DOI: http://dx.doi.org/10.19137/pys-2023-300206


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ARTÍCULOS


Gigantes a la altura de las expectativas: la construcción del otro en la Feria Universal de Saint Louis a través de la participación tehuelche

Giants meeting expectations: the construction of the “other” at the Saint Louis Universal Fair through Tehuelche participation

Geraldine Gluzman 

Instituto de las Culturas, Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas – Universidad de Buenos Aires, Argentina. e-mail: ggluzman@conicet.gov.ar

Resumen: A partir de mediados del siglo XIX, las ferias universales fueron eventos de trascendencia a escala mundial. En ellas, la antropología fue adquiriendo un papel destacado, conllevando un fin científico y educativo. Sin embargo, sirvió de argumento justificatorio de políticas expansionistas y racistas. Un grupo tehuelche fue convocado a la exposición de Saint Louis (Estados Unidos) en 1904. Se analizarán cómo fueron descritos por diversas fuentes y cómo fueron transformados en objetos estereotipados de consumo masivo, cuestionándose el carácter educativo y científico del departamento.

Palabras clave: exposiciones universales; antropología; estereotipos; largo siglo XIX

Abstract: From the mid-nineteenth century onwards, universal fairs became globally significant events. Anthropology gradually gained prominence there, serving scientific and educational purposes. However, it also served as a justification for expansionist and racist policies. A Tehuelche group was invited to the Saint Louis Exhibition (United States) in 1904. This study will analyze how they were described by various sources and how they were transformed into stereotyped objects of mass consumption, which calls into question the educational and scientific character of the department.

Keywords: universal exhibitions; anthropology; stereotypes; long nineteenth century

Recibido: 23/05/2023 | Aceptado: 07/08/2023


Las exposiciones universales

Desde mediados del siglo XIX, las ferias universales fueron eventos de gran trascendencia político-social dentro de un concierto mundial caracterizado por el avance industrial. Las mismas se inauguraron con la Gran Exposición de los Trabajos de la Industria de todas las Naciones (1851) en Londres; en ella participaron 25 naciones y 15 colonias británicas, haciendo del acontecimiento uno de dimensiones internacionales que lo alejaban de las ferias nacionales europeas de finales del siglo XVIII, definidas por la presentación de maquinarias novedosas y productos para estimular el desarrollo económico (Swift, 2006). Guiadas bajo el espíritu de la utopía del progreso, mostraban avances en tecnología, manufactura y ciencia. Llevadas a cabo en diversas ciudades, fueron escenarios ideales para la construcción de la modernidad, la teatralización del pasado y las proyecciones futuras de las naciones. Una importante característica de estas exposiciones fue la financiación gubernamental como subvenciones directas o fondos complementarios para ayudar a las empresas expositoras (Parezo y Fowler, 2007). Fueron espacios propicios para afianzar relaciones de poder asimétricas entre países, que buscaban posicionarse mejor en el contexto mundial[1]. Detrás de las ferias subyacía la idea de una superioridad blanca, rectora moral del avance del progreso tecnológico y social a nivel global. Contraparte de la supuesta supremacía occidental era la incorporación de “otros” (entre otros, Benedict, 1983; Parezo y Fowler, 2007; Blanchard et al., 2008), máxima prueba científica del evolucionismo social.

El objetivo general de este trabajo es analizar el papel de la antropología en las ferias universales tomando como referencia la participación tehuelche como grupo en exhibición en la Exposición Universal de Saint Louis (Missouri, Estados Unidos) de 1904. Por tal motivo se presenta brevemente cómo fue aumentando la incidencia de la antropología en las ferias universales desde mediados del siglo XIX para posteriormente enfocarse en el caso de la feria de Saint Luis, la cual permite ahondar el interjuego entre concepciones evolucionistas, antropología, prensa y diversiones populares como parte de un esquema ideológico que contribuía a consolidar un tipo particular de ordenamiento político mundial basado en el imperialismo colonial. En otro artículo hemos abordado cómo la feria de Saint Louis ofreció un marco evolucionista completo: arquitectura, gráfica y organización espacial eran acordes a una perspectiva donde Occidente se definía en su superioridad y legitimaba la dominación de territorios colonizados; también se procuró reconocer las identidades de quienes conformaron el grupo tehuelche, su lugar de partida y regreso a la Patagonia (Gluzman, 2023). En éste, se enfocará en la caracterización organizacional del Departamento de Antropología y en cómo fueron descritos los participantes tehuelches por la prensa, dentro del departamento y otras dependencias departamentales con el fin de destacar la articulación entre políticas imperialistas, antropología y fortalecimiento de estereotipos racistas. También se propone recuperar la agencia del grupo, reconocida a través de los mismos discursos que los negaron en su particularidad. Para llevar a cabo esta investigación se empleó una serie de fuentes documentales relativas al desarrollo de la feria. Se consultaron documentos oficiales, publicados por la Louisiana Purchase Exposition Company que financió el proyecto (catálogos, guías de recorrido, avisos publicitarios, reportes posteriores), y no oficiales. Además, se recurrió a la prensa, en particular estadounidense y dentro de esta, fundamentalmente de la ciudad de Saint Louis.

Los “otros” en las ferias universales

El éxito y consolidación de las ferias durante el largo siglo XIX implicó un aumento del tamaño espacial y ofertas departamentales de las sucesivas ferias, haciendo de la diversidad un marco distintivo de cada una, aunque aunadas bajo una constelación mayor de ideas sobre jerarquías de raza, nacionalidad y progreso (Rydell, 1984). Las ferias se proponían educar y entretener a la audiencia visitante. La presencia de otros respondía a varios factores interconectados. Su exposición ofrecía entretenimiento y educación, contribuía a proyectar nociones occidentales sobre los otros, facilitaba conseguir fondos gubernamentales y lograba el apoyo de la clase media a los planes colonialistas al popularizar -y dogmatizar- ideas propias del darwinismo social (Rydell, 1984).

En tanto las ferias buscaron resumir, categorizar y evaluar la totalidad de la experiencia humana (Swift, 2006), el papel de la antropología, ciencia ligada a la diversidad del hombre y sus manifestaciones materiales, biológicas y mentales, fue en aumento y se amoldó a ideas basales acordes a las propuestas nacionales. Las ferias reencauzaban un fenómeno que no era nuevo en Europa ya que exhibiciones de pueblos exóticos no occidentales por comerciantes itinerantes se remontan al menos al siglo XVI y eran comunes en la segunda mitad del siglo XIX (Swift, 2006). Estas ferias buscaban que el mundo “civilizado” pudiera conocer el mundo “no civilizado” (Parezo y Fowler, 2007). En combinación con los objetos etnográficos que las personas portaban, formaban parte de un universo de curiosidades y rarezas que asombraban y entretenían. A través de explicaciones evolutivas de la diversidad humana fundadas en argumentos racistas, antropología y entretenimiento servían a la propaganda imperial. Por ello, al aumento de la presencia de grupos no europeos se dio un creciente apoyo científico de la antropología (Greenhalgh, 1988). De la mano de un programa educativo había también intenciones políticas que explican el rol central de la antropología desde los inicios de las ferias (Rydell, 1984).

El papel de la antropología en las exposiciones iniciales estaba destinado a mostrar particularidades de las naciones europeas a través de exhibir sus historias enraizadas en el tiempo, lo que implicó la presentación de objetos arqueológicos y de tradiciones folklóricas vigentes (Benedict, 1983) de modo de fortalecer el sentimiento nacional. En pleno proceso industrial, el sistema de las Tres Edades (Piedra, Bronce y Hierro) desarrollado por el dinamarqués Christian Jurgensen Thomsen en 1819 proveyó un marco general de entendimiento de la prehistoria europea y por extensión permitió reconocer su supuesta superioridad tecnológica basada en parámetros científicos. Procedentes de distintos países, miniaturas o muñecos a escala real de minorías étnicas o campesinos vestidos con los trajes típicos invitaban a reconocer las características nacionales y locales (Storm, 2016). Esta modalidad se hace presente ya en la feria de 1851 (Corbey, 1993) pero se torna más pronunciada en las exhibiciones posteriores, interesadas en presentaciones más atractivas.

