DOI: http://dx.doi.org/10.19137/huellas-2023-2709


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Cita sugerida: López Rasch, M.  (2023). Estrategias de una familia horticultora de origen boliviano en el área metropolitana Santa Rosa – Toay (La Pampa, Argentina). Revista Huellas, Volumen 27, Nº 1, Instituto de Geografía, EdUNLPam: Santa Rosa. Recuperado a partir de: http://cerac.unlpam.edu.ar/index.php/huellas

ARTÍCULOS


Estrategias de una familia horticultora de origen boliviano en el área metropolitana Santa Rosa – Toay (La Pampa, Argentina)

Strategies of a horticulturist family from Bolivia in the Santa Rosa – Toay metropolitan area (La Pampa, Argentina)

Estratégias de uma família de horticultores de origem boliviana na área metropolitana de Santa Rosa - Toay (La Pampa, Argentina)

Mariano López Rasch[1]

Universidad Nacional de La Pampa

marianolopezrasch@gmail.com

Resumen: En este artículo se pretenden reconstruir las estrategias de reproducción social llevadas a cabo por una familia horticultora de origen boliviano en el área metropolitana Santa Rosa - Toay. Se presenta una territorialidad particular en un contexto donde conviven obstáculos, oportunidades, procesos globales y singularidades locales para el desarrollo de esta unidad productiva y doméstica que persigue la obtención de capitales (clasificados conceptualmente por Pierre Bourdieu como económicos, culturales, sociales y simbólicos). A su vez, las prácticas sociales analizadas poseen características de la agricultura familiar y demuestran su potencial para contribuir en la consecución de la soberanía alimentaria. Asimismo, el ámbito periurbano seleccionado en el centro de Argentina, un espacio de borde sometido a significativas transformaciones provocadas por el sistema capitalista, también tiene su correlato en las estrategias llevadas a cabo. De este modo, el recorte espacio-temporal comprende el área metropolitana Santa Rosa – Toay, entre los años 2002 y 2022. Se opta por la metodología cualitativa por su carácter interpretativo del complejo mundo social. Además, se establecen diálogos entre diversos aportes teóricos, lo observado y la información proveniente de entrevistas en profundidad, cartografía, noticias, documentales y datos de organismos gubernamentales.

Palabras clave: Estrategias ; Territorialidad ; Horticultura ; Bolivia ; Soberanía alimentaria

Abstract : The aim of this paper is to reconstruct the social reproduction strategies of a horticulturist family from Bolivia in the Santa Rosa – Toay metropolitan area. A particular territoriality is present in a context where obstacles, opportunities, global processes and local singularities coexist for the development of this productive and domestic unit that seeks to obtain capital (conceptually classified by Pierre Bourdieu as economic, cultural, social and symbolic). At the same time, the social practices analyzed have characteristics of family farming and demonstrate their potential to contribute to the achievement of food sovereignty. Likewise, the peri-urban area selected in the center of Argentina, an edge space subjected to significant transformations caused by the capitalist system, also has its correlation in the adopted strategies. In this way, the space-time aspect includes the Santa Rosa - Toay metropolitan area, between the years 2002 and 2022. The qualitative methodology is chosen for its interpretative nature of the complex social world. In addition, dialogues are established between various theoretical contributions, what is observed and information from in-depth interviews, cartography, news, documentaries and data from governmental agencies.

Key words: Strategies ; Territoriality ; Horticulture ; Bolivia ; Food sovereignty

Resumo : Este artigo tem como objetivo reconstruir as estratégias de reprodução social realizadas por uma família de horticultores de origem boliviana na área metropolitana de Santa Rosa - Toay. Uma territorialidade particular se apresenta em um contexto onde coexistem obstáculos, oportunidades, processos globais e singularidades locais para o desenvolvimento dessa unidade produtiva e doméstica que busca obter capital (classificado conceitualmente por Pierre Bourdieu como econômico, cultural, social e simbólico). Por sua vez, as práticas sociais analisadas possuem características da agricultura familiar e demonstram seu potencial de contribuir para a conquista da soberania alimentar. Da mesma forma, a área periurbana selecionada no centro da Argentina, um espaço de borda submetido a transformações significativas causadas pelo sistema capitalista, também tem seu correlato nas estratégias realizadas. Desta forma, o recorte espaço-temporal compreende a área metropolitana de Santa Rosa - Toay, entre os anos de 2002 e 2022. A metodologia qualitativa é escolhida por seu caráter interpretativo do complexo mundo social. Além disso, estabelecem-se diálogos entre diversos aportes teóricos, o que se observa e informações provenientes de entrevistas em profundidade, cartografia, notícias, documentários e dados de órgãos governamentais.

Palavras-chave: Estratégias ; Territorialidade ; Horticultura ; Bolívia ; Soberania alimentar

RECIBIDO 14-02-2023 / ACEPTADO 31-03-2023

Introducción

En la Argentina de los últimos años, el derecho humano a la alimentación (sana, segura y soberana) cobró notoriedad en la agenda política del Estado y de diversas organizaciones sociales. Dicha tendencia se repitió en el área metropolitana Santa Rosa - Toay[2], en la provincia de La Pampa (Argentina). De hecho, en el año 2020, Luciano Di Napoli (intendente de la ciudad de Santa Rosa) afirmó que: “sólo el 5% de lo que consumimos los santarroseños y santarroseñas se produce en nuestra ciudad” (Municipio de Santa Rosa, 2020). Es que esta preocupante falta de soberanía alimentaria en un espacio compuesto por más de un tercio de la población provincial (lo que equivale a 120.000 habitantes aproximadamente) quedó expuesta con mayor visibilidad durante la pandemia por Covid-19, donde el aumento de los precios de los alimentos pasó a ser una preocupación del general de la sociedad (INDEC, 2010; INDEC, 2022).

