DOI: http://dx.doi.org/10.19137/praxiseducativa-2017-210102

ARTÍCULOS

 

La contribución de las movilizaciones estudiantiles a la formación ciudadana y democrática de los estudiantes secundarios chilenos

Contributions of Chilean student proteststo students’ citizenship and democratic education

 

Víctor Figueroa Farfán* y Eduardo Cavieres Fernández**

Resumen: En este artículo repasamos las limitaciones fundamentales de la democracia moderna bajo el influjo de relaciones económicas de carácter capitalista, y nos detenemos en el análisis de la democracia en Chile. Igualmente, comentamos la influencia que esta democracia tiene en las escuelas y en su tarea de formar a sus estudiantes para la ciudadanía. En contraste, mencionamos también algunas experiencias sociales y educativas que al proponer objetivos y formas colectivas de participación cuestionan el carácter elitista e individualista de la actual democracia. En ese contexto, revisamos las contribuciones de las movilizaciones estudiantiles en Chile para la formación ciudadana y democrática de los estudiantes y concluimos que les han ofrecido una oportunidad para repensar la democracia, han permitido nuevos espacios de participación política juvenil, y han posibilitado experiencias de democratización de sus centros escolares.

Palabras clave: Democracia; Movilizaciones estudiantiles en Chile; Participación ciudadana; Democratización de las escuelas; Formación ciudadana

Abstract: In this article, we review the main limits of modern democracy under the influence of economic relationships within a capitalist society, and we focus on the Chilean democracy. We also consider the influence that this democracy has over schools and their task of forming students for citizenship. In contrast, we mention those social and school experiences that by proposing collective goals and forms of participation question the elitism and individualism present in current forms of democracy. In such context, we discuss the contributions of the Chilean student protests to students’ citizenship and democratic education and we conclude that they have opened them an opportunity to rethink democracy, have allowed them new spaces for youth political participation, and have enabled experiences for the democratization of their schools.

Key words: Democracy; Chilean student mobilizations; Citizenship participation; Democratization of schools; Citizenship education

 

Introducción

A lo largo del mundo, la formación ciudadana ha ido adquiriendo mayor relevancia en el currículo para promover entre los estudiantes una concepción de ciudadanía que considere temáticas más amplias que aquellas referidas meramente a la institucionalidad política (Pyket, 2010). Esto va acorde con una concepción de escuela como espacio propicio para aprender una práctica ciudadana de forma activa interviniendo en la comunidad escolar y en la sociedad en general (Selwyn, 2004). No obstante, al mismo tiempo, en la escuela permanecen elementos que limitan el desarrollo ciudadano tales como las lógicas tecnocráticas de evaluación, el control burocrático y el liderazgo gerencial, todo lo cual se traduce en una apreciable dominación sobre el accionar de los actores escolares (Apple, 2001). Junto a ello, y a pesar de los nuevos contenidos propuestos en el currículo sobre formación ciudadana, éstos mantienen una orientación Estado-céntrica con un menor énfasis en las experiencias ciudadanas propias de los estudiantes (Tupper y Cappello, 2012).


“Ferma x Gaggero (2)”, óleo sobre bastidor de fibrofácil. Gustavo Gaggero

En Chile, esta limitación en la formación ciudadana curricular es importante considerando que en la última década se ha destacado la participación de estudiantes de secundaria en ciclos de movilizaciones que precisamente han cuestionado el rol del Estado y han buscado proponer nuevos principios constitutivos del sistema educativo tales como el poner fin al lucro en la educación, establecer la educación como derecho y promover la gratuidad universal en la educación (Ruiz, 2013). Si bien estas movilizaciones no constituyen un movimiento único sino que se han conformado a partir de una multiplicidad de motivaciones, demandas y prácticas, lo que no permite establecer una única visión sobre ellas, en general se les reconoce el haber permitido cuestionar el carácter restringido de la democracia en el país. Dado ese contexto, y conscientes de que sólo es posible abordar de manera genérica sus aportes, este artículo explora la contribución que las movilizaciones estudiantiles han realizado a la formación ciudadana y democrática de los estudiantes secundarios chilenos.
Para lograr dicho objetivo, el presente texto se inicia con una breve exposición acerca de la concepción dominante sobre la democracia vigente en la sociedad y su influencia en la formación ciudadana escolar y discute sus principales limitaciones. Como parte de esa discusión, se presentan igualmente algunas de las experiencias a nivel social y escolar que se contraponen a dicha concepción dominante. Teniendo aquello en mente, nos detenemos en la realidad chilena para revisar tanto las limitaciones en la formación ciudadana que se entrega en las escuelas chilenas como la contribución que al respecto han hecho las movilizaciones estudiantiles.