El quehacer antropológico jugó asimismo un importante rol en la exposición de sociedades no europeas. Desde 1851 grupos etnográficos participaron en las ferias universales. En Londres asistieron representantes de la mayoría de las naciones del imperio británico y dos indios de Iowa fueron trasladados desde Estados Unidos. Si bien en ocasiones se emplearon vitrinas con utensilios, armas y herramientas junto a figuras de cera y papel maché para ilustrar los trajes y costumbres de “otros”, fue a partir de la feria de París de 1867 cuando varias exhibiciones del norte de África se presentaron como vivos (Greenhalgh, 1988). Se destacaba un bazar egipcio con artesanos, un establo de camellos, una auténtica peluquería tunecina; cafés orientales contaron con camareros y chefs importados. Desde entonces pabellones especiales fueron construidos y aumentó el componente exótico. La exposición universal del Centenario de Estados Unidos en Filadelfia (1876) contó con la instalación de artesanos chinos, árabes y japoneses y un bazar y café oriental (Greenhalgh, 1988). Los antropólogos fueron esenciales para la legitimación de los espectáculos étnicos hacia finales del siglo XIX, quienes se vieron influenciados por negocios lucrativos camuflados en ciencia antropológica, como el Jardin d'Acclimatation de París (Sánchez-Gómez, 2013). Esta repercusión se reflejó en la exposición universal de París de 1878 donde gente no europea fue incluida como parte de los entretenimientos de los pabellones coloniales (Blanchard et al., 2008). Sobresalieron además un bazar argelino, una calle de El Cairo y un conjunto de tiendas de arquitectura egipcia atendidas por población de África del Norte. Esta propuesta parisina reflejaba ambiciones colonialistas sobre territorios en el norte de África (Swift, 2006). También las ferias británicas agregaron casas de té de sus colonias en Ceilán e India con camareros asiáticos (Greenhalgh, 1988).

Fue en la Exposición Colonial Internacional de Ámsterdam de 1883, que empezaron a aparecer los primeros pueblos en las exhibiciones oficiales imperiales (Blanchard et al., 2008) cuando el gobierno holandés financió el modelo de aldeas habitadas por "nativos" de sus colonias en el Caribe y el sudeste asiático (Swift, 2006; Sánchez-Gómez, 2013). La exposición universal de París de 1889 llevó este patrón a una nueva escala, no solo por las dimensiones de la feria, la mayor hasta entonces, sino por el surgimiento de la antropología como disciplina entre 1878 y 1889. Con una perspectiva de conocimiento ecuménico, grupos de varias colonias francesas (entre otros, senegaleses, congoleses, javaneses), en lo posible formando familias, fueron instalados al pie de la recién terminada torre Eiffel (Greenhalgh, 1988), primera aparición de este tipo de exhibiciones en Francia (Blanchard et al., 2008). A diferencia de las ferias previas, los pueblos coloniales no eran llevados para servir como exóticos vendedores, camareros y sirvientes, sino simplemente para ser mirados (Greenhalgh 1988). Además, las ferias universales fueron espacios destacados para la producción de conocimiento antropológico ya que ofrecían oportunidades para el “trabajo de campo” y realizar mediciones antropométricas (entre otros, Rydell, 1984; Parezo y Fowler, 2007; Blanchard et al., 2008) sobre poblaciones que de otro modo se encontraban distantes. Estas ferias también fueron lugares de discusión acerca de las razas humanas, como el Congreso Internacional de Antropología y Arqueología prehistórica de 1889 o el Congreso de Antropología de la Feria Universal de Chicago (1893) uniendo antropología, evolucionismo e imperialismo en un evento mundialmente significativo.

En Estados Unidos, si bien en Filadelfia el Congreso Nacional rechazó la financiación solicitada por la Oficina de Asuntos Indígenas para llevar grupos etnográficos (Rydell, 1984) debiendo usarse maniquíes, con la exposición universal de 1893 celebrada en Chicago con motivo de los festejos del IV centenario de la llegada de Colón a América, las aldeas etnográficas aparecieron en el país y se localizaron en un sector de entretenimiento por separado, el Midway Plaisance. El mismo, a modo de bulevar de ingreso al predio y de más de un kilómetro y medio de largo, incluía una amplia variedad temática desde reproducciones de pueblos y ciudades europeas, asiáticas y africanas, además de otras atracciones que nucleaban a cientos de indios de Estados Unidos (como el show de Búfalo Bill), una rueda de la fortuna y cafés y restaurantes (Rydell, 1984; Storm, 2016).

Para aquellas naciones que poseían dominios territoriales bajo la forma de colonias, las exhibiciones permitían mostrar la diversidad humana bajo su poder político y cómo estas poblaciones eran “civilizadas” mediante escuelas y otros programas de entrenamiento (Benedict, 1983). La política imperial fue facilitada por la antropología que propagó imágenes coloniales y mistificaciones entre la población metropolitana (Sánchez-Gómez, 2013). Mediante el énfasis en el progreso de la humanidad a lo largo del tiempo, se acentuaba el desarrollo europeo en la complejidad de instrumentos y técnicas de producción. Arqueología y antropología estaban al servicio de explicar la diversidad humana contemporánea como eslabones de progreso que llevaban hacia las formas más perfectas, siendo la blanca la culminación de un proceso natural. Danzas, música en vivo y degustaciones acompañaban estas ferias. En su conjunto, estas recreaciones fueron acordes a las ideas de progreso, y la hegemonía blanca era entendida como el devenir natural y deseable para el resto de los hombres (Corbey, 1993). Muchos de estos emprendimientos eran comerciales, aunque la antropología participó buscando que fueran lo más "auténticos" posibles (Rydell, 1984; Storm, 2016) conduciendo el trasladado de la disciplina al mundo de la venta ambulante y el entretenimiento, patrón observado también en la feria de Saint Louis (Parezo y Fowler, 2007). Exposiciones oficiales y emprendimientos comerciales manejaron la misma concepción: los primitivos sólo podían ser elevados a la civilización por hombres blancos ilustrados (Parezo y Fowler, 2007).

Distantes de la marginalidad y discriminación de sus propias sociedades, las ferias eran lugares de refuerzo de las capacidades internas del grupo dominante y de las potencialidades (o extinción inevitable) de otros grupos humanos. En poco más de 50 años el componente exótico de las ferias, destinado a atraer más visitantes se fue consolidando como una herramienta de poder reforzada por la ciencia. Las aldeas etnográficas atrajeron a miles de personas; tal éxito no hubiera sido posible simplemente montando una exhibición de documentos históricos, fotografías o etnografía (Sánchez-Gómez, 2013).

La Feria de Saint Louis, la “universidad del Futuro”

La Exposición Universal de Saint Louis fue organizada por la Louisiana Purchase Exposition Company, bajo el auspicio del gobierno estadounidense, entre el 30 de abril y el 1 de diciembre de 1904 con motivo del Centenario del Tratado de la Compra de Luisiana a Francia. La Feria de Saint Louis fue la de mayor extensión en superficie hasta ese entonces y asistieron casi 20 millones de visitantes (Rydell, 1984). Dentro de sus objetivos se destacan demostrar la superioridad de la democracia, el capitalismo y la cultura estadounidenses de clase media; apoyar las políticas expansionistas del país anfitrión, especialmente la reciente adquisición de Puerto Rico y Filipinas, dar forma al futuro utilizando la educación como herramienta de cambio y aclamar la inevitabilidad de la Marcha del Progreso de la "raza blanca" liderada por Estados Unidos (Parezo y Fowler, 2007). A través de diversas propuestas, la feria ofrecía reconocer los principales avances tecnológicos, estilos de vida arcaicos y las ventajas de los procesos de colonización, elementos que se entendían articulados y que la feria, como “Universidad del Futuro” (Rydell, 1984), permitía respirar en cada rincón. En sintonía con esta expresión, Theodore Roosevelt Jr., hijo del entonces presidente del país norteamericano afirmaba: “Aprendí más y vi más mientras estaba en la Feria de lo que pude en un año de viaje” y la prensa argumentaba que

La Feria ofrece la oportunidad de obtener una visión del mundo que el más diligente trotamundos no puede disfrutar. Traídos a sus puertas se encuentran los mejores resultados del pensamiento humano y una exhaustiva exposición de las condiciones humanas desde los pigmeos mitad simios de África hasta las brillantes civilizaciones de Europa, América y Asia.[2]

Dentro de las exhibiciones ofrecidas, a modo de extrañeza humana, se encontraba un grupo de tehuelches. En efecto, formaban parte de la multiplicidad de exposiciones antropológicas de la feria, en pabellones extranjeros, montajes del gobierno anfitrión (como la Reserva Filipina y la Escuela India) y el Departamento de Antropología. Por fuera de las ofertas de la feria el Pike, equivalente al Midway de Chicago, tuvo su cuota de exhibiciones de grupos vivos, destacándose además espectáculos de animales, diversiones mecánicas y simulacros de batallas (Everett 1904). Si bien se componía de emprendimientos comerciales debiéndose pagar una entrada por separado para cada propuesta, en ocasiones, los “salvajes” de ambos mundos participaban de los mismos eventos y eran objeto de estudio por los antropólogos (Parezo y Fowler, 2007).

