DOI https://dx.doi.org/10.19137/praxiseducativa-2022-260203

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ARTÍCULOS

Interculturalidad y feminismos en la Universidad Veracruzana Intercultural para contrarrestar discriminaciones y violencias de género1

Interculturality and feminisms at Universidad Veracruzana Intercultural to counteract gender discrimination and violence

Interculturalidade e Feminismos na Universidad Veracruzana Intercultural para impedir discriminações e violências de gênero



Amanda Ramos García

Universidad Veracruzana Intercultural sede Grandes Montañas, México

amramos@uv.mx

ORCID 0000-0002-6854-8625

Resumen: Abrevando de las propuestas de la interculturalidad y feminismos críticos, mediante las herramientas que ofrece la investigación vinculada, en este texto, sistematizo parte de la trayectoria de trabajo académico en la Universidad Veracruzana Intercultural sede Grandes Montañas (UVI-GM), entre los años 2010 y 2021, que enlaza esas perspectivas. Dicha labor se ha concentrado en nuestras funciones sustantivas: docencia, impulso de actividades para la formación integral estudiantil, dirección de trabajos recepcionales, tutorías, ponencias y presentaciones, así como diseño e implementación de programas formativos e institucionales. También, la vinculación con actores comunitarios y organizaciones de la sociedad civil ha posibilitado acompañar y canalizar a estudiantes para la atención frente a casos específicos. El contexto derivado de la pandemia por COVID-19 ha implicado también la actualización y reinvención de estas tareas.

Palabras clave: Interculturalidad crítica; Investigación vinculada; discriminación sexual; violencia sexual; feminismos en la universidad.

Abstract: Nurtured from the critical feminism and interculturality proposals, using the tools offered by partnered research, in this text I systematize a portion of the academic work at the Universidad Veracruzana Intercultural campus Grandes Montañas (UVI-GM) between the years 2010 and 2021. This trajectory links both the feminist and the intercultural views. The work has been focused in our substantial functions: teaching, promoting students’ integral development activities, directing professional examination works, tutoring, giving lectures and seminars, as well as designing and implementing institutional formative programs. Also, canvassing community players and civil organizations has made possible to face the issues of violence and discrimination towards women. In other words, besides working on preventing, we have also assessed and addressed students in specific situations. The situation originated by the Covid 19 pandemic has forced us to update and rethink these tasks.

Keywords: Critical interculturality; Partnered research; Gender discrimination; Gender violence; Feminisms at the university.

Resumo: Partindo das propostas de interculturalidade e feminismos críticos, mediante as ferramentas que oferece a investigação vinculada, neste texto sistematizo parte da trajetória de trabalho acadêmico na Universidade Veracruzana Intercultural sede Grandes Montanhas (UVI-GM), entre os anos 2010 e 2021, que enlaçam essas perspectivas. Este trabalho, tem-se concentrado em nossas funções substantivas: docência, impulso de atividades para a formação integral estudantil, direção de trabalhos recepcionais, tutorias, palestras e apresentações, assim como configuração e implementação de programas formativos e institucionais. Também, a vinculação com atores comunitários e organizações da sociedade civil tem possibilitado acompanhar e canalizar a estudantes para a atenção frente a casos específicos. O contexto derivado da pandemia por COVID-19 tem implicado também a atualização e reinvenção destas atividades.

Palavras chave: Interculturalidade crítica; Investigação vinculada; Discriminação sexual; Violência sexual; Feminismos na universidade.

Recibido: 2021-11- 22 | Revisado: 2022-01-16 | Aceptado: 2022 -03-26

¡Hola profe! ¿Cómo está? Le escribo porque necesito de su ayuda. Mire, pasa que a mi hermana la agredió un tipo, al parecer tenía una relación con ella… Pero le pegó, le cortó la cara y la fue a tirar a una barranca y ahora ella está hospitalizada. Creyó que la había matado e intentó deshacerse de ella. (Ana, comunicación personal, noviembre 2020)

Hace unos meses, recibí este mensaje de parte de una mujer nahua joven, habitante de la sierra de Zongolica y estudiante en la Universidad Veracruzana Intercultural sede Grandes Montañas (UVI-GM), relacionado con el intento de feminicidio de una integrante de su familia. Desafortunadamente, esta situación no es excepcional. Como sabemos, la violencia y discriminación contra las mujeres son problemas que invaden todos los ámbitos de la vida social, incluidas universidades y nuestra labor académica. En la UVI-GM, cada semestre acompañamos a estudiantes y colegas que enfrentan, de manera directa o indirecta, alguna situación de violencia o discriminación de género.

Tanto en el caso referido como en otros, las estudiantes, docentes y comunidad escolar recurrimos a los recursos que hemos construido para afrontar estas situaciones, entrelazando las perspectivas de género e interculturalidad. Dicha labor se ha concentrado en las funciones de docencia, en el impulso de actividades para la formación integral estudiantil, en la dirección de trabajos recepcionales, en brindar tutorías, en participar como ponentes en eventos y en diseñar e implementar programas formativos e institucionales. También, la vinculación con actores comunitarios y organizaciones de la sociedad civil ha posibilitado hacer frente al problema de la violencia contra las mujeres. Es decir, además de trabajar en el ámbito preventivo, hemos acompañado y canalizado a estudiantes para la atención frente a casos específicos.

