DOI: http://dx.doi.org/10.19137/qs.v23i2.3478


Esta obra se publica bajo Licencia Creative Commons 4.0 Internacional
CC BY- NC- SA Atribución, No Comercial, Compartir igual

ARTÍCULOS

 

Los precios en Buenos Aires durante un ciclo de guerra y de inestabilidad política, 1825-1835

Prices in Buenos Aires during a cycle of war and political instability, 1825-1835

Os preços em Buenos Aires durante um ciclo de guerra e de instabilidade política, 1825-1835

 

Roberto Schmit
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas
Universidad de Buenos Aires. Facultad de Filosofía y Letras
Universidad Nacional de General Sarmiento. Instituto de Ciencias
Argentina
Correo electrónico: dvsantilli@gmail.com

 

Resumen: En este trabajo se analiza la evolución de la inflación de los precios en Buenos Aires a partir de la guerra entre las Provincias Unidas del Río de la Plata con el Brasil, y de la crisis política para la coyuntura del lapso entre los años 1825 y 1835. En el artículo se exploran y examinan en general y en particular las diferentes y cambiantes alteraciones de los precios de los bienes de importación, de exportación y de consumo local durante un ciclo crítico de la economía del Río de la Plata.

Palabras clave: Precios; Guerra; Economía

Abstract: This paper analyzes the evolution of the inflation of the prices of goods that occurred in Buenos Aires after the war between the United Provinces of the Rio de la Plata and Brazil, and of political crisis during the period between 1825 and 1835. The article explores and analyzes in general and in particular the different and ongoing changes in the prices of imported goods, exports and local consumption during a critical cycle of the economy of the Río de la Plata.

Keywords: Prices; War; Economy

Resumo: Neste trabalho, examina-se a evolução da inflação dos preços em Buenos Aires a partir da guerra entre as Províncias Unidas do Rio da Prata com o Brasil, e da crise política na conjuntura do período entre 1825 e 1835. No artigo, exploram-se e analisam-se a modo geral e particular as diferentes e mutáveis alterações dos preços dos bens de importação, de exportação e de consumo local durante um ciclo crítico da economia do Rio da Prata.

Palavras-chave: Preços; Guerra; Economia

 

Introducción

La situación económica de Buenos Aires fue afectada sensiblemente en sus parámetros productivos, financieros y monetarios a partir de la coyuntura abierta por la guerra con Brasil durante las décadas de 1820 y 1830. En este ensayo, puntualmente, se analizan las principales consecuencias que desencadenaron aquellos factores económicos, entre 1825 y 1835, en la inflación y en el cambio de los precios relativos de los bienes de la ciudad-puerto.
El incremento económico posrevolucionario porteño a partir del decenio de 1820 se basó en un creciente nivel de actividad de la producción pecuaria exportadora, vinculada al mercado atlántico, a la vez que la ciudad usufructuaba su puerto como la principal plaza mercantil intermediaria y articuladora para un amplio conjunto de economías regionales rioplatenses con los mercados de ultramar. Ese significativo rol comercial, como eje de los tráficos interregionales, tenía como contraparte el sostén de una fiscalidad que se estructuraba en gran medida sobre los ingresos provenientes de los impuestos de las actividades de intercambio de los bienes de importación, y en menor medida de los de exportación, que se realizaban en la plaza portuaria bonaerense (Schmit, 2013).
De modo entonces que, en Buenos Aires, tanto en los negocios productivos y comerciales como en la marcha de los recursos del erario público, dependían de la actividad creciente del intercambio a través del puerto que resultaba un factor clave para garantizar el funcionamiento de su matriz económica y fiscal. Pero, en aquel contexto, las condiciones para garantizar el rumbo de la economía provincial comenzaron a ser desafiantes por los conflictos políticos y militares que comenzaron con la invasión luso-brasileña a la Banda Oriental, para agravarse severamente con la anexión de aquel territorio como provincia cisplatina bajo la órbita del emperador de Brasil, en tanto las Provincias Unidas del Río de la Plata aceptaban incorporar a los orientales bajo su protección.
Aquel conflicto en la cuenca del Río de la Plata implicó un incremento de la inestabilidad política, para finalmente, a mitad de la década, desatar la guerra entre el Imperio de Brasil y las Provincias Unidas, iniciando un ciclo negativo para la economía y la política porteña. Ello resultó rápidamente en una gran merma productiva y comercial debido al bloqueo naval brasileño a las transacciones del puerto de Buenos Aires con ultramar entre enero de 1826 y octubre de 1828. Esa coyuntura también fue muy costosa para la fiscalidad bonaerense, que debió sostener los enormes gastos de guerra y desplazar las fuerzas militares al escenario de los combates en el territorio de la Banda Oriental.
Aquel ciclo negativo de la economía porteña fue resumido recientemente como una “tormenta perfecta”. Al estallido de la guerra con Brasil se sumó al mismo tiempo una caída del mercado de valores de Londres, con la consecuente crisis financiera internacional y la inmediata depreciación de los títulos emitidos para las inversiones, tanto públicas como privadas, en el Río de La Plata. A esa difícil situación externa se agregó en el ámbito local la rápida inflación provocada por la falta de respaldo de los billetes del Banco Nacional, cuyos fondos en moneda dura fueron tomados por el gobierno para financiar sus gastos, sobre todo los que demandaba la guerra. En ese contexto, el poder adquisitivo de la población se derrumbó, lo que causó graves problemas principalmente a las personas que tenían ingresos fijos, como los asalariados, así como también arruinó a muchos empresarios y provocó profundas distorsiones en el valor de los bienes y de las deudas. El bloqueo al puerto en esos años afectó la producción ganadera e impidió la recaudación de impuestos a las importaciones y las exportaciones, todo lo cual exacerbó la penuria fiscal, al tiempo que una fuerte sequía entre 1827-1828 completó el panorama desolador. Por entonces, los precios del trigo y la harina subieron, y la carne también escaseó por la gran mortalidad de animales (Djenderedjian, 2013).
De manera que el examen del desempeño económico entre 1825 y 1835 a través de la evolución de los precios posibilita explorar una parte de los efectos que produjo aquella “tormenta perfecta” a las actividades económicas de Buenos Aires, que afectó seriamente sobre todo a las transacciones mercantiles interregionales y a los bienes de exportación de una economía ganadera hasta entonces en expansión y con un amplio mercado de consumo de los productos arribados de ultramar. Asimismo, permite estimar el efecto de las políticas fiscales y del mercado financiero porteño sobre los precios, en un contexto muy particular en el que se había iniciado un renovado erario público y de medios de pago que, entre sus principales novedades, incluía la habilitación de un reciente sistema bancario con capacidad de emisión de papel moneda (Schmit, 2013).
La coyuntura de guerra y de crisis económica se vio afectada severamente por la inestable dinámica institucional y la política rioplatense. Por entonces, las Provincias Unidas vivieron otra experiencia conflictiva entre la consolidación de las autonomías de los territorios provinciales que las conformaban y el intento de organización de un gobierno central –entre enero de 1826 y agosto de 1827– que pretendió sostener un nuevo orden político nacional con la presidencia de Bernardino Rivadavia. Fracasado aquel proyecto centralizador y disuelto el Congreso Constituyente reunido en Buenos Aires, asumió el poder el gobernador Manuel Dorrego, que a los pocos meses sería la principal víctima del tratado de paz firmado con Brasil. En octubre de 1828, Dorrego era derrotado en la batalla de Navarro por Juan Lavalle, líder de una parte del ejército que había luchado contra Brasil. Aquella circunstancia bélica terminó con un acontecimiento decisivo para la dinámica política bonaerense, ya que Lavalle fusiló al derrotado gobernador y abrió durante el año 1829 un profundo conflicto político en la provincia. La salida de aquella situación llevaría una larga y compleja negociación tras la cual la Legislatura provincial constituyó un nuevo gobierno bajo el mando de Juan Manuel de Rosas, quien dispuso de facultades extraordinarias para poder gobernar y completar el período de Dorrego (González Bernaldo, 1987; Wasserman, 2013).
De modo que aquel complejo ciclo económico e institucional –que abrió la guerra con Brasil– es abordado en este trabajo a partir de un examen de los precios relativos de los productos durante una década en la plaza de Buenos Aires, lo que nos permitirá examinar a través de diversos índices cómo habría afectado, en general y en particular, la inflación a la economía del mercado porteño.