Marcha de salvajes en la feria de Saint Louis

William McGee, antropólogo a cargo de la Oficina de Etnología Americana y presidente de la Asociación Americana de Antropología, fue jefe del Departamento de Antropología, y creó las exhibiciones de antropología más extensas de cualquier feria mundial (Rydell, 1984). De acuerdo a McGee su objetivo era “representar el progreso humano desde la oscuridad original hasta la más alta iluminación, desde el salvajismo hasta la organización cívica, desde el egoísmo hasta el altruismo” y “el método será utilizar a los pueblos vivos en sus actividades habituales como grandes lecciones; si en algunos casos fallasen, utilizaremos productos humanos para ilustrar el progreso humano”[3]. La presencia de “otros” en forma de "exposiciones vivientes" o elementos materiales etnográficos y arqueológicos en un museo fue uno de los atractivos del Departamento de Antropología, con énfasis en la exhibición etnológica que “incluye representantes de 23 tribus indias, una familia de nueve Ainus, los aborígenes de Japón, siete gigantes patagónicos y muchas otras personas extrañas”[4]. El Departamento “tiene el interés de la extrañeza, porque es una exhibición de razas de hombres cuyas vidas y cuyos oficios no tienen contrapartida en nuestras vidas y oficios” (McGee, 1904a, p. 5185). McGee agregaba que “uno puede aprender en la exhibición cubierta cómo nuestros propios antepasados vivieron, y luego ver, afuera, personas que no han sido tocadas por la marcha del progreso aun viviendo de una manera crudamente similar” (McGee, 1904a, p. 5186). Detrás de sus palabras subyacen ideas del evolucionismo de Lewis Morgan, Herbert Spencer y John Powell (Rydell, 1984) y de este último también la importancia de la antropología para la educación y relocalización de los grupos nativos norteamericanos en reservaciones (Stocking, 1985). McGee había elaborado una clasificación dual de las poblaciones humanas que combinaba tipos raciales y grados culturales: “el vigor de los pueblos se mide por la complejidad de la sangre no menos que por la extensión del conocimiento o la cultura” (McGee, 1904b, p. 4).

Una exposición al aire libre de 16 hectáreas con 75 diferentes grupos dispuestos en proximidad a un lago artificial reflejaba su propuesta. Cada grupo construyó viviendas "tradicionales" en aldeas particulares, empleando materiales enviados desde sus lugares de origen en pos de generar un paisaje cultural lo más auténtico. La disposición espacial de los grupos se ubicaba de acuerdo a supuestos grados de civilización y culminaba con la escuela india gubernamental, un proyecto “diseñado para mostrar al público el progreso hecho por el indio [de los Estados Unidos] a través de la educación … y también exponer algunos de los métodos de instrucción usados” (McGee, 1904c, p. 19). Frente a esto, “esta exhibición cuenta dos historias vivas. Presenta la narrativa racial de pueblos extraños que hacen tiempo mientras el mundo avanza, y de salvajes convertidos, por métodos estadounidenses, en trabajadores civilizados” (McGee, 1904a, p. 5185). Esta frase condensa la fase de expansión imperialista que el gobierno norteamericano experimentaba por entonces y validaba su papel de educador de los grupos supuestamente menos favorecidos por ley natural. La escuela india era un proyecto de aculturación progresiva que suprimía las armas de la conquista y que, bajo el auspicio del gobierno estadounidense, promovía el bienestar común e incluso fue donde “el otrora sanguinario guerrero Gerónimo [presente en la feria] completó su propia transformación mental de salvaje a ciudadano y por primera vez buscó asumir tanto los derechos como las responsabilidades del estadio superior” (Francis, 1913, p. 529). Es decir, estas medidas educativas conllevaban cambios políticos importantes “de la existencia tribal torpe y egocéntrica a la vida activa, constrictiva y amplia de la humanidad moderna” (Francis, 1913, p. 529).

Políticamente definida, la organización de las aldeas no se disponía por áreas geográficas o culturales, sino que se acomodaba de acuerdo a una escala seudocientífica de grado de progreso evolutivo, siendo la escuela india el jalón que articulaba salvajismo, barbarie y modernidad. El recorrido de la visita sugería conocer primero a los grupos más “primitivos”, ubicados en la base de una colina: allí estaban los campamentos de los ainus y tehuelches, los cocopas, los kwakiutls junto a los mbutis. Ascendiendo por la colina se ubicaban ejemplos de razas menos primitivas, según el modelo evolutivo biocultural de McGee, todas ellas indios que habitaban Estados Unidos. La cima era ocupada por la escuela indígena donde residía el grupo social más avanzado del departamento, los jóvenes nativos americanos (McGee, 1904b, p. 4). A través de la travesía, los visitantes didácticamente comprendían el orden de progresión desde los especímenes más bajos de la especie humana hasta la inteligencia más alta, así como los fundamentos del darwinismo social, la superioridad biológica euroamericana y las bondades de la cultura estadounidense blanca[5], tal como queda representado en el frontispicio del quinto tomo de James Buel (1904), historiador de la feria (Figura 1). Allí se observa el lugar predominante del hombre blanco y su papel iluminador en el desarrollo de otros tipos humanos.

Figura 1. Tipos y desarrollo del hombre

Una foto de un grupo de personas posando para una foto

Descripción generada automáticamente

Fuente: Buel J., 1904, frontispicio.

Mientras que las aldeas eran lugares donde vivencialmente se podían ver a los individuos en su "hábitat cultural", también se organizaron desfiles, ceremonias, danzas y rituales. Además, existía un laboratorio antropométrico y psicométrico ubicado en el edificio de Antropología, cuyo antecedente había estado presente en Chicago en 1893. El mismo permitía establecer comparaciones entre los grupos de las aldeas y miembros del Pike en longitud y anchura de la cabeza, dimensiones de la estructura, desarrollo muscular, percepciones del tacto, oído, olfato, gusto, vista, velocidad y precisión de las reacciones mentales, entre otros aspectos (McGee, 1905). A cargo de Robert Woodworth y con la asistencia de Frank Bruner, este laboratorio constituyó una de las grandes atracciones y los visitantes eran invitados a participar de las mediaciones en forma diaria en el programa de actividades de la feria[6]. Orgullosamente se comentaba que a través del Departamento de Antropología se “reunió, sistematizó, tabuló y exhibió, todos los pueblos, productos, descubrimientos e invenciones” (Hogg, 1904, p. 14), jamás logrado en una feria universal. McGee, no obstante, no estaba tan conforme con los resultados ya que los grupos no eran lo suficientemente numerosos para lograr comparaciones generales ni los individuos elegidos para la exhibición representaban el tipo promedio de su grupo y podrían no considerarse una selección aleatoria y confiable (McGee, 1905). La interpretación de muchos de estos tests mostraba un sesgo hacia las supuestas habilidades de los blancos, que eran el estándar del 100% de la capacidad evaluada y punto de comparación con otros grupos, que incluso a veces superaban dicha capacidad. Si bien Bruner (1908), años más tarde publicó sus experimentos aseverando que existían diferencias raciales y los blancos poseían un mayor sentido del oído, Woodworth (1910) cuestionó la empresa ya que todos los grupos tenían las mismas capacidades mentales y sensoriales.

Tehuelches en tierras norteamericanas

Los tehuelches eran una de las grandes atracciones que ofrecía la feria. La exposición Panamericana de Búfalo (1901) había buscado incorporar en su sección de antropología la diversidad humana de los grupos nativos del continente, desde los esquimales del extremo norte hasta los indios de la Patagonia, reuniendo doce conjuntos de figuras de tamaño real. La organización se lamentaba que se tratasen de muñecos

Es bien sabido que, para propósitos de exposición, el ensamblaje de grupos familiares - o unidades más grandes - de los pueblos vivos sería muy superior a las exhibiciones de maniquíes. La familia real, vestida con sus propios trajes, empeñadas en sus propias ocupaciones y rodeada de sus pertenencias reales, constituiría la mejor ilustración posible de un pueblo (True et al., 1903, p. 201).

Cada grupo estaba representado por dos dioramas que escenificaban al grupo familiar y sus viviendas, al tiempo que reflejaban la organización del trabajo y se hacía énfasis en las vestimentas, adornos personales y tecnología. En lo que hace a la reconstrucción tehuelche, en una de las maquetas se representaba a una familia levantando el campamento: un hombre, vestido con una túnica de piel de zorrillo y boleadoras en la mano, está listo para montar su caballo, mientras que una mujer ya ha montado y un niño la ayuda a completar su atuendo; una segunda mujer está enrollando las túnicas de piel de la casa, mientras que una niña encierra al avestruz mascota y el bebé duerme en su nueva cuna (Figura 2a). La otra escena es un tríptico en torno a la vivienda: un toldo en proceso de construcción, ya terminado y un refugio temporal. Hombres y mujeres participan de diversas actividades: preparar comida y vestidos y armado de la tienda (Figura 2b). Estas imágenes resaltan una organización social armónica basada en la familia, el caballo como parte esencial de la vida tehuelche y traslucen una cotidianeidad aséptica, elementos ausentes en Saint Louis. Los cuerpos se encuentran semidesnudos, lo que le otorga una vigorosidad particular al grupo, posiblemente vinculada a la idea de fuerza muscular tehuelche.

