinteticen un “campo popular” carente de solidez y hasta de hegemonías” (Wainfeld, 1990b, pp. 9-10).

El peronismo debía ser el sustento del proyecto político, pero a la vez ir más allá del partido y abrir el debate, como lo había intentado Perón en su última presidencia. Unidos volvía sobre aquello que afirmaba Álvarez (1983b) que había hecho el propio Perón en su última presidencia: “Perón trascendió el espacio propio del Movimiento Peronista. En el plano interno, sus esfuerzos se encaminaron hacia la consolidación de un esquema de fuerzas que superaba el apoyo partidario”. Y si bien esto lo convertía en un nuevo Perón, no anulaba su lugar privilegiado en el esquema de poder ya que: “el proyecto lo situaba a Perón como el centro de gravedad de la reconstitución del orden político nacional” (p. 51). En otras palabras, Unidos convocaba a la construcción de un nuevo frente político pero sustentado en el peronismo.
Una vez más en la revista se rememoraba no sólo lo hecho por Perón, sino también el contexto en el que éste había llamado a “institucionalizar la lucha por la idea”, sintetizado en el discurso frente a los legisladores en la apertura del Congreso en 1974, en el que reconocía la cooperación de la oposición frente a la resistencia de ciertos sectores del propio peronismo.17 Frente a un peronismo “poco peronista” (identificado con el menemismo), la revista parecía evocar implícitamente esas palabras. Es así que Unidos realizó un nuevo uso de Perón frente al menemismo que les permitió a los miembros de la revista seguir su huella. Si el último Perón se perfilaba como el líder de todos los argentinos que había abandonado los vestigios autoritarios con los que se asociaba al peronismo y se erigía en bastión de la pluralidad y la democracia integrada, la revista, en los 80, llamaba a la confluencia de varias identidades en una nueva unidad.
Este llamado a la constitución de un frente, también reformuló la definición identitaria en Unidos. El camino que, desde sus páginas, debía transitar el peronismo era también el camino de su proyecto político ideológico. Es así que la revista pasó de definirse como reducto de “militantes peronistas” a ser un espacio más amplio de confluencia con “otros”:

“De ahí que el sesgo crítico y denuncista debe completarse con una discusión franca y amplia “no internista”. Algo así se propone este Unidos: preservar la propia voz (nadie asume el esfuerzo de publicar si no puede hacerse oír) pero también ser caja de resonancia de debate con peronistas no fracturistas; con radicales “recuperables”; con la inorgánica izquierda argentina, Unidos aspira a que todo debate sobre la Argentina deseable y posible recorra sus páginas. Nos interesa más esa insalubre tarea que la de ser un “house organ” de “los 8”...La búsqueda de una nueva identidad política conlleva la necesidad de buscar el máximo posible de interlocutores, ampliar los márgenes del debate” (Wainfeld, 1991, p. 15).

De este modo Unidos se retiraba de la escena político intelectual. En sus páginas había quedado patente la necesidad de constitución de una nueva identidad y un nuevo legado para futuras generaciones. El fin de la experiencia renovadora –de la mano de la victoria del menemismo–, el fin de la experiencia “unida”, –con el abandono del “Grupo de los Ocho” del justicialismo– y la construcción del FREDEJUSO para las elecciones de 1991, se articularon conjuntamente. Es así que si bien la revista dejó de salir en agosto de 1991, muchos de sus miembros transitaron caminos que, con la marca del peronismo, los llevaron a forjar nuevas identidades de pertenencia.18
Resignificar en los 80 la figura de Perón, la de los militantes peronistas setentistas y la del propio peronismo había llevado a la revista a transitar caminos rupturistas en los que irse del peronismo era para la publicación la única forma de mantenerse en él, era un acto de “purismo peronista”. Los miembros de Unidos sólo podían romper y reafirmar su vocación peronista si trazaban una continuidad con Perón, y eso hicieron…

