.https://dx.doi.org/10.19137/praxiseducativa-2024-280114


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ARTÍCULOS

Una cartografía del itinerario pedagógico de Antonio Gramsci entre Italia y América Latina (1968-1991). Efectos dispares de la crisis del marxismo

A cartography of Antonio Gramsci's pedagogical itinerary between Italy and Latin America (1968-1991). Disparate effects of the crisis of Marxism

Uma cartografia do itinerário pedagógico de Antonio Gramsci entre a Itália e a América Latina (1968-1991). Efeitos díspares da crise do marxismo

Sebastián Gómez  

Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Universidad de Buenos Aires, Argentina

sebastianjorgegomez@gmail.com

ORCID 0000-0001-6395-6702

Resumen: El artículo aborda el itinerario de Antonio Gramsci en el campo pedagógico italiano y latinoamericano entre 1968 y 1991, es decir, entre los movimientos de protesta del 68 y la disolución de la URSS. La fase más dinámica del estudio educativo del sardo en la península ocurrió entre 1968 y 1976, mientras que, en América Latina, aconteció desde mediados de los 70 hasta 1991. A modo de hipótesis, se sugiere que la crisis del marxismo, entrados los años 70, tuvo efectos dispares en sendas regiones y en el estudio pedagógico del sardo: en Italia, suscitó una retracción, pero, en América latina, intelectuales continuaron reflexionando al interior del paradigma en crisis y recurrieron a Gramsci para renovar la investigación educativa. El artículo concluye que el régimen de circulación pedagógica de Gramsci entre sendas regiones durante el período no estuvo exento de una doble condición: dinámicas centro-periferia y una lógica patriarcal.

Palabras clave: Antonio Gramsci; educación; crisis del marxismo; Italia; América latina

 

Abstract: The article deals with Antonio Gramsci's itinerary in the Italian and Latin American pedagogical field between 1968 and 1991, that is, between the protest movements of 1968 and the dissolution of the USSR. The most dynamic phase of the educational study of the Sardinian in the peninsula occurred between 1968 and 1976, while in Latin America it took place from the mid-1970s to 1991. As a hypothesis, it is suggested that the crisis of Marxism in the 1970s had disparate effects on the two regions and on the pedagogical study of the sardinian: in Italy it provoked a retraction, but in Latin America, intellectuals continued to reflect within the paradigm in crisis and resorted to Gramsci to renew educational research. The article concludes that the regime of Gramsci's pedagogical circulation between the two regions during the period was not exempt from a double condition: center-periphery dynamics and a patriarchal logic.

Keywords: Antonio Gramsci; education; crisis of Marxism; Italy; Latin America

Resumo: O artigo trata do itinerário de Antonio Gramsci no campo pedagógico italiano e latino-americano entre 1968 e 1991, ou seja, entre os movimentos de protesto de 1968 e a dissolução da URSS. A fase mais dinâmica do estudo pedagógico do sardo na península ocorreu entre 1968 e 1976, enquanto na América Latina se deu de meados da década de 1970 a 1991. A título de hipótese, sugere-se que a crise do marxismo nos anos 70 teve efeitos díspares nas duas regiões e no estudo pedagógico da Sardenha: em Itália provocou uma retração, mas na América Latina os intelectuais continuaram a refletir dentro do paradigma em crise e recorreram a Gramsci para renovar a investigação educacional. O artigo conclui que o regime de circulação pedagógica de Gramsci entre as duas regiões durante o período não estava livre de uma dupla condição: a dinâmica centro-periferia e uma lógica patriarcal.

Palavras-chave: Antonio Gramsci; educação; crise do marxismo; Itália; América Latina; América Latina

Recibido: 2023-08-09 | Revisado: 2023-08-17 | Aceptado: 2023-12-20

A modo de introducción

En la interfaz entre historia intelectual y sociología de la educación, el artículo indaga el recorrido de Antonio Gramsci (1891-1937) en el campo educativo italiano y latinoamericano entre 1968-1991, es decir, entre los movimientos de protesta del 68 global y la disolución de la URSS. Dado que es una primera exploración, se pretende realizar una cartografía donde se adviertan los efectos dispares de la crisis del marxismo de mediados de los 70 en sendas regiones y en el itinerario educativo del sardo.

Autor sumamente relevante para el campo educativo peninsular y latinoamericano, un mapeo pedagógico de la presencia de Gramsci en ambas regiones está pendiente. Sobre el itinerario pedagógico de Gramsci en los años 60, 70 y 80 en Italia, existen estudios (Maltese, 2010; Baldacci, 2017); mientras, en América Latina, también se desarrollaron indagaciones en países tales como Argentina (Gómez, 2015), Brasil (Lombardi et al., 2013; Fresu et al., 2022) o México (Gómez, 2021). Sin embargo, una cartografía latinoamericana sobre las lecturas educativas de Gramsci y los contactos con las contribuciones peninsulares es una vacancia.

La expresión “crisis del marxismo” guarda una larga historia. Ya en la prensa socialista, aparece en 1898, a través del checo Thomas Masaryk; luego, la expresión resurge en diferentes momentos, como en los 20/30, en el marco de las derrotas del movimiento comunista y la nueva morfología del capitalismo (Sazbón, 1995). Sin embargo, la crisis del marxismo a la que el artículo hace referencia, es decir, a la inflexión ocurrida a mediados de los 70 y profundizada en el curso de las décadas siguientes, no fue una crisis más del marxismo, sino una que, para muchas franjas intelectuales, emergerá como la última y final (Palti, 2005). Más allá de las diferentes formas teóricas de dirimir la crisis, interesa subrayar un efecto extendido en Europa latina ya en los 70/80: la ruptura y abandono por parte de buena parte de la intelectualidad de izquierda del propio marxismo; una “verdadera desbandada” (Anderson, 1986, p. 34). Desde mediados del siglo XIX, el marxismo había sido el paradigma hegemónico entre la intelectualidad crítica; aún al cisma de 1956 en el arco comunista por el informe Kruschev (1956), le continuó la explosión de los “miles de marxismos” (Wallerstein, 1998, p. 195) de los 60/70, que continuaron mostrando la vitalidad del paradigma. Sin embargo, hacia mediados de los 70, el marxismo entró en decadencia como ideología política y modelo teórico: sus efectos fueron agudos en Europa latina que, por entonces, era el centro de la producción marxista; pero, en otras regiones, como América Latina, el modo de dirimir dicha fue disímil.

Centrado en el período 1968-1991, el artículo plantea la siguiente hipótesis: mientras la crisis del marxismo de mediados de los 70, tan gravitante en Europa latina y, en especial, en Italia, tendió a clausurar los estudios pedagógicos sobre Gramsci, en América Latina, entrados los años 70, se registra la fase más dinámica de las lecturas educativas del sardo 1. En este sentido, en el campo educativo latinoamericano, se operó un desacople productivo respecto al campo educativo italiano, que suscitó una paradoja espacio-temporal: estudiosos italianos del pensamiento educativo de Gramsci de los 60 o primeros 70 eran profusamente leídos e incluso dictaban conferencias en países latinoamericanas en los 70/80, mientras, en sus tierras, el marxismo y el gramscismo se opacaban. 

