DOI: 10.19137/praxiseducativa-2020-240206
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ARTÍCULOS
La calidad de la Educación Superior en Colombia: algunas prácticas estratégicas de evasión
The quality of higher education in Colombia: some strategic evasion practices
A qualidade do ensino superior no Colombia: algumaspráticas estratégicas de evasão
Daniel Toscano López
Centro de Bioética, Facultad de Medicina, Universidad del Desarrollo
Chile
dtoscano@udd.cl
ORCID 0000-0003-0991-184X
Resumen
En Colombia, algunas universidades, en virtud de la dura y cruenta lucha por no desaparecer, y que he dado en llamar “pseudo emergentes”, por su “no-poder-poder más”, han incorporado a su repertorio prácticas estratégicas de evasión con miras, no solo a la obtención de la certificación de la calidad, sino también a la adquisición de la renta y el lucro: el camuflaje, el efecto levadura, la mímesis y la hiperactividad. Estas cuatro prácticas de evasión no se dan de forma continua ni se establecen siguiendo un orden jerárquico. Antes bien, se encabalgan unas con otras hasta formar una atiborrada malla de información y datos en donde la utilidad se erige en la medida del quehacer educativo.
Palabras claves: calidad; camuflaje; levadura; mímesis; hiperactividad.
Abstract
In Colombia, some universities, under the hard and bloody struggle not to disappear, and which I have called "pseudo emerging", for their "no-power-more power", have incorporated strategic practices into their repertoire of evasion to look at, not only to obtaining quality certification, but also to the acquisition of income and profit: camouflage, yeast effect, mimesis and hyperactivity. These four evasion practices are not given continuously or established in a hierarchical order. Rather, they juxtapose each other until they form a crammed network of information and data where utility becomes an educational measure.
Key words: quality; camouflage; yeast; mimesis; hyperactivity.
Resumo
Na Colômbia, algumas universidades, em virtude da forte e cruel luta para não desaparecer, e que o autor nomeou de "pseudo emergentes", por seu "não pode mais”, introduziram no seu repertorio práticas estratégicas de evasão, com vistas não somente à obtenção da certificação de qualidade, mas também à aquisição de renda e lucro: a camuflagem, o fermento, a imitação e a hiperatividade. As quatro práticas de evasão não estão fixadas de forma continua ou estabelecidas em ordem hierárquica. Em vez disso, elas estão sobrepostas até formar uma malha cheia de informações e dados, onde a utilidade é construída na medida da atividade educacional.
Palavras-chave: qualidade; camuflagem; fermento; imitação; hiperatividade.
Se sostiene en este ensayo que, en Colombia, el discurso actual de “calidad” y de acreditación que permea las Instituciones de Educación Superior1 (IES) está siendo absorbido y suplantado por prácticas de evasión (camuflaje, levadura, mímesis e hiperactividad), en virtud de las cuales se organiza con eficacia a masas anodinas de personas, haciendo de la vida: “un quehacer previsible, planificado, formalmente racionalizado, donde todo se somete al cálculo de la eficiencia o de la producción” (Peña, 2018, p. 111).
Hasta marzo de 2020, de un universo de 302 IES reconocidas por el Consejo Nacional de Acreditación (CNA), solo 662 cuentan con acreditación de alta calidad.3De manera que el 22% de las instituciones de Educación Superior cumplen con dicho reconocimiento, mientras que el otro 78%, de manera análoga a la sociabilidad entre animales, se ve presionado a competir si no quiere ceder a los demás clientes y recursos, además de verse en problemas financieros. Lo que es un fin encomiable, el de aspirar a lograr una mejor y mayor calidad que posicione a las IES y potencie a los individuos en una sociedad, puede llevar, paradójicamente, a que algunas de estas incorporen lo que aquí hemos dado en llamar “prácticas heterogéneas y estratégicas de evasión”. Dichas prácticas, que no obedecen a una especie de racionalidad externa, pueden convertir a la universidad en una “máquina de rendimiento autista” (Han, 2012, p. 58), esto es, en una “máquina” de producción artificial de sentido en “donde todo se somete al rasero de lo útil, de aquello que provee algún resultado tangible al servicio de los fines o el propósito de algún sujeto” (Peña, 2018, p. 107).