Figura 2. Dioramas de grupo tehuelche en la exposición Panamericana de Búfalo (1901)

Fuente: True et al. (1903), Figura 2a (lámina 34) y Figura 2b (lámina 46).

En 1904 se festejaba el éxito de haber logrado traer a los afamados tehuelches por primera vez a una exposición universal (entre otros Everett, 1904). Los tehuelches fueron publicados como los “gigantes patagones”, dentro de un contexto donde lo que llamaba la atención era lo exótico y diverso. Aprovechándose del mito surgido a partir de las primeras expediciones del área de la Patagonia —pero derribado por entonces— se invitaba a ver estos gigantes como curiosidades que valía la pena visitar dentro del predio ferial (Gluzman, 2023). Bajo el auspicio del Departamento de Antropología, los tehuelches, que gozaban del estatus de ciudadanos argentinos y fueron traídos en forma legal, llevaron consigo los elementos materiales requeridos para construir sus casas y útiles cotidianos (McGee, 1905). El grupo habría aceptado la propuesta del viaje y estadía en la feria con la garantía de retener las ganancias sobre las ventas de objetos elaborados por ellos, como las mantas de cuero de guanaco, así como por una serie de requisitos, algunos de los cuales no se habrían cumplido.

Los tehuelches en la prensa estadounidense

La prensa, fundamentalmente la de la cuidad de Saint Louis, informaba en forma diaria los principales eventos de la feria. Uno de los que mayor atracción atrajo, incluso durante los preparativos de la feria, fue el arribo de los grupos étnicos. El Departamento de Antropología a través de la Oficina de Prensa y Publicidad también empleó los diarios para promocionar sus objetivos y actividades por lo que las notas periodísticas combinaban información propia con la etnográfica suministrada desde la organización.

Respecto al grupo tehuelche, ya en 1903 la prensa notificaba acerca de su aceptación a participar en la feria, destacando aspectos que se consideraban esenciales para la comparación de los grupos: llevarían sus pertenencias materiales y conformarían una familia extensa, con un rey o jefe tribal. Si bien abundaban las fotografías de los tehuelches, sobre todo dada la popularidad alcanzada tras la expedición de John Hatcher (1903) entre 1896 y 1899 a la Patagonia y su encuentro con las poblaciones nativas, a veces se emplearon las caricaturas gráficas, parodias acerca de su gigantismo y las dificultades que tendrían para realizar una vida normal en la feria por no existir instalaciones adecuadas[7]. Es que, tehuelches y pigmeos venían a cubrir un papel destacado dentro del concierto de los fenómenos humanos, mostrando los extremos de las alturas humanas (McGee, 1904a). Los tehuelches, indios hercúleos[8] nunca antes vistos en una feria internacional, eran los hombres más altos del mundo. El arribo de un rey tehuelche era también un recurso de broma: se esperaba que la vestimenta de Su Majestad Patagónica, aunque proviniera de un país frío, fuera una sonrisa brillante y un anillo en la nariz[9]. Días previos a la apertura de la feria un diario local promocionaba a los tres grupos con menor grado de desarrollo humano; pigmeos, ainus y tehuelches, cuya visita proporcionaría la base para entender la razón de por qué el hombre anglosajón ha evolucionado mientras otros grupos se han detenido o retrocedido en algunos miles de años, información dada por el Departamento de Antropología previamente[10].

El grupo viajero volvió a ser noticia al arribar desde Liverpool en el barco a vapor Celtic al puerto de la ciudad de Nueva York. El conjunto se componía de Guechico (reconocido como el cacique principal), de 71 años; Lorenza (su esposa), de 45 años; Giga (hija de Lorenza), de 8 años; Sinchel, entendido como sub-cacique, de 45 años, Colojo, Casimiro y Bonifacio, de 30 años, 28 años y 25 años respectivamente[11]. Se enfatizaron aspectos que confrontaban con las buenas costumbres de la sociedad occidental. Si bien se reconocía su gran altura, de incluso dos metros, la información es imprecisa y buscaba ridiculizar al grupo. Se adjudicaba el título de rey al cacique, se destacaba la vestimenta en base a cuero de guanaco[12], los nombres estaban mal escritos (muchas veces se aludía a que son sonidos guturales), se mencionaba un número equivocado de personas, con un total que varía de acuerdo a cada fuente[13]. Se enfatizaba que al llegar al puerto rechazaron bañarse, pero fueron obligados. Se dijo que el cacique expresó que no era posible tomar toda el agua del baño y que ellos lo hacían solo desde botellas cuadradas, en alusión al whisky.[14] Este episodio le valió la fama de sucios y de afines a la bebida en exceso, elementos que permanecerán en la prensa a lo largo de todos los meses de desarrollo ferial. La banda a modo de vincha en la cabeza y que sostenía su pelo, se aseguraba, eran servilletas robadas del Celtic[15]. Se mencionaba, además, la dificultad para convencerlos del viaje y que fue condición llevar también a un pequeño perro de color claro[16] para que lo emprendieran[17] resaltando los costos de traslado, aduana y alimentos. Al animal, se le asignó un vínculo especial con el cacique, ya que el perro habría dado aviso del rapto de su hija[18]. También se lo asoció a un capricho de Lorenza que, de no cumplirse, ponía en jaque la asistencia de su esposo, el cacique[19].

La nota de tapa de un diario local resume cómo fueron reportadas las horas inmediatas a su llegada al predio ferial[20]. Con una foto grupal de la reconocida fotógrafa canadiense Jessie Tarbox Beals (1904) (Figura 3), reproducida incluso en el matutino porteño La Nación[21], se informaba que los “largamente esperados” “patagones gigantes” realizaron un viaje de más de 16000 km. Se destacaba también que no eran los grandes hombres que la gente suponía, aunque eran de huesos grandes y fuertes como un buey, de más de 1.80 metros de alto. La nota aseguraba que, de acuerdo a McGee, los tehuelches arribados estaban a la altura de las expectativas. La nota también enumeraba rasgos que definirían luego cómo los visitantes los verían: Lorenza fumando su tabaco en pipa y con su botella de whisky, características asociadas a los adultos (incluso blancos) pero, al parecer, altamente reprochables para una mujer, aunque fuera salvaje. Se los describió como holgazanes, taciturnos, contemplativos y de expresión solemne. Se subrayó un incidente con un fotógrafo “demasiado entusiasta” que sacaba una foto contra la voluntad del jefe, quien, cansado de la recurrencia de la situación, puso su pie sobre la cámara y que sólo por intermedio del intérprete[22], quien lo persuadió a calmarse, no hubo mayores disturbios. Sujetos a la tortura de las fotografías, explicaba el diario, el whisky propendía las peleas. En menor medida se comentaba de donde provenían, su estilo de vida y sus conocimientos en el entrenamiento de caballos salvajes. También se agregaba que los tehuelches habían aceptado ir a la feria bajo condición de tener caballos, en particular blancos, para montar dentro del predio de la feria con el objetivo de mostrar su destreza como jinetes, promesa que no fue cumplida. Los diarios también se volvieron hacia la descripción de supuestas características de la organización social: el poco respeto a la mujer, visto en que los hombres tomaban yerba mate primero y, ya satisfechos, lo hacía Lorenza[23]; y la holgazanería del jefe quien no habría participado en el armado del toldo[24]. Lorenza, “enemiga jurada del Kodak”[25], sin embargo, supo defender al grupo de las cámaras fotográficas, tal como queda atestiguado en otro incidente con un fotógrafo que debió huir del lugar[26]. En estos dichos se condensaban dos concepciones opuestas: papel de la mujer como autoridad contra el sometimiento de las mujeres. Se resaltaba que era un pueblo poco afectivo con los niños, supersticioso, al creer que espíritus malignos habitaban en los cuerpos de las ancianas[27] y fatalista[28].

Figura 3. Grupo tehuelche (primera plana). De izquierda a derecha: Casimiro, Colojo, Lorenza (con perro en brazos), Giga, Bonifacio, Guechico y Sinchel

Fuente: Tarbox Beals (1904)

Un tópico que interesó sobremanera a la prensa fue registrar los encuentros entre los grupos nucleados en torno al lago. Estos temas no condujeron a conocer mejor a los tehuelches; por el contrario, fortalecieron ideas ancladas en prejuicios que contribuían a legitimar la ideología dominante.

