Edith Hall. Facing Down the Furies. Suicide, the Ancient Greeks and Me. Reseña por Alejandro M. Fernández. Circe de clásicos y modernos 27/ 2 (julio-diciembre 2024)

DOI: http://dx.doi.org/10.19137/circe-2024-270207


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RESEÑAS

Hall, Edith. Facing Down the Furies. Suicide, the Ancient Greeks and Me. New Haven & London: Yale University Press, 2024, 242 págs. ISBN 978-0-300-27353-3

Por Alejandro Miguel Fernández

[Universidad Nacional del Sur - alejandro.fernandez@uns.edu.ar]

ORCID: 0000-0002-0804-6340

La prestigiosa clasicista Edith Hall, autora y editora de más de diez volúmenes sobre el mundo griego antiguo, sorprende al círculo académico con su más reciente publicación, cuyo título anuncia el denominador común de sus elementos: el “yo” de la escritora. Aunque cabría esperar lo contrario, no estamos ante una obra de carácter filológico, sino autobiográfico e intimista.

Las primeras líneas recogen el germen a partir del cual se origina el libro. Hall había argumentado en Aristotle’s Way (2020) que la filosofía ética y política del estagirita ofrece una guía práctica para conducir a una vida (y una muerte) más satisfactoria. Fueron las repercusiones de esta publicación las que le hicieron tomar consciencia de la necesidad de confrontar su depresión y su propia lucha contra impulsos suicidas. Estas dos problemáticas personales son abordadas en este volumen, iniciado en otoño de 2021 con la indagación sobre sus antepasados suicidas maternos y finalizado apenas un año después.

Facing Down the Furies es el relato personal, acompañado de un registro fotográfico, que surge de esta indagación y se propone tres objetivos. En primer lugar, rastrear la cruenta acechanza de las “Furias” en la historia familiar de Hall. En segundo término, revisitar la postura secular contra el suicidio, poniendo el foco en quienes lo padecen (en los llamados “sobrevivientes”). En tercer lugar, describir cómo la lectura de tragedias griegas la ayudó a comprender las causas de quienes se matan a sí mismos y los efectos que produce en los dolientes.

La obra se estructura en ocho capítulos, precedidos de una breve introducción y seguidos de las secciones de notas, bibliografía, agradecimientos y el index. El capítulo 1, “Beginning The Journey: Ancestral Curses”, narra la visita de Hall a la casa victoriana donde su madre pasó su infancia y las últimas tres décadas de su vida. Este primer capítulo detalla su formación temprana, cautivada por el impacto de la tragedia (Ifigenia en Áulide de Eurípides y la Orestíada de Esquilo) en la comprensión de las ramificaciones del daño en las relaciones familiares y las maldiciones familiares heredables. La autora se detiene en la figura mitológica (y más específicamente trágica) de las Erinias/Furias. El suicidio es introducido, así, como un acto cuya tendencia posee una dimensión físicamente heredable, cuyo acto fundacional inicia, en su caso, con el suicidio de su bisabuelo materno.

El capítulo 2, “Who is Damage by Suicide?”, sirve para enfatizar su perspectiva del suicidio: centrada más que en el suicida en “the emotional and social implications for the wider society” (p. 28). Hall elogia a Aristóteles por el planteamiento de la pregunta “¿a quién daña el suicidio?”, y las respuestas que le dio en su filosofía. Y finaliza recapitulando los castigos que los antiguos impusieron a los cadáveres de quienes se daban muerte a sí mismos y repasando de modo sucinto las defensas del suicidio que han desarrollado los pensadores a partir de la Modernidad y la Ilustración.

El capítulo 3, “Voices from Greek Tragedy: Sing the Song of Sorrow”, hace un recorrido de cómo ha sido abordado el suicidio en la sociología y la psicología, recuperando desde esta última disciplina dos dimensiones que considera relevantes: la transgeneracional y la infecciosa o “imitadora”. La segunda mitad del capítulo se detiene puntualmente en algunas de las fuentes dramáticas y literarias que se centran en el impacto en los dolientes por este tipo de muerte. Se retoman Áyax de Sófocles, e Hipólito y Suplicantes de Eurípides. Este capítulo cierra con una anticipatio y clave hermenéutica de lo que se compondrá a continuación. La autora se refiere a Bough Down (2013), el “memoir-artbook” (pp. 75-76) publicado por Karen L. Green, viuda del novelista estadounidense David Foster Wallace, quien se ahorcó. Hall pondera la práctica terapéutica de escritura de Green, un “extraordinario” ejercicio para encontrar un camino a través del dolor, y emprende así su propio recorrido: contando las historias de su bisabuelo (capítulo 4), su abuela (capítulo 5), su madre (capítulo 6) y la suya propia (capítulo 7), y complementándolas con ideas de las tragedias griegas en las que ha encontrado consuelo durante la mayor parte de su vida.