El camouflagees, en palabras de Ortega y Gasset: “una realidad que no es la que parece. Su aspecto oculta, en vez de declarar, su sustancia. Por eso engaña a la mayor parte de las gentes” (1927, p. 201). Este tipo de práctica aberrante y frívola, como reacción casi instintiva de un miedo cerval a extinguirse, está siendo adoptada por algunas IES en Colombia como mecanismo artificial de supervivencia para alcanzar la acreditación de alta calidad. El camuflaje lo emplea el camaleón cuando, dotado como lo está, naturalmente, con visión estereoscópica y con vivos colores, logra adaptarse al medio para engañar a sus depredadores. Con cada ojo moviéndose independientemente, algunas camaleónicas universidades enfocan decididamente un ojo en el lucro y el otro tímidamente en lo educativo, cuando, más bien, deberían aplicar el proverbio chino según el cual “el camaleón mira con un ojo al futuro y con el otro al pasado”. Al posar un ojo en el lucro, algunas IES estarían empobreciendo el horizonte de experiencia de sus estudiantes (la formación en el pensamiento crítico que indaga el presente interpelando el pasado), pero, también, por ubicar tímidamente el otro ojo en el cultivo de la mente de quienes integran la comunidad educativa, terminarían empeñando el futuro al abrir completamente un horizonte utópico de expectativas en el afán de instalar soluciones técnicas e inmediatistas
La práctica del camuflaje la utiliza la milicia en el campo de batalla para mimetizarse en el desierto o en la espesura del bosque con el fin de mofarse del enemigo y, así, extraer los mejores dividendos. Esta práctica consiste en que algunas instituciones educativas montan un teatro de operaciones ficticio, crean una fachada creíble contratando a investigadores de alto nivel el tiempo que dura el proceso de la acreditación o reacreditación, con lo cual las personas no solo son exprimidas en una sociedad de rendimiento, sino que también se las transforma en piezas reemplazables, “utensilios de gabinete”. El camuflaje también consiste en fabricar pilas de documentos: “recogiendo evidencias a último momento, como listas de asistencia, asistencia a eventos, organización de eventos, aplicación de encuestas a estudiantes, otorgamientos de becas, etc.”(Martínez y Romero, 2017, p. 84). De no estar atentos a este tipo de prácticas, siguiendo a Nussbaum: “con la urgencia de la rentabilidad en el mercado global, corremos el riesgo de perder ciertos valores de importancia enorme para el futuro de la democracia” (Nussbaum, 2010, p. 21), pues, si la utilidad es el cedazo por el que se filtra la realidad educativa, entonces “el otro queda sometido por completo a la teleología del provecho, del cálculo económico y de la valoración” (Han, 2017, p. 109).
Algunas IES no acreditadas han tenido problemas para completar los cupos de estudiantes,4 y por eso sometidas al rasero de la utilidad, en su esfuerzo por seguir compitiendo o por no extinguirse: “la figura de la actividad económica como carrera o competición (...) no tiene línea de meta y, por lo tanto, carece de fin natural. El único objetivo del corredor es llegar a la cabeza de la carrera y mantenerse ahí” (Coetzee, 2007, p. 92). Si las instituciones educativas no son críticas con sus propios procesos y prácticas burocráticas de acreditación, pueden terminar generando una lógica perversa de competencia que usa la práctica del camuflaje al modo de un mundo de la jungla en el cual “especies compiten con todas las demás especies por el espacio y el sustento” (Coetzee, 2007, p. 93). Lo que empezó alguna vez como un liviano manto y como una práctica de fomento y promoción de la calidad educativa se ha convertido en una pesada jaula de hierro, en un envoltorio rígido, en una crisálida petrificada en la cual “al mirar a la educación sólo como un resultado medible se pierde de vista el proceso educativo como un arte que es cultivado en una atmósfera de libre indagación, donde el resultado, a menudo, no es predecible ni anticipado” (Moreno, 2016, p. 15).