Los tehuelches entre los otros “otros”

Por su proximidad espacial y temprano arribo de ambos grupos al predio ferial, uno de los encuentros más comentados fue con los ainus. Se menciona una conversación temprana de media hora entre Lorenza y una mujer Ainu no identificada acerca de varios temas relacionados con la vestimenta[29]. Lorenza había mostrado gran interés en la tarea de confección de un vestido por una de las mujeres del grupo y del modo de colocárselo en el cuerpo. La conversación, detalla el matutino, requirió de los dos respectivos intérpretes y de un tercero en inglés para responder en detalle. La nota concluye que la vestimenta era la debilidad eterna de la mujer, incluso de la primitiva. Poco después Lorenza habría llevado comida casera de regalo a los Ainu quienes, posteriormente, respondieron con la misma cordialidad[30]. El estrechar las manos, las sonrisas y aplausos son remitidos como signos de amistad. Otra conclusión arribada es que mientras que las mujeres ainus tenían un buen conocimiento en el arte de la costura y usan bellas prendas bien tejidas y coloridas, la mujer patagona usa pieles torpemente unidas y en bruto[31].

A días de su llegada, otra nota hace alusión a que los tehuelches quisieron dormir en catres, como sus vecinos inmediatos y que habían elevado una solicitud a McGee. El redactor, en tono jocoso, se reía pensando que en caso de ver el baño de los Ainu también podían querer bañarse[32]. No fue la única vez que se comparará la higiene personal entre ambos grupos[33], los primeros caracterizados por su limpieza mientras que los tehuelches fueron descritos como los primitivos más sucios del planeta[34]. Tarbox Beals también retrató un instante de estos encuentros en el cual Santukno Hiramura miraba con detenimiento al pequeño perro, que siempre estaba en el regazo de Lorenza y fijaba la vista en la lejanía. Una nota periodística que incorpora la foto observa cómo, teniendo lenguajes tan diferentes, estas mujeres primitivas lograron un trato cordial debido a su condición femenina[35], al punto tal de ser lo suficientemente amables como para pedir prestados utensilios domésticos[36]. Si bien se resaltaban sus diferencias, ambos grupos eran clasificados dentro de la misma categoría, “la gente más salvaje y primitiva de la feria”, al permanecer indiferentes en sus viviendas durante la multitudinaria ceremonia de inauguración ferial[37].

Con la llegada de otros grupos al Departamento de Antropología, y la comparación con los mismos estadounidenses, la cuestión de la estatura comienza a ponerse en duda y a desvanecerse el mito acerca de la gigantez de los patagones[38], creencia que parecía haber sido impuesta por los mismos tehuelches, en vez de por los organizadores del departamento: a partir de ese entonces perderían el orgullo de la talla. En este contexto, otro de los encuentros reportados es aquel entre los tehuelches con dos hermanos visayanos, que padecían enanismo y formaban parte del grupo de los filipinos. Según la noticia, Juan de la Cruz realizó una visita temprana a los gigantes patagónicos, interesado en conocerlos, y los gigantes regresaron la visita donde conocieron a Mirtina, su hermana. Una foto muestra a Casimiro y Bonifacio con Juan de la Cruz, en el medio de ellos, luego de haber corrido despavoridos ante el recién llegado[39]. Según el mismo diario Juan de la Cruz y Casimiro se habrían hecho posteriormente amigos y entablaban conversación a través del español, idioma que ambos conocían[40]. De acuerdo a la prensa, la amistad se generaba también por intereses en común, como fue el caso de los miembros más jóvenes de los indios cocopa y los patagónicos. Siendo los primeros expertos con la flecha y arco y los segundos con lazo y bolas, durante varios días compartieron conocimientos[41]. Los encuentros también sirvieron para ilustrar la capacidad de asimilación progresiva de los más jóvenes: Giga habría adquirido considerables conocimientos del japonés a través de jugar con una de las dos niñas Ainu[42]. También se ha reportado que el grupo participó en otros eventos y espectáculos[43].

Si bien escasas se recuperaron algunas opiniones de los visitantes: “Los patagones, que se dice que son las personas más altas del mundo como raza, son grandes, pesados y perezosos. Son hábiles en el manejo de una cuerda, pero más allá de eso no tienen logros conocidos" (Lusk, 1905, p. 54). Edmund Philibert, un nativo de Saint Louis que visitó la feria 28 veces, relató:

Vine a los Patagones. Había un hombre y una mujer sentados en una tienda de campaña de aspecto sucio, cerca de un fuego en el suelo. Eran muy vagos. Los Ainus fueron los siguientes, no eran tan sucios ni tan holgazanes (Clevenger, 1996, p.110).

Los tehuelches en la aldea antropológica

McGee ofreció la visión “oficial” del grupo por el Departamento de Antropología una vez terminada la feria. Conocidos desde la época de Magallanes como los “gigantes patagones”, las mediciones exceden la estatura media de otros grupos primitivos con excepción probablemente de los Seri de México. Si bien enfatizaba también la naturaleza corporal del grupo, estimaba un sesgo en la selección realizada en la Patagonia (McGee, 1905). En efecto, la revista Caras y Caretas señalaba que se trataba de tehuelches escogidos, por ser los más “vigorosos y corpulentos de esa raza que tiene fama de ser una de las más fuertes”[44]. Intentando superar ligeramente la noción de tipo racial, McGee (1905) brindó descripciones particulares de algunos de los miembros. A pesar de su edad avanzada, Gechico obtuvo un premio por el lanzamiento de pelota durante un concurso atlético interracial, que luego se detallará. Bonifacio, Casimiro y Colojo se habían destacado no sólo en esta prueba atlética sino en los concursos de equitación y lazo de las exhibiciones de los shows de Mulhall y Cummins Wild West en el Pike. Lorenza controlaba los asuntos del toldo, aludiendo al grupo. Acompañan al texto, no obstante, imágenes del grupo a modo de tipos raciales.

El historiador de la feria James Buel repasó las costumbres y modos de vida de diversos grupos etnográficos y dedicó un capítulo a la descripción de tehuelches, pero sin existir una articulación entre el grupo en exhibición y las costumbres allí descriptas, muchas de las cuales son fantasiosas y carecen de referencias de consulta (Gluzman, 2023). Sus expresiones entran en conflicto con la perspectiva del Departamento de Antropología y es posible que sus argumentos no tuvieran el aval de McGee. También se destaca una popular guía turística no oficial escrita por Marshall Everett (1904) que toma información periodística similar a la ya comentada y de Buel, rica en prejuicios y agravios raciales.

Los tehuelches en las Olimpíadas Especiales

Los hombres tehuelches también participaron en las “Olimpíadas Especiales” (Parezo, 2008), los “Anthropology Days”, dos días de competencias donde indígenas, en sus trajes típicos[45], eran sometidos a certámenes atléticos mientras una audiencia de diez mil personas miraba, se asombraba y era dirigida, mediante pruebas “científicas”, a asimilar discursos racistas. Organizadas por James Sullivan, jefe del Departamento de Cultura Física de la exposición y director de los Juegos Olímpicos[46], el objetivo era comprobar, bajo supuestas mediciones científicas, el estado atlético natural de los grupos. Las jornadas, llevadas a cabo en agosto, fueron realizadas en conjunto con el Departamento de Antropología en combinación con empresarios del Pike que cedieron hombres.

Si bien se anunciaba que se seleccionarían competencias justas que no requerían entrenamiento especial[47], los resultados alcanzados eran comparados con atletas olímpicos profesionales. Subyacía la idea de que el “salvaje” llevaba “una vida al aire libre, caza, corre, nada, salta y usa el arco y la flecha y la lanza, y en todo caso, su vida podría denominarse como una atlética natural” (Sullivan, 1905, p. 251).

Durante el primer día distintos grupos compitieron entre sí en eventos atléticos y la segunda jornada fueron los torneos finales entre los que terminaron con el primer y segundo puesto en las actividades del día anterior. De acuerdo a Parezo (2008, tabla 2), los grupos participaron en torneos de carrera (de 100 y 440 yardas, de 100 metros, de 120 yardas con obstáculo, de una milla, salto de longitud, salto de altura), lanzamiento de peso, lanzamientos de béisbol, lanzamiento de peso de 56 libras (weight throwing), tiro con arco, jabalina, escalada en poste de 50 pies, lucha de cuerda. Por su parte los tehuelches hicieron en forma exclusiva el lanzamiento de boleadoras, en el contexto de demostración de sus habilidades en actividades tradicionales.

Los resultados de la performance de los participantes generaron sorpresa y burla, se interpretaron como pobres y decepcionantes y derribaron creencias acerca de la fortaleza física de las tribus incivilizadas (Bennit, 1905). Sullivan manifestaba:

los interesados quedaron profundamente decepcionados por lo que demostró esta reunión. Durante años se nos ha hecho creer a partir de declaraciones hechas por aquellos que deberían saber [los antropólogos, encabezados en este caso por McGee] … que el salvaje promedio era ágil de pies, fuerte de miembros, preciso con el arco y la flecha y experto en lanzar la piedra, y que algunos, particularmente los patagones, se destacaban por su gran tamaño y fuerza (Sullivan, 1905, p. 249). 

