DOI: 10.19137/cuadex-2020-04-09

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ENTREVISTAS

 

Entrevista a Oscar Jara Holliday
Los procesos de sistematización en extensión. “Dejar hablar a la experiencia”

 

Eleonora Gómez Castrilli
Equipo  Editorial de Cuadernos de Extensión Universitaria de la UNLPam.
cuadernosdeextension@unlpam.edu.ar
ORCID: https://orcid.org/0000000349841866

 

Educador Popular y Sociólogo, Jara Holliday es doctor en educación. Director del Centro de Estudios Alforja (CEP Alforja) en Costa Rica y presidente del Consejo de Educación Popular de América Latina y el Caribe (CEAAL), ha trabajado el tema de sistematización de experiencias en diversos ámbitos sociales en varios países latinoamericanos. Desde hace algunos años también lo ha impulsado con docentes y alumnado de universidades públicas, en particular en vinculación con los programas de extensión universitaria.
Autor de varios trabajos sobre el tema, se destaca el libro La sistematización de experiencias, práctica y teoría para otros mundos posibles, editado en ocho países latinoamericanos. Se define como peruano y costarricense.
Jara Holliday responde a Cuadernos sobre los sentidos y estrategias posibles para hacer de la actividad de sistematización una vivencia compartida.

 

¿Por qué es necesario sistematizar las experiencias de extensión? ¿Quiénes son parte de este proceso?

La sistematización de experiencias, como propuesta de producción de conocimiento sobre, desde y en función de aportar a prácticas educativas, organizativas, sociales y comunitarias, se ha convertido, desde hace ya como treinta años, en un enfoque de interés en ámbitos académicos y no académicos, en entidades públicas, en movimientos sociales, organismos no gubernamentales o agencias de cooperación internacional. Entre ellos, resalta particularmente el interés surgido en el campo de las experiencias de Extensión Universitaria, que también son llamadas de Acción Social o Proyección Social en diferentes universidades en América Latina y con las cuales hemos tenido oportunidad de trabajar principalmente desde 2013.

 

Una preocupación común en estas prácticas está relacionada con la necesidad de fortalecer la producción y circulación de conocimiento académico en las universidades a partir de los proyectos, programas y actividades de extensión universitaria. Pese a la reconocida y trillada afirmación de que esta es una dimensión sustantiva del quehacer universitario, al igual que la investigación y la docencia, el caso es que no es valorada de igual manera y continúa siendo considerada como un área o una dimensión de menor importancia e, incluso, prescindible. En este sentido, se refuerza la necesidad de sistematizar esas experiencias de extensión, por varias razones:

Por un lado, por la necesidad de impulsar procesos de democratización del conocimiento tanto en lo que respecta a su producción como a su circulación, lo que implica reconocer la importancia de contar con diversas miradas desde prácticas diferentes, realizadas por sujetos diversos. Por otro lado, porque es fundamental hurgar con mayor profundidad y rigurosidad en la novedad de los fenómenos producidos por situaciones recientes, lo que implica desarrollar la capacidad de trascender lo descriptivo y narrativo para generar desde allí, un ejercicio interpretativo y teórico que no signifique la aplicación mecánica de marcos conceptuales predefinidos y que, además, tenga como componente la vitalidad de la fuerza emocional. Esta apertura al “sentipensamiento” personal y colectivo significa, en el sentido de Fals Borda, definitivamente, una ruptura radical con el positivismo tradicional y el apego a sus reglas metodológicas, así como también un distanciamiento crítico de la producción individualista y encapsulada que han caracterizado el trabajo académico predominante.
Además, producir conocimiento académico desde las prácticas de extensión, ayuda a visibilizarlas y también a valorarlas en el propio ambiente de las instituciones de educación superior. Creo que se trata de una disputa, por una parte, epistemológica, pero también por otra parte, de una disputa política en la que se busca conquistar espacios en la academia para que las voces y las realidades de los sectores populares con quienes se trabaja en los proyectos de extensión, sean reconocidos.
Otro elemento fundamental, me parece, es que precisamente desde los proyectos de extensión, desde esos vínculos comprometidos con los procesos sociales con la población más vulnerabilizada, marginada y excluida por el modelo capitalista, patriarcal y racista de dominación predominante en nuestros países, es desde donde deberían surgir los temas y las preguntas para la investigación y donde se juega la posibilidad de redefinir de manera horizontal y dialógica el rol docente que también tradicional mente ha sido vertical e impositivo. Los proyectos, programas y procesos de extensión universitaria, son una fuente importante para recrear la universidad en toda su amplitud precisamente por los desafíos que significan al buscar dar respuestas a las necesidades más urgentes de la sociedad a la que pertenece la universidad.

