DOI: http://dx.doi.org/10.19137/pys-2020-270208

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ARTÍCULOS

 

Trayectorias vitales de jóvenes en contextos de pobreza crítica. Un estudio en Gran San Miguel de Tucumán (Argentina)

Young people’s vital trajectories in contexts of critical poverty. A study in the Gran San Miguel de Tucumán (Argentina)

 

Alejandra Carolina del Castillo
Instituto de Estudios Geográficos Guillermo Rohmeder, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional de Tucumán.
delcale@hotmail.com

 

Resumen: El presente artículo se centra en jóvenes de áreas de pobreza crítica del aglomerado Gran San Miguel de Tucumán y busca indagar sobre sus trayectorias vitales. Frente a las dificultades que tienen para permanecer en el sistema educativo y las inserciones laborales precarias, cobran significación otras experiencias como los grupos de pares, el espacio público barrial y el consumo de sustancias psicoactivas. Las entrevistas abiertas realizadas a un muestreo intencional de jóvenes permitieron identificar y describir las dimensiones que configuran las trayectorias vitales y desarrollar una tipología de éstas últimas.

Palabras clave: Jóvenes; Pobreza urbana crítica; Trayectorias vitales; Gran San Miguel de Tucumán

Abstract: This article focuses on young people from areas of critical poverty in  Gran San Miguel de Tucumán and seeks to inquire  into their life paths. Faced with the difficulties of completing an education and the precarious insertion into the labour market, other experiences such as peer grouping, the use of neighbourhood public spaces and the consumption of psychoactive-substances gain significance. Open interviews with a deliberate sample of youngsters enabled us to identify and describe the dimensions that life trajectories acquire and to develop a typology of the latter.

Keywords: Young people; Critical poverty; Vital trajectories; Gran San Miguel de Tucumán

 

Introducción

Las transformaciones económicas de las últimas décadas del siglo XX provocaron una disrupción en los modos de vivir la pobreza urbana especialmente para los jóvenes. Estos enfrentan mayores desventajas resultado de la precarización laboral y las crecientes restricciones del mercado de trabajo y de la intensificación de los procesos de segregación socioespacial.

Instituciones que resultaban centrales en los procesos identitarios y de movilidad social, como las vinculadas a la educación y al trabajo, atraviesan profundos cambios.

[…] varias generaciones de jóvenes transitaron procesos de movilidad ascendentes, gracias sobre todo a que para amplios sectores sociales resultaba directo el tránsito de la escuela básica o media al mundo del trabajo y de ahí a la vida adulta, contando para ello con amplias oportunidades de progreso personal y familiar (Bonfiglio et al., 2008: 34).

La realidad que se presenta para los jóvenes en los contextos de pobreza crítica es la imposibilidad, en la mayoría de los casos, de acceder al empleo formal, aunque sea en los escalafones más bajos. Sólo llegan a circular por el sector informal, principalmente en actividades de subsistencia. Su tránsito por el sistema educativo, si bien alcanzan mayores años de escolaridad que sus padres y abuelos, está atravesado por numerosas dificultades vinculadas a las condiciones materiales de los hogares.

Frente a estos recorridos laborales y escolares, otras experiencias cobran significación en los procesos biográficos de los jóvenes y, por lo tanto, en sus trayectorias vitales. Se identifican y analizan la función que cumplen los grupos de pares, el espacio público barrial y el consumo de sustancias psicoactivas. Los sentidos construidos en torno a estas experiencias están íntimamente vinculados al territorio de residencia y a las manifestaciones espaciales de la pobreza urbana.

El estudio se centra en el aglomerado Gran San Miguel de Tucumán (GSMT), principal ciudad intermedia en el Noroeste Argentino en términos de economía y dinámica poblacional. Registra, sin embargo, elevados niveles de pobreza y un acentuado proceso de segregación socioespacial. La desocupación juvenil duplica desde hace una década (2010- 2019) al índice general del aglomerado[1] al igual que el empleo no registrado, que además es un 29% superior al total nacional.[2]

Partiendo de estas consideraciones, el presente trabajo busca responder a los siguientes interrogantes: ¿Qué características adquieren las trayectorias vitales de los jóvenes en estos contextos? ¿De qué manera incide la pobreza crítica en dichas trayectorias? Los estudios sobre la temática se centran principalmente en la educación y el trabajo (Jacinto, 1996; Longo, 2011; Roberti, 2012; Muñiz Terra, 2012), pero poco han indagado sobre otras dimensiones constitutivas de las trayectorias juveniles y sobre las particularidades en los contextos de pobreza. De manera reciente, Roberti (2015) comenzó a indagar la imbricación de los itinerarios laborales de jóvenes pobres con otras esferas vitales.

La estructura del artículo es la siguiente: primero, se desarrollan los conceptos de juventud, trayectorias vitales y pobreza urbana crítica, y los aspectos metodológicos de la investigación. Luego se presentan algunas características del aglomerado de referencia, Gran San Miguel de Tucumán, y de los contextos de pobreza crítica estudiados. En tercer orden, se desarrollan las distintas dimensiones que configuran las trayectorias vitales de los jóvenes. Por último, se elabora una tipología de trayectorias vitales y reflexiones sobre los problemas analizados.

 

Aportes teóricos para el estudio del problema

La juventud como etapa diferenciada es un fenómeno moderno, y tiene directa relación con la complejización de los procesos productivos durante la industrialización y la consecuente necesidad de extender y diversificar los procesos formativos (Jacinto 2002). Se la concibe como un momento de formación de capacidades personales que implican una transición biológica, económica, social y cultural hacia la vida adulta (Salvia, 2008).

Sin embargo, el pasaje por los rasgos y funciones sociales atribuidos a esta etapa deben analizarse desde la multiplicidad de situaciones sociales en las que se desenvuelve (Margulis y Urresti, 1996). Las diferencias de clase son el principal aspecto que incide en los modos de construcción y reconocimiento de la condición de juventud (Braslavsky, 1986; Margulis & Urresti, 1996). La estructura de clases establece distinciones entre grupos sociales en términos de dotación de recursos (materiales, de poder, simbólicos, etc.) y distribución de oportunidades (Di Virgilio & Heredia, 2012).

El género y el territorio donde viven, dimensiones estrechamente vinculadas a las posiciones de clase, también condicionan las maneras de ser joven. Las desigualdades de género establecen el acceso diferenciado entre varones y mujeres –y disidencias– a bienes y servicios y ámbitos de participación (Forressi, Raffo & Salvia, 2006). El espacio socialmente producido condiciona la reproducción de las desigualdades al influir en las oportunidades relacionadas con la educación, la salud y el trabajo, entre otras dimensiones de la vida social (Segura, 2014).

El enfoque sobre trayectorias rescata el cruce entre lo estructural y las experiencias y sentidos construidos por los sujetos, permitiendo entender la heterogeneidad en la que se desenvuelven los itinerarios, en este caso, juveniles (Longo, 2011). Esta perspectiva brinda la posibilidad de aprehender los fenómenos sociales desde su complejidad analítica, al atender la dimensión objetiva y subjetiva en su articulación espacio-temporal (Roberti, 2017).[3]

Las trayectorias vitales se constituyen por el entrelazamiento de distintas dimensiones, que se inscriben en estructuras y contextos determinados, y que cobran relevancia en la vida de los sujetos (Blanco, 2002; Robertis, 2017). Las dimensiones analizadas, en este trabajo, son aquellas vinculadas a los canales tradicionales de integración como la educación y el trabajo, y otras que han adquirido centralidad en las formas de sociabilidad: los grupos de pares, el espacio público barrial y el consumo de sustancias psicoactivas.

Cuando hablamos de pobreza urbana incorporamos al análisis no sólo la incidencia de las privaciones materiales –habitacionales y las vinculadas con los ingresos– sino también aquellas manifestaciones que derivan de su localización y distribución en la ciudad (Bayón & Saraví, 2007). A la discontinuidad física y morfológica de las áreas de pobreza, con la consiguiente segmentación en la calidad de los servicios, se suman barreras simbólicas que suelen traducirse en una patologización de los espacios (barrios, escuelas, calles, etc.) (Janoschka, 2002; Bayón, 2012).

Estos procesos adquieren especial relevancia en los jóvenes en tanto sus procesos de socialización, y por lo tanto sus trayectorias vitales, están íntimamente vinculadas a los territorios donde viven. Robertis (2017) sostiene que el espacio no sólo debe analizarse como marco donde actúan y viven los sujetos, sino también como una dimensión clave para dilucidar las prácticas y representaciones que coadyuvan a la configuración de las trayectorias biográficas.

Al hablar de pobreza urbana crítica incorporamos su carácter intergeneracional en tanto en los jóvenes entrevistados afecta a tres generaciones. Esta persistencia devino en un proceso acumulativo de desventajas –denominadas desventajas heredadas por Bayón (2009)– que obstaculizan cada vez más la superación de situaciones de privación. Katzman (1999) sostiene que, frente a la exclusión laboral y creciente precarización de los mercados laborales, se deteriora la capacidad de los pobres de convertir sus recursos en activos reales para el bienestar.

