DOI: http://dx.doi.org/10.19137/qs.v23i1.2001


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ARTÍCULOS

 

Montoneros y la resistencia: identidad política y estrategia de lucha (1970-1980)

Montoneros and the resistance: political identity and strategy of struggle (1970-1980)

Montoneros e a resistência: identidade política e estratégia de luta (1970-1980)

 

Rocío Otero
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas
Universidad de Buenos Aires. Facultad de Ciencias Sociales. Instituto de Investigaciones Gino Germani
Universidad Metropolitana para la Educación y el Trabajo
Argentina
Correo electrónico: rociootero3000@hotmail.com

 

Resumen: Este artículo se enmarca en un interés general por reconstruir usos y resignificaciones del pasado peronista por parte de Montoneros y analiza el rol de algunas de esas representaciones en la construcción de sus ideas y opciones políticas. En primer lugar, se rastrean las condiciones en las que fue derrocado Juan Domingo Perón en 1955 y las medidas de carácter material y simbólico mediante las cuales se procuró la eliminación de la identidad peronista. En segundo lugar, se repasan los principales hitos de la Resistencia Peronista, surgida en respuesta a los intentos de soterrar al peronismo, y la construcción de un mito de lucha popular basado en la transmisión de memorias sobre dichas experiencias. En tercer lugar, se sistematiza el uso de la fórmula política de la resistencia en Montoneros en distintos momentos centrales de su historia, y se muestra la ambigua utilización de esa noción, que sirvió tanto para remitir al mito de la Resistencia como para dar cuenta de las estrategias de lucha que se asumían. El artículo pone en evidencia una utilización ambigua del término “resistencia”, como signo de identidad, producto de una autopercepción de Montoneros como encarnación de un conjunto de luchas iniciadas en 1955; a la vez que como estrategia de lucha.

Palabras clave: Montoneros; Peronismo; Resistencia; Identidad; Estrategia

Abstract: This article is part of a general interest to reconstruct uses and resignifications of the Peronist past by Montoneros and analyzes the role of some of these representations in the construction of their ideas and political options. In the first place, the conditions in which Juan Domingo Perón was overthrown in 1955 and the measures of a material and symbolic nature through which the elimination of the Peronist identity was sought are traced. Second, it reviews the main milestones of the Peronist Resistance, which arose in response to attempts to bury Peronism, and the construction of a myth of popular struggle based on the transmission of memories about those experiences. Third, it systematizes the use of the political formula of the resistance in Montoneros at different central moments in its history, and shows the ambiguous use of that notion, which served both to refer to the Resistance myth and to account for strategies of struggle that were assumed. The article shows an ambiguous use of the term resistance, as a sign of identity, product of a self-perception of Montoneros as an incarnation of a set of struggles initiated in 1955; and as a fighting strategy.

Keywords: Montoneros; Peronism; Resistance; Identity; Strategy

Resumo: Este artigo enquadra-se em um interesse geral por reconstruir usos e ressignificações do passado peronista por parte dos Montoneros e analisa o papel de alguma dessas representações na construção de suas ideias e opções políticas. Em primeiro lugar, investigam-se as condições nas quais foi derrotado Juan Domingo Perón em 1955 e as medidas de caráter material e simbólico a través das quais se procurou a eliminação da identidade peronista. Em segundo lugar, analisam-se os principais hitos da Resistência Peronista surgida como resposta às intenções de soterrar o peronismo e, a construção de um mito de luta popular baseado na transmição de memórias sobre tais experiências. Em terceiro lugar, sistematiza-se o uso da formula política da resistência em Montoneros em diferentes momentos centrais da sua historia e, mostra-se a ambígua utilização dessa noção que serviu tanto para referir-se ao mito da Resistência como para informar das estratégias de luta que se assumiam. Este artigo põe em evidência uma utilização ambígua do termo "resistência" como signo de identidade, produto de uma autopercepção de Montoneros como encarnação de um conjunto de lutas iniciadas em 1955, ao mesmo tempo em que estratégia de luta.

Palavras-chave: Montoneros; Peronismo; Resistência; Identidade; Estratégia

 

Montoneros y la resistencia: identidad política y estrategia de lucha (1970-1980)1
Los antecedentes

Tras casi una década de ejercer la presidencia, Juan Domingo Perón fue derrocado el 16 de septiembre de 1955 por un grupo de militares que instaló una dictadura autodenominada “Revolución Libertadora”. Meses antes, el 16 de junio, se había frustrado un intento previo de derrocarlo, cuando aviones sublevados del Ejército bombardearon durante varias horas la Plaza de Mayo y zonas aledañas, dejando un saldo de cientos de muertos y heridos (Chávez, 2005). Esos episodios sembraron un clima de terror y, como sostuvo Elvira Arnoux (2009, p. 31), conformaron el primer hito de una memoria militante de la posterior Resistencia,2 que se nutrió del horror para destacar los valores de heroísmo y lealtad de los peronistas.
Como uno de sus rasgos característicos, durante los dos años y medio que duró, la “Revolución Libertadora” intentó eliminar de la vida política argentina a Perón y a la identidad peronista. Esto se cristalizó en masivas detenciones, en la disolución del Partido Peronista, en la intervención de la Confederación General del Trabajo (CGT) y de los sindicatos, y en una asonada contra símbolos y emblemas que habían sido objeto de exaltación entre los peronistas y que ahora pasaban a estar prohibidos, so pena de severas sanciones. Como parte de este esfuerzo “desperonizador”, desapareció el cadáver embalsamado de Eva Perón, líder del peronismo y esposa de Perón. Sin embargo, como ha señalado Catalina Scoufalos, el esfuerzo estatal por controlar las imágenes de aquel pasado reciente no logró impedir el proceso de transmisión generacional, lo cual estimuló una “verdadera batalla cultural por la memoria” (2007, p. 101).
Al interior del peronismo, el período abierto con el derrocamiento de Perón fue el momento de inicio de una etapa de profundas transformaciones. Desde el comienzo de su exilio, el líder recurrió a una variedad de estrategias para hacer llegar su palabra a Argentina, y logró mantener una importante influencia (Sigal y Verón, 2008, p. 101). Durante los primeros años, ejerció a la distancia la “conducción estratégica” del peronismo, mientras que sus acólitos locales desarrollaron la “conducción táctica”, orientados por instrucciones que el líder hizo llegar en 1956 y 1957. En ellas, se convocaba a la resistencia individual y a la resistencia organizada, y se llamaba a una práctica violenta e insurreccional en contra de sus enemigos. Según Samuel Amaral, en esos documentos Perón utilizó una retórica abiertamente violenta, al aconsejar el “exterminio del enemigo”, un llamado a “practicar el terror” (1993, pp. 76-77).
Desde mediados de la década del sesenta, Perón difundió nuevas posiciones doctrinales aggiornadas a un clima de época signado por los movimientos de liberación nacional y por la proyección de la Revolución cubana a escala continental, lo cual contribuyó a la asociación del movimiento peronista con la revolución y la liberación nacional. En esa etapa, difundió un conjunto de expresiones novedosas que luego serán insistentemente evocadas por Montoneros para afirmar que el líder tenía por objetivo la instalación del socialismo: el trasvasamiento generacional, la guerra integral y el socialismo nacional. Esas ideas fueron expresadas por Perón en forma vaga y ambigua, junto con otras que, en cambio, reafirmaban los elementos tradicionales de la doctrina peronista y su ubicación ideológica, como la de la tercera posición, distante tanto del capitalismo liberal como del comunismo dogmático (Otero, 2017).

