DOI: http://dx.doi.org/10.19137/qs.v24i1.3414


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ARTÍCULOS

 

El Partido Intransigente en la reconstrucción democrática. Perspectiva microanalítica y aproximaciones de escala. Mar del Plata, Argentina (c. 1982-1991)

The Intransigent Party in the democratic reconstruction. Microanalytical perspective and scale approaches. Mar del Plata, Argentina (c. 1982-1991)

O partido intransigente na reconstrução democrática. Perspectiva microanalítica e aproximações de escala. Mar del Plata, Argentina (c. 1982-1991)

 

Marcela Ferrari

Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas
Universidad Nacional de Mar del Plata. Centro de Estudios Históricos
Comisión de Investigaciones Científicas
Argentina
Correo electrónico: marcelapatriciaferrari@gmail.com

 

Resumen: Este artículo analiza la trayectoria del Partido Intransigente de Argentina durante el período de reconstrucción democrática sucesivo a la última dictadura militar (c. 1982-1991), en clave microanalítica. A partir del estudio de esa organización en la ciudad de Mar del Plata, se reconocen especificidades del caso local y, mediante un juego de escalas, se destacan características, tensiones y conflictos que afectaron a esta fuerza política en la provincia de Buenos Aires y en el espacio nacional. En sentido amplio, el trabajo aporta al conocimiento de los desafíos enfrentados por los partidos políticos minoritarios argentinos en democracia, a los procesos de fragmentación interna y al estudio de las juventudes político-partidarias a la luz de una fuerza que se autorrepresentaba como nacional, popular y revolucionaria.

Palabras clave: Reconstrucción democrática; Partidos políticos; Partido Intransigente; Juventudes políticas

Abstract: This article analyzes the trajectory of the Intransigent Party of Argentina during the period of democratic reconstruction following the last military dictatorship (c.1982-1991), in a microanalytical perspective. Based on the study of this organization in the city of Mar del Plata, the text shows specificities of the local case. At the same time, we examine the characteristics, tensions and conflicts that affected this political force at different scales, in Buenos Aires province and at the national space. In a broad sense, it contributes to the knowledge of the challenges faced by the minority political parties in democracy, the processes of internal fragmentation and the study of the political-party youths in light of a force that was self-represented as national, popular and revolutionary.

Keywords: Democractic reconstruction; Political parties; Partido Intransigente; Political youth

Resumo: Este artigo analisa a trajetória do partido Intransigente da Argentina durante o período de reconstrução democrática sucessiva na última ditadura militar (c. 1982-1991), em termo microanalítico. A partir do estudo dessa organização na cidade de Mar del Plata, reconhecem-se especificidades do caso local e, a traves de um jogo de escalas, destacam-se características, tensões e conflitos que afetaram a esta força política na província de Buenos Aires e no espaço nacional. Neste sentido, o trabalho contribui ao conhecimento dos desafios enfrentados pelos partidos políticos minoritários argentinos em democracia, aos processos de fragmentação interna e ao estudo das juventudes político partidárias sobre a luz de uma força auto representada como nacional, popular e revolucionária.

Palavras-chave: Reconstrução democrática; Partidos políticos; Partido Intransigente; Juventudes políticas

 

El Partido Intransigente en la reconstrucción democrática. Perspectiva microanalítica y aproximaciones de escala. Mar del Plata, Argentina (c. 1982-1991)

En la Argentina de la reconstrucción democrática, el Partido Intransigente (PI) era una fuerza política minoritaria y heterogénea, que se representaba como nacional, popular y revolucionaria.1 Bajo el liderazgo indiscutido de Oscar Alende, con una dirigencia nutrida en buena medida por integrantes del viejo tronco radical intransigente (VTR) y una juventud partidaria pujante que en su mayoría se identificaba a la izquierda del partido,2 el PI resultó una lejana tercera opción electoral en 1983 y 1985; luego fue desplazado de ese lugar por una alianza de centroderecha liberal en 1987 y, muy debilitado, integró un frente con el peronismo en 1989. En la provincia de Buenos Aires, principal distrito electoral del país, la trayectoria fue similar, aunque en 1991 Alende volvió a presentar su candidatura a gobernador por el partido. Pero era claro que la potencialidad del PI se había desvanecido hacia fines de la década de 1980. Posteriormente, la mayoría de la dirigencia se desmembró para integrar otras derivas de centroizquierda.
El objetivo de este artículo es comprender la trayectoria de esa organización a la luz de un análisis microhistórico (Levi, 1994), desde un espacio situado, Mar del Plata, en relación con la configuración político-partidaria provincial y nacional que condiciona el caso y que este contribuye a construir.3 Es de interés reconocer el desarrollo del PI en esta ciudad, no solo por recuperar la relevancia que pudo haber tenido en la segunda ciudad bonaerense –destacada por su atractivo turístico, que hizo de ella el gran balneario de masas del país, por el desarrollo textil y portuario y por tener una universidad que actúa como polo de atracción para una numerosa población estudiantil– sino, además, porque en tanto balneario popular más importante de Argentina, en temporada estival Mar del Plata se convertía en la vidriera a través de la cual los políticos, captados por la prensa, daban visibilidad a sus propuestas y las difundían por todo el país. El análisis desde abajo, atento al juego de escalas (Revel, 1996), permitirá destacar especificidades, descubrir tramas políticas y observar disparidades y modulaciones que enriquecen la comprensión de mecanismos oscurecidos por pretensiones nacionalizantes, para una fuerza política acerca de la cual existe un gran vacío historiográfico.4
La investigación remite a una preocupación más amplia, referida a los motivos que impidieron a los partidos minoritarios de los primeros años de la recuperación democrática convertirse en una alternativa de poder. En relación con ello, se ha señalado que en la política argentina sucesiva a 1983 primó una dinámica tendencialmente bipartidista (Malamud, 2004) polarizada por el Partido Justicialista (PJ) y la Unión Cívica Radical (UCR), que pronto dio paso a una creciente fragmentación partidaria (Adrogué, 1993; Mustapic, 2002, 2013; Calvo y Escolar, 2005; Gibson, 2014), alterada por la capacidad de aglutinamiento del polo peronista (Torre, 2002). El peronismo, un movimiento abarcativo, extendido de la izquierda a la derecha del espectro político y de arriba abajo de la escala social (Ostiguy, 1997), habría sido capaz de reunir y absorber a partidos minoritarios en coaliciones político-electorales, denominadas con la categoría nativa de frentes, que lo habrían llevado a posicionarse como un particular partido toma todo (Kirchheimer, 1990), entre predominante y hegemónico (Sartori, 1987).
En este trabajo se sostiene que, más allá de la indiscutible gravitación del polo peronista, habrían sido las limitaciones de las propias fuerzas minoritarias las que impidieron su crecimiento como opción político-partidaria. El caso en análisis contribuye a reconocer que, si las alternativas coalicionales –con el peronismo o con sectores de izquierda– incidieron en la emergencia de conflictos que derivaron prácticamente en la disolución de este partido, fue porque operaron sobre un universo altamente fragmentado en dos sentidos. En primer lugar, por el origen heterogéneo de sus integrantes y dirigentes. Durante la apertura democrática, a los integrantes del VTR que nucleaba a buena parte de los cuadros fundadores del partido, se sumó un conglomerado nutrido por peronistas desencantados con la conducción sindical del PJ, militantes de izquierda y centroizquierda y un sinnúmero de recién llegados a la política, dispuestos a comprometerse en lo que percibían como una alternativa a los partidos mayoritarios. Esa diversidad de origen y experiencia política habría imposibilitado plasmar un proyecto común en el mediano plazo. En otros términos, las tensiones internas, disimuladas mientras el objetivo era desplazar a la dictadura, se hicieron cada vez más explícitas. La falta de estabilización de un discurso que proporcionara identidad contribuyó a generar márgenes de variación o indeterminación importantes (Feld y Franco, 2015). Al avanzar la reconstrucción democrática, los conflictos derivaron en rupturas y desprendimientos que debilitaron enormemente al partido. En segundo término, por el clivaje etario que atravesaba a la organización. Liderado por un anciano cuya figura merecía un reconocimiento indiscutido –y obturaba la emergencia de otros liderazgos– y controlado por dirigentes de una generación adulta forjada en la inestabilidad política, el PI encontraba su elemento dinamizador en una juventud partidaria muy potente, con fuerte compromiso militante, que albergaba, entre otros, a quienes provenían de la izquierda revolucionaria de los años setenta (Quirós, 2014) y a quienes encontraban en esa década un ideal regulatorio de experiencias políticas a no reivindicar ni recuperar en democracia (Larrondo y Cosachcow, 2017). Al no ser contenida en sus expectativas, buena parte de esa juventud abandonó las filas del partido, nutrió otros espacios y ello contribuyó a diluir la organización.
Por último, otra cuestión central en el desmembramiento del partido fue que, al no poder alcanzar cargos de gobierno que hubieran dado la posibilidad de distribuir incentivos selectivos entre sus miembros (Panebianco, 2009), resultó muy difícil y aun imposible fidelizar adhesiones (Ferrari, 2017). Cuando se planteó la opción de integrar un frente con el PJ, el PI –que continuaba dependiendo de grandes dosis de voluntarismo– sufrió una diáspora de militantes.
A los fines de este trabajo, se utilizaron fuentes escritas (partidarias, periodísticas, legislativas, electorales, diccionarios biográficos, folletos) y orales. Las once entrevistas en profundidad realizadas a dirigentes y militantes del período permiten reponer la memoria de los contemporáneos y ofrecen una aproximación a sus experiencias, opciones y decisiones, en clave personal. El artículo consta de tres apartados en los que se hace dialogar el caso específico con las arenas nacional y provincial. En el primero se describe la composición del PI marplatense en vísperas de la recuperación institucional. En el segundo se analizan la organización y las prácticas políticas, colocando el énfasis en la juventud. En el tercero se examinan los móviles que derivaron en el derrumbe de la organización. Las conclusiones sintetizan los aspectos centrales del recorrido.