Democracias de élite y sus alternativas

En general, la democracia moderna se define como un conjunto de reglas para elegir a quien decidirá los asuntos colectivos de la sociedad (Bobbio, 2010; Touraine, 2006). No obstante, aquellas mismas reglas han servido para que los sistemas democráticos estén fuertemente influenciados por los Estados, los que en lugares como Latinoamérica han estado fundamentalmente en las manos de las élites políticas y económicas (Oszlak, 1997; García, 2010). Ello ha afectado el carácter colectivo de las democracias, más aún en un contexto marcado por relaciones económicas de corte capitalista. De este modo, el funcionamiento de las democracias ha sido moldeado por un individualismo consumista de carácter utilitarista en donde las relaciones sociales son simplemente parte del mercado económico mundial (Macpherson, 1978). Ante ello, los sistemas democráticos se restringen a resolver las diferencias entre los intereses individuales relegando a segundo plano el desarrollo del bien común (Young, 2000).
Como consecuencia, los sistemas democráticos han tendido hacia un elitismo político en donde los grupos con mayor poder tienden a concentrar la toma de decisiones bajo el supuesto que son mejores las decisiones tomadas por grupos especializados que aquellas que son tomadas por una mayoría que no necesariamente tiene el conocimiento para tomarlas (Schumpeter, 1942; Sartori, 1994). Desde esa perspectiva, la disminución en los niveles de participación política de los ciudadanos no necesariamente sería una debilidad, sino más bien favorecería la estabilidad del sistema (Pateman, 1970). En la medida que las decisiones son tomadas por grupos de élite que mantienen el consenso entre sí y se articulan a través del Estado, se elimina el conflicto como una parte constitutiva del quehacer político (Dahl, 1992; Mouffe, 2007). A su vez, esta élite asume la representación política de la ciudadanía sin mayor cercanía con las opiniones del electorado (Pitkin, 1985).
Desde una perspectiva crítica, quienes defienden una democracia más colectiva subrayan los valores de la comunidad y la cooperación (Gould, 1990). En ella, los ciudadanos participan activamente de un espacio público para deliberar sobre temas de interés social y demandan que el Estado cumpla con su obligación de salvaguardar la igualdad social y el bien común (Bohman, 1996; Barber, 2003). Dado que el actual modelo económico neoliberal, con su énfasis en los mercados económicos y la competencia individual, obstaculiza la creación de espacios públicos robustos, las movilizaciones sociales se han trasformado en actores relevantes para fortalecer el sentido de comunidad, y construir un actor colectivo formado por intereses comunes (Serbín, 2005; Santos, 2006). Se caracterizan por poseer un carácter institucional no permanente que los diferencia de los órganos políticos formales y de las prácticas políticas partidistas, lo que les da autonomía para demandar transformaciones al Estado (Tilly & Wood, 2009). Finalmente, estos movimientos sociales han tenido gran impacto en la juventud que está más proclive a desarrollar proyectos comunitarios que tensionen las lógicas individualistas en la sociedad (Amín y Houtart, 2003).