En el presente escrito, desde una mirada crítica, autocrítica y propositiva, comparto los primeros avances de la investigación que tiene como objetivo: fortalecer la articulación de los enfoques intercultural y de género en la UVI-GM, mediante la sistematización de experiencias entre estudiantes, docentes y actores sociales, a fin de contribuir con la generación colectiva de conocimiento que fortalezca procesos locales, regionales y estatales para combatir la violencia y discriminación contra las mujeres.

Inicialmente, expongo parte del contexto donde se ubica la UVI-GM, así como la situación de discriminación y violencia contra las mujeres en México y en Veracruz, para abordar específicamente las circunstancias de la población estudiantil de UVI-GM, sobre todo de las mujeres. Brevemente, doy cuenta de los referentes teóricos de partida, abrevando de la interculturalidad y los feminismos críticos. También, presento las coordenadas metodológicas en torno a la investigación vinculada, activista y feminista. Así como las estrategias con las que trabajamos en la prevención de la violencia de género, los aprendizajes, impactos, retos y oportunidades que identificamos.

La Universidad Veracruzana Intercultural en las Grandes Montañas

La UVI es una entidad académica perteneciente a la universidad pública del Estado, la Universidad Veracruzana (UV), y cuenta con cinco sedes.2 Una de estas, conocida como Grandes Montañas, está ubicada en el municipio de Tequila, al centro del Estado de Veracruz, México. Este es un territorio complejo y diverso, donde se localizan las zonas metropolitanas de Orizaba y Córdoba, movido económicamente por la industria, agroindustria, el sector de comercio, servicios y turismo. Dichas actividades coexisten, tensamente, con las economías locales de producción de milpa3 y cría de guajolotes, pollos, cerdos y vacas, principalmente para autoconsumo. Hay una alta intensidad migratoria hacia Estados Unidos de América (EUA) y a otros polos de atracción económica en el país, como la Ciudad de México o regiones agroindustriales en el norte del territorio nacional.

Hay presencia de pueblos nahuas, afrodescendientes y mestizos. Es también zona de paso para migrantes centroamericanos en tránsito hacia EUA. Es un territorio de contrastes, con una historia colonial arraigada en las relaciones sociales e interculturales, donde encontramos extremos (Red, 2013; Ramos, 2018). Por un lado, existen localidades con altos índices de marginación, generalmente en territorios rurales; por otro, localidades con altos índices de desarrollo, en su mayoría en zonas urbanas. Estas características se reflejan tanto en la composición de la comunidad universitaria, como en los proyectos de investigación vinculada que se impulsan.

En UVI-GM, se oferta la licenciatura en gestión intercultural para el desarrollo y la maestría en lengua y cultura náhuatl, Maestriah ipan Totlahtol iwan Tonemilis. La comunidad está formada por alrededor de 150 integrantes. El estudiantado está compuesto mayoritariamente por mujeres, que representan el 56 %. Las y los trabajadores, en su mayoría, son hombres, el 60 %; y aún no registramos otras identidades de género. Parte de la comunidad, tanto docente, trabajadora como estudiantil, es bilingüe en náhuatl y español; otra parte solo hablamos español. Parte se identifica como nahua, descendiente de pueblos originarios o afrodescendiente. Provenimos de entornos rurales, semiurbanos y urbanos. Cabe señalar que, en muchos casos, las y los estudiantes de UVI-GM son la primera generación en sus familias y comunidades que accede a la educación superior.

Violencia contra las mujeres en Veracruz

Anteriormente, mencioné que la discriminación y violencia de género son problemas que trastocan la vida universitaria. Por ello, aquí, presento algunos datos que dan cuenta de esta situación problemática en el Estado de Veracruz y en la región donde se ubica la UVI-GM. De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (2020), en México, 66 de cada 100 mujeres hemos vivido violencia, al menos una vez en nuestra vida. Según ONU Mujeres (2020), en 2020, diario fueron asesinadas, en promedio, 10.6 mujeres; la mayoría de estos homicidios en mujeres jóvenes. “En 2019, poco más de la mitad ocurrieron en las edades comprendidas entre los 15 y los 34 años (53%)” (ONU Mujeres, 2020, p. 34). De acuerdo con el Instituto Nacional de las Mujeres, en 2018, el 3.4 % de asesinatos de mujeres ocurrieron en municipios indígenas, tasa poco menor a la del resto de municipios (2020, p. 34).

Los datos de 2019 ubican a Veracruz en el lugar 17 de 32 a nivel nacional por la tasa de homicidios de mujeres, 3.6 por cada 100.000 mujeres (ONU Mujeres, 2020, p. 44). El organismo internacional documenta que, de 2019 a 2020, en todo el país, “los delitos contra la libertad y la seguridad sexual aumentaron, en conjunto, 2.8%” (2020, p. 59). Hasta agosto de 2020, “se reportaron, en total, 56 mil 177 atenciones de lesiones” por violencia psicológica, física y sexual (p. 67), que ocurre principalmente en el ámbito familiar.

En la región de estudio, en 2020, el Observatorio Universitario de Violencias contra las Mujeres (OUVMujeres, 2021) registró 126 casos de violencia contra las mujeres, 62 desapariciones y 30 homicidios de mujeres, así como 51 feminicidios. Alrededor del 30 % de los actos asentados en el Estado sucedieron en esta zona. Estas manifestaciones extremas de violencia machista son muestra de la constante violación a los derechos humanos de las mujeres. Son prácticas que se sostienen y legitiman mediante la reproducción de ideas, acciones y decisiones, socialmente aceptadas y extendidas, que desvalorizan a las mujeres y consideran sus cuerpos como desechables (ONU Mujeres, 2020). Dichas representaciones se engarzan con otras condiciones que agravan los escenarios de discriminación para las mujeres indígenas jóvenes.