El escrito cuenta con tres apartados. Primero, se detiene en el derrotero pedagógico de Gramsci en Italia. En diálogo con investigaciones precedentes (Maltese, 2010; Liguori, 2012; Baldacci, 2017), se ofrece un racconto que muestra las principales lecturas educativas de Gramsci desde fines de los 60 hasta los 80. La sección jerarquiza las contribuciones que impactaron en el campo educativo latinoamericano y muestra que la efervescencia o declive del debate pedagógico gramsciano en la península corrió en paralelo a la suerte política del PCI. El segundo apartado se centra en la recepción pedagógica de Gramsci en América Latina, también, básicamente, entre 1968 y 1991. La atención se coloca en cuatros países donde la presencia pedagógica de Gramsci resultó significativa: Argentina, México, Brasil y Chile. El foco son los principales trabajos monográficos sobre el vínculo teórico entre Gramsci y la educación plasmados en libros, tesis de posgrados, artículos o documentos de trabajos, y no aquellos empleos más puntuales de conceptos claves del sardo. Por último, a modo de cierre, se hipotetizan algunas razones del impacto disímil de la crisis del marxismo en América Latina e Italia, y se concluye que el régimen de circulación de las interpretaciones educativas gramscianas en sendas regiones estuvo animado por una lógica centro-periferia y un sesgo patriarcal.

El recorrido pedagógico de Gramsci en Italia

Autor básicamente póstumo, la edición y debate de los textos de Gramsci en Italia estuvo animado por el Partido Comunista Italiano (PCI), es decir, por el partido que representaba la formación comunista más importante de Europa occidental. Como en otras áreas, las lecturas educativas del sardo acompañaron, en buena medida, las vicisitudes políticas del comunismo peninsular.

Desde mediados de los años 40, en un contexto signado por la derrota política del fascismo, el PCI promovió la publicación de los escritos carcelarios de Gramsci por la editorial Einaudi. Primero, Lettere dal Carcere (1947) y, luego, la edición temática de las notas carcelarias en seis volúmenes, organizada por Felice Platone y supervisada por el secretario general del Partido, Palmiro Togliatti: Il materalismo storico e la filosofia di Benedetto Croce (1948); Gli intellettuali e l’organizacione della cultura (1949); Il Risorgimiento (1949); Note sul Machiavelli, sulla política e sullo Stato moderno (1949); Letteratura e vita nazionale (1950); Passato e presente (1951). Entre tantas operaciones, la edición de Platone-Togliatti enfatizó aspectos filosóficos y literarios de Gramsci, antes que los estrictamente políticos, como parte de la estrategia del PCI hacia la conquista de intelectuales antifascistas (Daniele, 2005; Liguori, 2006; Chiarotto e D'Orsi, 2011). Por su parte, a mediados de los 50, comenzará la publicación de los escritos gramscianos precarcelarios que, a diferencia de los Cuadernos, tendrán una repercusión más tardía y menor en América latina.

En 1964, de manera sorpresiva, muere el gran líder del PCI y editor de Gramsci: Palmiro Togliatti, que será reemplazado por Luigi Longo (1964-1972). La sorpresiva muerte de Togliatti conllevó múltiples efectos: entre tantos, la pluralización del debate sobre Gramsci. Como ha mencionado Paggi, el fallecimiento del histórico secretario que “había representado el principal (si no el exclusivo) elemento de mediación [con los escritos de Gramsci]” (1970, p. XVI) abrió una ocasión para repensar el modo en que se había gestionado la herencia del sardo. En este marco de pluralización del debate y a 30 años de la muerte de Gramsci, se desarrolló el segundo Congreso internacional de estudios gramscianos, en Cagliari, entre el 23 y 27 de abril de 1967. A diferencia del anterior congreso gramsciano (1957), en este, tuvieron lugar debates sobre su pensamiento pedagógico. Entre otras presentaciones, destaca la ponencia de Mario Manacorda, La formazione del pensiero pedagógico di Gramsci (1915-1926).

Un mes más tarde, en mayo de 1967, ocurrió una intervención significativa para el campo pedagógico italiano: el primer libro sobre el pensamiento educativo de Gramsci a manos del comunista Giovanni Urbani y por la editorial partidaria Riuniti. Por primera vez, se abordaba el tópico Gramsci y la educación, a través ya no de artículos, ponencias o menciones breves, sino de una voluminosa antología (p. 73-529) de textos gramscianos (juveniles y carcelarios), precedida de una larga introducción (p. 13-70). Urbani rechazaba una aproximación sectorial o aislada de la cuestión educativa en Gramsci y conjugaba su interpretación a partir del concepto de hegemonía y, por tanto, de la dimensión política.

Con inmediata posterioridad al libro de Urbani, se abrió, en Italia, el período más fructífero en el debate gramsciano: 1968-1977, que se ha denominado y subdividido como la “edad de oro” (1968-1975) y “apogeo” (1976-77) (Liguori, 2012). Los movimientos de protesta del 68 en Europa occidental despertaron una pasión por lo concreto (Anderson, 1986), es decir, por una serie de temáticas que desplazaron la impronta especulativa de otros tiempos: el Estado, los intelectuales o el propio sistema educativo. Gramsci resultó un punto de referencia. Desde entonces, hasta 1977, se multiplicaron las indagaciones, estudios, empleos y contraposiciones en torno a sus escritos. Durante estos años, el contexto político italiano estuvo signado por la convulsión: la protesta estudiantil en 1968, los efectos del L’autunno caldo (1969), la opción por la lucha armada y la denominada estrategia de la tensión (a manos de grupos neofascistas para desestabilizar el país).

Durante la “edad de oro” y “apogeo”, aparecieron, en el campo pedagógico peninsular, importantes libros sobre el pensamiento educativo gramsciano: Manacorda (1970, 1972), Broccoli (1972) y Ragazzini (1976). También lo harán otros, no tan relevantes en el debate pedagógico peninsular, aunque un poco más en latinoamericana por su traducción temprana al castellano en Barcelona (España): Lombardi (1969, traducido al francés en 1971 y por la editorial catalana Redondo al castellano en 1972) y, en menor medida, Betti (1976, traducido al castellano el mismo año por la importante editorial catalana Martínez Roca).

Desde una perspectiva católica, crítica del comunismo, Lombardi proponía una lectura en clave espontaneísta e idealista del sardo, que terminaba por acercarlo a Gentile y Croce. El autor se esforzaba por escindir no sólo al Gramsci comunista del otro Gramsci humano. También por realizar operaciones de clivaje al interior de los Cuadernos: el Gramsci del humanismo absoluto contra el Gramsci del príncipe moderno o la hegemonía; el Gramsci de la cultura desinteresada contra el Gramsci americanista y fordista; el Gramsci de inspiración crociana contra el Gramsci marxista. A su vez, situaba al sardo en la perspectiva del socialismo democrático de Antonio Labriola y Rodolfo Mondolfo, que lo alejaba de su opción comunista. Con todo, la contribución de Lombardi suponía un retroceso respecto al libro de Urbani: aislaba la cuestión pedagógica de las preocupaciones comunistas y políticas del sardo.