Las lecturas de los efectos de la guerra, el bloqueo y la emisión monetaria sobre los precios en Buenos Aires

En su clásico libro sobre el federalismo argentino, Miron Burgin (1960) sostuvo que el proceso de inflación que desató la guerra del Brasil habría comenzado en febrero de 1826 y continuó ininterrumpidamente hasta mediados de 1830. Según el autor, la suba habría sido muy fuerte desde la segunda mitad de aquel lapso a causa de la inestabilidad financiera del Banco Nacional y de la tesorería de la provincia, que se hizo cada vez más evidente. La lectura que hace el autor sobre la coyuntura de inflación y el bloqueo, se basa en explicar casi exclusivamente el impacto que habría tenido esa situación para la tesorería porteña y el mercado financiero, mostrando concretamente las variaciones en la cotización de la onza de oro.
La dinámica que describe Burgin para el proceso inflacionario es que, desde diciembre de 1826, el oro comenzó a imponer un interés de casi el 200%. Pero más tarde, en 1828, el peso había recuperado casi todo el terreno que había perdido el año anterior. Aquel espectacular retorno, tan repentino como efímero, se habría debido parcialmente a la cautelosa política del gobernador Dorrego de contención de la situación económica. No obstante, cuando el horizonte financiero comenzaba a presentarse promisorio después de las hostilidades con Brasil, la rebelión de Lavalle y la ejecución de Dorrego fueron eventos que nuevamente socavaron la situación financiera de la provincia. Por ello, el precio del oro volvió a subir durante 1829 hasta diciembre de 1830, aun después de haber asumido Rosas el gobierno provincial.
Asimismo, Burgin reconoció que la depreciación del dinero circulante fue más que un síntoma financiero general, pues lo que al principio pareció un desequilibrio temporal del mecanismo monetario desembocó en poco tiempo en un desajuste mayúsculo de las relaciones económicas a partir de la gran inflación. Ello involucró cambios en la distribución de las rentas que habrían provocado las modificaciones en los precios de los artículos de consumo, de los sueldos y de sus ganancias. De modo que hubo un aumento de precios que fue general, pero que no se repartió por igual entre las diversas clases de mercancías y de servicios. Los artículos de consumo subieron más rápidamente que los sueldos y los salarios, con el resultado de que los ingresos reales de los asalariados decrecieron, tanto relativa como absolutamente.
De igual modo, según el autor, en relación con la evolución de los precios relativos, no todos los precios de los artículos de consumo habrían sentido de la misma forma la depreciación de la moneda. Así, los productos del comercio exterior, importación y exportación, respondieron fácilmente a las fluctuaciones del precio del oro, mientras que los artículos de consumo interno marcharon a la zaga. Por lo tanto, habrían sido los industriales y los comerciantes –sobre todo los artesanos y los fabricantes de artículos locales– quienes habrían soportado la mayor carga de la depreciación monetaria. En tanto los ganaderos estaban en posición más favorable, y lejos de disminuir sus ingresos reales, obtuvieron beneficios de la depreciación del peso y también de los gravámenes impositivos.
Burgin basó su análisis fundamentalmente en el examen de los factores monetarios y financieros, en particular en la evolución del valor de la onza de oro, como variable para analizar la inflación. Asimismo, postuló el cambio diferencial de los precios relativos, pero no estudió específicamente el cambio y la evolución de los diversos precios de los bienes que consumía la plaza porteña.
Más tarde, Tulio Halperin Donghi (1982), en su estudio de las finanzas de Buenos Aires, demostró que a partir de la guerra con Brasil sobrevino la ruina para el erario porteño, que tuvo una caída abrupta de los ingresos de aduana y una suba enorme de los gastos por el conflicto. Esto generó un gran déficit fiscal, que sería cubierto con la emisión de papel moneda sin respaldo, lo que comenzó a generar la famosa “financiación inflacionaria” a partir de sostener con deuda –por emisión monetaria– el gasto creciente del sector público. El autor senaló que no era posible medir con precisión los efectos combinados de la interrupción del comercio sobre el mercado local que produjo este bloqueo, así como tampoco analizar la presión de la guerra sobre la fuerza de trabajo y emisión del papel, lo que sí pudo hacer en otros estudios respecto de otros bloqueos posteriores. No obstante, la aproximación que intenta sobre aquellos tópicos se basó en tomar una serie de testimonios cualitativos de la época, en especial de la legislación estatal y de las memorias de Juan Manuel Beruti, como testigo privilegiado de la época, para intentar explicar lo que habría sucedido con la inflación de precios.
En términos fácticos, Halperin Donghi remarca el problema de los controles de peso de la carne y el pan, para indicar que hubo un aumento de los precios de los bienes locales encubierto bajo la estrategia de tolerar como natural el fraude cotidiano en los pesos y las medidas. También centra su análisis en las leyes y decretos que intentaron ordenar el valor oficial de la moneda papel. En particular, repara sobre los cambios en los criterios de reconocimiento legal de las obligaciones contraídas en las deudas a través del análisis de las medidas, con sus marchas y contramarchas, respecto de cómo se saldarían finalmente las deudas contraídas a partir de 1826. Abordó la coyuntura de guerra y de inflación a través del examen de la evolución de los ingresos fiscales y de algunas otras variables financieras, pero no estudió en concreto los precios de los bienes y su evolución específica en términos relativos.
