Mellado, Rubén; Tempestti, Rocío; Moyano, Milagros y Ayvazishvili, Agustín

Tejiendo redes entre la universidad y el territorio: la experiencia del Proyecto Mauricio López, Uniendo Brazos

Cuadernos de Extensión Universitaria de la UNLPam, Año 5, Nº 5, abril-diciembre 2021.

Sección: Artículos, pp. 27-46

ISSN 2451-5930 e-ISSN2718-7500. DOI: 10.19137/cuadex-2021-05-02https://creativecommons.org/licenses/by-nc-sa/4.0/deed.es

Tejiendo redes entre la universidad y el territorio: la experiencia del Proyecto Mauricio López, Uniendo Brazos

 

Rubén Mellado

Universidad Nacional de Cuyo, Facultad de Ciencias Políticas y Sociales

Profesor de la Cátedra de Estado, Sociedad y Política

rubenmellado@hotmail.com

ORCID: https://orcid.org/0000-0002-9326-2565

Rocío Tempestti

Universidad Nacional de Cuyo, Facultad de Ciencias Políticas y Sociales. Graduada

tempestti.rocio@gmail.com

ORCID: https://orcid.org/0000-0001-8980-5136

Milagros Moyano

 Universidad Nacional de Cuyo, Facultad de Ciencias Políticas y Sociales. Estudiante

moyanostortini@gmail.com

ORCID: https://orcid.org/0000-0003-1250-0718

Agustín Ayvazishvili

Universidad Nacional de Cuyo, Facultad de Ciencias Políticas y Sociales. Estudiante

ayvagu@gmail.com

ORCID: https://orcid.org/0000-0001-5388-8822

 

 

 

Tejiendo redes entre la universidad y el territorio: la experiencia del Proyecto Mauricio López, Uniendo Brazos

 

RESUMEN

El presente trabajo busca recuperar la experiencia de extensión universitaria transitada durante el año 2019 en el marco del Proyecto Uniendo Brazos, financiado por la undécima Convocatoria Mauricio López, perteneciente a la Universidad Nacional de Cuyo. Comenzaremos reflexionando acerca de lo que entendemos por extensión y nuestra manera de abordarla en territorio. Luego, realizaremos una breve descripción del Merendero Los Peques, en el cual se llevó adelante el proyecto, y un recorrido por las redes que fuimos tejiendo con las mujeres que lo gestionan. Por último, resaltaremos aquellas vivencias y significaciones más relevantes para repensar los saberes aprendidos a través de un ejercicio interpretativo de teorización y de apropiación consciente de lo vivido a lo largo del año.

Palabras clave: extensión universitaria; construcción colectiva del conocimiento; diálogo de saberes; mujeres migrantes; merendero

Weaving networks between the university and the territory: the experience of the Mauricio López Project, Uniendo brazos

 

ABSTRACT

The present work seeks to look back at the experience of university extension work carried out during the year 2019 in the frame of the Uniendo Brazos Project, financed by the 11th Mauricio López Call for Proposals, from Universidad Nacional de Cuyo. We will begin by reflecting on what we understand by extension and our way of approaching it in the territory. Then we will make a brief description of the Los Peques solidarity canteen, where the project took place, and a revision of the relationships that we built with the women who manage it. Finally, we will highlight the most relevant experiences and meanings in order to rethink the knowledge we have learned, through an exercise of theorizing and conscious appropriation of what we have experienced throughout the year.

Keywords: University extension work; collective knowledge building; knowledge dialogue; migrant women; solidarity canteen

Tecendo redes entre a universidade e o territorio: a experiencia do Projeto Mauricio López, Uniendo Brazos

 

RESUMO

O presente trabalho procura recuperar a experiência de extensão universitária realizada      durante o ano de 2019 no âmbito do Projeto Uniendo Brazos, financiado pela 11ª Chamada Mauricio López, pertencente à Universidade Nacional de Cuyo. Começaremos por refletir sobre o que entendemos por extensão e nossa maneira de abordar o assunto no território. Depois faremos uma breve descrição do centro comunitário Los Peques, no qual o projeto foi realizado, e um percurso pelas redes que tecemos com as mulheres que o conduzem. Finalmente, destacamos      as vivências e os significados mais relevantes a fim de repensar o conhecimento aprendido, através de um exercício interpretativo de teorização e apropriação consciente do que experimentamos ao longo do ano.

Palavras chave: extensão universitária; construção coletiva do conhecimento; diálogo de saberes; mulheres migrantes; centro comunitário    

 

 

Introducción

Uniendo Brazos surge en el año 2019 con el objeto de fortalecer y lograr la autogestión sustentable del merendero Los Peques. Este centro comunitario se encuentra ubicado al Sureste del departamento de Las Heras, en el distrito del Algarrobal Abajo, siendo esta una de las zonas más vulnerables en términos socioeconómicos de la provincia de Mendoza.

