DOI: http://dx.doi.org/10.19137/qs.v21i3.1129

ARTÍCULOS

 

La “Revolución Libertadora” en la provincia de Corrientes. Los partidos políticos, la Iglesia y el Ejército frente al golpe de 19551

The “Liberating Revolution” in the province of Corrientes. Political parties, the Catholic Church and the Army in the 1955 coup d´état.

 

María del Mar Solís Carnicer2

 

Resumen: El 16 de septiembre de 1955, un golpe de Estado liderado por las Perón. Ese día y los siguientes, distintos levantamientos tuvieron lugar en forma simultánea en diferentes localidades de la Argentina. Este hecho constituyó el corolario de varios años de intensificación y profundización de los conflictos entre los sectores de la heterogénea oposición antiperonista y el gobierno. En el presente artículo, se estudia ese proceso desde la provincia de Corrientes, escenario de uno de los levantamientos. Se analizan, en ese marco, las diversas prácticas de control político implementadas por el gobierno peronista y las formas y estrategias de oposición intra y extrainstitucional de los diferentes partidos actuantes en la provincia en ese momento. En forma paralela, se indaga sobre el lugar de la Iglesia católica, una institución con una enorme influencia en la sociedad correntina, que se convertiría en un aliado fundamental para el triunfo de los planes golpistas a partir de su enfrentamiento con el gobierno. Por último, se evalúa la participación de las Fuerzas Armadas, en especial, de la organización de la fallida sublevación en Curuzú Cuatiá.

Palabras clave: Historia argentina; Revolución Libertadora; Peronismo; Corrientes.

Abstract: On September 16th, 1955, a coup led by the Armed Forces brought down the Government of Juan Domingo Perón. That day and the following ones, several uprisings took place simultaneously in different regions of Argentina. This was the corollary of several years of intensification of the conflicts between the heterogeneous antiperonist opposition and the Government. This article explores that process in the province of Corrientes, which was the scene of one of the uprisings. In this context, we discuss the various practices of political control implemented by the Peronist Government and the forms and strategies of opposition, inside and outside the institutional frame, of the different parties acting in the province at that time. In addition, the role of the Catholic Church is examined. This institution had an enormous influence on the society of Corrientes, as it will become a key partner in the success of the coup plans, because of its confrontation with the Government and finally, this work evaluates the participation of the Armed Forces, in particular the organization of the failed revolt in Curuzú Cuatiá.

Key words: History of Argentina; Liberating Revolution; Peronism; Corrientes.

 

La “Revolución Libertadora” en la provincia de Corrientes. Los partidos políticos, la Iglesia y el Ejército frente al golpe de 1955

En los últimos años, la producción académica sobre el peronismo se multiplicó, lo mismo que las perspectivas y los enfoques de su estudio.3 En ese complejo y diverso campo, una de las líneas más fructíferas ha sido la que se preocupó por indagar los rasgos y particularidades que adquirió el movimiento en las provincias y en los territorios nacionales.4 Esa voluminosa producción contrasta, sin embargo, con la escasa atención que se le prestó a la oposición.5 La mayoría de las investigaciones se concentraron en los orígenes del peronismo y en los primeros años de la etapa; menos son las que se interesaron en las relaciones gobierno-oposición y en los rasgos que adquirió el proceso de radicalización política que se produjo en la primera mitad de la década de 1950. Esos son, justamente, algunos de los temas que nos propusimos abordar en este artículo, a partir de una reconstrucción historiográfica que intenta alejarse de miradas retrospectivas y que pone el foco en un espacio provincial con algunas características particulares.6
Corrientes fue la única provincia en la que el peronismo no logró acceder al gobierno luego de las elecciones de febrero de 1946; en esa oportunidad, el triunfo le correspondió a la Unión Cívica Radical (UCR). Sin embargo, el gobernador electo, Blas Benjamín de la Vega, fue destituido por medio de una intervención federal a los quince meses de asumir el cargo. Ese escenario planteó un conflicto particular en el origen de las relaciones entre gobierno y oposición en la provincia, que podría considerarse el “suceso fundante” de esa relación. Al mismo tiempo, esa misma situación influyó fuertemente en la conformación del peronismo provincial, que inició su actuación en Corrientes como un partido de oposición. La designación como interventor federal del general Juan Filomeno Velazco –un militar nacionalista con fuertes vínculos con sectores conservadores de la provincia– y su posterior acceso a la gobernación por medio de las elecciones llevadas a cabo en noviembre de 1948 completaron esos rasgos particulares. A Velazco lo sucedió Benito S. Castillo, quien había sido su ministro de Salud.
Luego de las elecciones de diciembre de 1951 –que significaron un masivo triunfo del peronismo en todo el país–, se profundizaron y amplificaron los conflictos entre los sectores de la heterogénea oposición antiperonista y el gobierno. A partir de 1952, y paulatinamente, a los partidos políticos opositores y una parte de las Fuerzas Armadas se sumaron sectores de la Iglesia católica y del nacionalismo, que avanzaron en posiciones conspirativas.
Conocemos con bastante profundidad cómo se dio ese proceso en Buenos Aires o en Córdoba; en mucha menor medida se ha avanzado sobre su estudio en otros espacios provinciales o regionales.7 En este artículo, nos propusimos indagar sobre lo sucedido en la provincia de Corrientes, especialmente la dialéctica oficialismo-oposición entre 1952 y 1955, de modo de evaluar el rol que cada uno cumplió en el proceso que finalizó con el golpe de Estado de septiembre de 1955.
En ese momento, en la arena política provincial actuaban siete partidos. Los más importantes eran el peronismo (que ocupaba el gobierno desde 1947), la UCR –único partido opositor con una mínima representación legislativa– y el Partido Demócrata Nacional (PDN), exautonomista, que había perdido un importante caudal de votantes desde la aparición del peronismo, pero seguía participando de las elecciones y se presentaba como partido de oposición. Menor relevancia tenían, por entonces, el Partido Liberal –que había decidido abstenerse de participar de las elecciones desde 1948 y mantenía una posición de relativa (y débil) oposición, que se expresaba en algunas esporádicas declaraciones de prensa aunque sin una actuación directa en la arena políticoelectoral–; los partidos Demócrata Progresista y Comunista, que tenían un escaso arraigo en la sociedad provincial; y la Alianza Libertadora Nacionalista, un grupo nacionalista que adhirió a Juan Domingo Perón desde sus inicios y que se constituyó como partido político independiente y se presentó con candidatos propios en algunas elecciones.
En ese marco, indagamos sobre las formas y estrategias de oposición intra y extrainstitucional de los dos partidos opositores más importantes en la provincia en ese momento (UCR y PDN), al tiempo que nos preguntamos acerca del impacto que la vocación hegemónica del gobierno pudo haber tenido en el avance de una oposición desleal.8 Para ello, nos concentramos en el análisis de las diversas prácticas de control político implementadas por el gobierno y en las estrategias de la oposición. En forma paralela, estudiamos el lugar que le cupo en ese proceso a la Iglesia católica, una institución con una enorme influencia en la sociedad correntina, que se convirtió en una aliada fundamental para el triunfo de los planes golpistas a partir de su enfrentamiento con el gobierno desde fines de 1954. Finalmente, nos interesó indagar sobre el fallido levantamiento revolucionario en Curuzú Cuatiá de septiembre de 1955, que reflejó la complejidad del proceso que estaba en marcha y las contradicciones de sus protagonistas.
En cuanto a las fuentes utilizadas, los diarios de sesiones de las Cámaras de la Legislatura provincial nos permitieron tener acceso a los debates parlamentarios, un espacio institucional central para observar el funcionamiento de las relaciones entre gobierno y oposición que en varias ocasiones ofició de caja de resonancia de conflictos extraparlamentarios. Sin embargo, más allá de que los discursos y debates legislativos constituyen un importante insumo para conocer las posiciones ideológicas y los planteos políticos de una época, conocemos sus limitaciones como fuentes históricas; por ese motivo, buscamos ampliar y contrastar la información obtenida de ellos con las que brindan los periódicos y la historia oral. La prensa, por su parte, es una fuente fundamental para reconstruir los procesos locales (Macor, 2014). Sin embargo, es importante tener en cuenta que su uso requiere también de un análisis crítico riguroso; la información que ofrece debe ser necesariamente confrontada y decodificada (Kircher, 2005, pp. 115-122). Por otra parte, el periódico tiene que comprenderse en su contexto, es decir, se requiere prestar atención a los intereses que representó, los valores que canalizó, su rol dentro del sistema informativo, su articulación con otros medios y como representante de ciertos grupos o sectores sociales (Morán y Aguirre, 2008, pp. 229-248). En este sentido, fue especialmente valioso contar con prensa tanto oficialista como opositora, lo que nos permitió observar los conflictos desde ópticas diversas y contrapuestas, y ayudó a contextualizar los acontecimientos en sus diferentes dimensiones y perspectivas. Utilizamos como fuentes dos periódicos oficialistas: La Calle (LC) y El Liberal (EL), y uno opositor, La Mañana (LM). En el primer caso, se trataba de un órgano de reciente aparición que representaba con claridad los intereses del gobierno de turno; mientras que en el segundo, si bien también era oficialista, su línea editorial respondía a un sector del peronismo que tenía algunas diferencias con el gobernador y además, contaba con una larga tradición en la provincia (se venía publicando desde 1909 y hasta 1950 había pertenecido a la familia de uno de los principales dirigentes del partido autonomista –Juan Ramón Vidal (1860-1940)–. LM, por su parte, era un órgano partidario que había iniciado sus actividades a principios de la década de 1930 y era propiedad del presidente del PDN, Elías Abad. Desde sus inicios, había sido concebido como un “diario de combate”; su identificación partidaria era explícita y su contenido solo versaba sobre cuestiones políticas, preferentemente locales. También trabajamos con memorias de diferentes protagonistas de aquellos acontecimientos9 y algunos testimonios orales.10 El recurso a estas fuentes nos permitió resolver lagunas, contrastar afirmaciones y acercarnos a las experiencias subjetivas de algunos de los actores de tales sucesos.