“No importa de dónde vengan, importa hacia dónde vamos”5

La expresión, atribuida a Alende, da cuenta de la receptividad de un líder que, a los 75 años de edad, propendía a la inclusión de militantes de diferentes procedencias en su armado político. El escenario abierto en 1982 resultaba favorable en tanto la sociedad argentina había vuelto a ganar las calles como espacio privilegiado de la protesta contra la dictadura. La movilización, activada por el paro general convocado por la Confederación General del Trabajo el 30 de marzo, se reeditó durante y después de la guerra por las Islas Malvinas (abril-junio de 1982).
Los jóvenes de entonces, en defensa de la causa nacional de recuperación del territorio insular y en su afán por acompañar a los combatientes –de quienes eran contemporáneos, amigos o familiares–, organizaron peñas y campañas para recaudar fondos, alimento y abrigo.6 La derrota desencadenó el derrumbe de la dictadura y detonó la percepción de injusticia en la juventud respecto de sus pares. Los excombatientes utilizados como “carne de cañón” eran obligados a retornar por la “puerta de atrás”. Otros jóvenes habían sido víctimas del terrorismo de Estado y su aparición con vida ya no era solo reclamada por los organismos de Derechos Humanos (DDHH) sino por un conjunto amplio de la sociedad que “descubría” a diario, estupefacta, las exhumaciones de cadáveres que exhibían los medios de comunicación (González Bombal, 1987; Guber, 2005).
La indignación hacia el régimen militar incidió en la necesidad de luchar por una alternativa política superadora. Buena parte de la población –en especial, la juventud– sintió que “algo había que hacer”7 y lo canalizó por medio de la militancia. La lucha de los organismos de DDHH ya no era aislada. Los sindicatos, los partidos y la ciudadanía ganaban la calle, entendiendo a la democracia como el retorno a la institucionalidad, forma de vida y contracara del régimen militar represor.
En ese contexto, la afiliación a los partidos fue masiva. Una organización relativamente novel como el PI, que ofrecía una alternativa progresista –si por ello entendemos lo nacional, popular y, de manera menos definida, revolucionario– para quienes no se identificaban con los partidos mayoritarios y no evaluaban la política desde una ecuación electoralista, atravesó una recomposición que hasta habilita a pensar en una nueva instancia formativa. Mar del Plata dio cuenta de ello.
Todos los miembros del partido reconocían la legitimidad del liderazgo del anciano caudillo, formado en la intransigencia del radicalismo, exgobernador de la provincia de Buenos Aires (1958-1962), además de diputado provincial y nacional, y dos veces candidato a presidente de la nación.8 Su derrotero signó el del PI. En 1963, los seguidores de Arturo Frondizi se escindieron de la Unión Cívica Radical Intransigente (UCRI) para formar el Movimiento de Integración y Desarrollo. Quienes permanecieron en la UCRI, con Alende como referente, comenzaron a reemplazar sus banderas humanistas por otros repertorios discursivos asentados en la idea de revolución, a medida que se reforzaban vínculos con personas y agrupaciones marxistas o filo marxistas (Alonso, 2016). Ese giro se acentuó desde 1972, cuando, ante la apertura electoral, el ministro de Interior del gobierno de facto, Arturo Mor Roig, reclutado de las filas de la Unión Cívica Radical del Pueblo, decretó que no debía reiterarse el apelativo “radical” en más de uno de los partidos que se presentaran a elecciones y la justicia electoral falló en contra del partido de Alende. Al adoptar la denominación PI, según Alende, la organización perdió predicamento entre los radicales, y muy probablemente haya quedado en situación de mayor dependencia respecto de sectores de otra identidad política que comenzaron a nutrir la juventud partidaria. Cuando en la elección de 1973 el PI se presentó formando parte de la Alianza Popular Revolucionaria (APR) –junto con el Partido Revolucionario Cristiano, el Partido Comunista (PC) y una fracción de Unión del Pueblo Argentino–, radicalizó el discurso antiimperialista y la necesidad de socializar el sistema económico. Esta alianza adversa a la que nucleaba el peronismo, el Frente Justicialista de Liberación, actuaba en un contexto en el cual la gran mayoría de las fuerzas partidarias se presentaban como revolucionarias y asumían propuestas que giraban en torno a la contradicción fundamental: liberación o dependencia (Junta Coordinadora Nacional, 1973). A su vez, la izquierda armada también tendió puentes hacia el PI. Según Luciano Alonso (2016), el Frente Antiimperialista y por el Socialismo, creado en 1973 por iniciativa del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), consideraba posible acercarse a líderes de la burguesía como Alende o Raúl Alfonsín y hasta ofrecerle al primero la candidatura presidencial.
El giro a la izquierda del PI quedó plasmado en los Aportes para el proyecto nacional, documento elaborado en 1975 y, desde entonces, lectura obligada para dirigentes y militantes. Allí, luego de un profundo diagnóstico, se definía al partido como nacional, popular y revolucionario, contrario a la oligarquía y al imperialismo, favorable a la justicia social y la autodeterminación nacional, defensor de la independencia y la unidad nacional, también se reivindicaba la conquista de derechos populares y nacionales.
Por debajo del líder, el PI tenía una composición harto heterogénea, y Mar del Plata fue un ejemplo de ello. Una parte de los afiliados provenía del VTR, ex-afiliados a la UCRI que “se reivindicaban a sí mismos como radicales honestos y puros y no doblados como los radicales del otro partido”.9 Este sector contaba con un puñado de jóvenes, hijos de radicales intransigentes, que por su escaso número y origen eran muy cuidados.10 Los aliados del VTR eran quienes se habían incorporado al partido en tiempos de la APR, desde la familia socialista.11 En conjunto, esta fracción –la más moderada y minoritaria, nutrida por integrantes de una generación intermedia– actuaba desde el Ateneo “El Bisonte”, así denominado en alusión al apodo dado a Alende en virtud de su contextura física y su estilo político arremetedor. Contaba con contactos relativamente fluidos en el orden provincial y nacional. De hecho, en este sector militaba el único intransigente con un cargo rentado en la estructura de gobierno durante los años ochenta. Su posición le permitía moverse con facilidad en las arenas políticas supralocales y exhibir esa ventaja en las fracciones desde las que actuó.