El estudio Interseccionalidad de las desigualdades de género en México. Un análisis para el seguimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible analiza varios indicadores para mostrar que:

Las mujeres rurales, indígenas y en situación de pobreza enfrentan riesgos y obstáculos adicionales para acceder a servicios esenciales o para huir de situaciones de violencia. Los servicios de salud sexual y reproductiva también se están viendo comprometidos durante la contingencia sanitaria y las estimaciones de las consecuencias en los embarazos no deseados y en la mortalidad materna no son alentadoras. (Echarri, 2020, p. 42)

Esta conclusión coincide con el análisis que hace la Red de Promotoras por los Derechos Humanos de las Mujeres Indígenas (REPRODMI, 2020), impulsada por la asociación civil Kalli Luz Marina, integrada por 60 mujeres de 10 municipios de la sierra de Zongolica, algunas de ellas egresadas de la UVI-GM. En la Agenda Regional de las Mujeres Indígenas 2020, la REPRODMI (2020) refiere algunos de esos riesgos y obstáculos: la normalización de la violencia, la precariedad con que operan los institutos municipales de la mujer, el incremento de secuestros y desapariciones y la ausencia de condiciones para la participación política de las mujeres.

Dan cuenta también de los prejuicios sociales y la discriminación institucional que dificultan el acceso a la justicia, servicios de salud deficientes y con insuficiente personal, problemas con la distribución del agua potable, altos niveles de deserción escolar, fallas en el manejo de residuos y limitaciones para el desarrollo económico de las mujeres indígenas. Asimismo, en este documento, se apuntan propuestas, como la formación de servidores públicos en género, interculturalidad y derechos humanos; y la incorporación de estas perspectivas en el funcionamiento de las propias instituciones públicas.

De este contexto hace parte la comunidad de UVI-GM. La llegada de la pandemia por COVID-19, las medidas sanitarias y el confinamiento derivado trastocaron dicho escenario, ya de suyo complejo. Las dificultades en la vida de las mujeres jóvenes provenientes de comunidades nahuas, afrodescendientes y rurales que estudian en la UVI-GM se han agravado, sobre todo en los ámbitos de la educación, la salud y el empleo. Varias de sus familias perdieron su fuente de ingresos, les redujeron prestaciones y salarios, en condiciones laborales que ya eran precarias. Por ello, algunas estudiantes se vieron presionadas para dejar los estudios universitarios o dedicarles menos tiempo y atención, a fin de integrarse al mercado laboral o suplir a algún familiar en el trabajo en la casa y el campo.

Con relación a la salud, frente a la ineficacia y desconfianza en los servicios públicos de atención a la salud, situación que se agudizó con la pandemia, hay estudiantes que han tenido que hacerse cargo del cuidado de familiares enfermos. Este rol es asignado socialmente porque se considera que, al no “aportar” con ingresos monetarios al hogar y por ser mujeres, les corresponden esas tareas. Ello impacta negativamente en su desempeño y trayectoria escolar.

Algunas estudiantes compaginan los trabajos de cuidados, la maternidad y el empleo remunerado con su formación profesional. La educación a distancia, mediada por la virtualidad, ha representado nuevos obstáculos: condiciones deficientes de conectividad, principalmente en zonas rurales; carencia de equipos de conexión, como celulares, computadoras y tabletas electrónicas, que además comparten con otros integrantes de la familia; falta de espacios, privacidad y ambientes favorables para estudiar; exigencia social y familiar para que “apoyen” a la niñez con la realización de tareas, son algunas de las complicaciones. Si bien las estudiantes han desarrollado estrategias creativas y negociado con sus familias, hay quienes han sido rebasadas por la situación y tuvieron que darse de baja temporal o definitivamente.

Sobre la violencia de género, en cada semestre, acompañamos a estudiantes que afrontan alguna situación relacionada. En su mayoría, son mujeres estudiantes las externan los problemas que viven y solicitan apoyo a quienes trabajamos en la institución. En ocasiones, se trata de asuntos relacionados con tensiones familiares o de pareja que limitan las decisiones sobre sus proyectos de vida. Por ejemplo, cuestionamientos sobre aspiraciones distintas al matrimonio y la maternidad, como lo es estudiar una profesión, y la presión social derivada de ello. Algunas veces, esto provoca que las estudiantes abandonen su formación universitaria. Algunas veces, contribuye para que pongan en práctica habilidades de diálogo, negociación y logren establecer límites sanos tanto en sus familias y comunidades, como en la UVI. Al respecto, presento la reflexión de Angélica Hernández, egresada de la primera generación en UVI-GM y actualmente docente ahí:

Para nosotras las mujeres indígenas, el acceso a la educación superior es una lucha constante, sigue siendo un privilegio. […] Estar en la universidad sigue siendo una lucha permanente, porque las siguen cuestionando en sus familias, porque las siguen cuestionando en las comunidades. Porque sigue siendo prioritario el papel de la mujer casarse, tener hijos y la universidad es una opción que todavía no es tan aceptada […] También las estudiantes universitarias tienen que seguir cumpliendo muchos roles, tienen que realizar un trabajo fuerte en sus familias, en la comunidad, en las labores del hogar, en el cuidado de los hermanos, de los abuelos, de los padres y además estudiar. (Hernández, A., 2021referencias)