La segunda práctica de evasión para dar cuenta de aquello que le está ocurriendo a algunas IES que actualmente atraviesan procesos de acreditación y reacreditación en Colombia es la de la levadura. La metáfora de la levadura es utilizada por Lederach (2008) de forma positiva para ilustrar el modo en que una comunidad humana crece de forma sana, cuando lleva a cabo procesos y actividades “amasando” colectivamente distintos intereses, opiniones y necesidades individuales. Buena parte del crecimiento sano de una comunidad, respaldado en la fermentación adecuada de sus procesos, se debe al condimento humano de la imaginación y no a la tiranía de impulsos inmediatistas de un individuo o de un grupo. No obstante, la imagen de la levadura contribuye también para interpretar de forma crítica el modo en que algunos centros educativos en la actualidad son “inflados” artificialmente con cifras, estadísticas y pilas de documentos en físico o digitales que tarde o temprano tendrán efectos nefastos, haciendo que la institución pierda capacidad de crecimiento. En el afán de exponerse prematuramente al examen público, los procesos internos de acreditación de las instituciones educativas ya no operan como la “levadura de calidad”, la cual “antes de mezclarla con la harina, la levadura debe tener un crecimiento inicial en un ambiente dulce, cálido y apartado de la luz solar” (Lederach, 2008). Contrario a esto, los procesos académicos, investigativos, administrativos y humanos son una levadura inflada, seca, amarga y hueca (levadura acrítica) que, al apagar la llama de la imaginación y la creación en virtud de intereses tecnocráticos, burocráticos y mercantiles, hace que no exista un verdadero crecimiento social de ideas.
El efecto levadura hace que los sistemas de acreditación y de control de calidad suplanten la complejidad de la realidad educativa misma, reforzando la malsana ideología dentro de las mismas familias de que sus hijos van allí a adquirir habilidades y estudios que fomenten el éxito económico en desmedro del cultivo del pensamiento reflexivo y crítico, así como la imaginación y la creatividad. El efecto levadura se transforma en un abotargamiento que ensancha los procesos burocráticos de la institución con el consiguiente aletargamiento de procesos académicos, investigativos y humanos. Burocracia a la que están atenazadas nuestras instituciones educativas y que recurre a procesos de reingeniería, consistentes en rediseñar y reinventar sus estructuras internas, procurando, así, hacer más con menos, redefiniendo funciones, fusionando áreas, removiendo empleados y flexibilizando currículos.
La institución universitaria se organiza en ciencias regionales y se le solicita que haga investigación; pero la investigación que se le demanda no es la apertura a lo que existe, sino su manipulación bajo la forma de empresa o emprendimiento, es decir, bajo la forma de un quehacer planificado tendiente a la técnica. (Peña, 2018, p. 153).
Para el contexto de la educación superior en Colombia, el peligro consiste en que la calidad se convierta en una formalidad sin sustancia y sin consecuencias reales (Roa y Pacheco, 2014), así como en la homogeneización y estandarización de procesos en desmedro de la valoración de los procesos reales (Urbano, 2007). La calidad que se busca en la educación persiguiendo el lucro, como si los procesos educativos pudieran llegar a una meseta segura, no equivale al fomento de una mejor calidad de vida de las personas que integran la comunidad educativa, sino a una forma de vida de éxito y de reconocimiento que le rinde tributo a una sociedad del rendimiento en la que a los individuos “se les ceba como a ganado de consumo” (Han, 2017, p. 10). Además, “producir crecimiento económico no equivale a producir democracia, ni a generar una población sana, comprometida y formada que disponga de oportunidades para una buena calidad de vida en todas las clases sociales” (Nussbaum, 2010, p. 36).