De igual modo, las principales contribuciones en Italia, y que animaron lecturas en América Latina, estuvieron a manos de Manacorda y Broccoli. En 1970, Manacorda, un importante dirigente del PCI y de la sección educativa del partido (Covato y Metta, 2020), publicó Il principio educativo in Gramsci, por la editorial romana Armando (traducido al castellano en 1977, España: Sígueme, y al portugués en 1991, Brasil: Artes Médicas). Aun cuando fue el primer estudio pedagógico en trabajar con la versión cronológica de los Cuadernos (en preparación por parte del comunista Valentino Gerratana en el Instituto Gramsci de Roma), no atendió a las temporalidades diversas de los Cuadernos y se centró en los problemas relativos a la cuestión educativa que leyó a partir del Cuaderno 22 y, en particular, mediante dos conceptos: americanismo y conformismo. La intervención era verdaderamente pionera: ambos conceptos no habían sido explorados hasta el momento entre los estudios gramscianos.

Manacorda adhería a la hipótesis criptográfica sugerida por Platone en la edición temática, esto es, el sardo, para sortear la censura fascista, recurrió a un juego de códigos conceptuales donde ciertos significantes tenían un significado velado: tal es el caso del americanismo que, de modo encubierto, refería a la Unión Soviética. Enfatizando las cuestiones relativas a la disciplina y la coerción, el estudioso romano leía las reflexiones educativas de Gramsci en clave de adaptación del hombre a las exigencias de la nueva organización industrial. En línea con la pedagogía de la exigencia de Makarenko, propuso una lectura educativa antiespontaneísta y materialista de Gramsci. En este sentido, terminó por equiparar la propuesta de la escuela unitaria gramsciana con la instrucción politécnica delineada por Marx y evocada asiduamente por el comunismo soviético. La propuesta respondía no sólo a la interpretación de Urbani (1967) que, de manera velada, objetaba como idealista/culturalista; también a un contexto donde, con posterioridad a los 68, franjas de la nueva izquierda italiana mostraban la actualidad de la revolución, el valor de la contienda cultural e impugnaban al reformismo comunista. Dos años más tarde, en 1972, Manacorda publicó L’alternativa pedagógica (traducida al castellano en 1981, Barcelona, España: Fontamara). Se trataba de una antología de escritos precarcelarios y carcelarios relativos a temas pedagógicos, precedida por una larga introducción que reponía la línea de lectura del libro precedente.

En implícito debate con Manacorda, Broccoli (1972) ofreció otra clave de lectura educativa del sardo en su libro Antonio Gramsci e l’educazione come egemonia, publicado en Florencia por la editorial La Nuova italia (traducido al castellano en 1977, México: Nueva Imagen). Al momento de escritura del libro, Broccoli formaba parte del Partido Socialista Italiano (PSI), en la sección Trastevere de Roma. Se incorporará al PCI hacia 1975, en el marco del formidable desempeño del comunismo en las elecciones administrativas de ese año. Presumiblemente, la adscripción al socialismo lo condujo, a diferencia de la perspectiva comunista de Manacorda, a valorar la dimensión y creatividad individual en la lectura educativa de Gramsci. Aun trabajando con la versión temática de los Cuadernos, y en línea con Urbani, Broccoli no sólo rechazó una aproximación sectorial a la cuestión educativa en Gramsci, sino que se centró en el concepto de hegemonía y, desde allí, en el papel de los intelectuales. Tematizó el vínculo hegemonía y pedagogía a partir de dos conceptos: bloque histórico y conformismo creativo. En lugar de interpretar el bloque histórico como nexo entre estructura y superestructura, el romano lo empleó para analizar cómo un sistema de valores culturales penetra e integra un sistema social; esto es, para dirimir el problema pedagógico en términos de comunicación social. Si el americanismo era el criterio objetivo del proceso de adaptación en Manacorda, para Broccoli, será el bloque histórico (compuesto por maestro/intelectuales, alumnos/masas y el entorno) que asumía un carácter dinámico y suscitaba un conformismo creativo. La lectura de Broccoli resultó sumamente original, aunque pivoteó sobre un presupuesto: la relación hegemónica/pedagógica era dinámica en sí misma y se dirigía al progreso cultural de las masas/estudiantes.

La “edad de oro” y “apogeo” de Gramsci y de los estudios pedagógicos gramscianos corrió paralelo al crecimiento y éxito del PCI. Durante buena parte de estos años, el PCI se comprometió en la estrategia del compromiso histórico. Luego del golpe de Estado en Chile, en septiembre de 1973, el carismático secretario general, Enrico Berlinguer (1972-1984), impulsó una política de cuño reformista que perseguía un acuerdo político con la Democracia Cristiana (DC) y el PSI, para evitar tentaciones autoritarias (que, por cierto, azotaban a países vecinos: Portugal, España o Grecia). Esta línea política acompañará el crecimiento del partido que obtuvo, en 1975, una excelente performance en las elecciones administrativas. Precisamente ese año, aconteció un momento sumamente importante entre los estudios gramscianos: salió a la luz la versión cronológica de los Quaderni del Carcere a cargo de Valentino Gerratana. A diferencia de la versión temática, la disposición cronológica de las notas carcelarias permitía captar el ritmo de un pensamiento reticular y espiralado, pero también inconcluso.

Luego de la edición, entre 1976-77, el debate sobre Gramsci tendrá su “apogeo” en el marco del crecimiento político del PCI. En abril de 1976, aparecen, simultáneamente, otras dos contribuciones sobre la cuestión educativa en Gramsci a manos de Ragazzini y Betti. El primero, que trabajó con la versión cronológica de los Cuadernos, ahondó las claves de lectura de su maestro Manacorda (quien prologó el libro). En esta línea, el joven comunista prosiguió la preocupación “materialista” de la lectura pedagógica de Gramsci, como así también la hipótesis criptográfica. De igual modo, la influencia manacordiana no obturó referencias a Broccoli y a la centralidad pedagógica del concepto de hegemonía. En simultaneidad con el libro de Raggazini, se publicó el libro de Betti, que trabajó con la versión temática de los Cuadernos. El volumen tenía un afán divulgativo, por lo que recorría diversos tópicos pedagógicos a través de los principales escritos gramscianos: iniciaba con un examen crítico de las soluciones espontaneístas, afrontaba las reflexiones sobre la escuela (la cuestión del latín, la escuela unitaria, etc.) y arribaba a la crítica de la Reforma de Gentile (1923). Cada capítulo era acompañado con un apéndice antológico. Presumiblemente afín al PCI, Betti cerraba el libro con una articulación entre Gramsci y otros importantes pedagogos, tales como Makarenko, que también defendía una pedagogía de la exigencia y un rechazo al espontaneísmo.

Con el excelente desempeño electoral del PCI en las elecciones generales de junio de 1976 (obtuvo el 34,4 %) y la posibilidad cierta de devenir finalmente gobierno, se multiplicaron las polémicas y usos del sardo. Será particularmente intenso el debate entre comunistas y sectores social-liberales (Bobbio, Salvadori, Pellicani y otros animadores de la revista socialista Mondo operario) sobre una aporía: el pluralismo o totalitarismo político del concepto gramsciano de hegemonía. El debate protagonizó los dos encuentros gramscianos de 1977 a 40 años de la muerte del sardo: en enero, el seminario de Frattocchie, “Egemonia, partido, Stato in Gramsci”, organizado por el PCI; en diciembre, El Congreso Internacional “Política e storia in Gramsci”, organizado por el Instituto Gramsci de Roma. Este congreso contará con dos intervenciones sobre la cuestión educativa: Granese y Ragazzini. Ambos polemizaron, desde el punto de vista pedagógico, con los medios social-liberales en torno a la cuestión del pluralismo y el concepto de hegemonía.