A modo de conclusión

Unidos buscó, en los tiempos de la “vuelta a la democracia”, reponer al peronismo, pero no cualquier peronismo sino el peronismo de los años 70. Aún con las dificultades que suponía evocar ese período, era en su memoria el Perón más acorde a los climas pluralistas y tolerantes de la transición. Es así que en primer lugar la revista debió construir el pasado democrático de sus miembros, para lo cual diferenciarse imperiosamente de Montoneros era central, y después reivindicar a un peronismo democrático que habiendo trazado los primeros mojones en los 70 podía ser repuesto en los 80.
La revista (re)construyó a Perón resaltando sus características democráticas, pluralistas y frentistas, y rastreó en su última presidencia los valores de la democracia que evocaba en los 80. Unidos apoyó a la Renovación, reconociendo en Perón al primer renovador, y en el devenir de esta formación política se inclinó por el cafierismo, como la alternativa que se ajustaba más a los tiempos pluralistas y a la mejor tradición peronista. En lo que consideraron un desvío, el menemismo, la publicación convocó a un Frente con otras identidades políticas rememorando al Perón frentista del 73.
En todas estas definiciones, el último Perón estuvo presente, guiando y fundamentado las apuestas de Unidos, y si fue condición de posibilidad para el peronismo en democracia, también lo fue de imposibilidad. Álvaro Abós, miembro de la revista y referente intelectual, dijo en 1986 (p. 26) que el peronismo había terminado y que había que transitar “el posperonismo” como un modo de terminar un ciclo y comenzar, sin Perón, una nueva historia. Sin embargo, el propio Abós, en su reconstrucción histórica reconocía que el último Perón había iniciado este camino de transformación, lo cual resultaba todo un problema porque lo convertía, de modo paradojal, en el primer posperonista. En esta encrucijada, ¿cómo ir más allá de Perón reafirmando su liderazgo? ¿Cómo evitar que el “posperonismo” no terminara siendo simplemente “peronismo”?.
El derrotero de Unidos nos ofrece una respuesta. Erigirse en “leales a Perón” imposibilitaba cualquier tipo de resignificación del peronismo. Si el autorizante, Perón, estaba fijado de antemano y no había otra fuente de autorización, no parecía haber posibilidad de ir más allá del peronismo, salvo saliendo del peronismo. Es así que Unidos sale del peronismo pero reafirmada en Perón, o mejor dicho, rompe con el justicialismo, con sus estructuras partidarias, pero reafirma su pertenencia al peronismo como “domicilio existencial”.19

Notas

1 El siguiente artículo se desprende de mi tesis doctoral “Peronismo, Intelectuales y Democracia: La revista Unidos en la Renovación Peronista (1983-1991), Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires, 2011. Agradezco los siempre estimulantes comentarios de mi director Carlos Altamirano y mi consejero Alejandro Cattaruzza, como también a mis colegas del Programa de Historia Intelectual de la Universidad Nacional de Quilmes.

2 Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas/Universidad Nacional de Quilmes/ Universidad Nacional de Buenos Aires, Argentina. Correo electrónico: martugarategaray@yahoo.com.ar

3 Su consejo de redacción estaba integrado en todos o algunos de los números por Arturo Armada, Pablo Bergel, Hugo Chumbita, Cecilia Delpech, Salvador Ferla, Horacio González, Norberto Ivancich, Oscar Landi, Roberto Marafioti, Mona Moncalvillo, Diana Dukelsky, Enrique Martínez, Claudio Lozano, Ernesto López, Vicente Palermo, Víctor Pesce, Felipe Solá y Mario Wainfeld. Entre los colaboradores figuraban: José Pablo Feinmann, Álvaro Abós, Nicolás Casullo, Artemio López, Julio Godio, Daniel García Delgado y Alcira Argumedo.

