DOI: http://dx.doi.org/10.19137/huellas-2022-2616


Licencia Creative Commons
Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional

Cita sugerida: Ávila Delgado, N. (2022). La visión relacional de los centros históricos. Más allá de las perspectivas tradicionales. Revista Huellas, Volumen 26, Nº 2, Instituto de Geografía, EdUNLPam: Santa Rosa. Recuperado a partir de: http://cerac.unlpam.edu.ar/index.php/huellas

ARTÍCULOS

La visión relacional de los centros históricos. Más allá de las perspectivas tradicionales

The relational vision of historic centers. Beyond traditional perspectives

A visão relacional dos centros históricos. Para além das perspectivas tradicionais

Noelia Ávila Delgado[1]

Centro de Información en Ciencias de Información Geoespacial/ Centro de Investigación Público

navila@centrogeo.edu.mx 

Resumen: A través de un ejercicio de análisis teórico-interpretativo y de la revisión documental y argumentativa de diferentes fuentes biblio-hemerográficas, el artículo pretende exponer los principales cuestionamientos generados en torno a las perspectivas que de manera tradicional han abordado el tema de los centros históricos, además de mostrar las redes conceptuales y la apertura hacia los nuevos enfoques entre los que actualmente destaca la perspectiva relacional. El objetivo es ensayar un planteamiento teórico propio cuya intención es adscribirse a esta nueva corriente, pues de diversas formas se aproxima al entendimiento del centro histórico como una relación social. En este caso el enfoque relacional será recuperado desde el ámbito de la geografía y, en particular, desde la teoría de “las geometrías del poder” desarrollada por Doreen Massey (2005). Sobre esta base, al final se propone que los centros históricos pueden ser pensados como una simultaneidad dinámica y abierta producto interrelaciones donde actualmente coexisten diferentes trayectorias que se extienden desde lo global a lo local, lo que hace posible una visión transescalar, más compleja e integral, que de entrada contribuye a superar las perspectivas tradicionales que por lo común los conciben como espacios estáticos y cerrados, sinónimo de “perímetro”, “zona” o “área”.  

Palabras clave: Centros históricos; Patrimonio urbano; Geometrías del poder; Doreen Massey

Abstract : Through the theoretical-interpretative analysis and the documentary and argumentative review of different biblio-hemerographic sources, this article aims at showing the main questions posed around the perspectives which have traditionally approached the subject of historical centers. Besides, it aims at showing the conceptual networks and the opening towards new approaches at present, among which the relational perspective stands out. The purpose is to attempt a theoretical proposal of its own, with the aim of adhering to this new current, since in various ways it approaches the understanding of the historic center as a social relationship. In this case the relational approach will be retrieved from the field of geography and, in particular, from the "power geometry" theory developed by Doreen Massey (2005). On this basis, as a conclusion there is a proposal according to which historical centers can be thought of as a dynamic and open simultaneity and product of interrelationships, where at present different trajectories coexist. These trajectories extend from the global to the local allowing for a more complex and integral trans-scalar visión, which from the very beginning contributes to overcoming the traditional perspectives that usually conceive them as static and closed spaces, synonymous with "perimeter", "zone" or "area".

Keywords: Historical centers; Urban heritage; Power geometries; Doreen Massey

Resumo : A través de um exercício de análise teórico-interpretativa e da revisão documental e argumentativa de diferentes fontes bíblico-hemerográficas, o artigo pretende expor as principais questões geradas em torno das perspectivas que tradicionalmente têm tratado sobre o tema dos centros históricos, bem como mostrar as redes conceptuais e a abertura a novas abordagens, entre as quais se destaca atualmente a perspectiva relacional. O objetivo é ensaiar uma abordagem teórica própria cuja intenção é atribuir a esta nova corrente, à medida que se aproxima da compreensão do centro histórico como uma relação social de diferentes formas. Neste caso, a abordagem relacional será recuperada do campo da geografia e, em particular, da teoria das "geometrias do poder" desenvolvida por Doreen Massey (2005). Sobre esta base, propõe-se no final que os centros históricos possam ser pensados como uma simultaneidade dinâmica e aberta e produto de inter-relações onde coexistem atualmente diferentes trajetórias que se estendem do global ao local, o que torna possível uma visão trans-escalar, mais complexa e integral, o que desde o início contribui para ultrapassar as perspectivas tradicionais que normalmente as concebem como espaços estáticos e fechados, sinônimo de "perímetro", "zona" ou "área".  

Palavras-chave: Centros históricos; Patrimônio urbano; Geometrias do poder; Doreen Massey

RECIBIDO 30-06-2022 / ACEPTADO 08-08-2022

Introducción[2]

En el marco de los estudios sociales, el tema de los centros históricos ha adquirido relevancia en los años recientes debido a la convergencia de diversos procesos socio-económicos y urbanos de carácter global, los cuales han supuesto cambios en las formas de entender y de concebir estos espacios vitales y estratégicos de las ciudades. Dichos procesos se han expresado a través de múltiples dinámicas (sociales, económicas, culturales) que abarcan desde los cambios demográficos, el incremento de las actividades terciarias, la liberalización del mercado turístico y la mercantilización del patrimonio, hasta el cambio climático y los problemas ambientales. En el plano local, algunas de estas dinámicas se han traducido en una diversidad de tendencias comunes entre las que se encuentran: los cambios de usos de suelo y los procesos de despoblamiento y gentrificación, la financiarización inmobiliaria y los conflictos en torno a la vivienda, la movilidad y los problemas viales y de transporte, así como el abandono de los espacios públicos; problemas que, en conjunto, han conducido a la pérdida progresiva de la centralidad característica de estos espacios urbanos emblemáticos.