 

Aspectos metodológicos

Para identificar los contextos de pobreza crítica en GSMT se utiliza la medida de intensidad del Índice de Privación Material de los Hogares (IPMH). Dicho indicador fue elaborado por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC), sobre la base de la información del Censo de Población, Hogares y Vivienda del año 2001.[4] A partir de la medida de intensidad, se detectan las áreas de mayor pobreza entre el conjunto de hogares carenciados. Para captar las manifestaciones más actuales de la pobreza y sus expresiones más críticas se utiliza el método de las Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI), en tanto el IPMH no se encuentra disponible en el Censo Nacional de Población, Hogares y Vivienda 2010. Esta forma de medición, a diferencia del IPMH, capta principalmente carencias vinculadas a la pobreza estructural, como condiciones de vivienda deficitaria y bajo nivel educativo.

Una vez detectadas las áreas de mayor pobreza en el aglomerado se seleccionaron tres barrios denominados Costanera Norte, Juan Pablo II y Villa Muñecas Norte para llevar adelante el estudio propuesto. Como estrategia metodológica, se recurrió a la combinación de la teoría fundamentada y del enfoque biográfico. La primera respondió a  la complejidad de los fenómenos observados y la necesidad de interpretar las experiencias referidas por los jóvenes.[5] La mirada diacrónica del método biográfico, la perspectiva del actor y el análisis imbricado de factores de subjetivos y objetivos sustentan el estudio de las trayectorias vitales.

Se utilizó un muestreo intencional siguiendo la denominada técnica bola de nieve. Se efectuaron 45 entrevistas abiertas a jóvenes, en las que se indagaron los siguientes temas: composición del grupo familiar y ocupaciones de los adultos; trayectorias residenciales y valoraciones del barrio; estigmas barriales; tránsitos por el sistema educativo; inserciones laborales; el lugar del espacio barrial en la socialización y en el desarrollo de la identidad; características de los grupos de pares; la significación del mundo de la calle y la apropiación del espacio público en el propio barrio; la disponibilidad y uso del tiempo libre; y el consumo de sustancias psicoactivas.[6]

Las entrevistas se realizaron, en algunos casos, en las casas de los jóvenes, y en otros, en la calle sea porque se encontraban allí o porque elegían este lugar para contestar las preguntas. En uno de los barrios donde el nexo fue una referente barrial se entrevistó en el lugar de funcionamiento de la organización comunitaria. La duración fue variable, en ninguno de los casos superó la hora, prevaleciendo respuestas puntuales y directas que daban puntapié a nuevos interrogantes con los que se profundizaba la indagación. La identidad de los jóvenes se encuentra debidamente preservada en el artículo.

Atendiendo a los postulados de la teoría fundamentad, la selección, codificación y análisis de la información se realizó desde los emergentes de la propia investigación. Estos daban cuenta, más allá de las condiciones de pobreza crítica compartidas –y ciertas presunciones construidas desde el contexto teórico–, de una diversidad de trayectorias vitales a partir de las experiencias que cobraban centralidad para los jóvenes.

 

Contexto de estudio: Gran San Miguel de Tucumán

Gran San Miguel de Tucumán como ciudad intermedia

El aglomerado GSMT abarca en la actualidad un conjunto de localidades que se distribuyen entre cinco departamentos de la provincia, incluyendo distintos municipios y comunas rurales, cuyo núcleo incluye la capital de la provincia: San Miguel de Tucumán (Figura 1).[7] Constituye la principal ciudad intermedia del Noroeste Argentino debido al tamaño de su población y a las funciones que desempeña.

A nivel poblacional contaba en 2001 –según el Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas– con alrededor de 740.000 habitantes y en el 2010 –según la misma fuente– la cifra había ascendido a 839.904 personas. En relación a sus funciones, GSMT constituye el centro comercial, financiero y cultural del NOA a raíz de la cantidad y calidad de actividades, de funciones y de instituciones que alberga (Bomba et al., 2007).

Ambas características del aglomerado guardan estrecha relación con el desarrollo de la principal actividad económica de la provincia, la agroindustria azucarera que, a diferencia de otras economías de la región, alcanzó un temprano despegue. Se constituyó, asimismo, en la actividad más importante del Noroeste Argentino (Osatinsky, 2011).

Pese a su papel regional destacado en términos de economía y dinámica poblacional, el GSMT presenta elevados niveles de pobreza. El devenir de la agroindustria azucarera y las políticas económicas de corte neoliberal, implementadas en las tres últimas décadas del siglo XX, dieron expresión al proceso de urbanización de la pobreza. 

Figura 1. Gran San Miguel de Tucumán. 2001


Fuente: Malizia, 2011.

 

Manifestaciones actuales de la pobreza y su distribución espacial

Los datos censales en 2001, a partir de la aplicación del IPMH, reflejaban que aproximadamente la mitad de los hogares del aglomerado presentaban algún tipo de privación y, dentro de ese conjunto, los hogares con privación patrimonial y de ingresos eran los predominantes (Longhi, 2012).[8]

El cálculo de la intensidad del IPMH, como se observa en la Figura 2, detecta que en la periferia del aglomerado prevalece un cordón de pobreza

 

crítica, junto a la presencia de algunas islas, con umbrales que superan el 50% de intensidad. Por otro lado, si bien los niveles de privación mejoran en los sectores más próximos al área central, estos igualmente siguen concentrando una significativa presencia de hogares con severas privaciones. Finalmente, la mayor cantidad de hogares sin privaciones se concentra en el área central y en el sector oeste del aglomerado.

El IPMH no puede calcularse para 2010, por lo que no es factible comparar y analizar la evolución de dicho índice para este período. El método de las NBI –que, como se explicó, mide carencias estructurales principalmente– identifica en 2010 una reducción del 5% en los hogares con al menos una condición de pobreza –pasa del 16% al 11%–. Refleja, no obstante, una distribución similar de la pobreza. 

Dentro de las áreas de mayor pobreza en la ciudad, definidas por la última categoría cartográfica de intensidad del IPMH, se seleccionaron tres barrios denominados Villa Muñecas Norte, Juan Pablo II y Costanera Norte para realizar las entrevistas abiertas a los jóvenes (Ver Figura 2). Estos se caracterizan por la precariedad y la informalidad habitacional. La mayoría de las viviendas tiene condiciones deficitarias, y es significativa la presencia de casillas y ranchos.[9] A ello se agrega la falta de acceso de los hogares, o al menos de gran parte de estos, a ciertos servicios básicos (red cloacal, gas natural, pavimentación, espacio público) y una accesibilidad limitada a otros (transporte y alumbrado públicos, recolección de residuos).

 
Ser jóvenes en contextos de pobreza crítica

Jóvenes entrevistados

Se entrevistaron 45 jóvenes cuyas edades oscilan de los 14 a los 24 años. Se partió de un recorte arbitrario que rápidamente demostró sus limitaciones ante la diversidad de experiencias y la imposibilidad, por lo tanto, de establecer categorizaciones meramente etarias. “La edad, categoría tributaria del cuerpo, no alcanza para abarcar el significado de la noción de juventud y menos aún para predecir las características, los comportamientos y las posibilidades de los ‘jóvenes’ en la sociedad actual” (Margulis, 2015: 9).

El análisis de las condiciones educativas, por ejemplo, evidenció que los jóvenes en edad escolar pueden agruparse entre aquellos que permanecen en el sistema educativo y los que abandonaron tempranamente. Los primeros se encuentran cursando, en su mayoría, el secundario y presentan mayores logros educativos que, lo que podríamos denominar, la cohorte anterior (los jóvenes entrevistados mayores de 18 años) que, en gran medida, no logró terminar la escuela primaria. Otro sector eligió la formación en algún oficio, que si bien se inscribe en el campo de la educación no formal es una alternativa educativa para los jóvenes entrevistados.

La indagación sobre las condiciones laborales permitió distinguir también, y con independencia de la edad, un grupo de jóvenes que se encuentra vinculado al mundo del trabajo, a través del cuentapropismo (limpiavidrios, changas o cartoneo),[10] contraprestaciones de programas sociales y empleo temporario en cosechas, y otro que no tiene experiencias recientes. En el primero hay una parte que trabaja y estudia a la vez.

Los estereotipos de género son otra categoría que marca diferencias en las experiencias analizadas. La responsabilidad por el trabajo doméstico en las mujeres (cuidado de hermanos o hijos, limpieza, protección de la vivienda y bienes familiares) se presenta generalmente como ineludible, condicionando su participación en el sistema educativo, las actividades económicas y otros aspectos de la vida social. El rol de proveedor asignado a los varones favorece su mayor presencia y pasatiempo en el espacio público. Como se desarrolla más adelante, las formas de asunción de la maternidad/paternidad también están atravesadas por esta construcción.

Dimensiones analizadas

Se exponen, a continuación, las distintas dimensiones que estructuran las trayectorias vitales de los jóvenes en los contextos de pobreza crítica estudiados. El análisis se centra en el tránsito por el sistema educativo, las experiencias laborales, los grupos de pares, los usos y prácticas en el espacio público barrial y el consumo de sustancias psicoactivas.