En relación a ello, esta aglomeración situada en la llanura oriental del espacio agropecuario de La Pampa (Covas, 1998), todavía no logró consolidar un espacio periurbano[3] con actividades productivas para su abastecimiento alimenticio local. Situación contrapuesta a la de otras conurbaciones del país, como el Área Hortícola Bonaerense que, más allá de que sufrió importantes transformaciones durante las últimas décadas, siguió vigente en torno al área metropolitana de Buenos Aires (Benencia, 2011; García, 2014). A su vez, la proximidad de Santa Rosa y Toay con el entorno rural no implicó facilidades en el acceso a los alimentos. Es que, a partir de la segunda mitad del siglo pasado, se dio un vertiginoso desarrollo en los medios de transporte y en las técnicas agrarias que desplazó a población rural que los generaba para autoconsumo y mercados locales. Además, el proceso de expansión urbana y del capital inmobiliario fue legitimado por normativas municipales que alteraron los usos del suelo. En consecuencia, esto afectó severamente la disponibilidad de tierras para la producción alimenticia: hortalizas, frutales, ganado menor, tambos, etc. (Ermini, 2011).

A pesar de ese marco, en el año 2002 arribó a dicho espacio un grupo familiar boliviano que se dedicó a la horticultura. Este caso se correspondió con el proceso general, iniciado en la década de 1980, donde las desigualdades del capitalismo global otorgaron un mayor impulso al flujo migratorio proveniente desde Bolivia hacia diversas regiones de Argentina. Allí, la producción hortícola[4] fue una de las actividades económicas con mayor inserción laboral de personas de tal procedencia y desde donde se tejieron sólidas redes migratorias trasnacionales (Cassanello, 2009; Sassone, 2009).

Frente a ese panorama, este trabajo se propuso el objetivo de reconstruir estrategias de reproducción social puestas en prácticas por esta única familia horticultura de origen boliviano en el área metropolitana Santa Rosa – Toay, entre los años 2002 y 2022. Cabe aclarar que, por las características que presentó, este grupo fue abordado desde el concepto de agricultura familiar. El recorte espacio-temporal para el análisis de este caso respondió al año de arribo de la familia al área de estudio y, a su vez, a los significativos cambios que se dieron en el modelo político-económico neoliberal vigente en el país hasta ese entonces.

Con ello, se pretendió aportar nuevas perspectivas teóricas y conocimientos empíricos ante la escasez de estudios cualitativos centrados en las estrategias de reproducción social, así como en el componente étnico, de sujetos que llevaron adelante la producción hortícola en el contexto especificado. A su vez, se buscó contribuir al estudio de un sector productivo sumamente importante en la consecución de la soberanía alimentaria -al punto de que fue considerado asunto estratégico por el Poder Ejecutivo Nacional en su Decreto N° 480/2022)- pero que, sin embargo, se mostró muy vulnerable en el recorte espacio-temporal analizado.

Por tal motivo, se pensó en las posibles contribuciones de un estudio de este tipo en la formulación de políticas públicas tendientes a fomentar la construcción territorial de emprendimientos hortícolas destinados al consumo local. Además del aporte a la soberanía alimentaria y sus beneficios derivados (como los servicios ecosistémicos y la contención de la expansión urbana), aquí se consideró la necesidad de confrontar la tendencia global caracterizada por un avance espacial de capitales especuladores y extractivistas que entorpecen el desarrollo social, justo y equitativo de las localidades.

Por otro lado, en esta instancia investigativa, se priorizó la profundización analítica del caso elegido por encima de la cantidad. Este resultó de suma importancia ya que, en la indagación de fuentes directas e indirectas, demostró ser de los pocos emprendimientos hortícolas estables en las últimas dos décadas dentro del área de estudio. Por lo tanto, contó con una mayor antigüedad ininterrumpida que la mayoría de las otras experiencias, muchas de las cuales no continuaron debido a la vulnerabilidad económica existente en el sector. Esto permitió comprender continuidades y rupturas espacio-temporales en relación a los objetivos del trabajo. Además, se detectó que actualmente es de los pocos casos con dedicación exclusiva hacia el sector. En muchos otros, la producción hortícola se tornó una actividad complementaria o de medio tiempo. No obstante, en futuras investigaciones se espera incluir el estudio de otros/as horticultores/as con el fin de profundizar la comprensión de esta actividad en el área metropolitana Santa Rosa-Toay.

¿Por qué el estudio de las estrategias en el territorio?

El estudio de las estrategias se tornó importante porque posibilitaron la comprensión de aquellos cursos de acción que la familia horticultora decidió ejecutar, de forma consciente o inconsciente, con el objetivo de mantener o mejorar su posición en la estructura social. De este modo, a través de la unidad familiar se pudieron analizar las relaciones entre los condicionamientos sociales (materiales y simbólicos) del particular contexto espacio-temporal y los comportamientos de los sujetos frente a la satisfacción de múltiples necesidades u objetivos (Massa, 2010; Gutiérrez, 2011).