“Ferma x Gaggero (3)”, óleo sobre bastidor de fibrofácil. Gustavo Gaggero

Democracia chilena y movimientos sociales

En Chile, varios autores han resaltado la estabilidad de la democracia en el país (O´Donnell, 2004). Sin embargo, la gran crítica desde el retorno a la democracia tras la dictadura militar (1973-1989) es que ésta se ha cimentado sobre un consenso en la clase política en torno a un modelo de representatividad limitado que ha generado una creciente insatisfacción entre la población y ha disminuido su participación política (Contreras y Morales, 2014; Delamaza, 2013). En la medida que el sistema político ha ido asimilando las orientaciones económicas del mercado mundial con el fin de aumentar el crecimiento económico del país, el Estado ha ido favoreciendo la privatización y a los grupos empresariales, desprotegiendo así a la mayoría de la población con el debilitamiento progresivo de los servicios públicos (Mayol, 2012). Al respecto, es elocuente la percepción de la población chilena respecto al gran nivel de desigualdad que existe en el país (Corporación Latinobarómetro, 2013). Todo lo anterior ha llevado a un énfasis sobre lo individual que ha ido en desmedro de la cultura más comunitaria en el país (Lerchner, 2002).
La privatización de amplios sectores del país con el apoyo activo del Estado ha restringido seriamente el accionar de las organizaciones al interior de la sociedad civil las que han tenido menos espacios para influir políticamente sobre los gobiernos de turno (Garretón, 2007; Delamaza, 2009). No obstante, en la última década ha emergido un permanente estado de movilización social entre la ciudadanía para intentar revertir las políticas de mercado que han sido implementadas (Garcés, 2014). Estas movilizaciones han sido protagonizadas por grupos de distintos ámbitos laborales y sectoriales con sus demandas propias pero que, sin embargo, han generado amplio respaldo ciudadano y, en algunos casos, han suscitado el apoyo de otras agrupaciones sociales que se han unido en torno a una crítica transversal a un modelo político que resulta poco representativo (Segovia y Gamboa, 2012). En dicho contexto, resalta la permanente presencia de movimientos estudiantiles que, a partir de la defensa de la educación como un derecho social, han politizado aspectos de la vida nacional que habían permanecido como terreno exclusivo del mercado (Leyton, 2006; Garcés, 2013).

Democracia, formación ciudadana y educación

Aunque los conceptos de democracia y educación han estado tradicionalmente asociados en el currículo escolar, lo han estado bajo el contexto de un modelo capitalista que reproduce en la escuela una racionalidad asociada al modelo empresarial que más bien limita el desarrollo de prácticas democráticas (Torres, 2001). Si bien se han ido implementado políticas de formación ciudadana a nivel mundial, incluyendo Latinoamérica, para promover en los jóvenes una mayor participación ciudadana dada su supuesta apatía (Cox, 2001); éstas mantienen un carácter Estado-céntrico al favorecer fundamentalmente aspectos formales de la democracia (i.e. el sistema electoral) que sólo tocan genéricamente los intereses de la sociedad civil y, por tanto, de los estudiantes (Tupper y Cappello, 2012). Junto a ello, conviven otras políticas educativas de corte tecnocrático que promueven un conocimiento escolar funcional al mercado económico a través de un currículo estandarizado y medible a través de sistemas y rankings de evaluación (Lipman, 2004). Ello a su vez, va aparejado con la promoción de valores, como la meritocracia, que acentúan el logro individual por sobre los valores comunitarios propios de una democracia (Au, 2009).
No obstante, en ese mismo contexto, diversos estudios dan evidencia de experiencias escolares autónomas que buscan la democratización de las escuelas a fin de fortalecer el nexo entre educación y democracia y de paso contrarrestar la racionalidad económica que predomina en los sistemas educativos. En estos estudios, se muestra el ejemplo de experiencias democráticas en donde la comunidad educativa completa participa en las decisiones sobre el quehacer de la escuela para democratizar su currículo de manera que no refleje simplemente a la cultura dominante (Apple y Beane, 2005). Por ello, el currículo es participativo y socialmente construido por los miembros de la comunidad que ejercitan la democracia en la escuela tanto como medio y como meta. Esto permite que los estudiantes adquieran aprendizajes compartidos que les posibilita comprender la desigualdad y la exclusión social y, por tanto, promover la igualdad y la inclusión en sus propias aulas (O’Sullivan, 2012). En ese sentido, esta democratización del currículo va unida a una concepción de democracia que busca construir proyectos colectivos y deliberativos que, a su vez, sean críticos respecto de los límites actualmente presentes en el sistema democrático (Gandin y Apple, 2012).
Los estudios sobre democratización de las escuelas también han puesto atención a los espacios de expresión democrática fuera del aula como lo son las instancias de organización estudiantil en los centros educativos (Maitles y Deuchar, 2006). Igualmente estos estudios se han focalizado, por un lado, en los niveles más altos de administración, como las municipalidades, en donde las diferentes comunidades escolares –profesores, padres y alumnos– en conjunto deciden temas referidos al financiamiento y al currículo (Gandin & Apple, 2002); y, por otro, en los movimientos sociales que influyen sobre las escuelas para promover una cultura democrática en la educación de sus hijos (McCowan, 2010). Finalmente, estos estudios han considerado programas comunitarios fuera del ámbito propiamente escolar, pero que constituyen espacios educativos en donde los jóvenes aprenden los valores de la participación democrática (Shiller, 2013). En todas estas experiencias, los estudiantes son protagonistas en la construcción de su conocimiento acerca de la realidad personal y social, se comprometen con sus comunidades, y visualizan su lugar dentro de una sociedad democrática no tan sólo en referencia a las instituciones políticas sino también a la sociedad civil y al espacio público.