En el ámbito académico, la confluencia de estos procesos ha sido interpretada como un momento propicio para emprender ejercicios de reconceptualización que permitan enmarcar el quehacer teórico-práctico a partir del cuestionamiento de las visiones más comunes y hasta hace poco tiempo restringidas a las perspectivas -patrimonialistas, monumentalistas, conservacionistas- que, aún con los nuevos enfoques, predominan de manera reiterada en los estudios. Como explican diferentes autores, (Carrión, 2013, 2018; Sepúlveda 2017; Delgadillo, 2018), pese a que en las últimas décadas se observa una apertura hacia nuevas temáticas y aproximaciones teórico-metodológicas, en el caso de los centros históricos aún persiste un énfasis en el estudio del patrimonio cultural material, y en sus aspectos urbano-arquitectónicos, acento que se mantiene a pesar de los cambios que subrayan la necesidad de una mirada integral, más allá de su dimensión física (Sepúlveda, 2017, p. 133). En palabras de Fernando Carrión: “todos estos cambios imponen la necesidad de redefinir las formas de comprensión del patrimonio, lo que plantea un cambio de los paradigmas con los que se ha venido actuando en los centros históricos, basados sobre todo en la conservación” (Carrión, 2013, p. 722). Conforme a lo anterior, parece existir consenso respecto a la idea de que las concepciones patrimonialistas, monumentalistas y las líneas de intervención conservacionistas, son todavía hegemónicas, no obstante, es necesario trascenderlas o cuestionar mínimamente sus alcances.

A través de un ejercicio de análisis teórico-interpretativo y de la revisión documental y argumentativa de diferentes fuentes biblio-hemerográficas, el presente artículo pretende mostrar estas derivaciones teóricas para lo cual en la primera parte recupera los principales cuestionamientos generados en torno a las perspectivas tradicionales, con el fin de abordar después las redes conceptuales y la apertura hacia los nuevos enfoques entre los que actualmente destaca la perspectiva relacional. Uno de los postulados más importantes de esta corriente, es el de rechazar el carácter de entelequia con el que frecuentemente se ha querido definir a los centros históricos, pues “más que un simple conjunto de edificios y monumentos, éstos deben ser entendidos ante todo como una relación social” (Carrión, 2013, p. 721). Otra cuestión fundamental es que esta mirada plantea que el objeto de estudio no es el centro histórico en sí mismo, sino la ciudad que lo contiene, además de reconocer que el seguimiento de las relaciones implicadas en estos espacios supone necesariamente una visión transescalar (De Urbina, 2018). Para profundizar, en el segundo apartado se explican con más detalle estas ideas, con el fin de avanzar después, en el tercer y cuarto apartados, hacia la formulación de una propuesta teórica propia cuya intención es adscribirse a esta nueva corriente, pues de diversas formas se aproxima al entendimiento del centro histórico como una relación social.

Es preciso aclarar que en este caso el enfoque relacional será recuperado desde el ámbito de la geografía, y más concretamente desde la perspectiva socio-espacial, para lo cual se apoya esencialmente en la teoría de “las geometrías del poder” desarrollada por la geógrafa inglesa Doreen Massey (2005a). De tal manera que, el principal objetivo de este trabajo es ensayar un planteamiento teórico alterno, cuyo enfoque deberá ser entendido en clave geográfica, pues al final esta es su fuente de análisis y explicación primaria. Debe anotarse, asimismo, que en el campo de los estudios urbanos hasta ahora no existen indagaciones previas que exploren los puntos de encuentro o las posibilidades de aplicación de la teoría de Doreen Massey en el análisis de los centros históricos. Sin embargo, como se hará patente en esta oportunidad, ésta supone una apertura importante para generar nuevas aproximaciones o criterios de interpretación que a su vez dan cuenta de la importancia de ensayar ejercicios de teorización como el que aquí se ofrece.

Perspectivas tradicionales en el análisis de los centros históricos

Para comenzar, sobre las perspectivas que de manera tradicional han abordado el tema de los centros históricos, es importante mencionar que estas se encuentran fuertemente vinculadas entre sí pues, en la práctica, tanto la visión patrimonial como el monumentalismo, operan bajo la lógica de la conservación, y ponderan el principio de preservación y protección de su “autenticidad” e “integridad” en un afán por mantenerlos con el menor grado de alteración posible (Fernández-Baca et al., 2011, p. 60). Con esta intención fue creado un estatuto jurídico internacional que hoy en día se proyecta con gran fuerza a escala global, el cual logró institucionalizarse a través de la “Convención sobre la Protección del Patrimonio Mundial Cultural y Natural” llevada a cabo en 1972, fecha en que la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) instituyó la Lista del Patrimonio Mundial, aún vigente.

Sobre el tema se han realizado diversas críticas, entre ellas, se ha señalado que la visión universalista de las normas establecidas por la UNESCO (concebidas para su aplicación a lo largo del mundo), tienden por su naturaleza a la abstracción y a la generalización, mientras, por otro lado, están fuertemente apegadas a las nociones tradicionales de lo monumental y lo esteticista. Otro rasgo común es que comparten una visión metafísica de la historia en tanto omiten los contextos socio-políticos y culturales en los que fueron producidos los bienes que han de formar parte de dicho patrimonio (Ávila, 2015). Como señala Carrión (2013), el principal problema de las posturas conservacionistas emanadas de la UNESCO es que “hacen énfasis en lo antiguo sobre lo moderno, congelando la historia en el momento fundacional de la ciudad, generando con ello una ruptura de la continuidad histórica con el futuro” (p. 727). En tal sentido, se ha advertido en la necesidad de articular los objetivos de la conservación con los de la planificación urbana contemporánea, con el fin de no desvincular o fragmentar los centros históricos de la dinámica que experimentan en el presente. Otro problema de esta tendencia, es que condiciona a los Estados a incorporar recomendaciones y mecanismos de salvaguarda que, sin embargo, en el ámbito local, muchas veces ignoran la vida de los habitantes, lo que supone “procesos de elitización, higienización o ‘limpieza social’, como expresiones de un urbanismo conservador que mantiene o agudiza las desigualdades sociales” (Sepúlveda, 2017, p. 136).