En otras palabras, las estrategias fueron concebidas como prácticas sociales realizadas en forma constante por los sujetos a través de acciones y formas de percepción que permitieron el desarrollo de procesos de producción-reproducción (biológica, social y cultural) de los grupos. Con ellas, tendieron a conservar o aumentar su capital (económico, social, cultural y simbólico) que, correlativamente, repercutió en su posición en la estructura de relaciones de clase. A su vez, se hallaron inmersas en específicos contextos históricos-espaciales con sus propias particularidades ideológicas, culturales, económicas, políticas, subjetivas, entre otras. Es que Pierre Bourdieu, reconoció la influencia de la estructura social sobre las posibilidades de acción de los agentes y, a su vez, el papel activo de estos en la constitución y reconstitución de las relaciones sociales. Es decir, que las prácticas sociales fueron condicionadas socialmente por el encuentro entre un campo específico (estructuras sociales externas) y por el hábitus de quién las produjo (estructuras sociales internalizadas que se manifestaron en la manera de pensar, las tendencias de actuar y la forma de percibir el mundo) (Bourdieu, 1988; Comerci, 2018; Hernández Flores, 2021).

De este modo, la posición de cada agente quedó definida por la distribución de poder que actuó en cada campo y el lugar que allí ocupó de acuerdo a su capital. Entonces, quienes detentaron posiciones similares en el espacio social fueron atravesados por condicionamientos, posibilidades e intereses semejantes y, por lo tanto, produjeron estrategias parecidas. De hecho, la persistencia en Argentina de pequeñas explotaciones de productores familiares capitalizados y campesinos, que pusieron en práctica estrategias de adaptación y resistencia, constituyeron continuidades reproducidas en diferentes espacios del país en un contexto de expansión del capitalismo agrario (Comerci, 2018; Hernández Flores, 2021).

Estas estrategias significaron importantes características en la construcción social del territorio analizado. Este concepto fue definido desde la geografía crítica como un espacio que mediante relaciones de poder fue delimitado, dominado, controlado y apropiado, material y simbólicamente, por individuos o colectivos sociales durante un momento histórico determinado. Se pudo presentar de forma continua o fragmentada y en él se produjeron y reprodujeron, a distintas escalas, representaciones simbólicas y materialidades que legitimaron las relaciones sociales y afianzaron identidades. Pero también pudieron existir conflictos por el control y la delimitación de ciertas áreas de influencia. En consecuencia, esto supuso la conformación de territorialidades (o formas específicas de pensar, concebir, producir y reproducir el territorio) que entraron en tensión (Haesbaert, 2013).

Por todo ello, se pensó a la estrategia como un concepto maleable y operativo para los fines de este trabajo. Además, se consideró pertinente la implementación de la metodología cualitativa. Esta es ampliamente interpretativa del mundo social, sensible a su contexto, detalle y complejidad y es flexible para la generación de datos. Además, permitió privilegiar la profundidad y la particularidad sobre la extensión. Esto, mediante la adecuación de los métodos y teorías al análisis de la realidad y la consideración de las subjetividades interactivas del investigador y de los actores implicados como parte del proceso científico (Vasilachis de Gialdino, 2007).

A su vez, se optó por la entrevista en profundidad por el tipo de información que se pretendió obtener: confiable, sistemática, general y detallada. Esta elección se debió a que el diálogo propuesto, motivado, sostenido y acordado permitió conocer rasgos del mundo social de las personas. En consecuencia, el centro de la escena lo ocupó la/el entrevistada/o. Por lo tanto, el saber interpretar lo dicho (o silenciado) y hecho fue esencial para comprender, mediante la teoría, la información que esta/e dispuso (Scribano, 2008; Taylor y Bogdan, 1986; Calveiro, 2005 en Comerci, 2018). Cabe aclarar que no se priorizó el número de casos entrevistados, sino el potencial de estos (informantes claves) para la comprensión teórica del objeto de estudio (Ellen, 1984 en Guber, 2000).

De esta manera, en este trabajo se establecieron diálogos entre diversos aportes teóricos, lo observado y la información proveniente de entrevistas, cartografía, noticias, documentales y datos de organismos gubernamentales. En sintonía con Comerci (2018), se combinaron estos materiales empíricos con el fin de reconstruir las estrategias de reproducción social y su impacto territorial (material y simbólico). Estas construcciones sociales se detallaron en el apartado siguiente. Posteriormente, se esbozaron reflexiones finales y posibles líneas de investigación a profundizar.

Una familia, una territorialidad, múltiples estrategias

Las estrategias permitieron comprender cómo la familia horticultura de origen boliviano analizada resolvió sus problemas de sustento y organizó sus recursos en relación a su territorialidad (Comerci, 2019). En primer lugar, cabe mencionar que, por lo general, la fuerza de trabajo migrante se insertó en condiciones laborales precarias y en un contexto discriminatorio en el marco de una economía cada vez más globalizada (Benencia, 2004). Asimismo, el flujo migratorio boliviano hacia la Argentina creció gracias al asentamiento de redes sociales trasnacionales que reprodujeron los ciclos migratorios a través de varias generaciones y posibilitaron la acumulación de capital social. Estas surgieron producto de las desigualdades del sistema capitalista global ya que, si bien los individuos migraron por decisiones personales, esa opción fue producida socialmente (Cassanello, 2009). Por otro lado, desde la década de 1980, se advirtió su activa presencia en la horticultura de cinturones verdes y valles de regadío, incluso en la región pampeana (Sassone, 2009). El testimonio de un integrante de la familia estudiada reflejó este proceso:

Yo vine al valle (de Río Negro) con mi padre en el ‘84. Entramos desde Bolivia (…) Estaba mi hermano en Villa Regina, que venía de Mendoza. Y entramos a producir y no había nadie, ni paisanos ni producción. Hoy vas al valle y está lleno de bolivianos de punta a punta, ja ja. Porque es negocio. Porque hay un mercado en Neuquén y está todo Bariloche. Acá es un nicho muy chiquitito (…) En el medio también estuve en (Gobernador) Duval. Pero muy lejos todo, el mercado. Nos tuvimos que pegar la vuelta al valle porque no daba (…) Y cuando fue la crisis de De la Rúa me vine acá (…) Me pareció una buena idea venir acá a producir porque vi que no producía nadie (...) Las condiciones en ese momento eran difíciles (entrevista a horticultor, 2022[5]).