4 La composición de la revista sufrió algunas alteraciones desde 1983 hasta 1991 como también su tirada y la periodicidad con la que salió. Sus momentos de mayor tirada (3.000 ejemplares), de más miembros en el consejo de redacción y de mayor periodicidad coincidieron con los momentos políticos de consolidación de la Renovación Peronista (entre los números 7/8 al 19). Norberto Ivancich fue el único que estuvo desde el comienzo junto a “Chacho” Álvarez quien al asumir como diputado fue reemplazado en la dirección por Mario Wainfeld (en el número 20 de 1991).

5 Ambos dirigentes sindicales vinculados a lo que se había llamado la “burocracia sindical”. El Congreso de la Confederación General del Trabajo (CGT), en agosto de 1957 había dado lugar a las 62 organizaciones como la oposición sindical al gobierno de Aramburu. Desde un primer momento la Unión Obrero Metalúrgica (UOM) ocupó el papel central por medio de sus líderes más emblemáticos: Augusto Vandor y Lorenzo Miguel. Con la muerte de Vandor, Miguel se convirtió en el indiscutido líder sindical de las 62. Impulsó la primera huelga a un presidente peronista en 1975, en respuesta al Plan Rodrigo, y sus buenas relaciones con los militares le permitieron salir rápidamente de la cárcel durante el llamado Proceso de Reorganización Nacional, pero también le valieron la crítica alfonsinista de tramar una conspiración con los militares para pactar la salida institucional de la dictadura. Herminio Iglesias se convirtió para 1980 en el representante del Partido Justicialista (PJ) de la provincia de Buenos Aires, había desplazado a Cafiero en las internas para la gobernación bonaerense en las elecciones de 1983 pero fue derrotado por el candidato radical. En el acto de cierre de campaña del PJ, Iglesias quemó un cajón mortuorio con las siglas R.A. q.e.p.d. Si bien entre los presentes el hecho no fue significativo, su televisación le dio un fuerte impacto. De este hecho se infirió el carácter violento del justicialismo y las explicaciones de su derrota.

6 La Renovación Peronista surgió como autocrítica al interior del peronismo a partir de la derrota electoral de 1983 y en 1985, al presentarse Cafiero por fuera del partido y triplicar las listas oficialistas en las elecciones legislativas, dio a conocer su Manifiesto fundacional firmado por Carlos Menem, Antonio Cafiero y Carlos Grosso. También se identificaban con esta corriente: José Luis Manzano, Luis Macaya, Oraldo Britos, José Octavio Bordón, Eduardo Vaca, Roberto García, Carlos Ruckauf, Olga Riutort de Flores, Julio Guillán, Esteban Righi, Marcos Raijter, José Arguello, Manuel Torres, Juan Carlos Dante Gullo, Julio Bárbaro, Claudia Bello, Oscar Massei, Fernando Melillo, José Manuel de la Sota. En 1987 los renovadores se impusieron frente a los radicales en las elecciones siendo este su momento de mayor esplendor, que encontró un abrupto fin en las internas justicialistas de 1988 y la derrota de Cafiero en manos de Menem, paradójicamente también un renovador.

7 El “Grupo de los Ocho” fue el nombre con el que la prensa dio a conocer la facción de diputados peronistas que en diciembre de 1989 se alejaron del PJ y formaron un bloque parlamentario independiente. Los “Ocho” eran: Germán Abdala, Darío Alessandro, Juan Pablo Cafiero, Luis Brunati, Franco Caviglia, José Ramos, Moisés Fontela y Carlos “Chacho” Álvarez. Los motivos de la ruptura fueron los indultos de Menem a jefes militares condenados por sus acciones criminales durante la dictadura militar y a jefes guerrilleros, el denominado giro al conservadurismo y el liberalismo que sufrió el gobierno con la incorporación del economista Álvaro Alsogaray, el modo en el que se encararon las privatizaciones, la insensibilidad social del gobierno y los escándalos de corrupción.