A. El paso por el sistema educativo

Los jóvenes tienen, en su mayoría, recorridos discontinuos por el sistema educativo, que se reflejan en situaciones de sobreedad. Son muy pocos los jóvenes que logran una trayectoria lineal en el tiempo preestablecido. Las dificultades se acentúan en el nivel secundario donde finalmente se produce la deserción. Sólo dos de los jóvenes entrevistados llegaron a cursar carreras terciarias.

A continuación, se reconstruyen los factores que condicionan las trayectorias educativas de los jóvenes entrevistados:

- Dificultades en el desempeño escolar. Los jóvenes plantean problemas de desempeño escolar como el bajo rendimiento, la mala conducta o el aburrimiento. Estos expresan un desenganche de las tareas escolares cuya persistencia deviene en abandono escolar. 

Dejé en 8º. Porque había quedado de curso.[11]

Porque me han corrido […] Le hice maldad a la señorita y ya no quise ir más.[12]

Dejé cuando tenía 12. Porque he quedado libre y no me han querido mandar más, me aburre.[13]

No. Dejé en 8º. Hace dos años dejé. Los primeros días me gusta la escuela, después no. Dejé por las amistades que hice, ellos dejaron y yo también. Aparte me llevaba materias y no quise rendir.[14]

 - Dificultades familiares o económicas. Los jóvenes asumen responsabilidades domésticas, vinculadas al cuidado de hermanos o a tareas de manutención, que se tornan incompatibles con la continuidad escolar. La insuficiencia de recursos en las familias provoca también que éstas no puedan solventar sus gastos de estudio o que, como producto de esta situación, ingresen al mundo del trabajo para colaborar con la economía.

Sí, me gusta [la escuela], pero dejé el año pasado un tiempo porque no tenía quien cuide a mis hermanos.[15]  

No. Dejé por trabajar, en 7º dejé no lo terminé. Hace 2 años atrás dejé. [¿Te gustaba?] Sí, matemática era lo que más me gustaba. [¿Por qué dejaste?] Porque no tenía tiempo para trabajar y estudiar.[16]

Sí, me gusta ir, yo dejé 3 años de ir a la escuela por problemas económicos, pero mis padres me insistieron para que vuelva y ahora sí me gusta ir.[17]

- Dificultades en la accesibilidad a los establecimientos educativos. En algunos casos se explicitan problemas relacionados con la falta de vacantes en los establecimientos educativos cercanos y la movilidad hacia otros más alejados. La situación se complica aún más cuando deben cursar, por la edad, el secundario acelerado en tanto la modalidad de educación para jóvenes y adultos suele tener horarios nocturnos.

[Dejó en 6º] Dejé porque me quedé sin asiento. Me mandaron a la Villa.[18]

No, si me encanta la escuela, pero el problema es que ya no me podían mandar porque he quedado de grado y ya no me reciben turno tarde a mí, por la edad que tengo y al grado que tengo que ir.  Y entonces tengo que ir a turno noche y mi mamá dice que no, que es un peligro ir turno noche.[19]

- Nivel educativo alcanzado por los padres o adultos a cargo. El nivel educativo alcanzado por los padres o adultos a cargo, que en su mayoría es bajo, tiene una incidencia variable en las experiencias educativas de los jóvenes. En algunos casos actúa como estímulo ya que los padres buscan que sus hijos trasciendan las dificultades que bloquearon su tránsito por el sistema educativo. “Mi papá siempre me insistía para que vaya y no abandone, me da consejos y me cuenta siempre que a él le hubiese gustado estudiar y no pudo”.[20]

En otras situaciones incide de manera negativa ya que los jóvenes no tienen los estímulos y soportes necesarios para continuar con los estudios.

Dejé en 7º [la escuela]. Mis padres me insistieron [para que vuelva a la escuela], pero como tenían que mandar a mis otros hermanos no importa que yo ya no vaya.[21]

Porque he quedado libre y no me han querido mandar más.[22]

Cabe destacar que se encontraron dos situaciones de no escolarización en los jóvenes entrevistados y en ambos casos los padres eran analfabetos.

- Responsabilización individual por el abandono escolar. Los jóvenes entrevistados sitúan, con frecuencia, su salida del sistema escolar en el plano de las decisiones individuales y también las posibilidades de reingreso.

No. Hasta 6º fui. No quería seguir estudiando, a los 11 dejé. […]. Este año me voy a inscribir de nuevo.[23]

No. Fui hasta 6º grado pero no sé leer. El año pasado fui, este año me voy a inscribir de nuevo.[24]

Esta posición genera que los jóvenes asuman como propia la responsabilidad del abandono escolar, con las consecuencias subjetivas que esto ocasiona. Subestiman sus capacidades y no logran accionar o movilizar recursos para permanecer en el sistema educativo. Tampoco reclaman respuestas institucionales frente a sus problemáticas.

-Valoraciones sobre el rol de la escuela. Prevale una valoración positiva sobre la escuela en función de los saberes y experiencias que se adquieren, de las oportunidades laborales que se abren y de la proyección al futuro ligada a los logros personales. Sólo una pequeña fracción de chicos asocia la escuela a un sinsentido, que se expresa de la siguiente manera: no sé; nada; voy porque me mandan.

Las apreciaciones sobre la transmisión de conocimientos y habilidades se expresan en los siguientes fragmentos: para estudiar; para aprender muchas cosas; para aprender y cuando sea grande voy a saber; saber leer para cuando tenga mis hijos.

Las percepciones en torno al trabajo giran en torno: te sirve para poder trabajar y no ir a limpiar casa ajena; hasta para barrer; sin educación no conseguís trabajo; es importante, porque te ayuda a terminar la secundaria para elegir un trabajo digno.

Las proyecciones que realizan respecto a las oportunidades a futuro que posibilitan las credenciales educativas se sintetizan en las siguientes expresiones: ser alguien en el día de mañana; te da título que sirve para seguir estudiando y ser alguien el día del mañana; que es una posibilidad, te cambia la vida, te da futuro; si no estudias no vas a poder tener tu casa.

Esta valoración positiva sobre el rol de la escuela se asocia a las intenciones de reingresar al sistema educativo expresada por varios de los jóvenes entrevistados y los intentos realizados para retomar los estudios. La contracara son las frustraciones que devienen del abandono escolar y la imposibilidad de alcanzar lo proyectado.

B. Experiencias laborales

El ingreso al mundo del trabajo en los jóvenes entrevistados se produce en edades tempranas y en condiciones de extrema precariedad. Ninguno accedió al sistema laboral formal. Estas experiencias, lejos de ser transitorias tienden a persistir en el tiempo, lo que reproduce, e incluso agrava, las condiciones de privación en la que se encuentran.

Los factores que inciden sobre las trayectorias laborales son:

-Tipo de actividades laborales. Los jóvenes entrevistados se insertan, por lo general, en tareas que conocen de su entorno inmediato, aquellas que efectúan sus padres, hermanos e incluso amigos, y que no requieren credenciales educativas. Estas son relativamente sencillas de realizar y de aprendizaje rápido.

Trabajo en el limón […] Con mi cuñado voy yo.[25]

En el comedor trabajo […]. Mi mamá trabaja ahí.[26]

[Trabaja en el limón] Me llamaron por teléfono [se ríe] no mentira mi hermano me ha dicho.[27]

Comencé a trabajar con el carro porque ya lo teníamos, mi mamá ya lo tenía y después lo tomamos nosotros.[28]

Voy [a limpiar vidrios] porque me llevaron mis amigos y a veces tarjeteo.[29]

Vendiendo comida, salía con mi papá.[30]

 Limpio vidrios [¿Entonces si trabajas?] Bueno sí, voy a la mañana y a la tarde […]. Voy con mi amigo, caminando.[31]

El tipo de actividades laborales, como puede observase, no permite la acumulación de capitales ni competencias para aspirar a trabajos de mayor calificación, retroalimentando el circuito pobreza- precariedad.

-Redes familiares y vecinales. Las redes familiares y de amigos constituyen el principal recurso para el ingreso al trabajo, como se observa en los relatos sobre los tipos de actividades laborales. Saraví (2009) plantea que desde muy temprano los jóvenes de sectores populares se encuentran insertos en redes en las cuales circulan de manera muy dinámica diversas oportunidades laborales.

Dichas redes funcionan en los trabajos asalariados a través de la recomendación y en los cuentapropistas mediante el acompañamiento y adiestramiento. En los segundos, la compañía se mantiene hasta que reúnen las condiciones, ya sea la decisión, la edad o los recursos, para autonomizarse. 

Si trabajo, en la peluquería […] Por mi papá, es amigo de la dueña.[32]

Bah digamos la verdad, yo lo quería, primero cuando iba lo iba a acompañando a mi papá nomás. Iba del bolsillo de mi papá […] De compañía. Y hasta que después bueno… él no quería que haga nada. Y yo me iba, me escapaba de ahí en la Rioja y me iba a abrir puertas de taxi. Y de ahí hacía mi plata, hasta que después empecé a vender yo.[33]

El predominio de trabajos precarios e informales limita, no obstante, el alcance de las redes. Reproducen el circuito de la informalidad laboral y pobreza.