El grueso de los afiliados era un conglomerado de origen muy diverso y fronteras lábiles, mucho más numeroso que el anterior, cuyos integrantes procedían de diversas expresiones de la izquierda, de la centroizquierda, o eran recién llegados a la política en busca de una alternativa progresista, según se afirmó. Entre los adultos de esta fracción se encontraban algunos comunistas desencantados de su partido por el apoyo que había brindado al golpe de Estado de 1976,12 y un conjunto de personas sin experiencia partidaria, que confluyeron con compromiso en ese armado político y hasta sumaron a miembros de su entorno familiar y laboral.13
Junto a ellos militaba el grueso de la Juventud Intransigente (JI), también conformada por integrantes de dos generaciones políticas (Blanco y Vommaro, 2017). Unos pocos se habían forjado en los tempranos setenta y hasta habían sido presos políticos.14 La mayoría estaba constituida por jóvenes carentes de o con escasa experiencia política, atraídos por el proyecto o por una nunca demasiado definida “mística”, nutrida en parte por la proximidad al movimiento de DDHH y la defensa de sus causas.15 Ese partido fue definido como “un paraguas contenedor de decepcionados y descreídos de sus propias estructuras o [de jóvenes que estaban] en etapas iniciales, incipientes, adolescentes que decían ‘esto es lo más atractivo’, la alternativa nacional, popular y revolucionaria.”16 Algunos se reconvertían al juego democrático y otros lo aprendían en esa primavera política en la que reverdecía el latinoamericanismo en las voces de quienes volvían del exilio, externo o interno, y se ansiaba que los jóvenes fueran “como un pájaro libre”. La revolución sandinista era loada porque andaría “su camino a la gloria”, en un tiempo que estaba “a favor de los pequeños” –como expresaban otros versos dedicados más adelante a El Salvador–.17 Y mientras se convocaba a defender la vida, la paz y la libertad, una consigna advertía que caminaba “el antiimperialismo por América Latina”.
Un hito importante para poner en funcionamiento al PI en la ciudad fue el acto del 5 de febrero de 198318 que tuvo lugar en “la esquina política” de la ciudad: el transitado cruce de las calles San Luis y Peatonal San Martín. El evento contó con la presencia de Alende, quien pronunció un encendido discurso en el que recuperó las directrices de los Aportes... La visita dio lugar a una profusa campaña de afiliación y concientización.19 A partir de entonces, se sumaron numerosos adherentes y afiliados dispuestos a militar, aspecto que hizo cada vez más necesario que el partido ofreciera una estructura contenedora.20

El partido en los años de ilusión democrática

Armando Fertitta, ex-militante del PC, fue responsable de la reorganización partidaria local. Según el marco normativo fijado por el régimen en descomposición, le correspondía establecer mecanismos de afiliación para renovar por completo los padrones, convocar a elecciones internas para la constitución de autoridades partidarias y asegurar la reorganización partidaria para antes de fin de junio de 1983 (Anales, 1982, 1983). Ese proceso se llevó a cabo siguiendo lo establecido en las cartas orgánicas partidarias nacional y provincial del PI, que conferían una amplia autonomía para las organizaciones distritales y garantizaban numerosas instancias de participación en la vida interna del partido a los afiliados. Estos elegían a las conducciones partidarias y a los candidatos a ocupar cargos de gobierno mediante el voto directo, secreto y obligatorio. En ello se observa una continuidad con la tradición radical, tanto como en la organización de convenciones y comités.21
El mismo Fertitta presentó su candidatura para presidir el PI marplatense. Pero el 7 de agosto, en las elecciones internas triunfó otra lista, la Lista Blanca, propuesta y seleccionada en julio en una asamblea donde obtuvo la mayoría absoluta de los presentes. Francisco Molina y Roberto Omar Rodríguez fueron consagrados como presidente y secretario general del Comité respectivamente, y Manuel Álvarez, como candidato a intendente y a primer concejal. Según Molina, los móviles de la victoria se debieron más al estilo de conducción que a factores ideológicos, ya que ambos candidatos procuraban convertir al partido en una herramienta válida para luchar por la liberación nacional.22 Sin embargo, algunos entrevistados destacaron al triunfador como un hombre de férreas convicciones, sin experiencia partidaria y muy generoso al colocar sus recursos a disposición del partido.23 Fue apoyado por la juventud, que vio en él la posibilidad de canalizar sus aspiraciones. Fertitta, pese a su reconocida labor como abogado de presos políticos, su capacidad discursiva y su conocimiento de la vida partidaria, no tenía buena aceptación entre distintos sectores de la juventud, en parte por razones de personalidad, pero también por su concepción de la organización, propia de sus orígenes comunistas, verticalista y burocrática, y su tendencia a gobernar el partido sin participación de las bases.24 En suma, el voto joven del PI definió las elecciones internas a favor del candidato más permeable para enarbolar sus propuestas.25
La JI era el elemento dinamizador del partido en tiempos en los que la política era una actividad poco mercantilizada y suponía fuertes dosis de voluntarismo. Sus integrantes se proclamaban herederos de la juventud golpeada y acallada por la dictadura.26 Alende (1983) se enorgullecía de contar con ellos cuando afirmaba: “Decenas de miles de jóvenes ingresaron a nuestras filas y las fortalecieron con la firmeza de sus convicciones, la honestidad de su militancia y la alegría creadora de su fe en un futuro que les pertenece” (p. 168). Los jóvenes se imponían por su número, por sus decisiones acerca de la adopción de símbolos partidarios –por ejemplo, de la bandera rojinegra de las luchas latinoamericanas de Cuba y Nicaragua por sobre el verde, blanco y rojo que proponían desde el VTR–27 y, muy especialmente, por su militancia cotidiana:

de alguna manera nos los llevábamos puestos [a los adultos del partido], con una prepotencia que es la que más vale, la prepotencia de laburo. Cuando ellos querían discutir a veces una cuestión formal, nosotros estábamos laburando en un barrio, organizando una lista con los compañeros del pescado, o dando la batalla en el frente estudiantil.28

Ese trabajo intenso de una juventud acompañada por los conductores del partido que había contribuido a llevar al poder no se tradujo en el control de posiciones de poder dentro del partido en la escala provincial o nacional. Algo similar ocurría en Tandil, otra ciudad de la quinta sección electoral:

De entrada empezamos a manejar el Partido…Varios compañeros que veníamos de la facultad…fuimos candidatos a concejal, pusimos de candidato a intendente a una persona grande que no era de la juventud pero que nos respondía bastante, que no era del VTR. Pero, bueno, ahí empezamos con los manejos que desconocíamos nosotros…los contactos en la quinta sección electoral, los contactos con la provincia, los tenían los viejos, por así decirle. Con lo cual nosotros ganamos las elecciones [internas] y después ellos pusieron todos los candidatos a diputados provinciales, nacionales. Nosotros no tuvimos absolutamente ninguna influencia al respecto. Eso es un manejo muy radical, muy de la Unión Cívica Radical…Perdieron, por un lado, pero ganaron por otro.29

Otra debilidad que percibía la juventud era la falta de coordinación y orientación desde las arenas provincial y nacional para trabajar en distintos frentes, a lo que la JI respondió con una organización centralizada y eficiente. En la cúpula se desempeñaban jóvenes que pertenecían a la generación con más experiencia. La Secretaría General, cuyo titular era Roberto Felicetti, orientaba el accionar conjunto; la Secretaría de Organización, que ocupó Eduardo Britos, articulaba vertical y horizontalmente la actividad de la JI. De ellas dependían cinco subsecretarías: Prensa, Cultura, Barrial, Estudiantil y Sindical. Los jóvenes priorizaban los nexos con la sociedad por medio de las tres últimas.
En relación con “las universidades, las fábricas y los barrios”,30 el trabajo de la JI marplatense tuvo un desarrollo dispar. Fue muy activo en el frente estudiantil, tanto en el nivel secundario como en el universitario; en la Universidad Nacional de Mar del Plata, ante el predominio de la agrupación radical Franja Morada –que copó la mayoría de dichos centros–, tuvo presencia minoritaria en algunas facultades, como la de Ciencias Exactas, Ingeniería, Humanidades a lo largo de la década (Castro, 2018).31 Se desplegó un gran trabajo en barrios periféricos: Las Heras, El Martillo, Barrio Regional, Barrio Belgrano, Jorge Newbery. Pese a que se la percibió como anárquica y “a los ponchazos”,32 la actividad desarrollada a partir de las propias necesidades de cada territorio –gestionar el acceso a algunos servicios (asfalto, colectivos) o brindar apoyo escolar– y en relación con las del propio partido –difusión de información partidaria, campañas de promoción, timbreos, volanteadas– fue fructífera. Las relaciones de tipo cara a cara y el trabajo conjunto con vecinalistas u otros referentes forjaron lazos perdurables, al punto que, hacia fines del período analizado, algunos cuadros barriales integraron listas del PI marplatense. El frente sindical fue el menos desarrollado, sin dudas porque era un campo copado por el peronismo. Se realizaron esfuerzos aislados y hasta desproporcionados, tales como la organización de una lista para enfrentar a Abdul Saravia, poderoso dirigente peronista del Sindicato Obrero de la Industria Pesquera (SOIP), y otros intentos de agremiación en el Banco Provincia y en el Colegio de Abogados.33 Pero nunca se controló ningún sindicato.
Además del funcionamiento de cada uno de esos frentes y de las secretarías de Prensa y Cultura, en la JI se ponderaban las instancias de participación conjunta. Con frecuencia semanal, el secretariado discutía el avance de los trabajos en cada frente y se coordinaban acciones a seguir. Se confería gran importancia al debate y al análisis político en un partido en el que la ideología era concebida como una permanente construcción, inescindible de la movilización y la inserción en la sociedad. Se leían textos o documentos que “bajaba” el partido desde instancias nacionales o provinciales, y los integrantes elaboraban informes y documentos sobre diferentes temáticas. La reflexión política se activaba hasta para elegir representantes.34 Todo ello da muestras de que la JI entrelazaba discusión política, trabajo y decisiones con autonomía del conjunto del partido.
La actividad se completaba con contactos hacia fuera. Con otros jóvenes del propio partido, se conocían e interreconocían en reuniones partidarias, formales e informales. Esto habilitó comparaciones por parte de dirigentes de la JI marplatense con otras juventudes. Algunos encontraron más similitudes entre la JI de Mar del Plata y la de Capital –donde se había dado una fusión entre sectores que provenían del PRT y el peronismo revolucionario con jóvenes recientemente llegados a la política,35 y una semejante valoración de la revolución nicaragüense llevada a cabo por el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN)– que con la de provincia de Buenos Aires, donde gravitaban con fuerza los jóvenes del VTR:

imaginate vos un joven intransigente de Tres Lomas, qué sé yo, esos pueblos. No tiene nada que ver con un joven intransigente de la Capital Federal. Era seguro que el del interior de la provincia era un radical que participaba del PI, porque ahí no había otra alternativa: eras peronista o eras radical…Imaginate el choque con un pibe de Capital que andaba sandinizado por ahí, por la calle…Así que internamente en la provincia había mucho más choque que a nivel nacional. A nivel nacional, en las secretarías generales [había] gente en los límites de edad para estar en la juventud, con más experiencia, con más política, eran más amables. En cambio, a nivel provincial hubo muchos problemas…Recuerdo las grandes rabietas con [Luis Fernando] el “Chino” Navarro y con toda esa gente que defendía al VTR.36

