ARTÍCULOS ORIGINALES

Más allá de las letras de sangre y fuego. Trayectorias de desposesión en Chaco, Argentina

Beyond the letters of blood and fire. Trajectories of dispossession in Chaco, Argentina

 

Mercedes Biocca*

* Doctora en Sociología, Universidad de Bergen, Noruega. Investigadora Asociada del Instituto de Altos Estudios Sociales, Universidad de San Martin, Argentina. Becaria Postdoctoral del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas. Miembro del Programa de Estudios Rurales y Globalización, Universidad de San Martín, Argentina. Sus áreas de interés son sociología rural, estudios subalternos, poblaciones indígenas, desarrollo y rol del estado. Correo electrónico: mercedes.biocca@gmail.com

RECIBIDO:18/03/2016
ACEPTADO: 07/07/2016

 


RESUMEN

En las últimas décadas, el sector agropecuario argentino ha sufrido profundas transformaciones. Numerosos estudios han señalado la relación que existe entre dichos cambios y la acumulación por desposesión, considerada actualmente la forma predominante de acumulación del capital. Dentro de ese enfoque, el rol de los actores subalternos ha quedado circunscripto a las resistencias. Este trabajo, por el contrario, busca analizar aquellas situaciones en las cuales las nuevas dinámicas rurales no han generado resistencia. Sostendré que para entender por qué se producen o no resistencias es necesario complementar ese enfoque macro con estudios centrados en las racionalidades locales.

Palabras clave: Acumulación por desposesión; Racionalidad local; Pueblos indígenas; Soja; Chaco

ABSTRACT

In the last decades, the Argentine agricultural sector has undergone deep changes. Numerous studies have pointed out the relationship between these changes and the accumulation by dispossession, considered the prevailing form of capital accumulation. Within this approach, the role of subalterns groups has been circumscribed to the resistance. This work, in contrast, seeks to analyze those situations in which new rural dynamics have not generated resistance. I will argue that to understand why there is or there is not resistance, it is necessary to complement this macro approach with studies focusing on the local rationalities.

Keywords: Accumulation by dispossession; Local rationalities; Indigenous peoples; Soya; Chaco


 

History continues very often to be written in
Marx letters of blood and fire. This, however, is
not the whole of the story.
Hall (2012)

Introducción1

En las últimas décadas, el sector agropecuario argentino ha sufrido profundas transformaciones. El proceso de agriculturación, que se había iniciado en la década de 1970, se potenció notablemente a partir de mediados de la década de 1990 merced a las políticas de desregulación del sector agrario, los altos precios internacionales y la difusión de nuevas tecnologías, como por ejemplo las semillas transgénicas y la siembra directa. De esta manera, Argentina pasó de ser un país con una producción agropecuaria ampliamente diversificada destinada a satisfacer tanto la demanda interna como la externa, a especializarse en unos pocos commodities para exportación (Barsky & Fernández, 2005; Teubal, 2008; Gras & Hernández, 2008; Delvenne et al., 2013). Entre estos últimos, la soja adquirió particular relevancia. La superficie sembrada con esta oleaginosa pasó de ocupar una superficie de aproximadamente tres millones de hectáreas en la campaña 1997/98 a superar en 2012/13 los veinte millones de hectáreas, lo cual equivale al 54% de la superficie cultivable nacional (SIIA, 2014). Estas transformaciones, las cuales fueron acompañadas por procesos de concentración de la producción y de la propiedad, lejos de limitarse a la región núcleo, se expandieron rápidamente hacia zonas antes consideradas marginales, y produjeron importantes cambios en las dinámicas socioeconómicas y culturales de dichos territorios.
Numerosos estudios han señalado la relación que existe entre los cambios antes mencionados y la forma predominante de acumulación del capital en la era neoliberal, es decir, con la llamada “acumulación por desposesión” (Harvey, 2003: 156; 2007). En general, en dichos estudios los procesos de acumulación por desposesión han sido descriptos como “una amenaza súbita, exógena e irreversible al sustento de las personas, a sus hogares y a sus formas de vida” (Levien, 2012: 14, traducción del autor). Dentro de esos enfoques, la acumulación por desposesión y los procesos de transformación agraria a través de los cuales la primera encuentra expresión, se caracterizan por ser procesos nítidos en los cuales los beneficiarios y los damnificados son fácilmente identificables. Es precisamente esa transparencia y exogeneidad del proceso la razón por la cual los subalternos suelen ser representados como actores reticentes, reacios a estos cambios. Es decir, actores que no sólo son conscientes de la naturaleza de la amenaza sino que además están dispuestos a oponerse a ella (Beck & Bose, 1995).
Sin embargo, no en todos los casos los procesos de transformación agraria se producen de forma súbita, también pueden ocurrir de forma paulatina, no lineal, y por tanto, también pueden ser menos inteligibles. En esas desposesiones paulatinas (Li, 2010; 2010b) las acciones de los subalternos lejos de ser meras reacciones ante eventos externos, son parte integrante del proceso y abarcan un amplio espectro en el que pueden incluirse tanto actos de resistencia como de aquiescencia. En este sentido, no todas las prácticas de los subalternos se oponen necesariamente a los mecanismos a través de los cuales ocurre la desposesión, ni tampoco los diversos grupos se oponen indefectiblemente a los mismos aspectos (Arnold, 2001; Hale; 2002; Speed, 2005).
Este trabajo, dedicado a la experiencia de los mocovíes que habitan en el Paraje Las Tolderías,2 busca centrar el análisis en aquellas situaciones en las cuales la desposesión paulatina (Li, 2010; 2010b) no ha generado resistencia. El objetivo central aquí será indagar cómo pueden explicarse la ausencia de conflicto y resistencia en contextos de acumulación por desposesión (Adnan, 2013). Sostendré que para entender por qué se producen o no resistencias es necesario complementar esas miradas macro sobre los procesos de acumulación por desposesión con enfoques locales centrados en la otra parte de la relación capitalista, es decir no en los grupos dominantes, sino en los grupos subalternos.
El artículo ha sido organizado de la siguiente forma: en la primera sección repasaré brevemente el concepto de acumulación por desposesión tal como ha sido desarrollado por Harvey y expondré lo que constituye, a mi criterio, su principal limitación: la falta de atención al rol de los actores en este proceso. En la segunda sección, propondré complementar el enfoque de la acumulación por desposesión con el enfoque de las racionalidades locales elaborado por Cox & Nilsen (2014). A continuación, en la tercera sección, analizaré la ausencia de conflictos ante los procesos de transformación agraria en una comunidad indígena de la provincia de Chaco, considerando las racionalidades locales basadas en sus memorias, modos de significación y en sus relaciones con las estructuras de poder. Finalmente, en la última sección ofreceré una reflexión a partir del análisis desarrollado.

Acumulación por desposesión

El concepto de acumulación por desposesión acuñado por David Harvey (2003, 2006, 2007) es una reformulación del concepto de acumulación primitiva propuesto por Marx en El Capital [1867]. En términos muy generales, la acumulación primitiva puede ser entendida como un proceso histórico por el cual el trabajador se ve privado de sus medios de subsistencia. En palabras de Marx:

[…] el proceso que engendra el capitalismo solo puede ser uno: el proceso de disociación entre el obrero y la propiedad sobre las condiciones de su trabajo, proceso que de una parte convierte en capital los medios sociales de vida y de producción, mientras de otra parte convierte a los productores directos en obreros asalariados. La llamada acumulación «originaria›› no es, pues, más que el proceso histórico de disociación entre el productor y los medios de producción Marx, [1867] 1982: 608).