Formación ciudadana en el currículo chileno

Al igual que en otros países, el Ministerio de Educación Chileno promueve la integración de la formación ciudadana al quehacer permanente de las escuelas (Ministerio de Educación, 2009; Ministerio de Educación, 2016). Para ello, se han establecido objetivos amplios que resaltan los valores y deberes que debe tener todo ciudadano para favorecer la convivencia social; todo ello dentro del Estado de derecho y de la institucionalidad política. También se ha determinado que esta formación se articule con el proyecto educativo y curricular de las escuelas a través de objetivos transversales específicos sobre ciudadanía, se utilicen estrategias pedagógicas interactivas en el aula, y se fortalezcan las instancias de participación de los estudiantes fuera del aula como el centro de alumnos y los consejos escolares.
Si bien escasas, las investigaciones recientes tienden a refrendar los estudios realizados con antelación a estas orientaciones sobre formación ciudadana, poniendo en entredicho su alcance. Así, las conclusiones de Cerda, Assael, Ceballos y Sepúlveda (2000), Prieto (2002) e Insunza (2003) son reafirmadas por Pérez (2009) al sostener que en los consejos escolares los estudiantes continúan sin el apoyo de sus centros educativos para proponer temáticas de su interés y participar en decisiones relevantes para la comunidad escolar. A su vez, el trabajo de Cerda, Egaña, Magendzo, Santa Cruz y Varas (2004) es validado por Flanagan, Cerda, Lagos y Riquelme (2010), Reyes, Campos, Ossandon y Muñoz (2013) y Bonhomme, Cox, Tham and Lira (2015) al subrayar la insuficiente cantidad de estrategias interactivas que los profesores implementan en el aula para discutir con sus estudiantes acerca de la ciudadanía.
Junto a lo anterior, algunos análisis han apuntado a las orientaciones mismas que dan sustento a estas directrices sobre formación ciudadana. Si bien algunas críticas apuntan al excesivo énfasis en lo experiencial, lo que ha ido en desmedro de que los estudiantes tengan conocimientos más robustos sobre el sistema político y sus deberes hacia el Estado (Mardones, 2015), una crítica más desde los estudiantes subraya la centralidad de la institucionalidad política en estas directrices sin considerar el nivel de desconfianza que existe entre los jóvenes precisamente en contra del sistema político (Flores y García, 2014). También se acentúa que las escuelas han seguido ofreciendo un contexto de formación que lleva a los estudiantes a asociar a la ciudadanía con el Estado, aun cuando éstos proyecten su ciudadanía más en el ámbito social que en el político institucional (Muñoz, Vásquez y Reyes, 2010; Muñoz y Torres, 2014). A estos análisis, se deben agregar los aportes de Del Solar (2009) que señala que el énfasis sobre las pruebas estandarizadas ha ido en desmedro de la formación ciudadana, mientras que Vallejos (2016) advierte que estas orientaciones de formación ciudadana no logran superar un énfasis en el que se refuerza lo individual por sobre el interés colectivo.

Movilizaciones estudiantiles y formación ciudadana

Teniendo en mente las limitaciones del sistema democrático y su efecto en la formación ciudadana que se imparte en las escuelas, así como algunas experiencias sociales y educativas que ayudan a contrarrestar dicho efecto, a continuación revisamos la contribución que las movilizaciones estudiantiles han hecho a la formación ciudadana y democrática de los estudiantes secundarios chilenos al ofrecer una oportunidad para repensar la democracia, permitir nuevos espacios de participación política juvenil y posibilitar experiencias de democratización del currículo.