Alimentado por la lógica mercantil, este nuevo régimen que tiene como fachada el volumen estadístico de datos y por eslogan la promoción de la calidad educativa, modifica el quehacer educativo de dos modos: por una parte, el saber educativo, en tanto que proceso de comprensión de la realidad, y que goza de una temporalidad de maduración lenta y larga, es reemplazado por la correlación de datos mediante un “amontonamiento ruidoso” de información y, en virtud de esto, podemos afirmar que “de un montón de datos, como Big Data, se pueden extraer informaciones útiles, pero no generan conocimiento ni verdad” (Han, 2015, p. 75).Los frutos de los procesos de acreditación van decantando en datos aditivos que, de manera análoga al bótox en cosmetología para tratar arrugas faciales, transforman a las instituciones educativas en cáscaras vacías, fachadas sin espíritu e información sin narración. Por otra, los actores de la comunidad educativa son desplazados desde su papel de “seres-giroscopios”, consagrados a la contemplación y al cultivo de sí mismos, hacia “seres-radares” que viven desperdigados por fuera de sí. Empujado por un espíritu de competencia, y enfriados sus lazos de solidaridad, el hombre-radar se erige en un ser aislado, narcisista, empresario de sí mismo, entrenado solamente para la producción y el rendimiento, de manera que “ve la educación como un producto que uno compra al final de la caja de supermercado” (Buckman, 2007, p. 31). Las universidades, en tanto que entidades legales ficticias, al ser estructuras algorítmicas a las que no importa quién sea tal o cual persona, se convierten en empresas que reclutan, enrolan y prescinden de personas según las necesidades que requieran. Las permanentes reestructuraciones burocrático-administrativas restan mucha estabilidad no solo a los docentes desde el punto de vista laboral, sino a los procesos académicos e investigativos, de manera que se provocan series de crisis, de muletas sacrificiales, de leyes de hábito que son, en último término, un suelo inestable revestido con discursos decorativos de calidad. De allí que podamos aplicar a la dinámica que han adquirido actualmente varias instituciones educativas colombianas la expresión agambeneana, parafraseando a Benjamin: “Dios no murió, se transformó en dinero.
El camuflaje y el efecto de levadura, en tanto que prácticas estratégicas e irreflexivas de evasión, incorporadas por varias IES que compiten unas contra otras para posicionarse en el mercado, convierten las cálidas relaciones humanas de las comunidades educativas en gélidos vínculos de manipulación y utilización. Con un interior fragmentado, un alma agotada, atomizada socialmente, carente de vínculos y saturada de burocracia, cual síndrome de Diógenes, los mastodónticos movimientos de estas instituciones educativas experimentan la falsa seguridad de que están protegidas tras su colección de pilas de documentos y de evidencias. Para tener sensación de control y seguridad, emplean la palabra “calidad” como si se tratara de una llave mágica con la que se abrieran todos los cerrojos.
Girard acuña la expresión “mímesis de apropiación” (1998, p. 153) para designar que algo adquiere valor cuando es objeto de deseo de muchos y por eso compiten unos contra otros, porque se imita el comportamiento de otros. En el terreno educativo, las universidades entran en una “rivalidad mimética” y quieren poseer lo que las demás también quieren poseer: calidad, lucro y clientes. Esto porque, por una parte, según el último Plan Nacional de Desarrollo, a partir del año 2018 el Instituto Colombiano de Crédito Educativo y Estudios Técnicos en el Exterior (ICETEX) solo puede otorgar créditos a estudiantes que se matriculen en programas o instituciones acreditadas y, por otra, porque una particularidad de la acreditación de alta calidad en Colombia es que esta se transformó en un requisito fundamental para que una IES sea considerada elegible por los estudiantes beneficiarios de programas como “Generación E” o como el recién reemplazado programa “Ser Pilo Paga”.5
Visto con ojos empresariales, si una institución universitaria se acredita, esta atrae clientes a las aulas, inyecta dinero a sus arcas, crece en infraestructura, goza de reconocimiento. No obstante, la lógica de la empresa yuxtapuesta a la educación cae en su propia telaraña de hilos cuyas redes están hechas de la metálica textura del lucro. Digo que cae en sus propias redes porque una vez que impera el deseo incontenible de expansión desmedida, y su espíritu es secuestrado por un efervescente culto a lo empresarial, se convierten en gigantescas armazones o moles de cemento sin espíritu. El lucro se erige en objeto cercano y cotizado por el que las instituciones educativas compiten, se quiere obtener a toda costa lo que otros también pretenden, de manera que en la base de la crisis que ocasiona la reingeniería y reinvención de estas para ser competitivas anida un deseo mimético de apropiación. Pero de lo que quieren apropiarse no solo es del lucro, sino del cliente, de su mente, cuerpo, para modelarlos, formarlos, transformarlos a imagen y semejanza del ideario que profesa el centro educativo. Con la mímesis,los procesos académicos y de investigación quedan envueltos en un férreo estuche que les quita a los individuos de la comunidad educativa la capacidad de imaginar, les anestesia hasta el punto de olvidar sus capacidades de dar sentido y de configurar mundos.