A través del presente artículo nos proponemos recuperar la experiencia de extensión universitaria transitada a lo largo de dicho proyecto, el cual fue posible gracias al financiamiento obtenido de la undécima Convocatoria Mauricio López perteneciente a la Universidad Nacional de Cuyo.

Entendemos que este merendero, como tantas otras organizaciones sociales, desarrolla una tarea fundamental otorgando respuestas a aquellas demandas que ni el Estado ni el Mercado han logrado cubrir. Son estos modos de hacer política, estas nuevas prácticas fuera de los márgenes de la institucionalidad, y la posibilidad de rescatar las voces de aquellas personas que los llevan adelante, lo que nos impulsa a trabajar en el territorio y, a su vez, a compartir lo realizado.

Por ello, primeramente nos proponemos debatir acerca del enfoque de extensión universitaria adoptado, del porqué y el para qué del trabajo en el territorio y de la importancia de los vínculos entre la universidad y las organizaciones sociales.

Luego, posicionándonos desde una mirada crítica, nos adentraremos en nuestras vivencias grupales e individuales a lo largo del año, intentando recuperar en forma ordenada lo ocurrido para, finalmente, recrear los saberes aportados por la experiencia, reflexionando y apropiándonos de ellos en forma consciente.

Nuestra mirada de la extensión

 

“Porque este no es el mundo que soñamos. Porque estamos hartos, pero principalmente acongojados con los dolores del mundo. Porque no somos indiferentes y estamos convencidos de que otro mundo es posible, justo, solidario y libre. Porque lo imaginamos, lo soñamos día  tras día y porque junto a otros luchamos, resistimos y vamos siendo parte de experiencias que intentan ya no sólo resistir sino crear ese mundo otro”.

 (Cardozo, 2018)

Desde hace tiempo, la extensión ha sido reconocida como la tercera función sustantiva de la Universidad, junto con la docencia y la investigación. Sin embargo, la falta de atributos que la definan de manera exhaustiva dificulta su descripción, así como también conlleva a una multiplicidad de definiciones en torno al concepto.

Para comprender lo que nosotros/as sostenemos como extensión universitaria y la manera en la que hemos encaminado nuestro proyecto, nos gustaría comenzar deconstruyendo la definición misma del término. La producción académica realizada por Ignacio Robba (2019) nos sirve de soporte para problematizar la conceptualización de la noción de extensión. Recuperamos reflexiones del análisis de Paulo Freire en su obra ¿Extensión o comunicación? (1984) y estudios poscoloniales, El lugar de la cultura de Homi Bhabha (2013) y ¿Puede hablar el sujeto subalterno? de Gayatri Spivak (1998), para abrir camino a la formulación de una definición propia, con perspectiva intercultural, repensando las construcciones identitarias en relación con la noción de otredad.

Primeramente, el concepto de extensión en su carácter semántico indica una acción de “extender algo a”; como Robba (2019) lo indica, está implícita la acción de llevar, de transferir, de depositar algo en alguien. Es desde esta perspectiva que el autor cuestiona la práctica educativa en el trabajo de extensión:

porque implica concebir la educación como una práctica de domesticación: quien enseña ocupa el lugar del saber, frente a quien aprende que ocupa el lugar de la ignorancia. Por el contrario, desde su posición teórica-política de la educación de la liberación, educar es comunicar (Robba 2019, p. 3)

Asimismo, Freire asocia la acción extensionista a la noción de invasión cultural, dado que conlleva la invasión de un sujeto desde su espacio histórico-cultural a otro, imponiendo sus valores y su visión del mundo (Robba, 2019).

Lejos de tomar esta visión invasiva, violenta e impetuosa de extensión universitaria, encaramos nuestro proyecto a partir de otra perspectiva ético-política que nos marca como actores/as sociales y nos impulsa a intervenir en aquellas incomodidades del mundo en que vivimos.

No se trata de una visión de la extensión que emplea dinámicas de grupos, talleres, intervenciones, en los que los que “bajan al territorio” despliegan su discurso lineal, racional, lógico y autocentrado. Por el contrario, proponemos la utilización de esas herramientas pero desde otra perspectiva, desde una práctica de interrelación sostenida en el tiempo, un proceso de activación y retroalimentación conjunta apoyada en un discurso vivencial, dinámico, complejo y participativo, que se orienta a la consecución de resultados tangibles y sutiles que transforman los universos materiales  y simbólicos de los involucrados. En este sentido, concebimos a la extensión como una práctica política.

Los resultados tangibles pueden ser operacionalizados en las transformaciones concretas de la realidad material, a través de indicadores de actividades, recursos, fondos asignados, etc., mientras que los resultados sutiles consiguen verse reflejados mediante profundas transformaciones en la co-construcción de sentidos, transformaciones referidas a valores consumatorios como solidaridad, compromiso, empatía.