El acalorado debate tendió a coincidir con la promoción, por parte del PCI, del eurocomunismo como modelo diverso de socialismo a la URSS en Europa occidental; una línea política que se oficializó con la Conferencia de Partidos Comunistas y Obreros de Europa, en Berlín, en junio de 1976. Se trató, básicamente, de una estrategia política acordada entre los Partidos Comunistas de Italia, Francia y España que, a diferencia del comunismo soviético, pregonaba una orgánica relación entre socialismo y democracia. Si bien la estrategia se tradujo en alianzas con partidos socialistas e incluso en coaliciones de gobierno (como en Francia), se terminó apagando; entre otras razones, por el paulatino declive político del PCI. A fines de los 70, la opción por la política de los sacrificios y la austeridad del PCI golpeó a su propia base social: en 1979, el comunismo perdió casi el 4 % de votos (cerca de 1.5 millones de electores) (Botti, 2016; Pendinelli y Sorgi, 2020). Este paulatino declive político se profundizará en los 80, con la súbita muerte de su carismático líder Enrico Berlinguer (sustituido por Alessandro Natta, 1984-1988), y la ofensiva neoliberal-neoconservadora a escala internacional: las elecciones de Thatcher como primera ministra en el Reino Unido (1979-1990) y, luego, de Reagan en EE. UU. (1981-1989).

Se podría sugerir que la opción eurocomunista aparecía como un síntoma de la crisis del marxismo (Portantiero, 1979), es decir, mostraba los límites políticos y teóricos del propio marxismo para afrontar asuntos tales como el Estado, la política o la democracia. A fines de los 70, Europa latina fue el epicentro de esta crisis, que tuvo un singular impacto en Italia. En la intelectualidad de Europa occidental, existieron múltiples manifestaciones de tal crisis. Posiblemente, la primera estuvo a manos de Althusser. En el coloquio organizado en Venecia, en 1977, por el grupo italiano Il Manifesto, acudió a la expresión “¡Por fin la crisis del marxismo!” para nominar la inflexión conceptual que ya circulaba en el marco de las derrotas políticas de la izquierda en occidente, los reveses de los movimientos político-radicales y el creciente cuestionamiento a los regímenes socialistas. En esta atmósfera, también Buci-Gluksamann (1979 [1978]) declaró una crisis en la teoría; Poulantzas (1979) y Coletti (1979), una crisis en la política; mientras que Bobbio (2001 [1978]), Paramio y Reverte (1979) focalizaban la crisis de ciertos marxistas. Las certezas político-teóricas comenzaron a desvanecerse, operándose, entre la mitad de los 70 y los años 80, un período de conmoción en la geografía de los pensamientos críticos (Keucheyan, 2013; Giller, 2017).

En Italia, la crisis del marxismo en Europa latina se conjugó con la crisis política del PCI. Al interior de la teoría crítica italiana, comenzaron a gravitar perspectivas ya no estrictamente marxistas (Vacca, 2015; Azzolini, 2021). La circulación respondía a un súbito cambio en la atmósfera teórica: la crisis de la dialéctica, de la razón y del sujeto moderno. En definitiva, la crisis del marxismo era parte de la crisis de los grandes paradigmas que habían simbolizado la teoría social, tales como el estructuralismo y el funcionalismo. Una expresión manifiesta de los cambios en la atmosfera intelectual peninsular fue el libro Crisi della ragione (1979), compilado por el filosófico italiano Aldo Gargani.

La crisis del marxismo tendió a opacar el estudio sobre Gramsci. A pesar de las valiosas exploraciones y estudios filológicos, como Francioni (1984), y congresos sobre Gramsci (en particular, en 1987, a 50 años de su muerte), el sardo no encontró eco en el debate político-teórico en los 80. A inicios de 1986, Paolo Spriano, desde el periódico del PCI, L’Unità, lamentaba que “casi ninguno leía más sus escritos”. En el campo educativo, más allá de algunos artículos de Manacorda o Ragazzini y los libros de Scuderi (1985) y, sobre todo, de Monasta (1985), la exploración pedagógica gramsciana disminuyó considerablemente. Trabajando con la versión temática de los Cuadernos, Scuderi se esforzó por evitar una versión sectorial de la cuestión educativa y, al mismo tiempo, propuso una didáctica gramsciana a partir de las reflexiones sobre la escuela unitaria.

Monasta (1985), por su parte, demostró la imagen “falsa” (p. 11) de Gramsci ofrecida por la edición temática de los Cuadernos y, con base en la edición “verdadera” (p. 12) de Gerratana, fundamentó una teoría general de la educación. Sendas exploraciones tendrán escasa repercusión en el medio italiano; tampoco en América Latina que, al igual que otras regiones, experimentaba años de ebullición en el debate educativo gramsciano. Esta suerte de paradoja entre el plano nacional e internacional se manifestó en el Congreso “Gramsci nel mondo”, en Formia, organizado por la Fundación Instituto Gramsci de Roma, en octubre de 1989: la notoria fortuna del sardo en distintas latitudes contrastaba con la circulación en su propio país, donde su influencia se apagaba. La escasa gravitación de Gramsci respondía, en buena medida, al devenir político del PCI; un devenir que, luego del derrumbe del muro de Berlín (1989) y la crisis de los partidos comunistas del este, finalizará con su disolución en enero de 1991. Exactamente a 70 años de su nacimiento, el partido de Gramsci se extinguía (Liguori, 2020).

Lecturas educativas latinoamericanas de Gramsci

América Latina cuenta con una vasta tradición en el estudio y empleo de Gramsci (Kanoussi et al., 2011; Burgos, 2021). Históricamente, se han destacado cuatro países: Argentina, Brasil, Chile y México. De hecho, las principales lecturas educativas del sardo provienen de dichos países. De igual modo, los estudios o usos educativos fueron más bien tardíos en comparación con otras áreas: tendieron a ocurrir hacia mediados de los 70 y se intensificaron hacia los 80.

Argentina fue el primer país en la traducción y empleo de Gramsci (Burgos, 2004; Casco, 2017; Petra, 2017). La pionera traducción será decisiva en la circulación latinoamericana de sus escritos. La iniciativa se debió, en buena medida, al secretario cultural del Partido Comunista Argentino (PCA), Héctor Agosti, que guardaba lazos estrechos con la cultura política italiana (Massholder, 2014). En 1950, el heterodoxo comunista impulsó, a través de la editorial Lautaro (un sello oficioso, aunque no oficial del Partido), la primera traducción mundial de las Lettere dal carcere (traducción de Gabriela Moner, con prólogo de Gregorio Bermann). La apertura a contribuciones italianas constituía un gesto hereje para el linaje comunista local que siempre insistió en su afinidad con la ortodoxia y el realismo soviético.

El derrocamiento del segundo gobierno de Juan Domingo Perón, en septiembre de 1955, promovido por sectores conservadores, pero también por la propia izquierda (como el PCA), terminó por desatar un proceso de revisión entre la intelectualidad progresista. Tal revisión se agudizará con el descrédito internacional del comunismo a la luz del informe Kruschev (1956), pero también con la Revolución cubana (1959), que impugnó la estrategia etapista del comunismo en América Latina. Este proceso tendió a coincidir con la masificación de las universidades, donde jóvenes militantes comunistas encontraron renovadas herramientas conceptuales marxistas. Hacia los 50, el PCA perdió el monopolio cultural marxista de otras décadas.