Recién a fines de la década de 1980, las investigaciones de Samuel Amaral (1988, 1989) avanzaron fundamentalmente en el estudio de los precios y la inflación. Este autor fue el primero en diferenciar muy bien los diversos tipos de inflación, e introdujo el concepto de inflación fiduciaria por causa de la emisión de papel descontrolada, que provocaba una muy rápida transformación de los precios relativos. Proceso diferente al de la inflación monetaria, que resulta solamente del cambio más lento de los precios relativos, fruto de la relación cambiante entre la masa circulante y la balanza monetaria de la economía.
Asimismo, Amaral examinó en simultáneo la evolución y correspondencia de los precios de los bienes con la marcha fiscal y las variables de emisión monetaria y financiera del período de la guerra con Brasil.  Su obra mostró, además del cambio en el valor de la onza de oro y la emisión de papel moneda para cubrir el déficit, cómo evolucionaron concretamente los precios de los bienes importados, de exportación y los salarios de los empleados públicos porteños. Así, para Amaral, la dinámica de la inflación se evidenció, desde 1826, en que los precios de bienes importados crecieron un 290%; los de exportación un 52%; en tanto la onza de oro subió un 196%. Se pagó premio por el metálico desde el 9 de enero de 1826, cuando los billetes del banco dejaron de ser convertibles. De modo que el aumento de los precios expresado permite postular el tránsito de una inflación monetaria a una fiduciaria.
También, según aquel autor, con la inconversión del papel moneda emitido por el banco se produjo una estampida de precios que abarcó la etapa 1825-1834. En esa etapa, hubo un largo período de reacomodamiento de los precios relativos, marcando un desacople entre el índice de precios de los bienes importados y la onza de oro; al mismo tiempo que sucedía otro desajuste entre los salarios y los bienes exportados. Así se habría producido un desequilibrio muy notable, pues los precios de los productos importados llegaron en septiembre de 1827 a superar un incremento del 900%, en tanto los salarios apenas alcanzaron a trepar solo entre un 112 y un 200%. Para el lapso desde octubre de 1827 a enero de 1830 Amaral no contó con datos que le permitieran observar la evolución inflacionaria. Finalmente, entre 1829 y 1831 habría un proceso de reajuste de precios que se tradujo en un nuevo equilibrio de los precios relativos, que entre 1832 y 1834 lograron estabilizarse.
No obstante los significativos aportes del gran trabajo de Amaral, el problema sigue abierto al debate, debido en buena medida a que los estudios disponibles, en el mejor de los casos, se basaron en el análisis de precios de unos pocos bienes típicos del mercado de consumo de alimentos importados (sobre todo el azúcar y la yerba), tomados como indicadores de todo el movimiento general de los precios. Asimismo, no se realizó un análisis concreto de otros productos locales, sobre todo los granos y las carnes, que resultan muy significativos para poder comprender el impacto de los bienes básicos de consumo diario sobre el conjunto de la población urbana porteña. Tampoco disponemos de índices generales de precios ponderados que se ajusten a una canasta básica de precios que pueda estimar los consumos proporcionales del mercado bonaerense. Por ende, aún no se resolvió adecuadamente la representatividad y la potencial divergencia entre la diversidad de precios y de consumo de los bienes importados, y en especial la ausencia del efecto de los bienes  locales de abasto popular. Es por esto que resulta necesario avanzar sobre esas cuestiones, para poder examinar correctamente las complejidades de los efectos de la guerra, el bloqueo y la crisis institucional sobre la dinámica del mercado de Buenos Aires.
Otros estudios disponibles, mucho más puntuales, sobre el precio de algunos productos y en períodos diversos también han abordado el mercado porteño en particular, los de Julio Broide (1951) y Juan Carlos Garavaglia (1994, 1995, 2004) para los efectos pecuarios, el de Haydee Gorostegui de Torres (1962) para el trigo y el de Fernando Barba (1999) para un conjunto de productos locales e importados. Esos trabajos si bien han descripto bien la evolución nominal de los precios, no han avanzado en su análisis sobre la evolución de los precios relativos, en su ponderación y en estimar la inflación general para la coyuntura concreta que estudiamos en este trabajo.
De manera que, a partir de aquel contexto historiográfico, en este ensayo presentamos una nueva lectura sobre el ciclo crítico entre 1825 y 1835 del proceso inflacionario de precios y sus efectos para la coyuntura económica de Buenos Aires. Analizamos puntualmente la evolución de diversos tipos de canastas de precios relativos de los bienes de importación, exportación y locales. Finalmente, presentamos un índice general de precios ponderados para el período.