Sobre el patrimonialismo, por su parte, resulta que al encontrarse estrechamente ligado con ideas tales como “herencia”, “tradición” o “legado”, ha llamado reiteradamente la atención sobre la dimensión física o material de los centros históricos, por lo cual ha exaltado igualmente sus aspectos urbano-arquitectónicos. Respecto a esta visión también se han generado variadas críticas e intentos de superación de acuerdo a la revisión de algunos de sus presupuestos más elementales. Así se ha insistido, por ejemplo, en que el patrimonio no puede ser considerado como una manifestación aislada de la organización social y material que le da sentido, es decir, que éste debe ser entendido ante todo como una construcción social (García, 1999; Prats, 2000). De este modo, se ha hecho evidente el carácter abstracto que comúnmente lo define o determina, lo que ha revelado al mismo tiempo su fuerte vinculación como un recurso de unificación de los estados-nacionales. En este sentido, se trata de un discurso autorizado sobre el pasado y de una construcción social cambiante y polisémica, producto de la agencia humana. De lo anterior, lo que interesa subrayar en este caso, es que ese carácter abstracto del patrimonio de ninguna manera ha dejado fuera de su lógica a los espacios urbanos pues, por el contrario, los ha absorbido o englobado en un primer momento a través de la denominación de “patrimonio tangible” o “material”, para luego integrarlos de manera indistinta a través de términos genéricos como “zona de monumentos” o “centros históricos” (Ávila, 2015, p. 16).

Por otro lado, sobre la visión monumentalista, es preciso anotar que, de manera similar a la perspectiva patrimonial, se ha orientado sobre todo a exaltar el aspecto material o físico-arquitectónico de los centros históricos, al proyectarlos como un conjunto de sitios y monumentos de alto valor simbólico y estético, equiparables, incluso, con las grandes obras de arte. De esta forma, para su difusión, se ha apoyado en disciplinas y sub-disciplinas tales como la arquitectura y la restauración, dentro de las cuales, hasta la fecha, aparece como la postura dominante. El problema, como señala De Urbina, es que: “equiparar un centro histórico a un Monumento, impone el uso de una metodología de valoración sesgada de la pieza urbana, y se aproxima a la dimensión física -la ciudad- desconociendo su dimensión etérea -lo urbano-” (De Urbina, 2018, p. 26).

A pesar de ello hay que decir también que nuevas líneas de interpretación han logrado emerger en las últimas décadas “ampliando el objeto patrimonial desde los objetos muebles hasta los inmuebles y de estos últimos a sus entornos” (Fernández-Baca et al., 2011, p. 60). La propia UNESCO no ha podido abstraerse de estos giros reflexivos por lo que en el año 2011 propuso la noción de “Paisaje Urbano Histórico” para dar cuenta de los vínculos existentes entre los centros históricos y las ciudades que los contienen (UNESCO, 2011). En este nuevo contexto los centros históricos han sido reconocidos cada vez más como espacios urbanos vivos y en evolución permanente, hecho que demuestra el carácter impredecible de su proceso de cambio (Fernández-Baca et al., 2011, p. 57). Este reconocimiento implica analizar también las formas de gestión y las posibilidades de hacer convivir la diversidad de usos, agentes y funciones que en ellos convergen, con el fin de mantener su particular vitalidad y de asumir la complejidad que representan.

La visión relacional de los centros históricos. Primeros trazos

Entre las propuestas más recientes y que se adscriben al esfuerzo de superar los enfoques tradicionales, en la actualidad destaca la perspectiva relacional. El planteamiento central de esta nueva aproximación (aún en ciernes, pues su definición, presupuestos y alcances continúan en discusión), es el de rechazar el carácter de entelequia con el que frecuentemente se ha querido definir a los centros históricos. Como refiere Carrión: “el centro histórico es una relación social inscrita en el ámbito de la producción social de la ciudad […] esto significa que los centros históricos existen en la medida en que la ciudad les da vida, existencia y razón de ser” (2013, p. 733).

De acuerdo con el autor, esta propuesta se halla inscrita en el marco de las transformaciones registradas en las ciudades contemporáneas como efecto de diversos procesos entre los que destacan: la descentralización, el cosmopolitismo y la globalización. Asimismo, es deudora de la concepción de la ciudad relacional surgida de la revolución científico-tecnológica propuesta en un primer momento por Manuel Castells (1999), mientras, por otro lado, igualmente aspira a superar del todo la idea de ciudad frontera asociada con la urbanización industrial que demanda espacios cerrados y diferenciados, tipo cuarentena, bajo el concepto genérico de zonificación (Carrión, 2013, pp. 718-719).

Por otra parte, pero desarrollada asimismo en el marco de la perspectiva relacional, de manera más reciente (en 2018) ha sido formulada otra propuesta la cual se fundamenta en este caso en la Teoría del Actor Red (TAR), una contribución de la teoría social contemporánea cuya principal aportación ha sido la de revelar la importancia de la complejidad y de las relaciones sociales como elementos fundamentales para llevar a cabo los estudios. Por lo que se refiere a los centros históricos, esta nueva aproximación ha puesto en el centro el concepto de Paisaje Histórico Urbano (PHU), pues considera que con base en éste es posible generar un enfoque más holístico y organizado, sostenido al mismo tiempo por la idea de conjunto y por el registro de los diferentes sistemas urbanos que conforman los centros históricos. Tal como señala De Urbina: “la TAR resulta útil pues permite evidenciar pautas relacionales entre actores humanos y no humanos[3] con el fin de visibilizarlos, y de establecer su cohesión, colaboración y relaciones de poder (2018, p. 22).

Una cuestión fundamental es que desde esta perspectiva el objeto de estudio no es el centro histórico en sí mismo, sino la ciudad que lo contiene. Es decir que las investigaciones no pueden realizarse de manera aislada o separada de ese ámbito mayor al que pertenecen y el cual les da sentido. De manera resumida, esta aproximación implica tres elementos esenciales. El primero destaca la visión de conjunto, lo que significa que el análisis debe considerar de manera integral lo material y lo inmaterial; en segundo lugar, reconoce que las relaciones entre los elementos son más importantes que las partes; y, finalmente, enfatiza el carácter procesual de los centros históricos, en tanto continúan transformándose en el tiempo y, por lo mismo, deben ser considerados como un fenómeno dinámico (De Urbina, 2018, p. 27). Además de esto, plantea que el seguimiento de las relaciones implicadas en los centros históricos supone necesariamente una visión transescalar, lo que significa que no debe hacerse distinción entre lo local-global a la hora de rastrear una determinada relación. Por ello, en lo esencial, esta propuesta hace posible una mirada más holística y compleja de los centros históricos, la cual resulta interesante puesto que de entrada permite proyectarlos de manera “inestable, múltiple y descentrada” (De Urbina, 2018, p. 29).