- Ingreso temprano al mundo del trabajo. Los jóvenes tienen experiencias laborales tempranas que inician en su mayoría con la finalización de la educación primaria. En algunas situaciones remiten a edades previas donde cumplen roles de acompañantes o ayudantes de los adultos a cargo. Si bien estas tareas de colaboración no se reconocen como actividad laboral, constituyen la puerta de entrada al mundo del trabajo. De forma gradual asumen mayores tareas o se independizan.

Cuando yo empecé a ir al cartón tenía 8 años… pero cuando me llevó mi papá yo tenía 5 años […]. Ahora yo voy con mi carro o bien trabajo en el limón.[34]

 No sé, yo vendo limón […] Porque mi mamá no, eso vendimos nosotros desde hace años.[35]

Desde los 10 años maso que voy […] mis amigos me invitaban a ir.[36]

Este ingreso prematuro al mundo del trabajo incide en la interrupción educativa en tanto se torna incompatible con el cursado en términos horarios y de rendimiento académico, como expresan algunos relatos en el apartado anterior. El tipo de actividades en las que insertan, por otro lado, no requieren presentar credenciales educativas por lo que tampoco hay una motivación o apremio para continuar más allá que reconozcan la utilidad de la escuela.

- Necesidades familiares y personales. Los motivos por los cuales los jóvenes entrevistados comenzaron a trabajar se vinculan principalmente con la necesidad de colaborar con el sustento familiar y en segundo orden aparecen necesidades personales. Frente a la urgencia económica se prioriza el dinero, por sobre otros aspectos.

Porque a mi mamá no le alcanzaba la plata.[37]

Por una necesidad económica de la casa […]. Mi primer trabajo fue de ayudante de panadero o algo así, cuando tenía 12 años más o menos.[38]

Para la casa y a veces para gastos personales.[39]

La asociación del trabajo con un oficio, una ocupación o un gremio de pertenencia, tal como tradicionalmente se presentó para la clase obrera, está completamente ausente en su imaginario e incluso en sus posibilidades. Svampa (2000) denomina trabajadores tribales a los jóvenes que atraviesan esta situación. El trabajo es percibido desde una óptica individualista y con un rol netamente instrumental. 

Además del aporte a la economía de los hogares, cobra centralidad el acceso a ciertos consumos personales: la vestimenta, la salida con amigos, la música, e incluso las sustancias psicoactivas. Estos constituyen importantes mediaciones para la construcción identitaria en un contexto de declive de instituciones como la educación y el trabajo, que otrora tenían mayor presencia en la construcción de referentes.[40] Materializarlos constituye también una búsqueda de integración frente a las interpelaciones de la sociedad de consumo (Pegoraro, 2002). “A veces le doy a mi mamá para que cocine, para pagar la luz y cuando hago mucha plata la junto y me compro ropa, leche ADES”;[41] “Porque necesitaba plata, comprar algunas cosas”;[42] “Lo gasto para salir”.[43]

La centralidad que adquieren estos objetos provoca que, frente a las dificultades o condiciones precarias de inserción laboral, los jóvenes busquen otras fuentes de obtención de recursos. En algunas situaciones recurren al delito.[44] Si bien en las entrevistas no se indagó este problema de manera explícita, en algunos de los relatos de los jóvenes, principalmente en los varones, aparecen referencias.

 [¿Qué problemas tienen los jóvenes en el barrio?] Algunos padres no tienen trabajo y los hijos salen a robar.[45]

[¿Vos consumís alguna droga?] Si faso, a cada rato. Mi mamá se enoja, me reta. Antes robaba hasta que perdí una moto y ya no robo más. Me convidan por eso no robo.[46]

Lejos de generalizar el fenómeno nos interesa incorporar esta disyuntiva que se les presenta a los jóvenes para obtener ingresos frente a las mutaciones del mercado de trabajo y al lugar que ocupa la experiencia del consumo.

- Estereotipos de género. Distintos aspectos de los estereotipos de género tienen particular incidencia en las trayectorias laborales de las y los jóvenes en los contextos estudiados. El trabajo reproductivo a cargo, en gran medida, de las jóvenes no es reconocido. Las funciones y roles asociados a la maternidad y paternidad modifican, por otro lado, los itinerarios laborales.

Las jóvenes desde edades tempranas tienen atribuidas tareas domésticas como la limpieza y el mantenimiento del hogar. En las entrevistas refieren como ocupación durante el día la realización de distintos quehaceres y se identifican como amas de casa. Con la maternidad estas responsabilidades se refuerzan.

Estoy más tiempo en la casa [¿Cuándo estás acá en la casa, qué hacés?] Limpio.[47]

[¿Qué hacés durante el día?] Limpio, lavo, cocino.[48]

Me dedico a ella nomás [hija de 2 años], si no tengo que lavar… ese tipo de cosas.[49]

Los varones, por lo general, refieren que en sus casas ven televisión o duermen. En algunos casos si colaboran con tareas domésticas que no reconocen de manera directa. Éstas se deslizan en la indagación de otras dimensiones.

La paternidad aparece como un punto de inflexión en las trayectorias laborales en relación a la utilidad de los ingresos. El propósito por cubrir las necesidades de los hijos desplaza el interés por los consumos juveniles. “A mis hijos. Ahora, porque antes no. Antes, yo le voy a decir la verdad, era todo droga, joda y nada más. Ropa, zapatilla…”.[50]

Para las mujeres el nacimiento de los hijos implica un repliegue a la esfera doméstica al igual que las uniones conyugales. Una parte de las jóvenes entrevistadas refieren distintos antecedentes laborales, pero salieron del mercado de trabajo cuando tuvieron sus hijos o formaron familia.

Empecé a trabajar a los 15 años.[…]. Empecé en el limón, en la frutilla, en la papa, y después ya dejé porque tuve mi hijo.[51]

Empecé a trabajar a los 15 años en el limón [¿Por qué dejaste?] Porque he conseguido un marido, que trabaje él [se ríe].[52]

- Incidencia de los programas de empleo. Algunas experiencias laborales de los jóvenes están asociadas a las contraprestaciones de programas de empleo. Presentan características heterogéneas según las modalidades que éstos adoptan.

Los beneficiarios del Programa Argentina Trabaja realizan tareas de mayor calificación y tienen mayores ingresos. El mecanismo de entrada es clientelar; es decir, a partir de la intermediación de dirigentes barriales que responden al Gobierno de turno.

Trabajo en la Argentina Trabaja. [¿Cuántas horas trabajan ahí en la cooperativa?] Emmm…5 horas generalmente [A dónde trabajan, ¿aquí en el barrio?] Sí, en el barrio. Hacemos mantenimiento digamos, limpieza, mejoramiento de espacios verdes y módulos habitacionales [¿Y cómo te enteraste? ¿Por medio de quién?] No sé, yo no me quería anotar al principio porque no le creo a nadie, vienen a prometer cosas y nos van anotando. Esta vez salí.[53]

Trabajo en Argentina Trabaja, en la cooperativa de jóvenes. Limpiamos la plaza y tenemos que estudiar […]. Trabajamos 6 horas más o menos […]. Entré por las actividades del comedor.[54]

Los otros planes a los que hacen referencia los jóvenes entrevistados serían de alcance provincial y de un monto irrisorio ($150). La contraprestación, como consecuencia, no es sistemática (una vez a la semana), y apunta a tareas comunitarias. Estos planes, que son referenciados por los jóvenes de uno de los barrios, son administrados por una organización comunitaria independiente que consigue las demandas mediante la movilización. “Trabajo en el comedor, dos o tres horas [¿Qué haces en el comedor?] Nada, me voy a sentar ahí”.[55]

Los relatos contraponen las experiencias laborales, en un caso asociada al aprendizaje de oficios y en el otro a una falta de motivación que consideramos se origina en los irrisorios estímulos económicos y la falta de reconocimiento a las tareas comunitarias.

Si bien el Programa Argentina Trabaja tiene la virtud de brindar herramientas de formación laboral representa una forma de inserción precaria, impulsada por el propio Estado, y en la que los criterios de continuidad son discrecionales. Dependen de la disponibilidad presupuestaria del Gobierno nacional y de vínculos clientelares.

C. Grupo de pares

Los grupos de pares tienen un lugar central en la conformación identitaria y la socialización de los jóvenes entrevistados. Constituyen ámbitos de contención afectiva y representan espacios de autonomía en los que se experimentan las primeras búsquedas de independencia (Urresti, 2002).

En los contextos de pobreza crítica estudiados, la fisonomía de los grupos de pares se encuentra íntimamente vinculada al espacio barrial. La sociabilización se circunscribe a círculos sociales homogéneos como consecuencia de los procesos de segregación socioespacial que operan en la ciudad.

Se describen, a continuación, los aspectos que caracterizan las experiencias de los jóvenes entrevistados en los grupos de pares. 