8 Las palabras de Perón en el discurso ante la Legislatura del 1° de mayo de 1974 dan una clara idea de lo expuesto: “La Juventud Peronista llamada a tener un papel activo en la conducción concreta del futuro, ha sido invitada a organizarse. Estamos ayudándola a hacerlo sobre la base de la discusión de ideas y comenzando por pedir a cada grupo juvenil que se defina y que identifique cuáles son los objetivos que concibe para el país en su conjunto. Este es el inicio. El fin de la unión de la Juventud argentina sin distinciones partidarias, y el camino es el del respeto mutuo y la lucha, sí, pero por la idea” (1986, p. 112).

9 El candidato radical acusó, en plena campaña electoral, a Lorenzo Miguel, Cristino Nicolaides, Carlos Ricardo Trimarco y Guillermo Suárez Mason de tramar una conspiración antidemocrática. La impugnación al supuesto acuerdo entre las corporaciones militares y sindicales tenía la particularidad de atacar al Partido Justicialista, teniendo en cuenta los fuertes vínculos que unieron siempre al sindicalismo con el peronismo, sin necesidad de apelar a un discurso explícitamente confrontacionista. Esta condena al peronismo contó con amplia aceptación del electorado.

10 Los Montoneros se mantenían en un terreno ambiguo. El discurso de Firmenich en el Acto de Atlanta el 22 de agosto de 1973 por el aniversario de la matanza de Trelew, era para Unidos “la primera enunciación pública de un proyecto montonero diferente al de Perón. Sin embargo, no planteó una ruptura total con el peronismo, proponiéndose como su vanguardia” (Ivancich y Wainfeld, 1985b, p. 186). Sí confrontaba con la “vieja guardia sindical”.

11 Forma en la que en los años 70 se hacía referencia a la cúpula de la Organización Montoneros.

12 Junto a las entrevistas entre Perón y la Juventud, comenzaron a circular los documentos conocidos como “la Biblia” y la copia mimeografiada de la “Charla de la Conducción Nacional ante las agrupaciones de los Frentes” en los que, desde una mirada marxista de la historia y la lucha de clases, se criticaba la conducción de Perón (Baschetti, 1996a y Baschetti, 1996b). En el segundo encuentro, reconociendo estos hechos, afirmó Perón que “La juventud como todos los demás argentinos, tiene derecho a pensar y sentir como le parezca. Este es un derecho inalienable del hombre dentro de la democracia, que es lo que defendemos. Lo que no puede ser es que.…decimos que somos una cosa y a lo mejor somos otra. …Lo venimos viendo. Tengo todos los documentos y, además, los he estudiado. Bueno, esos son cualquier cosa menos justicialistas. ¿Entonces qué hacen en el justicialismo? Porque si yo fuera comunista, me voy al Partido Comunista y no me quedo ni en el Partido ni en el Movimiento Justicialista” (1988, p. 106). Aunque una tercera entrevista se había fijado para el 14 de febrero, la cúpula de Montoneros no se presentó.

13 El exilio se encargó de acentuar el desprestigio generalizado de la organización armada. Muchos de esos debates quedaron patentes en revistas como Testimonio Latinoamericano o Controversia. Sobre las críticas a la guerrilla armada en el exilio pueden verse Jensen (2005), Franco (2008) y Yankelevich (2009). Entre los libros publicados en el exilio que condenaban la acción guerrillera por parte de sus protagonistas puede mencionarse, por la gravitación para los miembros de Unidos, el de El Kadri y Rulli (1984).

14 Perón afirmó desde Paraguay después de su fallido primer regreso al país: “Vengo como un león herbívoro y seré prenda de paz entre los argentinos” (1988, p. 81). Con estas palabras coronó su regreso definitivo al país después de casi dieciocho años de exilio, e inauguró una era de “democracias integradas”. Como símbolo de los nuevos tiempos y del cambio operado en el discurso del propio Perón, es dable recordar sus palabras en 1967 después de la Conferencia de la Organización Latinoamericana de Solidaridad (OLAS) en La Habana: “como era lógico esperar, ha debido triunfar la idea de una revolución activa, aunque sea violenta, porque en estos momentos, un revolucionario pacifista, resulta algo así como un león herbívoro” (Amaral y Plotkin, 1993, p. 23). La ironía e imposibilidad con la que seis años antes Perón se refería a esta imagen le otorga un plus simbólico a su evocación en los 70.