La Resistencia y la construcción de un mito

La Resistencia significó para el peronismo la emergencia de un actor novedoso de características peculiares que se anticipó al llamado de Perón.3 Involucró un conjunto heterogéneo de prácticas de oposición a la dictadura y a la proscripción, provenientes de las bases peronistas, cuyo denominador común fue el de ser espontáneas, instintivas, confusas y acéfalas. Incluyó sabotajes en fábricas, colocación de bombas caseras, acciones de propaganda, tomas de fábricas, sublevaciones e incluso la instalación de un foco guerrillero rural. Según Daniel James, fueron formas de “terrorismo espontáneo” que respondían a un abrumador sentimiento de desesperación y que:

tendieron a mezclarse en una serie muy confusa de imágenes que tiempo después serían encapsuladas por una nueva generación de peronistas en frases tales como ‘guerrilla popular’ o ‘resistencia popular nacional’ y que connotaban toda una mitología de heroísmo, abnegación, sufrimiento, camaradería compartida y lealtad a un ideal, mitos que habían de constituir un elemento decisivo en la evolución del peronismo en años venideros. (2010, p. 113).

En efecto, las primeras experiencias de la Resistencia en contra de la dictadura fueron sintetizadas en memorias de lucha. Junto con los bombardeos a la Plaza de Mayo, tres acontecimientos fueron evocados de manera persistente por las generaciones siguientes, especialmente por aquellas ubicadas dentro del campo ideológico de la llamada “izquierda peronista” (Carusso, Campos, Vigo y Acha, 2017).
En primer lugar, los hechos ocurridos el 9 de junio de 1956, cuando tuvo lugar un intento de sublevación por parte de un grupo de oficiales con apoyo civil, liderado por Juan José Valle. La conspiración fracasó y concluyó con el fusilamiento ilegal de más de una veintena de personas. Aunque en la proclama de los alzados no figuraba el nombre de Perón ni se aludía al peronismo, el episodio ocupó un lugar central entre los mitos de la Resistencia y Valle fue reivindicado como mártir (Melón Pirro, 2009, p. 77).4 En segundo lugar, la toma del Frigorífico “Lisandro de la Torre” en la localidad de Mataderos el 14 de enero de 1958 por parte de sus trabajadores, quienes se oponían a su privatización. La huelga, el paro por tiempo indeterminado y la severa represión pasaron a la memoria como emblema de la intransigencia de la Resistencia en el plano sindical (Salas, 2006). Finalmente, en 1959, por influencia del pensamiento de John William Cooke –primer delegado personal de Perón en el exilio, líder de la Resistencia y eslabón fundamental del acercamiento entre peronismo y marxismo (Gillespie, 1989)– se creó el Movimiento Peronista de Liberación-Ejército de Liberación Nacional (MPL-ELN), también llamado “Uturuncos”, que instaló un foco guerrillero en la provincia de Tucumán, en el norte de Argentina (Salas, 2003). La experiencia fracasó y sus participantes fueron detenidos, pero a través de relatos orales se transmitieron memorias sobre esos acontecimientos, que fueron recuperados como el primer antecedente de una formación guerrillera peronista. Este intento puede ser considerado como uno de los últimos actos de la Resistencia antes de su declive.
En la segunda mitad de la década del sesenta, las condiciones políticas y sociales ingresaron en un ciclo de transformación. En primer lugar, debido a la agudización del autoritarismo a partir del golpe de Estado de 1966 y la instalación de una nueva dictadura, que ejerció el poder hasta 1973. En segundo lugar, por el ascenso de la “Nueva Izquierda”, un conglomerado de fuerzas sociales y políticas que impulsó un proceso de radicalización, protesta social y agitación política que incluyó una variedad de prácticas, desde el estallido espontáneo y la revuelta cultural, hasta la militancia política y el accionar guerrillero (Tortti, 2006).
Durante el año 1969 tuvieron lugar una serie de discusiones en el seno de la izquierda peronista, la que había continuado un proceso de evolución y crecimiento a pesar del declive de experiencias como la de la Resistencia. A principios del año se realizó el segundo Congreso del Peronismo Revolucionario en la provincia de Córdoba. Allí, algunos sectores abogaron por la necesidad de que una minoría armada produjera acontecimientos político-militares que hicieran reaccionar a las grandes masas. En el curso de ese año se dieron masivas protestas en las ciudades más industrializadas de Argentina, que se habían iniciado en mayo con el emblemático “Cordobazo” (Brennan, 1996). En la época, el “Cordobazo” se volvió una figura emblemática que funcionó como un estímulo a la acción política y que alimentó la certeza de algunos sectores sobre la necesidad de lanzar la lucha armada.
Como sostuvo Michael Pollak, entre los acontecimientos constitutivos de la memoria se encuentran los acontecimientos vividos directamente, pero también, aquellos vividos en forma indirecta:

Son acontecimientos de los cuales la persona no siempre participó pero que, en el imaginario, tomaron tanto relieve que es casi imposible que ella pueda saber si participó o no. Si vamos más lejos, a esos acontecimientos vividos indirectamente se suman todos los eventos que no se sitúan dentro del espacio-tiempo de una persona o de un grupo. Es perfectamente posible que, por medio de la socialización, ocurra un fenómeno de proyección o de identificación con determinado pasado, tan fuerte que podamos hablar de una memoria casi heredada. (2006, p. 34).

De esa forma, es posible considerar a la memoria como un elemento constituyente del sentimiento de identidad, debido a que posibilita sentimientos de continuidad y coherencia de una persona o grupo en su reconstrucción de sí.
En distintas etapas del devenir histórico de Montoneros, la fórmula política de la resistencia se mostró como un elemento retórico persistente. Algunos autores advirtieron sobre la Resistencia como un nudo histórico de referencia, una fuente de legitimación de las luchas y un modelo de acción contrahegemónica y clandestina en los orígenes de la organización Montoneros (Gil, 1989, p. 68; James, 2010, p. 13; Salas, 2014b, p. 67). Sin embargo, como mostraré, la noción fue resignificada a la luz de cada coyuntura política y evidenció, además de su robustez y constancia, su maleabilidad y sus oscilaciones: fue un símbolo de identidad, pero también una estrategia de lucha derivada de una lectura de las circunstancias políticas, de las fuerzas propias y de los objetivos, que no siempre significó exactamente lo mismo. Estas dimensiones oscilaron y tendieron a confundirse en Montoneros.