La historia del bisabuelo materno (“The Great-Grandfather’s Tale”) traza un paralelo con Áyax de Sófocles, y su caracterización en la tragedia homónima. Ambos son miembros distinguidos de su comunidad con rasgos de personalidad afines (orgullosos, beligerantes, tercos) y sus respectivos suicidios son descritos como “típicamente masculinos”. Hall destaca el tratamiento de la figura de Tecmesa, quien expresa, según Hall, con memorable contundencia el dolor de aquellos que temen un duelo por suicidio.

La historia del suicidio y el dolor psicológico experimentado por su abuela materna (“The Grandmother’s Tale”) se introduce con el mito de Erígone y su padre Icario. Hall reflexiona acerca del sufrimiento padecido por aquella a causa de la muerte de un hijo y un matrimonio desdichado a partir de algunas figuras femeninas literarias, principalmente trágicas (Yocasta de Fenicias, Anticlea de Odisea, Eurídice de Antígona, Deyanira de Traquinias). “But the literary work that throws most light on the situation is, in her case, perhaps not a Greek tragedy” (p. 137). Se trata de Las penas del joven Werther de Goethe.

La historia de la madre (“The Mother’s Tale”) comienza estableciendo conexiones con Alcestis de Eurípides, drama que iluminó a Hall para recomponer el dolor que su madre atravesó. A través del relato de otro suicidio (el de un primo hermano), Hall expone la actitud de su madre ante la “maldición” de estas muertes en su familia: silencio, impasibilidad, autocontrol y, en algunas ocasiones, estallidos de ira intensa. Insiste en la necesidad de apoyo psicológico a los supervivientes de un duelo por suicidio, algo que, al parecer, su progenitora nunca tuvo.

La historia de Hall (“The Author’s Tale”) retoma pasajes de la literatura y el drama que le han ayudado a prevenir que sus impulsos e ideaciones suicidas se transformaran en una acción determinante. Se detiene en la función de Heracles en Filoctetes de Sófocles y en la de Teseo en Heracles de Eurípides, en tanto ambos personajes dramáticos previenen que un phílos, respecto del cual no tienen un parentesco de sangre, se dé muerte a sí mismo. La autora se explaya en este capítulo sobre sus propias crisis depresivas, sirviéndose de la distinción señalada entre ideación y acción de la propia muerte.

El último capítulo, “The End of the Journey: Let Good Prevail” narra el final del viaje por la vida de sus antepasados suicidas. Hall reflexiona sobre esta travesía a través de la maldición del linaje familiar materno, e insiste en el menester de una “postvención” (término construido por analogía con “prevención”, y que remite a la intervención terapéutica posterior a un hecho traumático) para quienes sufren un duelo por este tipo de muerte.

Acerca de la organización y diagramación del libro es posible formular algunas observaciones. Las notas se incluyen en una sección aparte y las referencias a ellas en el cuerpo del texto están colocadas al final de cada párrafo, dos aspectos que resultan incómodos para una lectura fluida de la obra. Además, en algunos casos, se esperaría información más completa: por ejemplo, en el capítulo 3 (nota 6) la autora rescata del psicólogo, suicidólogo y tanatólogo Edwin S. Shneidman el concepto antes mencionado de “postvención”, que resulta central al enfoque propuesto en el volumen. No obstante, Shneidman no es referenciado en la bibliografía. Por otra parte, resulta un tanto disruptivo que se incluya entre los agradecimientos el mensaje que Hall escribió en un blog por la muerte de su padre. Aunque el libro mismo es, de alguna manera, disruptivo dentro de la producción bibliográfica de la autora.

Facing Down the Furies se edifica desde la subjetividad más íntima, componiéndose de elementos tan volátiles, como lo transmitido anecdóticamente, lo experiencial y emotivo, la recomposición de recuerdos (a partir de sus contornos siempre difusos), lo onírico e incluso lo espectral, la especulación biográfica (muchas veces conjeturada a partir de antiguas fotografías de sus antepasados), la exhortación a luchar contra el suicidio (desde una perspectiva amoral y arreligiosa) y a empatizar con quienes lo padecen como dolientes. Las tragedias mismas son recuperadas, no como fuentes filológicas, sino desde la experiencia biográfica de su lectura y meditación, es decir, por las impresiones y reflexiones que estos textos han provocado en determinados momentos críticos de la vida de Hall. Las citas del drama ático se realizan en traducción propia, aunque sin indicación de versos, lo que no deja de resultar extraño (y disruptivo) en alguien cuyo “oficio” filológico ha sido consagrado en reconocidas publicaciones.

El libro tiene el mérito innegable de visibilizar una problemática importante desde una mirada que, ahondando en lo personal, desanda las voces colectivas que nos (des)habitan. Como el acto mismo del suicidio, nos muestra que incluso lo más íntimo involucra siempre a un grupo y no a un individuo en solitario.