DOI: http://dx.doi.org/10.19137/praxiseducativa-2016-200204

ARTÍCULOS

 

Geografías de las ausencias

Geographies of absences

 

Leticia Nora GARCÍA*

 

Resumen: El sentido de visibilizar en el territorio la histórica subalterinización de grupos sociales por su condición de clase, etnia e identidad sexual, las relaciones con el ‘desarrollo’, las ausencias y silencios, responde a un interés ético-político de resignificar el sentido de los saberes académicos y de legitimarlos en la docencia geográfica. En este artículo se sintetizan algunas líneas de comprensión que se incluyen en la práctica de Geografía de América Latina, cátedra del Profesorado y Licenciatura en Geografía de la Facultad de Ciencias Humanas (UNLPam).

Palabras clave: Territorio; Patriarcado; Colonialidad; Capitalismo

Abstract: The reason of visualizing, in the territory, the historical subalterinization of social groups for their class, ethnicity, sexual identity, relations with the “development”, absences and silences, responds to an ethical and political interest in re- signifying the senseof academic knowledge, legitimizing it in the teaching of Geography. In this article, some lines of understanding are synthesized, which are included in the practice of Geography of Latin America, subject of the Teacher’s Program and Bachelor’s Degree in Geography, School of Human Sciences (UNLPam).

Keywords: Territory; Patriarchy; Colonialism; Capitalism

 

Introducción

El título de este artículo se inspira en las lecturas de Boaventura de Sousa Santos y representa el puntapié que colabora en reconocer la no presencia de temas, problemas y perspectivas en el discurso geográfico y también el desafío en ese reconocimiento, de abrir el campo para su inclusión.


“Retratos 3”, técnica mixta. Bibiana González

En este artículo se sintetizan algunas líneas de comprensión que se incluyen en la práctica de Geografía de América Latina, cátedra del Profesorado y Licenciatura en Geografía de la Facultad de Ciencias Humanas (UNLPam). El ámbito institucional favoreció diálogos y vínculos interdisciplinarios a través de dos iniciativas: el Programa Académico Institucional de Derechos Humanos y la cátedra extracurricular de Educación Sexual Integral y Derechos Sexuales y Reproductivos que lleva adelante la Facultad de Ciencias Humanas. Las dos líneas de acción institucional contribuyen a la propuesta de enseñanza multidisciplinaria enmarcada en los intereses de los y las estudiantes y en situaciones problemáticas contemporáneas. Los temas vinculados al territorio y ciudadanía en el marco de los Derechos transitan por un amplio abanico de temáticas y de categorías como género, sexualidad, derechos, ciudadanía, que fueron incluidas como dimensiones del territorio en cada uno de los ejes programáticos de la Cátedra Geografía de América Latina.
En ese sentido se propone pensar ‘América Latina’ más allá de la comprensión occidental y moderna con la que incluso la nominaron, y descubrir la diversidad infinita constitutiva de sus territorios.
Esa diversidad incluye modos diferentes de concebir el tiempo y el espacio, de producir, de organizarse; modos de ser y de sentir, de establecer relaciones, de pensar la naturaleza, de construir identidades. Esta diversidad -que no se agota en las mencionadas– ha quedado invisibilizada en los abordajes territoriales imbuidos de teorías y conceptos eurocéntricos que no rescatan estas dimensiones o más aún no las han valorado como contribuciones válidas.
Recuperar cuestiones naturalizadas, desde inocentes nominaciones, advirtiéndolas como actos de poder, otros modos de concebir el conocimiento y la representación de las y los sujetos sociales invitan a incorporar nuevas metodologías y nuevas categorías analíticas en el análisis espacial.