Como se mencionó en la introducción, en el plano teórico la propuesta que aquí se ofrece pretende adscribirse a esta nueva corriente, pues de diversas formas se aproxima al entendimiento del centro histórico como una relación social. Sin embargo, en este caso la perspectiva relacional será recuperada desde la teoría de “las geometrías del poder” de Doreen Massey (2005a); de modo que, para avanzar en esta dirección, previamente se exponen las premisas esenciales de la mencionada teoría, con el fin de poner en contexto a los lectores no familiarizados con su obra y con el enfoque socio-espacial propuesto.

Doreen Massey y la teoría de “las geometrías del poder”

Como refieren Abel Albet y Núria Benach (2012), Doreen Massey es ante todo una pensadora del espacio. Esto se debe a que logró posicionar las preguntas que tradicionalmente se había hecho la geografía sobre la relación entre los diferentes elementos que conforman lo social y su vinculación con lo espacial, al incorporar nuevas preocupaciones y temáticas. Sin duda su propuesta teórica, la cual se encuentra arraigada en una postura crítica de base marxista, transformó lo que años atrás se asumía como cierto sin siquiera cuestionarlo. La razón es que hasta la década de 1970 y como parte del legado del pensamiento positivista, el espacio era considerado como “un punto abstracto en una superficie geométrica” o como un mero “recipiente” o “contenedor” confinado a una dimensión plana y, por lo tanto, unidimensional (Albet y Benach, 2012, p. 274). Fue en el intento por superar definitivamente estas visiones que Massey propuso una aproximación completamente diferente a través de su teoría de “las geometrías del poder”, la cual a su vez resultó esencial en la labor de “politizar” o hacer visible el carácter político del espacio.

Así, entre sus contribuciones más importantes, se encuentra su plena convicción de que lo social y lo espacial deben ser conceptualizados conjuntamente, con lo cual puso de relieve que espacio y política son consustanciales. De este modo intentó superar una de las miradas clásicas de la geografía y, en general, de las ciencias sociales, que ven en el espacio un simple contenedor o escenario pasivo dentro del cual la vida y las relaciones sociales se desarrollan (Albet y Benach, 2012, p. 18). Es decir que, para la autora, el espacio no puede ser considerado como una categoría neutral o apriorística, sino que debe ser entendido ante todo como un componente implícito en la estructuración de lo social. Esto significa que el espacio siempre es resultado de la acción social, de las prácticas, las relaciones y las experiencias sociales, aunque a su vez es parte de ellas.

Al respecto es muy importante mencionar que la teorización sobre el espacio realizada por Massey “constituye una verdadera reflexión epistemológica que difícilmente se encuentra en otros autores” (Ramírez y López, 2015, p. 53). Esta teoría fue trabajada y profundizada por la autora durante más de tres décadas, hasta que logró integrarla y sistematizarla de manera conjunta en su obra titulada For Space (2005a), en la cual puede decirse alcanzaría concreción en su versión más acabada. Así colocó al espacio en el centro de sus reflexiones y propuso una formulación teórica de largo alcance en la cual lo concibe a través de tres postulados elementales:

1.- el espacio es producto de interrelaciones, se constituye a partir de interacciones, desde lo inmenso de lo global hasta lo infinito de la intimidad,

2.- el espacio es la esfera de posibilidad de la existencia de la multiplicidad; es la esfera en la que coexisten distintas trayectorias, lo que hace posible la existencia de más de una voz, sin espacio, no hay multiplicidad; sin multiplicidad no hay espacio, la multiplicidad y el espacio son co-constitutivos,

3.- precisamente porque el espacio es producto de las relaciones que están necesariamente implícitas en las prácticas materiales que deben realizarse, siempre está en proceso de formación, en devenir, nunca acabado, nunca cerrado (Massey, 2005b, pp.104-105).

Sobre el primer postulado, debe señalarse que de él se desprende directamente su concepción relacional del espacio, en tanto lo concibe como “producto de las prácticas, las relaciones, las conexiones y las desconexiones” (Massey, 2006, pp. 89-90). El espacio así contemplado no tiene una existencia en sí mismo, independiente de lo social, lo que significa que no puede ser considerado de manera esencializada, sino como modelado a través de las relaciones sociales existentes.

Esta idea se vincula directamente con el segundo postulado relativo al reconocimiento del espacio como la esfera de la posibilidad de la existencia de la multiplicidad. Esto es así porque, para Massey, resulta evidente que: “sin espacio no puede haber multiplicidad (en el sentido simple de la existencia de más de una cosa), lo que implica también lo contrario, que sin multiplicidad no puede haber espacio” (Massey, 2006, p. 90). Al ser construido por medio de interrelaciones, en él pueden coexistir diferentes trayectorias de manera simultánea, por lo cual guarda entonces la dimensión de lo político. En estos términos permite la coexistencia de lo heterogéneo y, por lo mismo, “nos ofrece el desafío de la existencia de los otros” (Massey, 2009, p. 18). Esto quiere decir que no posee nunca identidades únicas o cerradas, sino que, por el contrario, está lleno de diferencias y conflictos internos. De ahí también que el caos se haga presente en el espacio como una de sus características más vitales. Para la autora se trata de un caos que resulta necesariamente de esas yuxtaposiciones circunstanciales, de esas trayectorias que se entrelazan y que en ocasiones chocan e interactúan de manera conflictiva, por ello, “el espacio es por naturaleza una zona de disrupciones” (Massey, 2005b, pp. 119-120).