“El sentido no se da ni se transmite, se adquiere, y se adquiere precisamente en comunidad”, tal como lo señala Gutiérrez (1996, p. 20). En el proceso las personas involucradas se constituyen y modifican mutuamente, al tiempo que retroalimentan sus propios universos. Prieto y Gutiérrez (1994), en referencia a la mediación pedagógica para la educación popular, sostiene que:

No son los simples conocimientos ni las verdades transmitidas a través de discursos o consignas las que dan sentido a la vida. El sentido se entreteje de otra manera, desde las relaciones inmediatas, desde cada ser, desde los sucesivos contextos en los cuales se vive […] El sentido no se inyecta, se construye en un hacer diario, en una relación personal y grupal, en un largo proceso de descubrimiento y enriquecimiento (Prieto y Gutiérrez, 1994, p. 13)

Por otro lado, creemos que la extensión universitaria funciona, muchas veces por primera vez, como un nexo capaz de vincular diferentes organizaciones y movimientos sociales con las universidades. Este fenómeno nos sigue interpelando sobre el rol de la universidad pública, como así también acerca de qué luchas debemos dar desde adentro para democratizar y promoverla, desde nuestras prácticas extensionistas, como un derecho colectivo de todos y todas.

Partimos, por tanto, de una posición epistémica y política que implica no solamente sostener que el conocimiento y la educación son un derecho de los sectores populares, sino también que estos son productores de conocimiento válido. Este punto de partida permitiría una “extensión al revés”, de acuerdo con Guleman, Juarros, Capelacci y Tarrio (2001); el enriquecimiento de las prácticas y de los conocimientos que los/as universitarios/as adquieren de la sociedad como nuevos modos de entender- aprender las cuestiones sociales, su síntesis y articulación.

En este sentido, la democratización que planteamos no es solo un proceso de circulación de saberes otros en el “territorio universitario”, es también visibilización y legitimación de estos en tanto conocimientos válidos. En esta dinámica, los y  las agentes van conformándose como sujetos sociales, alejándose de la concepción de objeto que se les ha asignado por las concepciones clásicas de extensión.

Sin embargo, es necesario advertir que estas metas no son sencillas. Existe un entramado de complejidades puestas en juego en los procesos de diálogos de saberes, que devienen de los espacios en que cada grupo es socializado (universidad y territorio). Al respecto, Romero (2017) reflexiona en torno del desafío de construir conjuntamente con sujetos y sujetas que portan marcas sociales e institucionales disímiles y en cuyos cuerpos es otra la historia marcada: ¿cómo articular los modos en que cada grupo contribuye a un objetivo común desde sus propios modos de “hacer y ser” hechos cuerpo en la socialización institucional, en el marco de prácticas extensionistas? En este sentido, Boaventura de Sousa Santos (2009) sostiene que a la hora de poner a dialogar conocimiento técnico-científico con saberes que las personas poseen debe darse necesariamente un proceso de “traducción” que intente crear inteligibilidad recíproca entre formas de organización y entre objetivos de acción.

Así, dando cuenta de la necesidad de intentar la construcción de algo común (lo cual se encuentra en el deseo de una traducción), se ven las singularidades y los modismos propios de cada ámbito de referencia institucional (territorio y universidad), explicitando diferencias que atraviesan la relación entre los y las actores/as y que al mismo tiempo desvinculan y vinculan. Se traduce, dialogan saberes y modos de organización, pero también se diferencia y se individualiza en el mismo acto.

Pensar en nuestras propias marcas institucionales es fundamental para re- pensar cómo inciden estas (a veces sin intención de hacerlo) en el diálogo de saberes. Así, si deseamos construir una práctica extensionista con otros y otras debemos pensarnos también como parte de las problemáticas que se suceden en las experiencias, para que no sea nuestra falta de reflexividad otro problema que se suma a la  complejidad de tejer redes con sectores y organizaciones sociales ancladas en el territorio.

Deconstruir los modos heredados de comprender y hacer extensión es un sendero fundamental para construir otros nuevos, que apuntan a relaciones entre universidad y territorio que no objetivicen ni subalternicen a los y las participantes, sino que valoren los conocimientos que portan con antelación y que promuevan dinámicas de co-construcción mutua, de aportación armónica del saber universitario al territorio, como así de aportación del conocimiento popular a la universidad.

Nos proponemos, entonces, recuperar y compartir nuestra experiencia de trabajo en el Merendero Los Peques. Ahora bien, por experiencia no nos referimos únicamente a hechos o acontecimientos puntuales sino, más bien, a procesos vivenciales, históricos y complejos en los que intervienen diferentes sujetos y sujetas, que se vinculan física y emocionalmente, dentro de un contexto económico, social y cultural determinado, y en situaciones organizativas o institucionales particulares (Jara, 2018).