Dicho proceso, que transforma las relaciones sociales de producción y da lugar a relaciones sociales capitalistas, se produjo por lo que Marx llama irónicamente métodos idílicos, tales como:

[…] la depredación de los bienes de la iglesia, la enajenación fraudulenta de las tierras de dominio público, el saqueo de los terrenos comunales, la metamorfosis, llevada a cabo por la usurpación y el terrorismo más inhumanos, de la propiedad feudal y del patrimonio del clan en la moderna propiedad privada… (Marx, [1867] 1982: 624).

En el libro El nuevo Imperialismo, Harvey sostiene que en la era neoliberal, para evitar las crisis de sobreacumulación, el capital busca nuevos territorios y comercializa sectores sociales que habían estado parcial o totalmente libres de la influencia del mercado (2003). El objetivo final no es otro que la liberación de una serie de "mercancías a un costo muy bajo, de tal manera que el capital pueda hacer uso de ellas en formas altamente rentables” (2003: 149, traducción del autor). Este proceso, al cual denomina “acumulación por desposesión”, incluye la cooptación de las estructuras preexistentes, así como también su confrontación y represión violenta en los casos en que sean incompatibles con las necesidades del capital (2003: 146).
Una definición más detallada de los procesos de acumulación por desposesión aparece en su libro Breve historia del neoliberalismo. Allí, Harvey dice que:

Esta expresión [acumulación por desposesión] alude a la continuación y a la proliferación de prácticas de acumulación que Marx había considerado como «original›› o «primitiva» durante el ascenso del capitalismo. Estas prácticas comprenden la mercantilización y privatización de la tierra y la expulsión forzosa de poblaciones campesinas […]; la conversión de formas diversas de derechos de propiedad (comunal, colectiva, estatal, etc.) en derechos exclusivos de propiedad privada […]; la supresión de los derechos sobre los bienes comunes; la mercantilización de la fuerza de trabajo y la eliminación de modos de producción y de consumo alternativos (autóctonos); procesos coloniales, neocoloniales e imperiales de apropiación de activos (los recursos naturales entre ellos); y, por último, la usura, el endeudamiento de la nación y, lo que es más devastador, el uso del sistema de crédito como un medio drástico de acumulación por desposesión (2007: 159/165-166, traducción del autor).

Una de las mayores virtudes de la formulación hecha por Harvey (2003; 2007) ha sido su versatilidad. A diferencia de otras elaboraciones teóricas también basadas en la noción de acumulación primitiva, en las cuales la misma se limita a la conversión de los comunes, el concepto de acumulación por desposesión se refiere a la conversión -o reconversión- de diferentes tipos de propiedad en propiedad privada, abarcando una amplia gama de mecanismos extra-económicos y económicos. Asimismo, además de los actos de acaparamiento de bienes, el concepto desarrollado por Harvey incluye como ejemplos de estos procesos la supresión de modos de producción y consumo alternativos, así como también la mercantilización de la fuerza de trabajo. Por último, la definición de acumulación por desposesión no queda limitada a la esfera de la producción, sino que incorpora también otros sectores económicos tales como la esfera financiera y la esfera pública, lo cual permitiría analizar el papel de los estados nacionales en estos procesos con mayor claridad.
Existe, sin embargo, un cierto determinismo en el planteo hecho por Harvey, el cual se ha reiterado en otros estudios que retoman este enfoque. Tal como he mencionado anteriormente, este autor sostiene que la preeminencia de los procesos de acumulación por desposesión por sobre otras formas de acumulación será cada vez más notoria, así como también los actos de resistencia. En palabras de Harvey:

La acumulación primitiva, tal como Marx la describe, conllevó una serie integral de luchas violentas. El nacimiento del capital no fue un asunto pacifico […] La acumulación por desposesión en nuestro tiempo ha provocado de manera similar luchas políticas, sociales y vastas resistencias (2003: 162, traducción del autor).

En general, los estudios que retoman este enfoque suponen que la desposesión ocurre una sola vez, de forma violenta o fraudulenta, y que por ello el compromiso entre clases y la subsecuente conformidad de los subalternos no sólo es poco probable, sino que además es innecesaria.  Un ejemplo de esta visión es Michael Levien quien sostendrá, a partir de su estudio sobre la creación de Zonas Económicas Especiales en India, que “[…] como común denominador de la desposesión la disconformidad es un mejor punto de partida. En el fondo, los regímenes de desposesión no necesitan generar consentimiento, ni lealtades políticas de largo plazo, ni transformaciones en las subjetividades de los desposeídos…” (2013: 23, traducción del autor). La naturaleza del proceso, bastaría entonces para presuponer la resistencia de los subalternos.
En gran medida, este determinismo se explica porque Harvey, intentando dar cuenta de macro-procesos, coloca al capital como la única fuerza motora del proceso (McMichael, 2009; Hart, 2006; Wood, 2007; Hall, 2013). De allí que, los actores subalternos suelen quedar limitados a descripciones que resaltan su condición de población sobrante (Araghi, 2009) o son uniformemente descriptos en tanto movimientos de resistencia contra la desposesión (Harvey, 2003). Asimismo, en este enfoque el estado suele ser representado unívocamente como un mero intermediario de los intereses de la fracción dominante del capital, cuyo accionar queda limitado a facilitar la desposesión (Levien, 2013; 2015).
La conceptualización de los actores subalternos como poblaciones sobrantes clasifica a los actores exclusivamente en función de las necesidades del capital, colocándolos de esta forma en un ámbito que queda por fuera de los procesos, en una situación de permanente exclusión y continua resistencia (Lebowitz, 1997; 2003). De acuerdo con este análisis, los subalternos suelen representarse como un instrumento necesario de capital, ignorándose que son también sujetos que actúan y se esfuerzan por satisfacer sus propias necesidades de desarrollo (Lebowitz, 1997; 2007).  Por su parte, la concepción del estado como un mero intermediario del capital impide observar que, tal como ha sido planteado por Sanyal (2007) y Chatterjee (2008), en los procesos de transformación agraria contemporáneos, el estado cumple una doble y paradójica función. Mientras que, por un lado, crea las condiciones necesarias para que se produzca el desplazamiento de los pequeños productores y trabajadores rurales, por otro, implementa programas que buscan satisfacer las necesidades básicas o promocionar medios de vida alternativos para garantizar la reproducción y subsistencia de estas poblaciones (Chatterjee, 2008; Lapegna, 2016).
En resumen, lo que esta perspectiva sobre los procesos de acumulación por desposesión está olvidando son las complejidades inherentes de los procesos, las cuales se derivan también de las múltiples motivaciones que guían el comportamiento de los actores, así como también de sus heterogéneas relaciones con las estructuras de poder existentes. Si consideramos esta multiplicidad de intereses, motivaciones y relaciones de poder podemos dar cuenta de diversas trayectorias, evitando caer en análisis de tipo deterministas.

Los subalternos y la racionalidad local
El problema del enfoque habitual sobre los procesos de acumulación por desposesión es de alguna manera irónico. Tal como lo ha manifestado Hall

[…] una de las grandes fortalezas del enfoque de acumulación primitiva es el análisis del largo proceso de siglos a través del cual el capitalismo se transformó en algo verdaderamente global, sin embargo este enfoque puede al mismo tiempo alentarnos a ignorar los efectos de esa historia de expansión capitalista en los lugares donde el acaparamiento de tierras está ahora produciéndose (2013: 1597, traducción del autor).