Con una acertada lectura de las exigencias político-culturales, Agosti tejió alianzas con jóvenes comunistas, como Juan Carlos Portantiero, José Aricó o Héctor Schmucler, para polemizar con otras expresiones del arco de izquierda y renovar el marxismo al interior del Partido. En esta empresa, Gramsci resultaba relevante. Por ello, el secretario de cultura organizó la primera traducción mundial de la versión temática de los Cuadernos entre 1958-1962 (editorial Lautaro), con avezados intelectuales comunistas y nuevas camadas: El materialismo histórico y la filosofía de Benedetto Croce (1958, traducción de Isidoro Flaumbaun, prólogo de Héctor Agosti); Los intelectuales y la organización de la cultura (1960, traducción de Raúl Sciarreta); Literatura y vida nacional (1961, traducción de José Aricó, prólogo de Héctor Agosti); Notas sobre Maquiavelo, la política y el Estado moderno (1962, traducción y prólogo de José Aricó). Como en el caso italiano, la edición tendía a enfatizar los aspectos filosóficos y culturales de los escritos gramscianos, antes que los políticos. A inicios de 1963, heterodoxos jóvenes comunistas, como José Aricó, Héctor Schmucler y Oscar del Barco, editaron una revista con reminiscencia gramsciana: Pasado y Presente (1963-1965) que pretendía forzar los contornos de la ortodoxia comunista. Luego de su primer número, el PCA dispuso su clausura y la expulsión de sus protagonistas; el debate sobre Gramsci se clausuró al interior del Partido. Alejados del centro moscovita, estos jóvenes buscaron referencias en las vertientes heterodoxas de la cultura comunista, entre ellos, la italiana.

En el marco de las revueltas populares del 68 a escala internacional y regional, la presencia de Gramsci resultó más palpable aún en la cultura política y académica argentina. Síntoma de la creciente presencia, en los 70, la editorial Nueva Visión y Granica publicó volúmenes de la versión togliatiana de los Cuadernos. También aparecieron usos pioneros de Gramsci para el campo educativo latinoamericano (por ejemplo, Tedesco, 1970). Entre ellos, destaca el artículo de Sara Morgenstern (1975) publicado en la Revista de Ciencias de la Educación: “Hegemonía y educación”. Luego del golpe de Estado (1966-1973) y la intervención de las universidades, Morgenstern decidió seguir sus estudios en Inglaterra. Allí, se acercó a Gramsci a través de la antología de los Cuadernos organizada por Quintin Hoare y Geoffrey Nowell Smith: Selections from Prison Notebooks (1971). A su regreso de Inglaterra en 1972, Morgenstern se afincó en la Universidad Nacional de Salta para promover la organización de la carrera de Ciencias de la Educación. Permeable al debate anglosajón, reparó en la publicación por parte de la New Left de un artículo de Raymond Williams: “Base and superstructure in marxist cultural theory” (noviembre–diciembre de 1973, pp. 3-16). Desde este prisma, interpretó el concepto de hegemonía gramsciano en una clave procesual, lo que le permitía divisar la complejidad de un proceso educativo que no se reducía a la mera reproducción, tal como sugería la teoría de los Aparatos Ideológicos de Estado de Althusser.

Sin embargo, estas indagaciones en torno a Gramsci no pudieron continuar por el golpe cívico-militar (1976-1983). Fue el exilio donde intelectuales argentinos/as de la educación continuaron el debate sobre el pensamiento gramsciano. Morgenstern emigró a España, y no retornó al país de manera definitiva. Allí, se insertará como profesora en la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED). En 1991, en el país ibérico, publicó un capítulo de libro: “Antonio Gramsci: educación y hegemonía”, que ahondó su lectura precedente (1975). Aunque trabajó con la versión crítica de los Cuadernos de Gerratana, las referencias para el estudio de Gramsci continuaron siendo anglosajonas, no italianas: Williams (1977), Anderson (1977) o Entwistle (1979). Apoyándose en el sardo, propuso una teoría materialista de la cultura, asumió la complejidad del momento cultural y, en contra del espontaneísmo, defendió una pedagogía de la exigencia. El aporte de Morgenstern aparecía en un momento particular para la teoría crítica: los efectos de la crisis del marxismo, ante la disolución de la URSS (1991), se propagaban entre marxistas. En esta particular atmósfera, la autora continuaba cultivando, en línea con su artículo de 1975, una lectura heterodoxa del marxismo, que encontraba en Gramsci un punto de referencia.

Otro de los países en los que intelectuales argentinas/os de la educación fomentaron el debate gramsciano será México. Desde mediados de los 70, el país azteca era unos de los principales lugares de agregación de la intelectualidad crítica sudamericana exiliada. Desde entonces y hasta fines de los 80, se asistió a un verdadero boom en la circulación de los escritos gramscianos en México (Kanoussi, 2011; Álvarez Solís, 2015; Ortega, 2015; Fuentes y Modonesi, 2021) 2. Existieron, al menos, dos elementos que propiciaron esta circulación: por un lado, un Partido Comunista que había optado por la versión eurocomunista (y, por tanto, mantenía afinidad con el PCI); por otro, un espacio académico y editorial en expansión que favoreció la inserción de la intelectualidad crítica sudamericana.

En articulación con la difusión de diversas corrientes marxistas, se desplegó una profusa edición, difusión y empleo de Gramsci. El fenómeno tuvo múltiples manifestaciones: entre 1975-1980, la editorial Juan Pablos publicó los seis volúmenes de la versión togliattiana de los Cuadernos; un año más tarde, Era comenzó a publicar la edición crítica de Gerratana (finalizada en 2001). Se realizaron encuentros académicos (que, en algunos casos, contaron con la participaron de importantes figuras del ámbito gramsciano italiano), tales como “El Estado de transición en América Latina” (octubre de 1978, Puebla), el seminario “Hegemonía y alternativas políticas en América Latina” (febrero de 1980, Morelia) o el seminario “Los nuevos procesos sociales y la teoría política contemporánea” (abril de 1981, Oaxaca); revistas como Dialéctica, Teoría y política, Controversia, El Machete o Cuadernos Políticos se hicieron eco del debate gramsciano; se tradujeron libros y aparecieron otros, como Los usos de Gramsci de Portantiero (1977 y, más tarde, en una versión ampliada, 1981) o Revolución pasiva, del mexicano Mena y la greco-mexicana Kanoussi (1985).

Este boom gramsciano alcanzó al ámbito pedagógico: la editorial Nueva Imagen tradujo el libro de Ángelo Broccoli, Antonio Gramsci y la educación como hegemonía (1977), mientras circularon profusamente libros de Manacorda editados en España, como El principio pedagógico en Gramsci (1977) y La alternativa pedagógica (1981). Cuando, en Italia, los efectos de la crisis del marxismo eran agudos, ambos autores viajaron a México para impartir conferencias en los 70/80. El país azteca era uno de los sitios centrales en América Latina donde se dirimía la crisis del marxismo, ya que, forzosamente, reunía a una buena parte de la intelectualidad crítica latinoamericana. Pero, a diferencia de las consecuencias en Europa latina, buena parte de las franjas intelectuales latinoamericanas críticas continuaron pensando al interior de un paradigma en crisis (Cortés, 2014).