Sistematizar lo vivenciado implica reflexionar, tanto individual como colectivamente, en torno a la experiencia y recrear sus saberes con un ejercicio interpretativo de teorización y de apropiación consciente de lo vivido. El objetivo de esta tarea consiste en penetrar el entramado de relaciones de poder a través de una mirada crítica y de un posicionamiento transformador. Se trata de otorgarle valor a nuestras vivencias, fortalecer nuestra capacidad de propuesta y reconocer el rol de los diferentes actores en el territorio a fin de tejer redes y alianzas (Jara, 2018). Sin embargo, no es una tarea en la cual podamos ubicarnos desde una posición neutral, ya que se trata de la producción de conocimiento situado y, por tanto, impregnado de contradicciones propias de la vivencia de quienes la realizan. Se encuentra estrechamente vinculada a las relaciones de poder en que se desarrolla la experiencia. Por ello, no podemos dejar de resaltar que dentro de estas vinculaciones, que interfieren de manera directa en todo tipo de experiencias, se encuentran las de género. La lógica de dominación patriarcal las estructura construyendo modelos de simbolización, roles y estereotipos de lo moralmente adecuado o inadecuado. Por ello, no es posible, desde el enfoque adoptado, sistematizar sin perspectiva de género.

De esta manera, cerramos el presente apartado retomando y compartiendo lo expuesto por Torres (2002):

Reconstruir las experiencias de las mujeres, de cara a su empoderamiento, implica reconstruir la historia desde el “reverso”, desde el “no lugar”. Ese reverso, pasa por recuperar la experiencia personal –en el entendido de que lo personal es político- y la experiencia subjetiva.

Dejar emerger los miedos, los dolores, los sufrimientos, la cólera y los enojos; los partos y los abortos; los maridos y compañeros; las pérdidas; los nacimientos y las muertes; las enfermedades; el ciclo de vida de nuestros cuerpos; los poderes perdidos y ganados; las abuelas y abuelos; los padres y las madres; la maternidad; la esterilidad y la fecundidad. Reconstruir la historia desde estos cuerpos de mujeres y desde este cuerpo de las mujeres como género, buscando en ella el poder y el empoderamiento. Dejarlos salir ya no como sanción y como necesidad; dejarlos salir como pasión y como potencia. (pp. 30-31)

Análisis del caso: Proyecto Mauricio López “Uniendo Brazos”

 

Recuperando experiencias

 

“Aprendí que ante la adversidad de nada sirve estar solxs;

Aprendí que hay que estar orgulloso de las raíces;

Aprendí que el conocimiento se construye entre todxs;

Aprendí lo que es el picante de pollo, el chuño, el aguayo, la saya, la Whipala, el Api;

Aprendí que el tinku es para valientes;

Aprendí la fortaleza de las trenzas y la pollera;

Aprendí que hay un grupo de mujeres en el Algarrobal de Abajo que dejan todo por ver una sonrisa en el rostro de sus hijxs;

Aprendí que los peques, aunque a veces no los veamos, son gigantes”.

Aprendizaje (Integrante del equipo universitario, 2019)

Tal como nombramos con anterioridad, el presente trabajo busca recuperar la experiencia de extensión universitaria desarrollada en el marco del Proyecto Uniendo Brazos, desarrollado durante el año 2019. Esta iniciativa fue financiada por la undécima convocatoria de Mauricio López, organizada por el Área de Innovación Social perteneciente a la Secretaría de Extensión y Vinculación de la Universidad Nacional de Cuyo, la cual se lleva adelante desde el año 2008 con el objeto de promover procesos socioeducativos en el territorio. Asimismo, es importante destacar que a la propuesta se le dio continuidad durante el presente año 2020, a través del “Proyecto Construyendo Lazos”, validado por la misma convocatoria.

Particularmente, la idea surgió con la finalidad de acompañar y fortalecer una actividad solidaria incipiente como es el merendero Los Peques ubicado en el distrito del Algarrobal de Abajo, perteneciente al departamento de Las Heras.

Este espacio no solo sirve la merienda a más de sesenta niños y niñas, sino que además funciona brindando contención y escucha a la comunidad. Sin embargo, las necesidades crecientes frente a la falta de recursos dificultan la continuidad de sus actividades. Es por esto que la Escuela secundaria 4-250 Algarrobal de Abajo[1], la Fundación Vínculos Estratégicos[2] y la Fundación Calhayma[3] se propusieron trabajar en conjunto con estudiantes de distintas carreras, graduados/as, y docentes de la cátedra Estado, Sociedad y Política (FCPyS, UNCuyo)[4], con el objeto de llevar adelante un ciclo de talleres orientados a lograr la autogestión sustentable de dicha organización.

En pos de evitar relaciones jerárquicas y lineales en el proceso de aprendizaje, elegimos trabajar con herramientas de la educación popular para así generar instancias de reflexión colectiva donde la construcción del conocimiento sea genuina y se logre a través del verdadero diálogo entre saberes académicos y populares. El abordaje en estos encuentros se dio con ayuda de especialistas en cada área, en torno a tres ejes temáticos: alimenticio, estratégico, derechos humanos y género; siendo este último bloque transversal a los anteriores.