En otros casos, ellas reconocen, en sus vidas o en las de las mujeres con quienes conviven, señales de alarma como: intentos de control, celos, chantajes, descalificaciones, comentarios ofensivos, intentos por denostarlas a propósito de su vida personal, sexual y sus relaciones afectivas. Se han presentado también amenazas, acoso y hostigamiento vía redes sociales digitales. Varios casos también refieren a circunstancias críticas, como: embarazos no planeados o no deseados, agresiones físicas, violencia sexual, psicológica, económica e incluso feminicidio y muerte materna. Con la pandemia por COVID-19, el aumento en el tiempo de convivencia al interior del hogar y en la comunidad, así como del uso de la virtualidad, plantea situaciones de violencia distintas. También, el aislamiento y la falta de presencialidad en la universidad cambia la configuración y el acceso a las redes de las estudiantes, tanto de contención como de acompañamiento.

Como se ha referido, las manifestaciones específicas de la violencia contra las mujeres están imbricadas con otros problemas estructurales, como la discriminación hacia a los pueblos indígenas y rurales y la explotación de sus territorios. Con lo anterior, quiero subrayar que la discriminación y violencia contra las mujeres son problemas extendidos geográfica, cultural y socialmente, que afectan todas las esferas y espacios de la vida social, incluidas las instituciones de educación superior (IES). Pero, es necesario reconocer que resultan del funcionamiento articulado de sistemas de opresión, como el racismo, el clasismo y el adultocentrismo, lo que agrava las circunstancias de algunas mujeres, como las nahuas y las jóvenes que estudian en la UVI-GM.

Sucedan dentro o fuera del ámbito universitario, previo a la pandemia o en este contexto, estas complicaciones impactan de forma negativa en el desarrollo personal de las estudiantes, en su desempeño académico y en los procesos de vinculación donde participan. Aunque, también, han sido momentos para echar mano de los recursos y redes con que cuentan, incluidos aquellos que ofrece la universidad y la comunidad universitaria, para afrontar las circunstancias y fortalecerse. En este escenario, un grupo de compañeras docentes en UVI tratamos de acompañar y construir conocimientos, articulando en nuestras prácticas los enfoques y perspectivas de género e interculturalidad. Ellas son: Anabel Ojeda, Angélica Hernández, Shantal Meseguer, Adriana Ávila y Dalia Ceballos.

En ese camino, abrevamos de las propuestas de la interculturalidad crítica, los feminismos críticos y las experiencias de vida de mujeres, con identidades entretejidas desde cosmovisiones no “hegemónicas”, pertenecientes a pueblos originarios, afrodescendientes, trans, quienes han apuntado desacuerdos con una parte del feminismo “hegemónico”. Esas miradas nutren el marco teórico que aparece en el siguiente apartado.

Interculturalidad y feminismos críticos

Siguiendo las propuestas de la interculturalidad crítica (Turbino, 2019; Walsh, s.f.; Ferrão, 2013), las integrantes de este grupo de colaboración nos interesamos en la diversidad cultural. Pero sobre todo en problematizar las condiciones que han propiciado el no-diálogo entre las diversidades (Turbino, 2019), es decir, las relaciones injustas que se configuran en torno a esa diversidad, en nuestras sociedades, a partir de las diferencias resultado de procesos culturales, coloniales y de racialización. Así, al evidenciar el problema del poder, en palabras de Catherine Walsh (s.f.), este enfoque, como herramienta pedagógica, cuestiona de manera continua los patrones que tienden a inferiorizar a ciertos grupos o sectores para privilegiar a otros. También plantea acercarnos a aquellas formas distintas (no hegemónicas) de ser, vivir, saber. Sí para articular y dialogar a propósito de las diferencias, pero sobre todo para alentar “la creación de modos ‘otros’ de pensar, ser, estar, aprender, enseñar, soñar y vivir que cruzan fronteras” (Walsh, s.f., p. 13).

Vera María Ferrão (2013) apunta otros elementos de la interculturalidad crítica: interculturalidad para todos los actores de la sociedad y no solo enfocada en los grupos subalternizados, si queremos que permee en procesos de construcción democrática.  Interculturalidad como proyecto político, que esté incluida en diferentes ámbitos de la vida social, además del educativo (donde ha tenido mayor aceptación): jurídico, de la salud, del medio ambiente, de la economía, de la producción cultural y de la política. Con la intención de avanzar en la conformación de Estados Plurinacionales. Contemplar la redistribución de recursos, espacios, decisiones, y no solamente reconocimiento de la composición pluricultural de las sociedades.

Como parte de los patrones de poder, la interculturalidad crítica ubica principalmente estructuras e instituciones que reproducen lógicas racistas y coloniales. Por su parte, desde el movimiento indígena, actores como el Congreso Nacional Indígena (CNI) y el movimiento zapatista en México subrayan también que estas estructuras se valen de la explotación, el despojo y el desprecio para el funcionamiento del modelo económico capitalista, afectando de manera más grave las vidas de las mujeres de pueblos originarios (EZLN, 2005; CNI, 2021). Es decir, enfatizan la articulación entre capitalismo, racismo, colonialismo y patriarcado.