Una cuarta práctica de evasión es la cortina de la hiperactividad, donde los centros educativos en sus procesos de acreditación se transforman en máquinas de lo igual y en fábricas de producción de espejismos, con lo cual se pone en marcha un uso de lenguaje técnico de la calidad que va capturando y documentando con prolijidad faltas cometidas sin infracción y defectos que son hijas de una ilegalidad que, cuando se los atrapa y coloniza en datos estadísticos y en registros, adquieren visibilidad y, por tanto, devienen en un nuevo estatuto de evidencias. La hiperactividad también lo es del lenguaje, pues mediante el lenguaje técnico de acreditación se genera, por una parte, un ritornelo retórico de frases y fórmulas para lograr efectos protectores neutralizantes que amortigüen y alejen los traumatismos y defectos. Por otra, se pretende conjurar mágicamente los problemas de la comunidad educativa. En esta hiperactividad, prevalecen los enlaces artificiales y las conexiones muertas de datos que transforman el pensamiento en algo frívolo, porque la pregunta por los porqués no tiene cabida. Detrás de esta lógica mercantil, del lucro, del cálculo y de las correlaciones impera la del hombre salvaje, pues se ha introducido en nuestras universidades y colegios una suerte de “magia homeopática” o imitativa cuyo “principio rector es que lo semejante produce lo semejante o, en otras palabras, que el efecto se asemeja a su causa” (Frazer, 1944, p. 63).
Frazer denomina tabú a los preceptos negativos, mientras que llama “encantamientos” o magia positiva a los preceptos que son positivos. Este último mecanismo de “encantamientos positivos” es el que puede aplicarse analógicamente a nuestras instituciones educativas cuando generan de forma hiperactiva discursos y prácticas no discursivas que ensalzan la calidad, se levantan estadísticas para que los peligros y defectos de lo que se considera anormal pueda ser conjurado: “en ocasiones, la magia homeopática o imitativa sirve para anular un mal agüero, realizándolo en farsa. El efecto es eludir el destino sustituyendo la calamidad verdadera por otra fingida” (Frazer, 1944, p. 62). Tanto en los simulacros como en los rituales preparatorios de las visitas de acreditación se crea un clima ficticio similar a la magia simpatética del hombre salvaje que cree que “hay maridos que pueden saber si sus mujeres son infieles por ciertos nudos en los árboles” (Frazer, 1944, p. 48). Tan absurdo como establecer que un profesor es mal profesor porque cifras y estadísticas muestran poca productividad en publicaciones y participación en congresos. La educación así reducida se vuelve mistificación, de manera que “bajo la chaqueta y la corbata del civilizado renacen el taparrabos y las incisiones mágicas del bárbaro” (Vargas Llosa, 2018, p. 165). Las prácticas burocráticas y narrativas de calidad definen qué formas de conocimiento son válidas o no, qué es cierto o errado, qué está bien o qué está mal, cuáles voces están autorizadas y cuáles no.
A medida que las burocracias acumulan poder, se hacen inmunes a sus propios errores. En lugar de cambiar sus relatos para que encajen con la realidad, pueden cambiar la realidad para que encaje con sus relatos. Al final, la realidad externa concuerda con sus fantasías burocráticas, pero solo porque forzaron a la realidad a hacerlo. (Harari, 2016, p. 190)La hiperactividad se transforma en histeria de la acumulación y del crecimiento, pues en todo caso para muchas universidades la acreditación se convierte en un tema de supervivencia. El problema con esta histeria es, como lo advierte Han: “Una sociedad gobernada por la histeria de la supervivencia es una sociedad de zombies, que no son capaces de vivir ni de morir” (Han, 2016, p. 39).