Tal como sostiene Hall, estos procesos no ocurren en el vacío, por tanto su comprensión requiere también de un análisis sobre cómo los lugares y los actores han sido transformados en el curso del devenir histórico. En otras palabras, es necesario analizar qué alianzas o configuraciones de fuerzas se han formado antes y durante estos procesos, ya que ello nos permitirá comprender también las memorias y los modos de significación que moldean los posicionamientos y el accionar de estos grupos (Roseberry, 1994; Gordillo, 2006; Sikor, 2012). En la medida en que lo que es resistido son los efectos percibidos y experimentados de una relación, para entender “qué es resistido (y que combinación de cosas) y qué no es resistido y porqué”, debemos comenzar indagando las memorias y los modos de significación, los cuales son tan importantes como los hechos materiales (Turton, 1986: 38, traducción del autor).
Siguiendo este argumento, es posible plantear que el accionar de los actores en los procesos de desposesión no puede explicarse solamente a partir de la naturaleza del proceso, sea esta económica o extraeconómica, ni necesariamente estará limitado a acciones de resistencia. Por el contrario, las acciones de los subalternos deben entenderse en el marco de la racionalidad local que comparte un grupo determinado en un momento y lugar específico (Nilsen & Cox, 2013).
En términos generales, las “racionalidades locales” pueden definirse como “esas heterogéneas formas de hacer, ser y pensar que la gente desarrolla en su esfuerzo situado y cotidiano para lidiar, negociar y resistir los constreñimientos y las usurpaciones” (Nilsen, 2010: 15, traducción del autor). En otras palabras, las racionalidades locales hacen referencia a las formas en que los actores dan sentido y se relacionan con el mundo que los rodean (Cox, 1999; Nilsen, 2010; Nilsen & Cox, 2013).
Es importante aclarar, en primer lugar, que las racionalidades locales no deben entenderse como la esencia de un grupo determinado, ni como visiones o entendimientos atemporales. En segundo lugar, cabe destacar que las racionalidades locales de los subalternos no están construidas en un espacio ubicado por fuera de las relaciones de dominación. Por el contrario, ellas están moldeadas y atravesadas por dichas relaciones (Mitchell, 1990; Cox, 1999; Nilsen, 2010). En resumen, “están forjadas en y a través de las relaciones históricamente construidas entre grupos sociales […] arraigados en relaciones de poder desiguales” (Nilsen & Cox, 2013: 74, traducción del autor). Es por ello que es importante considerar también cómo ha variado la relación de esos actores con las múltiples estructuras de poder presentes en un territorio (estado, ONGs, organismos internacionales, instituciones religiosas, etc.) en los diversos períodos.
Esa racionalidad local, formada por las memorias de las experiencias previas, los modos de significación y las relaciones con las estructuras de poder, es la que nos permite entender más acabadamente cómo se desarrollan los procesos de desposesión y porqué pueden producir o no resistencia (Biocca, 2015).
A continuación analizaré brevemente, a partir del enfoque de las racionalidades locales, un ejemplo de procesos de acumulación por desposesión paulatinos en el cual no se han producido resistencias. Para ello, reseñaré primeramente la historia de la comunidad, para luego centrarme en las memorias sobre los períodos históricos previos y en los modos en que los actores han significado las nuevas dinámicas rurales ligadas al avance de la soja (Figura 1).


Figura 1. Ubicación Colonia Cacique Catan/ Paraje Las Tolderías. Provincia de Chaco. Argentina
Fuente: elaboración propia.

La trayectoria de la desposesión. Historia, memorias y percepciones de la comunidad Mocoví del Paraje Las Tolderías

La historia del Paraje Las Tolderías se remonta a 1911, cuando un grupo de mocovíes liderado por el cacique Pedro José Nolasco Mendoza se vio forzado a migrar desde la provincia de Santa Fe como consecuencia del avance de la línea de fortines. En 1913 el Coronel Rostagno, a cargo de dicha campaña militar, notifica que había logrado la reducción de “los 1000 mocovíes de Pedro José” quienes “además de tierras pedían escuelas” (Beck, 1994: 71). Desde ese momento hasta comienzos de la década de 1920, el grupo liderado por Pedro José se instaló temporalmente en diversas localidades entre las cuales pueden mencionarse: Quimilí, en la provincia de Santiago del Estero, Quitilipi y Villa Ángela, en la provincia de Chaco.
En 1922, aproximadamente, aquel grupo de mocovíes se habría dividido en dos bandas, asentándose una de ellas en la Colonia El Pastoril y la otra en Pampa del Cielo (López, 2009). Ese último grupo es el que luego dio origen al Paraje Las Tolderías. Según recordaron los entrevistados, poco tiempo después de haberse asentado en Campo del Cielo, a 90 km de su actual paraje, fueron obligados a reubicarse. Al respecto, un miembro de la comunidad de aproximadamente setenta años recordó:

Según cuentan, porque no hay nada bien escrito, es lo que uno escucha o lo que hablan en una reunión. Dicen que antes venían caminando desde Santa Fe porque era todo nuestro, todo desierto. Y después daban la vuelta. Meses tardaba ese recorrido. Venían cazando, recorriendo, como revisando el territorio. Donde había una laguna grande ahí descansaban y después volvían de vuelta. Pero después, cuando se fue poblando el sur, ya no había vuelta, ahí los venían corriendo. Ellos iban trasladándose así, buscando el paso para que los dejen tranquilos, pero no hubo caso y tuvieron que ir trasladándose por muchos lados porque los persiguieron mucho. Los abuelos vinieron de Santa Fe. Vinieron mil quinientos en una tropa, hacia donde está el meteorito3 y ahí se quedaron. Tenía 10.000 hectáreas el campo de ellos. Ahí poblaron y  descansaron los aborígenes. Después fue un comisario a ver al cacique Pedro José, el padre del cacique Catan, y le dijo:- ‘no, acá no le conviene. La gente del sur viene a buscar campos, los van a usar para leña y ustedes se van a morir de frío’-. Claro, porque las tierras se las querían dar a los que venían de afuera. Pampa del Cielo era toda de los aborígenes, pero a los aborígenes había que meterlos al monte. En todos lados había aborígenes, en Charata, en Las Breñas, pero donde había aborígenes los sacaban y les trabajaban las tierras.4  

En 1924 tras haber sido desalojados de Campo del Cielo, los mocovíes se instalaron en las tierras que ocupan actualmente, las cuales formaban parte de la Colonia Agrícola General Necochea, creada a través de un decreto del Presidente Yrigoyen en junio de 1921. Los relatos recabados en mi trabajo de campo cuentan que muchas de las familias al llegar “no tenían lugar fijo” o  vivían como “agregados” en campos de otros.5 Según lo describió un hombre mocoví de aproximadamente 40 años, los mocovíes “no teníamos comunidades, como los hermanos qom o los wichis que quedaron con grandes extensiones de tierra, nosotros quedamos esparcidos en la colonia, en los lugares que quedaban desocupados”.6 Actualmente el paraje Las Tolderías es también conocido como Colonia Cacique Catan, en homenaje a quien se considera el último de los grandes caciques mocovíes (López, 2009; Altman, 2011). El reconocimiento del Estado hacia ese cacique, hijo de Pedro Nolasco, ha quedado plasmado en un cartel que está ubicado a la entrada del paraje, en donde se consigna la procedencia del grupo (Santa Fe) y fecha de arribo a la colonia. De alguna manera, el cartel funciona como evocación de que fueron ellos quienes llegaron a un territorio ya ocupado, constituyendo de esta manera una expresión material de las relaciones de poder que rigen ese espacio (Roseberry, 1994).
La región en donde se ubica esta comunidad fue uno de los principales centros algodoneros del Chaco y los mocovíes que allí se asentaron estuvieron desde un comienzo rodeados de pequeños y medianos productores. Esa temprana convivencia con los colonos criollos e inmigrantes y el tipo de relación interétnica que fue estableciéndose, fue ejemplificada a través de un relato familiar recordado por Antonio Mocoví, representante de la etnia mocoví en el Instituto del Aborigen Chaqueño (IDACH) y miembro de Las Tolderías, en uno de nuestros primeros encuentros:

Por decirte una cosa, mi abuelo me contó que nosotros cuando vinimos con la tropa de 1500 indios de Santa Fe a Chaco, veníamos una tropa y detrás venían las carretas de los gringos. O sea, una caravana de gringos, detrás de los indígenas, acompañando la caravana. Entonces vinieron al Chaco y se afincaron en Pampa del Cielo, toda la zona Charata. Y bueno, si se armaba una guerra en aquel tiempo, los gringos también estaban, detrás de los indígenas, para pelear contra el ejército. Porque el ejército era el que atrapaba, el que buscaba a los indígenas para matarlos.7

En la medida en que la posibilidad de acceso a territorio libre para los indígenas era aquí muy reducida, el trabajo como jornaleros y cosecheros en los campos de los colonos se transformó, hasta mediados de la década de 1970, en la principal fuente de sustento de las familias mocovíes. Esa actividad era además complementada con la producción para autoconsumo (principalmente zapallo, mandioca, batata, etc.) y con la marisca8 que podían realizar en los campos de los colonos9 (López, 2009).
La década de 1980 traerá importantes cambios para los mocovíes de Las Tolderías.10 En primer lugar, si bien el paraje había sido fundado en la década de 1920, los mocovíes recién obtuvieron los títulos provisorios de sus parcelas en 1984. La titularidad de las parcelas, las cuales oscilaban entre veinte y veinticinco hectáreas, se obtuvo a través de la Dirección del Aborigen, la cual estaba a cargo de funcionarios criollos. Entre ellos, Carlos Benedetto a quienes varios entrevistados refirieron como “el papá de los aborígenes”, “quien nos hizo existir como indios”.11
Tras haber obtenido la titularidad de los lotes, los mocovíes comienzan a recibir herramientas y fondos para producir a través de un proyecto de desarrollo rural impulsado conjuntamente por la Fundación Interamericana (IAF12) y la Dirección del Aborigen. El trabajo de la IAF en el Chaco había comenzado en 1981 año en el cual, junto con la Dirección del Aborigen, iniciaron un proceso de selección de las comunidades indígenas que resultarían beneficiarias. Luego de varios años, se seleccionaron cinco comunidades entre las cuales se encontraba la comunidad de Las Tolderías. A través de ese convenio se estableció que la IAF les otorgaría los fondos necesarios para desmontar las tierras y para ampliar los cultivos existentes durante un período de cinco años (Bray, 1989).
Conforme lo requería el acuerdo, y para comenzar con el traspaso de fondos, en 1986 los mocovíes crearon la Asociación Comunitaria Colonia Las Tolderías, la cual fue una de las primeras organizaciones indígenas del Chaco con personería jurídica. La asociación estuvo dirigida por diversos miembros de la comunidad, entre ellos algunos miembros de familias mixtas como Ángel, un hombre de aproximadamente sesenta años, hijo de padre español y madre mocoví, actualmente casado con una criolla y también por Roberto, un criollo de aproximadamente la misma edad, casado con una mocoví.13 La asociación debía coordinar la utilización de la maquinaria y organizar conjuntamente la comercialización de esa producción. Sin embargo, poco tiempo después de iniciarse el proyecto, comenzaron a producirse diversos conflictos14 que derivaron finalmente en la división de la comunidad y en la conformación de dos barrios: Santa Rosa y San Lorenzo. A partir de allí, ciertas diferencias que existían al interior de la comunidad se fueron profundizando. En la zona conocida como Santa Rosa sigue funcionando la Asociación Comunitaria Colonia las Tolderías, la cual ha mantenido la personería jurídica y cuenta con algunas instalaciones como, por ejemplo, un centro y un galpón comunitario. Asimismo, en esta zona, se encuentran la sala de primeros auxilios, la escuela N° 193 y el registro civil, cuyo primer Juez de Paz fue el Cacique Catán. En el barrio conocido como San Lorenzo en cambio, el acceso a los servicios es más restringido. Las casas se encuentran más alejadas, insertas en lo que queda de monte, la luz eléctrica ha sido instalada recientemente15 y solo existe una bomba para el abastecimiento de agua. Para llegar a la sala de primeros auxilio los habitantes de San Lorenzo deben caminar entre cinco y siete km. En este barrio, si bien lograron conformar una comisión, no obtuvieron la personería jurídica, lo cual les dificulta acceder a los programas y proyectos de desarrollo rural implementados por el IDACH, Instituciones públicas y/o ONGs y les dificulta participar en los programas de desarrollo rural.16 Entre mediados de la década de 1990 y comienzos del 2000 un grupo de empresarios oriundos de la provincia de Córdoba comenzaron a alquilar y comprar los campos de los colonos criollos, reemplazando progresivamente el cultivo del algodón por el cultivo de soja.17 A diferencia de lo que sucede en otras regiones, aquí la producción de soja es realizada por establecimientos de mediana extensión.
De acuerdo a la información recabada durante el trabajo de campo, los nuevos productores son apenas conocidos por la gente del paraje. Usualmente cuando se referían a ellos, remarcaban que, a diferencia de los antiguos colonos, estos son hombres ricos, millonarios, capitalistas, pero sus identidades permanecían en el anonimato. Según mis entrevistados, el único contacto mantienen con ellos se da a través de los encargados o los empleados que esporádicamente llevan a cabo las tareas de fumigación, siembra y cosecha en cada predio.
La partida de los antiguos colonos criollos y la introducción de la soja, ha generado importantes cambios en las dinámicas rurales de la zona. En este caso, la escasa demanda de mano de obra ha obligado a los mocovíes a migrar hacia zonas más alejadas en busca de trabajo. Usualmente viajan a otras provincias, como por ejemplo Santiago del Estero, donde realizan tareas de destronque o desmonte. Debido a las crecientes distancias, el trabajo asalariado y la producción en sus parcelas han dejado de ser actividades complementarias. Enfrentados con la disyuntiva entre producir o migrar en busca de un salario, la gran mayoría de los miembros de la comunidad ha optado por la segunda opción. Paralelamente, algunos mocovíes ha decido poner sus lotes en alquiler o simplemente “dárselos a otro que los pueda trabajar”.18 Si bien el dinero que reciben suele ser ínfimo, la mayoría de los entrevistados señalaron que lo alquilan porque

si dejamos así nacen las ramas y ahí va a ser doble trabajo, porque va a haber que destroncar todo otra vez. Entonces le damos a otro que puede trabajar. A veces nos dan algo. Cuando venden, media hectárea es para nosotros. Es como pagarnos.19  

Además de la falta de empleo en la zona, el avance de la soja y la forma de producción a ella asociada, supuso una disminución de la producción de los mocovíes por las crecientes fumigaciones, así como también una reducción de la marisca debido a los desmontes.20 Al respecto un hombre de aproximadamente cuarenta y cinco años, comentó:

Había mucho más monte y los productores, que eran conocidos, nos permitían entrar a sus lotes para buscar animales. Hablamos de guazunchos, de mulitas, de esas cosas, bichitos nomás. Eso sí, eran muy preferidos para nosotros. Y el algarrobo porque era mucho más sano, más natural. Pero ahora viene el súper poder de afuera que compra los campos, siembra soja y fumiga. Ahora no hay monte. Criando abejas y vendiendo miel podíamos comprar algo, pero al sacar el monte con una topadora de 100 a 500 hectáreas, las abejas se pierden, la miel se pierde. Antes sacábamos miel del monte natural.21

La expansión de la soja en esta región supuso la supresión de ciertos modos de producción y consumo y, por tanto, una profundización de las relaciones capitalistas (Harvey, 2003; Wood, 2007). Sin embargo en Las Tolderías, a diferencia de lo que ocurre en otras regiones, no se han producido movilizaciones, ni se han organizado otro tipo de protesta. Deberíamos entonces indagar cómo influyen las memorias, los modos de significación y las relaciones con las estructuras de poder en estos posicionamientos.