- Importancia del espacio barrial. La conformación y desarrollo de los grupos de pares se vincula de manera exclusiva al espacio barrial. Los lazos remiten al período de la infancia donde las veredas, calles y canchas se constituyen en lugares de encuentro, juego y socialización. “Mis amigos son del barrio, desde chicos que somos amigos”;[56] “Sí mis amigos son del barrio, nos conocemos de pendejo”.[57]

Los vínculos se refuerzan, en la mayoría de los casos, por la concurrencia a escuelas cercanas. Los amigos del barrio suelen ser también los compañeros de la escuela. “Del barrio, aquí los conocí. Sí, desde que íbamos a la escuela”;[58] “Mis amigos son del barrio. También íbamos a la escuela juntos”.[59]

En algunos casos refieren amistades de barrios adyacentes, en las que el punto de vinculación es la escuela o los espacios de recreación, como canchas o bailes. Estos tienen, cabe destacar, características socioeconómicas similares.

Tengo amigos que son de aquí, y otros del Trula y de la Bombilla, los conozco desde que somos chicos.[60]

Del barrio, de otros barrios. Del FEPUT, del Echeverría, distintos [¿Dónde los conociste?] Porque salgo a los bailes [¿Boliches o bailes?] Bailes en el galpón o por acá se arman distintas fiestas.[61]

La descripción de las actividades laborales sugiere que estas tampoco posibilitan el desarrollo de nuevos vínculos. Los cuentapropistas trabajan solos o con amigos o familiares, y las prestaciones de los planes sociales se realizan en el mismo barrio. En ocupaciones como la cosecha del limón las cuadrillas de trabajo se arman entre los vecinos.

- Tipo de actividades grupales. Entre las actividades que desarrollan los jóvenes entrevistados con los grupos de pares predomina la juntada en espacios públicos del barrio. Se apropian de ciertos lugares -como se explica en el apartado siguiente- para desarrollar los encuentros. De manera cotidiana se reúnen para conversar, para escuchar música, para reírse, para jugar a las cartas. “Andamos en el barrio, jugamos a las cartas”;[62] “Nos juntamos a molestar en la esquina”;[63] “Jugamos, nos hacemos bromas, escuchamos música”;[64] “Nada, nos paramos en la esquina a ver chicas”.[65]

En algunos relatos aparece la referencia al consumo de sustancias psicoactivas como parte de las prácticas que se desarrollan en los grupos de pares. “En las esquinas nos juntamos, algunos fuman faso, otros no. No todos son iguales”;[66] “Nos juntamos [en la esquina], algunos se drogan”.[67]

Si bien algunos jóvenes no se incluyen en el consumo, evidencian que su práctica está instituida, constituyéndose, de esta manera, en una forma de relacionarse con los otros. 

Otras actividades que desarrollan son juegos de pelota, principalmente los varones, y paseos por plazas o parques, las mujeres. Generalmente se trata de lugares cercanos al barrio, aunque hay referencia a paseos en espacios más céntricos, como el Parque 9 de julio.[68] “Conversamos, nos reímos, jugamos a la pelota, básquet”;[69] “Conversamos, vamos a caminar a la plaza”;[70] “Por ahí salimos a la plaza, los domingos salimos al parque. No mucho porque no nos dejan”.[71]

Durante los fines de semana suelen salir a fiestas o boliches donde además del disfrute por la música y el baile aparece, sobre todo en los varones, la cuestión del consumo, e incluso los excesos. “Escuchamos música, y salimos a bailar”;[72] “Salimos a los bailes, mis amigos toman cerveza, se drogan”;[73] “Vamos a bailar y nos ponemos molestos y cuando volvemos nos juntamos en la esquina a tomar hasta el otro día”.[74]

Un sector de las jóvenes entrevistadas refiere mayores regulaciones por parte de los padres o adultos responsables respecto del tiempo y las actividades que desarrollan con los grupos de pares. Estos aspectos están condicionados por las responsabilidades domésticas y/o ciertos cuidados que se tienen sobre las mujeres. No sucede lo mismo con los varones donde se observa poca intervención en sus itinerarios cotidianos. “Hacemos fuego así nos calentamos un rato hasta que viene mi papá del centro [es cartonero]. Me hacen compañía a mí”;[75] “Por ahí salimos, los domingos vamos al parque. No mucho porque no me dejan”.[76]

- Socialización en espacios homogéneos. La circunscripción de los grupos de pares al ámbito barrial refuerza la socialización de los jóvenes en espacios homogéneos. La posibilidad de conocer lo distinto, lo otro, lo desigual, se va anulando, y se afirman las prácticas, experiencias, percepciones que tienen en común. Incluso dentro del mismo barrio los jóvenes que tienen recorridos y trayectorias diferentes suelen quedar aislados o arman sus propios grupos. Este distanciamiento también se asocia al consumo de drogas y las conductas que se derivan de esta situación. “Antes se veían unos cuantos, ahora la mayoría. Eran amigos míos y bueno han decidido por el camino de la droga y se va aumentando digamos”.[77]

Sólo dos de los jóvenes entrevistados tienen grupos de pares que se constituyeron en ámbitos de socialización diferentes al entorno inmediato. Tiene que ver con su circulación por otras instituciones, la educación superior en un caso y la inserción laboral en una cooperativa en otro.

Mis compañeros de trabajo son mis amigos [son los compañeros de la cooperativa de trabajo y son también de la zona]. Antes los conocía de vista, pero no cruzaba palabras con ellos. Nos reunimos para jugar a la pelota.[78]

De acá del barrio no tengo amistades, son de afuera, son más del colegio digamos [estudia en un terciario].[79]

D. El espacio público del barrio

El uso del espacio público del barrio por parte de los jóvenes consiste en la ocupación física y el desarrollo de normas y de prácticas sociales distintivas (Kuasñosky & Szulik, 1996; Saraví, 2004; Foressi, Raffo & Salvia Ardanaz, 2006). Se constituye, de esta manera, el principal escenario de encuentro y de sociabilización.

La permanencia en el espacio público barrial en los contextos estudiados asume las siguientes características:

- Lugares de encuentro y tipos de actividades. Los jóvenes entrevistados, como se desarrolló en el apartado anterior, utilizan el espacio público del barrio para estar con los grupos de pares. Los puntos de encuentro son los pasillos, las esquinas y algunos lugares simbólicos, como la casa de alguno de los chicos o vecina o un kiosco. Dichos espacios, en su mayoría, tienen características precarias, dadas la urbanización informal de los barrios. Las veredas y calles, en su mayoría, son de tierra, y no se distinguen una de la otra porque no hay cordón cuneta. En ciertas áreas estas no están trazadas y las vías de circulación son intrincados y estrechos pasillos. No disponen, por lo general, de plazas y espacios de recreación, a excepción de algunos sitios que los mismos vecinos reservan para estas actividades.

[¿Dónde se juntan los otros grupos de chicos del barrio?] Mayormente estamos todos juntos, uno aquí otro allá. Pero aquí en el barrio.[80]

 Los chicos del barrio se juntan en la cancha del Obarrio [es un hospital de salud mental que se encuentra al límite de uno de los barrios], allá en la otra esquina. Yo con mi grupo, los mismos de siempre -Maxi, Franco, Gastón- me junto ahí en la vereda. Ahí o si no en la casa de allá abajo, de doña Cuca.[81]

Los jóvenes se juntan en las esquinas, conversan. Yo con mis amigas también [nos juntamos] en las esquinas y conversamos”.[82]

Hacemos fuego afuera de mi casa así se calentamos un rato acá hasta que viene mi papá del centro [el padre es cartonero]. Ellos [los amigos] me hacen compañía a mí”.[83]

Las actividades que se llevan adelante en el espacio público barrial ya fueron referenciadas en el apartado anterior al describir las actividades grupales. Escuchar música, conversar, juegos de pelota y cartas, tomar cerveza y el consumo de otras sustancias psicoactivas son parte del itinerario que desarrollan.

- Un espacio de seguridad. La calle, como señalan los jóvenes, representa la posibilidad inmediata de reunirse con los amigos en un territorio que controlan y en el que no corren riesgos, además de las escasas posibilidades y recursos de movilidad para circular por otras partes de la ciudad.

El espacio público barrial, para algunos jóvenes, constituye casi la única posibilidad de encuentro con sus pares, e incluso de movilidad, debido a los estigmas que recaen sobre ellos; más aún si en algún momento de su biografía tuvieron conflictos con la ley.

Si se quedamos tomando en el barrio. Es que ya no se puede salir. Si cuando salís sí o sí, ya no puedo salir ya de noche porque tengo causa. ¿Usted sale y qué hacen? Vos que no tenés el documento, bueno ya caíste alguna vez preso. Sí ah entonces vení vamos por contravención. Directamente tengo que salir con mi mujer algunas veces o con chicas, con mis hijos. Si el otro día iba con él y con mi otra hija en la moto y lo mismo me llevaron los dos.[84]

En el espacio público pueden convivir también los distintos grupos de jóvenes, es decir cada uno puede hacer su ronda en lugares contiguos, debido a que se conocen desde la infancia y hay códigos de respeto entre ellos. Si bien aparece la referencia a ciertos conflictos se atribuyen a situaciones de exceso en el consumo de sustancias psicoactivas. “Aquí son piolas los vagos de aquí nada más se drogan, pero son buena onda, te tratan bien”;[85]

“En las esquinas se juntan los distintos grupos, todos toman y fuman”.[86]

Este aspecto se diferencia de otros estudios realizados en contextos similares donde las jóvenes vivencian el barrio como un territorio hostil, poco frecuentado como espacio de interacción social (Foressi, Rafoo & Salvia Ardanaz, 2006). Incluso refieren el cobro de peajes en ciertos lugares de circulación, como forma extrema de apropiación del espacio público, situación que no se expresa en los relatos de los jóvenes entrevistados.