El merendero Los Peques: un lugar de encuentro y escucha

 

Antes de comenzar a relatar cómo fue el desarrollo del proyecto, nos gustaría detenernos en las características del merendero donde se llevó a cabo la  iniciativa y en el contexto en el cual se encuentra inserto.

En el año 2016 un grupo de estudiantes de la Escuela Secundaria Eliana Molinelli, en conjunto con un grupo de mujeres de la zona, crearon el Merendero Los Peques. Este se encuentra ubicado en el Algarrobal Abajo, al Sureste del departamento de Las Heras, Mendoza. Este distrito, según datos de la Dirección de Estadísticas e Informes Económicos (2014) y teniendo en cuenta el indicador de necesidades básicas insatisfechas, es uno de los más densamente poblados pero con menor acceso a los servicios públicos.

El principal ingreso de una parte importante de las familias que residen allí proviene del trabajo en los hornos de ladrillo. La mayoría de las personas ocupadas son trabajadores y trabajadoras no registrados/as, por lo que los datos sobre la cantidad de ladrilleros es difusa. No obstante, se estima que actualmente existen alrededor de 300 hornos ladrilleros, que ocupan a unas 2200 personas, en su mayoría inmigrantes del norte del país y de Bolivia. La situación de los/as trabajadores/as de esta actividad es muy precaria debido a las malas condiciones laborales, habitacionales y sanitarias, reflejadas en hechos como el establecimiento de comunidades en espacios poco aptos, precariedad habitacional, falta de cumplimiento de derechos laborales mínimos, pobreza, desarraigo y consecuencias en la salud, por nombrar algunos (Observatorio de Trabajo Infantil y Adolescente, 2012).

En este contexto, el merendero funciona como un espacio de contención y recreación para más de sesenta niños y niñas de entre tres y dieciocho años. Empero, la crisis económica y social que atraviesa el país junto con las necesidades crecientes, el aumento de familias que se acercan y la falta de recursos dificultan la posibilidad de que la organización continúe con sus actividades.

Es importante resaltar que a esta tarea la llevan adelante un grupo aproximado de veinte personas atravesadas por la interseccionalidad de ser mujeres, madres, inmigrantes bolivianas, trabajadoras de hornos de ladrillo, cosechas u otros trabajos no registrados; que viven en situaciones de hacinamiento, sin acceso a servicios esenciales como agua y gas. Para todas ellas, este lugar se ha convertido en un lugar de encuentro, escucha y distensión que facilita la posibilidad de compartir experiencias fuera del ámbito doméstico. Junto con el merendero “Mamás del Corazón”, son los únicos comedores comunitarios dentro del Algarrobal Abajo. Conjuntamente, se planifican actividades y se debaten diferentes propuestas para hacerle frente a las demandas del contexto.

En circunstancias de normalidad el merendero abre sus puertas los días viernes. Los recursos con los que se sostienen varían; generalmente, preparan panificados para vender y con el dinero recaudado se compran los insumos para poder servir la merienda. “A veces servimos leche, otras té, hacemos bizcochuelo o tortitas, dependiendo lo que tengamos. Nos manejamos con lo que hay, con lo que vamos consiguiendo” (Referente del merendero, 2019).

Actualmente, dado el contexto de pandemia y la falta de empleo, se están llevando a cabo ollas populares cuatro días a la semana. En un principio estas fueron pensadas para poder asistir a veinticinco familias; sin embargo, hoy se acercan  alrededor de cincuenta.

Entendiendo la importancia que tiene este espacio de reunión, expresión comunitaria y aprendizaje colaborativo y horizontal para la comunidad; nos pareció significativo trabajar conjuntamente en pos de su fortalecimiento y autogestión, haciendo visible el significado de este merendero para la comunidad y para quienes lo integran.

Adentrándonos en el territorio

 

A lo largo de este apartado nos proponemos elaborar una síntesis de los elementos centrales de la reconstrucción histórica de nuestro proyecto. A través de una breve presentación de los hitos principales y los momentos más significativos, pretendemos poner en valor los conocimientos construidos durante nuestra experiencia, así como también reflexionar sobre sus aciertos y desaciertos.

El día 23 de marzo, luego de reuniones pequeñas y charlas con los diferentes actores que integran el proyecto, tuvimos nuestro primer encuentro. Este se llevó a cabo en la “Fundación Vínculos Estratégicos” con actividades de integración de por medio. Era la primera vez que nos veíamos todos y todas. Fue difícil romper el hielo pero, de a poco, nos fuimos acercando y conociendo.

Ese día, luego de la actividad en el salón de la Fundación nos dirigimos al merendero, ubicado a 200 metros, para compartir la merienda. Cuando llegamos, notamos que algo cambiaba, era el lugar. Era ese espacio físico que, impregnado por el valor que la comunidad y quienes lo integran le han otorgado, las hacía sentir más cómodas. “Este lugar para mí es como mi segunda casa”, nos contaba una de las mujeres que forma parte de este lugar de encuentro.