En cuanto a los vínculos con jóvenes de otros partidos a nivel local, se destaca la instancia de colaboración que representó el Movimiento de Juventudes Políticas (MOJUPO), formado en 1983 en Capital Federal y organizado en diferentes puntos del país (Larrondo y Cosachcow, 2017). En el MOJUPO de Mar del Plata, los dirigentes juveniles coincidían en objetivos tales como salvaguardar y consolidar la democracia, defender los derechos humanos, sostener una postura antiimperialista (Castro, 2018). Realizaban acciones comunes que solían incluir a otras organizaciones, como Madres de Plaza de Mayo. Tal el caso del Festival de la Música y el Canto por la Vida y la Libertad, encuentro anual del que participaron artistas de renombre nacional e internacional. Pero las tensiones aparecían en situaciones de competencia –por ejemplo, en las elecciones de claustro y de centros de estudiantes en el frente universitario– y derivaron en conflictos cuando, ante las llamadas leyes de Punto Final (1986) y Obediencia Debida (1987), resultó difícil aceptar las posiciones de la Juventud Radical que, no sin dificultad, defendió los argumentos de sus referentes nacionales.37
El partido y la juventud –si se tiene en cuenta que esta era considerada por algunos como un partido dentro del partido– crecieron notablemente a partir de 1983, lo que se reflejó en un incremento del padrón hasta alcanzar cifras que, según distintos entrevistados, superaron los 600 afiliados. En su mejor momento, 1985, al concluir el mandato de Molina, en las internas partidarias triunfó la Lista Verde sobre la Lista Roja avalada por el Ateneo “El Bisonte”. La presidencia del Comité recayó sobre Fertitta, Felicetti fue electo secretario general del partido y Britos secretario general de la JI. Manuel Álvarez y Britos encabezaron la lista de concejales. En las elecciones abiertas de ese año, el PI obtuvo su mejor desempeño: 11.700 votos, equivalentes al 7,30% del total de votos válidos emitidos.38 No accedió a la concejalía por menos de un centenar de votos, entre otras razones, por la falta de cobertura de la prensa local.39 En pleno auge, se transparentaron los primeros conflictos.

Tiempos de tensión, desmembramiento y desencanto

La reconfiguración político-partidaria que se dio en el país desde fines de 1985 condicionó con fuerza el derrotero del PI. Mar del Plata no fue la excepción a la hora de poner en evidencia tensiones y conflictos que extinguieron la potencialidad de esa organización como alternativa política. El mapa de fuerzas había cambiado en la provincia de Buenos Aires. En 1986 se percibía el desgaste de la UCR, sumida en un proceso de enfrentamientos internos y que poco reflejaba las demandas de la ciudadanía a la gestión de gobierno (Ollier, 2010). En el PJ se había institucionalizado la Renovación Peronista que, con Antonio Cafiero como referente, lograría desplazar de la conducción a la dirigencia de origen sindical ortodoxo y reinaugurar la tradición frentista (Ferrari, 2016). En 1986, el PJ bonaerense fue intervenido y, mientras era reemplazada la conducción sindical, aparecieron tensiones dentro de la propia Renovación a la vez que desembarcaba la corriente nacional orientada por Carlos Menem. Con todo, el liderazgo de Cafiero era indiscutido. Mediante la democratización que supuso la elección interna por voto directo del afiliado –instrumento que permitió desplazar a los ortodoxos– y la conservación de las banderas nacionales y populares con un estilo más atento a captar el voto de los sectores medios, consiguió atraer a dirigentes y simpatizantes nuevos o que habían canalizado su voto hacia otros partidos en 1983. Así, devolvió al PJ la competitividad perdida y resultó electo gobernador en 1987.
En cuanto a los partidos de izquierda y centroizquierda, la opción por conformar coaliciones fue tentadora. En 1985 se organizó el Frente del Pueblo (FREPU), en el que confluyeron el PC, el Movimiento al Socialismo (MAS) y agrupaciones menores de la izquierda peronista y cristiana. Sus objetivos eran realizar una revolución democrática y antiimperialista, implantar una democracia popular, conducir una reforma agraria, nacionalizar la banca y el comercio exterior, incrementar el presupuesto educativo, sancionar una ley universitaria, enarbolar la defensa de los DDHH con juicio y castigo a los responsables del terrorismo de Estado, lograr la liberación de la opresión imperialista y construir un gran país con un pueblo feliz.40 El FREPU convocó a los intransigentes pero la invitación fue rechazada.41
No obstante, el PI evaluaba la posibilidad de realizar alianzas. En noviembre de 1986 convocó al Primer Encuentro Nacional Intransigentes por el Frente, donde se decidió sostener una postura proclive a constituir un Frente de Liberación Nacional y Social en unión “con la izquierda peronista, el FREPU, los radicales y cristianos consecuentes con la liberación nacional, socialistas y todos los que se comprometieran a luchar”.42 Esa reunión tuvo su correlato en la provincia de Buenos Aires en marzo de 1987, en el I Encuentro Provincial de Intransigentes por el Frente. Participaron 85 delegados de 25 distritos y numerosos partidos de izquierda, bajo la consigna “Liberación o Dependencia y socialización de la riqueza, el poder y la cultura”. Se decidió convocar al Peronismo de Base Combativo, al FREPU, a los Radicales por la Liberación, socialistas, cristianos antiimperialistas y a organizaciones intermedias (sindicatos, centros de estudiantes, sociedades de fomento).43 Con posterioridad se formó una corriente interna, el Movimiento de Intransigentes Revolucionarios (MIR), que recuperaba la trayectoria frentista del PI y aspiraba a integrar un frente amplio de liberación, con participación del FREPU pero sin el MAS. Sus integrantes no se consideraban rupturistas porque levantaban la bandera de la liberación, sostenida en el encuentro nacional de fines de 1986 y abandonada por la conducción del partido. Para el MIR, el frente era la única herramienta para enfrentar al bipartidismo y rechazar los planes económicos que postraban al país (Plan Austral)44 la aceptación de las condiciones del Fondo Monetario Internacional, las eventuales privatizaciones, y las leyes de Punto Final y Obediencia Debida.