El pasado
En mis encuentros con los mocovíes, los relatos sobre la historia previa al asentamiento en la colonia fueron muy breves y generales. En muchas ocasiones, los entrevistados argüían haber tenido poco interés o curiosidad por la historia de sus ancestros. Por ejemplo, un día mientras conversábamos con Marcelo, un hombre de aproximadamente cincuenta años que vive en el barrio Santa Rosa, él comentó:

Cuando éramos más chicos no prestábamos atención a nuestros abuelos, ellos vinieron de Santa Fe. Cuando falleció mi abuela yo tenía 15 años, pero nunca se me dio por preguntar cómo vinieron, a dónde pararon la primera vuelta, qué comían, de qué vivían, cuánto les costó venir a pie de Santa Fe, de San Javier. En ese aspecto fuimos muy quedados, no les prestamos atención. Yo escuchaba que mi abuela contaba, pero no me di cuenta el valor que podía tener eso hoy en día. La cultura se fue perdiendo, pocos hablan el idioma, para allá para San Lorenzo hablan un poco más, pero acá no. Los más viejos nomás hablan el idioma y quedan pocos viejos.22

Las palabras de Marcelo en las cuales recuerda sin recordar (recuerda que vinieron a pie desde San Javier, que debieron parar en su primer recorrido y que él escuchaba que su abuela contaba), por el poco valor  que en aquel momento se le asignaba a la cultura indígena, nos permiten comenzar a percibir el proceso de silenciamiento que se produjo en esta comunidad.
Llamativamente, pese a las diferencias que suelen esgrimirse entre los habitantes de ambas zonas, historias similares a la de Marcelo se reiteraban en el barrio de San Lorenzo. Así por ejemplo, cuando le pregunté a Mariana una joven mocoví de aproximadamente veinte años, sobre la historia de sus abuelos ella contestó:

Yo no sé, porque soy más chica y nunca les pregunté sobre la historia de ellos. Así que ni idea. Mi papá no nos contaba, porque dice que le da lástima cuando cuenta. Es porque éramos más pobres antes. Porque antes no había comida, ropa. De cuando trabajaba sí, a veces nos cuenta, pero sobre la pobreza no cuenta mucho.23

El relato de Mariana es interesante porque nuevamente aquí, su supuesto desinterés que funciona como causa principal de su desconocimiento sobre el pasado, da lugar inmediatamente a otra razón, la negativa de su padre a contar la historia. En ese punto, es la tristeza que infligen esos recuerdos ligados a una imagen de pobreza y escasez de bienes, la cual se transforma en la principal causa del silencio. En este y en otros casos, esa imagen de pobreza era plasmada a través de expresiones relacionadas con la carencia de ciertos bienes, los cuales parecían funcionar como símbolos de civilidad (Gordillo, 2006). De ahí que fuera común escuchar que antes “no había camisas”, “no había ropa”, “no había cajones para enterrar a los muertos”, “no había nada, éramos pobres, pobres”.24
Ese énfasis en la pobreza y escasez de bienes estaba asociado, en muchos casos, a la falta de trabajo. Narciso, un miembro de San Lorenzo, comentó en uno de nuestros encuentros:

[…] nosotros no conocíamos el trabajo. Toda esa riqueza que tenemos ahora, mancera, arado, caballo, no teníamos nada. Nosotros pasábamos hambre. Antes no se conseguían cosas porque ¿Quién tenía monedas entre los aborígenes? Si no había trabajo. Recién cuando hubo trabajo, bueno ahí recién la gente sembró.25

Como puede notarse la marisca, en estos diálogos, no es concebida en términos de trabajo, siendo este último generalmente más valorado (Gordillo, 2002; 2006; Wright, 2008).26 El hecho de que la mayoría de los entrevistados hayan centrado sus memorias en las carencias experimentadas por sus antepasados, no niega que en algunas oportunidades también hayan remarcado aspectos positivos del pasado. Entre ellos, la longevidad de sus ancestros fue uno de los comentarios más reiterados. Como han señalado otros trabajos (Gordillo, 2006; López 2007), la longevidad y fuerza con que caracterizan a los ancianos suele estar asociada a los alimentos que aquellos obtenían del monte y a la pureza del medioambiente. Sin embargo, en nuestras charlas, esos aspectos positivos eran rápidamente relativizados. Charlando un mediodía sobre las costumbres mocovíes con Miguel, un hombre de aproximadamente setenta años que vive en el barrio de Santa Rosa, él comentó lo siguiente:

Antes había más miel, camachui, chiguana, se guardaban cueros, el jarabe nuestro era la miel de abejas y los yuyos… Pero el tema es que los montes quedaron adentro (de los campos criollos) y con las fumigaciones las abejas murieron, los pájaros y las especies murieron con los venenos. La carqueja, por ejemplo, ya no se ve más y así cosas que eran medicamentos para la comunidad, fueron desapareciendo. Pero antes era más difícil, porque el indio antes era indio.27

Las palabras de Miguel muestran nuevamente la tensión irresuelta entre el pasado y el presente. Es interesante observar que su descripción, contrariamente a las memorias de pobreza antes mencionadas, brinda una imagen de abundancia. Esto vuelve a evidenciar que las memorias de escasez del pasado, están vinculadas a ciertos bienes que desde las circunstancias actuales son particularmente valorados. Y este punto es relevante porque deja vislumbrar, al igual que la contraposición entre marisca y trabajo, que los valores hegemónicos moldean parcialmente las memorias y percepciones de los subalternos (Gordillo, 2006; Wright, 2008).

Memorias del periodo algodonero
El período que se abre con la migración desde Santa Fe hasta la fundación del paraje funciona como bisagra entre el periodo de los antiguos mocovíes y los nuevos mocovíes. Rodolfo, en una de nuestras charlas, describió la fundación del paraje de la siguiente manera: “Cuando estaban en Santa Fe, nuestros abuelos no trabajaban, eran muy pobres. No tenían para arar y eso. Y entonces cuando se trasladaron para acá ellos decidieron cambiar”.28
Ese cambio que menciona Rodolfo, no refiere únicamente al comienzo del trabajo asalariado como forma de reproducción, sino a una asimilación más amplia a las prácticas culturales criollas. La fuerte persecución que habían sufrido, su condición de migrantes forzosos por más de veinte años, así como también la escasez de territorio libre y la subsecuente necesidad incorporarse al trabajo asalariado, derivaron en el ocultamiento de sus rasgos culturales (Citro, 2006; López, 2009). Sin embargo, laasimilación a la forma de vida criolla, lejos de entenderse como una imposición de la sociedad dominante, suele ser concebida como algo llevado a cabo de manera voluntaria por los miembros de la comunidad. Como dijo Rodolfo ellos decidieron cambiar.
El asentamiento en la colonia, y por tanto el inicio del tiempo de los nuevos, coincide con el preludio del ciclo algodonero. Dicho periodo, en la mayoría de las entrevistas, fue recordado como una época de felicidad y “abundancia” en la cual “había más vida y movimiento”.29 Los recuerdos de felicidad estaban fuertemente asociados a la unidad familiar. Casi todos los mocovíes entrevistados señalaron que en esa época la familia se mantenía unida, en clara contraposición con la situación actual en la cual los hombres migran hacia otras provincias en busca de empleo, mientras que las mujeres permanecen en el paraje. Pablo, por ejemplo, recordaba aquellos años de la siguiente manera:

El algodón significa algo especial hasta hoy en día. El algodón es lo que motivó a la familia, lo que mantenía alegre a la familia. En la época de la cosecha iba el padre, el hijo, el nieto y todos a cosechar, y era una plata que estaba todos los fines de semana, era una plata segura. Era una fiesta, en los mejores momentos.30