Por otro lado, la reducción de gastos, el trabajo familiar (incluido el de miembros menores de 18 años) y el extrapredial fueron estrategias de suma importancia para lograr la capitalización económica. En gran parte, ello explicó el acceso a la propiedad de la tierra luego de trabajar ocho años (a partir del 2002) bajo un contrato de tipo aparcería con el Municipio de Toay (que aportó los terrenos a producir). Este acuerdo contó con la particularidad de que, en un contexto donde el Estado empezó a paliar ciertas consecuencias socioeconómicas del modelo neoliberal, una proporción de la producción fue destinada a comedores de la localidad (por todo ello es que se habló de “huerta comunitaria”). Cabe acotar que, posteriormente, esto se replicó mediante convenios similares en la localidad de Ataliva Roca y, a principios del año 2022, en una parcela de la Escuela Hortícola Municipal de Santa Rosa (ver Figura N° 1). A su vez, de forma similar a lo que sucedió en el área hortícola bonaerense, para conseguir ese ascenso social fue fundamental la capacidad de ahorro que se vio favorecida por la reactivación económica pos-crisis del 2001 (Benencia y Quaranta, 2006). Con respecto a ese trayecto, se afirmó:

Yo arranqué en una huerta comunitaria, que yo les daba a los comedores en esa época (...) En el 2002, justo con la caída de De la Rúa, ¿viste? Un problema económico terrible (…) Parecido al convenio que tengo acá (por una hectárea de la Escuela Hortícola Municipal de Santa Rosa), que también se entrega algo (...) Yo arranqué ahí, haciendo verdeo y puerro. Hacía a campo nada más. Poco riego, no tenía invernaderos, nada (…) Solamente una huerta con una perforación que además el agua la compartíamos con los horneros (…) Nos dieron una casita, la del sereno (…) Después me ayudó mucho el sistema económico que se acomodó para el 2006, 2007 (…) Entonces en esa época yo logré comprarme una quinta, de dos hectáreas. Y que del 2010 al 2015 me generaba ganancias más a menos… porque me la dieron a pagar (…) Trabajaba también en Ataliva Roca, en una quinta parecida a esta. Y pude pagar esa tierra (entrevista a horticultor, 2022).

Figura Nº 1. Localización de explotaciones hortícolas producidas por la familia boliviana analizada en el área metropolitana Santa Rosa – Toay

Fuente: Elaboración propia, 2023.

Entonces, la estrategia de acumulación económica se completó con la contracción del consumo, no solo en cuanto a la compra de bienes, sino también con el ahorro en la vivienda que otorgó el dueño de las tierras y por la producción de alimentos para autoabastecimiento (Benencia, 2004; García 2011). Al respecto, se agregó:

No tenemos otra entrada más que lo que se produce y se vende. Tampoco deja una ganancia importante porque se invierte mucho. Lo que yo produzco, lo consumo yo y mi familia. Por eso hago de forma agroecológica. Se hace de todo. Todo lo que se puede, se hace (...) No es solo para venderlo (…) Y venimos hasta los domingos a trabajar (…) Es así. Los tiempos de las plantas no son lo de las personas (…) Yo tengo mi cuñado, que trabaja hace muchos años, yo lo tengo en blanco. Después trabajo familiar, con mis hijos, todo (entrevista a horticultor, 2022).

Cabe aclarar, que la contratación de asalariados familiares se llevó a cabo mediante la capitalización social de las redes migratorias y de parentesco. Es decir, que ese tipo de relaciones sociales fueron operativizadas para satisfacer demandas de ambas partes. Sin embargo, en este caso persistió la autoexplotación de la mano de obra con el fin de obtener más ingresos (Massa, 2010). El trabajador externo complementó, pero no reemplazó el trabajo de la unidad doméstica que continuó abocada a la quinta. No obstante, uno de los principales problemas de la horticultura en el país desde la década de 1990 fue que no se pudo satisfacer el aumento de la demanda laboral que contrajo el incremento de la superficie bajo invernáculo. La paradoja que surgió es que una mejora en las condiciones laborales para atraer a más trabajadores/as, pudo reducir drásticamente la rentabilidad de la actividad (García, 2014). En referencia a ello, se afirmó en un testimonio: “Cuesta trabajo, si, conseguir personal (...) Porque acá no hay una cultura del trabajo hortícola. Vos tenés que estar todo el día así, agachado, viendo la plantita” (entrevista a horticultor, 2022).

Otro aspecto de interés fue la venta directa de verduras frescas al consumidor final. Esta fue llevada a cabo principalmente por las mujeres que, tal como expuso R. Benencia (2011), desde la comunidad boliviana tradicionalmente se las concibió como muy buenas comerciantes. De hecho, en este caso quedó de manifiesto que protagonizaron la venta en ferias, una estrategia comercial que significó una vía de acceso más al capital económico: “Mi esposa y mis hijas también venden verduras en la feria de las vías, acá en Santa Rosa” (entrevista a horticultor, 2022).

Sumado a ello, con la concepción de la familia como unidad de recursos se revaloró el trabajo en las tareas de cuidado en el propio hogar que, debido a la persistencia de relaciones desiguales de género, mayormente realizaron las mujeres. Esto permitió observar la importancia del trabajo femenino en la reproducción social del grupo (Massa, 2010). En sintonía con Bourdieu (2000 en Comerci 2013), esta distribución asimétrica del poder entre géneros se manifestó en la organización del territorio mediante la producción de hábitus, formas de percepción y de acción legitimadas desde distintas instituciones. En síntesis, las mujeres cumplieron un papel decisivo en las múltiples estrategias mediante el cumplimiento de jornadas laborales fuera y, de forma no remunerada, dentro del espacio doméstico.