Ahora bien, por lo que se refiere al tercer postulado, en él Massey profundiza la noción de espacio abierto, esto en el sentido de que está siempre “en proceso”, es decir, que nunca está completamente terminado. Dicho de otra manera, siempre hay conexiones y relaciones que están aún por hacerse, o no culminadas. “El espacio no está cerrado ni acabado, es una producción en curso que contiene relaciones existentes y futuras siempre cambiantes” (Massey, 2005b, p. 120). Esta perspectiva demanda necesariamente la consideración conjunta del espacio con el tiempo, es decir, la conceptualización de un “espacio-tiempo” en la que estas dos dimensiones no sólo no se contraponen, sino que se constituyen mutuamente. En palabras de la autora: “El concepto de espacio que quiero defender es uno que sostiene que el espacio es abierto y dinámico. Es decir, el espacio no puede ser un sistema cerrado: no es estático” (Massey, 1999, trad. en Albet y Benach, 2012, p. 270). Esa concepción dinámica del espacio rompe definitivamente con la tradicional oposición entre espacio y tiempo, entre historia y geografía, y es la que permite a Massey desplegar todo un cuerpo conceptual propio y concebir al espacio como una construcción continua (Albet y Benach, 2012, p. 210).

Sin embargo, en Massey la noción de espacio abierto adquiere también otra connotación que deviene de la posibilidad de imaginar los espacios como “puntos de encuentro”, esto es, como el resultado de las articulaciones y de las relaciones sociales concretas que se establecen a diferentes escalas geográficas. Por lo tanto, en vez de pensar los espacios como “cerrados”, es decir, como áreas contenidas dentro de unos límites o fronteras, Massey nos propone imaginarlos como “momentos articulados en redes de relaciones que están construidas a una escala mucho mayor que la que define al sitio mismo, sea una calle, una región o incluso un continente” (Massey, 1991, p. 28). Esta mirada transgrede o desafía la dicotomía global-local, y a su vez promueve una visión multiescalar y extrovertida de los espacios que claramente incluye una conciencia de sus vínculos con todo el mundo.

Como se ha mencionado antes, la propuesta teórica que aquí se ofrece pretende apoyarse en los postulados anteriores, con miras a establecer una ruta de interpretación distinta de los centros históricos, la cual contribuya a elaborar nuevos esquemas de argumentación que trasciendan las perspectivas tradicionales. En el siguiente apartado se muestra la forma en que las ideas desarrolladas por Massey pueden ayudar a esta labor.

Los centros históricos como espacios relacionales

Uno de los aspectos más relevantes de la teoría de “las geometrías del poder”, es la oportunidad que brinda para reconocer el elemento político como uno de los factores esenciales que define a los centros históricos. En principio, esta visión permite integrar al análisis la idea de conflicto, lo que al mismo tiempo abre la posibilidad de entenderlos como espacios de confrontación y disputa en los cuales los distintos agentes dirimen sus criterios de representación y legitimidad. Esta dinámica hace evidentes los desacuerdos generados en su entorno, así como los usos y las prácticas sociales que ahí tienen lugar.

El reconocimiento de esta diversidad de agentes es importante, puesto que de entrada permite desplazar el foco de atención desde unos supuestos “atributos” o particularidades intrínsecas asociadas sobre todo con su dimensión físico-material (en la cual se amparan las posturas patrimonialistas, monumentalistas, conservacionistas), hacia las relaciones concretas que se establecen entre quienes desde posiciones de poder diferencias, interactúan o tienen injerencia sobre ellos. Si se recuperan los planteamientos de Massey, lo que acontece en los centros históricos solo cobra sentido al considerar esta amplia gama de agentes desplegados desde el ámbito de lo local hasta la dimensión más global.

De acuerdo con la dinámica que experimentan en el presente, entre dichos agentes es posible identificar, por ejemplo: a los gobiernos en sus distintos órdenes (local, estatal, federal), a las diferentes fundaciones y actores privados, al capital financiero, y al turismo, y ya en la escala global, a instancias internacionales como el Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (ICOMOS) o a la UNESCO. En la escala local, a estos agentes se suman otros más, entre ellos, la población residente y los diferentes sectores subalternos tales como el comercio ambulante, la protesta social o la indigencia (por mencionar algunos).

Como se observa, esta diversidad de agentes, que van desde el sector público hasta el privado, parece trascender por mucho a los que generalmente se reconocen en los estudios, lo que confirma la premisa de Massey acerca de que los espacios no poseen nunca identidades únicas o cerradas, sino que por el contrario están llenos de diferencias (Massey, 1991, p. 29). Así, para la plena comprensión de los centros históricos, es necesario ubicar en principio el tipo de relaciones o interrelaciones que se desarrollan entre los diferentes agentes mencionados, además de dar cuenta de las prácticas sociales y de los usos que cada uno lleva a cabo. Igualmente, es preciso observar las contradicciones o conflictos que se generan entre ellos, así como las formas en que se insertan en las diferentes escalas del espacio, desde lo local a lo global.

Sobre la base de estas ideas y, en un esfuerzo de conceptualización más puntual, se propone entonces que los centros históricos pueden ser pensados como una simultaneidad dinámica y abierta, producto de interrelaciones donde actualmente coexisten diferentes trayectorias, o, como la esfera de posibilidad de la existencia de la multiplicidad. Esto significa que, en la práctica, suponen acuerdos y compromisos; encuentros, pero también desencuentros que se entretejen de manera conflictiva como resultado de la convergencia de las diferentes trayectorias que ahí confluyen. De acuerdo con los postulados de Massey (2005a; 2005b; 2006; 2009), todos estos conflictos habrán de derivarse de las interacciones y las complejidades, de los entrecruzamientos y las desconexiones, lo que permite corroborar el carácter relacional que esencialmente poseen.

En su condición de espacios abiertos, esto es, como espacios en los que participan una multiplicidad de agentes con identidades, intereses y necesidades contrapuestos, es posible plantear que los centros históricos implican conflictos y confrontaciones de diferencias, donde actualmente cruzan, chocan y se traslapan las distintas trayectorias de quienes ahí interactúan de manera antagónica. Debe advertirse, sin embargo, que a pesar de que dichas interacciones por lo regular se adhieren al ámbito de la disputa o el conflicto, en su multiplicidad las puede haber también de inclusión o complementariedad, de acuerdo con los procesos que se trate. Como ejemplo es posible mencionar las alianzas generadas entre los gobiernos locales y el sector turístico; las fusiones entre el capital financiero y los actores inmobiliarios; o las apropiaciones del espacio público que realizan el comercio ambulante o la protesta social y que, en la práctica, pueden darse de manera paralela o concurrente.