El contexto económico en Buenos Aires entre 1825 y 1835

En este apartado veremos cómo afectó el bloqueo y la crisis institucional a la evolución del mercado y la fiscalidad en Buenos Aires entre 1825 y 1835.
En el comercio exterior, si bien lamentablemente no contamos con estudios puntuales sobre la dinámica (ni cualitativa  ni cuantitativa) de las importaciones bonaerenses, sí podemos –a partir del movimiento de ingreso de barcos al puerto– estimar su dinámica general, que tuvo una abrupta merma durante el bloqueo. El flujo normal de la ciudad-puerto tenía un promedio de 270 barcos ingresados regularmente durante los años previos al bloqueo, pero entre 1826-1827 cayó a una media de 54 buques anuales, es decir que el mismo alcanzó solo un 20% del promedio regular. Luego, durante el lapso 1828-29 el tránsito se recuperó hasta alcanzar un 80% del flujo promedio anterior de arribos y recién a partir de 1830 se volvieron a registrar las cifras habituales (Nicolau, 1994).
Si bien aquella estadística del movimiento portuario no nos permite ponderar ni las cantidades ni los valores de las importaciones, sí nos señala cómo fueron afectados temporalmente los volúmenes de las bodegas de transporte marítimos, que efectivamente estuvieron casi paralizados entre 1826-1827, para arribar a los valores regulares de tráfico con ultramar recién a inicios de 1830.
También podemos examinar el efecto del ciclo crítico que abrió la guerra y el bloqueo al observar las exportaciones pecuarias de Buenos Aires, ya que para este caso sí disponemos de trabajos muy concretos, en lo cuantitativo y lo cualitativo, que nos permiten una aproximación bastante precisa sobre la dinámica del comercio de los cueros vacunos, el principal bien producido y exportado desde la provincia a ultramar. Al evaluar los datos se puede comprobar que los cueros vacunos cayeron desde más de 500 mil unidades promedio anual hasta registrar solo 112.000 y 62.000 unidades en los años de 1826-1827, para volver a sus valores previos recién en la segunda mitad de 1828, y desde allí crecer sin pausa durante el decenio de 1830 (Schmit y Rosal, 1999, 2004).
Respecto de la marcha de la fiscalidad porteña durante la guerra con Brasil, los ingresos fueron muy seriamente afectados por la guerra y el bloqueo naval. En términos porcentuales, cayeron notablemente los aranceles cobrados en el puerto, que llevaron a una merma de lo recaudado: de representar el 70% al 22% del total durante los años 1826-1827. Al mismo tiempo, los ingresos financieros del erario pasaron de ocupar el 25% de los recursos disponibles con el papel moneda  emitido, por lo cual el déficit fiscal total llegó al 43%. Todo ello fruto de un contexto en el que los ingresos disminuyeron y los gastos crecieron notablemente en función de sostener y equipar un ejército de unos 20.000 hombres y una limitada pero costosa marina de guerra (Halperin Donghi, 1982).
Sin duda, aquel crítico panorama de la balanza comercial y del déficit fiscal llevó al gobierno a recurrir regularmente al endeudamiento y, sobre todo, a sostener la emisión de papel moneda sin respaldo, para enfrentar el gasto con ingresos que no eran genuinos. Otro dato relevante que también ilustra esa misma situación negativa fue la evolución del déficit de la tesorería porteña, que pasó de 4 millones antes de 1826 a unos 13 millones a partir de 1828.
Entonces, por lo señalado, las variables claves fueron la trágica evolución de la deuda pública y de la acelerada emisión de papel moneda en la provincia de Buenos Aires. Así, la deuda pública se incrementó considerablemente, y la emisión de bonos de deuda se convirtieron en la práctica diaria en “billetes de cambio” utilizados para las transacciones comerciales, en especial para el pago de impuestos. En cuanto a la emisión de papel moneda, a partir de 1822, con la creación del Banco de Descuentos en la provincia –capitales privados– se puso en práctica la emisión controlada de billetes papel respaldados inicialmente mediante su convertibilidad a metálico. Pero en pocos años, con el arribo del conflicto bélico con Brasil y la emisión descontrolada de papel moneda, la situación de la institución bancaria declinó súbitamente por el retiro de los fondos, la pérdida del respaldo metálico y la baja actividad del comercio fruto de la guerra. Por las cuestiones expuestas, el 9 de enero de 1826, el Banco de Descuentos fue liquidado y pasó a manos del Estado con el nombre de “Nacional”. Desde ese momento, la emisión ya no tuvo ningún tipo de respaldo convertible, y sus billetes –que comenzaron a cotizarse al cambio de 17 pesos papel por cada onza de oro– sufrieron en los años siguientes un permanente deterioro ruinoso. Ese Banco Nacional, en los años del bloqueo, acumuló una deuda que transitó de los 11 a los 18 millones de pesos papel, al mismo tiempo que el papel moneda circulante en la plaza se incrementó de 9 millones a unos 15 millones. Asimismo, debido a la inconvertibilidad y a la emisión inflacionaria, la situación del papel moneda llegó a ser resistida por la población porteña, por lo cual el 14 de abril de 1826 el gobierno ordenó al público en general que debía recibir el papel moneda por su valor escrito.
La variación constante de los precios afectó notablemente la cotización de las diversas monedas. Como ya han mostrado muchos autores, el índice de valor de la onza –que era la moneda de resguardo de valor– parece haber marcado la tendencia del costo monetario, en tanto variable financiera testigo del ajuste de precios en el mercado. Los estudios más puntuales sobre la evolución de la onza muestran que esta fue muy sensible a las variaciones financieras y que su volatilidad en Buenos Aires fue mucho más fuerte que en otras plazas del mercado internacional. Esto estaría relacionado con el rol que la misma jugaba en este espacio económico provincial como regulador de las expectativas de resguardo de valor. Así, el cambio de valor de la onza fue una constante: sufrió súbitas altas entre 1826 y 1828, y llegó a un máximo de 399. Desde 1828 hasta 1829, la cotización bajó hasta 234. Desde entonces, tuvo otro pico de incremento muy rápido hasta mediados de 1830, con un máximo de 808. Para luego descender hasta 1832, en que se estabilizó entre 590 y 690 (Irigoin y Salazar, 1996).
Finalmente, otra variable financiera general que debemos considerar para ponderar la situación coyuntural de la economía porteña fue la cotización del valor del préstamo tomado en Inglaterra a la banca Baring. Los bonos generados por ese préstamo muestran una caída enorme en su cotización, que comenzó a mediados de 1825 con un valor del 90%, llegando al final de la guerra hasta un 30%, e incluso registrando una caída posterior al 20% a fines de 1829. Este indicador nos señala la baja más notable en las expectativas de pago de los intereses y del capital que tenían los acreedores del principal préstamo externo.
En resumen, el panorama general de la evolución del comercio, la fiscalidad y las finanzas muestra con claridad los múltiples efectos negativos que sufrió el ciclo económico a partir de 1826 con el inicio de la guerra y el bloqueo a la economía de Buenos Aires.