La abundancia que caracteriza las memorias del periodo algodonero, contrasta claramente con la austeridad previa. En casi todos los relatos, la plata segura o el sueldito que obtenían por su trabajo en la cosecha de algodón, era un elemento central para explicar el bienestar del período. Ese dinero les otorgaba no sólo la posibilidad de sobrellevar los períodos de crisis, sino que también les permitía acceder a ciertos bienes y ámbitos, como los bailes o los boliches (bares), en los cuales se acercaban más a los criollos.
Además del salario, la prosperidad de esos años suele asociarse a las ayudas que sus patrones, los colonos criollos, les otorgaban. Así, por ejemplo, charlando sobre aquellos años con Fernando, él comentó:

Al empezar uno no tiene nada, para tener lo que uno desea primero hay que trabajar. Yo me crie a la par de mi madre, siendo cosechero. Mano de obra de algodón. Antes era más fácil vivir para nosotros, porque al tener un pequeño trabajito digno, para poder sobrevivir y ganar dignamente lo que nos corresponde por hacer el trabajo. Y también un poco que nunca dejábamos de lado el alimento silvestre, digamos, el de la fruta que hay en el monte, lo que nos da el algarroba, el mentol y otras cosas más, los animalitos para comer carne. Eso nos ayudaba mucho porque había mucho monte y los productores, que eran conocidos, nos permitían entrar en sus lotes para buscar esos animales.31

Esas ayudas, como veremos a continuación, no se limitaban únicamente a la posibilidad de mariscar dentro de las propiedades de los colonos, sino que también hacen referencia al préstamo o donación de diversos objetos e insumos productivos. Esto puede verse reflejado en el siguiente relato de Pedro, un anciano de más de cien años quien sobrevivió a la masacre de Napalpí:

En el año 20, 30 llegué. Había otra gente que estaba acá, ya no están más, nosotros somos nuevos. En 1925 me parece que vine. Antes la gente estaba desnuda. Yo andaba con la ropa remendada. No tenía nada. Algunos colonos cuando me vieron me dieron camisas o sacos viejos. Yo tenía muchos amigos gringos. Yo trabajé mucho con ellos, trabajé mucho mensual. Antes si había mucho trabajo, mucho, mucho. Pero ahora no hay. La gente me compraba [contrataba] a mí para arar la chacra del colono. Ya tenía muchos amigos. Después me ayudó Fernández, un colono santiagueño, en el campo grande cerca de la escuela. El me ayudó con una hectárea, era puro monte. El vino, y me preguntó y yo le dije que no tenía nada, ni arado, ni caballos, no tenía. ‘Entonces vamos a ayudarte con el tractor’-me dijo. El me ayudó. Unas hectáreas de algodón tuve. Y cuando había algodón, yo vendía algodón en Mesón y sacaba plata. Uy! mucha plata y les dije ¿cuánto cobra el trabajo del tractor? Y me dicen ‘no, no, no vamos a cobrar. Nosotros para ayudar nomás’. Me dijeron que con la plata ahora compre caballos, Fernández. Y compre dos burritos, mulas que le dicen. Se las compré a uno del otro lado del camino, allá. Eran colonos también. Me vendió dos mulas con todo pechera, riendas, freno. Terminaba la cosecha y me ayudaban otra vez.32

Tal como lo refleja la descripción de Pedro, en Las Tolderías el trabajo asalariado no era un mero complemento de la producción, por el contrario, el trabajo asalariado era el que luego les permitía conseguir la ayuda necesaria para practicar la agricultura en sus propios lotes. En este sentido, la producción era interpretada como una recompensa por el trabajo, antes que una alternativa.

Los significados de la desposesión
Durante mis visitas a Las Tolderías, al hablar de los cambios que se habían producido a partir de la expansión de la producción de soja en la región, la descampesinacion/ depeasantization (Araghi, 1995) provocada por el endeudamiento en el que se habían visto involucrados los colonos y la consecuente crisis de las cooperativas algodoneras solían convertirse en el eje de nuestras conversaciones. Una tarde hablando con José sobre esos temas él me explicó:

Hay un problema. Lo que pasa es que los colonos chicos que cosechaban con la mano de obra vendieron todo a colonos grandes. Los colonos chicos, que eran nuestros patronos, ahora se fueron porque se endeudaron o no sé qué paso, y porque vino otro más grande y le compró todo. Hoy, los dueños de los campos no están en el campo tampoco. Nadie vive ya en el campo, si hay alguien en el campo es un encargado y los dueños son colonos grandes.33

En términos muy similares, Narciso y Fernando al hablar sobre los cambios que se habían dado en la última década, dijeron:

Antes estaban los vecinos. Había uno que se llamaba Mansilla, era un criollo, un santiagueño pobre igual que nosotros. Tuvo que vender y ahí vino el cordobés y compro todo y dejó todo campo. Hubo unos cuantos que tuvieron que vender sus lotes. Y ahora el cordobés compró todo y lo hizo campo.34
La gente vendió los campos, se fueron. Los que siembran ahora son cordobeses y por ejemplo cuando siembran ya vienen con esa cura (agroquímicos) ¿De qué forma nos podemos defender si son los dueños? 35

La pregunta de Fernando pone en palabras el sentimiento de inevitabilidad que caracteriza a casi todos los relatos sobre este período, lo cual constituye un elemento central para entender la desmovilización en esta comunidad. Tal como Scott ha argumentado “[…] la resignación a lo que parece inevitable, no es lo mismo que otorgarle legitimidad, aunque sirva para producir conformidad cotidiana eficientemente. Un cierto tono de resignación es muy probable en una situación que no puede, en el corto plazo, ser alterada” (1985: 324, traducción del autor). En este sentido, si bien en ciertas ocasiones el proceso era criticado, el mismo no era puesto en cuestión. Así, por ejemplo, si bien la mayoría criticaba las malas condiciones en las que actualmente deben trabajar, ninguno vislumbraba una real alternativa. Narciso, por ejemplo, sostuvo que:

[…] la diferencia es que ahora los colonos parece que se quieren avivar, por ahí hacen trabajar a la gente por mercadería. Este es un tiempo cambiado. No es como antes que llegan los peones, arreglan, pagan. Ahora ya es otra cosa. Ya no es como antes. Antes cuando llegaba el día sábado, arreglan con la gente y todo se paga.36 

Ángel, uno de los dirigentes del barrio de Santa Rosa, dejó entrever otro de los problemas que los aquejan, las estafas de los contratistas.

Ha habido casos que también se han tenido que venir caminando, porque les habían prometido una cosa y llegaron allá y le dijeron otra. Pero no el patrón, el contratista que está en el medio. El tipo arregla por $500 la hectárea por ejemplo, pero cuando llegas allá no era $500 era $200 y bueno. Y algunos han venido de hasta 100 km caminando, haciendo dedo. Aparte les daban lonas de plástico negro y les decían: ‘hacete una choza, metete ahí abajo’, y sino galpones, y el aborigen se adapta a cualquier cosa. ¿Qué vas a hacer? No hay otra opción, pero por lo menos vienen con plata.37

En términos generales, la reestructuración neoliberal y el nuevo modelo agrario para los mocovíes significó ante todo la pérdida de sus antiguos empleadores y la trasformación de las relaciones sociales que gobernaban ese espacio. Los antiguos colonos, quienes proveían trabajo, facilitaban ocasionalmente herramientas o permitían mariscar, fueron desplazados por productores ausentes, con los cuales sólo se tiene una relación intermediada a través de gerentes, contratistas, etc.
En cierta medida, el hecho de que los colonos criollos hayan sido los primeros en ser afectados, hace que el proceso y sus consecuencias sean percibidos por los mocovíes como algo que excede su capacidad de acción. Como dijese Ángel: “Vos viste que hoy ya no se puede sembrar como antes. Hoy es más en base a agroquímicos. El progreso se comió al chiquitaje”. 38
No menos relevante es que las consecuencias sean interpretadas como una experiencia que no queda limitada a ellos. Por ejemplo, en relación al desempleo la mayoría sostuvo que el mismo los afecta tanto a ellos como a los criollos. Al respecto, José hizo la siguiente observación:

Y lo otro triste para nosotros, cada 15 días llegan camiones llenos de gente y otros grupos se van. Donde hay aborígenes y criollos pobres y tienen diez horas de viaje hasta la zona de Santiago. En la zona de Santiago se está sacando bosque también de una manera impresionante.39

Por supuesto, la imposibilidad de concebir un escenario alternativo, no constituye la única razón a partir de la cual puede explicarse la desmovilización de este grupo. La mayor presencia del estado es, sin lugar a dudas, otra variable que debe considerarse. En Las Tolderías fueron muchos los que señalaron que si bien en la actualidad hay menos trabajo, ya no hay pobreza como antes porque ahora recibían ayuda, en referencia a los planes sociales y las pensiones otorgadas a los peones rurales en edad jubilatoria que otorgaba el gobierno. De alguna forma, la ausencia de los colonos y de sus ayudas fue reemplazada por una mayor presencia estatal. Sin embargo, esas ayudas parecen buscar únicamente contrarrestar  ciertos efectos que la acumulación por desposesión trae aparejada, de forma tal de garantizar los procesos en el largo plazo (Chatterjee, 2008). Los comentarios de Pablo y Graciela, que a continuación reproduciré, parecían reflejar esta nueva dinámica.

Pablo: Hay menos pobreza porque hay más ayuda del estado. Porque ahora hay pensiones, planes. Trabajos no hay, son solo temporarios. Si no hay que irse a Santiago y lo que pasa es que los llevan y después no les pagan o les pagan menos. Hoy en día no es fácil. Volvés sin nada.
Mercedes: ¿Y es posible sembrar?
Graciela: No, no pudimos sembrar porque después no había ninguna ayuda que sea la correcta. Porque todos tenemos campitos, pero no se sembró.40

Como explicaran Pablo y Graciela, el estado a través de diversas políticas mitiga ciertos efectos del nuevo modelo agropecuario, como por ejemplo la pérdida de salarios mientras que, paralelamente, al no generar políticas que fomenten la producción campesina favorece la proliferación de lo que Araghi denomina “semi-desposeidos”.  Es decir, “aquellos que perdieron su acceso a medios de subsistencia no mercantiles pero que todavía mantienen la propiedad legal o formal de los medios de producción” (2009: 134, traducción del autor).
Además del desempleo, como hemos mencionado anteriormente, la expansión de la soja ha generado una importante transformación del medio ambiente. Al igual que en otros casos, las crecientes fumigaciones y los desmontes asociados a esa producción generaron nuevos problemas y desafíos en esta comunidad. Narciso fue quien primero comentó que las fumigaciones habían afectado a sus animales en varias oportunidades

Los venenos te perjudican, porque ahora todo el mundo cura [fumigan] con avión y viene con el agua. Ahora hace dos meses me mataron dos plantas, tres plantas, por el veneno. El año pasado me mataron seis plantas. Los animales comen algo de esas plantas y mueren. Porque todo esta envenenado. Pero ahora cuando curan lo sembrado avisan y entonces la gente se cuida, ata a los animales. Todos vienen con respeto.41

De manera similar, un día hablando con Rodolfo sobre las fumigaciones  comentó:

Ahora que en los campos hay soja y girasol, a veces cuando viene el viento sur tenemos problemas. Me afecta la huerta y la salud. Pero bueno, por ahí reparo [protejo] lo mío para que no lo afecte, porque vivo de eso. Siempre viene el encargado a preguntar cómo estamos. Se arreglan las cosas hablando.42

Otros miembros de San Lorenzo comentaron que las fumigaciones habían contaminado el agua que ellos obtenían de un pozo y que consumían diariamente, pero al igual que los comentarios anteriores remarcaron que “el encargado casi siempre avisa a las familias antes de fumigar que tienen que sacar más agua para que le alcance al mes. Y hacemos así”.43
Lo que todos los relatos parecían tener en común es que los mocovíes del paraje Las Tolderías perciben a los encargados de los campos o a quienes llevan a cabo las tareas de fumigación como buenos vecinos o meros empleados de los productores ausentes. De allí que, las consecuencias de las fumigaciones fuesen vistas como accidentes de gente que estaba trabajando y por tanto no parecían poder ser motivo de confrontación. Como dijo Juana: “vos no podes decir: ay! yo lo voy a denunciar porque anda con los aviones. Es su trabajo. El hace su trabajo y por otra parte cuida a los paisanos”44 . En este sentido, puede decirse que las expresiones de empatía de los mocovíes con los fumigadores, en tanto trabajadores, muestran que los procesos de acumulación por desposesión pueden, articulándose con las memorias y experiencias históricas de las poblaciones locales, desarrollarse de manera no conflictiva (Lapegna, 2014).
Por otra parte, es interesante observar que fueron muchos los que consideraron que no poseían los conocimientos necesarios para juzgar los problemas relacionados con la degradación medioambiental. Ángel, por ejemplo, sostuvo lo siguiente:

Los aviones pasaban y pasaban, por arriba de la casa, curando. Están cerca y la deriva y todo, y eso nunca se tuvo en cuenta. Los paisanos más viejos decían ‘nos están envenenando el aire’,  pero la gente no se daba cuenta porque lo decía un paisano. Además después escuchabas a los técnicos por la TV y decían que no traen mal formaciones, ni todas esas cosas, que es mentira entonces… Con el pasar de los años quizás te concientizás que eso era malo. Como Las Tolderías está rodeada de gente que siembra mucho puede ser que ahora empecemos a ver los malos resultados, las consecuencias.45

Una opinión similar al respecto fue la de Antonio:

Todos sabemos que todo lo que sea productos  agroquímicos, lo que se produce o se tira en el campo y eso nos apena mucho. Porque a veces llueve, por ejemplo, y se escurre el agua y nuestros niños salen a jugar, lo que hacíamos nosotros cuando éramos niños, y se enferman. Pero hasta ahora no hemos detectado la contaminación. Sé que mucho se ha hablado del daño hacia el medioambiente, por ejemplo del glifosato, el round up, cuanto otro agroquímicos más. Charata, por ejemplo, es una comunidad muy productiva, la que más fuerte tiene el tema agricultura y bueno, convivimos en ese ambiente hasta hoy. Pero yo no puedo dar precisiones si afectó en algo al medioambiente o a la salud de nuestra gente.46

Esa tecnificación del saber reforzaba aún más la naturalización de la situación, dificultando el surgimiento de algún tipo de protesta. Como sostiene Li, “las cuestiones que se convierten en temas técnicos, se convierten a la vez en cuestiones apolíticas” (2007: 7, traducción del autor). Esto quedó claro una tarde en la cual al hablar con Fernando sobre si era o no posible que ellos se unieran a otros grupos de la provincia para denunciar las fumigaciones, me dijo:

Y si, podríamos, pero hasta ahora no lo hicimos porque todavía no se ve el resultado. No se ve porque los chicos están enfermos, pero todavía eso no sale a la luz. Apenas lo sepamos, podremos levantarnos y gritarlo a los cuatro vientos.47