De la resistencia montonera contra la dictadura a la política de masas

El primer aniversario del “Cordobazo” fue la fecha elegida por Montoneros para darse a conocer públicamente, cuando el comando “Juan José Valle” secuestró al general Pedro Eugenio Aramburu, cabecilla de la “Revolución Libertadora”. Poco después, y tras haberse constituido en representantes legítimos de la “justicia del pueblo”, Montoneros fusiló a Aramburu. Desde su origen, la organización afirmó una identificación con la Resistencia.
En su comunicado Nº 1, la organización convocó “a llevar adelante una resistencia armada contra el gobierno gorila y oligarca, siguiendo el ejemplo heroico del general Valle y todos aquellos que brindaron generosamente su vida por una Patria Libre, Justa y Soberana”. En el N° 3, hizo saber que Aramburu se había reconocido responsable de la legalización de “la matanza de veintisiete argentinos sin juicio previo y causa justificada”, “de haber encabezado la represión del movimiento político mayoritario representativo del pueblo argentino” y de haber difamado el nombre de dirigentes populares, “especialmente de nuestro líder Juan Perón y de nuestros compañeros Eva Perón y Juan José Valle”. Así, Valle era presentado como un líder peronista, a la altura de Perón y Eva. En el comunicado N° 4, sostuvieron que el pueblo debía unirse “sin partidismos sectarios, en torno a las banderas intransigentes de la Resistencia buscando prepararse, organizarse, armarse” y llamaron “a la resistencia armada”. En el N° 5, insistieron en esas ideas y exhortaron al pueblo argentino a “unirse a la resistencia armada contra el régimen” (Baschetti, 2008, pp. 49-53).
En esos primeros comunicados, Montoneros convocó a llevar adelante una estrategia de resistencia armada contra la dictadura al mando de Juan Carlos Onganía. Si bien, como sostuvo Beatriz Sarlo (2003, p. 165), el Aramburazo se trató de una decisión simbólica (más que táctica o estratégica) fundada en la reivindicación de Eva, los mártires del peronismo y los caídos de la Resistencia, debilitó de hecho a la dictadura, cuyo poder se deterioraba desde las puebladas iniciadas en Córdoba un año antes. En marzo de 1971, Onganía fue destituido y reemplazado por el general Alejandro Lanusse, quien en julio lanzó el Gran Acuerdo Nacional (GAN), una convocatoria a las distintas fuerzas políticas para iniciar un proceso de transición democrática.
En sus primeros años de existencia, Montoneros no solo reivindicó a los caídos de la Resistencia. También enalteció una diversidad de hitos emblemáticos de aquella. En uno de sus documentos fundacionales, titulado “Hablan los Montoneros”, afirmaron:

en 1956 se comenzó a forjar la Resistencia Peronista…El pueblo respondió con sus rudimentarias bombas caseras a la metralla gorila. Ese año fue asesinado junto con sus compañeros militares y civiles el Gral. J. J. Valle, el último general muerto por la causa popular. Tres años más tarde…una juventud ya fogueada y cuadros sindicales combativos realizaron operaciones más perfeccionadas: asaltos a canteras, fábricas de armas, atentados, expropiaciones económicas, hechos individuales acompañados de movilizaciones colectivas como la huelga del Frigorífico Lisandro de la Torre en enero de 1959. ….También habían incorporado su nombre a la historia popular los Uturuncos, al llevar la resistencia armada a las zonas rurales.5

Esa genealogía de lucha daba cuenta de la variedad de métodos y actores de la Resistencia, pero además incluía hitos que trascendían a esa experiencia y al universo peronista, como por ejemplo, el intento de instalar en el norte de Argentina un foco guerrillero por parte del Ejército Guerrillero del Pueblo, de orientación guevarista (1963), y la escindida CGT de los Argentinos (1968). De esa forma, Montoneros justificaba su propia emergencia como grupo, al formar parte de un proceso histórico de efervescencia y radicalización iniciado con la Resistencia pero que la había trascendido, para proponerse a la manera de vanguardia armada del peronismo.
Como producto del proceso abierto con el GAN, el peronismo recuperó el poder en las elecciones realizadas el 11 de marzo de 1973 a través de su candidato, Héctor J. Cámpora. El gobierno de Cámpora fue vivido como un triunfo no solo del peronismo, que recobraba el poder después de años de proscripción, sino de la izquierda peronista y los grupos del peronismo revolucionario. Montoneros, siguiendo el llamado de Perón, desde 1972 había dedicado importantes esfuerzos a la campaña electoral, que implicaron el relegamiento de las operaciones armadas y el fomento de la militancia en frentes de masas. Se trató de un trabajo político de superficie en movimientos sociales que no solo buscó responder a la convocatoria de Perón, sino que además procuró la inserción de Montoneros a nivel masivo (Salas, 2014a, p. 77). Semanas después de asumir, Cámpora renunció a la presidencia, que quedó en manos del sucesor constitucional y hombre cercano a la derecha peronista. Al poco tiempo, en un nuevo llamado electoral, Perón ganó las elecciones presidenciales por tercera vez, en un clima signado por el acrecentamiento de la violencia política entre facciones del peronismo. Desde su regreso a Argentina, en junio de ese año, se profundizó su alejamiento de los sectores de la izquierda peronista y su acercamiento a los sectores ortodoxos y de derecha del peronismo (Nahmías, 2013). En los últimos meses de 1973, ya siendo presidente, crecieron las tensiones entre el líder y Montoneros, quienes se resistían a desarmarse e insistían en el objetivo socialista, aun cuando Perón, desde su regreso al país, había llamado a la pacificación y a la reconstrucción democrática.
En el nuevo contexto, Montoneros continuó dedicando esfuerzos a acrecentar el número de sus adherentes, lo que se reflejó en la iniciativa por darse un cancionero propio que relatara su historia. La Cantata Montonera, como se conoció a ese disco, fue grabada por el grupo de folklore Huerque Mapu a pedido de la cúpula montonera (Smerling y Zak, 2014). La organización influyó de manera directa en el contenido de las letras, poniendo nuevamente en evidencia el peso de la historia de la Resistencia en su repertorio imaginario con la canción “Memoria de los basurales (El Aramburazo)”:

1970 / Mi pueblo peronista soporta la dictadura de las botas y monopolios imperialistas. Pero va gestando su respuesta. Una nueva etapa de la larga resistencia iniciada en 1955, cuando las minorías oligárquicas derrocaron al general Perón. En 1969 estalla el cordobazo. Tiempo después, otras puebladas incendian la patria. Mientras tanto la década del 60 ha traído el definitivo despertar de los pueblos del tercer mundo. La revolución cubana es una luz que persiste. Camilo Torres en Colombia, y la heroica muerte del ‘Che’ en Bolivia, se suman como señales de un camino hacia la liberación latino americana. Aquí, en nuestra tierra, ese camino tiene el nombre que decidió ponerle el pueblo con su sangre y su combate: movimiento peronista. Un líder: el general Perón. Una compañera inolvidable: Evita. De esta conjunción de vida, lucha y esperanza. Del corazón mismo del pueblo peronista, nace una organización político-militar: Montoneros. Es detenido para ser juzgado el general Aramburu. Lo llevan prisionero por la tarde del pueblo. Fusil, tacuara y cielo es tiempo despertando. Puede que le pregunten la Historia de los muertos allá en José León Suárez, allá lo van juzgando. Donde está el Fusilador, el de la libertadora. Mayo 1970. No saben dónde está ahora. Quién se llevó al asesino, al asesino de Valle. Quién se pregunta la gente en sus casas, y en las calles. Quien se robó al general, general del extranjero. Dicen fueron peronistas y se llaman Montoneros. Será vigilia en armas para alcanzar sentencia la noche combatiente de manos encendidas. Fue por esa memoria de viejos basurales que alumbró montonera la luz amanecida. Suerte de la dictadura anda de afloje y perdida. Con puebladas y guerrillas le vino la recaída.6