Así, los centros históricos se ponen en movimiento y adquieren la forma de una simultaneidad dinámica y abierta resultado de un proceso complejo en el cual las relaciones e interrelaciones que se generan entre los distintos agentes mencionados devienen también dinámicas e inestables, es decir, flexibles e inciertas, no estáticas ni lineales. En este sentido, es posible entenderlos como una construcción dinámica y continua, lo que significa, por otro lado, que no pueden ser pensados como una superficie fija, estática y neutral, sino como una zona de disrupciones que implica relaciones imprevistas que los mantienen en constante transformación. Esto explicaría también porque tienen siempre algo de inesperado, de impredecible y de caótico. Reconocer lo anterior es importante, pues revela que la simultaneidad, la yuxtaposición y el referido caos, al final hacen parte de las características que en esencia los definen.

Lo dicho hasta ahora descubre además que las cuestiones de poder son constitutivas de los procesos de producción y apropiación de los centros históricos, pues, en los hechos, efectivamente existen asimetrías respecto al poder que cada uno de los agentes posee. Esta situación traslada las tensiones hacia el ámbito de la legitimidad de los usos y de las prácticas que ahí tienen lugar, por lo cual, para el análisis, es necesario considerar no sólo a quienes ocupan las posiciones hegemónicas o dominantes (en tanto comandan o dirigen los procesos de su producción), sino también a quienes, eventualmente y desde el otro extremo, pueden rechazar o resistirse a tales procesos. Al final son los conflictos generados por esta diversidad de agentes, sus distintas estrategias o necesidades, las que convierten a los centros históricos en espacios inestables y en continua transformación.

Otra cuestión importante de la teoría de Massey, es que permite trascender definitivamente las perspectivas más comunes que los conciben como espacios “cerrados”, sinónimo de “perímetro”, “zona” o “área”, en tanto ayuda a reconocer abiertamente la trama de relaciones y articulaciones reciprocas que se amplían más allá de los límites con los que comúnmente son delimitados. Se trata así de una visión transescalar en la que los centros históricos aparecen como espacios abiertos, “porosos” e “híbridos”, motivo por el cual no pueden ser pensados de manera introvertida, es decir, como espacios encerrados en sí mismos, o como áreas contenidas dentro de unos límites o fronteras fijas y bien determinadas. Esta interpretación ayuda a integrar al análisis las relaciones que se establecen a diferentes escalas geográficas, así como las implicaciones e imbricaciones mutuas y las contradicciones que se generan.

El mejor ejemplo sería, quizá, la forma en que una instancia supranacional como la UNESCO termina por definir los destinos de los centros históricos en la escala local. En la práctica, las regulaciones de su marco jurídico pueden acarrear variados conflictos provocados por la reconfiguración espacial que implican las Declaratorias y que, en ocasiones, se encuentran en tensión con las políticas de los gobiernos locales, o con las necesidades de la población residente que puede emprender diferentes formas de resistencia. Lo anterior revela que muchas veces lo global no se impone pasivamente sobre lo local, sino que este es un proceso conflictivo y de múltiples dinámicas. Así, los centros históricos emergen en toda su complejidad como resultado de la convergencia y entrecruzamiento de trayectorias opuestas y contradictorias, en tanto dependen de una política supranacional, en este caso comandada por la UNESCO.

Sumado a lo anterior, y en continuidad con la conceptualización de espacio abierto, sucede también que desde la teoría de Massey (2005a; 2005b) los centros históricos pueden ser pensados como un “proceso en proceso”, es decir, como la síntesis de diversos procesos socio-históricos entre los que se cuentan: 1) las necesidades de intercambiabilidad urbana que en las últimas décadas los ha integrado de lleno a los circuitos de reproducción del capital, y, 2) la revaloración turística del patrimonio puesta en boga en la actualidad que a su vez ha traído consigo tendencias comunes tales como la “turistificación” y “museificación”.

Sobre el asunto conviene destacar que, si bien la identificación de dichos procesos corresponde con la necesidad de ubicar las condiciones generales que se establecen a diferentes escalas geográficas, de igual modo se sustenta en la importancia de reconocer a la historicidad como un elemento esencial para la plena comprensión de las dinámicas que experimentan en el presente. Como sugiere Massey, el reconocimiento de los procesos enunciados remite claramente a la idea de trascender la oposición clásica entre historia y geografía, y de concebir a los centros históricos como un “proceso en proceso”, es decir, en continuo cambio o transformación. De tal manera que, observar los vínculos entre el pasado y el presente e identificar las realidades que se extienden más allá de lo local, serían dos principios metodológicos indispensables para poder dar cuenta de la complejidad que representan.

Por esta razón no pueden ser considerados como meros contenedores pasivos o como simples conjuntos de bienes inmuebles de riqueza histórica y estética. Tampoco es posible entenderlos como espacios “inmóviles”, “museificados”, o “detenidos en el tiempo”. Por el contrario, derivado de estas interacciones conflictivas, hoy en día emergen como espacios sociales de continuas disrupciones y disputas, imprevisibles y en desequilibrio constante. La trama de conflictos generados en su entorno los dota de una gran vitalidad poniéndolos en movimiento como parte de un proceso complejo dinámico y relacional.

Esta última interpretación implica reflexionar sobre el papel y los alcances de las políticas de planificación urbana que los entienden como espacios coherentes, estables y acabados, lo que supone además que toda intervención tiene que pasar por el ordenamiento y la regulación predictiva, con lo cual se anula su complejidad inherente. En todo caso es preciso abrir el debate y reconocer las implicaciones de aplicar políticas estandarizadas y homogéneas en contextos urbanos complejos, tales como los centros históricos.