Por su parte, los más moderados encontraban beneficioso integrar un frente con el PJ. El diputado nacional Marcelo Arabolaza –del VTR, presidente del Comité de la provincia hasta 1983, dos veces intendente de Lincoln– era uno de los referentes de esta alianza. Sin renunciar al discurso nacional y popular, este sector encontraba en la concreción de una alianza con Cafiero una oportunidad histórica para asumir el rol de renovadores de la política argentina.45 Alende alentaba esa posibilidad, pero dejaba su decisión sujeta a la del Comité provincial.46 Este órgano, finalmente, adhirió al aislacionismo alternativista, es decir, instó a no integrar un frente, cuando las listas del peronismo en el orden nacional incluyeron a candidatos neoliberales como Domingo Cavallo y Guido Di Tella, algo que desde el PI fue tomado como una muestra del abandono de las banderas nacionales y populares.47
La reconfiguración en esas escalas alteró la ecuación de fuerzas en Mar del Plata. El sector más moderado registró una evolución, pero no una ruptura. En 1986, quienes integraban el Ateneo “El Bisonte” fundaron la Línea Intransigente Nacional (LIN). Se presentaban como inscriptos en la tradición yrigoyenista y defensores de una izquierda nacional, a diferencia de la izquierda extranjerizante que atribuían a los conductores del Comité local. Su presidente era Eduardo Romanin, franco partidario de la formación de un frente con el peronismo.48 Este sector invitaba a la ciudad a numerosos dirigentes de corrientes internas afines, provinciales, nacionales o de otras localidades, y cuando esas visitas eran captadas por la prensa, colocaban a esa línea minoritaria como cara visible de la intransigencia local ante la sociedad marplatense.49
La fracción más afectada por la reconfiguración política fue la que hasta el momento había conducido al PI local. Ante los coqueteos con el PJ, las desavenencias con la modalidad de conducción de Fertitta y por sostener otro proyecto político, los más radicalizados abandonaron el partido. Felicetti renunció, y con él lo hizo un grupo numeroso de afiliados, opuestos a lo que concebían como la derechización de la organización. La intencionalidad de desplazar a los grupos ligados al ex PRT y el acercamiento a sectores socialdemócratas se repite como causa del alejamiento en algunos testimonios.50 Como expresó quien en 1985 era secretario de la juventud: “frente a la derechización del partido, yo no me banqué ciertas cosas, e inorgánicamente y sin ningún tipo de discusión, el día que vi a Alende en la misma tribuna que a Ubaldini [el principal líder sindical peronista], yo dije ‘me voy’ y me fui”.51 La mayoría de estos militantes trasvasó sus adhesiones hacia un movimiento en formación en el cual veían una herramienta para encontrar soluciones conjuntas a los problemas nacionales, trabajando desde los barrios, sin que la problemática electoral fuera un objetivo y bajo el lema “radicales, peronistas, comunistas, cristianos e intransigentes, todos por la liberación”. Ese movimiento se articuló en torno a la revista Entre Todos y, luego de la sedición militar de Semana Santa de 1987, evolucionó hacia el Movimiento Todos por la Patria (MTP). Cuando Enrique Gorriarán Merlo – excomandante del ERP de regreso al país luego de integrar el FSLN en Nicaragua– se incorporó a las reuniones de ese espacio, varios ex militantes del PI lo abandonaron,52 y el MTP tuvo otras derivas.53
En el PI marplatense, Carlos Naya pasó a ocupar la secretaría general. Esto no solucionó la fractura de la conducción. Fertitta y el grueso del partido aceptaron el aislamiento alternativista. Naya y un conjunto de dirigentes representativos de la primera conducción local adhirieron al MIR e integraron la lista Intransigentes por el Frente (IPF), con implantación en los barrios.
De modo que en vistas a las elecciones de 1987 en Mar del Plata compitieron tres listas internas. La Verde y Blanca representaba al oficialismo y llevó como candidato a presidente del Comité a Manuel Álvarez, como secretario general a José Antonio Román y, como candidata a intendenta, a Adela Mollard. Álvarez, además, fue postulado como candidato a vicegobernador, completando la fórmula encabezada por Mariano Lorences. Esta línea proponía a Alende y Miguel Monserrat para encabezar la lista de delegados al Comité nacional y a Oscar Valdovinos como primer candidato a diputado nacional. A la derecha se presentó la Lista Azul y Blanca, sostenida por la LIN, que llevó a Ulises Pologna como precandidato a intendente.54 A la izquierda, la Lista Azul y Roja, sostenida por los IPF, postuló en ese cargo al arquitecto Eduardo Layús, acompañado por una lista de concejales nutrida por candidatos de distintos barrios.55
En las internas triunfaron los alternativistas. Cuando en noviembre de 1987 el PI participó en las elecciones abiertas, su fracaso fue estrepitoso. En la provincia bonaerense, del 4,2% del total de los sufragios alcanzados en las elecciones de gobernador en 1983, el porcentaje descendió al 2,8%. El PI fue desplazado del tercer lugar por la Unión del Centro Democrático.56 En la ciudad, donde el oficialismo partidario confiaba en que la ciudadanía premiaría el coraje alternativista del PI,57 la debacle fue mayor, como se muestra en el siguiente cuadro.