El gobierno peronista hacia 1952. Vocación hegemónica y prácticas de control político en la provincia de Corrientes

En 1952, al mismo tiempo que Perón iniciaba su segunda presidencia, asumía Castillo como gobernador de la provincia. Al nuevo mandatario le tocó actuar en un período complejo, marcado por una crisis económica y política, caracterizada esta última por el recrudecimiento de la confrontación y la polarización de las posiciones del gobierno y de la oposición.
En el ámbito provincial, al iniciarse el nuevo gobierno, este buscó diferenciarse de su antecesor. Inmediatamente, dejó sin efecto muchas de las disposiciones tomadas por el gobernador saliente e inició una investigación profunda de las finanzas públicas. Estas medidas fueron acompañadas por la oposición y sacaron a la luz ciertas diferencias en el seno del peronismo provincial, que estallaron a principios de octubre de 1953, con motivo de la visita de Perón a la ciudad de Corrientes. La centralización del poder y la imbricación entre el partido y el gobierno se hicieron muy evidentes a partir de esa crisis, pues las principales disposiciones para superarla (reemplazo de todos los funcionarios y jueces, entre otras) fueron tomadas en Buenos Aires por el gobierno nacional y el Consejo Superior (CS) del partido; y en la provincia, el gobierno prácticamente quedó en manos del Comando Táctico Provincial (CTP) (Solís Carnicer, 2013).
En ese contexto, los conceptos de democracia, libertad y federalismo fueron resignificados por el peronismo, que ubicó a su líder y al movimiento por encima de las instituciones. Con claridad aparecen estas ideas en la exposición de un diputado peronista en la Legislatura, en medio de un debate en el que el radicalismo les cuestionaba estas prácticas:

“Todavía,…el bloque de la UCR, aquí, en cada esquina, en cada tribuna, desde su prensa, desde todos los rincones en que puede actuar, todavía enarbola como bandera de combate esas dos palabras ‘libertad y democracia’. Díganme una cosa los señores obreros que me escuchan ¿Qué ha logrado, no ya el pueblo argentino sino la humanidad, con enarbolar como banderas esas palabras? ‘democracia y libertad’?. ¿Ha logrado la humanidad un mejor estándar de vida? ¿Ha logrado mejores salarios? ¿Ha logrado una economía afianzada? Ha logrado hambre, miseria, desocupación”.11

Para los peronistas, alcanzar la justicia social justificaba las reformas a los diseños institucionales que restringían los espacios de actuación de la oposición o la adopción de algunas medidas con las cuales se limitaban las libertades de los ciudadanos. Un ejemplo de este avance fue la creación de la Junta de Calificación Docente, un organismo que tenía a su cargo el estudio de los antecedentes de los postulantes a cubrir vacantes en las escuelas y que se planteó como objetivo afianzar “la educación peronista y cuidar que el personal docente propuesto reúna las condiciones de capacidad, honradez y alta fe peronista”.12 La Junta estaba presidida por el mismo gobernador e integrada por el interventor del Partido Peronista (PP), la secretaria del Partido Peronista Femenino (PPF), el delegado regional de la Confederación General del Trabajo (CGT), el ministro de Educación y el delegado de la Asociación Docente Argentina. Partido, Estado y gobierno se confundían, situación que se profundizó a partir del dictado en la Escuela Regional Peronista de cursos de adoctrinamiento obligatorios destinados a toda la administración pública y a los funcionarios del Estado provincial. Esto llevó al gobernador a plantear en su mensaje gubernativo de 1954 que “Aquellos empleados que demostraron especial contracción al trabajo, al par que una total identificación con los principios de la Doctrina Nacional, fueron favorecidos con ascensos y premios”.13
Por otra parte, si bien en 1952 el gobierno nacional intentó recrear un clima de convivencia política para facilitar la constitución de una oposición leal, esa apertura no duró mucho tiempo (Tcach, 2006, pp. 196-197). En 1953, recrudeció nuevamente la persecución a los partidos opositores, se allanaron sus sedes y se detuvo a sus principales dirigentes. La sanción de la ley de amnistía a fines de 1953 y la liberación de muchos presos políticos generaron nuevas expectativas en la oposición, que también quedaron truncas muy pronto. Luego de las elecciones de abril de 1954, la persecución a los contrincantes se profundizó nuevamente: en este caso, se sumó a dirigentes católicos y sacerdotes que a fines de ese año se plantaron claramente en la oposición.
Con los sucesos de junio de 1955 en Buenos Aires (masiva procesión opositora de Corpus Christi, atentado contra la vida de Perón, intento de golpe de Estado, bombardeo en Plaza de Mayo por parte de las Fuerzas Armadas y la posterior quema de iglesias por sectores simpatizantes peronistas), la radicalización de las posiciones se volvió definitiva. A posteriori de estos acontecimientos, Perón intentó una nueva política de conciliación y pacificación y permitió el uso de la radio a los dirigentes rivales, pero la tregua finalizó muy pronto. Luego de ofrecer su renuncia a la presidencia el 31 de agosto –que no fue aceptada por el partido ni la CGT– dio un violento discurso en el que planteó “Hoy comienza para nosotros una vigilia en armas” (Torre, 2002, p. 72), y el 16 de septiembre se produjo finalmente el estallido militar que provocó su derrocamiento.