Desde fines de los 70, se advierte una considerable expansión del estudio educativo de Gramsci en espacios académicos mexicanos. Entre otros, destacan las monografías sobre Gramsci y la educación del venezolano Eduardo Zuleta (1980) y la mexicana Rockwell (1987). En 1980, Zuleta presentó, en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), la tesis de maestría Teoría socialista de la educación en las notas y apuntes de Antonio Gramsci. Esta tenía un propósito ambicioso: contribuir, a través del estudio de los escritos del sardo (fundamentalmente, los Cuadernos en su versión temática), a una teoría marxista de la educación. La crisis del marxismo no parecía gravitar en el autor que se empeñaba en mostrar la contribución específica de Gramsci a un marxismo educativo (aún en construcción según su opinión). A tal fin, el autor organizó la tesis en tres capítulos. El primero recorrió la teoría de los “fundadores del socialismo científico”, esto es, Marx y Engels. El capítulo no tenía un afán polémico: edificaba las bases filosóficas del marxismo. Tal vez, por ello, Zuleta no colocó a Gramsci en el debate filosófico, ni aludió a la filosofía de la praxis.

El segundo capítulo pasaba revista por diferentes conceptos gramscianos. Además de detenerse en el debate tan en boga sobre la ideología con base en la lectura althusseriana, se centraba en los conceptos gramscianos de hegemonía y bloque histórico, enfatizando el papel de los intelectuales en la articulación entre estructura económica y superestructura, o entre sociedad civil y sociedad política. En la reconstrucción, se registraba la influencia de interpretaciones gramscianas europeas, que habían sido traducidas al castellano recientemente y colocaron el foco en la teoría societal gramsciana: Hugues Portelli (1973 [1972]), Christine Buci-Gluksman (1978 [1974]), Perry Anderson (1977) o María Macciocchi (1975 [1974]), pero también del mexicano Carlos Pereyra (1979).

El tercer capítulo, posiblemente el más original, reponía con sistematicidad la propuesta educativa de Gramsci. Si bien reconocía que no existía una pedagogía gramsciana, reparaba en la organización, principios y contenidos educativos que se extraían de las notas carcelarias. En México, Zuleta articulaba estudios pedagógicos que, en Italia, presentaban contrapuntos: Lombardi, Manacorda y Broccoli. En línea con el propósito de la tesis, pero también de manera llamativa y al igual que Manacorda, terminaba por conjugar la escuela unitaria gramsciana con la propuesta de la escuela politécnica de Marx y la correspondiente “formación de hombres omnilaterales”.

En el Departamento de Investigaciones en Educación (DIE), se desarrolló, entre 1980 y 1985, el proyecto de investigación La práctica docente y su contexto institucional y social, coordinado por la argentina exiliada Justa Ezpeleta y la mexicana Elsie Rockwell. De manera pionera, investigaron la condición escolar desde una perspectiva etnográfica que tuvo a Gramsci entre sus referentes. Dicha perspectiva permitía arrojar luz sobre una de las características que Gramsci divisaba en la historia de las clases subalternas: su carácter indocumentado. Entre los múltiples aportes de las autoras, destaca el artículo de factura gramsciana aparecido en la revista Cuadernos políticos: “Escuela y clases subalternas” (1983), que seguramente haya sido el primer empleo del concepto gramsciano de clases subalternas en la teoría educativa latinoamericana.

Como parte de sus estudios sobre el sardo, Rockwell presentó una sugerente ponencia en el Seminario de Investigación Educativa del Centro de Estudios Sociológicos de El Colegio de México: “Repensando la institución escolar. Una lectura de Gramsci” (1987), que circulará como documento de trabajo del DIE. A partir de la versión temática de los Cuadernos, advertía que, en las notas carcelarias, el término institución estaba prácticamente ausente, pero sus análisis concretos de la dinámica política e institucional (en particular, de la iglesia católica) suministraban insumos para pensar de manera novedosa la condición escolar. El manuscrito contenía un anexo que pasaba revista por modos de conceptualizar la cuestión institucional, discutidos por la autora desde una mirada gramsciana: además de objetar las clásicas posturas liberales de Max Weber o funcionalistas de Bronislaw Malinowski, Radcliffe Brown o Talcott Parsons, tomaba distancia del discípulo althusseriano, Nicos Poulantzas.

La intervención de Rockwell se centraba en uno de los tópicos sobre los que Marx era impugnado en el marco de la crisis del marxismo: el estatuto o existencia de una teoría del Estado en el marxismo. Como Zuleta, la autora dialogaba con los aportes gramscianos del filósofo mexicano Carlos Pereyra (1984), pero enfatizaba un plano descuidado por la reflexión socioeducativa del período: la historicidad del vínculo entre Estado, sociedad civil e institución escolar. En esta línea, impugnaba la interpretación abstracta y topológica de la teoría societal gramsciana, que se centraba en debatir si la escuela debía ser ubicada en la esfera de la sociedad política (coerción) o la sociedad civil (hegemonía). Más bien, recorría los aportes de Gramsci para analizar de manera histórica los vínculos cotidianos entre sociedad política, sociedad civil y escuela.

La temprana circulación de las ideas de Gramsci en Argentina influyó en Brasil y su cultura comunista (Bianchi, 2011, 2016; Fresu et al., 2022). Jóvenes intelectuales ligados al Partido Comunista Brasilero (PCB), tales como Elias Chaves, Antonio Candido, Carlos Coutinho o Leandro Konder, emplearon algunos conceptos gramscianos hacia fines de los 50 y principios de los 60. La Revista Brasiliense, dirigida por Caio Prado y vinculada al PCB, fue espacio para cobijar estos primeros empleos. Como en el caso argentino e italiano, el comunismo aceptaba lecturas filosóficas y literarias de Gramsci que no problematizaran la estrategia de cuño leninista.

La publicación de la versión temática de los Cuadernos entre 1966 y 1968 favoreció la circulación del sardo, aunque resultó acotada. En un periodo donde las contradicciones internas del régimen dictatorial (1964-1985) aún permitían un margen relativo de libertad en el terreno cultural, la Editorial Civilização Brasileira de Rio de Janeiro publicó los mismos libros que había confeccionado la editorial Lautaro en Buenos Aires. La traducción, notas y eventuales prólogos estuvieron a manos de jóvenes militantes comunistas: Cartas do cárcere (Noênio Spinola, 1966); Concepção dialetica da história (correspondiente a El materialismo histórico y la filosofía de Benedetto Croce, Carlos Coutinho y Leandro Konder, 1966); Literatura e vida nacional (Carlos Coutinho, 1968); Os intelectualis e a organização da cultura (Carlos Coutinho, 1968); y Maquiavel, a política e o Estado moderno (Luiz Gazzaneo, 1968). La publicación tendió a coincidir con la promulgación del Acto Institucional N° 5 (1967) de la dictadura, que anuló los derechos civiles, disolvió el parlamento y acentuó la censura del debate político. Desde entonces, Gramsci circulará no tanto entre partidos políticos como entre los estudios sociales de ciertas universidades, tales como la Universidad de San Pablo, la Pontificia Universidade Catolica de Sao Paulo o la Universidad de Brasilia.