La evolución de los precios en Buenos Aires

Pero, más allá de aquel contexto general del comercio, la fiscalidad y las finanzas, ¿qué sucedió con la evolución de los precios relativos de los bienes en el mercado de Buenos Aires durante aquella época?.
Burgin (1960) había planteado que el efecto del contexto económico inestable en Buenos Aires habría comenzado a manifestarse en los precios desde febrero de 1826 y mantuvo ininterrumpidamente su influencia hasta mediados de 1830. Según el autor, la inflación de precios en principio habría sido lenta pero cobraría impulso en la segunda mitad del año 1826, cuando se produjo la inconvertibilidad del papel moneda emitido por el banco y tomado por la tesorería porteña. A inicios de 1828 (en febrero y marzo) habría ocurrido una recuperación del valor del peso, pero luego nuevamente se aceleró la inflación –al finalizar la guerra con Brasil y la posterior invasión de Lavalle a Buenos Aires– hasta medidos de 1830.
Aunque, como ya señalamos, los datos nos muestran que el aumento de los precios en Buenos Aires se había hecho presente desde muy temprano, a partir del mes de abril de 1825, fruto de los sucesos políticos ya desarrollados en la Banda Oriental y por la inminente guerra con Brasil, factores que comenzaron a producir un lento aumento de los precios de los bienes, a lo que se sumaría más adelante el desequilibrio comercial por el bloqueo y la enorme expansión monetaria en Buenos Aires. De manera que, ya desde agosto de 1825 había comenzado a visualizarse la inflación de los precios que terminaría creciendo bruscamente a partir de enero de 1826, al tiempo que precipitaba el conflicto bélico y ocurría la declaración de inconvertibilidad del papel moneda.
Más allá de datar la emergencia del proceso inflacionario de los precios, para analizar adecuadamente su evolución nos proponemos en este ensayo desagregar al menos tres tipos de índices de precios de los diversos productos que entendemos representaban, groso modo, de manera adecuada y equilibrada el universo de los intercambios principales que sucedían diariamente en el mercado de la ciudad-puerto. En primer lugar, veremos los bienes provenientes de los distintos flujos ultramarinos, a los que denominamos productos importados. En segundo término, examinaremos los elaborados y comercializados en gran medida dentro del ámbito local y regional, y en tercer lugar, examinaremos los precios de los productos rioplatenses de exportación a ultramar.
En el caso de los bienes importados, debemos aclarar que analizamos una canasta que consideramos muy representativa de la oferta compleja de productos de ultramar y se corresponden con los de mayor demanda en Buenos Aires, abarcando también diversos productos de procedencia muy variada. Por un lado, los remitidos desde las principales plazas sudamericanas, representados por el arroz y el azúcar blanca de Brasil y la yerba mate de Paranaguá. Y por otro, los que tenían su origen en diversas plazas del mundo ultramarino (de América del Norte, Europa y África), como eran los textiles, el aceite, las galletas, la harina, el aguardiente, el vino y la sal. Esos bienes eran muy demandados en la ciudad-puerto, pero su situación era desigual, pues algunos eran para consumo local y otros además se remitían para su reventa en los mercados del interior. Así como también incluye productos importados sin sustitutos y los que competían con otros bienes sustitutos, como las harinas locales, el vino de Mendoza, el aguardiente cuyano o la sal de Patagones.
Como podemos observar en el gráfico 1, sin duda los bienes importados de ultramar en el período estudiado registraron una clara tendencia al alza y también una muy significativa volatilidad, sobre todo fruto de las circunstancias producidas por las cambiantes condiciones del bloqueo comercial. Por ello, los picos más altos de incremento de los precios se registraron a fines de 1826 y 1827, durante el bloqueo al puerto, y luego en la segunda mitad de 1830 e inicios de 1831 mantuvieron una tendencia al alza más moderada, pero con una gran volatilidad, fruto del efecto de la inestabilidad institucional y política local.
 También es necesario tener muy en cuenta que dentro de aquella tendencia inflacionaria general, el incremento fue muy desigual entre los diversos tipos de bienes. Los casos más extremos y sensibles al aumento de precios durante el bloqueo fueron para los productos procedentes de las plazas sudamericanas, como el azúcar, el arroz y la yerba mate, que registraron significativas alzas y gran volatilidad, con cambios súbitos y permanentes entre 1825 y 1828, y con alzas menos volátiles a lo largo de los años posteriores. En tanto, otros bienes importados desde otras plazas ultramarinas, como los textiles y las bebidas, también tuvieron una tendencia inflacionaria creciente, pero menor durante el bloqueo y de mayor impacto luego de este, en la primera mitad de la década de 1830. En esos casos, los textiles registraron aumentos más regulares y menos volatilidad que las bebidas, cuyos precios tenían mayor inestabilidad en los años del decenio de 1830.
Aquel crecimiento muy brusco de los precios nominales de los productos sudamericanos desde el bloqueo comercial brasileño, probablemente explique en buena parte las motivaciones que por entonces surgieron para impulsar la presencia en Buenos Aires de bienes sustitutivos regionales provenientes de los productos de las economías del Litoral y del Interior. De modo entonces que aquella situación de escasez y encarecimiento de esos bienes ayudó a fomentar las pretensiones de incrementar la participación en el mercado porteño con yerba y tabaco correntinos y misioneros. Aquella cuestión incluso se plasmó en los debates previos al Pacto Federal, postulado por los representantes correntinos que intentaron influenciar en la política mercantil porteña para proteger y mejorar las posibilidades de abastecer, vía Buenos Aires, a los mercados provinciales con sus productos, que por entonces llamaron “nacionales”. Todo aquello provocó varias polémicas entre las autoridades políticas provinciales sobre las políticas mercantiles y arancelarias porteñas. En su mayor parte, esos intentos no alcanzaron su objetivo, sobre todo por la falta de capacidad competitiva y la baja calidad de sus productos sustitutivos, que con precios muy crecidos en los bienes ultramarinos, aún necesitaban una significativa protección arancelaria (Schmit, 1991).
Pero en aquellos años, de oferta inestable y de inflación de precios en los efectos de ultramar, sí se abrieron mayores posibilidades en la plaza porteña para los caldos cuyanos y la sal de Patagones. Posiblemente, aquel comportamiento se mantuvo más allá del bloqueo mercantil y explicaría por qué en las nuevas leyes de aduana de Buenos Aires hubo mayor consideración por los bienes procedentes de la región cuyana y de los artesanos locales. En tanto, a pesar de las presiones de los líderes correntinos, no hubo apoyo significativo por los productos de la región litoraleña.
En resumen, todos los bienes de ultramar sufrieron un alza significativa, pero con una evolución muy diferente. Como ya afirmamos, durante el bloqueo comercial, los alimentos procedentes de otras plazas americanas fueron los que sostuvieron mayor incremento y volatilidad, pero luego registraron menor alza que otros bienes ultramarinos. En tanto las bebidas y los textiles durante la guerra aumentaron menos que los alimentos, situación que se revirtió durante la primera mitad de la década de 1830. Por lo tanto, para tener un análisis adecuado es necesario ponderar esa diversidad de comportamientos de los precios.