El espacio como parte integral de la producción de la sociedad

Cuando asumimos que la sociedad no es neutra, reconocemos su heterogeneidad, lo que indica que la producción y apropiación del espacio se explicarán más a través de factores socioculturales que económicos. Hablamos entonces de una característica constitutiva del territorio, la de apropiación, donde los sujetos por medio de estrategias diversas, trazan fronteras, mantenidas por las relaciones de fuerza. Así, ese carácter relacional y abierto del espacio-territorio es una esfera de yuxtaposición de distintos relatos, del forjamiento de relaciones nuevas, y a la vez es una fuente para la producción de nuevas trayectorias, nuevas historias. (Doreen Massey, 2009).
Estos presupuestos teóricos posicionan al espacio como parte integral de la producción de la sociedad. Esa producción social en América Latina no se puede separar del fenómeno del poder que tuvo una matriz de origen basada en la dominación, explotación y conflicto, según Quijano (2001) sobre el trabajo, el sexo, la autoridad colectiva, la subjetividad intersubjetividad.
El largo proceso de colonización europea estableció un patrón de colonialidad que se recrea hasta nuestros días en las prácticas sociales, políticas, económicas, culturales y académicas. Los supuestos que han caracterizado a la ciencia geográfica hegemónica basados en privilegios de sexo, de raza y clase, han dificultado la expresión de las espacialidades de los grupos de mujeres, de múltiples etnias, campesinos/as y de los que no encajan en el orden heterosexual dominante. Durante mucho tiempo las existencias espaciales de muchos ‘otros’ y de sus acciones concretas no fueron consideradas ‘adecuadas’ como objetos de estudio del campo de la geografía. Para Silva (2009) la razón de sus ausencias en el discurso geográfico debe ser entendida por la naturalización de los discursos hegemónicos de la geografía blanca, capitalista, masculina y heterosexual, que niega esa existencia y también impide el cuestionamiento de la diversidad de saberes que componen las sociedades y sus más variadas espacialidades.
En el camino del reconocimiento de estas ausencias nos permitimos contribuir al conocimiento del territorio desde perspectivas consideradas subalternas, no con temas cerrados sino con interrogantes que provoquen, generen dilemas, corran el velo de las yuxtaposiciones pasadas y presentes en el territorio de Abya Yala-América Latina.
¿Cómo visibilizar en el territorio las relaciones de poder y las dinámicas que configuran identidades? ¿Por qué incluir a las mujeres, campesinos, identidades sexuales y étnicas en los procesos de construcción-apropiación-representación de los territorios latinoamericanos e indagar el lugar de subalternidad? ¿Por qué hacer foco en acciones del capitalismo-racismo-patriarcado como sistema en los Estados-nación y su impacto en grupos subalternizados? ¿Cómo reconocer en el lugar-territorio y espacio las estructuras patriarcales? ¿Por qué indagar las perspectivas acerca del desarrollo? ¿Por qué incorporar el proceso de rearticulación del campo de los derechos y el papel que juega el Estado como responsable y garante de los mismos y su impacto territorial?
A partir de estos interrogantes que ‘piden justificación’, se han estructurado las metas de comprensión que responden a un interés ético-político de resignificar el sentido de los saberes académicos y al mismo tiempo de legitimarlos en la docencia geográfica.
Una consideración particular es el interrogante permanente acerca de si todas las problemáticas sociales son objeto de estudio en geografía. Alrededor de emergencias sociales, culturales, económicas, ambientales y todas ellas a su vez políticas, vinculadas con temáticas tocantes con la Geografía surge el desafío por un lado de la inclusión de ‘nuevos’ temas en el campo disciplinar y al mismo tiempo el reto político de instalarlos y sostenerlos teóricamente a fin de lograr su reconocimiento.
Simultáneamente nos preguntamos ¿por qué se presenta esta necesidad de reconocimiento y argumentación de ciertos dilemas éticos y políticos, temas y problemas de raíz histórica pero presentes hoy en la agenda contemporánea que a nuestro juicio también son geográficos?
Boaventura de Sousa Santos (2011) argumenta que las ideas académicas -que también marcaron a la Geografía- vinculadas con el pensamiento moderno occidental consisten en un sistema de distinciones visibles e invisibles, las invisibles constituyen el fundamento de las visibles. Las distinciones invisibles son establecidas a través de líneas radicales que dividen la realidad social en dos universos, el universo de ‘este lado de la línea’ y el universo del ‘otro lado de la línea’. La división es tal que el otro lado de la línea desaparece como realidad, se convierte en no existente, y de hecho es producido como no existente.
De esta manera no solo quedaron fuera temas y problemas no sustanciales para el saber hegemónico sino grupos sociales, identidades, entre muchas otras ausencias.
Incorporar la perspectiva de los Derechos Humanos y la Educación Sexual Integral en la enseñanza de la geografía es un desafío; ya que circulan aún hoy, ciertos presupuestos fuertemente arraigados en la enseñanza universitaria que desvinculan los saberes disciplinares y pedagógicos con aspectos de la subjetividad de las y los sujetos y junto a ello, los derechos.