Para cerrar, con todo lo expuesto en este apartado es posible inferir algunas ideas básicas que desde Massey contribuyen a la comprensión de los centros históricos como espacios relacionales: 1) Los centros históricos son abiertos. Es decir que están condicionados por una diversidad de agentes, trayectorias e interacciones múltiples, lo que significa que no pueden ser considerados de manera esencializada, sino como resultado de las relaciones sociales que ahí tienen lugar y que finalmente los producen. 2) Los centros históricos son dinámicos. En la práctica se configuran como un “proceso en proceso”, en continuo cambio y transformación; no son estáticos, ni acabados, sino que se trata de una producción continua que contiene relaciones existentes y futuras siempre cambiantes. 3) Los centros históricos son transescalares. No poseen fronteras fijas o bien determinadas, sino que son resultado de las articulaciones y de las relaciones sociales concretas que se establecen a diferentes escalas geográficas. Lo local no basta para explicar su dinámica y transformaciones. 4) Los centros históricos son caóticos. Se definen por interacciones que se yuxtaponen, entrelazan e interactúan de manera conflictiva; no poseen identidades únicas o cerradas, sino que están llenos de diferencias por lo cual emergen como espacios de continuas disrupciones y disputas.

Reflexiones finales

La intención de este trabajo ha sido ensayar una ruta de interpretación distinta de los centros históricos, la cual permita poner de relieve el carácter relacional que esencialmente poseen. De acuerdo con la revisión del estado que actualmente guardan los estudios sobre centros históricos, fue posible mostrar que efectivamente el tema ha transitado en las últimas décadas desde una concepción estática y aislada, centrada sobre todo en su conservación física (catálogos, inventarios, tipologías), hacia la gestión urbana de ciudades vivas, dinámicas e interconectadas con su entorno (Sepúlveda, 2017, p. 135). Las redes conceptuales y la apertura hacia los nuevos enfoques son una evidencia del largo camino recorrido, y de la forma en que se ha intentado ir un poco más allá de las perspectivas tradicionales. Esta situación ha conducido en el presente a una verdadera transición en el tema, la cual ha sido identificada, incluso, como una ruptura epistemológica o como un cambio de paradigma (Carrión, 2018).

En el caso de la teoría de Massey, la potencialidad de hacer visible el componente político del espacio, contribuye en principio a superar las visiones más comunes, al centrar la atención en las interrelaciones y conflictos generados entre los distintos agentes que, desde posiciones de poder diferenciadas, interactúan o tienen injerencia sobre ellos. Esta interpretación destaca la necesidad de reconocer el carácter complejo que los define o determina y que resulta nodal para la explicación de las dinámicas que experimentan en el presente. Asimismo, la amplitud y alcance de esta teoría (en tanto se encuentra enmarcada dentro de la tradición marxista) permite formular una serie de cuestionamientos esenciales relacionados con los procesos de urbanización del capital y con la valorización y mercantilización de los centros históricos, en su vinculación con los diferentes usos y formas de producción y apropiación que experimentan, entre otras problemáticas inscritas en el ámbito del urbanismo contemporáneo.

Si bien la tarea de vincular el enfoque socio-espacial de Massey con la casuística concreta puede representar un desafío enorme[4], por otro lado, también puede resultar productiva, sobre todo para el caso de la recuperación de su concepto “relacional”, “dinámico” y “abierto” del espacio, postulados que, en conjunto hacen posible la comprensión de los centros históricos de un modo más complejo e integral. Así, desde “las geometrías del poder”, estos pueden ser pensados como espacios abiertos y dinámicos, en continuo cambio y transformación. No se trata de espacios “cerrados”, sino que se conceptualizan a partir de las relaciones e interrelaciones que se extienden escalarmente desde lo global a local. Al respecto no se pierde de vista la necesidad de considerar las particularidades y los contextos específicos, y de ponderar las relaciones que resulten de mayor utilidad o interés para su comprensión. Al final, las posibilidades pueden ser tan amplias como la diversidad de agentes y relaciones que coexisten en cada centro histórico.

En síntesis, el propósito de este artículo ha sido aportar al debate y llamar la atención sobre la necesidad de redefinir y cuestionar los presupuestos de las perspectivas tradicionales, con miras a ampliar sus repertorios conceptuales y el ámbito en que suelen ubicarse los estudios. Al final, la intención ha sido proponer una posible alternativa teórica que contribuya a problematizar estos espacios urbanos de una manera un poco más compleja, reconociéndolos al mismo tiempo como un área de estudio multidisciplinaria y heterogénea. Así se ha buscado establecer un punto de partida divergente que en términos teóricos permita trascender las visiones todavía dominantes, y que valore la complejidad de las múltiples relaciones, agentes y procesos que hoy en día los determinan y los mantienen en constante transformación.

Referencias bibliográficas

Albet A., y Benach, N. (2012). Doreen Massey. Un sentido global del lugar. España: Icaria.

Ávila, D. N. (2015). Patrimonialización del espacio urbano. Ciudades, 107, 15-21. Recuperado de: http://www.rniu.buap.mx/edit/revistas/contenido.php?id=107

Ávila, D. N. (2016). ¿Vocación turística? La producción del centro histórico de Oaxaca a partir de la escala global de la UNESCO. Revista Humanidades, 11, 50-62. Recuperado de: https://www.researchgate.net/publication/318659619 

Ávila, D. N. (2018). Dinámicas del comercio ambulante en el centro histórico de Oaxaca. Política y cultura, (49), 29-48. Recuperado de: https://www.scielo.org.mx/pdf/polcul/n49/0188-7742-polcul-49-29.pdf 

Carrión, F. (2013). “El patrimonio histórico y la centralidad urbana” (709-741). En Ramírez, B. y Pradilla, E. (Comp.) Teorías sobre la ciudad en América Latina Volumen II. México: UAM-Xochimilco. Recuperado de: https://www.flacsoandes.edu.ec/agora/el-patrimonio-historico-y-la-centralidad-urbana

Carrión, F. (2018). “Centralidades históricas: desafíos de una realidad en permanente construcción” (18-41). En Herrera, L. y Mora, A. (Coord.) La ciudad posible. Cambios y transformaciones en el siglo XXI. México: Universidad del Quindío. Recuperado de: https://www.imip.org.mx/imip/files/publicaciones/2018-La-ciudad-posible.pdf 

Castells, M. (1999). La era de la información. Madrid: Alianza.