Resultados electorales del PI en Mar del Plata (1983-1987)


Fuente: Junta Electoral de la provincia de Buenos Aires. Resultados históricos. Recuperado de http://www.juntaelectoral.gba.gov.ar/resultados/

Era claro que, si al iniciarse la reconstrucción democrática era una lejana tercera erza con potencialidad, en 1987 el PI ya no tenía ninguna chance. La Renovación eronista canalizó buena parte de los votos intransigentes de 1983 (Ferrari, 2014). Los cuadros más dinámicos a la hora de movilizar vínculos con la población habían bandonado el PI en busca de otras opciones, y los que permanecieron pronto guirían caminos semejantes. Los moderados atribuyeron la derrota y la pérdida de dhesiones del PI a la falta de percepción de la oportunidad que hubiera significado una alianza con la Renovación Peronista.58 En las elecciones siguientes, el PI en Mar del Plata se plegó a los armados del PJ. En adelante, descartó presentarse a elecciones de manera aislada, aun en 1991, cuando Alende compitió como candidato a gobernador en Buenos Aires.

Conclusión

La trayectoria del PI en Mar del Plata entre 1982 y 1991 exhibe una experiencia que no solo muestra especificidades locales sino que, además, elucida las dificultades que cruzaban a este partido minoritario en diversas escalas. La potencialidad microanalítica habilita a dar carnadura a estas afirmaciones. El PI local nació a la democracia nutrido por elementos diversos (VTR, fragmentos del socialismo, comunismo, peronismo, PRT), un complejo arco extendido desde la familia radical a la ultraizquierda que, bajo el gran paraguas común de lo nacional, popular y revolucionario, albergó proyectos diferentes que se expresaron en disidencias insalvables. Como el conjunto del partido, la heterogénea organización marplatense estuvo atravesada por enfrentamientos internos. A lo largo del período analizado, la conducción de la organización local fue desplazándose hacia sectores cada vez más moderados del partido. Si bien todos respondían al liderazgo de Alende, esto no impidió la expresión de numerosos cuestionamientos que se manifestaron en especial después de 1985, cuando el buen desempeño electoral de esta tercera fuerza partidaria aconsejaba alianzas para futuros comicios. Las transformaciones en el mapa partidario general, con un radicalismo victorioso y un peronismo en plena renovación, alentaron en algunos la oportunidad de sumar fuerzas con los segundos en un frente político-electoral. Otros –en especial, procedentes de los sectores juveniles– se inclinaban por una solución semejante que los acercara a otros partidos de izquierda. El análisis realizado en Mar del Plata muestra que ambos sectores, que encontraban correlato en el orden provincial, desafiaron el liderazgo de Alende cuando este se definió por la alternativa aislacionista. Los primeros se inclinaron por apoyar para la renovación de autoridades partidarias provinciales a un candidato propio que se enfrentara al propio Alende, y perdieron. Los segundos se alejaron del partido, lo que provocó un fuerte drenaje de militantes encolumnados detrás de algunos de los cuadros con militancia en los setenta que se habían cobijado en el PI pero no encontraban en él una salida a sus expectativas revolucionarias.
Visto en una perspectiva más amplia, el análisis realizado muestra una de las formas posibles en que se manifiestan las tensiones y los conflictos de los partidos minoritarios, que no alcanzaron cargos de gobierno. En buena medida, los conflictos decantaron en resultados electorales aún más adversos que en el orden provincial, ya que los intransigentes marplatenses nunca accedieron a una instancia de gobierno en el municipio. A su vez, por esa razón, dependían de enormes dosis de voluntarismo y les resultaba muy difícil fidelizar adhesiones. Con su heterogeneidad de cuadros, su baja performance electoral y el corto tiempo transcurrido entre los albores de la recuperación democrática y la estampida de militantes, el PI de Mar del Plata pone de manifiesto otro de los principales problemas del partido en la provincia y la nación en los años ochenta: la imposibilidad de generar una identidad partidaria.
La JI merece un renglón especial. Ocupó un lugar prominente dentro del partido y contó con autonomía para organizarse. Entre 1983 y 1985 fue conducida por los integrantes más radicalizados del partido, lo que guarda similitud con lo que sucedía en Capital Federal y en otras ciudades bonaerenses medianas –por caso, Tandil– pero lo diferenciaba de los pueblos del interior bonaerense, donde predominaba el VTR. Sus militantes realizaron un trabajo profundo de inserción social, acompañado de reflexión política permanente. En la práctica, esto se tradujo en una combinación explosiva: los jóvenes eran más, se manejaban de manera autónoma, se imponían por prepotencia de trabajo, generaban sus propias acciones. En otros términos, la JI experimentó con fuerza la democracia participativa, por medio de una militancia activa y profunda, que articulaba lo institucional con formas de democracia autogestionaria, que se concretaba a través de distintos frentes que le permitían acumular fuerzas y desarrollar organizaciones, principalmente de tipo territorial y estudiantil. Entendía al partido como una herramienta de transformación más que como una estructura orgánica. Avanzado el tiempo, vivieron como traiciones las negociaciones de los representantes del partido que pretendían subordinarla y, con otros proyectos, se alejaron masivamente. Perdido su elemento más dinámico en la ciudad, la provincia y la nación, hacia finales de los años ochenta, el partido se integró en frentes con el peronismo y murió como esperanza de una alternativa partidaria de poder.

Notas

1 Así se definía esta organización política, ver Partido Intransigente (1975).

2 Se entiende que las fuerzas de izquierda y de centroizquierda asumen la defensa de la democracia, el constitucionalismo, los derechos humanos, la paz y el latinoamericanismo. Se pronuncian a favor de la regulación del capitalismo y de la economía controlada, la expansión de los servicios sociales, la educación y el trabajo (D’Alessandro, 2013).

3 Mar del Plata, ubicada en el sudeste de la provincia de Buenos Aires, es cabecera del partido de General Pueyrredón. En 1980 la ciudad tenía una población de 391.524 habitantes que, hacia el final del período estudiado, se incrementó a 504.872. Atlas Mar del Plata entre todos, segundo informe.

4 Sobre el período, consultar Luciano Alonso (2016), Marcela Ferrari (2017). Para etapas anteriores, ver Julio E. Nosiglia (1983), Oscar Alende (1983) y los testimonios de Alende (1982, 1988, 1989). En cuanto a derivas posteriores del partido o sus dirigentes, ver Marcos Novaro y Vicente Palermo (1998), Claudia Hilb (2013).

5 Entrevista a G realizada por la autora el 9 de mayo de 2018 en la ciudad de Mar del Plata (MdP), Buenos Aires. Se reserva la identidad de los entrevistados, todos eran militantes del PI local durante el período analizado.

6 Entrevista a D realizada por María C. Castro y la autora el 26 de octubre de 2016 en MdP.

7 Entrevista a C realizada por la autora el 18 de mayo de 2018 en MdP.

8 Una biografía de Alende se puede consultar en Enrique Pereira (2012, pp. 46-49). Los testimonios autobiográficos permiten recorrer in extenso su trayectoria.

9 Entrevista a E realizada por la autora el 8 de mayo de 2018 en MdP. Entre los dirigentes se destacaban Ulises Pologna, ingeniero, propietario de una inmobiliaria; Carlos De Paolo, un vecinalista, exfuncionario del Ministerio de Trabajo; Edison Pena, médico, fue vicepresidente del Colegio Médico del IX Distrito, director del Hospital Privado de Comunidad, decano de la Escuela de Ciencias de la Salud de la Universidad Católica de Mar del Plata y, durante 15 años, médico del Centro de Rehabilitación para Niños Lisiados. Objetivo de la Lista Roja del PI (11 de julio de 1985). La Capital, p. 7. Archivo del diario La Capital, Mar del Plata, Argentina.

10 Entrevista a P realizada por la autora el 21 de mayo de 2018 en MdP. Convocatoria de una nueva línea intransigente (10 de agosto de 1986). La Capital, p. 7.

11 Entre ellos, Eduardo Andriotti Romanin, quien se incorporó a la APR con un conjunto de seguidores de la línea socialista cuando, en 1973, Víctor García Costa ordenó al partido la abstención electoral. Fue detenido durante el tercer gobierno peronista; se exilió en Venezuela y España, donde militó en el Partido Socialista Obrero Español. Retornó a Argentina a fines de 1983 y se desempeñó como asesor del bloque intransigente de la Cámara de Diputados entre 1984 y 1987. Entrevista a R realizada por la autora el 4 de mayo de 2018 en MdP.

12 Entre ellos, Armando Fertitta, abogado, defensor de presos políticos e integrante de la Asociación Protectora de los Derechos Humanos, había sido detenido y torturado durante la última dictadura militar. Entrevista a R.

13 Se destaca Francisco Molina, empresario de la construcción. Cuando se incorporó al partido, también lo hicieron su mujer, sus hijas y numerosos trabajadores de su empresa, que aportaban su oficio a las necesidades del partido. Entrevista a F realizada por la autora el 12 de mayo de 2018 en MdP.

14 Entre ellos, Roberto Felicetti, ex militante del PRT-Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), y Eduardo Britos, ex-militante de la Juventud Peronista. Entrevista a E.

15 Entrevistas a J realizada por la autora el 7 de mayo de 2018 en Mar del Plata; a G y C.

16 Entrevista a G.

17 Alusión a las letras de “Como un pájaro libre” (Adela Gleijer y Diana Reches, 1979), “Canción urgente para Nicaragua” (Silvio Rodríguez y Pablo Milanés, 1982) y “El tiempo está a favor de los pequeños” (Silvio Rodríguez, 1983).

18 Para Alende había tres ciudades turísticas en las que se debían realizar actos de campaña: Mar del Plata, Córdoba y Mendoza. Entrevista a G.