Colonialidad, patriarcado y capitalismo como sistemas y campos problemáticos del territorio latinoamericano

Abya-Yala –América Latina como territorio, ensaya y recrea propuestas políticas y teóricas que vienen de históricos y nuevos frentes como el amplio movimiento de Derechos Humanos, reivindicaciones étnicas, identitarias, críticas del neoliberalismo, movimiento de mujeres, movimiento campesino, del ambientalismo entre muchas otras. Desde esas “ausencias” se inscriben pensamientos y paradigmas relegados del horizonte de comprensión occidental. En ese sentido Silva (2009) plantea el lugar coyuntural que tienen los estudios decoloniales, ya que categorías, conceptos, ideas son permanentemente interpeladas, re-generadas, en construcción permanente. Desde esta postura constructivista posicionamos el modo de leer, interpretar la realidad social que tiene necesariamente expresión espacial.
Se entiende entonces al Espacio como parte integral de la producción de la sociedad, en ese sentido no puede disociarse este proceso del fenómeno del poder que subyace, es orgánico al sistema mundial moderno (capitalista), colonial y patriacal.
Concebimos la colonialidad como un sistema ideológico que, apoyándose en algunas Ciencias Sociales justificó la lógica de la dominación de unos pueblos sobre otros. Dominación que, en la mayoría de los casos, también se validó con la ayuda de razonamientos filosóficos y preceptos morales que exponían argumentos para vincularse al otro, primitivo o atrasado, a superar los distintos estados de inferioridad en los que se encontraba respecto a la ‘Civilización’. De esta manera, la colonialidad se refiere a un patrón de poder que opera a través de la naturalización de jerarquías sociales que posibilitan la re-producción de relaciones de dominación territoriales y epistémicas que no sólo garantizan la explotación por el capital de unos seres humanos por otros a escala mundial, sino que también subalternizan y obliteran los conocimientos, experiencias y formas de vida de quienes son así dominados y explotados (Quijano, 2000).
Acerca de cómo ese orden jerárquico social se ha naturalizado, Maffia (2005) argumenta que “El sujeto del derecho y la política, el sujeto de la filosofía y la teología, incluso el sujeto de los derechos humanos, es desde la antigüedad hasta la modernidad varón, blanco y propietario. En esto han coincidido más de 2000 años de filosofía.” (Maffia, 2005:4) La intencionalidad de caracterizar la sociedad en términos dicotómicos y por lo tanto antagónicos provoca en el mismo acto la diferencia y la jerarquía. En síntesis lo que opera en el pensamiento moderno es esa jerarquización de la diferencia, con todo el peso de disvalor que encierra la jerarquía.
Lopes Louro (1999) advierte que en el ámbito de la cultura y de la historia se definen las identidades sociales (todas ellas y no solamente las identidades sexuales y de género sino también las identidades de raza, de nacionalidad, de clase etc.) Esas múltiples y distintas identidades constituyen a los sujetos en la medida en que estos son interpelados a partir de diferentes situaciones, instituciones o agrupamientos sociales. Reconocerse en una identidad supone pues responder afirmativamente a una interpelación y establecer un sentido de pertenecía a un grupo social de referencia. Nada hay de simple o de estable en ese todo, pues esas múltiples identidades pueden cobrar, al mismo tiempo, lealtades distintas, divergentes y hasta contradictorias. Somos sujetos de muchas identidades. “Somos sujetos de identidades transitorias y contingentes. Por lo tanto las identidades sexuales y de género (como todas las identidades sociales) tienen un carácter fragmentado, inestable, histórico y plural afirmado por los teóricos y teóricas culturales”. (Lopes Louro, 1999: 34)
Entrenamos nuestros sentidos para percibir y decodificar las marcas de identidad y de diferenciación; aprendemos a los sujetos por sus comportamientos por su gestos y corporalidad y por las expresiones. Todo ello implica la institución de desigualdades, de ordenamientos, de jerarquías y está, sin duda estrechamente relacionado con las redes de poder que circulan en una sociedad.
Las representaciones son atravesadas por las relaciones de poder, “el poder define la forma como se procesa la representación, la representación, a su vez, tiene efectos específicos, ligados, sobretodo, a producción de identidades culturales y sociales, reforzando así las relaciones de poder”. (Tomaz Tadeu da Silva 1998 en Lopez Louro1999)
Los grupos sociales que ocupan las posiciones centrales, ‘normales’ (de género, de sexualidad, de raza, de clase, de religión, etc.) tienen posibilidad no solo de representarse a sí mismo, sino también de representar a los mismos (y sobre los otros); presentan como patrón su propia estética, su ética o su ciencia y arrogancia o derechos de representar (por la negación o por la subordinación) las manifestaciones de los demás grupos. Por todo esto se afirma que las identidades sociales y culturales son políticas. Las formas cómo ellas se representan o son representadas, los significados que atribuyen a sus experiencias y prácticas son siempre atravesados y marcados por formas de poder: la “política de identidad” gana sentido como dice da Silva, es a través de ella que “los grupos subordinados contestan precisamente la normalidad y la hegemonía” de las identidades tenidas como ‘normales’ (Lopes Louro, 1999).