Montoneros invocaba a la Resistencia, no como fórmula estratégica, sino para caracterizar su surgimiento como una nueva etapa de la lucha iniciada en 1955 y como un producto directo de las luchas del pueblo peronista. Además, se resaltaba la existencia de un clima revolucionario signado por los movimientos de liberación nacional y de la Revolución cubana que trascendía el universo nacional y peronista. La canción buscaba construir un sentido histórico y reforzar el mito de origen de Montoneros: el fusilamiento de Aramburu era presentado como un acto de justicia concretado por ellos y como la causa −junto con el “Cordobazo” y las puebladas de 1969− del fin de la dictadura.

Una nueva resistencia: Montoneros vuelve a la clandestinidad

En septiembre de 1974, meses después de la muerte de Perón, Montoneros pasó a la clandestinidad y anunció el inicio de una nueva resistencia. De esa manera, quedó atrás la estrategia “movimientista” por la que había apostado desde fines de 1972, considerando que en las condiciones presentes, el gobierno de Isabel Martínez, sucesora y viuda de Perón, había dejado de ser democrático (Gillespie, 2008, p. 261). En ese contexto, la revista La Causa Peronista, oficiosa de Montoneros, publicó una entrevista a Norma Arrostito y Mario Firmenich, únicos montoneros vivos de entre los que habían participado en el secuestro y fusilamiento de Aramburu, en la que se refirieron al éxito del operativo para darlos a conocer como nueva organización en los siguientes términos:

en cuestión de horas, días cuanto más, todos los argentinos supieron que las luchas peronistas, las de la Resistencia Peronista, las del Plan de Lucha, la de los Uturuncos y todas las expresiones combativas del peronismo se habían sintetizado en un grupo de jóvenes dispuestos a triunfar o morir por su pueblo.7

Así, en el marco de su decisión de pasar a la clandestinidad y de retomar una estrategia de resistencia armada, Montoneros volvió sobre su mito de origen para incluirle elementos que engrandecieran a la organización, por ejemplo, que para ese momento contaba con tan solo doce miembros, cuando en realidad, eran muchos más (Lanusse, 2005). La mención detallada sobre el “ajusticiamiento” de Aramburu –lo que le valió a La Causa Peronista su clausura por apología del delito– buscaba justificar la nueva estrategia de resistencia apelando al recuerdo de su principal hecho armado y a la representación de sí mismos como la consecuencia de un proceso de radicalización del peronismo iniciado en 1955, del cual se presentaban como su síntesis.
Al surgir Montoneros como organización, la apelación a la noción de resistencia había servido para enlazar históricamente su existencia con las luchas pasadas y, al mismo tiempo, reivindicar una confrontación armada contra una dictadura, al igual que durante la etapa de la Resistencia. En el nuevo contexto, sin embargo, el uso de esta expresión mostró una novedad: se implementaba contra un gobierno elegido democráticamente pero que, se creía, había perdido sus componentes populares y se había vuelto un aliado del imperialismo. En una nota publicada a fines de 1974 en el nuevo órgano clandestino de prensa de Montoneros, la revista Evita Montonera, se explicitaron los diagnósticos y objetivos de la nueva etapa de lucha. Según la organización, con la defección de Isabel se había iniciado una nueva fase de la histórica lucha del pueblo contra el imperialismo y sus aliados locales. Por ello, Montoneros iniciaba una guerra integral, donde sus etapas cambiarían según se modificaran las relaciones de fuerzas. Dado que se consideraba que el enemigo era superior, se iniciaba una fase defensiva cuyos objetivos eran evitar la aniquilación, acumular fuerzas y preparar una ofensiva generalizada; y cuyas etapas eran la retirada estratégica y la resistencia, la preparación de la contraofensiva y la continuación de la resistencia, y la contraofensiva. Apelando a la memoria de la Resistencia para enlazar aquella lucha con la lucha que se iniciaba, la nota anunció que se ponía en marcha la “resistencia peronista ante al avance imperialista” y aclaró:

La palabra ‘estratégica’ quiere decir que ponemos en juego todas nuestras fuerzas. La guerrilla Uturuncos en 1960 no es una ofensiva ‘estratégica’, sino una ofensiva ‘táctica’. La ‘Libertadora’ del 55 fue una ofensiva ‘estratégica’ del imperialismo. Nos encontramos ahora en una etapa de Defensiva Estratégica de las fuerzas de Liberación. Y estamos recorriendo los primeros pasos, es decir, la Retirada Estratégica y la Resistencia.8

En una etapa posterior de esa guerra integral, y una vez superada la fase defensiva, acumulada las fuerzas, hostigado de manera permanente el enemigo y reorganizado el movimiento peronista, comenzaría a prepararse una contraofensiva popular. De permitirlo las condiciones, mediante un partido político liderado por Montoneros, un “Peronismo Auténtico” se presentaría a elecciones en 1977. De no ser factible, se contaría con las milicias peronistas, cuya organización constituía también una tarea de la actual resistencia.9
En efecto, Montoneros auspició la formación de un Partido Auténtico, pero esa posibilidad no prosperó. Asimismo, se avanzó en la acumulación de fuerza militar mediante la creación de una red que organizó a los activistas, y se constituyeron milicias con funciones paramilitares y pelotones de combate militares especializados con grados de oficiales y aspirantes, que fueron pensados como germen de un futuro Ejército montonero (Gillespie, 2008, p. 271). Una de las críticas más persistentes hacia Montoneros se basa en la tesis de su militarización, según la cual, a partir del pasaje a la clandestinidad ingresó en un proceso de militarización sin retorno que relegó tareas políticas y priorizó la construcción de una fuerza militar, lo que condujo a los Montoneros a una desvinculación de la lucha de masas (Calveiro, 2008, p. 94).
En un contexto de acrecentamiento de la violencia política y de deterioro del poder de Isabel Martínez de Perón, el 24 de marzo de 1976 tuvo lugar un nuevo golpe de Estado, autodenominado “Proceso de Reorganización Nacional”. Desde entonces y hasta 1983 se instaló una dictadura que implementó un plan sistemático de represión inédito hasta el momento, en el que se generalizó la práctica de la desaparición de personas y el exilio de numerosos militantes (Jensen, 2011). Meses después del golpe, Montoneros decidió que sus líderes marcharan a Madrid, ciudad de México, Roma, París, Caracas y otras capitales.
La organización creyó que el golpe de Estado era una ofensiva generalizada sobre el campo popular, por lo que pasó a una estrategia de “defensa activa” tendiente a evitar la consolidación del régimen militar y a preparar el terreno para una contraofensiva. Además, consideró que el Movimiento Peronista se encontraba ante su crisis definitiva y diagnosticó el agotamiento del peronismo como identidad de las masas populares. Guiada por esa lectura, Montoneros inició una reformulación de sus estructuras organizativas, que quedaron compuestas por el Partido, el Ejército y el Movimiento Montonero; y anunció una nueva identidad: el montonerismo (Gillespie, 2008, p. 357). Durante esa etapa, sufrió la muerte de muchos militantes, desprendimientos, rupturas y una fuerte disminución en la cantidad de sus militantes que, hacia el final de la década, sellaron su ocaso como organización armada (Wainfeld y Natanson, 1996, p. 11).
En octubre de 1976 se conoció el “Documento de la Conducción Nacional”, síntesis de las resoluciones del Consejo Nacional de Montoneros. Poco después, Rodolfo Walsh, por ese entonces oficial montonero, esbozó profundas diferencias a las posiciones allí planteadas en una serie de documentos escritos entre noviembre de 1976 y enero de 1977 (poco antes de morir), que se hicieron públicos recién en 1979 bajo el título Los papeles de Walsh (Salas, 2014b). En el último de esos documentos, titulado “Aporte para una hipótesis de resistencia”, Walsh reflexionó sobre la resistencia como estrategia de lucha concreta, señalando a las conducciones montoneras que:

se parte de la hipótesis de que la guerra en la forma en que la hemos planteado en 1975-76 está perdida en el plano militar y que la derrota militar se corresponde en el plano político con el repliegue de las masas, que no asumen la guerra porque no vislumbran posibilidades de triunfo en la actual estrategia montonera. (1979,p. 15).

Para el autor, las posibilidades reales de una estrategia de resistencia dependían de la existencia de una vanguardia, la cual, en la medida en que no había sido exterminada, podría aspirar a conducir formas significativas de lucha con algunos centenares de oficiales dispersos en el territorio, si se contaba con recursos, documentación y medios de propaganda. Sin embargo, para Walsh existía una diferencia central entre la “guerra” y la “resistencia”, vinculada a la respuesta a la pregunta por el poder:

La resistencia cuestiona los efectos inmediatos del orden social, incluso por la violencia, pero al interrogarse por el poder, responde negativamente porque no está en condiciones de apostar por él. El punto principal en su orden del día es la preservación de las fuerzas populares hasta que aparezca una nueva posibilidad de apostar al poder. La obtención de ese objetivo de supervivencia está ligada a la desaceleración del enfrentamiento militar y a la aceleración del enfrentamiento político a partir del ingreso en el mismo de fuerzas actualmente espectadoras. (1979, p. 15).

Desde la concepción de Walsh, la lucha de resistencia era una posición defensiva que tenía que ver con asumir un retroceso cuya alternativa era el exterminio. Para llevarla adelante, indicó seguir las líneas de acción de la Resistencia Peronista “admirablemente teorizadas en la ‘Correspondencia Perón-Cooke’”, en las que se desalentaba cualquier acción militar que no estuviera ligada en forma clara con un interés de las masas. Walsh desaconsejaba así cualquier acción que en un contexto de censura y cerco informativo no pudiera ser debidamente informada y fundamentada al pueblo y que impidiera “hacer política en el seno del enemigo o nos quite la bandera fundamental de los Derechos Humanos”. En cambio, debía darse prioridad al ataque a la estructura productiva y a buscar “millares de pequeñas victorias”, ya que “si las armas de la guerra que hemos perdido eran el FAL y la Energa, las armas de la resistencia que debemos librar son el mimeógrafo y el caño” (1979, p. 19). Los ataques debían estar precedidos necesariamente por un ofrecimiento de paz. Solo una vez ignorado este por la dictadura, Montoneros se dirigiría al pueblo y llamaría a una resistencia, que estaría en condiciones de liderar si era capaz de abandonar la estrategia de guerra.
Desde mediados de 1977 −decretado por Montoneros como el “año de la resistencia popular”− se encuentran indicios de un renovado interés en el término, que pasó a tener el lugar de un eslogan en la prensa montonera. Las notas editoriales de la revista Evita Montonera, escritas y supervisadas por las Conducciones, comenzaron a incluir recurrentemente la noción de resistencia en sus títulos de tapa: “Resistir es vencer”, “El pueblo resistiendo aísla a la dictadura, “Liberación es resistencia”, “La resistencia participa en el mundial”, “El triunfo de la resistencia de los trabajadores forjará la unidad del peronismo”.10 Algo había comenzado a cambiar en 1977: la organización volvió sobre sus pasos, revisó su diagnóstico de agotamiento del peronismo, fundó el Movimiento Peronista Montonero (MPM) en abril, tomando como modelo el Movimiento Peronista, y lanzó la consigna “Resistir es vencer”. A partir de entonces, Montoneros contaba con un Partido, un Ejército y un Movimiento dirigido a la organización de masas, y con una Conducción, cuyo poder dependía de su rol en los más altos puestos militares (Gillespie, 2008, pp. 372-373). Durante todo ese año, mediante su prensa, Montoneros impulsó la realización de actos de resistencia contra la dictadura de los trabajadores y militantes, como atentados, pintadas y sabotajes.
En mayo de 1977, el Nº 1 de la revista El Descamisado –edición Centroamérica– reprodujo una conferencia de prensa que había brindado Firmenich, jefe máximo de Montoneros, en Roma en abril de ese año. Allí anunció un “Programa de pacificación nacional para la constitución de un Frente de Liberación Nacional y Social” y entregó a la prensa internacional un documento titulado “Ocho puntos de Roma”, en el que se exigía la libertad de los presos políticos, el reconocimiento de los partidos, la condena a los responsables de torturas masivas, la reintegración de la CGT, de los sindicatos intervenidos y de la legislación del trabajo que había sido suprimida. También exigía la convocatoria a elecciones generales para la designación de autoridades nacionales, provinciales y municipales, la renuncia del ministro de Economía y la restauración de los derechos civiles.11
Durante 1977, las denuncias contra la dictadura por violaciones a los derechos humanos cobraron cada vez más estado público, a la par de la consolidación del movimiento de derechos humanos local: a principios del año se fundó la organización Madres de Plaza de Mayo y se publicaron las primeras solicitadas pidiendo por los desaparecidos (Gorini, 2006). Asimismo, tuvieron lugar el primer paro contra la dictadura y una serie de conflictos en los sectores automotriz, papelero y ferroviario, lo que fue interpretado por Montoneros como muestra de la vocación de lucha del pueblo (Gillespie, 2008, p. 382).