Con el proyecto un poco más avanzado, continuaba ocurriendo lo mismo. Por ello, decidimos entre todos y todas comenzar a desarrollar las actividades en el merendero. Consideramos que fue una decisión estratégica dado que desde allí era posible construir. Era ese el lugar que las constituía como sujetas políticas y sociales, debido, entre otras cosas, al valor simbólico que ellas mismas le otorgaban.

Por otra parte, durante la primera etapa del año, notamos que el tiempo y la planificación nos corrían. En conjunto habíamos pensado las temáticas de los talleres. Sin embargo, fue muy difícil romper con la lógica lineal que traíamos desde la universidad, con nuestras propias marcas institucionales, y en un comienzo los talleres eran muy estructurados. Con el tiempo notamos la importancia de dejar más espacio para el encuentro, el compartir y la recreación.

A principios de julio, a varios meses de iniciado el proyecto, desarrollamos una reunión junto con el equipo universitario en la FCPyS-UNCuyo. El objetivo de dicha reunión consistía en hacer una pausa para pensar y repensar el desarrollo del proyecto. En ese momento, no sabíamos que esta sería determinante para el curso que buscamos implementar posteriormente.

Surgieron varias cuestiones que veníamos arrastrando con antelación. Más allá del plano estrictamente operacional, nos interesaba remarcar ciertos sesgos y características que, incluso de modo inconsciente, insertamos en la praxis y en el territorio, y que tienen que ver con la relación que estábamos construyendo con las mujeres del merendero.

Nos fuimos dando cuenta, a través de una dinámica de reflexión en pequeños grupos, que existía una importante brecha entre ellas y los/as talleristas. Al respecto, surgieron algunos interrogantes: ¿sabemos los nombres de todas?, ¿estamos dando el espacio para que exista el tan anhelado diálogo de saberes?, ¿estamos construyendo esa relación de ida y vuelta que dinamiza y permite la construcción mutua?, ¿o la única voz que suena es la nuestra?, ¿qué pasa con ese mate que se ofrece y no siempre compartimos? Todas estas preguntas nos fueron llevando a la idea de que, hasta el momento, habíamos estado pensando, diseñando, programando, operando exclusivamente desde el lente universitario.

Los talleres dejaron de ser instrumentos y se convirtieron en objetivos en sí mismos. La rutina y el apuro nos llevaron a olvidarnos, en cierta medida, de los fundamentos más profundos de nuestras acciones. No había una participación común en la construcción del proyecto, avanzábamos sin tener en cuenta las necesidades, las ilusiones y deseos de las mujeres que son, justamente, las que llevan adelante el merendero que el proyecto se proponía fortalecer. Podríamos decir, en palabras de Boaventura de Sousa Santos (2009), que no existían esas “traducciones” que construyen inteligibilidad recíproca, una voluntad común.

Otro punto importante que se debatió tuvo que ver con volver a pensar las bases y objetivos centrales del proyecto y la necesidad de que no termine simplemente como un “lindo año”, sino apuntar a su autosustentabilidad, repensando cómo lograr que las herramientas permanezcan y fortalezcan el merendero.

Esta serie de cuestionamientos, acerca de cómo veníamos, traza un horizonte definido en torno de cómo debíamos seguir. Queríamos apuntar a romper esas brechas, poner en valor las necesidades, conocimientos, lo que dicen y las formas en que hacen las mujeres que conforman el espacio. Debíamos conocernos más, generar confianza y dar el espacio para que también ellas propusieran nuevos objetivos, metas, tareas, acciones y para que empezaran a circular esos mates que quedaban dulces de un lado y amargos del otro.

Al tiempo, nos reunimos otra vez en el merendero, esta vez con el objetivo de conformar una jornada de deliberación conjunta, para seguir conociéndonos y buscar esa voz que veníamos ignorando. Nos compartieron lo que significaba el merendero para ellas: “un espacio de apoyo y solidaridad”, “por ahí en la casa todo el día no tenés con quien hablar, acá nos contamos cómo se hacen las cosas, aprendemos a coser, o si no queremos tener más hijos cómo hacemos, qué es mejor” (Referentes del merendero, 2019).

Decidimos preguntar acerca de sus preocupaciones e intereses, con la finalidad de poner en valor sus saberes, rompiendo de esta manera con la lógica de educación lineal y domesticadora, descrita por Freire (1984). Nos contaron que les gustaba la idea de continuar llevando a cabo talleres de cocina, no solo para ampliar su conocimiento, sino también como una herramienta laboral que facilite la posibilidad de tener un ingreso más de dinero. También les interesaba aprender a llenar formularios y trámites, y conocer la oferta educativa que se ofrece para ellas y sus hijos e hijas.