Aquí es dónde ubico el acercamiento potente de la interculturalidad crítica con el feminismo. El feminismo es un movimiento que lucha en contra de las situaciones de opresión que vivimos las mujeres, para contribuir con una sociedad más justa y digna para todas las personas. Sin embargo, las ideas feministas clásicas, relacionadas, por ejemplo, con la noción de igualdad, se originan a partir de las experiencias de vida de mujeres europeas, desde una cosmovisión judeocristiana-occidental. En ese sentido, si bien se trata de una apuesta por la transformación social, sin demeritar y agradeciendo las múltiples conquistas de las luchas feministas, también considero preciso reconocer que existe una matriz moderna-colonial-racial que nos toca problematizar.

Así pues, nos interesamos en escuchar y aprender de mujeres con experiencias de vida e identidades entretejidas desde cosmovisiones y geografías no “hegemónicas”, quienes han señalado desacuerdos con esos “feminismos que reproducen las matrices colonizadoras que se importan desde los centros de poder”, siguiendo a las compañeras de la Red de Feminismos Descoloniales (Hernández et al., 2014, p. 324), así como distanciamiento de ese feminismo denominado “hegemónico” (Jabardo, 2012; Guzmán, 2019; Chirix, 2021). Algunas de las tensiones y críticas se desarrollan a continuación.

Se impone un modelo de mujer, lo cual invisibiliza las múltiples y dinámicas experiencias, preocupaciones, intereses de las mujeres en contextos sociales, económicos, culturales y geográficos varios (Cuero, comunicación personal, 2020; Hernández, 2014). Se ignoran o se dejan de lado otras situaciones injustas que prevalecen entre las propias mujeres: clase, edad, identidades, procesos de racialización y colonización (Barrios, 1977; Millán, 2014). Prevalece un tono paternalista y condescendiente, actitudes tutelares y relaciones utilitaristas por parte de algunas feministas, desde el activismo o la academia (Aguilar, 2019; Chirix, 2021).

Asimismo, existe negación para escuchar, aprender y abrirse a experiencias y espacios de mujeres que pertenecen a grupos no hegemónicos (Aguilar Gil, 2018; Painemal, 2021). Se deja fuera, se ignora o desprecia la dimensión espiritual (Torres, 2021), que es central en la identidad de muchas mujeres. En el movimiento feminista, hay narrativas donde predomina un binarismo jerárquico entre masculino y femenino, centrado en una noción individualista que deja fuera una dualidad sostenida en obligaciones de reciprocidad, que sostienen lo común (Aguilar Gil y Cumes, 2021), así como las diversidades sexogenéricas reconocidas desde cosmovisiones no hegemónicas (Gómez, 2021).

“En el movimiento feminista necesitamos diversidad, desacuerdos y diferencias si es que queremos florecer”,4 dice la pensadora feminista afroamericana bell hooks (en Martínez, 2019, p. 9). La pensadora ayuujk Elena Yasnaya Aguilar Gil (2019, 2021) señala que es necesario reconocer al feminismo como una lucha más entre la diversidad de luchas de las mujeres. Es en diálogo con estas corrientes y propuestas de la interculturalidad crítica y feminismos, los cuales también identifico como críticos, que avanzamos en este quehacer y en la presente investigación.

Atentas a los cuestionamientos señalados, como aprendices, receptivas a la crítica, mediante la escucha activa, aprendemos de los feminismos comunitarios (Cabnal, 2010; Guzmán, 2019), decoloniales (Millán, 2014), los enfoques de la interseccionalidad (La Colectiva del Río Combahee, 1977; Crenshaw, 2016), ecofeminismo (Herrero, 2015) y las mujeres que luchan desmarcándose del feminismo (Cumes et al., 2021). Dichas perspectivas van de la mano con las pistas metodológicas que presento a continuación.

Conocimiento activista, feminista e investigación vinculada


Metodológicamente, esta investigación se ubica dentro de las corrientes académicas del “conocimiento activista”, desde donde nos proponemos “pensar con los activistas de los movimientos que producen sus propios conocimientos, con los subalternos, con los grupos sociales en resistencia, en vez de pensar solamente desde, y con, los cánones de las ciencias sociales, por críticas que éstas parezcan” (Escobar, 2018, p. 9). También, se enmarca en la investigación vinculada que planteamos desde la UVI, con criterios como: articulación de funciones sustantivas, enfoque interactoral, relevancia y pertinencia regional, carácter inductivo, entre otros (Alatorre, 2008; Dirección UVI, 2015; Meseguer, 2021).

Así, como en otros procesos de investigación donde he participado, el punto de partida es colaborar en iniciativas de actores locales por el sostenimiento de la vida y la defensa de derechos, indígenas y de las mujeres, principalmente. De tal suerte, la investigación es acordada y construida con estudiantes y colegas de la UVI, activistas, docentes, entre otros actores, planteándola como herramienta útil para reforzar nuestro quehacer. Me interesa también aprovecharla para tejer o afianzar las redes de colaboración con actores dentro y fuera de la universidad, de modo que logremos sistematizar resultados de esos procesos en materiales diversos, con la participación de estudiantes y egresadas de la UVI. Productos académicos que pueden servir en distintos ámbitos y nutrir los lazos de la universidad con la sociedad. Para ello, retomo los principios metodológicos con que me he desempeñado en otros procesos (Ramos, 2018, 2019).