De la resistencia a la Contraofensiva Estratégica

A mediados de noviembre de 1977, en un convento al norte de España, tuvo lugar una reunión clandestina cuyo objetivo era la ampliación del Consejo Superior del MPM. Según algunos testimonios, en dicha reunión se puso en evidencia que al interior de Montoneros convivían diferentes percepciones respecto de la situación. Mientras que los altos rangos insistieron en la idea de que la inserción territorial de la organización en Argentina crecía, militantes recién llegados a Europa intentaron explicar que sus estructuras en Argentina se encontraban al borde de la aniquilación, que las masas estaban replegadas y que la única lucha posible era la pelea por la supervivencia (Anguita y Caparrós, 2009, p. 514). Poco después, Montoneros avanzó en el proceso de militarización por medio del decreto 001/78 del 15 de marzo de 1978, cuyo objeto era regular la “Implementación y utilización de uniformes e insignias del Ejército Montonero y las milicias montoneras”. En sus considerandos, se afirmaba que Montoneros continuaba multiplicando su representatividad y prestigio en Argentina:

Que en la actualidad esta representatividad se ha incrementado a partir de la heroica resistencia de nuestro pueblo, que orientada y encabezada por nuestro Partido, nuestro Ejército y el Movimiento Peronista Montonero, ha coronado con éxito la maniobra de Defensa Activa e hizo detener la ofensiva del enemigo. Que, por ello, nuestras fuerzas están ahora en condiciones de comenzar a ejecutar una nueva maniobra consistente en la preparación de la Contraofensiva popular contra la dictadura. (Citado en Anguita y Caparrós, 2009, pp. 516-520).

Si bien desde el pase a la clandestinidad estuvo presente la idea de una futura fase contraofensiva, desde marzo de 1978 esa idea cobró fuerza de proyecto en el discurso de las Conducciones. Estas se basaban en la certeza de que Montoneros había ganado una importante representatividad popular en su estrategia de dar impulso a la resistencia contra la dictadura. Muchos militantes y cuadros montoneros que se encontraban en Argentina insistieron en el error de esa lectura, sugirieron concentrarse en la supervivencia, solicitaron armas, dinero y un accionar descentralizado con mayor autonomía de acción (Wainfeld y Natanson, 1996, p. 11). La Conducción desoyó esos pedidos y durante 1978 continuó fomentando atentados, operativos de agitación y una campaña de denuncia a la dictadura durante el Mundial de Fútbol que se realizaría en Argentina (Gillespie, 2008, p. 388).
En medio de ese clima, Montoneros produjo una película titulada Resistir (Calinki, 1978). El film fue realizado en Italia y Francia por el director Jorge Cedrón (exponente del llamado “Cine Militante” −conocido por haber llevado al cine Operación Masacre en 1972 bajo el seudónimo de Julián Calinki−, contó con el guión del escritor y militante montonero Juan Gelman y tuvo como protagonista a Firmenich.12 La película se compone de cuatro clases de intervenciones: la del entrevistador cuando pregunta, la de una voz en off que cumple el rol de narrador en tercera persona, la de una voz en off que cumple el rol de testimonio en primera persona y la de Firmenich. Las cuatro voces combinadas componen un relato con pretensión histórica cuyo punto más lejano en el tiempo son las luchas de independencia en el siglo XIX, en las cuales aparecieron los “primeros montoneros”, gauchos y hombres del interior que habían nutrido los ejércitos del libertador José de San Martín y conformado verdaderas “guerrillas”. Sin embargo, esos montoneros habían sido “momentáneamente” derrotados por la oligarquía de Buenos Aires. Se afirmaba así la existencia de un devenir en el desarrollo de la historia nacional, en el cual quedaba enmarcado el propio surgimiento de Montoneros un siglo después (Calinki, 1978).

Mediante la búsqueda de un efecto de verosimilitud y acompañado de imágenes provenientes de la película Operación Masacre, el testimonio en primera persona narra acontecimientos emblemáticos de la Resistencia, como los bombardeos a la Plaza de Mayo y los fusilamientos de 1956. La conspiración liderada por Valle resulta invisibilizaba, en contraste con el detalle con el que se relata la brutalidad de la respuesta represiva ante lo que era presentado como “un simple acto de protesta”. La voz en off en tercera persona narra, de manera breve y desordenada temporalmente, una serie de acontecimientos: el gobierno de Hipólito Yrigoyen a principios del siglo XX, la Resistencia Peronista −entendida como la primera forma de violencia “de abajo” en respuesta a la violencia “de arriba”−, la campaña electoral que llevó a Perón al poder en 1945; volviendo más de un siglo atrás, la guerra de independencia de la Corona española; y, finalmente, desplazándose al presente, la serie de paros ocurridos entre octubre y noviembre de 1977, para concluir sosteniendo, casi al final del filme, que “en el año 1977 se efectuaron 650 acciones militares del ejército montonero en todo el país. Un 80% de ellas en apoyo a conflictos sindicales” (Calinki, 1978). De esa forma, se procuraba poner de relieve la proclividad a la lucha de los trabajadores y la condición de vanguardia de Montoneros.
La voz de Firmenich es la que tiene mayor presencia. Según este, el propósito manifiesto de la dictadura que gobernaba en ese momento en Argentina era la aniquilación de la subversión:

la subversión, tal como la denominan los militares argentinos…se trata de una vanguardia político militar que surge luego, 25 años después de la…de masas [sic] en medio de un movimiento de millones que abarca a la totalidad del pueblo argentino. Ahí se desarrolla, ahí crece, ahí tiene sus decenas de militantes activos y sus millones de adherentes. ….Hace 20 años, van a hacer 22 años, que se viene tratando de eliminar este fenómeno supuestamente subversivo en nuestro país. Es decir, desde 1955 se viene intentando hacer esto. (Calinki, 1978).

Nuevamente, Montoneros planteaba una continuidad histórica entre la lucha de la Resistencia y la suya propia. Más adelante, Firmenich llamaba a la movilización masiva bajo el MPM, con el objetivo de:

Hacer retroceder una vez más la dictadura del partido militar de los monopolios. A estos efectos, nuestro Partido Montonero convoca e impulsa a la resistencia masiva, a una propaganda masiva sobre la resistencia que el conjunto del pueblo realiza, y a una organización masiva capaz de dar continuidad y capacidad de triunfo a nuestra resistencia. ….Y una organización masiva, tan masiva como el movimiento peronista de millones de hombres del pueblo argentino, en la superación histórica del movimiento peronista, en la gestación de su propio hijo, que es el Movimiento Peronista Montonero. (Calinki, 1978).