“Retratos 4”, técnica mixta. Bibiana González

Estas ideas se fundan en la noción de ‘posiciones múltiples’ que permiten abrir la aparente homogeneidad de la subjetividad, vinculando la experiencia de género con la sexualidad y poniendo en juego las identificaciones con diferentes posiciones subjetivas, provocando la desestabilización de la noción de una identidad única.
También los actos de nominación han actuado como actos de poder aunque al mismo tiempo de resistencia. La interpelación al nombre de América Latina por los pueblos originarios y la cada vez más usada expresión Abya Yala apela a la construcción de un sentimiento de unidad y pertenencia. Porto Goncalvez (2009) entiende que el fin del colonialismo no significó el de la colonialidad, sino que el surgimiento del sistema mundo moderno se da en simultáneo con la construcción de la colonialidad. De ese modo la descolonización del pensamiento se coloca como central en los pueblos originarios de Abya Yala. La lucha por el territorio asume un carácter central y una nueva perspectiva teórica anuda la dimensión subjetiva, cultural con la dimensión material (agua-biodiversidad-tierra)
Según Silva (2012) Abya Yala se configura, por lo tanto, como parte de un proceso de construcción político-identitario en el que las prácticas discursivas cumplen un papel relevante de descolonización del pensamiento.
Otro embate decolonial fundado en la teoría y práctica de las feministas ha sacado a la luz y ha denunciado las estrategias y la violencia por medio de las cuales “los sistemas de explotación, centrados en los hombres, han intentado disciplinar y apropiarse del cuerpo femenino, poniendo de manifiesto que los cuerpos de las mujeres han constituido los principales objetivos –lugares privilegiados– para el despliegue de las técnicas de poder y de las relaciones de poder.” (Federici, 2010: 28) como también de la acumulación del capital.
Boaventura de Sousa Santos (2011) advierte que las mujeres han sido consideradas seres cuya humanidad es problemática (más peligrosa o menos capaz) en comparación con la de los hombres. Llama patriarcado a la dominación sexual que este prejuicio genera y cultura patriarcal, al sentido común que lo alimenta y reproduce. La persistencia histórica de esta cultura es tan fuerte, que en regiones donde ha sido oficialmente superada por la consagración constitucional de la igualdad sexual, las prácticas cotidianas de las instituciones y las relaciones sociales continúan reproduciendo el prejuicio y la desigualdad (Sousa Santos, 2011). Desde esta perspectiva, el patriarcado excede el sentido vinculado a los progenitores o a las relaciones siempre familiares.
En la sociedad capitalista, el cuerpo es para las mujeres lo que la fábrica es para los trabajadores asalariados varones: el principal terreno de su explotación y resistencia, en la misma medida en que el cuerpo femenino ha sido apropiado por el Estado y los hombres, forzado a funcionar como un medio para la reproducción y la acumulación de trabajo. En este sentido, es bien merecida la importancia que ha adquirido el cuerpo, en todos sus aspectos –maternidad, parto, sexualidad–, tanto dentro de la teoría feminista como en la historia de las mujeres. (Federici 2010: 30).
La acumulación originaria del capital, en Abya Yala-América Latina estuvo estrechamente vinculada con la esclavitud y la violencia. Las marcas de esa violencia ordenadora aún persisten en los cuerpos de las mujeres.
La difusión del capitalismo global enuncia procesos de feminización de la pobreza, de la supervivencia y de los circuitos transfronterizos, todos ellos con un enorme impacto sobre la vida de mujeres, niños y niñas. (2003) refiere a estos procesos de feminización como circuitos alternativos o ‘lo que no se ve’ pero forman parte del sistema capitalista. Los ejemplos del narcotráfico; trata de personas y explotación sexual y laboral han dado cuenta de ser parte de circuitos que directa o indirectamente se asocian con condiciones que se encuentran en el corazón de la economía global y ligados estrechamente al sistema patriarcal. La autora encuentra en sus estudios que estos circuitos están propiciados por la economía global y que la misma ha producido una infraestructura institucional que en muchos casos naturaliza su expresión. ¿Qué develan? Conexiones sistémicas entre mujeres más pobres y de baja remuneración (representadas más como carga que como recurso) y formas emergentes de producir ganancias ilegales, así como de importación de divisas para los gobiernos.
La autora caracteriza a estos circuitos como legales (como las remesas remitidas por los migrantes) y/ o ilegales como el tráfico o trata de personas, todos ellos son componentes de la economía globalizada y están imbricados en alguna de las dinámicas que constituyen la globalización. Esto significa que la llamada economía sumergida o informal, e incluso la ilegal, no son una desviación o anomalía del sistema, sino más bien elementos estructurales del mismo.
En el corazón del capitalismo no sólo encontramos una relación simbiótica entre el trabajo asalariado-contractual y la esclavitud sino también, y en relación con ella, podemos detectar la dialéctica que existe entre acumulación y destrucción de la fuerza de trabajo, tensión por la que las mujeres han pagado el precio más alto, con sus cuerpos, su trabajo, sus vidas. (Federici: 2010:30)
En esta línea de análisis se analiza fundamentalmente la dinámica de los conflictos socioterritoriales en el marco del capitalismo cuyo proceso histórico no es solamente económico (material) sino que enmaraña inmaterialidades que se vinculan con apropiaciones, explotación y dominio de clase, género(s) y etnía. El capital tiene una vinculación fundante con el espacio, al respecto Lefebvre (1974) resalta, es el espacio y por el espacio donde se produce la reproducción de las relaciones de producción capitalista.
Harvey (2007) recupera las ideas de Lefebvre (1976), Lenin (s/f) y Luxemburgo (1968) acerca de la sobrevivencia del capitalismo a través de la reproducción espacial e incorpora los ajustes temporales. Su visión del actual patrón de reproducción identifica la ‘desposesión’ como marca del ‘nuevo imperialismo’. Induce a pensar que esas marcas persistentes a lo largo de la geografía histórica, tipificadas como canibalísticas, depredadoras y fraudulentas y vinculadas al contexto de acumulación originaria del capital, hoy no difieren del capitalismo actual, por ello reactualiza el término originario (por atemporal) por el de “acumulación por desposesión”. De Angelis (1999) sugiere que la acumulación originaria está presente en la matriz del sistema capitalista asumiendo un carácter continuo. García (2015) ejemplifica a través del sistema prostibulario ese carácter continuo: “la prostitución, se configura como una actividad económica que regenera formas de acción y amplía su espacio geográfico pero sus bases fundantes combinan, en la mayor parte de los casos, pobreza y desigualdad sexual, explotación económica y explotación sexual y son marcas de continuidad.” (García, 2015: 207) La desposesión invade campos de la vida cotidiana, de los saberes, de los bienes comunes, de la naturaleza, de la tierra. En todos los casos Abya Yala-América Latina da cuenta de cómo el sistema colonial y patriarcal se articula con el capitalismo y todos ellos fundados en relaciones de poder marcados por la desigualdad.