Por otro lado, hubo miembros de la familia que emprendieron estudios superiores con el fin adquirir capital cultural institucionalizado y, a su vez, contribuir a los objetivos de capitalización económica perseguidos por el grupo. De este modo, la formación en ingeniería agronómica se correspondió con su utilidad en el mejoramiento productivo, mientras que los estudios en administración de empresas fueron percibidos con potencial para la gestión y el desarrollo comercial del emprendimiento hortícola. El siguiente testimonio resultó ilustrativo al respecto:

Tengo mi familia, somos diez. Trabajan conmigo, están estudiando (…) Una está estudiando administración de empresas en la Universidad de acá y me ayuda medio día. Y bueno, los chiquitos que tengo cuatro. También me ayudan, lo que pueden. Estudian (…) Uno va a ir para agrónomo (...) Me gustaría que mis hijos sigan en esto. Me gustaría lograr algún día la empresa (entrevista a horticultor, 2022).

Ello también vislumbró la posibilidad de acceder a recursos económicos mediante el título a alcanzar (ya que la acreditación de tales conocimientos fue valorizada monetariamente en el mercado de trabajo). Por otro lado, en este caso se observó que los miembros del grupo familiar llevaron a cabo estrategias intergeneracionales de transmisión de capital cultural incorporado donde se recuperaron saberes campesinos originados en Bolivia. Con estas, se inculcaron múltiples conocimientos y capacidades referidos a horticultura, comercio y trabajo doméstico, entre otras actividades (Bourdieu, 1987; Hernández Flores, 2021). Con respecto a la producción de alimentos, lo siguientes testimonios resultaron explicativos:

Yo vengo de familia productora de Bolivia. Mis abuelos hacían todo orgánico para autoconsumo (…) No necesitaban nada del pueblo (…) Nacemos y nos incorporan lo que es la huerta para consumo (…) Por más que vivamos en el país que vivamos (…) Lo trae uno en la sangre. Es una cultura que traemos. Espero que en 10 años puedan seguir este proyecto adelante mis hijos, mi familia y yo acompañarlos. Pasarles toda la cultura y que sea parte de su trabajo, de su vida. Este amor por las plantas (entrevista a horticultor, 2022).

Me gusta trabajar en la huerta porque lo hacemos desde chicos. Yo empecé con mi papá desde los 14 (entrevista a horticultor, 2022).

De este modo, ambas inversiones educativas fueron funcionales a la posibilidad de alcanzar los objetivos de incorporarse al ámbito laboral (especialmente, la producción y comercialización hortícola pero sin que ello signifique clausurar otras opciones derivadas de la formación profesional) y asegurar la reproducción social de la unidad doméstica (con vistas a un mejoramiento de su posición en la estructura social).

Como ya se mencionó, esta unidad doméstica y productiva con el tiempo logró acceder a la propiedad de la tierra. En la consecución de ese logro, una de las estrategias ponderadas fue la conquista de un nicho de mercado que supieron explotar en su beneficio:

Para mí la clave del éxito es hacer lo que nadie hace. Yo cuando llegué en el 2002 acá nadie plantaba un perejil (…) Ni allá en Toay ni acá en Santa Rosa (…) Y si, acá estoy produciendo. Se ve que se puede (…) Yo tengo gente que me compra todo el año. Un mayorista que me compra de toda la vida, La Anónima. Después todo picoteado.

Esto, a su vez, se vio reforzado por el aprovechamiento del comercio de proximidad que, principalmente en verano, se vio favorecido por las características perecederas de las hortalizas. De este modo, y tal como se expuso en el siguiente testimonio, se pudo hacer frente a la posición desfavorable en la competencia comercial contra alimentos procedentes de zonas de producción hortícola notablemente más significativas en términos de cantidad (como las existentes en el área metropolitana de Buenos Aires o en Mendoza) y con mayor acceso a recursos de calidad:

Acá tenemos la ventaja de que a partir de este mes precisamente (diciembre), todo lo que viene de afuera, llega podrido. Esa es la ventaja comercial. Después tenemos todas malas (…) De marzo en adelante hasta otra vez esta época (…) Porque en las zonas de producción de Mendoza, Buenos Aires… la venden, la regalan. Hay tanta competencia. Y el clima les da bien para que llegue el producto fresco (…) Esta es una zona árida, acá hacemos todo a la fuerza, tenés todos los problemas. Todas esas contras del tiempo, del agua con salinidad, de piedras, todo lo que puede ser el factor climático (entrevista a horticultor, 2022).

En estrecha relación a todo ello, el envasado y la certificación de la producción como agroecológica y de la agricultura familiar también fueron prácticas destacadas en los relatos. En este punto, nuevamente se enfatizaron las ventajas de invertir en la adquisición de capital cultural mediante capacitaciones que, con el paso del tiempo, se tradujeron en la obtención de capital económico:

Yo tengo un nicho de venta hoy, para lo envasado. Porque en lo envasado yo le doy doce días de tiempo. En cambio, ahora tenés que salir corriendo y entregar porque en seguida se te quemó, se te subió, se te pudrió. Y otra, pagan al precio que a ellos les da la gana. En cambio, vos le llevas un paquetito, con fecha de tanto, que dice agroecológico. Y la gente lo compra (…) Tengo una carpeta así (de gran volumen) de capacitaciones (…) Hago buenas prácticas agrícolas y agroecológicas (…) Tenemos el certificado de “Producto de la Agricultura Familiar” (entrevista a horticultor, 2022).