De igual modo, la mayor difusión de Gramsci en las universidades y en el debate político aconteció hacia 1975, con las primeras señales de crisis de la dictadura militar. Luego de la derrota del movimiento sindical en 1968, el deshielo político e intelectual en la izquierda brasilera comenzó hacia mediados de los 70. Así, por ejemplo, Couthino (1976) pudo publicar un artículo en un periódico nacional sobre el marxista sardo. También, en estos años, se tradujeron y publicaron importantes libros sobre Gramsci: Macciocchi (1976 [1974]), Portelli (1978 [1972]), Fiori (1979 [1966]), entre otros. En esta atmosfera, Coutinho escribió el reconocido ensayo A democracia como valor universal (1979), en donde empleaba a Gramsci en clave eurocomunista; se trataba de una intervención de cuño gramsciana, a la que siguieron tantas otras, en los 80, por parte del autor y otros intelectuales como Edmundo Fernandes.

Al igual que en México, los primeros empleos pedagógicos aparecieron en Brasil hacia fines de los 70 y principios de los 80 (Freitag, 1977; Saviani, 1980). Durante los 80, la presencia de Gramsci en el campo educativo brasilero experimentó un verdadero boom: más del 40 % de las tesis de posgrado en educación citaron el nombre de Gramsci (Lombardi, et al., 2013). En este marco, destacan las contribuciones monográficas de Antonio Tavares (1985) y Paolo Nosella (1992).

En el primer caso, se trató de una tesis de maestría en la Universidade Estadual de Campinas (UNICAP), que luego será publicada en formato de libro (1989). La tesis estuvo bajo la dirección de un estudioso de la obra gramsciana: Michel Debrun. Aun reconociendo la complejidad de la operación, de la madeja de los conceptos claves carcelarios, Tavares optó por uno: hegemonía. Siguiendo a Perry Anderson, advertía contradicciones e incoherencias en el concepto de hegemonía, que atribuía, fundamentalmente, a la censura fascista y las propias condiciones carcelarias. Aunque no profundizó en las temporalidades diversas, la exploración del concepto de hegemonía por parte de Tavares resultó pionera: por primera vez en el campo pedagógico latinoamericano, una monografía sobre Gramsci y la pedagogía trabajó con la edición cronológica de los Cuadernos (en Brasil, esta edición se publicará en seis volúmenes recién entre 1999 y 2002). La conjunción entre educación-hegemonía será el nudo central de la tesis para recorrer conceptos como sociedad civil, intelectuales y Estado integral. En este recorrido, el autor expuso un vasto conocimiento de la bibliografía gramsciana europea, aunque terminó conjugando perspectivas que presentaban incongruencias o polémicas (por ejemplo, Bobbio, Portelli o Buci Gluksammn). Situación análoga se replicó en el plano pedagógico: aun cuando la tesis se apoyó en Urbani y, sobre todo, en Broccoli, tendió a establecer articulaciones con otros autores, como Lombardi o Manacorda, subestimando sus contrapuntos.

Nosella era un educador italiano que emigró, en 1967, a Brasil para trabajar en el ámbito de la educación popular. Realizó estudios de maestría y doctorado en el PUC-SP. De hecho, participó en calidad de estudiante del primer espacio institucional dedicado al estudio de Gramsci en el campo educativo brasilero: el seminario Teoría de la educación del doctorado en Educación en la Pontificia Universidade Catolica de Sao Paulo PUC-SP, a cargo de Dermeval Saviani, que, luego, será el director de los estudios de maestría y doctorado de Nosella (Saviani, 2017). Como en el caso de Morgenstern, el libro del pedagogo ítalo-brasilero, A escola de Gramsci (1992), aparecía en un contexto donde los efectos de la crisis del marxismo eran verdaderamente profundos: a la disolución del PCI (1991), de la URSS (1991), es preciso agregar, en el caso brasilero, el fin del propio PCB (1992). En otras palabras, el autor proponía un libro sobre la propuesta educativa de un comunista, en momentos en que se asistía al derrumbe del mito comunista. Tal vez, por ello, en varios pasajes del libro, Nosella subrayó la distancia de Gramsci respecto al stalinismo.

De igual modo, el propósito central del libro no era debatir la actualidad del comunismo, sino complejizar “ciertas lecturas abstractas y fragmentadas que los educadores brasileros, en su gran mayoría, hacen de Gramsci” (2004, p. 27). La interpretación de Nosella encontraba como principal punto de referencia a Manacorda, que había impartido conferencias en Brasil en los 80, y su libro sobre el sardo había sido recientemente traducido al portugués, O Principio educativo em Gramsci (1991). Aún sin afinidad con el comunismo, el autor ítalo-brasilero había mantenido una fluida relación con el pedagogo romano. Según Nosella, el estudio de Manacorda tenía límites para su compresión entre el público brasilero, acostumbrado a conocer de manera fragmentada a los escritos gramscianos. En una lógica de complemento respecto al militante comunista, Nosella pretendía “traducir” los textos gramscianos sobre la escuela “en función del universo específico de los educadores en Brasil” (2004, p. 37). En esta mediación conceptual, el autor desechaba, por sus limitaciones, los libros de Gramsci traducidos al portugués; optaba, en cambio, por trabajar directamente con las ediciones italianas y la propia edición crítica de Gerratana.

Como el libro de Manacorda (1970), el autor recorría el conjunto de la biografía gramsciana, aunque le otorgaba mayor espacio a los momentos precarcelarios, para que el público brasilero se conforme una visión más íntegra del derrotero del sardo. Por lo demás, la interpretación de Gramsci guardaba deudas explicitas con Manacorda: la escuela moderna tenía en el industrialismo su principio pedagógico. La influencia manacordiana era tal que el libro de Nosella compartía sus sesgos: por ejemplo, al momento de introducir los Cuadernos, el autor distinguía momentos y temporalidades que luego dejaba a un lado. Aun sin apoyarse en la tesis criptográfica, Nosella proponía una interpretación donde el Cuaderno 22 sobre americanismo y fordismo sobredeterminaba su lectura educativa (incluso de textos juveniles). En esta línea, la antología de escritos gramscianos priorizaba aquellos vinculados al trabajo y tendía a identificar la propuesta de la escuela unitaria con la instrucción politécnica. Veinte años después del texto manacordiano, y ya en una marcada transición hacia un modelo de acumulación posfordista, Nosella insistía que, en Gramsci, el principio pedagógico era la “libertad históricamente concebida y producida en el terreno de la necesidad industrial” (1992, p. 192).

Como en otros países, la primera difusión de Gramsci en Chile ocurrió en los años 60, a través de la edición temática argentina de los Cuadernos. Su acotada influencia se concentró entre algunos jóvenes comunistas que pretendían renovar los códigos stalinistas del Partido (Faletto, 1991; Massardo, 2011, 2012). Militantes comunistas, pero también universitarios, de la ciudad de Valparaíso, tales como Sergio Vúskovic, Osvaldo Fernández, Leopoldo Benavides, Nelson Osorio, Marcos Portnoy o Luis Vega, realizaron sus primeras lecturas de Gramsci, que influirán en la fundación de la pequeña revista Polémica (de tan sólo tres números). De igual modo, como en otros países latinoamericanos, la ascendencia de Gramsci en Chile aconteció recién a inicios de los 70, en el marco del gobierno de la Unión Popular (UP) de Allende (1970-1973).