La oposición partidaria intra y extrainstitucional: radicales y autonomistas

A partir de la llegada del peronismo al gobierno provincial en 1947, el diseño institucional sufrió importantes modificaciones. Sucesivas reformas al sistema electoral (1948 y 1951) y la nueva Constitución provincial de 1949 –aprobada inmediatamente después de la reforma nacional–, transformaron por completo su sistema político con importantes consecuencias en la representación partidaria y en la distribución del poder, que marcaron con claridad los espacios que les correspondían al gobierno y a la oposición.
Con la ley de partidos políticos de 1949 se estableció que, para ser reconocidos, éstos debían tener un mínimo de tres años de actuación, se prohibió la realización de alianzas y se determinó la disolución de aquellos que se abstuvieran de participar en las elecciones.14 Así, se buscó tener un mayor control de las fuerzas políticas que podían presentarse a la competencia electoral. Al tiempo que se delimitaba y regulaba la actuación de los partidos opositores, se establecían algunos mecanismos tendientes a contener los permanentes conflictos internos del peronismo y se ponían restricciones a las posibles divisiones y fraccionamientos que podían producirse por la alta conflictividad que el partido enfrentaba hacia adentro.15
En cuanto al régimen electoral provincial, con un decreto de 1948, la Constitución de 1949 y la ley electoral de 1951, se estableció un sistema mixto: elección directa del gobernador, con la provincia como distrito único y a simple pluralidad de sufragios; y sufragio por listas con representación de dos tercios para la mayoría y de un tercio para la minoría en la elección legislativa, en función de lo cual se dividió a la provincia en cuatro secciones electorales. Asimismo, se amplió la representación a 18 senadores y 36 diputados (Solís Carnicer, 2012, pp. 201-220).
La nueva ley electoral se aplicó por primera vez en los comicios del 11 de noviembre de 1951, en las que el peronismo obtuvo un triunfo muy importante, con el 65% de los votos; seguido por la UCR, con un 26,4%; y mucho más atrás, el PDN, con un 8,8%.16 La misma proporción se reflejó en cada una de las secciones, por lo cual el PDN se mantuvo sin representación en las Cámaras legislativas. En consecuencia, dichas Cámaras quedaron conformadas con once diputados radicales y veinticinco peronistas, y cuatro senadores radicales y catorce peronistas.
Estas disposiciones afectaron fuertemente al sistema de partidos provincial, que se había caracterizado tradicionalmente por su heterogeneidad y que en estos años se redujo solo a tres en las competencias electorales y a dos en la representación legislativa. Había, detrás de esta reforma, una clara estrategia política, pues al permitir, al menos, un lugar acotado a la oposición dentro del sistema, disminuían las probabilidades de la participación de ésta en actividades conspirativas, al tiempo que no se negaba la posibilidad de intervención y representación a las fuerzas contrarias.
Los dos partidos que ejercieron la oposición más fuerte al peronismo en la provincia de Corrientes fueron el PDN y la UCR. Este último fue el único con una mínima representación en la Legislatura provincial desde 1949 y ese fue, entonces, uno de los espacios desde donde ejerció su rol de oposición. No tuvo representantes en el Congreso Nacional en estos años; todos los legisladores nacionales por Corrientes en este período correspondieron al peronismo. El PDN, en cambio, sin representación legislativa, debió apelar a otras formas y espacios de confrontación, fundamentalmente a través de la prensa, y muy pronto se acercó a posiciones desleales y conspirativas.

La oposición radical en la Legislatura provincial

El partido radical llegó a la gobernación de la provincia de Corrientes por primera vez en 1946, pero apenas un año y tres meses después, una intervención federal puso fin a su mandato. A partir de allí, se convirtió en el principal partido de oposición y único con representación legislativa luego del retorno institucional en 1949 (Solís Carnicer, 2009).
Más allá de la importante crisis interna que el partido atravesó en estos años a nivel nacional, ésta no se vivió con igual intensidad en Corrientes. Allí, el Movimiento de Intransigencia y Renovación (MIR) –liderado por Arturo Frondizi a nivel nacional y Fernando Piragine Niveyro a nivel provincial– logró retener la presidencia del Comité Central durante todo el período. Mantuvo frente al gobierno una posición opositora pero contraria a las conspiraciones militares, al menos hasta principios de 1955.17
En la Legislatura correntina fueron los únicos representantes de la oposición, tarea que ejercieron con determinación. Con algunas pocas excepciones, en casos muy puntuales, se opusieron a todos los proyectos presentados por el oficialismo. Participaron activamente en los debates, con argumentos sólidos, apoyados en la formación jurídica de la mayoría de sus representantes. Entre las propuestas más discutidas estuvieron las relacionadas con transformaciones institucionales y los presupuestos.
Los legisladores radicales cuestionaron el carácter centralista de esos proyectos al permitir la intromisión de organismos nacionales en la administración provincial. Pensaban que se afectaba la división de poderes, pues se otorgaban cada vez mayores atribuciones al Poder Ejecutivo en desmedro del Legislativo. Creían que se limitaba la autonomía provincial y municipal y se abandonaba el federalismo, al centralizar en el gobierno nacional funciones que les competían a los municipios o a las provincias. En otros casos, criticaron el mal manejo de los fondos públicos y la corrupción administrativa. Estaban convencidos de que, con las diferentes leyes que fueron modificando el diseño institucional, se habían afectado el sistema democrático de gobierno y las libertades individuales. Entre las pocas iniciativas del bloque radical en ambas Cámaras pueden mencionarse una serie de pedidos de informes al Poder Ejecutivo por diferentes motivos, pero ninguno consiguió la aprobación de los legisladores peronistas.18
En general, la actividad del radicalismo como partido opositor en la provincia se mantuvo mayormente circunscripta al ámbito legislativo. No contaban con un periódico propio, por lo que no tenían un espacio más allá de las cámaras para hacer oír su voz y su descontento con el gobierno.19 Podemos suponer que el radicalismo provincial no se vio involucrado institucionalmente en actividades conspirativas a favor de un levantamiento armado, en consonancia con la pertenencia al MIR de la mayoría de sus dirigentes quienes habían tomado esa determinación a nivel nacional (Tcach, 2006; Persello, 2007). Además, si se analizan los nombres de los detenidos en estos años, encontramos a un número reducido de líderes radicales. Sin embargo, como señalaremos luego, cabe mencionar el importante papel que tuvieron algunos militantes destacados de este partido en el apoyo civil del levantamiento de Curuzú Cuatiá en 1955 (Hume, 1962, pp. 49-53).

La oposición autonomista. De la conspiración a las armas

El PDN era uno de los partidos provinciales más tradicionales de la política correntina y gobernó en muchas oportunidades, individualmente o en alianza con el Partido Liberal o con la UCR Antipersonalista. Fue el partido provincial que más votos perdió a partir de la aparición del peronismo en la competencia electoral y no consiguió representantes en las Cámaras legislativas de la provincia. Esta situación le generó una profunda crisis interna, derivada en un proceso de permanente reorganización que se profundizó especialmente en los períodos preelectorales de 1951 y 1954. En ambas elecciones participaron con optimismo sobre sus resultados, el que pronto se transformó en resignación ante la fuerte y contundente derrota en las urnas. Abad, su presidente, estuvo al frente de los procesos de reorganización y además fue candidato a gobernador en 1951. Sofía González Alemán de De la Fuente fue la encargada de la comisión organizadora femenina.
Como mencionamos en un apartado anterior, luego del atentado del 15 de abril de 1953 en Buenos Aires, el gobierno abandonó la política de apertura que había iniciado en 1952 y recrudeció la persecución a los dirigentes opositores; muchos fueron detenidos, entre ellos, Abad. Fue trasladado a una cárcel en Buenos Aires en mayo de 1953 y liberado dos meses más tarde junto con un importante grupo de dirigentes demócratas de todo el país. En esa misma oportunidad, otros dirigentes y militantes partidarios de la provincia también fueron detenidos y se produjeron allanamientos en domicilios particulares, en la casa del partido en la Capital, y en la sede del diario LM.20
Posteriormente, el PDN decidió aceptar la política de conciliación propuesta por el gobierno y autorizó a una comisión para que se reuniera con el presidente, en la que participó Abad. El 19 de diciembre de 1953, se realizaron un gran acto y una asamblea partidaria en Corrientes, en la que el presidente del partido explicó las diligencias efectuadas para conseguir la pacificación y el lugar en el que se encontraba el PDN en esas circunstancias, puesto que, a pesar de ese acercamiento, permanecía en su posición opositora.21
Al no contar con representación legislativa, el PDN utilizó fundamentalmente el diario LM para ejercer su rol de opositor y dar a conocer su posición frente a los diferentes temas de la actualidad política. Luego del nuevo fracaso electoral de 1954, se fue involucrando rápidamente en actividades conspirativas que lo llevarían al frente de los comandos cívicos que se organizaron en Corrientes en 1955.