De Urbina, A. (2018). Aportes desde la teoría del actor red para implementar la aproximación del Paisaje Histórico Urbano. Estoa, 12(7), 21-31. DOI: https://doi.org/10.18537/est.v007.n012.a02 

Delgadillo, V. (2015). “Oriente y Occidente. La patrimonialización de la herencia colonial” (29-42). En Niglio O. (Coord.). Ciudades históricas entre Oriente y Occidente. Italia-México: Edizioni Scientifiche Italiane.

Fernández-Baca, R., Fernández S., Ortega, G. y Salmerón P. (2011). “La gestión del paisaje histórico urbano en Ciudades Patrimonio Mundial. Metodología de análisis, seguimiento y evaluación” (54-117). En Fernández-Baca R., Salmeron, P., Sanz, N. (Coord.). El paisaje histórico urbano en las Ciudades Patrimonio Mundial. Indicadores para su conservación y gestión II. España: IAPH, Universidad de Málaga. Recuperado de: https://repositorio.iaph.es/bitstream/11532/265109/1/PaisajeHistoricoUrbano.pdf 

García, N. (1999) “Los usos sociales del patrimonio cultural” (16-33). En Aguilar, E. Cuadernos Patrimonio Etnológico. Nuevas perspectivas de estudio. España:  Consejería de Cultura. Junta de Andalucía. Recuperado de: https://observatoriocultural.udgvirtual.udg.mx/repositorio/handle/123456789/130 

Massey, D. (1991). A global sense of place. Marxism Today, 35 (6), 24–29. Recuperado de: https://www.unz.com/print/MarxismToday-1991jun-00024 

Massey, D. (2005a). For space. London: Sage. Recuperado de: https://selforganizedseminar.files.wordpress.com/2011/07/massey-for_space.pdf

Massey, D. (2005b). “La filosofía y la política de la espacialidad: Algunas consideraciones” (101-128). En Arfush, L. (Comp.) Pensar este tiempo. Espacios, afectos, pertenencias. Buenos Aires: Paidós.

Massey, D. (2006). Space, time and political responsibility in the midst of global inequality. Erdkunde, 60(02), 89-95. DOI: https://doi.org/10.3112/erdkunde.2006.02.01 

Massey, D. (2009). Concepts of space and power in theory and in political practice. Documents d’analisi geografica, (55), 15-26. Recuperado de: https://ddd.uab.cat/pub/dag/02121573n55/02121573n55p15.pdf 

Massey, D. (2012). Power-geometries and the politics of space-time (Albet y Benach, trad.) España: Icaria. (Obra original publicada en 1999).

Prats, L. (2000). El concepto de patrimonio cultural. Cuadernos de antropología Social, (11), 115-136. Recuperado de: http://revistascientificas.filo.uba.ar/index.php/CAS/article/view/4709/4206 

UNESCO (2011). Recomendación sobre el Paisaje Urbano Histórico. Paris: UNESCO. Recuperado de: https://whc.unesco.org/uploads/activities/documents/activity-638-100.pdf 

Ramírez, B., y López, L. (2015). Espacio, paisaje, región, territorio y lugar: La diversidad en el pensamiento contemporáneo. México: UNAM, Instituto de Geografía.

Reygadas, L. (2019). “Entre Marx y Latour. Cristalización espacial de las asimetrías, agencia del territorio y desigualdad” (19-41). En Di Virgilio M. y Perelman M. (Coord.) Disputas por el espacio urbano. Desigualdades persistentes y territorialidades emergentes. Buenos Aires: Editorial Biblos.

Sepúlveda, S. (2017). “Estado del arte sobre centros históricos en ciudades mexicanas” (133-167). En Pineda, A. y Velasco M. (Coord.) Ciudades y Centros Históricos. Los retos de la vivienda y la habitabilidad. Volumen I. México: Red Temática CONACYT Centros Históricos de Ciudades Mexicanas, UNAM.


Notas

[1] Doctora en Ciencias Sociales con especialidad en Sociedad y Territorio por la Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores de México (SNI-Conacyt). Actualmente es profesora-investigadora de tiempo completo en el Centro de Investigación en Ciencias de Información Geoespacial, CentroGeo, adscrita al área: Geopolítica y Territorio: https://www.centrogeo.org.mx/areas-profile/navila.

[2] Este artículo es resultado de las reflexiones teóricas que formaron parte del Proyecto de Investigación Doctoral: “El centro histórico de Oaxaca en disputa. De la protesta magisterial a la militarización del espacio público” (2018), desarrollado en el marco del Doctorado en Ciencias Sociales de la Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco. Para su realización contó con el apoyo del Fondo de Becas Conacyt y fue dirigido por la Dra. Blanca Ramírez Velázquez.

[3] “A diferencia de otras aproximaciones que se concentran en el estudio de los agentes humanos, el enfoque de la TAR de Bruno Latour, otorga una importancia fundamental a los actores no humanos. Para Latour, no se trata de suplantar el determinismo social, cultural o político (que privilegia a los actores humanos y los factores culturales y políticos) por un determinismo tecnológico o material (que privilegia a los actores no humanos y los factores tecnológicos y materiales), sino de ver ambos aspectos. Es decir, se trata de estudiar las relaciones entre las personas y las cosas, en un proceso incesante de interacción que obliga al analista a observar el zigzag que va de las personas a los objetos y viceversa” (Reygadas, 2019, p. 22). En tal sentido, los sistemas socio técnicos o de infraestructura urbana, como vías de transporte, telecomunicaciones, redes de servicios públicos, pueden ser abordados como un actor relevante en la ciudad, como mediadores claves y con capacidad de agencia de buena parte de los fenómenos urbanos (De Urbina, 2018, p. 28).

[4] Una primera aproximación empírica sobre la propuesta teórica aquí esbozada se puede consultar en: Ávila, 2016 y 2018.