A modo de cierre

Se entiende que la Geografía, como el resto de las Ciencias Sociales, cuenta con una riqueza conceptual particular, en la que confluyen o entran en conflicto distintos enfoques, lecturas, visiones de la realidad. Esta posibilidad de perspectivas múltiples le confiere un singular dinamismo a fin de que los/las estudiantes puedan acercarse a un discurso complejo, plural, rico y contrastado sobre el acontecer humano. En este nuevo escenario pensar el territorio/territorialidad supone deconstruir más que construir nuevas bases teóricas, supone elaborar inversiones, sustituciones incluso a partir de las ausencias, vacíos, y silencios.


“Retratos 5”, técnica mixta. Bibiana González

Situar la enseñanza de la Geografía en una dinámica que incluya disrupciones, yuxtaposiciones, incorporando problemas particulares a procesos globales contemporáneos permite analizar los territorios desde múltiples perspectivas. Esas perspectivas colaboran en evitar cristalizar abordajes de contenidos, sobre todo los escolares. Correr el velo sobre las particularidades territoriales es justamente ver el mundo de manera diferente. Preservando lógicas del análisis territorial desde perspectivas culturales y decoloniales, el espacio de geografía en la escuela puede colaborar en desarticular la moralidad patriarcal apuntando a desarrollar una sensibilidad ética, una sensibilidad “al otro” a lo ajeno. Hoy más que nunca los territorios latinoamericanos demandan una enseñanza emancipadora reconociendo las diferencias y apelando a la ética y al derecho. (García, L. 2013)

Notas

* Profesora en Geografía. Especialista en Estudios Sociales y Culturales. Profesora Asociada en la Cátedra Geografía de América Latina. Departamento de Geografía. Facultad de Ciencias Humanas UNLPam. La Pampa, Argentina. leticia.garcia092@gmail.com.

 

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Fecha de Recepción: 9 de marzo de 2016
Primera Evaluación: 20 de marzo de 2016
Segunda Evaluación: 27 de abril de 2016
Fecha de Aceptación: 27 de abril de 2016

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