La Iglesia católica, un aliado clave para la oposición

A fines de 1954, la tensión entre oficialismo y oposición sufrió una importante escalada; el recurso del derrocamiento por la vía de la conspiración militar por parte de los rivales, así como la persecución y prisión a los opositores que llevó a cabo el oficialismo, fueron considerados, por ambas partes, herramientas de lucha legítima. Además, la Iglesia católica se sumó a la oposición, lo que generó un vertiginoso crecimiento y ampliación del conflicto.22 La Iglesia había acompañado el triunfo de Perón en 1946 y se había visto favorecida con varias medidas tomadas por el gobierno. De acuerdo con Loris Zanatta (1999, p. 7), entre 1930 y 1943 se constituyó “un bloque político e ideológico antiliberal que giró alrededor de la Iglesia y el Ejército” que facilitó ese acercamiento. Sin embargo, desde fines de 1954, esa relación viró y la Iglesia comenzó a difundir sus preocupaciones por la decadencia de los valores morales y el relajamiento de las costumbres, temas que no eran ajenos a su discurso tradicional, pero que tomaron un nuevo cariz en el marco de la confrontación al peronismo. Por medio de sus publicaciones, desde los púlpitos y en los panfletos que se hicieron circular entre parroquias y colegios católicos se inició una importante campaña de agitación que los convirtió en la avanzada contra el peronismo.23 La Iglesia tenía su propia vocación hegemónica, que Perón aspiró a desplazar. El avance del peronismo sobre aquellos espacios que la Iglesia consideraba propios fue también importante en este distanciamiento, primero, y abierto enfrentamiento, después.
Corrientes era una provincia con una importante presencia católica y no fue ajena a esta disputa.24 Cuando el conflicto empezaba a radicalizarse, se reunieron en la casa de gobierno, el gobernador y el vicegobernador, el interventor del PP, la secretaria del PPF, un representante de la CGT, los delegados de los Consejos Generales Económicos y de Profesionales, representantes de la Unión de Estudiantes Secundarios, los ministros de Gobierno y Justicia y de Asuntos Sociales, el Secretario Técnico de Educación y el obispo de Corrientes, monseñor Francisco Vicentín. Allí se acordó que tanto el gobierno como la Iglesia tomarían las medidas necesarias:

“en caso de que algún prelado se saliera de su esfera de acción,.…lo mismo que con las personas y organizaciones católicas que intenten crean un clima propicio y artificial de alteración del orden por sí mismas o influenciados por dirigentes políticos enemigos del pueblo”.25

Sin embargo, unos días más tarde, aparecía la firma del obispo de Corrientes en un documento que el clero argentino envió al presidente luego del fuerte discurso que este emitiera, en el cual hablaba de una infiltración clerical.26
A partir de diciembre, el gobierno nacional avanzó con la sanción de un conjunto de leyes contrarias a la Iglesia católica y, finalmente, anunció el envío al Congreso de una ley de reforma constitucional para separar definitivamente la Iglesia del Estado. En Corrientes, la oposición cuestionó las medidas por las cuales se decidió retirar las imágenes religiosas de las escuelas y oficinas públicas, la supresión de la enseñanza religiosa en las escuelas y de la personería jurídica a diferentes asociaciones religiosas y el levantamiento del feriado del 3 de mayo, día en que se recordaba la fundación de la ciudad y el Milagro de la Cruz. Esta era una de las fiestas cívico-religiosas más importantes de la ciudad, y en 1955, por primera vez, no concurrieron representantes del gobierno a la procesión.27 Sin embargo, la participación de la ciudadanía fue masiva aquel día –a pesar de la existencia de rumores de que se iba a interrumpir la procesión y detener a los peregrinos–. Según el relato de Gabriel Feris (1992, p. 4), testigo de aquellos acontecimientos, el cura párroco de la Iglesia de la Cruz de los Milagros, monseñor Isidro Blanco Vega, se puso al frente de la marcha, participó armado y solicitó a algunos amigos y conocidos que hicieran lo mismo. Sin embargo, nada ocurrió finalmente. De este modo evaluó lo sucedido uno de los panfletos que circuló por entonces:

“Pero en Corrientes –sangre criolla, sin mezcla– el gobierno todavía hace lo que el pueblo quiere [sic], aunque sea a último momento. Lo del feriado ya no se podía arreglar, pero al menos se arregló lo de la procesión. La noche antes de la fiesta –no se sabe cómo– se dio el permiso…
Así es Corrientes. Así es nuestro pueblo [sic] mientras no se envenenen el alma limpia y pura con pasquines infames, amasados en mentiras y rencores prefabricados.
Veremos al final quien vence: si cuatro siglos de historia o diez años de propaganda radial [sic]” (destacado en el original) (Lafiandra, 1955, p. 150).

El 29 de mayo se decidió oficiar una misa en la Iglesia Catedral, presidida por el obispo y el presbítero Pedro Alarcón, con el supuesto propósito de desagraviar a la institución y a sus fieles por las medidas adoptadas por el gobierno. Al término de la ceremonia, algunos concurrentes resolvieron realizar una manifestación callejera. La policía se opuso a su realización; hubo algunos forcejeos y finalmente no pudo llevarse a cabo. Algunas personas fueron detenidas en ese mismo procedimiento y otras al día siguiente, en sus domicilios. Se trató de importantes dirigentes políticos demócratas y radicales que habían participado en la manifestación, y del sacerdote que los acompañaba.28 Los dieciseis varones fueron alojados en la Jefatura de Policía, y las dos mujeres, en el Instituto del “Buen Pastor”; a todos se les aplicaron 25 días de arresto insustituibles por multa.29 Las condiciones de detención, según el periódico opositor, fueron muy duras. Se les negó la posibilidad de recibir alimentos por parte de sus familiares; al abogado Pedro G. De la Fuente se le prohibió el ejercicio profesional mientras estaba detenido; y a su esposa, Sofía González Alemann –que solicitó ser arrestada en su domicilio por tener hijos menores de diez años–, se le denegó dicho derecho, a pesar de estar establecido en el artículo 219 del Código de Policía. También se les restringieron las visitas; solo unas pocas pudieron cumplir su propósito. Finalmente, a fines de junio, recuperaron su libertad.
Este suceso, que fue muy comentado en la prensa opositora y oficialista –esta última, desmintiendo los malos tratos denunciados y justificando la actitud policial– motivó un fuerte debate en las Cámaras de la Legislatura, en la que los representantes del radicalismo solicitaron informes al Poder Ejecutivo por esas detenciones, pedido que fue denegado por los peronistas.
Apenas unos días más tarde de estos sucesos, se llevó a cabo la multitudinaria procesión de Corpus Christi en Buenos Aires y la posterior quema de banderas argentinas por la que el gobierno responsabilizó a militantes opositores. Actos de desagravio se sucedieron en todo el país. En Corrientes, una importante cantidad de personas participó de ellos. Una dura nota editorial se publicó en el periódico oficialista EL:

“El sentir de la correntinidad, pueblo tradicionalmente cristiano, no deja lugar a dudas y así sabrán los malos sacerdotes que no conseguirán embaucarlo con burdas patrañas ni tampoco podrán seguir por mucho tiempo ignorando en los santuarios que fueron costeados por los creyentes para mantener viva la divina lumbre del amor y ellos, intrusos, han convertido en tristes remedos de repugnantes cometidos, nidos de oprobio”.30

Tal como señala el artículo, el enfrentamiento entre el peronismo y la Iglesia católica en Corrientes planteó al mismo tiempo una disputa por la “correntinidad”, uno de cuyos rasgos fundamentales se sostenía sobre la profunda religiosidad de su sociedad.
El 16 de junio se produjo el fallido intento de golpe de Estado con el trágico bombardeo a la Plaza de Mayo de Buenos Aires y la posterior represalia de los simpatizantes del gobierno con la quema de las iglesias. No sucedió nada similar en Corrientes, aunque existieron sospechas sobre la posibilidad de que se produjera algún hecho semejante con motivo de recordarse un nuevo aniversario de la muerte de Eva Perón el 26 de julio. Por ese motivo, en la noche de la víspera se organizaron diferentes células de personas armadas que se atrincheraron en iglesias y parroquias de la ciudad de Corrientes dispuestas a enfrentar esa probabilidad (Harvey, 2011, p. 215), pero finalmente nada sucedió. Para agosto de 1955, las posiciones entre oficialismo y oposición eran irreconciliables.