19 Acción de la Juventud: Participar es una necesidad para los Intransigentes (22 de enero de 1983). La Capital, p. 4. Buscar un plan político de futuro (4 de febrero de 1983). La Capital, p. 7. A la semana siguiente, la UCR realizó un acto en la misma esquina con la presencia de Alfonsín. Los intransigentes evaluaron que ellos habían convocado un 90% de la asistencia al acto radical, lo que generó grandes expectativas entre los militantes. Entrevista a G.

20 del PI, desde Capital Federal hacia las provincias. Entrevista a U realizada por la autora el 23 de agosto de 2016 en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

21 Ver Carta Orgánica Nacional del Partido Intransigente (con las adecuaciones a la ley 22.627); Carta Orgánica del Partido Intransigente de la Provincia de Buenos Aires; Cuadernos Intransigentes (1983, tomo 1, pp. 33-46, 49-69).

22 La impugnación fue rechazada por la veedora (23 de julio de 1983). La Capital, p. 4.

23 Los gastos de sostener la sede del Comité eran financiados por Molina. Con los trabajadores de su empresa reparó los locales partidarios, llevó adelante la construcción de un palco móvil utilizado en los actos de campaña, que era prestado a los organismos de DDHH u otras organizaciones. También facilitaba el transporte y dinero para gastos corrientes y de campaña. Entrevistas a F, E y D.

24 Entrevistas a B realizada por la autora el 4 de mayo de 2018 en MdP; a C y E.

25 No obstante, nunca lograron llevar al poder a un concejal ni, como se verá, candidatos nacionales o provinciales. Entrevista a M realizada por la autora el 3 de mayo de 2018 en MdP. En el Comité y la Convención de la provincia, los principales cargos partidarios recaían en figuras del VTR, porque el voto intransigente de origen radical en el interior de la provincia era mayoritario. Entrevistas a P y C.

26 Impactó sobre los jóvenes el asesinato de Dalmiro Flores durante la marcha convocada por la Multipartidaria en Capital Federal (16/12/1982). Acción de la Juventud: Participar es una necesidad para los Intransigentes (22 de enero de 1983). La Capital, p. 4.

27 Entrevista a G.

28 Entrevista a E. Los “compañeros del pescado” eran trabajadores de la industria pesquera.

29 Entrevista a M.

30 Acción de la Juventud: Participar es una necesidad para los Intransigentes (22 de enero de 1983). La Capital, p. 4.

31 Otras agrupaciones políticas juveniles eran el Movimiento Nacional Reformista ligado al Partido Socialista Popular, la Unión para la Apertura Universitaria vinculada a la Unión de Centro Democrática y la Juventud Universitaria Peronista (JUP), muy minoritaria.

32 Entrevista a C.

33 Entrevistas a G y D.

34 Al integrar las listas de concejales en 1985, se discutió por qué contar con un candidato de la JI, cuál sería el rol de ese candidato y quién sería seleccionado. Se resolvió del siguiente modo: dado que el PI era un partido de jóvenes, correspondía que la juventud estuviera representada; se decidió romper con la concejalía tradicional y acercar al representante a los barrios y a las luchas sociales; Eduardo Britos fue elegido candidato. Entrevista a E.

35 Entrevistas a U y E.

36Entrevista a C.

37 Entrevista a E. La Ley de Punto Final –23.492– de diciembre de 1986, limitó a 60 días la recepción de denuncias sobre crímenes relacionados con el terrorismo de Estado. La de Obediencia Debida –23521– de junio de 1987, estableció que no eran punibles los delitos cometidos durante la dictadura militar por los miembros de las Fuerzas Armadas cuyo grado estuviera por debajo del de coronel, en virtud de la obediencia debida a sus “mandos naturales”, salvo comisión de delito aberrante.

38 Junta Electoral de la provincia de Buenos Aires. Recuperado de http://www.juntaelectoral.gba.gov.ar/resultados/.

39 En el discurso de cierre de campaña, Álvarez fustigó a un periodista de La Capital por la falta de cobertura. En consecuencia, el acto apenas fue anunciado en la sección de clasificados. Entrevista a D.

40 Objetivos del FREPU según Ruben Iscaro (22 de octubre de 1985). La Capital, p. 7.

41 El FREPU convocó al PI para una alianza (8 de diciembre de 1986). La Capital, p. 7.

42 Intransigentes por el Frente. Primer Encuentro Nacional, p. 2. Colección Volantes, carpeta 29-PI (1982-2003). Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierdas, Buenos Aires, Argentina.

43 Primer Encuentro Provincial Intransigentes por el Frente, 12 pp., mimeo. Fondo Ignacio Moiraghi, PI.  Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierdas.

44 El Plan Austral fue un plan de estabilización monetaria y un acuerdo de precios que solo en un comienzo contuvo la inflación e incidió positivamente para el gobierno en las elecciones de 1985.

45 Entrevista a R.

46 El PI quiere formar frente (3 de enero de 1987). La Capital, p. 3.

47 El coraje del PI va a ser premiado (26 de junio de 1987). La Capital, p. 5.

48 Lanzó el PI la Línea Intransigente Nacional (18 de agosto de 1986).  La Capital, p. 12. Entrevista a R.

49 Por invitación del Ateneo “El Bisonte” y de la LIN, concurrieron el diputado nacional M. Arabolaza; el diputado I. Barkidjian; el diputado provincial R. Bondone, el concejal de Morón L. Romero, dirigentes de diversos comités del Gran Buenos Aires, dirigentes de Necochea, H. Yelpo y C. Veigas; el intendente de Cipolletti, J. R. Salto; el intendente del Lincoln, C. A. Petroni. Alende es de lujo en cualquier lista (13 de enero de 1989). La Capital, p. 7. Sí al peronismo, no a la izquierda (4 de febrero de 1987). La Capital, p. 7.

50 Entrevista a C.

51 Entrevista a E.

52 Entrevista a E.

53 En enero de 1989, el “grupo de hierro” del MTP conducido por Gorriarán Merlo llevó a cabo el copamiento de La Tablada, que fue reprimido a sangre y fuego. La acción sorprendió –y aterró– a numerosos militantes desinformados sobre esa decisión y mereció una generalizada condena pública. Con presteza y prevención, los dirigentes del PI se desvincularon de esa acción. Entrevista a J. Sobre La Tablada, en tanto levantamiento popular al estilo de la revolución sandinista, véase Hilb (2013).

54 Ulises Pologna. Sacar a la comuna del inmovilismo (28 de mayo de 1987). La Capital, p. 12.

55 Declaraciones de Antonio de la Vega, referente nacional del MIR. Los objetivos del ‘frentismo’ del PI (7 de junio de 1987). La Capital, p. 9.

56 Provincia de Buenos Aires. Junta Electoral, Actas 1983, 1987. En soporte electrónico (CD-ROM) publicado por el Archivo Histórico de la Provincia de Buenos Aires “Dr. Ricardo Levene”.

57 El coraje del PI va a ser premiado (26 de junio de 1987). La Capital, p. 5.

58 Entrevista a R.

 

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Recepción del original: 22 de septiembre de 2018.
Aceptado para publicar: 06 de mayo de 2019.