Gráfico 1: Evolución de los índices de los precios de las bebidas, textiles y alimentos importados en Buenos Aires, 1824-1835


Fuente: La Gaceta Mercantil y British Packet, ver apéndice.

Por su parte, el gráfico 2 brinda una visión de la evolución de los bienes importados que muestra para el período analizado dos tendencias generales. Una primera, abrupta durante el bloqueo, y otra con una pendiente mucho más leve a partir de la década de 1830, muy relacionada con el incremento de los textiles y las bebidas.

          Gráfico 2. Evolución del índice ponderado de los precios de bienes importados


Fuente: La Gaceta Mercantil y British Packet, ver apéndice.

Por su parte, la evolución de los precios locales (como puede verse en el gráfico 3) muestra un leve incremento en la época crítica del bloqueo, pero a diferencia de los precios importados crecieron con más fuerza entre 1830 y 1835. Asimismo, los valores tuvieron una oscilación de ciclos entre los diversos años analizados. El máximo de los precios tuvo lugar en 1829, 1831 y 1835, con una merma en 1830 y 1834. En el comportamiento de estos precios influyeron principalmente los factores locales, como la disponibilidad de mano de obra, los ciclos de sequías y las condiciones del clima en la provincia durante aquellos años.
Poco antes de la guerra con Brasil, desde noviembre de 1825 a consecuencia de la suba de los precios del trigo –aún en época próxima a la cosecha–, se dejó sin efecto la prohibición de introducir harinas extranjeras y, más allá del precio local, se habilitó el ingreso mediante el pago de un arancel de tres pesos por quintal. Un año después, a fin de noviembre de 1826, todos los hombres de las milicias de la ciudad y la campaña fueron exceptuados del servicio durante la cosecha de trigo. De igual situación gozaron todos los individuos de otras provincias que arribaron a Buenos Aires para trabajar en la cosecha, siempre y cuando contaran con una papeleta de reconocimiento del patrón autorizado por los alcaldes.
En mayo de 1827, el gobierno se mostró muy preocupado por la escasez de abasto de carne a la ciudad en el contexto de una estación de clima “rígido” y de mal estado de los ganados, que lo obligó a tomar medidas para tratar de poner algún remedio a la falta de oferta de carne al precio oficial. La solución que planteó Bernardino Rivadavia fue dejar atrás los mecanismos de control y regulación de precios que restringían la oferta y la calidad, y a cambio habilitar un sistema de oferta abierta que proveyera en abundancia al mejor precio; es decir, se proponía quitar la tutela de la autoridad en el abasto urbano para asegurar la oferta. Luego el gobierno decretó la posibilidad de vender la carne algo más cara, a 6 reales la arroba de primera clase y a 5 reales la de segunda clase. Incluso estipuló duras penas a los que hicieran fraude en la venta del peso y la calidad: se los destinaría a las armas o a dos años de cárcel.
Por decreto, desde el 1° de enero de 1828, el gobierno autorizó la libre venta de carne para el mercado urbano de Buenos Aires. A pesar de que luego de la caída del gobierno de Rivadavia esas medidas fueron anuladas, la escasez de oferta continuaba y los precios crecían, por ende, se acordó que era necesario impedir todo tipo de acaparamiento o monopolio de los frutos de primera necesidad para la subsistencia pública. Las autoridades se propusieron perseguir con mayor rigor a los que hicieran acopio, pues los consideraban conspiradores contra el bienestar general de la provincia.
La persistencia de las magras condiciones que afectaba a la agricultura bonaerense también se reflejó en la resolución que adoptó Rosas en abril de 1830, cuando prohibió la exportación de trigo fuera de la provincia debido a la escasez de la cosecha y el alto precio de los granos. Además, se tomaron medidas en octubre de 1829 y durante el decenio de 1830 para aumentar de manera súbita las multas, que oscilaban entre 250, 500 y 1000 pesos, para pulperos, amasadores de pan, panaderos y repartidores que hicieran fraude en el peso; asimismo, condenaba directamente al servicio de línea a los que carecían de licencias y permisos.
De ese modo, en Buenos Aires, los granos y en menor medida las carnes sufrieron incremento en sus precios, a la vez que ocurría una caída de la producción por un ciclo de sequía –que se habría extendido desde diciembre de 1828 hasta abril de 1835– y que provocó la pérdida de ganado y de cosechas.
En tanto, la evolución de los precios de los bienes de exportación (como puede verse en el gráfico 3) muestra estabilidad en los años previos a la guerra con Brasil. A partir del bloqueo al puerto en 1826-1827, el precio de los productos de exportación sufrió una merma, pero ya desde 1828 hubo un alza muy significativa de su valor nominal, que llevó durante la década de 1830 a un incremento sostenido del precio nominal de los productos pecuarios. Seguramente, aquel cambio resultó en gran medida por la depreciación del papel moneda y la permanente colocación en los mercados externos, pues ocurrió una tendencia a la baja en los precios internacionales de esos productos. Esta alza en los precios de los bienes de exportación seguramente fue otro incentivo, además de los ya existentes en la política de tierras y de costos fiscales, para explicar el gran impulso que tomó la producción pecuaria. Así, a pesar de las coyunturas locales, desde la década de 1830 la producción ganadera sostuvo un incremento que finalmente se consolidó con un notable impulso durante el decenio siguiente.
Para visualizar mejor las cuestiones planteadas, se puede ver en el gráfico 3 una comparación de los precios de importación, exportación y locales que muestra con mayor claridad las diferencias que sostuvieron en su evolución durante el ciclo de crisis económica del período analizado.
De modo que, como hemos visto, hubo un comportamiento muy diferenciado en los precios entre los productos locales y los importados. Los bienes importados, con diferencias entre ellos, resultaron primero muy afectados por el bloqueo, por lo que hubo alta inflación y volatilidad diversa durante 1826-1827, pero más tarde tuvieron un alza más moderada, producto de la crisis local entre 1829-1834. Por su parte, los precios de los bienes locales registraron un primer momento de bajo impacto durante el bloqueo, aunque luego –desde 1831– experimentaron un ciclo de aumento importante de los precios en la economía local porteña. Aquellos cambios parecen responder, en el caso de los bienes importados, a la merma de su oferta por el bloqueo, sobre todo en los bienes americanos, y en menor medida en otros que tenían sustitutos a nivel regional. En tanto, los productos locales respondieron a otras condiciones, no tan relacionadas con las variaciones del tráfico, sino con las políticas institucionales locales que tomó el gobierno para el control de precios del abasto urbano y, sobre todo, con la evolución de los ciclos de la producción rural, que soportó etapas de sequías y de un crecimiento en la demanda por parte de la población de la ciudad-puerto.