1955: polarización, persecución oficialista y oposición conspirativa

Luego de los trágicos hechos de junio en Buenos Aires, hubo cientos de militantes detenidos en todo el país. A posteriori, y en un intento por calmar el conflicto, Perón hizo un llamamiento a la pacificación nacional y planteó una cierta apertura con los partidos opositores, al permitirles utilizar –aunque de manera acotada– los medios de comunicación oficiales. El PP de Corrientes publicó un documento en el que señalaba “Queremos oposición, no obstrucción; queremos adversarios no enemigos”,31 en un llamado a apaciguar los ánimos y moderar el conflicto. Aunque para ese entonces, las posiciones estaban demasiado radicalizadas y los dirigentes de la oposición plantearon que la única solución posible era la renuncia del presidente.
Si la persecución había sido una metodología bastante común antes de junio de 1955, a partir de ese momento se intensificó. LM diariamente informaba sobre detenciones a líderes o simpatizantes políticos. Los motivos podían ser de lo más diversos: el desacato, no llevar documentos, hacer circular volantes de índole político o portar armas.
En forma paralela, se venía preparando un movimiento en contra del gobierno. Había tratativas entre grupos del Ejército y diferentes sectores de la oposición. Con este propósito, a principios de mayo de 1955, los autonomistas de Corrientes decidieron realizar una gira por todo el interior de la provincia para informar a los dirigentes locales acerca de un posible estallido revolucionario, y, al mismo tiempo, solicitarles su apoyo cuando este ocurriera (Feris, 1992, pp. 121-122).
Las actividades conspirativas se acrecentaron luego de los sucesos del 16 de junio en Buenos Aires. Abad fue uno de los que tuvo a su cargo la organización del apoyo civil al movimiento militar que se estaba preparando. Reunió en su domicilio a algunas personas y allí decidieron que, en cuanto este estallase, se harían sonar las campanas de la Iglesia Catedral de modo que, en pocos minutos, se pudieran reunir los que estuvieran diseminados en la ciudad. Los sacerdotes de la Catedral y las personas a las que se solicitó apoyo estuvieron de acuerdo y acompañaron la idea. Este grupo constituyó el comando civil central del PDN liderado por Abad y conformado por Fernando Miranda Gallino, Pedro De la Fuente, Pedro Estigarribia y Gabriel Feris. Por cualquier eventualidad, se decidió formar un comando sustituto integrado por Raúl Echeverría, Oscar Dansey y Manuel Casuso (Feris, 1992, p. 122-129).

Aramburu en Corrientes y el levantamiento cívico militar frustrado

El golpe que se venía preparando desde hacía meses estalló finalmente el 16 de septiembre de 1955. La noche anterior, grupos de la Marina, el Ejército, la Aeronáutica y de los comandos civiles entraron en acción. Entre el 16 y el 21 de septiembre se llevaron a cabo enfrentamientos y operaciones en Córdoba, Mendoza, Río Santiago, Puerto Belgrano, Punta Alta y Bahía Blanca. Otro de los escenarios fue la ciudad de Curuzú Cuatiá, al sureste de la provincia de Corrientes, que contaba por entonces con cuatro regimientos.32 A diferencia de lo ocurrido en la mayor parte del país, y de acuerdo con lo desarrollado en el apartado anterior, debemos señalar que en Corrientes el golpe tuvo una importante participación civil que le dio un carácter claramente cívico-militar.33
A mediados del siglo XX, el departamento Curuzú Cuatiá contaba con 31.451 habitantes, su cabecera era la tercera ciudad de la provincia, luego de la Capital y Goya.34 La vida de la localidad giraba en torno al Ejército. Sobre el camino de entrada a la ciudad había tres cuarteles: el Primer Grupo de Artillería Blindada, el Destacamento de Exploración Blindada y el Batallón de Zapadores Blindados con un Escuadrón de Gendarmería. Enfrente estaban el Hospital Regional Militar y los depósitos, usinas y otras instalaciones de la Dirección de Ingenieros. El centro de la urbe se extendía a lo largo de catorce cuadras. Entre los cuarteles y la estación de ferrocarril se había construido un barrio de oficiales y, al lado este, detrás del hospital, un barrio más grande aún, para suboficiales. A una distancia de unos dos kilómetros más al este, se encontraban los cuarteles de la Escuela Blindada y el Taller de Mantenimiento edificados en los viejos terrenos de la Sociedad Rural. Dentro del casco urbano y en edificios alquilados, se había instalado la jefatura de la guarnición militar donde se atendía todo lo relacionado con su administración (Hume, 1962, pp. 16-17).
Originalmente no se pensó en Curuzú Cuatiá como uno de los puntos estratégicos para un levantamiento contra el gobierno; recién se la incluyó apenas unos días antes del 16 de septiembre de 1955. Para ello, fue fundamental la presencia del mayor Juan José Montiel Forzano, quien recientemente había sido trasladado a ese destacamento luego de haber participado de un intento de rebelión en Campo de Mayo. En un viaje que Montiel realizó a Buenos Aires le informaron de las conspiraciones que se venían realizando y se dispuso a organizar la revuelta en Corrientes. Buscó el apoyo de los oficiales de su propio destacamento de Exploración Blindada y allí creó una logia de revolucionarios formada por un capitán, siete tenientes y subtenientes.35
Según los planes, la revolución debía estallar el 16 de septiembre en forma paralela en Córdoba y Curuzú Cuatiá, bajo el mando de los generales Eduardo Lonardi y Pedro Eugenio Aramburu, respectivamente. Luego, el lugar de mayor éxito se convertiría en el principal foco de esfuerzo y el asiento del nuevo gobierno, mientras que las demás sublevaciones serían auxiliares. Según el plan trazado, una vez movilizadas las fuerzas de la base de Curuzú Cuatiá, se debían juntar con la División de Caballería, que llegaría de la cercana ciudad de Mercedes.36 Posteriormente, Montiel marcharía a Paso de los Libres y después hacia el sur, para tomar Monte Caseros, Chajarí, Concordia y Concepción del Uruguay (las tres últimas, en la provincia de Entre Ríos). La revolución debía empezar a medianoche, y por la mañana, llegaría Aramburu para hacerse cargo de la situación (Hume, 1962, pp. 35-38).
De acuerdo con lo planificado, en la noche del 15 de septiembre, los conspiradores comenzaron a poner en pie de guerra a la tropa de todos los regimientos de la ciudad, sin comunicarles los verdaderos motivos. Los oficiales comprometidos con el levantamiento cumplieron con su palabra, y los otros fueron arrestados. Una importante cantidad de civiles ofrecieron sus servicios y fueron destinados a tareas de patrullaje y conservación del orden en la ciudad, liderados por los radicales Enrique Jorge Arballo y José Rafael Cáceres Monié, que tenían parientes militares, y el escribano Rogelio Niella, quien venía trabajando en la oposición desde 1952 y tenía importantes contactos políticos.37 A este grupo se le encargó, además, arrestar a los oficiales. Luego, tomaron la municipalidad, el banco, el correo y la estación de ferrocarril. A las ocho de la mañana, toda la ciudad estaba en poder de los rebeldes.
Como Aramburu –quien tenía a su cargo movilizar a esa guarnición– no llegó a tiempo y las noticias eran confusas, muchos oficiales y suboficiales empezaron a abandonar las filas revolucionarias. Cuando finalmente llegó –junto con los coroneles Eduardo Arias Duval y Eduardo Señorans, el teniente coronel Carlos Ayala y el capitán de fragata Aldo Luis Molinari–, se sucedieron algunos fuertes enfrentamientos entre ambos bandos, en uno de los cuales resultó muerto un joven soldado y muchos otros quedaron heridos.38 Paralelamente, se organizaron columnas leales al gobierno en Mercedes, Paso de los Libres y Monte Caseros, que avanzaron hacia Curuzú Cuatiá. En un primer momento, Aramburu decidió mandar fuerzas para enfrentarlos, pero luego, viendo que la mayoría del Ejército en la zona había abandonado el bando revolucionario, decidió rendirse y marcharse. La sublevación de Curuzú Cuatiá estuvo completamente vencida la noche del 16 de septiembre (Hume, 1962, pp. 39-164).
Para comprender mejor esta situación, es necesario tener en cuenta que el peronismo había prendido fuertemente dentro del Ejército, y especialmente entre los suboficiales. Durante el gobierno de Perón, la institución se había visto favorecida con diversas medidas: se aumentó considerablemente su presupuesto y se edificaron nuevos cuarteles en todo el país. Perón llegó a definir a las Fuerzas Armadas como la “columna vertebral” de la comunidad organizada que sostenía a la nación. Por otra parte, en 1950, se aprobó un nuevo estatuto militar unificado según el cual los oficiales del Ejército, la Marina y la Aeronáutica en servicio podían aceptar candidaturas propuestas por sectores políticos para cargos electivos sin entorpecer su carrera militar. En 1948, se aprobó una ley que les permitió votar a los suboficiales y se los favoreció con mejoras en materia de viviendas y beneficios sociales para sus familias. En la provincia de Corrientes, se construyeron en esos años los cuarteles de Paso de los Libres y Monte Caseros. En Curuzú Cuatiá, se conformó el Comando de la Cuarta División de Caballería, se instaló el Cuarto Batallón de Zapadores Pontoneros, se creó el Cuerpo de Sanidad 3, se inauguró el Hospital Militar y se construyeron los barrios de suboficiales (Potash, 1994, pp. 163, 167-168, 232). La enorme mayoría de los suboficiales y muchos oficiales se sentían atraídos por el peronismo, y esto fue fundamental en los sucesos ocurridos en septiembre de 1955.
En la ciudad de Corrientes, los revolucionarios no tuvieron mejor suerte, ya que todos los preparativos que se habían planificado para apoyar el movimiento en esa ciudad, a través de los comandos civiles, finalmente no se produjeron. Según Feris (1992, pp. 131-132), se debió a un error de cálculo en la coordinación de los distintos grupos. El general Esteban Font, a cargo del Ejército, descubrió la conspiración y la desbarató. Algunos de los oficiales complotados en esa oportunidad fueron detenidos, lo mismo que sus dirigentes políticos, como los autonomistas Feris, De la Fuente, Miranda Gallino y Estigarribia, el exgobernador radical De la Vega y el comunista Shilma, quienes recuperaron la libertad una semana más tarde.
Mientras tanto, la flota de mar, comandada por el contralmirante Isaac Rojas, declaró el bloqueo del litoral marítimo y, luego de bombardear Mar del Plata, envió el ultimátum a Perón amenazando con hacer estallar la refinería de La Plata y atacar Capital Federal. Posteriormente, en la Fragata “17 de Octubre”, con Rojas como jefe victorioso, la Junta Militar, en la que Perón había delegado momentáneamente el poder, firmó el fin de las hostilidades y luego aceptó la renuncia de Perón. El 21 de septiembre, a través de la prensa se dio a conocer el derrocamiento del presidente y el cambio de autoridades en cada una de las provincias (Spinelli, 2005, pp. 41-41).
Resulta llamativo el papel pasivo que cumplieron en todo este proceso el PP y los sindicatos de la provincia. No llamaron a la movilización popular, no hubo directivas en ese sentido por parte del interventor del partido ni de la CGT. Esta situación pudo deberse a la falta de indicaciones por parte del CS o, quizás, a la confianza que los peronistas correntinos tenían en el Ejército, una institución que había mostrado fuertes simpatías con el gobierno. Así relató lo sucedido entre el 16 y el 20 de septiembre de 1955 en Corrientes Melitón Aguirre, en ese momento intendente de la ciudad de Mercedes:

“El gobierno de Corrientes, junto a las Fuerzas Armadas establecidas en la ciudad Capital, estaban en permanente comunicación. Esos cuatro días de la rebelión fueron pacíficos, dado que el Ejército de Corrientes no se sumó al golpe. Como estaban en vigencia el estado de sitio y la ley marcial, no se llevaron a cabo ningún tipo de espectáculo social o deportivo, ni tampoco hubo clases en las escuelas. Pero el resto de la población trabajaba normalmente” (Aguirre, 2007, p. 85).

El 22 de septiembre, LM publicó un enorme titular que encabezaba la primera página del diario: “La caída del tirano”, y daba a conocer que la Junta Militar de Buenos Aires, formada por generales pertenecientes a las fuerzas leales al gobierno de Perón y ante la cual éste declinara sus atributos presidenciales, aceptó los términos de rendición incondicional que le fuera impuesta por el Comando Revolucionario. Además, informaba que, por orden de la Junta Provisional del Gobierno de la Nación, el general de Brigada Esteban Font se haría cargo del gobierno de la provincia.39
El 22 de septiembre, Lonardi asumió como presidente provisional de la república. Ese día, una multitud se congregó en la plaza “25 de Mayo” de la ciudad de Corrientes, frente al monumento al general San Martín, para escuchar su discurso. Un clima de fiesta fue el que se vivió ese día, según la descripción de LM:

“El espectáculo que ofrecía la plaza era en verdad indescriptible: ondear de pañuelos blancos y de banderitas argentinas, brazos en alto que parecían dar gracias a Dios por la felicidad de ser libres, gritos de alegría vivando a la libertad, gente que se abrazaba y se estrechaba la mano, en la comunión espiritual de una misma alegría y de un mismo triunfo. Y las campanas de la Merced lanzadas al vuelo, subrayaban las exclamaciones de la multitud con el tañido de sus bronces, proclamando las glorias de este día de la libertad….¡Qué diferencia con los actos a los que nos tenía acostumbrado el régimen! Aquí era el pueblo auténtico el que salía a la calle para expresar su regocijo sin que nadie lo mandara ni lo obligara, y la gente que colmaba la plaza no era llevada a la fuerza obligada por el miedo y la amenaza de los mandones. Así celebró Corrientes el triunfo de la Libertad”.40

Dos días más tarde, con motivo de celebrarse la festividad de la Virgen de la Merced, el presbítero Alarcón –quien había sido detenido luego de los acontecimientos de mayo– dio un fuerte mensaje en su homilía, en el que señalaba la alegría que representaba para el pueblo y para la Iglesia de Corrientes la caída del gobierno peronista, “que empezó formulando teorías espléndidas, concretó después cualificaciones magníficas y degeneró más tarde en un sistema asfixiante”.41

Conclusiones

Luego de las elecciones de 1951, las posiciones del gobierno y de la oposición se radicalizaron. Se intensificaron las políticas restrictivas y la persecución a dirigentes y militantes opositores, y amplios sectores se volcaron hacia prácticas conspirativas. A fines de 1954, la Iglesia católica se sumó a la oposición y otorgó a ésta mayores bríos para, finalmente, estallar en 1955 con un intento fallido de golpe de Estado en junio y su definitivo triunfo en septiembre.
Los casi diez años de predominio peronista en el país encontraron a la provincia de Corrientes en una situación particular. Fue la única en la que el peronismo no triunfó en las elecciones a gobernador de 1946 y también en la que fracasó la revolución de septiembre de 1955. La política provincial se vio profundamente conmovida durante esos años. Los dos partidos provinciales que habían sido históricamente sus principales protagonistas perdieron esa centralidad y el peronismo, que había fracasado en las elecciones de 1946, se convirtió en la principal fuerza política apenas unos años más tarde.
A partir de 1949, de todos los partidos políticos actuantes en la provincia, solo dos (PDN y UCR) tuvieron una actuación opositora activa.
Sin embargo, las formas y los espacios en los que ejercieron dicha oposición fueron diferenciados. Mientras los radicales –mayoritariamente del MIR– apelaron a la confrontación parlamentaria desde las pocas bancas que lograron conseguir a partir de las reformas institucionales realizadas por el peronismo, los autonomistas, sin representación legislativa, se volcaron más rápidamente a prácticas desleales y disruptivas. Fueron los dirigentes demócratas los primeros que se acercaron a los militares a ofrecer su apoyo para la realización de un levantamiento armado. También fueron quienes se vincularon más directamente con los sectores católicos de la provincia a partir de la ruptura de la Iglesia con el gobierno, a fines de 1954. Si bien el enfrentamiento entre la Iglesia y el peronismo no alcanzó en la provincia de Corrientes la magnitud que tuvo en otros espacios, se planteó allí una fuerte disputa por la correntinidad que los peronistas sentían representar pero que, en el marco de este conflicto, pareció perder en favor de la Iglesia. La religiosidad de la sociedad correntina era un rasgo de su identidad de largo arraigo, que el peronismo no consiguió reemplazar.
La vocación hegemónica del peronismo y la implementación de prácticas cada vez más restrictivas de control político –especialmente a partir de 1949–, favorecieron la aparición de una oposición desleal. En la provincia de Corrientes, los limitados espacios a los que quedó recluida la oposición parlamentaria dejaron fuera de la representación a amplios sectores de la política local. La persecución a los rivales creó un clima favorable para la conspiración, que, en ese contexto, fue considerada legítima por ellos.
Finalmente, el estallido del golpe el 16 de septiembre de 1955 se vivió en la provincia de un modo muy particular. Este lugar fue escenario de uno de los levantamientos militares de ese día, en el destacamento de Curuzú Cuatiá. En esa oportunidad colaboraron un significativo número de civiles radicales que venían complotando contra el gobierno. Sin embargo, el movimiento fracasó por la actitud vacilante de los jefes militares y, especialmente, por el enorme apoyo que el peronismo había construido dentro del Ejército, fundamentalmente entre los suboficiales. En la ciudad de Corrientes, los planes revolucionarios organizados por los demócratas también fracasaron. Al ser descubiertos por el gobierno, todos sus dirigentes fueron detenidos. Esta situación dejó a la luz las diferencias entre las distintas fracciones de la oposición y la falta de coordinación entre ellos, como también el escaso apoyo que consiguieron entre los sectores populares de la provincia. La semana del 16 al 22 de septiembre se vivió con enorme expectativa; el triunfo de la revolución liberó las tensiones y una importante movilización se reunió en la plaza para escuchar el discurso del nuevo presidente provisional. Con una sociedad fracturada, se iniciaba una nueva etapa de la historia argentina.