La expansión de la Educación Superior en Colombia debe darse mediante un análisis crítico de las propias prácticas y procesos de acreditación y reacreditación, de lo contrario se corre el riesgo de que la lógica educativa para la renta suplante el espíritu de mejora de la calidad esculpiendo a las IES en estructuras artificiales y organizaciones sin alma. Habrá que estar atento a la actualización del Modelo de Acreditación de Alta Calidad presentada el 4 de abril de 2020 por el Ministerio de Educación de Colombia, en la que se propone “una calidad modulada”. Estos nuevos lineamientos,6 que reconocen la diferencia cultural, regional y singular en las que se desenvuelven las IES, introducen aspectos como la creación artística y cultural, espacios de participación estudiantil en la investigación, los aspectos académicos y los resultados de aprendizaje para ser evaluados. También enfatizan en que los excedentes que ganen las IES se inviertan en el “fortalecimiento de las funciones sustantivas”, de lo contrario, si la institución se lucra, puede perder la acreditación o no puede acceder a esta. La calidad es solo una herramienta, un medio, pero no puede convertirse en nuestro principal objetivo ni en la vara de medir, pues la hemos inventado para que nos sirva, pero la hemos terminado sirviendo. Las IES en Colombia no pueden caer en la tentación de conformarse con exhibir un aspecto pulimentado y satinado, que se pretende adquirir con certificados y sellos que las acrediten, convirtiendo, así, a nuestras instituciones educativas en una suerte de instituciones obesas, paquidérmicas y ralentizadas, enlas que todo es reducido a una mera función instrumental.
Corazón de Chola, acrílico. Matías Sapegno
Notas
1
Según su carácter académico, la sigla IES agrupa a universidades, instituciones universitarias o escuelas tecnológicas, instituciones tecnológicas e instituciones técnicas profesionales (disponible en:https://www.mineducacion.gov.co/1621/article-217744.html).Hasta marzo de 2020, del total de las 302 IES reconocidas por el Ministerio Nacional de Colombia, 214 instituciones no tienen categoría de universidad.
2Del total de las 66 IES acreditadas: 56 son universidades, 7 instituciones universitarias o escuelas de tecnología y 3 instituciones tecnológicas. Además, de 12.789 programas académicos con registro calificado vigente, solamente el 27% (3.348) está acreditado. Disponible en: https://www.semana.com/educacion/articulo/universidades-alta-calidad-colombia-proceso-de-acreditacion-educacion-superior/655169
3En Colombia, la acreditación “es de naturaleza mixta, en tanto está constituida por componentes estatales y de las propias universidades; lo primero, dado que se rige por la ley y las políticas del CESU, es financiada por el estado y los actos de acreditación son promulgados por el Ministro de Educación, y lo segundo, ya que el proceso es conducido por las mismas instituciones, por los pares académicos y por el CNA, conformado por académicos en ejercicio, pertenecientes a las distintas IES”. Disponible en:https://www.cna.gov.co/1741/article-186365.html
4La acreditación comporta un alto costo para las universidades, toma entre dos y tres años, elevando la matrícula y haciendo que jóvenes de escasos recursos se queden por fuera. Disponible en: https://www.portafolio.co/economia/icetex-solo-otorgara-creditos-a-estudiantes-de-universidades-y-programas-acreditados-514528
5Se trata de un programa del gobierno de Colombia que permite que los mejores estudiantes del país, de escasos recursos económicos, accedan a IES acreditadas. Sin embargo, dicho programa ha sido cambiado desde 2019 por “Generación E” que, a diferencia del anterior, financia el 100% de la matrícula a estudiantes que escojan universidades públicas. Este programa financia también a universidades privadas certificadas en alta calidad o no acreditadas con 25% de sus programas acreditados. Para ver las diez universidades colombianas con más estudiantes beneficiados por el programa ser pilo paga y el número de inscritos de Generación E, por departamentos, véase: https://www.eltiempo.com/vida/educacion/arranca-generacion-e-iniciativa-que-reemplaza-a-ser-pilo-paga-317866
6Disponible en: https://www.cna.gov.co/1741/articles-345229_Lineamientos.pdf
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Recibido: 2020-01-01
Revisado: 2020-03-21
Aceptado: 2020-04-03