Gráfico 3: Evolución de los índices de los bienes importados, locales y de exportación en Buenos Aires (1824-1835)


Fuente: La Gaceta Mercantil y British Packet, ver apéndice.

Por su parte, el análisis de la evolución del índice general de precios ponderado (gráfico 4) muestra que entre 1826 y 1827 se sucedió una fuerte inflación de los precios. Luego, el índice cayó en 1828 y de inmediato, desde 1829, comenzaría un nuevo ciclo de inflación hasta 1834, que alcanzaría un nuevo equilibrio. En términos generales, los índices, con base 100 en 1824, muestran para el primer pico de inflación en 1826-1827 un incremento máximo del 188%. Más tarde, hubo otro ciclo que comenzó en 1829 y llevó a un aumento del 208% a inicios del decenio de 1830. Finalmente, en los primeros años de aquella década se alcanzaría un equilibrio en torno al 170-200% de incremento.
Como ya señalamos, en el período estudiado esos ciclos de aumento en los precios se corresponden a una súbita alza entre 1826-1827 a causa sustancialmente del bloqueo, la gran emisión y la inconvertibilidad del papel moneda. Pero luego hubo otro lapso de incremento posterior de precios entre 1829 y 1834, más lento y oscilante, como consecuencia de las nuevas emisiones de papel moneda y de la creciente inestabilidad política, que entre otras cuestiones fundamentales produjo marchas y contramarchas en la definición del gobierno respecto de las normas que reglarían para saldar las deudas junto con la suba y controles de los precios locales.

Gráfico 4: Índice general de los precios en Buenos Aires, 1824-1835


Fuente: La Gaceta Mercantil y British Packet, ver apéndice.

 

Consideraciones finales

Para evaluar la inflación en Buenos Aires durante un ciclo económico crítico, hemos considerado que el impacto del incremento de los precios fue diferencial entre los diversos bienes principales que se demandaban en la ciudad-puerto. Por lo tanto, en nuestro estudio diferenciamos entre los bienes del tráfico ultramarino, los de la producción y venta local/regional y los de exportación.
Asimismo, se debe tomar en cuenta que en aquel ciclo inflacionario hubo dos momentos críticos disímiles en el comportamiento de los precios y sus causales. Un primer tramo, ligado al problema comercial y fiscal producto del efecto del bloqueo naval y la guerra sobre el mercado porteño. Otro segundo lapso, que estuvo más vinculado a la crisis financiera y política local, que sostuvo una larga incertidumbre sobre la marcha económica y la política monetaria. Por ello, la inflación tuvo en esas etapas varios picos y oscilaciones, con un incremento súbito entre 1826-1828, y otro momento de gran volatilidad de precios durante la década de 1830.
Pero, dentro de una época de inflación, los diversos tipos de productos de las canastas también tuvieron una evolución diferente entre ellos debido a su variado nivel de demanda y sus posibles sustituciones. Los bienes de ultramar fueron los que registraron una evolución más desigual en cada caso, por lo cual en algunos productos hubo una gran suba de precios (de hasta 1200%), en tanto otros sostuvieron aumentos mucho más atenuados. En particular, los efectos procedentes de otras plazas sudamericanas, que llegaban vía el comercio brasileño e inglés, fueron los que tuvieron mayor demanda y menor sustitución, por ende, se incrementaron mucho más durante la guerra y el bloqueo. En tanto, los rubros textiles y de bebidas registraron un impacto más moderado durante el contexto bélico y una subida más fuerte desde inicios de la década de 1830. Los bienes locales también sufrieron una importante alza, pero fueron afectados por otro tipo de motivos. En este caso, la suba se produjo sobre todo desde 1827, como consecuencia de las condiciones negativas de la producción local y de su escasez frente a la creciente demanda urbana. Por su parte, los frutos de exportación, luego de una merma de su valor durante la guerra, tuvieron un notable incremento, que no estaba relacionado con las circunstancias del mercado ultramarino, sino con la depreciación de la moneda local y el aumento del valor de la moneda metálica.
De modo que el universo económico porteño de 1825 a 1835 fue visiblemente impactado por la variación de los precios relativos, que a lo largo de ese proceso muestra la emergencia de mayores beneficios para los sectores exportadores y de mayor costo para las demandas locales bonaerenses de bienes de consumo diario, en especial, comestibles y bebidas y, en menor medida, por los textiles.
Si consideramos la situación general de la evolución de los precios de mayor consumo en Buenos Aires a través del índice general de precios (en un índice mixto de bienes de consumo de productos locales e importados de ultramar de procedencia regional e internacional), se puede observar que la ciudad-puerto pasó de una etapa de caída general de precios a inicios de la década de 1820 a un incremento promedio (con notables diferencias entre distintos bienes) a partir de mediados de 1825, y luego, con la guerra y el bloqueo, de hasta un 350% o 400% en los precios promedio. Concluido el conflicto bélico, la situación inflacionaria no fue tan fuerte y constante pero no desapareció, sino que registró oscilaciones de alzas y bajas. Aquella continuidad inflacionaria se debió a los factores de incertidumbre política y monetaria, y sobre todo al incremento de los bienes agrícolas locales y de otros efectos de ultramar como las bebidas y los textiles. De todos modos, nuestro trabajo muestra diversas etapas de gran inflación de precios, pero con un porcentual de inflación general más bajo que las estimaciones de inflación de otros estudios basados solo en algunos bienes importados americanos (Amaral 1988,1989).