Notas

1 Una versión anterior de este artículo fue presentada en las XV Jornadas Interescuelas/Departamentos de Historia. Comodoro Rivadavia, 16 al 18 de septiembre de 2015, Departamento de Historia de la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales, Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco. Agradezco los comentarios y sugerencias realizadas en esa oportunidad por Estela Spinelli, César Tcach y Marcela Ferrari, así como los aportes y sugerencias de los evaluadores de la revista.

2 Facultad de Humanidades-Universidad Nacional del Nordeste/Instituto de Investigaciones Geohistóricas-Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas. Argentina. Correo electrónico: marimarsolis@yahoo.com.ar.

3 Los recientes estudios sobre el peronismo abarcan las más diversas temáticas y problemas que van desde los análisis de la política en un sentido amplio (el partido, las prácticas, las elecciones, los actores, las identidades, los discursos, las representaciones, entre otros), los aspectos económicos, culturales y/o sociales. Los tradicionales estudios sobre los vínculos entre el sindicalismo y el peronismo han sido revisitados y siguen siendo de interés para los historiadores desde perspectivas renovadas, lo mismo que las relaciones con la Iglesia católica y el Ejército. Algunos balances críticos de esta nueva historiografía sobre el peronismo en Raanan Rein (2009), Juan Manuel Palacio (2010), Omar Acha y Nicolás Quiroga (2012) y Gabriel Carrizo (2016).

4 En los últimos años, se ha logrado desentrañar con bastante minuciosidad el proceso que dio origen al peronismo en el interior del país. Esos trabajos, al mismo tiempo, dan cuenta de la complejidad del fenómeno y de la diversidad de los rasgos y singularidades que adquirió ese proceso en cada espacio. Algunos de estos aportes pueden leerse en las compilaciones de Darío Macor y César Tcach (2003, 2013), Gabriel Rafart y Enrique Mases (2003), Julio César Melón Pirro y Nicolás Quiroga (2006), Aixa Bona y Juan Vilaboa (2007) y Oscar Aelo (2010).

5 Entre los trabajos que abordaron la oposición al peronismo se destacan los de Marcela García Sebastiani (2005), César Tcach (2006) y Leandro Lichtmajer (2012).

6 La opción por un enfoque de análisis en escala provincial busca alejarse de las miradas que reducen los procesos regionales o locales a meros “reflejos” de lo ocurrido en las áreas centrales, pero también se ubica en una posición diferenciada de aquella “mirada de parroquia” que se asocia a un discurso reivindicatorio por parte de las historiografías provinciales (Tcach, 2014, p. 239).

7 Entre las reconstrucciones historiográficas que abordaron este tema, podemos citar los clásicos trabajos de Félix Luna (1986), Robert Potash (1994) e Isidoro Ruiz Moreno (1994) y los más recientes de Estela Spinelli (2005) y María Sáenz Quesada (2011). Para el caso de la provincia de Córdoba, resulta fundamental Tcach (2006). Existen también algunos trabajos para otros casos provinciales y locales como Agustín Nieto (2009) sobre Mar del Plata y Lucía Santos Lepera y Leandro Lichtmajer (2012) sobre Tucumán.

8 Tomamos este concepto del politólogo Juan Linz (1996), quien plantea una clasificación de los tipos de oposición en leal, semileal o desleal, según la actitud que esta toma con respecto a las reglas del juego democrático. Para este autor, se puede considerar oposición desleal a la ejercida por aquellos partidos que explícitamente rechazan al sistema político basado en la existencia de la autoridad del Estado. El indicador que permite determinar la lealtad o la deslealtad de un partido es la existencia de un compromiso público a favor de la utilización de medios legales para la obtención del poder y en contra del uso de la fuerza para ese fin. Cualquier ambigüedad en dicho compromiso puede ser vista como una evidencia de conductas semileales. Otro indicador de semilealtad es la disposición que demuestran ciertos líderes políticos por participar en negociaciones secretas con partidos desleales. Según Linz, tanto las oposiciones semileales como las desleales determinan el colapso de los regímenes democráticos.

9 Se trata de Gabriel Feris, dirigente del PDN y periodista del diario opositor LM, el historiador Ricardo Harvey, por entonces un joven militante del PDN y de la Acción Católica; Rolando Hume, importante empresario ferroviario rosarino que se sumó al levantamiento de Curuzú Cuatiá en septiembre de 1955; y Melitón Aguirre, que era intendente de la ciudad de Mercedes al momento de producirse el golpe de 1955. 10 Entrevistamos a José Miguel Campello, un militar asignado a uno de los destacamentos de Curuzú Cuatiá que fue testigo del levantamiento de septiembre de 1955; y a Ricardo Jaime Schust, vecino de la localidad de Curuzú Cuatiá, quien nos facilitó material de diferente tipo e información de relevancia.

11 Diputado Espíndola Moreira. Cámara de Diputados. Diario de Sesiones (DSCDC), 22 de julio de 1952, pp. 218-219. Archivo de la Legislatura de la Provincia de Corrientes (ALPC), Corrientes.

12 Se creó la Junta de Calificación Docente (29 de abril de 1953). LM, p. 1. Archivo General de la provincia de Corrientes (AGPC), Corrientes.

13 Asamblea Legislativa. Mensaje del gobernador Castillo. 5 de mayo de 1954. p 7. ALPC, Corrientes.

14 La abstención electoral era una práctica generalizada entre los partidos políticos de Corrientes; en distintos momentos y por las más diversas circunstancias la habían implementado todos los partidos. El peronismo también había recurrido a dicha práctica en la elección provincial de marzo de 1947, en la cual se renovaban los cargos de la Legislatura. En aquel momento, argumentaron que no estaban dadas las condiciones para su presentación, pues no le reconocían legitimidad al gobierno provincial surgido en 1946. En los comicios de 1948 y en todas las que le sucedieron posteriormente hasta 1955, fue el Partido Liberal el que adoptó la posición abstencionista que, aunque se fundamentaba en la actitud irregular y antidemocrática que ellos decían ver en el gobierno peronista, constituyó una manera de no reconocer el pasaje de muchos de sus afiliados a esta fuerza política y terminó siendo un apoyo enmascarado, pues gran parte de su electorado se volcó al peronismo.

15 Un interesante análisis de la reforma electoral nacional de 1951 en Luciano De Privitellio y Sabrina Ajmechet (2016).

16 El peronismo obtuvo 138.014 votos; la UCR 57.250; el PDN 18.866; el comunismo 298; en blanco 2444; anulados 63; impugnados 1. Terminó el escrutinio del 11 de noviembre (21 de noviembre de 1951). LM, p. 1. AGPC, Corrientes.

17 Tanto Tcach (2006, pp. 235-267) como Virginia Persello (2007, pp. 163-168) señalan que el unionismo y el sector intransigente liderado por Sabattini (MIN) fueron los que se manifestaron claramente golpistas, y serían sus dirigentes los que participaron tanto del levantamiento de 1951 como del golpe de 1955. Los intransigentes renovadores, en cambio, se mantuvieron en su determinación de participar de las elecciones y de ejercer la oposición desde los limitados espacios que el nuevo diseño institucional les había dejado libres y no integraron los comandos civiles protagonistas de la conspiración previa al golpe.