De la investigación-acción-participativa, atiendo la invitación a insertarnos en los procesos. Ello:

 

Implica que el científico se involucre como agente dentro del proceso que estudia, porque ha tomado una posición en favor de determinadas alternativas, aprendiendo así no sólo de la observación que hace sino del trabajo mismo que ejecuta con los sujetos con quienes se identifica. (Fals, 2009, p. 235)

También me guío por el “caminar preguntando” académico, que recupera Laako (2015) de los modos de hacer política que refieren los zapatistas. Es decir, escuchar y aprender en diálogo con otras y otros. Aquí, reconozco el gran pendiente de aprender el idioma náhuatl.

Propongo avanzar de forma inductiva, tomando en cuenta las dinámicas, ritmos e intereses que acuerde con las y los interesados. Siguiendo a Itziar Gandarias (2014), la reflexividad feminista me invita a preguntar: ¿cómo investigar sin reproducir relaciones coloniales con las participantes?, ¿cómo intencionar investigaciones emancipadoras? y ¿de qué manera enlazar acción política e investigación? De tal suerte, otro precepto metodológico es asumir que quienes participan en la investigación producen conocimiento, no son fuentes de información (Laako, 2015). Las discriminaciones, los racismos, los despojos, las violencias, los derechos y las resistencias no son solo conceptos abstractos, sino algo vivido, encarnado.

Finalmente, quiero mencionar que entiendo la investigación como parte de procesos más amplios, no definidos, donde participan múltiples actores en múltiples espacios y tiempos enfocados hacia la transformación y construcción de justicia social. Con esa intención, mi senti-pensar como investigadora-docente está guiado por la ética del cuidado (autocuidado, cuidado de las demás personas y de los espacios) porque me ocupa la construcción de relaciones y espacios de confianza que abonen a esos procesos. Así, procuro desempeñarme con responsabilidad, compromiso, escucha activa, reconocimiento de los demás (sus necesidades, tiempos, intereses), autorreflexión y autocrítica constante en torno a los privilegios y opresiones que me atraviesan.

Interculturalidad y feminismos en las funciones sustantivas de UVI-GM

En esta sección, presento algunos resultados preliminares del proceso de sistematización, tomando en cuenta las funciones sustantivas: docencia, generación y aplicación del conocimiento, gestión y vinculación. En la docencia, en experiencias educativas como “Diversidad Cultural”, “Lenguas Nacionales” y “Derechos Humanos”, procuramos detonar reflexiones sobre nuestras diferencias, desigualdades, discriminaciones y la manera en la que operan los sistemas de opresión en nuestros territorios, lenguas, identidades, situación económica, género, etc., así como la apropiación de información sobre derechos, estrategias para su defensa y promoción. En “Salud Sexual y Reproductiva”, problematizamos, damos un lugar a las violencias, la salud emocional, el placer, el cuidado y el autocuidado. Así lo describe una estudiante:

En la experiencia educativa “Salud Sexual y Reproductiva”, impartida por la maestra Anabel Ojeda, pude expresar por primera vez que fui abusada sexualmente (…) algunas compañeras me acuerparon. Esa experiencia fue muy liberadora y ahí comprendí la importancia de los espacios seguros. (Camelia, comunicación personal, 2020)

Por otra parte, en nuestras dinámicas e interacciones, procuramos equilibrar la participación, privilegiar la escucha activa, resaltar aportes y dificultades invisibilizadas, así como el uso del lenguaje incluyente en nuestra comunicación interna. Desde la gestión, organizamos foros, talleres, pláticas, cine-debates, webinarios y otras actividades en las que abordamos los intereses del estudiantado, incorporando su participación, tanto organizando como público. El auge de la virtualidad, derivado del confinamiento por la pandemia, dificulta la incorporación activa de parte del estudiantado que vive en zonas donde las condiciones de conectividad son deficientes. Situación que profundiza brechas de desigualdad. Pero, por otro lado, ha permitido colaborar con colegas de otras geografías, llevar los temas que trabajamos hacia públicos más amplios y articular nuestro quehacer con el que se lleva a cabo en las otras sedes UVI.

Ejemplo de ello son las jornadas virtuales “Cuidadoras de las Altas Montañas”, serie de mesas de diálogo que dedicamos al tema de los cuidados en las que participaron estudiantes, activistas, egresadas y académicas (UVI, 2020). Asimismo, el foro virtual “Violencia obstétrica: entre la normalización y el reconocimiento” (Canal del Congreso, 2021), donde reflexionamos colectivamente sobre este problema que investigan estudiantes y sobre el cual hemos debatido con colegas del área de ciencias de la salud de la Universidad Veracruzana (UV), de la que hace parte la UVI.

Mediante talleres con comunidad trabajadora y estudiantado, hemos aportado a la elaboración del Protocolo para atender la violencia de género en la universidad y promovido su conocimiento. Mantenemos una actitud receptiva y de confianza ante denuncias, expresiones y quejas. Acompañamos casos, no sin limitaciones y dificultades, tanto al interior de la UVI como en la UV. Otras actividades extracurriculares contemplan espacios exclusivos para mujeres y hombres, como los talleres “Identidades y maternidades” y “Masculinidades”. En 2021, cursó la primera generación el diplomado “Interculturalidad y Género. Cuidado de la Vida en un mundo en Crisis”, diseñado en UVI.

