DOI: http://dx.doi.org/10.19137/huellas-2023-2725

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RESEÑAS

El petróleo en el imaginario social mexicano. Nación, patrimonio y soberanía. Josafat Morales Rubio. UPAEP. Tirant humanidades, Ciudad de México, 2020.

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Conocer desde la historia nos permite revisar procesos identitarios nacionales. Es el caso del libro de Josafat Morales Rubio quien, en “El petróleo en el imaginario social mexicano. Nación, patrimonio y soberanía” (2020), analiza la apropiación simbólica de este hidrocarburo en México, recuperando un proceso que se extiende desde la expropiación del recurso de manos extranjeras en 1938, hasta la actualidad.

La intención del autor es enfatizar sobre el lugar especial que ocupa la industria petrolera, al punto de conformar una identidad particular, enunciable mediante acontecimientos generados desde una elite política y económica gubernamental en distintos períodos respecto del lugar que ocupa el petróleo en la soberanía mexicana, pero también con elementos culturales subrepticios que trascienden intencionalidades materiales específicas. Explicaremos mejor esta afirmación.

El libro de Morales Rubio, profesor investigador de la Facultad de Ciencia Política y Gobierno de la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (UPAEP), deriva de su tesis doctoral titulada “El petróleo y la Nación: el impacto del imaginario social sobre la discusión de la reforma energética de 2013”. Esta, busca desnaturalizar la innegable importancia macroeconómica del petróleo de México, para conocer junto con ello el valor simbólico que ha permitido constituir parte de lo que hoy se describe como el nacionalismo en ese país. El autor afirma que, a pesar de los cambios de gobiernos, partidos políticos e incluso modelos económicos, aquella idea de que el petróleo es “de todos los mexicanos” se ha mantenido constante en la historia del país y se preguntará por los motivos que exceden acontecimientos políticos y económicos, para transformar al petróleo en algo más.

En diez apartados, el autor relata con fuentes documentales, bibliográficas, archivísticas y analíticas desde teorías historiográficas y de imaginarios sociales, el modo de apropiación simbólica del petróleo como patrimonio nacional y soberano de un país en construcción luego del proceso de colonización. El relato inicia así:

Ante la sorpresa de propios y extraños, el 18 de marzo de 1938 el presidente Lázaro Cárdenas anunció por radio a todo el país la nacionalización de la industria petrolera mexicana, por entonces mayoritariamente en manos extranjeras. A pesar de las dificultades iniciales, la industria se convirtió en poco tiempo en una de las principales del país, apoyando así el espectacular desarrollo económico durante el llamado ‘milagro mexicano’(p. 9).

Como buen historiador, Morales Rubio reconstruirá setenta y cinco años de sucesos en torno a las políticas hidrocarburíferas, deteniéndose en aspectos legales y de geopolítica que llevaron a la toma de decisiones político-económicas respecto a lo que será la empresa nacional PEMEX (Petróleos Mexicanos). Así, a la expropiación y sus consecuencias respecto de las empresas extranjeras hasta entonces dueñas del petróleo -el origen fundante de este elemento como catalizador de un patrimonio y, como tal, soberano-, le seguirán los pasos llevados adelante por los gobiernos de la revolución entre 1940 y 1976. Luego, proseguirá lo que el autor denomina “el giro de timón” respecto a gobiernos definidos desarrollistas, sucedidos entre 1976 y 1988; la consiguiente ley orgánica de 1992 y la fallida reforma energética de 2008 (entonces, en un marco de gobierno neoliberal). Finalmente, la descripción y análisis alcanza la reforma energética de 2013 y el actual período de gobierno, con Andrés Manuel López Obrador en la presidencia desde 2018.

El sentimiento sobre el petróleo como elemento soberano excede marcos políticos y acciones de gobierno. En cada uno de los períodos mencionados, el acontecer se va a describir anclado en procesos que lograron madurar y sostener un imaginario social mexicano referido al recurso como elemento unificador que permite activar políticas públicas. El autor lo ilustrará con un relato historiográfico fundado en fuentes primarias y secundarias, transido por descripciones de himnos, slogans, publicidades, referencias mediáticas, discursos políticos, entre otros. Morales Rubio afirma que la educación básica y los medios de comunicación jugaron y juegan un papel importantísimo en el fortalecimiento de lo que hoy es el petróleo dentro del imaginario social. Expresa, de igual modo, que gobiernos de derecha y de izquierda recuperan el elemento identitario, pero que este último los antecede, por cuanto “el imaginario no es una ideología privada de algunos de estos grupos, sino un elemento compartido por la sociedad” (p. 228). Para el pueblo mexicano, el petróleo y su pertenencia es un modo de posicionarse frente a otro: “Esta relación entre el petróleo y el extranjero, principalmente los Estados Unidos, se quedará dentro del imaginario y aparecerá constantemente” (p. 41).

En suma, el texto es una hipótesis unificada acerca de una significación predominante vinculada a un elemento que sobrepasa la definición de commodity. Este, podría ser considerado tal, si se produjera únicamente en el marco de unas políticas públicas de desarrollo productivo de una nación. Pero nunca ocurre de ese modo. Morales Rubio deja en claro que la fuerte significación del petróleo se corresponde con factores simbólicos prevalentes en la sociedad mexicana. A saber: Si la expropiación petrolera de inicios del siglo XX formó parte del metarrelato revolucionario, los posteriores gobiernos -incluso los situados en las antípodas, como fueron y son los neoliberales- los pudieron sostener debido a la inclusión de esos esquemas de valores, conceptos, sentidos otorgados por la sociedad mexicana que les permite decirse desde allí, como nación y más que ello también. Y allí reside el acierto de Josafat Morales Rubio, cuando acompaña el acontecer histórico sobre un recurso clave para el ser mexicano, con el elemento imaginario que comprende esa constitución a lo largo del tiempo.

En síntesis, quienes vayan a continuar estudios relativos a la conflictividad geoestratégica por los recursos naturales, deberán tener presentes que no se trata de una disputa únicamente material en el caso del petróleo en México. Deberá tener en cuenta que intervienen simbolismos construidos y sostenidos históricamente que expresan componentes heterogéneos enquistados en el sentir y el hacer social y cultural. El libro “El petróleo en el imaginario social mexicano. Nación, patrimonio y soberanía” abre la puerta a futuros análisis sobre conflictividades ambientales y extractivistas desde teorías sociales que proponen mirar más allá de la materialidad. Sin dudas, si es el petróleo en México, el cobre en Chile o la soja en Argentina, las significaciones que se otorguen deberán vincular la historia con la economía y la política y, estas últimas, con las subjetividades que permiten que transcurra no solo la comprensión de esos procesos, sino las posibles acciones derivadas de ellos.

Andrea Marina D’Atri

Universidad Nacional de La Pampa

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