18 Los pedidos de informes estuvieron relacionados con las detenciones a dirigentes partidarios comunistas, autonomistas y radicales (1952 y 1955); las denuncias de torturas a las que fueron sometidos los detenidos luego del acto que se realizó con motivo de la visita del presidente a la ciudad de Corrientes en octubre de 1953; los descuentos de salarios que se les realizaban a los empleados de la administración pública en favor del peronismo (1952); el incumplimiento de la ley de empréstito y el retraso en la realización de obras públicas (1952); y la intromisión del gobierno nacional en diferentes asuntos correspondientes a la política provincial.

19 En la ciudad de Paso de los Libres se publicaba La Frontera (LF), un semanario que representaba los intereses del partido, aunque no constituía un órgano de publicidad oficial. Desde octubre de 1954, el gobierno de la provincia prohibió su circulación postal; y en mayo de 1955, su director, Ángel Barilati, fue detenido y el periódico dejó de publicarse. ¡Hasta pronto! (20 de mayo de 1955). LF, p. 1. AGPC, Corrientes.

20 Entre los detenidos correntinos estuvieron los hermanos Galileo y Omar Mancini en Esquina; Marcial Ezcurra y Francisco Arceluz en Monte Caseros, Lucas Rusovich, Edmundo Ojeda, Víctor Méndez Camogli, H. Huici en Goya; Salvador Di Tomaso, Gerardo Tellechea, Juan Origgi, Manuel Núñez Camelino, Nicandro Sosa y Alfredo Mango en Paso de los Libres; José Martelotte, Luis Durruty, Guillermo Raffo, M. Carballo en Santo Tomé; Ramón Gauna en San Cosme; Juan Romero en San Luis del Palmar. Ecos de la Gran Concentración Demócrata realizada ayer en la Plaza Cabral (20 de diciembre de 1953). LM, p. 3. AGPC, Corrientes.

21 Ecos de la Gran Concentración Demócrata realizada ayer en la Plaza Cabral (20 de diciembre de 1953). LM, p. 1. AGPC, Corrientes.

22 Tcach (2006, pp. 231-234) discute la idea de que la Iglesia católica haya mantenido relaciones armónicas con el gobierno hasta fines de 1954. Analizando el caso cordobés, señala la existencia de una ofensiva católica desde 1952. Algo similar podría plantearse para el caso correntino, en el que encontramos algunas posturas críticas de la Iglesia o colaboracionistas hacia sectores opositores desde principios de la década de 1950.

23 Muchos de estos panfletos fueron recopilados y publicados en Lafiandra (1955).

24 Según el censo de 1947, el 98,6% de la población de la provincia profesaba la religión católica. IV Censo General de la Nación. Población 1947. Tomo 1, p. 216.

25 Autoridades provinciales y eclesiásticas celebraron ayer una importante reunión en Casa de Gobierno (16 de noviembre de 1954). LC, p. 1. AGPC, Corrientes.

26 El clero argentino envió una extensa nota al primer magistrado formulando diversas consideraciones (24 de noviembre de 1954). LC, p. 1. AGPC, Corrientes.

27 La impartición de la enseñanza religiosa en escuelas provinciales dejase sin efecto (11 de junio de 1955). LM, p. 5; Decreto que debería dejarse sin efecto (22 de julio de 1955). LM, p. 3. Magnitud y extraordinaria y rebosante de fervor fue la procesión del día 3 (5 de mayo de 1955). LM, p. 1. AGPC, Corrientes.

28 Entre los detenidos estuvieron el presidente del PDN, los exdiputados radicales Jorge Luis Picasso y Porfirio Aquino y el sacerdote que había oficiado la misa, Pedro Alarcón. En el Senado provincial se trató las últimas detenciones (2 de junio de 1955). LM, p. 1. AGPC, Corrientes.

29 Los hombres en las rejas y las señoras en el “Buen Pastor” (1° de junio de 1955). LM, p. 4. AGPC, Corrientes.

30 El sentir de la correntinidad (15 de junio de 1955). EL, p. 3. AGPC, Corrientes.

31 Un importante documento político dio el partido peronista “Queremos oposición, no obstrucción; queremos adversarios, no enemigos” (22 de julio de 1955). LC, p. 1. AGPC, Corrientes.

32 La historia de Curuzú Cuatiá se remonta hacia 1796, cuando un grupo de estancieros erigió una capilla dedicada a Nuestra Señora del Pilar en el límite entre Corrientes y Yapeyú. En torno a ella se formó un poblado sobre cuya jurisdicción litigaron ambas ciudades. En 1810, Manuel Belgrano lo adjudicó a Corrientes y formalizó su traza urbana. El pueblo creció con lentitud, y en 1862 se constituyó como villa. En 1888, accedió al rango de ciudad, cuando su población no alcanzaba aún los 5000 habitantes. Hacia 1937, la urbe contaba con 350 manzanas en las cuales se hallaban edificadas unas 2000 viviendas. La radicación de distintas unidades del Ejército supuso la edificación de cuarteles, barrios de oficiales y suboficiales, así como un campo de aviación ubicado en el área militar. En 1916, llegó a la ciudad el Regimiento de Caballería de Línea 6; y en 1918, se instaló el Distrito Militar 28, con jurisdicción en la región sur de la provincia de Corrientes. En 1927, se inició la construcción de los cuarteles y en 1928 se constituyó el Regimiento de Caballería 9 (Maeder y Gutiérrez, 2003, pp. 60-63).

33 Una situación similar se dio en la provincia de Córdoba, en la que los comandos civiles organizados previamente tuvieron una activa participación en el derrocamiento del gobierno (Tcach, 2006, pp. 250-267).

34 Datos del Censo Nacional de Población de 1960. Dirección de Estadísticas y Censos. Gobierno de Corrientes, Corrientes, Argentina. Recuperado de http://www.deyc-corrientes.gov.ar/tema/205-censo-nacional-de-poblacion-1960.html.

35 Se formó una especie de junta revolucionaria integrada por el mayor Montiel, los capitanes Montés, Claudio Mas y Joaquín Vallejos; los tenientes primeros Ismael Tesón e Hipólito Villamayor y el teniente García del Hoyo. La Junta tenía un representante o contacto con cada regimiento (Hume, 1962, p. 30).

36 En la ciudad de Mercedes, distante a pocos kilómetros de Curuzú Cuatiá, estaba el general Astolfo Giorello, que era jefe de la Cuarta División de la Caballería de Mercedes, quien se mostraba evasivo sobre su apoyo a la revolución, entre amigos hablaba mal de Perón, pero en público lo defendía (Hume, 1962, p. 31).

37 Habían constituido una logia secreta de siete miembros, integrada por Enrique Jorge Arballo, Edmundo Benta, José R. Cáceres Monié, Mario de León, Honorio Locatelli, Rogelio Niella y Clemente Rodríguez. También fue importante la colaboración de los jóvenes René Borderes y Juan Labarthe (Hume, 1962, p. 51). Otros de los colaboradores fueron Claudio Eugenio Saloj, José Raimondi, Francisco José Ezama, Juan Abal y Casal, Arturo Miguel Salut, Carlos Santamaría, Felipe Ernesto Santamaría, Aníbal Carlos Riolfi, Juan Heraldo Sánchez, Ricardo Santamaría, Samuel Benta. Todos ellos, vecinos destacados de la ciudad, y la mayoría, de notoria filiación radical (Entrevista a Schust, 11 y 12 de septiembre de 2016).

38 Entrevista a Miguel Campello, Corrientes, 25 de noviembre de 2015.

39 La caída del tirano (22 de septiembre de 1955). LM, p. 1. AGPC, Corrientes.

40 El pueblo en la calle (24 de septiembre de 1955). LM, pp. 4 y 6. AGPC, Corrientes.

41 El discurso del padre Alarcón en la procesión de la Merced (28 de septiembre de 1955). LM, p. 1. AGPC, Corrientes.

 

Referencias bibliográficas

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Fecha de recepción de originales: 29/01/2016.
Fecha de aceptación para publicación: 28/12/2016.