Con relación a la generación y aplicación del conocimiento, actualmente, están en curso el primer “Feminario de investigación vinculada para la gestión” y la investigación de Fernanda Martínez, maestrante de CIESAS-Golfo: Violencia de género y noviazgo: la experiencia de mujeres jóvenes indígenas de la sierra de Zongolica, Veracruz, quien inductivamente llegó al trabajo en UVI. También, acompañamos a estudiantes en sus proyectos de investigación vinculados con mujeres, con enfoque de género, feminista, de interculturalidad o interlingüe. Tal es el caso de Elvira Colohua quien, acompañada por la maestra Angélica Hernández, realizó el trabajo titulado La participación de las mujeres en la danza de los negritos, en la comunidad de Atlanca, Los Reyes, Veracruz, para animar la construcción de relaciones más horizontales entre hombres y mujeres adolescentes.

Asimismo, algunas estudiantes investigan para atender el problema de la discriminación lingüística. Gabriela Citlahua, Dora Lilia Calihua, María Gloria Zoquitecatl, Liliana Itehua Panzo y Florinda Calihua Zoquitecatl elaboraron sus documentos recepcionales en náhuatl. Varias de ellas expresan que el paso por la UVI las llevó a revisar críticamente la discriminación que vivieron durante la educación básica y media superior, por ser nahuahablantes. Emplearon, en sus procesos de investigación vinculada, los saberes desarrollados para resignificar su lengua materna, incidir en las escuelas y fortalecer a la niñez nahua en sus comunidades (Angélica Hernández, comunicación personal, 2021). Como lo muestra el video Mamoskalti tonawatlahtol (Itehua, 2018), la formación profesional puede ser, también, una oportunidad para sanar historias personales, familiares y comunitarias, dolorosas.

Desde la función de tutorías, acompañamos situaciones de violencia o discriminación que afronta directamente el estudiantado o sus familias, mediante escucha activa, brindando información, orientando y canalizando con asociaciones civiles como: Kalli Luz Marina, el Centro de Derechos Humanos Toaltepeyolo, el Colectivo Feminista Cihuatlahtolli, el Colectivo Familias de Desaparecidos Orizaba-Córdoba y Abortera en la Montaña. Asimismo, nos sentimos muy orgullosas de acompañar las acciones autónomas de las estudiantes, como el círculo feminista Mujeres Montaña.

En este trayecto, la vinculación con actores comunitarios y organizaciones de la sociedad civil resulta fundamental. Ha posibilitado hacer frente al problema de la violencia y discriminación de género en casos específicos, no solamente trabajar en la prevención. Ello fortalece la constitución de mujeres estudiantes, trabajadoras y de sus familias como sujetas políticas, en tanto estas redes nos hacen sentir acompañadas, seguras de nosotras mismas, fuertes. Así lo exponen dos testimonios de estudiantes: “Antes no podía expresar si me siento mal al estar en una relación, ahora expreso lo que siento sin que me afecte, me siento libre de pensamiento. Aprendí a decir ‘No quiero’” (Margarita, comunicación personal, 2020);

Sobre todo, me ha dado la oportunidad de tener un espacio y mujeres con quién acudir cuando estos problemas vienen o los recuerdo, un lugar seguro donde me escuchan, comprenden, me quieren y me ayudan a sanar y seguir y eso me hace mejor persona. (Margarita, comunicación personal, 2020)

Dificultades, aprendizajes, impactos, retos y oportunidades

Entre las dificultades que enfrentamos, está la precarización y mercantilización de la vida en general y de las condiciones de trabajo en las IES. Por ejemplo, el acompañamiento de casos por violencia de género es altamente demandante, en términos de tiempo, energía y desgaste emocional. Sin embargo, en la Universidad Veracruzana (UV), este trabajo suele hacerse con cargos honoríficos que no siempre se compensan con descarga de otras funciones. En los exámenes de oposición para concursar por plazas, estas tareas son poco valoradas, en comparación con otros criterios, como el registro de patentes o derechos de autor.

En otro orden de ideas, al interior de la academia, hay fuertes resistencias para romper pactos patriarcales e inercias ligadas con fundamentalismos religiosos, racistas, autoritarios y clasistas. Representa un reto desmontar, darnos cuenta de cierta arrogancia académica, como profesionistas, a fin de reconocer las condiciones de privilegio y desventaja en donde nos ubicamos, cómo reproducimos, cómo debilitamos el funcionamiento de esos sistemas de opresión. Es decir, quiénes somos, dónde estamos, qué hacemos, con quiénes, para quiénes, cuáles son nuestras responsabilidades. Procurar actuar en cada situación de la manera más creativa, justa, constructiva y respetuosa de los derechos y dignidad de las personas. Por ejemplo, la negación, en parte de la comunidad universitaria, para emplear los nombres elegidos por estudiantes trans cuando estos no coinciden con los que aparecen en las listas de asistencia.