15 La Convocatoria para la convergencia democrática, más conocida como el Discurso de Parque Norte, representó también un conflicto con la tradición peronista. Al corte que Alfonsín había establecido en la campaña con respecto al pasado reciente (la dicotomización operada por el clivaje democracia-dictadura o democracia-autoritarismo), este discurso supuso otro más lejano en el tiempo, en el que anulaba el pasado reciente borrando, en aras de una instancia superadora, al propio peronismo. Alfonsín se había referido a la historia argentina como una historia de decadencia y frustración, y en esta historia inscribía al peronismo como el partido hegemónico que dificultaba la erradicación de la violencia.

16 El 6 de septiembre de 1987 se realizaron elecciones legislativas y provinciales, se renovó la mitad de la Cámara de Diputados de la Nación y todos los gobernadores, entre otros cargos a nivel provincial y municipal. El peronismo renovador triunfó en diecisiete provincias. Antonio Cafiero fue nombrado presidente del PJ y Carlos Menem vicepresidente el 15 de septiembre de 1987.

17 “La oposición, respondiendo a un profundo sentido nacional y patriótico, ha colaborado permanentemente en la mejor tarea constructiva, ya sea en lo legislativo como en las demás acciones de la Reconstrucción.…No puedo decir, lamentablemente lo mismo del oficialismo dónde se han producido problemas internos que no pueden ser sino negativos para la alta responsabilidad que hemos recibido”. Discurso del 4 de febrero de 1974 (Perón, 1988, pp. 33-34).

18 Excede este artículo profundizar en estos caminos. En 1991 Álvarez rompió con el peronismo y formó el Movimiento por la Democracia y la Justicia Social (MODEJUSO); esta agrupación, junto al Partido Intransigente (PI) y un grupo de políticos progresistas, entre los que se encontraban Carlos Auyero y la dirigente de derechos humanos Graciela Fernández Meijide, formaron el Frente Democrático Justicia Social (FREDEJUSO) para competir en las elecciones de legisladores y gobernadores de 1991. En abril de 1993, en un nuevo contexto electoral, se constituyó el Frente Grande, formado por sectores en disidencia con el Partido Justicialista y otros provenientes de la Democracia Cristiana y de agrupaciones de izquierda; esta vez el Frente hizo una buena elección y tuvo un rol importante en las elecciones de convencionales constituyentes para la reforma de la Constitución de 1994. A fines de 1994, surgió el Frente por un País Solidario (FrePaSo), integrado por el Frente Grande, PAIS (del ex-justicialista Octavio Bordón), la Unidad Socialista y un sector de la Democracia Cristiana, poco después se sumaría un grupo de militantes radicales dirigidos por Carlos Raimundi. Ya para 1997 formó, junto a la Unión Cívica Radical, la Alianza por el Trabajo, la Justicia y la Educación (la Alianza). Las elecciones de 1999 consagraron a Álvarez en la vicepresidencia, pero en diciembre de 2000 renunció a su cargo entre denuncias por corrupción a la administración de De la Rúa y las “coimas en el Senado”.

19 Así afirmó la pertenencia al peronismo Álvarez (1986): “Si el peronismo es a pesar de todo, nuestro domicilio existencial más que un ocasional tránsito político, no podemos desconocer que esta morada reclama alternatividad, una revolución a la medida de los argentinos” (p. 13).

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Fecha de recepción de originales: 03/06/2011.
Fecha de aceptación para publicación: 21/11/2011.