Se pudo constatar, entonces, que la incorporación de innovaciones tecnológicas permitió a esta familia boliviana acompañar, con cierto desfasaje temporal, el proceso de reestructuración de la horticultura en el país (Benencia 2004). Entre ellas, se destacaron el aumento de invernáculos con sistemas de riego por goteo, la proyección de producir mediante hidroponía y las mejoras en el manejo poscosecha (incluidos los sistemas de preservación, clasificación y empaque).

Por otra parte, y de forma análoga a muchos/as de los/as productores/as bolivianos/as del área hortícola bonaerense estudiados por M. García (2011), en los testimonios y en la salida a campo se observó que esta familia horticultora priorizó los cultivos de hoja (como lechuga, acelga, rúcula, espinaca, etc.) por su bajo valor, ciclo corto y rápida circulación de capital. Apostó, entonces, a una estrategia que básicamente pretendió cantidad, calidad y continuidad. La producción de hortalizas de fruto, demandantes de mucha inversión y tiempo, fue complementaria y estacional, destinada en gran parte al autoconsumo. De este modo, en ocasiones combinaron cultivos que garantizaron ingresos bajos pero constantes y seguros con producciones de ingresos altos, pero de mucho riesgo e intermitencia.

Al analizar estas estrategias familiares, se pudo notar que el comportamiento de los sujetos de la unidad doméstica no fue determinado totalmente por la estructura social, sino que hubo cierto margen de posibilidades vinculados a los hábitus y capitales incorporados en las trayectorias de vida. Allí, la resolución de las necesidades contó con decisiones creativas que estuvieron relacionadas con los recursos y el contexto específico. Esto quedó claramente ejemplificado con el hecho de que iniciaron su producción hortícola en el área de estudio tras percibir un nicho de mercado local vacante hasta ese entonces. A su vez, las prácticas sociales fueron organizadas y evaluadas continuamente para un mayor rendimiento de la fuerza de trabajo y alcanzar los fines reproductivos. De este modo, tendieron a mantener o, en ciertas ocasiones, mejorar su posición en la estructura social (Massa, 2010). También, se detectaron paralelismos entre esta familia que construyó su territorialidad en torno al espacio periurbano y el concepto de agricultura familiar: la unidad doméstica y la productiva se encontraron físicamente integradas, la producción de alimentos se presentó como la actividad económica principal, la mayor parte de la mano de obra fue familiar y lo producido fue orientado tanto hacia el autoconsumo como al mercado. Es decir, que esta forma de vida tuvo como principal objetivo la reproducción social del grupo en condiciones dignas (Manzanal, 2021).

Por otro lado, la adquisición de créditos y subsidios del Estado provincial fue una estrategia que, por momentos, acompañó a la acumulación de capital social y económico. Ello fue relatado de la siguiente manera:

Y como estaba en una huerta comunitaria, el intendente de ahí (Toay) se interesó mucho (…) Y me ha brindado todo el apoyo necesario para abrirme las líneas de crédito que tenía la provincia (…) En ese momento servían (…) Y me dieron mi primer crédito, para hacer los primeros invernaderos (…) Entonces (el intendente) me llevaba a todos los políticos (…) Pero lo bueno para mí, es que me fueron conociendo (…) Me dieron una mano con el equipo de riego que necesitaba (…) Logré hablar con Moralejo -el Ministro de Producción Provincial- y me dio un crédito con el que pude armar mis invernaderos capillas (…) Pensando en el futuro con la hidroponía, que yo estaba capacitándome (entrevista a horticultor, 2022).

Entonces, la unidad doméstica acumuló capital social mediante un conjunto de relaciones sociales movilizadas en contextos determinados. Estas tuvieron el fin de alcanzar acuerdos específicos a la actividad productiva con distintos funcionarios estatales. Con este tipo de inversión, potenciaron al resto de sus capitales con beneficios materiales y simbólicos. No obstante, ello implicó esfuerzos y disputas en un campo donde claramente el poder se distribuyó de forma desigual y generó posiciones de dominación (de la clase política) y de dependencia (de la familia horticultora) (Gutiérrez 2005b, en Capdevielle, 2014). Es decir que, desde la perspectiva estratégica, estas redes de interacción se dieron entre sujetos con disímiles posiciones en la estructura social y, por lo tanto, con intereses propios que en ocasiones generaron tensiones (Freyre, 2013 en Capdevielle, 2014). Esto último, quedó explícito en testimonios referidos a épocas donde el pretendido ascenso social se vio obstaculizado por la situación económica nacional y la ausencia o ineficacia de políticas públicas dirigidas hacia este particular sector productivo:

La cuestión es que bueno, ahí en Toay, cambió el intendente y me pisó la cabeza durante 10 años. Eso también es un problema grave acá (…) A parte de no poner la planta de empaque, sacó la huerta comunitaria de 2 hectáreas (…) (Desde el Estado) ahora no quieren ayudar ni dar nada (…) A mí me cedieron el espacio por dos años (en la Escuela Hortícola Municipal) y nada más (…) Ya me voy este año (…) No me conviene (…) El problema que tiene un productor hortícola es que no va con la inflación (…) Quisiera que se acomoden las líneas de crédito a una tasa accesible para que uno pueda crecer (…) Me falta capital para infraestructura (entrevista a horticultor, 2022).