Tanto estudiantes como docentes y trabajadoras vivimos rupturas dolorosas al usar estos aprendizajes colectivos para poner límites a las violencias y discriminaciones que nos lastiman; lo cual llega a implicar fuertes costos emocionales, conlleva desgaste, detona conflictos y tensiones en ámbitos familiares, comunitarios y escolares. Angélica Aguilar, egresada de la UVI, describe así estas tensiones:

Empecé a cuestionarme cosas que pensaba, que creía, poco a poco empiezo a cambiar, me di cuenta de cosas que no me servían. Mi familia es muy tradicional, y cuando empiezo a levantar la voz, a decir en lo que no estoy de acuerdo, se crean conflictos (…), porque en la universidad adquieres otra forma de pensar (…). Me falta trabajar con mi familia y comunidad. (Comunicación personal, 2021)

Es también una dificultad que las estructuras de atención a la violencia y discriminación de género al interior de la universidad cuenten con pocos recursos, autonomía, poder para decidir frente a casos. Finalmente, me parece importante mencionar la renuencia constante en parte de la academia para escuchar, abrirse a los conocimientos sobre los estudios de género, interculturalidad, feministas, sobre problemas como el racismo y la violencia, que suelen hacerse desde las ciencias sociales y humanidades. Esto frente a la supuesta “objetividad” o “neutralidad” de otras áreas de conocimiento.

Para cerrar, refiero tanto a algunos de nuestros aprendizajes e impactos, como retos y oportunidades. Hemos avanzado para desnormalizar las violencias y discriminaciones que afrontamos y reproducimos. Esto se manifiesta cuando damos lugar, abrimos espacios para abordar dolores, conflictos, preocupaciones, buscar formas positivas, creativas de abordarlos y crecer como comunidad UVI. Asimismo, contribuimos para construir referentes más libres y plenos en torno a ser mujeres, hombres y otras identidades de género en un entorno conservador.

Uno de nuestros aciertos es poner en el centro las experiencias de la diversidad de mujeres que integran la comunidad UVI para construir conocimientos transformadores. También, reivindicamos la potencia de articular conocimientos que se construyen desde las calles, barrios, comunidades, activismos y academia, así como la importancia de priorizar el trabajo colaborativo, tejer redes dentro y fuera de las instituciones. Ello nos ayuda para apoyar y difundir nuestras iniciativas o para analizar colectivamente casos. En el contexto de pandemia, con el auge de las plataformas para trabajar a distancia, hemos podido compartir este trayecto en la propia UV, con otras IES, dependencias de gobierno y organizaciones de la sociedad civil.

Entre nuestros retos y oportunidades, están la construcción de estrategias pertinentes para transversalizar las perspectivas de interculturalidad, género, derechos humanos, no discriminación en toda la UV, mediante proyectos inter y transdisciplinarios. Por ejemplo, con el impulso de la nueva oferta educativa en agroecología, partería intercultural o mediante educación continua. Para lograrlo, será útil retomar recomendaciones de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (2020) y del Programa Nacional para la Igualdad entre Mujeres y Hombres 2020-2024, que definen las responsabilidades de las IES en la materia. Asimismo, continuar con la sistematización de experiencias en UVI para contar con elementos que permitan evaluar, difundir y mejorar el trabajo.

De acuerdo con Shantal Meseguer, “uno de los retos es que, al atender a las estudiantes no caigamos en paternalismos o ‘maternalismos’. No caer en hacerlas dependientes de nosotras, o que UVI sea como una esfera libre de violencia, pero rodeada de violencia” (comunicación personal, 2021). En ese sentido, es preciso fortalecer articulación, creación de redes, capacidades organizativas y de incidencia, tanto dentro como fuera de universidad. Es decir, retomar y actualizar la labor de vinculación y el espíritu de responsabilidad social universitaria, que renueve el arraigo de la universidad con las comunidades y sus territorios. “Enlazar a las estudiantes con otras mujeres y aprender de las experiencias de las otras. Eso nos hace salir, no sólo nos quedamos ellas y nosotras dependiendo unas de las otras, dentro de UVI”, de manera aislada (Meseguer, comunicación personal, 2021).


Al tratar de llevar eso que aprendemos entre nosotras, afuera, con otras muy diversas, en distintos contextos y diversos tipos de mujeres, me parece que eso justo es lo que va generando una autonomía… Dejan de estar las estudiantes [únicamente] en los círculos de maestras UVI, y ellas mismas conforman sus propios círculos con otras mujeres y, esperamos que, esas mujeres con otras. (Meseguer, comunicación personal, 2021)

Un pendiente es profundizar nuestro conocimiento sobre la lengua y cosmovisión nahua, a fin de contar con elementos para enriquecer los diálogos interculturales en torno a las violencias y discriminaciones, incluyendo las de carácter epistémico (CONAMI, 2021), y la construcción colectiva de conocimientos para afrontarlos con mayor pertinencia cultural y lingüística.

ST, lápices sobre hojas. Romina Solange Finks

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Notas


1 Agradezco de corazón el apoyo de Luis Mario Meza Hernández y Juliana Merçon, colegas de la Universidad Veracruzana, que tradujeron al inglés y portugués, respectivamente, el resumen de este texto. Gracias también a Gunther Dietz por su orientación.

2 Para conocer sobre la trayectoria de la UVI, consultar Dietz et al. (Eds.), 2020.

3 La milpa es un sistema de policultivo presente en diversos pueblos originarios en México. Luisa Santillán (2014) explica que “integrada por la llamada triada mesoamericana, compuesta por maíz, frijol y calabaza, productos básicos en la alimentación de los mexicanos desde épocas prehispánicas”, así como otros alimentos, plantas medicinales y árboles frutales. “Viene del náhuatl milli (que significa campo) y pan (encima), es decir, encima del lugar”.

4 En el documento citado, la frase aparece en inglés: “In feminist movement, there is need for diversity, disagreement and difference if we are to grow”.