Comentarios finales

El concepto acumulación por desposesión desarrollado por Harvey (2003), he argumentado en este trabajo, permite iluminar el vínculo que existe entre las transformaciones agrarias y la profundización de las relaciones sociales capitalistas acaecida a partir de la era neoliberal. Sin embargo, su alto grado de abstracción, el escaso análisis del rol de los actores involucrados en los procesos, especialmente de los  grupos subalternos, así como también la escasa problematización de las estructuras de poder, impone desafíos a la hora de analizar los procesos empíricos.
Con la intención de superar esas limitaciones, he propuesto analizar la acumulación por desposesión a partir de un enfoque centrado en las racionalidades locales (Nilsen, 2010; Nilsen and Cox; 2013). En dicho enfoque, la comprensión de los posicionamientos de los subalternos requiere considerar cómo esos actores, sus deseos, objetivos y necesidades han sido transformados a lo largo de las diversas fases del desarrollo capitalista. En otras palabras, el enfoque de acumulación por desposesión requiere que situemos a los sujetos dentro de la historia de las relaciones de poder pasadas y presentes, considerando asimismo las diversas tácticas de oposición y negociación que cada grupo ha desarrollado históricamente (Roseberry,1994; Lebowitz, 2003; Hall, 2013).A través de las experiencias de una comunidad Mocoví que habita en el sudoeste chaqueño, se advierte que las “formas históricas de socialización lejos se ser simples procesos ortogonales a la desposesión” (Levien, 2013:21, traducción del autor), son las variables centrales que debemos considerar para poder entender cómo se producen y reproducen estos procesos. En este caso, la pérdida de los territorios tradicionales y su incorporación como peones rurales, promovieron la temprana adopción de ciertos valores y prácticas hegemónicas centrales para entender la ausencia de conflicto. En la medida en que, en la comunidad aquí analizada, el trabajo asalariado en los campos de los colonos fue el mecanismo principal de subsistencia, no llegando la producción propia nunca a convertirse en la principal fuente de sustento, la imposibilidad de practicar la agricultura familiar generada por la expansión de la producción de soja, no es percibida como algo determinante. Más aún, las transformaciones producidas a partir del neoliberalismo son entendidas como procesos generados por un súper poder de afuera, tal como lo describiera uno de los entrevistados,  que han afectado principalmente a sus antiguos empleadores y de manera más indirecta a ellos. Asimismo, en tanto que quienes realizan las fumigaciones en los campos aledaños son percibidos empáticamente como trabajadores rurales, la contaminación, a diferencia de lo que ha sucedido en otras zonas del país, no ha dado origen hasta el momento a resistencias abiertas. Por último, cabe señalar que la ausencia de resistencia también está vinculada al doble rol del estado. Es decir, en esta comunidad se ha producido en los últimos años una mayor intervención estatal a través, por ejemplo, de la implementación de planes sociales los cuales reducen el impacto del proceso de acumulación por desposesión y por tanto parecen facilitar la aquiescencia de sus miembros.

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NOTAS

1 Quisiera expresar mi sincero agradecimiento a todas las personas del Paraje Las Tolderías que generosamente me abrieron las puertas de sus casas y me brindaron parte de su tiempo sin el cual este trabajo no hubiese sido posible. También agradezco profundamente las observaciones y sugerencias realizadas por los comentaristas anónimos de la Revista Población y Sociedad, así como también aquellas realizadas por la Dra. Carla Gras en las versiones previas de este trabajo. Cualquier error u omisión es mi responsabilidad.

2 El trabajo de campo en el cual se basa este artículo fue realizado en diversos viajes entre 2010 y 2012. Las entrevistas se realizaron en su mayoría en los patios de las casa, utilizando cuestionarios abiertos y semiestructurados. Las traducciones del inglés al español son de mi autoría.

3 Campo del cielo es un área donde se encuentran veinte cráteres formados por la dispersión de un meteorito que impactó en ese lugar hace aproximadamente 4000 años (Cassidy & Renard, 1996). Según varios estudios, dentro de la cosmovisión mocoví, ese lugar representa una importante fuente de poder, suerte y riqueza (Giménez et al., 2004).

4 Entrevista realizada en 2012.

5 Notas del trabajo de campo, 2012.

6 Entrevista realizada en 2012.

7 Entrevista realizada en 2012.

8 Actividades de caza y recolección.

9 Entrevistas realizadas en 2010 y 2012.

10 Además de los cambios aquí reseñados es importante considerar que el 7 diciembre de 1974 muere Francisco Nolasco Mendoza, conocido como Cacique Catán.

11 Entrevistas realizadas en 2011 y 2012..

12 La Fundación Interamericana es un organismo autónomo de los Estados Unidos creado en 1969 para canalizar la asistencia para el desarrollo directamente a los sectores pobres organizados de América Latina y el Caribe. Para más información ver http://www.iaf.gov/index.aspx

13 Entrevistas realizadas en 2011 y 2012.

14 La mayoría de los miembros de San Lorenzo que fueron entrevistados, consideró que los conflictos se iniciaron porque quienes habitan en Santa Rosa acaparaban las maquinarias. Para los miembros de Santa Rosa, en cambio, la división se produjo por ambiciones personales y por internas partidarias (entrevistas, 2012). Cabe aclarar que, según lo documentado por el informe de la IAF, las diferencias derivadas del uso de los insumos entre los miembros de la comunidad no se debían simplemente a cuestiones relacionadas con la producción. Por ejemplo, en el informe se detalla que los conflictos causados por el uso de los tractores, no versaban únicamente por el laboreo de las tierras, sino porque los mismos eran utilizados para acarrear agua, como ambulancia y como medio de transporte para ir a hacer trámites al pueblo (Bray, 1989). Algunas investigaciones (López, 2009; Altman, 2011) señalan que la división se produjo tras la llegada de las iglesias evangélicas las cuales fueron introducidas por líderes Qom.

15 La luz eléctrica fue instalada recién durante mi segunda visita en 2012.

16 El programa Pro Huerta fue uno de los canales a través de los cuales la comunidad San Lorenzo pudo obtener acceso a ciertos recursos. Pero en la mayoría de los casos los programas se dan en la zona de Santa Rosa.

17 Otros estudios que han registrado el avance de la soja y el subsecuente deterioro ambiental de la región, aunque no se focalizan en esos temas, han sido López & Giménez, 2006; López, 2007; 2009.

18 Entrevistas realizadas en 2010 y 2012.

19 Entrevista realizada en 2012.

20 Si bien gran parte de los campos ya habían sido desmontados para la siembra de algodón, la necesidad de mayor superficie que requieren los nuevos métodos de producción ha exacerbado los desmontes.

21 Entrevista realizada en 2012.

22 Entrevista realizada en 2012.

23 Entrevista realizada en 2012.

24 Entrevistas realizadas en 2012.

25 Entrevista realizada en 2012.

26 Los Mocovíes pertenecen al complejo lingüístico y cultural Guaycurú, juntamente con los grupos Qom  y Pilagá. Las memorias de los Qom sobre el pasado han sido analizadas en profundidad por Gordillo (2006) quien estudió principalmente a las comunidades Qomle’ec o Tobas del oeste de Formosa, Wright (2008) cuyo trabajo se ha centrado en los Takshek qom o Tobas orientales también en la provincia de Formosa. Asimismo, pueden consultarse los trabajos de Citro (2006) quien ha estudiado las experiencias de comunidades mocovíes que habitan la provincia de Santa Fe y López (2009) quien ha estudiado las comunidades mocovíes de la provincia de Chaco.

27 Entrevista realizada en 2012.

28 Entrevista realizada en 2012.

29 Entrevistas realizadas en 2010 y 2012.

30 Entrevista realizada en 2012.

31 Entrevista realizada en 2012.

32 Entrevista realizada a P. V. en 2010.

33 Entrevista realizada a J. en 2012.

34 Entrevista realizada a N. en 2012.

35 Entrevista realizada a F. en 2012.

36 Entrevista realizada a N. en 2012.

37 Entrevista realizada a A. en 2012.

38 Entrevista realizada a A. en 2010.

39 Entrevista realizada a J. en 2012.

40 Entrevista realizada a P y G en 2012.

41 Entrevista realizada a N. en 2010.

42 Entrevista realizada a R. En 2012.

43 Entrevista realizada en 2010.

44 Entrevista realizada a J. en 2010.

45 Entrevista realizada a A. en 2010.

46 Entrevista realizada en 2012.

47 Entrevista realizada A F. en 2012.