- Un pasatiempo. Las actividades que realizan en el espacio público del barrio, en la mayoría de los casos, son vivenciadas como un pasatiempo que transcurre luego de sus quehaceres en la escuela, el trabajo y/o la casa. La mayor o menor permanencia depende de sus vínculos con el sistema educativo y con el mundo del trabajo y de las responsabilidades domésticas asignadas, que en las mujeres suele tener mayor peso.

A la mañana y a la tarde [asiste a una escuela técnica de doble turno] voy a la escuela y cuando vuelvo salgo con mis amigos.[87]

A la mañana estoy en mi casa, a la tarde escuela y cuando vuelvo me junto con mis amigos.[88]

[¿Qué hacés durante el día?] Ayudo a limpiar en mi casa, retiro la comida del comedor y me junto con mis amigos por el barrio.[89]

A la mañana estoy en mi casa y a la tarde en el trabajo. A veces me junto con mis amigos en la esquina sobre todo los fines de semana.[90]

En las mujeres la permanencia en el espacio público, junto a los grupos de pares, está condicionada, como se desprende de las entrevistas, al cumplimiento de las tareas domésticas. La maternidad, asimismo, provoca un repliegue a la esfera de lo privado, a diferencia de los varones donde la paternidad no parece alterar sus prácticas de sociabilidad. Estos últimos, como ya se mencionó, tratan de afirmar su rol de proveedor de recursos. “No, ya ahora no es como antes…antes yo me sabía juntar allá, salía a la casa y estaba con ellos [los amigos], pero ya no, ahora ya estoy en mi casa […]. Y ahora estoy más con mi bebé”.[91]

- El espacio público de la ciudad para el trabajo. Si bien la experiencia del espacio público que tienen los jóvenes entrevistados se asocia principalmente al barrio, también avanzan sobre ciertos espacios de zonas centrales de la ciudad a la hora de desarrollar las actividades laborales. El uso recreativo de espacios públicos extrabarriales, como se expuso en el apartado sobre los grupos de pares, tiene un carácter más bien extraordinario.

Los semáforos de algunas esquinas -para limpiar vidrios de los autos-, las plazas o colectivos -para entregar tarjetas, las veredas céntricas –para la venta ambulante y para el cartoneo– son los lugares donde, como se describió en las inserciones laborales, se asientan las estrategias que desarrollan para generar ingresos.

Esta reapropiación del espacio público, con sus recorridos y usos, posibilita formas de intercambios con otros estratos sociales donde, por lo general, quedan en evidencia los contrastes sociales. Se asumen los riesgos de salir del barrio, de los estigmas y represalias policiales frente la necesidad y posibilidad de conseguir ingresos.

E. Consumo de sustancias psicoactivas

El consumo de sustancias psicoactivas se presenta en los jóvenes entrevistados como una práctica, siguiendo los estudios de Epele (2007), que ofrece un modo de estar en el mundo y de relacionarse con los otros. Se deja fuera del análisis el consumo de pasta pase, también denominada paco, que por su carácter altamente tóxico y adictivo cambió sustancialmente las experiencias de consumo. Sus emergentes requieren ser estudiados de manera distintiva.

En los relatos hay una constante referencia al consumo de sustancias psicoactivas, que aparece como objeto de preocupación –cuando se lo coloca en el plano de los otros– o de reivindicación –cuando se ejerce el consumo–. Es la principal referencia cuando se interroga sobre los problemas de los jóvenes en el barrio.

Las experiencias de consumo de sustancias psicoactivas están atravesadas por los siguientes aspectos:

- Tipos de sustancias psicoactivas y organización del consumo. Entre los jóvenes entrevistados tienen amplia difusión el alcohol, la marihuana, las pastillas tranquilizantes (que se suelen mezclar con alcohol) y el paco, que en estos últimos años fue adquiriendo mayor incidencia. “Algunas veces me drogo. Faso sobre todo. ¡Ahora está caro! Sí, me peleo con mi mamá y mi papá me reta. Me estoy acostumbrando más al faso que a la merca”;[92] “Sí, faso, merca, de todo, todos los días no”.[93]

El consumo de sustancias psicoactivas es continuo y se hace referencia a la combinación o alternancia entre marihuana y cocaína. No mencionan el alcohol, aunque lo utilizan con regularidad, porque su consumo está socialmente aceptado.

[¿Vos no consumís drogas?] A veces, para qué vamos a decir no. Sí me gusta fumar de vez en cuando, no todos los días… día y medio.[94]

[¿Vos no consumís drogas?] Yo sí, a toda hora, pero cuando no estén ellos [sus hijos]. Ve ahora que estoy con él, no. [¿Te causa problemas?] Sí, con mi pareja y con mi papá también. No quiere saber nada. Mi mamá ya es como que se ha resignado.  Pero no soy de ir a fumar a la par de ellos nada. Prefiero ir cuando salgo doy la vuelta así y ahí puede ser.[95]

Se observa que el uso abusivo de sustancias psicoactivas afecta con mayor intensidad a los varones. Los momentos de consumo se dan, principalmente, en los grupos de pares y durante la permanencia en el espacio público. Las mujeres, como ya se expuso, tienen una circulación más restringida por estas esferas debido a los roles que tienen asignados dentro del hogar.

Como se mencionó, no se entrevistaron jóvenes que consumen paco. Suelen estar todo el tiempo en situación de consumo o en búsqueda de recursos que garanticen su continuidad. En la mayoría de los casos recurren a actividades ilegales, como hurtos y robos, aun en sus propios hogares; y/o la venta menor de drogas. Estudios sobre la temática advierten sobre las marcas corporales, emocionales y simbólicas que el consumo intensivo de paco va dejando en los usuarios y en sus redes sociales. De manera progresiva van quedando en situación de calle.

- Actividades ilegales y desbordes. Los jóvenes relacionan el consumo con la participación en actividades ilegales (hurtos, robos, etc.) en tanto forma de obtener recursos para la compra de sustancias psicoactivas. Cuando no disponen de ingresos personales, resultado de actividades laborales, o no consiguen en sus hogares recurren a robos o hurtos dentro y fuera del barrio. Las consecuencias son la criminalización o represalias por parte de los vecinos afectados. “Sí, fumo faso, a cada rato. Mi mamá se enoja, me reta. Antes robaba hasta que perdí una moto y ya no robo más. Me convidan por eso no robo”.[96]

Se mencionan también desbordes en relación al desconocimiento de los otros, estas situaciones generalmente terminan en peleas o en enfrentamientos.

Se drogan algunos que veo yo, algunos toman, algunos roban.[97]

Toman de lunes a lunes aquí, se drogan y empiezan las peleas, sacan cuchillos, sacan de todo.[98]

[¿Cuáles son los problemas que tienen los jóvenes en el barrio?] La droga, que se matan, se pelean”.[99]

 

Trayectorias vitales frente a la pobreza crítica

Si bien los jóvenes entrevistados viven en contextos de pobreza, y atraviesan desventajas estructurales, enfrentan de maneras distintas dichas condiciones. En algunos casos logran un mayor recorrido por el sistema educativo o cierta inserción laboral, o bien quedan afuera del sistema escolar, no consiguen trabajo y los grupos de pares y el espacio público barrial se constituyen en sus principales ámbitos de socialización. La situación familiar, los estereotipos de género, la accesibilidad a programas de formación y empleo, las experiencias urbanas, y las formas de consumo de sustancias psicoactivas son aspectos que inciden, aunque de manera variable, en estas posibilidades.

A partir de las dimensiones analizadas, y según el peso que adquieren en la organización del tiempo, los intereses y procesos identitarios, se reconocen siete tipos de trayectorias vitales de los jóvenes en los contextos de pobreza crítica analizados.[100] Esta caracterización se realiza a los fines analíticos sin desconocer que los jóvenes pueden transitar por ellas en distintos momentos.

- Jóvenes que sostienen una actividad laboral. Se trata de jóvenes que mantienen una actividad laboral precaria, en la mayoría de los casos de tipo cuentapropista. Sostienen una rutina cotidiana, por lo general a medio tiempo realizando esta labor para colaborar con la economía familiar - generalmente no son jefes de familia- y para cubrir gastos personales. En el tiempo libre se reúnen con sus grupos de pares en el espacio del barrio, pero la permanencia está condicionada a la actividad laboral. Debido a que cuentan con ciertos ingresos pueden trascender el barrio, y asistir a lugares de recreación en otros puntos de la ciudad. Puede haber consumo de sustancias psicoactivas, pero se organiza en función de los tiempos extralaborales.