La película finalizaba retomando los elementos doctrinales centrales del peronismo clásico mediante la alusión a sus “tres banderas” (justicia social, independencia económica y soberanía política), operación simbólica que resulta indicativa de la dependencia de Montoneros respecto del peronismo en sus pretensiones de representatividad popular: habían pertenecido al movimiento en sus orígenes; habían reconocido la contradicción ideológica insalvable entre su proyecto socialista y la visión social de Perón; desafiaron la autoridad del líder; se alejaron recientemente del movimiento declarando su agotamiento; y luego volvieron para autopostularse como su superación histórica por medio del montonerismo. Sin embargo, en su lucha contra la última dictadura militar, Montoneros apelaba a la historia del peronismo abierta en 1955 para derivar de allí un diagnóstico sobre el presente. En la película, se daba cuenta de los inéditos métodos represivos utilizados por la dictadura –cuyo detalle tiene un lugar relevante en el film– y de las también novedosas reformas económicas que habían quebrado la estructura productiva nacional.
Sin embargo, la Conducción montonera no parece haber percibido el diferente tenor del “Proceso de Reorganización Nacional”, pues en octubre de 1978, luego de la reunión del Consejo Nacional del Partido Montonero, decidió avanzar en la planificación de la operación “Contraofensiva Estratégica” (CE), considerando que la estrategia de resistencia había triunfado y augurando un desenlace revolucionario para Argentina:

la consigna ‘resistir es vencer’ se está concretando. El empuje de la Resistencia de los trabajadores, el continuo hostigamiento de nuestro Ejército Montonero, la generalización de la oposición popular, todo el encuadrado en los lineamientos fijados por nuestro Partido y por el M.P.M., le han impedido cumplir sus planes. Ahora tenemos que prepararnos, juntar, organizar esta formidable fuerza, que en forma dispersa, está logrando una de las victorias más dolorosas e importantes de nuestra historia.13

La CE se lanzó sobre la base de una certeza respecto de la proclividad a la lucha de la clase trabajadora. Pero también, bajo la influencia del clima que se vivía en 1979 a nivel internacional producto del triunfo de la Revolución islámica en Irán y la victoria del Frente Sandinista de Liberación Nacional en Nicaragua (Confino, 2016, p. 276). En el boletín interno Nº 9, la Conducción sostuvo que si la resistencia no sobrepasaba la condición de simple resistencia, lo único que lograría era retrasar en el tiempo los objetivos económicos de la dictadura: “la única forma de impedir su logro es que la resistencia masificada adopte el movimiento de contraofensiva con la fuerza suficiente como para acabar con el proyecto y no sólo retardarlo”. Aquí, la resistencia adopta el único lugar de estrategia (citado en Pacheco, 2014, p. 306).
Si bien la organización realizó algunos llamados a la paz antes de abandonar la posición defensiva −tal como lo había indicado Walsh en sus críticas−, el cambio de estrategia hace suponer que quienes tomaban las decisiones no entendieron el llamado de Walsh a la resistencia como una alternativa al exterminio, y que tampoco escucharon las voces disonantes que planteaban que la única lucha posible en Argentina era por la supervivencia. Según el líder montonero Roberto Perdía (2013), los planteos de Walsh no llegaron a tiempo, y hubieran tenido sentido en 1974, cuando se decidió volver a la clandestinidad, pero no en 1977, cuando ya era tarde para iniciar un repliegue. Otras miradas, como la de Ernesto Salas (2013), sostienen que en realidad Montoneros no tuvo la capacidad de escuchar a Walsh. En este sentido, cabría pensar que las Conducciones tomaron las observaciones críticas de aquel, pero más en los puntos estratégicos que en el diagnóstico. Así, habrían cumplido los pasos indicados, como lo probarían los llamados a la paz o el regreso al peronismo, pero de manera precipitada, con el objetivo de llegar al momento de lanzar la ofensiva, haciendo oídos sordos de la severidad represiva.
En los recuerdos de los militantes que participaron de la CE conviven distintas percepciones. Algunos afirman que participaron porque consideraron que tenían una obligación ética y moral con la organización, con sus compañeros muertos y desaparecidos y que volvieron por voluntad propia; otros sostienen que se sintieron obligados por sus superiores (Confino, 2016). Para llevarla adelante, Montoneros reorganizó nuevamente sus estructuras y adoptó la forma de Partido/Ejército, que conviviría con el MPM y sus ramas. Ese Ejército pasó a tener dos estructuras: las Tropas Especiales de Agitación (TEA) y las Tropas Especiales de Infantería (TEI), formadas en su mayoría por militantes que se encontraban en el exterior y que regresaron a Argentina para llevar adelante la operación (Gillespie, 2008, pp. 427-428).
El N° 24 de Evita Montonera hizo pública la proclama de lanzamiento oficial de la CE y tituló en su tapa: “A diez años del cordobazo preparemos el argentinazo”.14 Apelando al recuerdo de las grandes puebladas de 1969, emblemáticas de la confrontación popular contra el poder dictatorial, Montoneros dio por hecho que una gran movilización acompañaría el accionar de las tropas especiales. Dicha movilización nunca ocurrió y, en cambio, en las dos fases de la operación hubo importantes pérdidas. Algunas estimaciones indican que murieron alrededor de 600 militantes (Wainfeld y Natanson, 1996, p. 19).
Además de las pérdidas humanas y la derrota militar, la CE implicó dos rupturas al interior de Montoneros, las que, junto con el fracaso de la operación, sellaron su declive como grupo armado. La de un primer grupo que rechazó de plano el lanzamiento de la CE y se escindió, para conformar el grupo “Peronismo Auténtico”; y la de un segundo grupo que, una vez concluida la primera fase de la operación, no compartió la evaluación de la Conducción y formó el grupo “Montoneros 17 de Octubre” (Gillespie, 2008, p. 398).

Reflexiones finales

Es posible concluir este artículo con una serie de reflexiones acerca del uso de la noción de resistencia en Montoneros. En los primeros años de su existencia, sirvió para establecer una familiaridad histórica entre su historia y la de la Resistencia. Es decir, como signo de identidad. Al mismo tiempo, fue válido para definir una estrategia de lucha contra la dictadura militar: la resistencia armada. En los años 1973-1974, en los que la organización se abocó a la construcción política mediante los frentes de masas, primó la apelación a la Resistencia en términos identitarios, que sirvió como herramienta para definirse a sí mismos dentro del universo del peronismo como el grupo que había dado continuidad a esas luchas. Desde el pasaje a la clandestinidad, la apelación a la resistencia se esgrimió para delimitar la nueva estrategia de lucha, primero contra el gobierno de Isabel, y luego contra la dictadura. Desde 1978, Montoneros llamó de manera insistente a mantener estrategias de resistencia activa contra la dictadura, dando cuenta de la ferocidad de la represión, aunque, al mismo tiempo, exhortó a desgastarla. Para ello, apeló al recuerdo de la Resistencia, pero enfocándose en el martirio de sus militantes. Poco después, abandonó la posición de resistencia, al considerar que dicha fase había sido cumplida con éxito y se había logrado detener la ofensiva enemiga, para lanzar la CE.
Partiendo de la última operación militar de Montoneros (sin que sea la intención hacer una evaluación retrospectiva de la organización), es posible plantear algunas líneas de reflexión a propósito de sus usos y resignificaciones del pasado peronista, en este caso, de la Resistencia. Las Conducciones montoneras parecen no haber percibido que la irrupción de la última dictadura militar había arrojado al peronismo nuevamente a un estado de indeterminación, lo que podría haber sido capitalizado en términos de cooptación de la militancia. Además, parecen haber basado sus decisiones en una lectura errónea de la realidad: sus elevados niveles de representatividad.
Esas limitaciones han de tener muchas explicaciones. Una de ellas podría relacionarse con una utilización mimética de la historia que no permitió distinguir lo peculiar de cada circunstancia. Los vaivenes en la utilización de la noción de resistencia pueden ser considerados como un emergente de esa dificultad. Cabe así preguntarse por la diferencia entre una concepción pedagógica y una mimética de la historia, y si acaso las conducciones montoneras fueron proclives (parafraseando a Carlos Marx) a una conjuración banal de los muertos del pasado, en detrimento de análisis que permitieran realizar diagnósticos y trazar estrategias basadas en hechos concretos. A modo de cierre, recupero el célebre diagnóstico que Marx hiciera en 1852 del gobierno de Luis Bonaparte, entendido como una imitación de lo que ocurriera en el Primer Imperio, dominado por su tío Napoleón:

Hegel ha dicho alguna vez que todos los hechos importantes de la historia universal es como si ocurrieran, digamos, dos veces. Pero omitió añadir: primero, como tragedia, y después, como farsa. ….Los hombres moldean su propia historia, pero no lo hacen libremente, influidos por condiciones que ellos han elegido, sino bajo las circunstancias con que se tropiezan inexorablemente, que están ahí, transmitidas por el pasado. La herencia de todas las generaciones muertas acosa la mente de los vivos como una pesadilla. Y cuando se disponen a sublevarse y sublevar el estado de cosas, a crear algo inusitado, en estos tiempos de crisis y rebelión es precisamente cuando, con miedo, conjuran en su auxilio los espíritus de antaño, se disfrazan con sus nombres, sus consignas de guerra, sus vestimentas, para interpretar una nueva escena de la historia universal con ese traje de vejez respetable y esas palabras prestadas. (Marx, 2004, p. 17).

Aunque recién en las primeras décadas del siglo XX la reflexión sociológica dio lugar al estudio de la llamada memoria colectiva, ya en Marx estaba presente la preocupación respecto del rol que tenía la recuperación de hitos del pasado en las luchas presentes. Muchas críticas ha recibido la organización Montoneros, y la CE, vista a la luz de los resultados, es una de sus decisiones más cuestionadas. Menos atención ha recibido, sin embargo, su concepción de la historia y su utilización a la hora de reflexionar sobre sus aciertos y su derrota militar. Este artículo intenta ser un paso en ese sentido, mediante el análisis de los usos y representaciones de la memoria de la Resistencia y la utilización de la noción de resistencia, que osciló entre una apelación retórica e identitaria y una formulación estratégica.

Notas

1 Este artículo forma parte de la investigación que realicé en el marco de mi tesis de Doctorado titulada Montoneros y la memoria del primer peronismo. Símbolos, líderes, actores, en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires.

2 La palabra Resistencia se consignará con mayúsculas cuando refiera a la experiencia histórica vinculada a las luchas del peronismo ocurridas desde 1955, y con minúsculas cuando designe de manera genérica una estrategia de lucha. Si bien excede el objetivo del presente artículo, cabe aclarar que dicho término fue utilizado en otros contextos históricos y, para la época en la que los peronistas se la apropiaron, se trataba de un significante con historia y empleos particulares. En el contexto local, durante los gobiernos de Perón, el antiperonismo empleó el término para equiparar su propia lucha contra el peronismo, a la de la resistencia contra el fascismo; operación que implicaba, también, caracterizar a Perón como un dictador totalitario. Asimismo, la Resistencia recibió influencias directas de exiliados republicanos que habían participado en la resistencia al régimen franquista español, como es el caso de Abraham Guillén, quien junto con John William Cooke protagonizó episodios emblemáticos de la Resistencia. Sobre estos usos, exógenos al peronismo, aún resta producir conocimiento.

3 El empleo de la noción de Resistencia es ambiguo en la literatura especializada. Algunas investigaciones la acotan al período 1955-1958 (Balbi, 2007); otras la extienden hasta 1972-1973 (Gil, 1989; Cafiero, Garulli, Charlier y Caraballo, 2000); y un tercer conjunto afirma que se prolongó hasta 1960, cuando los grupos de la Resistencia perdieron incidencia y los sindicatos peronistas se integraron al juego institucional, fundamentalmente a través de la nueva estructura creada, “62 Organizaciones”, y la CGT (Amaral, 1993; James, 2010). En el presente artículo se asume la última acepción.

4 Un sobreviviente de los fusilamientos narró los hechos al escritor Rodolfo Walsh, quien los plasmó en Operación Masacre, un libro que se volvería vehículo de memoria de esa experiencia. Aunque en la época en que escribió el libro Walsh no tenía compromisos políticos declarados, hacia fines de la década del sesenta comenzaría a participar de ámbitos políticos vinculados a la izquierda peronista y en los últimos años de su vida asumió un compromiso militante con Montoneros. Walsh murió en un tiroteo con las fuerzas de seguridad en marzo de 1977, luego de hacer circular su “Carta Abierta contra la Junta Militar”, emblemática de su compromiso con la defensa de los derechos humanos. Su cuerpo permanece desaparecido (Jozami, 2011).

5 Hablan los Montoneros (noviembre-diciembre de 1970). Cristianismo y Revolución, 26, p. 11. Esta revista y todas las que se citen de aquí en adelante fueron recuperadas de http://www.ruinasdigitales.com.

6 Letra recuperada de https://pacoweb.net/Cantatas/Montonera.htm.

7 Cómo murió Aramburu (3 de septiembre de 1974). La causa peronista, 9, p. 25.

8 Resistencia peronista ante el avance imperialista (diciembre de 1974). Evita montonera, 1, pp. 11-12.

9 Resistencia peronista ante el avance imperialista (diciembre de 1974). Evita Montonera, 1, pp. 12-14.

10 Evita montonera. Tapas N° 18 (junio de 1977), 19 (septiembre-octubre de 1977), 20 (enero de 1978), 21 (abril-mayo de 1978), 22 (septiembre-octubre de 1978).

11 Conferencia de prensa de Mario Firmenich (mayo de 1977). El Descamisado –edición Centroamérica–, 1, p. 1.

12 Si bien la película fue realizada en el exterior, como único crédito, al finalizar se indica “Argentina 1978”. Según señalan algunos testimonios, se falseó la información para generar confusión entre las fuerzas represivas. Ver ficha técnica en http://www.memoriaabierta.org.ar/ladictaduraenelcine/pelicula235b.html?id=25&eti=buscador.

13 El triunfo de la resistencia de los trabajadores forjará la unidad del peronismo (septiembre-octubre de 1978). Evita Montonera, 22, p. 13.

14 A diez años del Cordobazo preparemos el argentinazo (mayo de 1979). Evita montonera, 24, tapa y pp. 3-6.

 

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Recepción del original: 7 de septiembre de 2017.
Aceptado para publicar: 11 de junio de 2018.