 

¿Cuál es el abordaje metodológico que propone?

Hemos estado realizando procesos de formación teórico-metodológica con personas y equipos de trabajo que realizan actividades de extensión, principalmente por medio de un ciclo de tres o cuatro talleres sucesivos, en los que se trabajan temas que se ponen en práctica en los períodos intertaller, que pueden ser de un mes o dos de duración.
Comenzamos identificando qué experiencia se quiere sistematizar y por qué (la motivación), y reflexionando sobre los fundamentos de una propuesta conceptual y metodológica de sistematización de experiencias que hemos venido trabajando desde hace años en la Red Alforja y en el CEAAL. Posteriormente, vamos identificando con más precisión la experiencia a sistematizar y el hilo conductor que interesa más, delimitándola en tiempo y lugar, definiendo también objetivos específicos a lograr con esta sistematización, ubicando las fuentes de información que tenemos o que necesitamos y cada quien diseña un plan concreto, que incluye procedimientos y cronograma. Todo esto se comparte entre los diferentes equipos o personas participantes, para incentivar el interaprendizaje, porque la propuesta metodológica general es la misma, pero así descubrimos que las formas de ponerla en práctica pueden ser muy variadas. No hay una receta.

Después de elaborar los planes, tenemos toda una fase de recuperación del proceso vivido, reconstruyendo la historia de la experiencia y ordenando la información que vamos procesando. Esa fase es la que denominamos “dejar hablar a la experiencia”. Posteriormente, con base en esa visión histórica y panorámica de nuestro trayecto, pasamos a lo más importante: a realizar el análisis y la interpretación crítica, es decir a “interrogar a la experiencia y dejar que ella nos interrogue”. Ya no se trata solo de ver qué pasó, cómo pasó, quiénes participamos, etc. en el proceso, sino se trata de analizar “por qué pasó lo que pasó”, los elementos que intervinieron, sus interrelaciones, causas, efectos, etc. Así, vamos formulando algunas conclusiones y aprendizajes significativos, que son los saberes que provienen desde la experiencia, trabajados con las categorías de análisis y las referencias conceptuales que utilizamos. Toda esta fase igualmente se comparte entre todas las personas participantes y eso genera muchos descubrimientos interesantes al poner en común los abordajes particulares. Finalmente, diseñamos las líneas de acción para el futuro, las propuestas y recomendaciones, tanto para nuestra propia experiencia, como para otras similares. Es la fase de compartir y socializar los aprendizajes. En esta fase producimos varios productos  de comunicación, que incluyen trabajos académicos, artículos para revistas, materiales para cursos de la Universidad, etc. pero no solo. También incluye materiales visuales o audiovisuales, folletos, programas de radio o guiones para obras de teatro, de tal manera que se puede compartir con las personas de las comunidades con las que se trabaja y también con otras personas extensionistas o vinculadas a procesos similares.


Gentileza: Área de Extensión y Territorio  Universidad Nacional de Rosario.

 

¿Qué herramientas se necesitan para sistematizar experiencias?

Existen muchas posibilidades para cada una de las fases del proceso de sistematización y la mayoría no son exclusivas, sino que también se pueden utilizar en procesos de diagnóstico, investigación participativa, mapeos de actores, etc. Son herramientas que se redefinen en función del momento y la lógica del proceso sistematizador en las que se utilizan. Para quien tenga interés específico, muchos de estos resultados y las técnicas utilizadas han sido recogidos en la biblioteca virtual del Programa Latinoamericano de Apoyo a la Sistematización de Experiencias del CEAAL, que coordina mi institución, el CEP Alforja desde Costa Rica, que constantemente estamos actualizando. Es, en realidad, una mediateca, pues contiene textos, videos, programas sonoros, presentaciones visuales, etc. y está en varios idiomas. Les invito a visitarla en: http://www.cepalforja.org/sistematizacion/bvirtual.


Gentileza: Área de Extensión y Territorio  Universidad Nacional de Rosario.

 

¿Algunas disciplinas tienen mayor especificidad para aportar en estos procesos?

Por mi experiencia, puedo decir que todas las disciplinas de estudio y todas las modalidades de proyectos de extensión, pueden y deben realizar sistematizaciones de experiencias. Desde proyectos de trabajo comunitario en comunidades indígenas, programas con niñez y adolescencia, procesos de formación intra e interuniversitaria, proyectos ambientales, de capacitación para el trabajo o la gene ración de iniciativas de sostenibilidad económica o la utilización de procesos innovadores para estudiar el comportamiento de la fauna en zonas protegidas y los métodos y técnicas utilizadas para impulsar tecnologías propias en zonas rurales.
Para dar algunos ejemplos, cito algunos de los procesos de sistematización que he tenido la oportunidad de asesorar en universidades de Costa Rica en estos cursos:

1. La experiencia con la comunidad de Palito Chira y actores locales en el cultivo de ostras como alternativas socio-productivas para comunidades marinocosteras.