Aquí, se pudo detectar que los recientes cambios en la coyuntura económica y política (nacional, provincial y local) repercutieron negativamente en la adquisición o reinversión de capital social y, por lo tanto, mermaron sus efectos multiplicadores en el patrimonio económico, cultural y simbólico. Además, se reconoció la dificultad para establecer relaciones sociales duraderas y capitalizables con otros productores hortícolas locales debido a, en sintonía con Ermini (2011), su escasez y desarticulación. Esto provocó un alto grado de dependencia hacia las medidas políticas. De hecho, en las entrevistas se percibió un lamento por no poder concretar el proyecto de conformar una empresa familiar de producción, envasado y distribución hortícola:

Yo no me fundí, no me morí. Pero no logré lo que yo había proyectado. Ahora yo tengo que lucharla de nuevo. La tenía ahí. Porque vos calculá, con ayuda del gobierno, que yo me ponga una planta de empaque, yo que tengo toda la producción, ya pasaba a envasar y a vender. Yo le vendo al supermercado La Anónima desde el 2004. A una sola sucursal porque no tengo capacidad de poscosecha (…) Por eso digo la política, en definitiva, para un productor en La Pampa influye muchísimo. En otros lugares por ahí no porque son muchos los productores, hay fondos para eso. En cambio, acá no hay nada para horticultura (entrevista a horticultor, 2022).

Si bien este grupo social todavía no pudo materializar su empresa, tal aspiración se basó en oportunidades objetivas y disposiciones subjetivas incorporadas en forma de hábitus. Esto no dejó de constituir una estrategia comprensible en el contexto del campo específico (Gutiérrez, 2011).

No se pudo obviar que el periurbano del área metropolitana Santa Rosa-Toay sufrió importantes transformaciones en las últimas décadas. En consonancia con Barsky (2005), este constituyó un espacio de borde sometido a la valorización capitalista, lo que desencadenó la incorporación real o potencial de nuevas tierras a la trama urbana mediante el lucrativo negocio inmobiliario. Al respecto, fue elocuente la siguiente afirmación:

Tengo una tierra que está en el pueblo. Seguro que en el futuro me van a hacer lotear. Está pegada. Son 3 hectáreas (...) Es el capital que tengo. Para mis hijos, para el futuro. Por ahí si alguno quiere seguir con eso se puede comprar un pedacito de tierra más allá (entrevista a horticultor, 2022).

A ello, se sumaron las particularidades ambientales y comerciales del espacio donde llevaron a cabo la construcción territorial. En los testimonios se las describió a ambas cuestiones como importantes condicionantes de la actividad hortícola:

Y acá las contras y las debilidades de la producción son casi todo el año. La debilidad con el factor agua que es poca y es mala (...) Y después el factor viento que rompe las media-sombras, el sol que te quema todo. Con el costo de producción se mueren acá. Lo que pasó con los productores, cuando les vino el viento y no se pudieron parar.  Y… tuvieron que dejar (…) Y además los números no empezaron a coincidir con el tema del dólar, que nos quedamos desfasados (…) Yo, personalmente, ojalá Dios quiera que no venga ninguna tormenta porque tengo que abandonar (entrevista a horticultor, 2022).

También surgieron tensiones con emprendimientos municipales. Pese a que desde lo discursivo estos apuntaron a fortalecer la economía social y popular, el grupo los concibió como competidores desleales y potenciales amenazas para su actividad económica:

Ahora que crearon la empresa Alimentar hay un intermediario más. Y yo, que pongo el lomo al sol, me quieren dar 10 pesos con 50 ¡Porque la empresa tiene que ganar! (…) (la familia) que se cague (…) El mercado que supuestamente era para los productores es de ellos ahora. Yo venía a vender al público. Ahora no puedo. Les tengo que vender a ellos. Y a menos precio (…) Bueno ahora está de moda eso (…) En Ataliva Roca, acá (en la Escuela Hortícola Municipal), el gobierno conduce, contrata, paga a la gente, vende la verdura, pone las semillas... pone todo (…) Me arruina porque viene y lo vende a 800 pesos, total ellos no tienen costo (…) Si yo te digo que la Municipalidad de Ataliva Roca me hace competencia porque venden de mala calidad. Más barato (entrevista a horticultor, 2022).

Tal como se expuso en el relato, esta familia horticultura no se vio beneficiada comercialmente con la creación de la empresa municipal Alimentar Santa Rosa[6]. De hecho, en este caso implicó lo opuesto a uno de los objetivos promulgados desde el municipio: se constituyó en un intermediario, antes inexistente, entre los consumidores y estos productores familiares. A su vez, tampoco contribuyó al fin propuesto de potenciar la producción hortícola mediante compras garantizadas, periódicas y a precios justos. Por el contrario, la empresa les ofertó por sus productos un valor monetario más bajo que el existente en otros circuitos comerciales (La Arena, 2022).

En síntesis, la familia analizada se encontró ante una situación ambivalente. Por un lado, no descartaron la posibilidad de desarrollar su emprendimiento hortícola al punto de crear una empresa. Por el otro, persistió el temor a que un evento climático o de la coyuntura económica les arrebate el capital adquirido hasta el momento.

Para finalizar, las relaciones entre el caso seleccionado, el entramado social específico en el que se vio inmerso y los estudios sociales más generales sobre este tipo de producción (a nivel nacional y local[7]), permitieron reconocer en el área de estudio una situación de desarrollo hortícola exiguo. Es decir, que el sector en cuestión se mostró fragmentado espacialmente por su desarticulación (en referencia a la cantidad de explotaciones y sus interrelaciones capitalizables en términos económicos, culturales, sociales y simbólicos) y atomización (con respecto a la relevancia productiva en relación al entorno local). Asimismo, en el análisis del caso se vislumbró una alta dependencia hacia las medidas estatales, gran vulnerabilidad ante adversidades tanto de índole ambiental como a aquellas surgidas (a múltiples escalas) de la coyuntura político-económica y una significativa sensación de incertidumbre con respecto a la rentabilidad de la actividad. Todo ello sirvió a la comprensión de la inestabilidad existente en un sector donde, tal como se expuso en el siguiente testimonio, muchas producciones desaparecieron: “Acá no hay ningún otro productor. Se fundieron todos” (entrevista a horticultor, 2022). En ese panorama, la horticultura local quedó expuesta a procesos de desterritorialización por relegación económica ante rubros más rentables, consolidados y previsibles en un contexto de creciente valorización capitalista de la tierra y el avance, desde la ciudad, de la frontera inmobiliaria.