Las diferencias de rendimiento no eran evaluadas por determinaciones básicas de edad, alimentación, ritmo de vida, entrenamiento físico, estrés, cansancio, ni de parámetros u convenciones culturales. Sullivan observaba que en el inicio de las competencias de carreras “fue muy difícil explicarles [a los competidores] que corrieran cuando disparaban la pistola. Al ejecutar sus series, al llegar a la cinta final, en lugar de hacerle frente o atravesarla, muchos se paraban delante y otros corrían debajo de ella” (Sullivan, 1905, p. 259). Los resultados fueron comparados no solo con el rendimiento de deportistas olímpicos, sino que también, sarcásticamente, con las habilidades de los niños de escuela.

McGee, si bien argumentaba que el hombre blanco lideraba las razas del mundo tanto física como mentalmente[48], fue más benevolente y consideraba clave en el rendimiento de los grupos indígenas la falta de entrenamiento y el hecho de desconocer las reglas del juego. En oposición, Sullivan replicaba

se puede argumentar que a estos salvajes no se les ha enseñado el arte del lanzamiento de peso. Muy cierto, pero uno pensaría que la vida que han llevado estos hombres debería permitirles haber puesto fácilmente este tiro muchos pies más allá. (Sullivan, 1905, p. 251).

La participación tehuelche generó frustración y polémica. Siendo recibidos en la feria como una raza de hercúleos, la ciencia finalmente había derribo el antiguo mito del patagón. Vale resaltar lo expresado respecto al lanzamiento de peso

Fue en esta competencia en particular que todos supusieron naturalmente que los patagones sobresaldrían, por su tamaño, fuerza y notables actuaciones que se les atribuyen en las competencias de fuerza, pero la mejor actuación del patagón [Casimiro] fue la de 30 pies 5 pulgadas [930 cm]. Esto … es un desempeño tan ridículamente pobre que asombró a todos ... Es de 18 pies 2 pulgadas [554 cm] por detrás del récord americano, muchos pies por detrás del récord interescolar, y es dudoso que haya un campeonato de preparatoria que no se gane con mejor desempeño. Esta fue una de las características decepcionantes del día del deporte (Sullivan, 1905, p. 251).

Lo mismo puede decirse respecto a la competencia de lanzamiento de peso de 56 libras donde

Se suponía que el patagónico sobresalía, porque el lanzamiento de pesas es principalmente un deporte en el que sobresalen … los hombres grandes, atléticos y saludables. Tres patagones compitieron entre ellos, pero la mejor actuación fue de 10 pies 6 pulgadas [Casimiro, 323 cm]. Esto es ridículo (Sullivan, 1905, p. 253).

En la carrera de las 100 yardas Bonifacio salió tercero y su rendimiento llevó a considerar que “no se esperaba una velocidad especial de los patagones. El tiempo del ganador, 13’ 3-5’’., podría considerarse una carrera muy pobre incluso para un hombre común en una condición saludable” (Sullivan, 1905, p. 256). Guechico salió ganador del lanzamiento de béisbol en precisión, competencia en la que solo dos participantes pudieron golpear un poste de telégrafo ordinario a una distancia de 762 cm (25 pies) (Sullivan, 1905, p. 257). Por tal motivo recibió una bandera americana como premio, en vez de una medalla de oro, como los ganadores de las olimpíadas regulares (Parezo, 2008).

En función a los resultados del grupo tehuelche, Sullivan (1905) concluye que “En bolo y tal vez en tirar y arrastrar, deben haber desarrollado músculos que son útiles y fuertes, pero los músculos para el lanzamiento de peso … ciertamente se habían descuidado” (p. 251). Al igual que sucedió con las mediciones antropométricas y psicométricas, el hombre blanco inequívocamente se colocó en deportes en la parte superior de la estructura de la humanidad, representando la civilización, mientras que los pueblos primitivos estaban por definición por debajo de ese nivel alcanzado.

Discusión y conclusiones

La presencia de los famosos patagones había sido una de las grandes conquistas de la feria. Previamente el hamburgués Carl Hagenbeck había llevado tres tehuelches (un hombre, un niño y una mujer) a los zoológicos de Hamburgo y Dresden en 1879. Pero mientras que en estos contextos primaba la búsqueda de entretenimiento y ganancia empresarial, la feria norteamericana disfrazaba como ciencia, una propuesta política y económica imperialista. En ambos casos, sin embargo, la fascinación de la audiencia estaba teñida de miedo y disgusto (Corbey, 1993, p. 356, figura 11) hacia los sudamericanos.

En Saint Louis, las diversas instancias registradas de exposición de los tehuelches, sea en la observación de la vida cotidiana, en la interacción con otros, en la competencia deportiva, en la participación de estudios antropométricos y en la aparición en la prensa dan cuenta de la puesta en escena de una recreación occidental del exoticismo. Mientras que la llegada de los gigantes tehuelches había sido aguardada ansiosamente, e incluso obtener una fotografía del grupo fue puntapié inicial del éxito que Beals logró en la feria, finalmente el “desempeño” de los tehuelches no alcanzó a cubrir las expectativas esperadas. Para la audiencia, los tehuelches no eran tan altos ni tan fuertes, eran sucios y vagos, vestían ropa de cuero poco elaborada. Al menos eran buenos jinetes y se destacaban en el lanzamiento del disco. Estas características, sin embargo, pudieron verse por fuera del programa oficial del departamento. Si bien éste buscó aportar una mirada científica sin connotación peyorativa, no ayudó a generar visiones alternativas. El Departamento reforzaba esos discursos con la presencia física y la cultura material de grupos vivos en una suerte de negación de la contemporaneidad de las personas en exhibición (Fabian, 2002).

La exposición de gente daba cuenta además de relaciones de poder asimétricas entre audiencia, público y organización y de cómo se impuso una visión particular de las sociedades de las que poco o nada se sabía ni quería realmente saber. Incluso considerando cierto margen de acción de las comunidades en exhibición, el arreglo de las aldeas etnográficas, la perspectiva ofrecida desde la prensa y las propias presunciones que los visitantes traían coadyuvaron a fortalecer una visión épica de la historia de la humanidad en la que se legitimaban los discursos hegemónicos dominantes centrados en el hombre blanco como héroe civilizador. Aunque estas aldeas degradaron y explotaron a las personas expuestas, la autoridad de los antropólogos dio crédito al valor educativo y la autenticidad etnológica de las exhibiciones. El resultado fue que la antropología científica y pseudocientífica fue fundamental para reforzar la legitimidad de las agendas culturales y económicas creadas por los promotores de la exposición (Rydell, 1984). Los grupos exhibidos no fueron vistos como seres humanos históricamente contextualizados. Como era habitual en las ferias universales, los otros fueron sujetos mercantilizados, etiquetados como inferiores, subordinados, cosificados, objetivados científicamente, expuestos a maltratos, quitada su privacidad, celebrados en su capacidad de progreso o condenados a la extinción (Corbey, 1993).

Si bien Franz Boas en la exposición universal de Chicago en 1893 fue quien organizó el departamento de antropometría y en 1904 rechazó hacerse cargo de los laboratorios antropométricos de Saint Louis por el bajo sueldo ofrecido (Parezo y Fowler, 2007), ya desde 1887 proponía el relativismo cultural, al asegurar que la clasificación de la cultura material no es explicación per se, la cual debe encontrarse en contextos históricos específicos y no en apariencias (Hinsley 1981, pp. 98-100). Además, tempranamente Boas (1893) detalló algunas directrices que debían revisarse para que las mediciones antropométricas fueran de utilidad estadística; su propio desarrollo académico a lo largo del tiempo fue decisivo para elaborar sus opiniones sobre la inutilidad de la clasificación antropométrica. De acuerdo a Martha Hodes (2018), la experiencia de Boas en la feria de Chicago es clave para comprender su fracaso en categorizar los grupos etnográficos de acuerdo a su color de piel, y da cuenta de las tensiones entre su interés científico en la tipología racial y el de la sociedad de su época, con propósitos segregacionistas. Estas propuestas, sin embargo, no impactaron en la feria de 1904. Tampoco influyó la visión de la sociedad tehuelche que había inspirado las maquetas elaboradas para la Exposición Panamericana de Búfalo. Siguiendo a Inés Yujnovsky (2010), las fotos tomadas por Hatcher durante su segundo viaje a la Patagonia (1898) pudieron haber sido empleadas para realizar las vitrinas mencionadas. Aun reconociendo que no hay datos precisos que indiquen que estas fotos de Hatcher fueron su fuente de inspiración, Yujnovsky (2010) destaca que el United States National Museum tuvo una participación importante en la exposición e incluso fotos y dioramas se encuentran en el archivo de esta institución. El objetivo instruido por la institución al expedicionario era tomar fotos y adquirir objetos tehuelches para realizar del modo más realista posible los mencionados dioramas. Hatcher (1903) enfatizaba la división del trabajo equilibrada entre los esposos, armonía familiar y de grupo y la hospitalidad hacia el extranjero. También resaltó los cambios acaecidos en el estilo de vida tehuelche tras la llegada a la región, y la permanencia cada día más numerosa, del hombre blanco. Análisis de sitios ya en desuso le permitieron corroborar los cambios en relación con los ambientes ecológicos elegidos, así como la disminución del uso de la cerámica, vinculados a la mayor movilidad ofrecida por el caballo y el empleo de perros en la captura del guanaco y el ñandú. Hatcher da cuenta del antiguo uso del arco y de la flecha, aspecto no tenido en cuenta durante los Anthropology Days, y su reemplazo por la bola con la introducción de los caballos, un tema, muy meritorio de la atención del antropólogo (Hatcher, 1903, p.263). El aprovechamiento del guanaco por los hombres resume cómo este investigador entendía la sociedad tehuelche:

El guanaco es a su existencia el único animal importante e imprescindible. De su carne obtiene su principal y durante largos períodos el único sustento, mientras que de su piel su industriosa esposa construye el toldo familiar y hace con admirable habilidad y paciencia su amplia ropa y abrigo de cama, ajustando y cosiendo las partes con la delicadeza y destreza de una costurera experta (Hatcher,  1901, p. 16).

Hatcher (1903) destacó mediante una fotografía publicada la labor femenina de producción de las mantas y el cuidado hacia los más pequeños mediante un ingenioso sistema de cunas para bebés, ya que "nuestra colección no estaría completa sin un ejemplo de uno de estos artículos convenientes y útiles, junto con sus accesorios” (p. 161), representado en la maqueta de Búfalo.

La perspectiva de la feria se caracterizó por ser ahistórica, al no contemplar los importantes cambios que las sociedades llevadas estaban sufriendo, resultado de las políticas imperialistas que el mismo evento fomentaba. Tampoco destacó la articulación de los grupos con su ambiente, ni evaluó los cambios de su cultura material. Si bien el manejo del caballo y del idioma español, la presencia de objetos de hierro y la combinación de ropa autóctona con occidental denotaban un importante grado de aculturación, el énfasis estaba puesto en lo primitivo y en la rareza. Nada se dijo de las pérdidas materiales, simbólicas y de vidas que entrañó la expropiación de sus tierras por el Estado argentino apenas unos años antes. Bien posible es esgrimir que, durante el desarrollo de la feria, no hubiera sido sencillo revisar estas cuestiones. Sin embargo, tampoco se hizo en publicaciones oficiales posteriores que repiten la misma información y, por lo tanto, preconceptos evolucionistas (Francis, 1913). Las voces disonantes lo hicieron por fuera de la feria, sin la publicidad lograda por los eventos contemporáneos a su desarrollo (Woodworth, 1910).

Los medios de comunicación también contribuyeron a cristalizar estereotipos preexistentes de sesgo evolucionista ya que elegían temas para atraer y mantener grandes audiencias, fundamentados en el sensacionalismo y voyerismo (Clevenger, 1996; Troutman, 1997). Las notas de prensa acerca de los tehuelches no poseen voces alternativas de interpretación antropológica y los visitantes arribaban a la feria con prejuicios cuyo recorrido sólo fortalecía lo previamente incorporado. El resultado fue que pocas veces los participantes fueron vistos como individuos sino estereotipos, tipos raciales-culturales, precisamente la intención de McGee (Parezo y Fowler, 2007). Tampoco importaba si sus instalaciones y trajes típicos eran adecuados a los cambios climáticos sufridos a lo largo de los nueve meses de perduración de la feria, la continua exposición a las cámaras fotográficas y el excesivo entrometimiento de la audiencia en la vida cotidiana de los grupos.

En el congreso antropológico desarrollado en la feria tanto McGee como Boas presentaron ponencias. Mientras que McGee enumeraba las virtudes de las concepciones de la antropología unilineal del siglo XIX, Boas expuso concepciones del relativismo cultural que impregnaría la antropología americanista en el siglo XX (Parezo y Fowler, 2007). McGee se mantuvo firme a principios etnocéntricos en la clasificación de las comunidades del mundo (Hinsley, 1981, p.100); sin embargo, los antropólogos estadounidenses empezaron a virar desde una postura global racista a una particularista cultural. La visión de McGee fue, no obstante, lo que la mayoría de los millones de visitantes se llevaron consigo de la feria (Parezo y Fowler, 2007).

Los tehuelches resultaron, sin siquiera quererlo, un fiasco para los visitantes, la prensa y algunos miembros de la feria. Publicitados desde la organización como extremo exótico de altura y fortaleza solo resultó cierto que provenían de tierras remotas y generaron desagrado por sus costumbres y aspecto. Como grupo nómade, permanecieron varios meses fijos en su toldo. Si bien el Departamento de Antropología había prometido caballos, la feria no los facilitó, incluso cuando la insistencia llegó a los medios promediando agosto (Parezo y Fowler, 2007). Dicha negación fue por varios motivos, tales como falta de espacios adecuados dentro del campamento, problemas logísticos y costos de alimentación (Parezo y Fowler, 2007). Las mantas que llevaron no fueron vendidas convenientemente ya que carecieron de promoción, lo cual no hubiera sido difícil si se considera que Hatcher (1903) había halagado este trabajo femenino y las había descrito como abrigadas, suaves y ligeras, característica sobresaliente en la maqueta de Búfalo.

Los grupos en exhibición estuvieron sometidos a innumerables mediciones antropo y psicométricas, al juicio de los demás en forma continua. El resultado fue ser vistos como completamente diferentes a los blancos, aunque parecidos en muchos rasgos a otros “otros”. Comparación y dicotomía fueron los referentes centrales de entendimiento de los organizadores y visitantes, periodistas y empresarios que sellaron la idea de una minoría blanca dominante. Sin embargo, una revisión de la abundante bibliografía permite cuestionar la noción binaria simplista de primitivismo y civilización en favor de una comprensión más desmenuzada que tenga en cuenta los aspectos históricamente específicos de la presencia de los “otros” en la feria. Si bien es imposible recuperar gran parte de los sentidos y experiencias de los tehuelches, los mismos discursos que los negaban en su especificidad traslucen que actuaron individual y colectivamente para lograr sus propios objetivos y que participaron en una serie de acciones que constituyen su agencia. Negociaron las condiciones del viaje y del alojamiento con los organizadores, a través de su representante, y a través de su traductor pudieron sus voces ser escuchadas respecto a sus necesidades en el predio ferial. Llevaron un perro hasta Saint Louis, compañero de Lorenza como quedó registrado en imágenes y en la prensa. Establecieron relaciones interculturales (a veces conflictivas, a veces amigables), intercambiaron regalos y conocimientos, accedieron a bienes materiales, se quejaron del malestar causado por las fotografías, vistieron a la moda occidental. Ante los ojos de la organización ferial, esta ropa "arruinaba" la autenticidad de las exposiciones. El engaño en torno a la accesibilidad de caballos en el predio fue motivo de malestar (Parezo y Fowler, 2007). Pudieron encontrar reconocimiento en su habilidad como jinetes y rédito económico fuera del predio ferial. Cummins, dueño del show del Salvaje Oeste que se desarrollaba en el Pike, les ofreció caballos y participar en sus concursos de rodeo. A pesar de la falta de familiaridad con las monturas y las reglas de la competencia participaron repetidamente de manera meritoria en concursos de equitación y cuerdas con vaqueros (Bennitt, 1905). Es decir, por fuera de las actividades oficiales los tehuelches encontraron un espacio de satisfacción. Cuando no estaban en exhibición compartieron conocimientos y experiencias, principalmente con otros “otros”. Participaron en eventos especiales, “deportivos” y lúdicos, pudieron salir libremente del predio y conocer la vida citadina de Saint Louis. Ganaron premios, algunos dólares y recibieron regalos de despedida[49]. Difícil es, en el caso tratado, ahondar en este tema con la bibliografía consultada y posiblemente hayan existido otros espacios de resistencia a la realidad vivida. Mientras que algunas de estas prácticas fueron fomentadas por los organizadores de la feria, otras simplemente fueron toleradas. En ningún caso se debe socavar el hecho de que los tehuelches se movieron de acuerdo a sus propias motivaciones. Demasiado lejos de su hogar para romper su contrato, como fue hecho por ciertos grupos que habitaban Estados Unidos, McGee observó que los tehuelches como “ningún otro grupo se sacudió con tanta alegría el polvo de la Exposición de sus pies cuando terminó el plazo de su acuerdo” (McGee, 1905, p. 100). Las palabras de Casimiro registradas en fonógrafo por Robert Lehmann Nitsche —quien efectuó retratos, mediciones antropométricas y grabaciones de los cantos, música y narraciones de algunos miembros del grupo al regreso al país a inicios de 1905— son sugerentes acerca de su vivencia en Norteamérica, destacando que Lorenza escondió a su perro debajo de sus mantas durante la travesía, que ganaron competencias a caballo, con la soga y boleadoras y que fueron reconocidos por su altura (Fernández Garay, 2009). También comenta sus salidas a la noche entre cristianos e ingleses y que, si bien pasaron un buen tiempo, a su regreso "encontré mi linda tierra, porque es mi propia [tierra], yo, yo me quedo" (Fernández Garay, 2009, p. 111).