Las movilizaciones estudiantiles como oportunidad para repensar la democracia

Mientras los actuales sistemas democráticos están fuertemente influenciados por reformas de mercado que favorecen a grupos económicos y políticos de élite, las movilizaciones estudiantiles en Chile se han sustentado precisamente en su denuncia al modelo socioeconómico y político vigente, dada su poca capacidad de representar los intereses de la mayoría de la ciudadanía (Mayol y Azocar, 2012). Como parte de aquello, los estudiantes han abogado por una sociedad civil con capacidad de decisión en temas de desarrollo nacional e igualdad social (Rojas, 2012), así como han criticado a la clase política por su limitado compromiso en defender y fortalecer las instituciones públicas (Nitrihual, 2009). En ese sentido, tal como ocurre con los movimientos sociales en otros sectores y latitudes, los estudiantes chilenos han acentuado el valor de lo público apelando a una concepción de democracia más incluyente y con un fuerte acento en lo colectivo (Berroeta y Sandoval, 2014).
Un aspecto central en este repensar la democracia por parte de los estudiantes chilenos, tiene relación con cuestionar la política del consenso imperante en el país que ha privilegiado un modelo de mercado que ha sido particularmente incisivo en la educación y que ha generado los altos niveles de desigualdad existentes (Garretón, Cruz, Aguirre, Bro, Farías, Ferreti y Ramos, 2011). A través de estas movilizaciones, los jóvenes han recriminado la existencia de un sistema político formado por partidos y grupos aparentemente en oposición, pero que han apoyado por igual el mantenimiento de reformas educativas que han favorecido la privatización de un sector de los establecimientos educativos en beneficio de los grupos más acomodados, mientras se empobrece la educación pública que atiende a los grupos con menores ingresos económicos (Borri, 2016). Por ello, los jóvenes no tan sólo se oponen a este modelo imperante, sino que demandan un nuevo consenso social que articule de mejor manera las necesidades de la ciudadanía (Agacino, 2013).

Las movilizaciones estudiantiles y las nuevas formas de participación política juvenil

Sin intención de establecer relaciones causales, las directrices sobre formación ciudadana escolar tampoco han ayudado a revertir ciertas tendencias en los jóvenes chilenos. Aunque recientemente una encuesta de sondeo mostró entre la juventud una mayor intención en participar de futuros procesos eleccionarios, mantienen su desinterés por el sistema político (INJUV, 2016). No obstante, lejos de explicarse aquello por la apatía de los jóvenes, esta misma encuesta sitúa la explicación en la falta de confiabilidad hacia el sistema político y los políticos chilenos fuertemente vinculados a casos de corrupción. En contraste, las movilizaciones estudiantiles han sido parte de un espacio social en el cual los jóvenes han aumentado su participación política a través de demostraciones públicas en contra del sistema político y de la participación colectiva en organizaciones comunitarias en donde es más importante defender los derechos de las personas que emitir un voto (Instituto Nacional de la Juventud, 2013; Martínez, Silva, Carmona y Cumsille, 2012).
Específicamente en el ámbito educativo, las movilizaciones estudiantiles generaron nuevas instancias de participación política en los centros escolares. Así, los estudiantes han utilizado distintas estrategias colectivas para protestar tales como el paro de actividades y la “toma” (ocupación) de los centros educacionales. Asimismo, han ido consolidando organizaciones que han sido capaces de articularse a nivel nacional dando mayor visibilidad a los estudiantes secundarios en el país (Brook, 2012). En ellas, procuran legitimar sus demandas por medio de mecanismos de participación que tienden a identificarse con un modelo de democracia directa en donde la horizontalidad y la igualdad en la toma de decisiones se considera prioritario (Baeza y Sandoval, 2009). Ello ha resultado en la proliferación de asambleas deliberativas en los centros escolares que han procurado expandir los espacios de organización estudiantil en base a representantes promovidos por las orientaciones de formación ciudadana –como los centros de alumnos– de manera de reflejar de mejor forma las demandas de los estudiantes (Ponce-Lara, 2013, Aguilera, Contreras, Guajardo y Zarzuri, 2007).