La UP que se erigía como una nueva y democrática vía al socialismo, despertaba expectativas no sólo en la izquierda latinoamericana, sino también en el propio PCI (Pappagallo, 2017). En estos años, el joven comunista Osvaldo Fernández publicó fragmentos de los Cuadernos con el título Maquiavelo y Lenin. Notas para una teoría política marxista (1971), que fueron los primeros apuntes carcelarios editados en Chile. También Gramsci comenzó a circular por diversos campos: entre ellos, la educación popular. Un campo de vasta productividad teórica, entre otras razones, por el exilio, en 1964, del brasilero Paulo Freire que, en 1968, publicó su famoso libro Pedagogía del Oprimido. Como en el caso argentino, la dictadura militar encabezada por Pinochet (1973-1990) afectó la continuidad del debate sobre el sardo en la teoría educativa.

Precisamente desde el campo de la educación popular, pero también ya lejos de su tierra, apareció el estudio latinoamericano más destacado sobre Gramsci y la educación del período: la extensa tesis doctoral (algo más de 600 páginas) del chileno Juan Eduardo García Huidobro, Educación, Conciencia y sociedad. El pensamiento educacional de Antonio Gramsci (1976). Fue presentada en la Universte Catholique de Louvian (Bélgica), Faculté de Psychologie et des Sciences de l'Education. Como el propio autor reconocía, su encuentro con Gramsci sucedió hacia 1972: entre lecturas de Freire y prácticas de la educción popular, leyó un pasaje de los Cuadernos que instaba a participar activamente en la producción de la historia del mundo. Desde entonces, se abocó al estudio del sardo. Aun cuando la tesis fue realizada en Europa y sobre un autor europeo, su propósito era freiriano: la búsqueda de una educación liberadora para América Latina. A tal fin, proponía una lectura integral de los escritos gramscianos, esto es, desde la experiencia educativa ordinovista hasta los Cuadernos (lamentaba no haber podido trabajar con la edición crítica que llegó a su poder cuando la tesis “estaba ya demasiada adelantada” [p. 562]).

García Huidobro mostraba un conocimiento tan amplio como sutil del debate gramsciano europeo: por ejemplo, señalaba hallazgos, pero también sesgos de la lectura de Manacorda; optaba por profundizar la propuesta de Broccoli que, en línea con el pionero aporte de Urbani, proponía una lectura pedagógica más integral y política del pensamiento gramsciano a partir del concepto de hegemonía. En el extenso recorrido, el tesista marcaba no sólo afinidad, sino incluso complementariedad entre los escritos de Gramsci y Freire: el sardo reflexionaba sobre ciertos tópicos, como el trabajo industrial, la organización política o la ideología, que no habían sido profundizados por el brasilero. Ya en las conclusiones, y seguramente influido por el estudio de Buci-Gluksmann (1974), el autor reparaba en la que considera “la categoría más importante” (p. 540) de Gramsci: el Estado ampliado (aunque, en sentido estricto, no aparece en los Cuadernos). Para el autor, respecto a la propuesta althusseriana, esta categoría permitía un análisis social y político más sofisticado de la heterogénea educación latinoamericana. Precisamente, en los años subsiguientes, cuando la crisis del marxismo se propagaba en Europa latina, García Huidobro divulgará los hallazgos teóricos de sus tesis, insistiendo en la capacidad heurística de la categoría de Estado ampliado para el campo educativo latinoamericano: lo hará en Chile, con el seudónimo de Tomás Valdivia (1979a, 1979b), pero también en otros medios de la región (por ejemplo, García Huidobro, 1984).

A modo de cierre

El artículo mapeó el itinerario pedagógico de Gramsci en el campo educativo italiano y latinoamericano (1968-1991). En este ejercicio, reparó en las asincronías de los efectos de la crisis del marxismo de mediados de los 70: mientras, en Italia, la presencia del sardo tendió a opacarse, en América Latina, su gravitación resultó creciente. En este sentido, el pensamiento gramsciano acompañó la renovación de la investigación educativa latinoamericana de los 70/80. Al igual que en el campo educativo peninsular en los 60/70, las lecturas de Gramsci resultaron sumamente heterogéneas, reparando en conceptos disimiles del corpus carcelario.

Dado que el artículo ha sido un primer acercamiento, sería interesante, en próximas exploraciones, indagar las razones de los efectos dispares de la crisis del marxismo en el campo educativo latinoamericano y peninsular en los años 70/80. Posiblemente, en Europa latina y, en particular en Italia, la crisis del marxismo se entremezcló con la propia crisis de las formaciones comunistas. El PCI, en la península, oficiaba como una institución capaz de estructurar debates marxistas y también gramscianos; su crisis comprometió a la propia fortuna del sardo. En cambio, en otras latitudes, donde los partidos comunistas no contaban con esta gravitación sobre la teoría crítica, la crisis del marxismo tuvo efectos más dispares y tenues en los 70/80. En este sentido, los lugares de enunciación (partidos comunistas o universidades) y sus vínculos con el campo político-cultural tal vez sean una de las dimensiones para ponderar los efectos diversos de la crisis del marxismo de mediados de los 70.

Durante el período considerado, las características del régimen de circulación (Pierre-Yves, 2021) de Gramsci entre sendas regiones no estuvo exento de una doble condición: dinámicas centro-periferia y una lógica patriarcal. Mientras los estudios monográficos sobre Gramsci y la educación en América Latina apelaron, con frecuencia, a las interpretaciones italianas, los estudios latinoamericanos no sólo no tuvieron impacto en el campo pedagógico peninsular, sino que, además, evidenciaron una desconexión entre sí. Operaron como una suerte de islas donde, eventualmente, existieron referencias a estudios producidos en sus propias fronteras, pero no se estableció una comunidad subcontinental.

Por su parte, aun cuando históricamente el campo educativo vinculado al ámbito del cuidado ha contado con una preponderancia femenina, quienes teorizaron el fenómeno educativo y tendieron a ocupar la agenda pública del campo resultaron varones heterosexuales (Cormick, 2022). Los estudios pedagógicos gramscianos revistados no escaparon a esta dinámica patriarcal: en Italia, la totalidad de las producciones monográficas sobre Gramsci y la educación estuvieron a manos de varones, mientras, en América Latina, existió un peso preponderante de intervenciones masculinas. Es cierto que, en este último caso, se advierten algunas contribuciones femeninas (por parte de Morgenstern o Rockwell), pero permanecieron como documentos de trabajo, artículos o capítulo de libro, es decir, sus lecturas sobre Gramsci no asumieron la forma más influyente en la agenda pública intelectual: el libro. En suma, tal vez, esta doble condición del régimen de circulación del sardo en América Latina contribuya a comprender por qué, en nuestros días, aún existe cierto desconocimiento de los principales antecedentes sobre Gramsci y la educación en (y por parte de) la espacialidad teórico-política latinoamericana, como así también de las lecturas efectuadas por mujeres.

Integración, óleo. Amilcar Evangelista

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Notas

[1] La denominada crisis del marxismo aconteció aún antes del derrumbe del “socialismo real” (1991), es decir, en momentos en que la disolución de la URSS y del propio Partido Comunista Italiano (1991), eran hechos inimaginables; ya entrados los 90, los efectos de la crisis del marxismo tenderán a resultar más homogéneos en el conjunto de la intelectualidad marxista internacional.

[2] Con anterioridad a este boom, vale destacar la publicación en México, debido a la censura franquista, de la pionera e influyente Antología de escritos gramscianos del español Manuel Sacristán (1970).