2. La experiencia de entrenamiento y competición en nadadores con retardo mental que participaron en las Olimpiadas especiales en Atenas, Grecia en el 2011.

3. Construcción del concepto “trabajo con comunidad” (y no “en comunidad”) en los proyectos de extensión docente.

4. El papel de las mujeres indígenas Bribri en la creación y consolidación del centro de capacitación Iririá Alakölpa ú, durante el período 2007-2009.

5. La experiencia del proyecto de estímulo del espíritu emprendedor en centros penales costarricenses.

6. Promoción de iniciativas de turismo comunitario y desarrollo local en la cuenca del río Pacuare.

7. La experiencia de fomento de consumo de frutas y verduras en la escuela como promotora de hábitos de alimentación saludables en la primera infancia.

8. Experiencia de capacitación en higiene y manipulación de alimentos para población con discapacidad intelectual.

9. La experiencia de articulación académica interdisciplinaria y de vinculación con acción social en la realización de un diagnóstico socio productivo con comunidades.

10. La experiencia del proyecto de estrategias participativas de cambio climático local en dos regiones del país.

11. Los aportes al reconocimiento de la sabiduría e identidad de los pueblos originarios de Costa Rica.

12. El trabajo sobre cultura de paz y expresiones artísticas con personas privadas de libertad en dos centros diferentes de reclusión.

13. Acceso, disponibilidad y uso sustentable del agua potable por medio de la implementación de un sistema de captación de agua lluvia con los pobladores de la Isla Caballo.

14. Educación popular y voces comunitarias. La experiencia de los talleres de herramientas de comunicación popular con las comunidades de Guácimo y Palmar Norte durante 2017 y 2018.

15. La experiencia del Laboratorio exploración de dramaturgia actoral sobre la relación música-cuerpo.

16. La experiencia de 3 décadas de enseñanza aplicando el método de danza contemporánea Züllig en la carrera de Bachillerato en Danza.

 

¿Qué modificaciones y transformaciones ha observado en las universidades al desarrollar estos procesos? ¿Por qué no es un proceso habitual, como ocurre con las demás funciones como la investigación? ¿Hay resistencias en sistematizar las experiencias?

La formación en teoría y metodología de sistematización de experiencias de Extensión / Acción Social tiene su punto de partida en las propias necesidades y motivaciones planteadas a sus protagonistas por la dinámica de los proyectos y programas que ejecutan. Partimos de la convicción de que hay una riqueza de enseñanzas en las experiencias concretas  de Extensión,  Acción o Proyección Social universitaria que no necesariamente se convierte en aprendizaje ni en conocimiento académico. El activismo o la preocupación centrada en la mera ejecución de los proyectos y en una rendición formal de actividades realizadas, aparece como el principal obstáculo para construir esos aprendizajes, a los cuales hay que dedicar un esfuerzo reflexivo sistemático y ordenado. Muchas veces, el tiempo que se re quiere para hacerlo ni siquiera está considerado en los planes de trabajo y asignación de responsabilidades, pero también hacen falta orientaciones metodológicas y herramientas técnicas que lo permitan.
Desde ese doble punto de partida: la convicción  de que las experiencias encierran múltiples y ricos aprendizajes que es necesario identificar, descubrir y explicitar, y la necesidad de contar con orientaciones y herramientas para hacerlo, hemos ido explorando a través de rutas posibles y viables para sistematizar las experiencias que marcan el rumbo de actividades de formación y capacitación que he realizado con varias universidades, tanto en Costa Rica como en otros países.

 

Un aspecto que se ha tenido en consideración es la necesidad de sugerir y apoyar propuestas de sistematización de experiencias que puedan ser factibles de realizar y que estén vinculadas como componente reflexivo de la propia dinámica de la acción extensionista con el objeto de que no se vean como una tarea adicional, que exigiría suspender lo que se hace para concentrarse en la sistematización. Aquí hemos tenido que enfrentar la tendencia –muy frecuente en universidades– de considerar que la sistematización es semejante a escribir una “tesis”, para lo cual, entonces, habría que aislarse de todo para realizarla y, además, cuando se concluya, archivarla. Hacer que la sistematización de experiencias acompañe permanentemente las prácticas extensionistas como una dimensión de estas, es la meta que se busca a través de ejercitarse en estas modalidades flexibles y viables que demuestren, primero, su utilidad y efectividad y, segundo, que motiven a continuarla con el fin de generar una mayor democratización de los conocimientos en los ámbitos universitarios. En ese camino estamos.