El siguiente encuentro fue mayoritariamente recreativo, pero sumamente importante en el giro que tuvo el proyecto. Esta vez fueron ellas las protagonistas de la jornada. Tomaron el rol de educadoras y nos enseñaron a cocinar picante de pollo y a bailar Salay y Tinku, en el día de la independencia de Bolivia. Todos y todas nos encontrábamos más distendidos/as, dispuestos/as a habitar terrenos ajenos a nuestra zona de confort. Entre platos de comida caliente y bailes se fue diluyendo la timidez. Fue una jornada en la que primó la comunicación mutua, nos conocimos más, compartimos experiencias, historias y risas que nos permitieron acrecentar la confianza.

Así el grupo se fue consolidando cada vez más. Gracias a la organización y el trabajo en equipo se pudo llevar a cabo el festejo del día de la infancia con más de cien niños y niñas de la comunidad. Alquilaron inflables y mesas de metegol, cocinaron facturas y compraron golosinas. Hubo una gran recaudación, y cada niño y niña pudo regresar a casa con un juguete.

Esta jornada fue una de las más importantes del año, ya que les permitió ver la fuerza que tenían como grupo. “Vimos de lo que éramos capaces y todo lo que pudimos juntar. Nos empezamos a valorar y a querer, a conocernos” (Referente del merendero, 2019). También funcionó como puntapié para crear nuevos encuentros y proponer iniciativas. Aquellas mujeres migrantes, socialmente vulnerables, muchas veces discriminadas a los ojos de la sociedad, se demostraron a sí mismas que la organización comunitaria, la acción colectiva y la unión identitaria servían como camino para recrear su propia vida con el apoyo de compañeras de lucha y resistencia.

Más adelante, con el motivo de conmemorar el aniversario de los 80 años de la Universidad Nacional de Cuyo, nos reunimos en el predio de esta casa de estudios, en el marco de los festejos que se estaban llevando a cabo. Compartimos una media tarde en el campus de la Universidad junto con los y las integrantes del ballet Kallpa, conformado, entre otros/as, por integrantes del merendero, quienes bailaron Tinku. El resto de la tarde disfrutamos de los festejos y muestras del evento. 

Rescatamos de esta experiencia la significación que tuvo para las mujeres del merendero y sus hijos e hijas el acercamiento y sentimiento de pertenencia con aquel territorio universitario, hasta entonces alejado y en cierta medida inalcanzable. Fue una experiencia de vivir la universidad como un derecho colectivo que, como pocas veces, incluía y no expulsaba lo alterno, lo “otro”.

La última actividad fue clave para la sistematización de experiencias que se fueron dando a lo largo del año. Conversando logramos recopilar lo vivido y sentido en los encuentros, y cómo fue mutando y evolucionando el merendero.

Fueron surgiendo reflexiones comunes que nos permitieron pensar en “dos merenderos”. Uno con muchos niños, niñas y necesidades, pero pocos recursos. Con mucha timidez y poca comunicación. “Estábamos dormidas” (Referente del merendero, 2019). Y el nuevo merendero, conformado no solo por mamás, sino también por compañeras y amigas. Un espacio de encuentro y lucha, de organización comunitaria, y compañerismo entre pares, donde se comparten vivencias y dolores. Una casa más, una amiga. “Ahora tenemos donaciones, fuerza, organización. Nos  acompañamos, dividimos tareas y decimos entre todas, somos más fuertes” (Referente del merendero, 2019).

Asimismo, es necesario resaltar el trabajo en conjunto con otras instituciones. Para la Secundaria 4-250 el proyecto implicó seguir desarrollando la capacidad de analizar el contexto de la escuela, identificar sus necesidades y organizar y concretar acciones para mejorarlo y generar vínculos interinstitucionales, los que desean continuar alimentando. Además, a lo largo del año logramos generar nuevas redes con otras organizaciones, como el Centro de Estudios Integrar (FCPyS)[5], la Organización Gestión Nativa[6] y con el área de jóvenes del Consejo Profesional de Ciencias Económicas. La multiplicidad de actores nos permitió darnos instancias de reflexión y de autocrítica para ir mejorando sobre la marcha algunos aspectos del proyecto, y la flexibilidad necesaria para adaptarnos a las demandas conjuntas que fueron surgiendo.

Reflexiones finales

 

Nos gustaría concluir el presente artículo repasando algunos de  los aprendizajes más valiosos a los que arribamos durante el año, a través de un intercambio real entre saberes populares y académicos.

Como integrantes de la Universidad logramos aprender de las mujeres del merendero su cultura y sus costumbres, a través de sus comidas típicas, sus bailes y el orgullo por sus raíces bolivianas. Nuestro objetivo de brindar herramientas para el fortalecimiento del merendero, se convirtió en el desafío de construirlas colectivamente. Juntos y juntas conocimos el verdadero sentido de la organización comunitaria al verlas unirse para llevar adelante la tarea de todos los viernes y crecer como grupo. Comprendimos que no funcionaba solamente como aquel lugar donde se sirve la merienda, sino que también significaba un espacio de encuentro para quienes lo llevan adelante. Gracias a los lazos que se fueron constituyendo, a medida que avanzaba el proyecto, logramos sentirnos parte de la organización.