A lo largo de este artículo se han visto reflejadas distintas facetas albergadas en la feria de Saint Louis. Por un lado, la ideología etnocéntrica y evolucionista imperante que influyó en las representaciones oficiales sobre los grupos no europeos y que la prensa local repitió y que se replicó a escala nacional. Al modelo del evolucionismo basado en el progreso cultural permeado por diferencias raciales se le superponían los efectos positivos de la educación como agente civilizador. Los valores morales, no obstante, no parecían ir en contra a las observaciones peyorativas y difamatorias a la que los grupos estuvieron expuestos. Desde la organización y la prensa primaba la necesidad de clasificar y etiquetar a los otros. Los tehuelches pasaron de ser la esperada raza fuerte de gigantescas dimensiones a objeto de ridiculización: no solo no eran tan altos, sino que eran sucios, poco simpáticos y proclives al alcohol. Exhibidos como curiosidades, trofeos y objetos científicos, la presencia de la aldea tehuelche ilustra cómo el Departamento de Antropología reforzó las propuestas imperialistas y contribuyó a la formación de opinión en la prensa, que le agregó el componente humorístico a una situación de poder desigual e injusta y en donde la propuesta educativa se vio completamente teñida de ideología. Sin embargo, la experiencia de los grupos en exhibición fue diversa y compleja, muy lejos de las visiones binarias que la misma organización proponía. Los tehuelches también fueron actores activos en negociar sus condiciones de vida.

Referencias

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Notas


[1] El Bureau International des Expositions (S.f.), organización intergubernamental encargada de regular las ferias internacionales que duran más de tres semanas y son de carácter no comercial, en 1928 eliminó muchas ferias hasta ese entonces consideradas -y vividas- como universales, quedando solo para el periodo tratado las realizadas en Europa y Estados Unidos, determinación que también da cuenta de las relaciones asimétricas entre centro y periferias.

[2] A boy’s view of the fair. (6 de agosto de 1904). St. Louis Post-Dispatch, p. 1. Cuando se cita en forma textual desde el inglés, la traducción fue hecha por la autora.

[3] Prof. W.J. McGee. Appointed Chief of the Department of Anthropology. (1903). World's Fair Bulletin 4(10), p. 29.

[4] World’s fair authentic guide. Complete reference book to St. Louis and the Louisiana Purchase Exposition. (1904). Saint Louis, Estados Unidos: Official Guide Company, p. 92.

[5] A esta propuesta se sumaba la presencia de diversos grupos de Filipinas, conquistada por Estados Unidos en 1898. Dentro de éstos, los igorots se ubicaban próximos al extremo del salvajismo.

[6] Por ejemplo, Official Daily Program Louisiana Purchase Exposition Company (8 de junio de 1904), p. 11.

[7] When the Patagonians come to Saint Louis. (18 de octubre de 1903). Saint Louis Post-Dispatch, p. 27.

[8] Herculean Indians (8 de octubre de 1903). Jennings Daily, p. 1.

[9] Giant Patagonians preparing to visit World’s Fair city (7 de octubre de 1903), Saint Louis Globe-Democrat, p. 4.

[10] World's Fair Department of Anthropology (6 de marzo de 1904). Saint Louis Republic, p. 5.

[11] Nombres así escritos en McGee (1905).

[12] Patagonian potentates terrorized by water (12 de abril de 1904). Washington Times, p. 3.

[13] Potentates from Patagonia (12 de abril 1904). The Sun, p. 7; Patagonian potentates terrorized by water. (12 de abril de 1904). Washington Times, p. 3.

[14] Patagonian royal now visible (13 de abril de 1904). New-York Tribune, p. 10.

[15] Potentates from Patagonia. (12 de abril 1904). The Sun, p. 7; Patagonian potentates terrorized by water (12 de abril de 1904). Washington Times, p. 3.

[16] De acuerdo a algunas fotografías, el grupo tuvo simultáneamente dos perros. No es posible saber el origen de ese segundo animal ni quién era su dueño.

[17] King comes in the steerage (11 de abril de 1904), The Evening World, p. 4

[18] Patagonians put on land (13 de abril de 1904), Saint Louis Republic, p. 5.

[19] Persuading savages (2 de Julio de1904). Evening star, p. 8.

[20] Patagonian giants are now part of World´s Fair (15 de abril de 1904). Saint Louis Republic, p. 1.

[21] Los indios tehuelches en la exposición de Saint Louis. (23 de octubre de 1904). La Nación, p. 5.

[22] Junto al grupo viajó Vicente Cané, encargado de la selección, traslado y arreglo del contrato; Juan Wohlers actuó como intérprete. Cané recibió unos honorarios de cuatro mil dólares, con los que pagó el sueldo del intérprete y los gastos de la expedición (Parezo y Fowler, 2007).

[23] Discussed dress of their races (16 de abril de 1904). Saint Louis Republic, p. 7.

[24] Patagonian chief at home (26 de abril de 1904). Saint Louis Republic, p. 8.

[25] Los indios en la exposición de San Luis (18 de febrero de 1905). Caras y Caretas, p. 18.

[26] Wife of Patagonian chief goes on rampage (20 de abril de 1904). Saint Louis Republic, p. 1.

[27] A Patagonian mother in-law is not a joke (14 de mayo de 1904). Tacoma times, p. 3

[28] Patagonian death watch was held in vain (8 de mayo de 1904). Saint Louis Republic, p. 35.

[29] Discussed dress of their races (16 de abril de 1904). Saint Louis Republic, p. 7.

[30] Ainus declare that visitors who peer at them through windows are impolite (29 de mayo de 1904). Saint Louis Republic, p. 12.

[31] Ainu woman of the north greets her Patagonian sister of the southern hemisphere (8 de mayo de 1904). Saint Louis Republic supplemental magazine, p. 4.

[32] Patagonians demand cots (18 de abril de 1904). Saint Louis Republic, p. 7.

[33] Ainus declare that visitors who peer at them through windows are impolite (29 de mayo de 1904). Saint Louis Republic, p. 12.; Ainus settled in straw hug: begin cultivating a garden (23 de mayo de 1904). Saint Louis Republic, p. 8.

[34] Ainu woman of the north greets her Patagonian sister of the southern hemisphere (8 de mayo de 1904). Saint. Louis Republic supplemental magazine, p. 4.

[35] Ainu woman of the north greets her Patagonian sister of the southern hemisphere (8 de mayo de 1904).

[36] Indian tribes at the fair are distinguished by various types of homes (5 de junio de 1904). Saint Louis Republic, p. 13.

[37] Primitives did not hee “big doings” (1 de mayo de 1904). Saint Louis Republic, p. 4.

[38] Patagonian giants are not taller, except in single specimens while the average of Missouri men is far above (27 de abril de 1904). Saint Louis Post-Dispatch, p. 8.; Sin título (13 de mayo de 1904). Saint Louis Republic, p. 6.

[39] Patagonian giants start to run when see Philippine midget (5 de mayo de 1904). Saint Louis Post-Dispatch, p. 16.

[40] Midget and giant are boom companions (4 de mayo de 1904). Saint Louis Post-Dispatch, p. 9.

[41] Are teaching each other (6 de agosto de 1904). Saint Louis Republic, p. 9.

[42] Patagonians bid Francis good-by (3 de diciembre de 1904). Saint Louis Republic, p. 6.

[43] Entre otros, Indians participate in a competitive war dance at World´s Fair. World's Fair Bulletin 5(10), p. 68.

[44] Conducción de indios tehuelches a la exposición de San Luis. (26 de marzo de 1904). Caras y Caretas, p. 52.

[45] A novel athletic contest. (1904). World's Fair Bulletin 5(11), p. 50.

[46] Durante el desarrollo de la Feria, Saint Louis fue sede de la tercera edición moderna de los Juegos Olímpicos.

[47] Athletic event to take place, August 16, at World´s Fair. (1904). World's Fair Bulletin 5(10), p. 56.

[48] A novel athletic contest. (1904). World's Fair Bulletin 5(11), p. 50.

[49] Patagonians bid Francis good-by. (3 de diciembre de 1904). Saint Louis Republic, p. 6.