Reflexiones finales

La unidad doméstica analizada llevó a cabo diversas prácticas sociales que le permitieron perpetuarse socialmente y que contribuyeron a la generación de una territorialidad particular en un espacio de borde sujeto a significativas transformaciones entre los años 2002 y 2022: el periurbano del área metropolitana Santa Rosa-Toay. Allí, convivieron obstáculos, oportunidades, procesos globales y singularidades locales que posicionaron al grupo analizado en una situación ambivalente. Por un lado, persistió la posibilidad de desarrollar su emprendimiento hortícola al punto de crear una empresa. Por el otro, subsistió el temor a que un evento climático o de la coyuntura política-económica les arrebate el capital adquirido hasta el momento.

Frente a esto, el estudio de las estrategias posibilitó la comprensión de aquellos cursos de acción (vinculados a los hábitus y recursos incorporados en las trayectorias de vida) que la familia de origen boliviano decidió ejecutar con el objetivo de mantener o mejorar su posición en la estructura social. De este modo, se analizaron las relaciones entre los condicionamientos sociales (materiales y simbólicos) del particular contexto espacio-temporal y los comportamientos de los sujetos frente a la satisfacción de múltiples necesidades u objetivos (Massa, 2010; Gutiérrez, 2011). A su vez, desde la perspectiva de Bourdieu, los capitales (económico, simbólico, cultural, y social) constituyeron fuentes de poder que se disputaron por ser factores clave en la reproducción de la vida social (Gutiérrez, 2011).

El conocimiento de las múltiples estrategias, expuestas aquí, puede contribuir a superar la situación de desarrollo hortícola exiguo que presentó el área de estudio. Frente a esto, las múltiples jurisdicciones y dependencias del Estado tienen que fomentar el desarrollo local de la actividad hortícola con vistas a lograr el objetivo estratégico de la soberanía alimentaria. Para ello, se deben implementar políticas que, surgidas del conocimiento directo de las problemáticas y potencialidades de las/os productoras/es, contribuyan a la resolución de necesidades concretas en aspectos cruciales (técnicos, comerciales y financieros, por ejemplo) y otorguen estabilidad productiva a largo plazo. De este modo, se podrá disponer de una oferta de verduras suficiente e independiente (o no tan susceptible) a las variaciones nacionales en términos de precios, cantidad y calidad.

En relación a todo ello, en los próximos estudios se proyecta sumar al análisis otras familias horticultoras con el fin de vislumbrar similitudes y diferencias en sus prácticas sociales y territorialidades. A su vez, profundizar el estudio de las condiciones laborales, las particularidades culturales y las relaciones entre géneros y generaciones existentes.

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Notas

[1] Profesor de Geografía por la Universidad Nacional de La Pampa. Docente de nivel medio. Integrante del proyecto de investigación “Tramas sociales, estrategias y políticas públicas en los márgenes pampeanos (2000-2020)” (Universidad Nacional de La Pampa).

[2] Para este caso, se optó por el concepto de área metropolitana ya que permitió comprender el proceso de conurbación que unió físicamente las tramas urbanas de Santa Rosa (ciudad más poblada de la provincia) y Toay, así como los dinámicos y cotidianos flujos socio-económicos que otorgaron una continuidad espacial. A su vez, recientemente, distintas dependencias del Estado (a nivel municipal, provincial y nacional) proyectaron la constitución de una unidad administrativa capaz de coordinar políticas entre ambos municipios. Para profundizar en esta conceptualización, véase Ermini (2020) y el Plan Estratégico para el desarrollo de la Ciudad de Santa Rosa 2050.

[3] En este trabajo, el periurbano fue conceptualizado como un espacio de borde y, a su vez, de convergencia entre los ámbitos rural y urbano. Allí, confluyeron diversidad de actividades, usos de suelo y territorialidades que, en ocasiones, entraron en tensión en un contexto de avance de la frontera inmobiliaria desde las ciudades (Barsky, 2005).

[4] Otros rubros importantes en cuanto a inserción laboral fueron la actividad textil, la construcción y el servicio doméstico. El área metropolitana de Buenos Aires fue el destino más elegido.

[5] Se pudo entrevistar a dos miembros de la unidad doméstica y productiva. Estas se llevaron a cabo durante el mes de diciembre de 2022. Se omitieron datos personales con el fin de preservar la privacidad.

[6] En palabras de la secretaria de Desarrollo Económico de la Municipalidad de Santa Rosa: “Alimentar Santa Rosa es una empresa pública municipal que tiene por fin producir y comercializar alimentos. Surge de una decisión política del Intendente y también para dar respuesta al aumento desmedido de precios” (Municipio de Santa Rosa, 2/12/2022. “Se pone en Marcha Alimentar Santa Rosa”. Recuperado de: https://www.santarosa.gob.ar/se-pone-en-marcha-alimentar-santa-rosa/. Consulta: 27/1/2023).

[7] Véase Ermini (2011), Ermini, Giobellina y Barsky (2016) y Ermini (2020).