Los y las docentes entendieron la importancia de llevar lo teórico a la práctica,  y renovaron sus compromisos de profundizar esos vínculos con el territorio. El estudiantado supo complejizar ciertos conceptos académicos, como los modos de organización popular, las distintas expresiones culturales y el sentido del arte; así como también construir herramientas colectivas desde la confianza. Por último, los y las egresadas comprendieron el valor del conocimiento que se construye colectivamente, que hay saberes que no están en la universidad sino en el territorio, y que no hay que subestimar el aspecto emotivo y la escucha. Como equipo universitario en su conjunto, creemos en la necesidad de seguir generando puentes para que la universidad llegue al territorio, pero también para que el territorio llegue a la universidad.

Asimismo, para las mujeres que integran el merendero también fue una experiencia enriquecedora. Antes del inicio del proyecto se sentían solas y desorganizadas: “éramos unas pocas mamás que solo íbamos a amasar, pero empezamos a sentirnos apoyadas y valoradas” (Referente del merendero, 2019). El punto de quiebre para ellas fue el Día de la Niñez, desde entonces pudieron tomar conciencia de todo lo que eran capaces de hacer y de juntar para los  y las niñas del merendero:

“A partir de ahí nos unimos más como grupo, y comenzamos a valorar más nuestro trabajo diario y lo que hacíamos para hacer crecer este espacio; hablamos más y nos dimos cuenta que en la otra también teníamos una amiga para compartir experiencias personales y acompañarnos entre todas” (Referente del merendero, 2019)

De esta manera, las mujeres cambiaron su percepción acerca del merendero y de ellas mismas. Visibilizaron su capacidad de organización y empezaron a darle valor al trabajo en conjunto. Consolidaron un espacio de escucha y apoyo mutuo, en el que no solo se realizan actividades de acción comunitaria sino también se generan vínculos que trascendieron el plano de lo estrictamente operacional. “Aprendimos a  conocernos mejor entre nosotras, tener más amistad y a trabajar en grupo. El proyecto Uniendo Brazos nos permitió hacer más fuertes nuestros esfuerzos” (Referente del merendero, 2019).

Bibliografía

 

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https://cepalforja.org/sistem/documentos/sistematizando_experiencias_mujeres.pdf

 

Fecha de recepción: 26/08/2020

Fecha de aceptación: 22/12/2020

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 



[1]              La Escuela 4-250 “Algarrobal de Abajo”, con orientación en Ciencias Sociales, cuenta con 171 estudiantes divididos en ocho cursos. En lo referente al proyecto, se trabajó a través del Centro de Estudiantes, conformado recientemente, y la cátedra Proyecto Socio-comunitario de 5to año, a cargo del Prof. Sergio Álvarez.

[2]              La Fundación Vínculos trabaja por la inclusión y el desarrollo socio-educativo de niños, niñas, jóvenes, adultos y adultas de El Algarrobal. Brinda capacitaciones laborales, sala del jardín maternal, apoyo escolar y actividades deportivas, recreativas y artísticas.

 

[3]              La Fundación Calhayma tiene por objetivo promover actividades para el mejoramiento de las condiciones de vida a nivel individual, grupal y comunitario. Se especializan principalmente en desarrollar capacitaciones de diversa índole basadas en la Educación Biocéntrica, propuesta pedagógica que ve a los y las participantes como sujetos y sujetas de derechos y con capacidad de construir un conocimiento crítico e integrado con la realidad a partir de sus vivencias.

 

[4]              Equipo Universitario: Rubén Mellado, Alberto César Molina, Cristian Delfor Funez, Lucrecia D’Ágostino, Rocío Tempestti, Pilar Cirera, Verónica Moreno, Gastón Busajm, Laura Gallar, Milagros Moyano, Agustín Ayvazishvili, Martín Gallar, Melisa Enrique, Gonzalo Busajm Mellado, Carla Brignardello, María Victoria Priolo, Guido Romano, Sofía Martínez, Mariana Bauer. Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, Universidad Nacional de Cuyo.

 

[5]              El Centro de Estudios INTEGRAR pertenece a la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (UNCuyo) y su objetivo reside en investigar, planificar, diseñar y desarrollar estudios y políticas públicas centradas en el desarrollo humano inclusivo y ambiental sostenible. Dentro de sus áreas se encuentra Acompañamiento Migrante, abocada al asesoramiento y acompañamiento a migrantes, solicitantes de asilo y refugio en Mendoza.

 

[6]              Gestión nativa es una organización ubicada en el departamento de Las Heras, provincia de Mendoza, con fecha de inicio en el año 2006. Tiene como objetivo promover el desarrollo local y social e igualdad de oportunidades con una iniciativa de mejora ambiental y conservación de la biodiversidad.