Apéndice sobre las fuentes y metodología

Para elaborar este trabajo se tomaron datos de las listas de precios nominales al por mayor confeccionados por la Junta de Comercio y publicados en la prensa: la Gaceta Mercantil y la sección precios del British Packet. Estas fuentes periodísticas se localizan en la Biblioteca Nacional, sita en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina.
Para cada uno de los productos base los precios nominales semanales se han elaborado precios promedio mensuales. Las unidades de los productos son, para importación: aceite en arroba, aguardiente en pipa, vino en pipa, sal en fanega, yerba en arroba, azúcar en arroba, arroz en arroba. Textiles: bramante, bretaña, lienzo, pañuelo y lonas en piezas. Exportación: cueros en unidad por pesada, tasajo por quintal. Locales: trigo en fanega, maíz en fanega, carne en arroba. Los valores de los precios unitarios y de los precios promedio están expresados en índices con base en el año 1824.
Los valores anuales de cantidad de bienes exportados de productos pecuarios han sido tomados de los trabajos de Schmit y Rosal (1999). Las cifras mensuales y anuales de movimiento comercial y las procedencias de barcos ingresados al puerto de Buenos Aires son del trabajo de Nicolau (1994). Los valores de la onza de oro mensual y de pesos plata mensual han sido extraídos de los trabajos Salazar e Irigoin (1996) y de Álvarez (1929).
Los índices ponderados de precios fueron calculados en base a la fórmula de Laspeires del siguiente modo:

Sumatoria de P1 x Q0
_______________100
Sumatoria de P0 x Q0
P1= precio anual, P0= precio base, Q0= cantidad base

Para la ponderación de los bienes importados se ha tomado en cuenta el informe sobre las importaciones del Buenos Aires de los años 1835 y 1837, con una ponderación de: bebidas, 20%; azúcar, 30%; yerba, 30%; sal, 10%; y otros (aceite, arroz, fideos y galleta), 10%.1 Para el índice de los bienes locales con base en los estudios disponibles hemos considerado la siguiente ponderación: carne, 50%; trigo, 30%; maíz, 20%. Los productos de exportación se han ponderado con base en el estudio de Schmit y Rosal (1999, 2004): cueros vacunos, 70%; otros bienes pecuarios, 30%. Para el índice general consideramos una ponderación de 50% para los bienes importados y 50% para los locales.

Notas

1Informe sobre comercio de importación de Buenos Aires. Registro Oficial de la Provincia de Buenos Aires, 1835, 1836 y 1837. Academia Nacional de la Historia, p. 31.

 

Referencias bibliográficas

1. Álvarez J. (1929). Temas de Historia Económica Argentina. Buenos Aires, Argentina: El Ateneo.

2. Amaral, S. (1988). El descubrimiento de la financiación inflacionaria. Buenos Aires 1790-1830. Investigaciones y Ensayos, 37, 379-418.

3. Amaral, S. (1989). Alta inflación y precios relativos. El pago de las obligaciones en Buenos Aires, 1826-1834. El Trimestre Económico, 221 (1), 163-221.

4. Barba, F. (1999). Aproximación al estudio de los precios y salarios en Buenos Aires desde fines del siglo XVIII hasta 1860. La Plata, Argentina: Universidad Nacional de La Plata.

5. Broide, J. (1951). La evolución de los precios pecuarios argentinos en el período 1830-1850. Revista de la Facultad de Ciencias Económicas, 32 (4), 1-72.

6. Burgin, M. (1960). Aspectos económicos del federalismo argentino. Buenos Aires, Argentina: Solar/Hachette.

7. Djenderedjian, J. (2013). La economía: estructura productiva, comercio y transporte. En M. Ternavasio (Dir.) Historia de la Provincia de Buenos Aires. Tomo 3, Capítulo 3 (pp. 117-150). Buenos Aires, Argentina: Editora y Distribuidora Hispano Americana S. A. (Edhasa).

8. Garavaglia, J. C. (1994). De la carne al cuero. Los mercados para los productos pecuarios, Buenos Aires y su campaña, 1700-1825. Anuario del IEHS, 9, 61-96.

9. Garavaglia, J. C. (1995). Precios de los productos rurales y precios de la tierra en la campaña de Buenos Aires, 1750-1826. Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani”, 11, 65-112.

10. Garavaglia, J. C. (2004). La economía rural de la campaña de Buenos Aires vista a través de sus precios: 1756-1852. En R. Fradkin y J. C. Garavaglia (Eds.) En busca de un tiempo perdido. La economía de Buenos Aires en el país de la abundancia, 1750-1865 (pp. 107-158). Buenos Aires, Argentina: Prometeo.

11. González Bernaldo, P. (1987). El levantamiento de 1829 y el imaginario social y sus implicancias políticas en un conflicto rural. Anuario IEHS, 2, 135-176.

12. Gorostegui de Torres, H. (1962). Los precios del trigo en Buenos Aires durante el gobierno de Rosas. Anuario de Investigaciones Históricas, 6, 141-155.

13. Halperin Donghi, T. (1982). Guerra y finanzas en los orígenes del Estado argentino, 1791-1850. Buenos Aires, Argentina: Editorial Universidad de Belgrano.

14. Irigoin, M. y Salazar, E. (1996). Linking political events and economic uncertainty: an econometric examination of the volatility in the Buenos Aires paper peso rate of exchange, 1826-1866. Londres, Inglaterra: Department of Economic History, London Scholl of Economics.

15. Nicolau, J. C. (1994). El comercio de ultramar por el puerto de Buenos Aires, 1810-1850. Investigaciones y Ensayos, 44, 303-320.

16. Rosal, M. y Schmit, R. (1999). Del reformismo colonial borbónico al librecomercio: las exportaciones pecuarias del Río de la Plata, 1768-1854. Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani”, 20, 69-109.

17. Rosal M. y Schmit R. (2004). Las exportaciones pecuarias bonaerenses y el espacio mercantil rioplatense, 1768-1854. En R. Fradkin y J. C. Garavaglia (Eds.) En busca de un tiempo perdido. La economía de Buenos Aires en el país de la abundancia, 1750-1865 (pp. 159-193). Buenos Aires, Argentina: Prometeo.

18. Schmit, R. (1991). Mercados y flujos comerciales en los Estados provinciales argentinos de la primera mitad del siglo XIX. El comercio de Corrientes a Buenos Aires (1822-1833). Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana "Dr. Emilio Ravignani”, 4, 31-61.

19. Schmit, R. (2013). Finanzas públicas, puerto y recursos financieros. En M. Ternavasio (Dir.) Historia de la Provincia de Buenos Aires. Tomo 3, Capítulo 6 (pp. 204-223). Buenos Aires, Argentina: Editora y Distribuidora Hispano Americana S. A. (Edhasa).

20. Wasserman, F. (2013). La política, entre el orden local y la organización nacional. En M. Ternavasio (Dir.) Historia de la Provincia de Buenos Aires. Tomo 3, Capítulo 4 (pp. 153-203). Buenos Aires, Argentina: Editora y Distribuidora Hispano Americana S. A. (Edhasa).

Recibido: 06 de junio de 2018
Aceptado: 10 de septiembre de 2018