- Jóvenes que permanecen en el sistema educativo. Se trata de jóvenes que permanecen en el sistema educativo, aunque su recorrido sea discontinuo. Suelen tener apoyo del grupo familiar o bien priorizan los recursos que posibilitan las políticas de transferencia de ingresos destinados a la terminalidad educativa. Las mujeres en el tiempo restante suelen encargarse, por lo general, de tareas domésticas y la socialización en el espacio de la calle es reducida. Los varones usan el tiempo extraescolar para reunirse con el grupo de pares en el espacio público del barrio. Puede haber situaciones de consumo de sustancias psicoactivas, pero es ocasional, mayormente ligado a las salidas o a actividades recreativas.

- Jóvenes que estudian y trabajan. Un grupo de jóvenes trabaja y estudia a la vez ocupando gran parte de su tiempo entre estas dos actividades. El tránsito por esta trayectoria está marcado por la disyuntiva de tener que optar entre una u otra frente a las dificultades para sostener ambas responsabilidades. En la mayoría de los casos privilegian el trabajo por la disponibilidad de ingresos para colaborar con la economía de sus hogares y/o la cobertura de ciertos gastos personales. La permanencia con los grupos de pares y en el espacio público barrial tiene lugar en los intersticios de estas ocupaciones al igual que las prácticas de consumo de sustancias psicoactivas.

- Jóvenes madres. Son jóvenes que han sido madres y se dedican a esta función. Algunas formaron un núcleo familiar propio y otras conviven con el grupo de origen. La mayoría se desvinculó tempranamente del sistema educativo. No poseen trayectorias laborales; o si las tienen, fueron suspendidas debido a la maternidad o al iniciar la convivencia con sus parejas. Tienen pocos vínculos con sus pares y permanecen la mayor parte del tiempo en sus hogares donde además cumplen tareas domésticas. No suele haber consumo de sustancias psicoactivas.

- Jóvenes varones que han sido padres. Se destaca esta trayectoria porque a las situaciones de abandono escolar temprano y dificultades de inserción laboral que atraviesan ciertos jóvenes se agrega la presión y la intención de brindar contención económica a sus hijos cuando han sido padres. En algunos casos cede el interés por los grupos de pares y la permanencia en la calle; y cobra preeminencia una salida laboral y el deseo de armar el núcleo familiar propio. Sin embargo, cuando estos intentos fallan devienen en mayor frustración. 

- Jóvenes vinculados con sus pares. Son jóvenes, principalmente varones, que pasan la mayor parte del tiempo en el espacio público del barrio con su grupo de pares. Han abandonado de manera muy temprana el sistema educativo y no buscan o no consiguen trabajo. El vínculo con su grupo familiar suele ser conflictivo, y los padres o adultos a cargo tienen poca injerencia sobre las actividades de estos jóvenes. El consumo de drogas tiene mayor frecuencia en estas situaciones.

- Jóvenes dedicados a tareas domésticas. Se detectó un grupo de jóvenes, principalmente mujeres, dedicado a tareas domésticas. Son hermanas y hermanos mayores sobre quienes recaen tareas de limpieza, cuidado de la vivienda y de los niños. Tienen poco contacto con sus pares debido a las funciones que cumplen, pero también por decisión de los padres o adultos a cargo que de esa manera pretenden tener un mayor control sobre su socialización. 

Se presenta, a continuación, la distribución de los casos dentro las trayectorias vitales identificadas (ver cuadro 1).

Cuadro 1. Distribución de las trayectorias en los casos estudiados

 

Mujeres

Varones

Escuela

9

9

Trabajo

3

9

Escuela y Trabajo

1

3

Grupos de pares

2

2

Maternidad

4

 

Paternidad

 

1

Tareas domésticas

3

1

Fuente: Trabajo de campo de la autora, 2011y 2012.

 

Esta tipología, lejos de tratarse de una construcción estática y que define a priori las biografías de los entrevistados, tiene el propósito de brindar herramientas para el diseño de políticas y/o intervenciones dirigidas a dicha población.

 
Conclusiones

El análisis de la pobreza en el Gran San Miguel de Tucumán evidencia su notable magnitud en la última década del siglo XX y en los inicios del siglo XXI, y el carácter persistente en determinadas áreas. La concentración espacial muestra, por otro lado, la intensificación de la segregación socioespacial, con las consecuencias que este proceso trae para los sectores peor posicionados en la estructura social. No sólo se trata de la segmentación en la calidad de los servicios (salud, educación, vivienda), que son las manifestaciones ya conocidas del fenómeno, sino también de desventajas asociadas a la estigmatización de los contextos de pobreza.

Los barrios estudiados constituyen áreas de pobreza crítica en los que las transformaciones acaecidas suscitaron una disrupción en los modos de vivir la pobreza urbana, principalmente para los jóvenes. Si bien las generaciones anteriores tampoco lograron acceder a los mecanismos de movilidad social ascendente –la escuela y el mercado de trabajo formal–, se observan mayores dificultades para estos últimos en tanto enfrentan un contexto de mayores necesidades –y ofertas– de consumo que no pueden satisfacer. Los estigmas barriales también recaen sobre ellos siendo objeto de discriminación y violencia institucional.

La situación económica de los hogares, a lo que se suman barreras pedagógicas, precipitan el abandono temprano del sistema educativo y cobran preeminencia las inserciones laborales precarias para cubrir necesidades básicas. Las características de estas últimas no permiten acumular experiencias y tienden a perpetuarse en el tiempo. Los grupos de pares, el espacio público barrial y el consumo de sustancias psicoactivas instituyen nuevas prácticas y sentidos que marcan los procesos biográficos y relacionales de los jóvenes. Estas tienen la particularidad de suceder en el territorio barrial, en tanto principal escenario de encuentro, sociabilidad y consumo frente a las escasas posibilidades y recursos de movilidad hacia otras partes de la ciudad.

Más allá de ciertas condiciones compartidas, se identifican trayectorias vitales heterogéneas frente a la pobreza crítica. Estas dependen, de las situaciones de las que parten -mayor o menor contención familiar, itinerarios laborales de los padres, posiciones de género- y de las redes y respuestas que los jóvenes pueden ir desarrollando. La tipología propuesta sintetiza el -mayor o menor- peso que tienen las dimensiones analizadas.

Algunos jóvenes logran sostener una inserción laboral, aunque sea en condiciones de precariedad, y estructuran su cotidianeidad en función del trabajo principalmente. Otro grupo permanece, a pesar de las adversidades, en el sistema educativo e intenta acceder a mayores logros que sus padres o adultos a cargo. Las jóvenes que son madres suelen desempeñarse como amas de casa, interrumpiendo, previa o posteriormente, sus experiencias educativas y laborales, y restringiendo sus espacios de socialización con pares. Los jóvenes que han sido padres suelen replantearse las obligaciones y responsabilidades, sobre todo en lo que respecta a la manutención de los hijos, circunstancia que no siempre se traduce en posibilidades efectivas. Otra porción de jóvenes se encuentra recluida en el ámbito doméstico, encargándose de las tareas de cuidado y limpieza y con una socialización limitada. Por último, se identificó a los jóvenes que vinculados primordialmente con sus pares transcurren sus días en el espacio público del barrio, a veces en situaciones de consumo de drogas, con lo que clausuran, de no mediar otras condiciones, su tránsito por el mundo del trabajo y la escuela.

La identificación de estas diferencias puede orientar el diseño de políticas sociales e intervenciones que tengan en cuenta la heterogeneidad de trayectorias vitales en contextos de pobreza crítica. Es fundamental recuperar los esfuerzos que realizan las y los jóvenes -y las capacidades con las que cuentan- para sostener las actividades laborales, los reiterados intentos de escolaridad, la maternidad/paternidad, para construir o alcanzar determinados proyectos vitales.

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Notas

[1] La tasa de desocupación de jóvenes entre 18 y 25 años en el tercer trimestre de 2011, según la Encuesta Permanente de Hogares (EPH), se situaba en 7,9% mientras que el promedio general era 3,3%. En el tercer trimestre de 2019 la cifra trepaba a 27,3% en los jóvenes mientras que a nivel general se ubicaba en 11,1%.

[2] Según el Informe de Diagnóstico Laboral de la provincia de Tucumán (2019), y sobre la base de los datos de la EPH, el trabajo no registrado de los jóvenes alcanzaba el 75,4% en el primer trimestre de 2018 mientras que en el total de asalariados era de 43,1%.

[3] El estudio de trayectorias se constituye como un campo de análisis en disputa entre los enfoques estructuralistas, las orientaciones subjetivistas e investigaciones buscan articular lo estructural y lo biográfico (Robertis, 2017). La autora mencionada se inscribe en esta última perspectiva.

[4] El IPMH tiene la virtud de identificar diferencias al interior de los hogares pobres y presentar un elevado nivel de desagregación para su análisis. Se obtiene a partir de la combinación de dos indicadores: el de condiciones habitacionales (CONDHAB) y el de capacidad económica del hogar (CAPECO). El primero combina características de los materiales constructivos y de la infraestructura sanitaria que componen la vivienda (hogares con piso de tierra, techos sin cielorraso -de chapa, fibrocemento, plástico, cartón, caña, tabla, paja con barro, paja sola- y que carecen de inodoro con descarga de agua). El segundo se aproxima al nivel de ingresos del hogar combinando los años de educación formal aprobados por los perceptores de ingresos y la cantidad total de miembros del hogar. Según el tipo de privación, distingue cuatro categorías de hogares: a) hogares sólo con privación de recursos patrimoniales; b) hogares sólo con privación de recursos corrientes; c) hogares con privación convergente -combinan carencias patrimoniales y coyunturales-; y d) hogares sin privación (Gómez, Mario & Olmos, 2003).