Las movilizaciones estudiantiles y la democratización de los centros escolares

Dadas las tensiones y conflictos que las movilizaciones estudiantiles también han generado al interior de los centros escolares (O’Malley y Nelson, 2013; Cavieres, 2015), no resultan tan evidentes sus contribuciones al currículo. No obstante, las movilizaciones sí han posibilitado que los estudiantes discutan temáticas propiamente curriculares abogando por objetivos más centrados en la ciudadanía que en las necesidades del mercado (Araya, Gonzalez, Ligüeño, Parra y Velásquez, 2012). Asimismo, O’Malley y Nelson (2013) subrayan el valor pedagógico de las movilizaciones estudiantiles para la formación ciudadana de los estudiantes al haberles permitido conocer cómo se construyen las políticas públicas en educación, cómo generan desigualdad y cuáles son las estrategias y las alianzas colectivas que pueden desarrollarse para revertir sus efectos. Cavieres (2015) también ha resaltado las implicancias pedagógicas de estas movilizaciones al describir cómo los profesores a lo largo del país han utilizado esta experiencia de los estudiantes para discutir con ellos sobre temáticas referidas al bien común y a las problemáticas que afectan la convivencia social en Chile.
De manera particular, es necesario destacar el esfuerzo de un grupo de estudiantes durante las movilizaciones del 2011 por organizar su propio currículo para continuar estudiando mientras “tomaban” (ocupaban) sus centros educativos (Colectivo Diatriba-OPECH/Centro de Alerta, 2011). Junto a profesores y estudiantes de universidad que aceptaron ayudarles, se distanciaron de la relación pedagógica vertical que se implementaba en sus establecimientos educativos dada las prescripciones contenidas en el currículo oficial y optaron por un diálogo pedagógico a través del cual los estudiantes asumieron el protagonismo en sus estudios y procuraron vincular su aprendizaje con la realidad social y política del país. De este modo, esta experiencia no tan sólo se vincula a otras experiencias de democratización de las escuelas llevadas a cabo en otros países, sino que demuestra que la limitada participación de los estudiantes chilenos en sus centros escolares no se debe necesariamente a su falta de compromiso, sino al currículo escolar mismo, más centrado en los intereses del Estado que en sus expectativas, y en el cual se ha constreñido su formación ciudadana.

Conclusión

En este artículo repasamos las limitaciones fundamentales de la democracia moderna bajo el influjo de relaciones económicas de carácter capitalista y nos detuvimos en el análisis de la democracia en Chile. Igualmente, comentamos la influencia que esta democracia tiene en las escuelas y en su tarea de formar a sus estudiantes para la ciudadanía, en Chile. En contraste, mencionamos también algunas experiencias sociales y educativas que al proponer objetivos y formas colectivas de participación cuestionan el carácter elitista e individualista de la actual democracia. En consonancia con aquellos esfuerzos, revisamos las contribuciones de las movilizaciones estudiantiles y concluimos su relevancia no tan sólo para los debates políticos que hoy se desarrollan en Chile, sino específicamente para la formación ciudadana y democrática de los estudiantes.


“Ferma x Gaggero (15)”, óleo sobre bastidor de fibrofácil. Gustavo Gaggero

En efecto, en nuestro análisis hemos señalado que las movilizaciones estudiantiles en Chile les han ofrecido una oportunidad para repensar la democracia, les han posibilitado nuevos espacios de participación política juvenil y han permitido experiencias de democratización de sus centros escolares. Por cierto, reconocemos las contradicciones y fracturas que también han surgido entre los estudiantes movilizados y que han mantenido a un número importante de estudiantes del país al margen de ellas (O’Malley y Nelson, 2013; INJUV, 2013). No obstante, a pesar de sus limitaciones y sin pretender caer en reduccionismos, afirmamos que las movilizaciones estudiantiles han logrado constituirse en un fenómeno social y, en cuanto tal, han ayudado a problematizar la relación entre Estado, educación y ciudadanía; relevando, por el contrario, la importancia de la sociedad civil que la escuela, en su autonomía cultural, debería integrar más decididamente en la formación ciudadana de sus estudiantes.

Notas

* Universidad Andrés Bello sede Viña del Mar, Liceo Eduardo de la Barra de Valparaíso. Colón 2184, Valparaíso, Chile. victor.figueroa@eduardodelabarra.cl.

** Centro de Estudios Avanzados, Universidad de Playa Ancha de Valparaíso. Traslaviña 450, Viña del Mar, Chile. ecavieres-cea@upla.cl.

 

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Fecha de Recepción: 29 de agosto de 2016
Primera Evaluación: 17 de octubre de 2016
Segunda Evaluación: 24 de octubre de 2016
Fecha de Aceptación: 24 de octubre de 2016

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