[5] Durante las entrevistas se identificaron una heterogeneidad de situaciones, en cada una de las dimensiones bajo estudio, evidencia que orientó la construcción de las categorías teóricos desarrolladas en el presente trabajo.

[6] El trabajo de campo se realizó entre 2011 y 2012.

[7] Integran el aglomerado, además de la capital provincial, las siguientes localidades: Banda del Río Salí y Alderetes (departamento Cruz Alta); El Manantial (incluido Barrio Araujo) y Barrio San Felipe departamento Lules); Yerba Buena y Barrio San Jose III (departamento Yerba Buena); Diagonal Norte, Luz y Fuerza, Villa Nueva Italia, Los Pocitos, Villa Mariano Moreno y el Colmenar (departamento Tafí Viejo). Esta delimitación del aglomerado se realiza teniendo en cuenta las unidades espaciales utilizadas por el Censo Nacional de Población Hogares y Viviendas del año 2001.

[8] Los hogares sin privación alcanzan el 50,3%, los que sólo tienen privación de recursos corrientes 14,6%, los que atraviesan privación patrimonial 16% y privación convergente 19,1% (Longhi, 2012).

[9] Las condiciones deficitarias comprenden las siguientes características: tienen piso de tierra o de ladrillo suelto u otro material (no tiene piso de cerámica, baldosa, mosaico, mármol, madera, alfombra, cemento o ladrillo fijo); o no tienen provisión de agua por cañería dentro de la vivienda o no disponen de inodoro con descarga de agua.

[10] La actividad de limpiavidrios consiste en la limpieza de parabrisas de automóviles en las esquinas con semáforos. Es realizada por jóvenes y, en menor medida, niños y solicitan por ello una colaboración voluntaria a los conductores, Las changas son trabajos ocasionales vinculados a la prestación de servicios como los referidos a algún oficio (principalmente albañilería, plomería, electricidad) o a tareas no calificadas (limpieza de piscinas y jardines, servicios de mantenimiento en general, etc.). Con cartoneo hacemos referencia a la recolección de materiales de residuos urbanos reutilizables, principalmente el cartón, para su posterior venta a las industrias dedicadas al reciclaje.

[11] Entrevista a Mercedes, 18 años, 2011.

[12] Entrevista a Alfonso, 16 años, 2011.

[13] Entrevista a Daniela, 16 años, 2012.

[14] Entrevista a Víctor, 17 años, 2011.

[15] Entrevista a Marcos, 16 años, 2012.

[16] Entrevista a María Marta, 19 años, 2012.

[17] Entrevista a Juana, 20 años, 2012.

[18] Entrevista a Fabiana, 15 años, 2012.

[19] Entrevista a Sonia, 15 años, 2011.

[20] Entrevista a Patricia, 17 años, 2012.

[21] Entrevista a Ezequiel, 19 años, 2012.

[22] Entrevista a Daniela, 16 años, 2012.

[23] Entrevista a Ignacio, 24 años, 2012.

[24] Entrevista a Julián, 21 años, 2012.

[25] Entrevista a Diana, 15 años, 2012.

[26] Entrevista a Daniela, 16 años, 2012.

[27] Entrevista a Alfonso, 16 años, 2011.

[28] Entrevista a Fabricio, 18 años, 2011.

[29] Entrevista a Ángel, 15 años, 2011. Se le dice tarjeteo a la actividad que realizan niños y jóvenes en colectivos o lugares públicos, consistente en entregar estampitas o tarjetas a cambio de una colaboración monetaria.

[30] Entrevista a Gustavo, 16 años, 2012.

[31] Entrevista a Franco, 24 años, 2012.

[32] Entrevista a Alina, 19 años, 2012.

[33] Entrevista a Hugo, 20 años, 2012.

[34] Entrevista a Bruno, 15 años, 2011.

[35] Entrevista a Mica, 15 años, 2012.

[36] Entrevista a Mauro, 15 años, 2012.

[37] Entrevista a Daniela, 16 años, 2012.

[38] Entrevista a Juan, 21 años, 2011).

[39] Entrevista a Fabricio, 18 años, 2011.

[40] En un contexto donde los jóvenes de sectores pobres o medios empobrecidos conviven con la crisis permanente de las instituciones, en un mundo comandado por adultos que permanentemente los reprime y los condena, el vestuario, la música, el acceso a ciertos objetos emblemáticos, constituyen una de las más importantes mediaciones para la construcción identitaria de los jóvenes (Reguillo, 2000).

[41] Entrevista a Mauro, 15 años, 2012.

[42] Entrevista a Romina, 21 años, 2012.

[43] Entrevista a Rodrigo, 16 años, 2012.

[44] Kessler (2004), en un estudio sobre las relaciones entre trabajo, privación y delito en las periferias de Buenos Aires, plantea el pasaje de una lógica del trabajador a una lógica de proveedor. La diferencia entre ambas se ubica en la fuente de legitimidad de los recursos obtenidos. Mientras que en la primera reside en el origen del dinero fruto del trabajo honesto, en la segunda reside en su utilización para satisfacer necesidades.  Es decir que para esta última cualquier recurso provisto es legítimo si permite cubrir una necesidad, no importa el medio utilizado. 

[45] Entrevista a Gabriel, 18 años, 2012.

[46] Entrevista a Gerardo, 15 años, 2012.

[47] Entrevista a María, 15 años, 2011.

[48] Entrevista a Emilse, 18 años, 2011.

[49] Entrevista a Romina, 21 años, 2012.

[50] Entrevista a Hugo, 20 años, 2012.

[51] Entrevista a Amanda, 19 años, 2012.

[52] Entrevista a Romina, 21 años, 2012.

[53] Entrevista a Juan, 21 años, 2011.

[54] Entrevista a Alina, 19 años, 2012.

[55] Entrevista a Daniela, 16 años, 2012.

[56] Entrevista a Rodrigo, 16 años, 2012.

[57] Entrevista a Emilse, 18 años, 2011.

[58] Entrevista a Ezequiel, 19 años, 2012.

[59] Entrevista a Manuel, 20 años, 2012.

[60] Entrevista a Ramón, 15 años, 2011.

[61] Entrevista a Julieta, 14 años, 2012.

[62] Entrevista a Ezequiel, 19 años, 2012.

[63] Entrevista a Ángel, 15 años, 2011.

[64] Entrevista a Cintia, 15 años, 2011.

[65] Entrevista a Néstor, 21 años, 2012.

[66] Entrevista a Gabriel, 18 años, 2012.

[67] Entrevista a Facundo, 15 años, 2012.

[68] Es el principal espacio público del GSMT, localizado en cercanías del área central de San Miguel de Tucumán.

[69] Entrevista a Raúl, 16 años, 2012.

[70] Entrevista a Yanina, 20 años, 2012.

[71] Entrevista a Sonia, 15 años, 2011.

[72] Entrevista a Tamara, 15 años, 2012.

[73] Entrevista a Mauro, 15 años; 2012.

[74] Entrevista a Víctor, 17 años, 2012.

[75] Entrevista a Emilse, 18 años, 2011.

[76] Entrevista a Sonia, 14 años, 2011.

[77] Entrevista a Tomás, 16 años, 2012.

[78] Entrevista a Juan, 21 años, 2011.

[79] Entrevista a Claudia, 24 años, 2012.

[80] Entrevista a Carlos, 20 años, 2012.

[81] Entrevista a Hugo, 20 años, 2012.

[82] Entrevista a Tamara, 15 años, 2012.

[83] Entrevista a Emilse, 18 años, 2011.

[84] Entrevista a Hugo, 20 años, 2012.

[85] Entrevista a Sonia, 15 años, 2011.

[86] Entrevista a Gabriel, 18 años, 2012.

[87] Entrevista a Rodrigo, 16 años, 2012.

[88] Entrevista a Facundo, 15 años, 2012.

[89] Entrevista a Patricia, 17 años, 2012.

[90] Entrevista a Rosa, 19 años, 2012.

[91] Entrevista a Sofía, 17 años, 2011.

[92] Entrevista a Néstor, 21 años, 2012.

[93] Entrevista a Dalma, 18 años, 2012.

[94] Entrevista a Carlos, 20 años, 2012.

[95] Entrevista a Hugo, 20 años, 2012.

[96] Entrevista a Facundo, 15 años, 2012.

[97] Entrevista a Pablo, 15 años, 2012.

[98] Entrevista a Irina, 15 años, 2012.

[99] Entrevista a Romina, 21 años, 2012.

[100] El consumo de sustancias psicoactivas puede constituirse en una dimensión central de las trayectorias vitales sólo que en este estudio no se indagó en profundidad, como se explica en el apartado respectivo.

Recibido: 12/09/2019
Aceptado: 10/08/2020