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HOMENAJE
Homenaje a Silvia Calosso
En recuerdo de Silvia Calosso
Conocí a nuestra querida Silvia Calosso en los comienzos del año 1994, en ocasión de que fue jurado de mi concurso de profesora titular de las cátedras Preliminares de Lengua y Cultura Griegas, Lengua y Cultura Griegas I y Lengua y Cultura Griegas II. Sí, en aquellas fechas concursé tres materias en una sola ocasión y Silvia guió las etapas de un acontecimiento tan importante para mí con sabiduría y condescendencia. Sin yo conocerla, fue infinitamente generosa. Más tarde yo sabría que ese era el rasgo más destacado de su personalidad. A partir de allí, alimentamos una amistad que disfrutamos durante treinta años hasta enero de 2024, año de su partida.
Hubo en ese lapso acontecimientos significativos, como el xxi Simposio Nacional de Estudios Clásicos que presidió en Santa Fe, celebrado en la Universidad Nacional del Litoral, en septiembre de 2010. Aquel simposio se tituló “Θεωρεῖν / speculari: la palabra que ordena, interpreta y hace inteligible el mundo” y transcurrió con una cantidad de actividades, como paneles y mesas redondas, dictado de cursos especializados y por supuesto comisiones de lectura de trabajos, así como conferencias dadas por especialistas nacionales (entre ellos Pablo Cavallero, Rubén Florio, Francisco García Bazán) e importantes personalidades extranjeras, como Jesús de la Villa, Gregory Nagy, David Konstan, Pilar Gómez, Andrés Pociña y muchas otras. En cada una de las 55 mesas de lectura que se sustanciaron, Silvia introdujo como novedad un comentador o comentadora que lograba un mayor incentivo para que el público analizara y debatiera las ponencias leídas. Esta modalidad casi nunca se repitió en nuestros futuros encuentros académicos.
Silvia tuvo su homenaje en vida. Fue por iniciativa del entonces decano de la Facultad de Humanidades y Ciencias, Claudio Lizárraga, quien nos abandonara también prematuramente. Nos reunimos los autores del libro Glôssai/Linguae en el Mundo Antiguo en un memorable Junio Clásico de 2015, es decir, cuando se cumplían diez años de este evento que nació también por iniciativa de la nuestra incansable didáskalos. Los capítulos fueron compilados por Ivana Chialva y Cadina Palachi y los autores festejamos su presentación en una especie de fiesta académica: Francesca Mestre, Guillermo De Santis, Juan Tobías Napoli, Pablo Cavallero, Arturo Álvarez Hernández, Marcos Carmignani, Alejandra Liñán, Jimena Morais, Viviana Hack y otros muchos entre los que felizmente me encuentro. Elegí la foto de Silvia, feliz, enarbolando el libro que compendia la magnitud y variedad de nuestro afecto y reconocimiento.
Me permito reproducir también, con la autorización de sus autoras, las bellas palabras que difundió el mailing de la Asociación Argentina de Estudios Clásicos cuando a principios de este año la conspicua magister ingresó para siempre en los anales de nuestra historia nacional de los estudios clásicos.
Marta Alesso
Silvia Calosso, la enseñanza y la risa
Coro de Iniciados: Deméter, Reina de las sagradas orgías, ayúdanos, protege a tu Coro.
Permíteme que juegue y dance todo el día sin peligro. Que pueda formular muchos
pensamientos graciosos, y también muchos pensamientos serios y jugando y divirtiéndome,
como lo quiere tu fiesta, después ciña mi cabeza la corona de la victoria.
(Aristófanes, Ranas, vv. 385-396)
No todos los mortales se encuentran con una Musa...
Algunos tal vez, en el monte Helicón, o en las geografías del Parnaso, pero eso, dicen, fue allá lejos y en tiempos de pastores poetas. Sin embargo, si estudiabas Letras en la Universidad Nacional del Litoral, desde el curso de ingreso, ya podías escuchar, resonando en algún aula, los ecos de la risa infinita de los inmortales. Es que la “Calo”, como la llamábamos, más que profesora, fue una gran maestra porque era la que más sabía, con su extensa trayectoria en la enseñanza universitaria y también maestra porque sus clases enseñaban a pensar y abrían horizontes nuevos.
Las clases de la Calo eran una invitación a disfrutar de la literatura, de las lenguas y también del cine; siempre marcaba cruces fabulosos entre los diferentes lenguajes, siempre sembraba las ganas de salir a buscar un libro o de ver una película. Cada clase conducía al descubrimiento de una palabra, de una etimología, de la historia de un significado, del lugar de una coma o de una letra que mutó. Cada encuentro con ella era la alegría de aprender y de conocer, entre páginas y relatos, un mundo distinto, viejo y tan nuevo. Sus clases transmitían pasión por el griego, por la gramática y por la literatura. Una pasión por el conocimiento que ha marcado a distintas generaciones de docentes e investigadores. Una pasión que persiste.
Solía sentarse en el escritorio y bambolear los pies al compás de los hexámetros de Homero, con su tono de voz risueño y serio, como las comedias de Aristófanes que nos hacía disfrutar y entender gracias a sus textos sobre la risa y el teatro en la antigua Grecia. Como docente, una de sus insistencias fue la lectura colectiva y en voz alta de los textos literarios. Sobre todo, el teatro griego. En su libro Las ranas. Una introducción crítica (2005) escribe sobre “reescuchar” a Aristófanes y aboga por una “visualización imaginaria de las posibles ‘puestas’ y representaciones” (87) de una obra que abre diferentes líneas de reflexión. Consideramos esta actividad de “visualización imaginaria” como una estrategia didáctica y de aprendizaje para estudiar los textos del pasado, escritos en otra lengua, en el marco de culturas diferentes. Se trata de una actividad que propicia un acercamiento a textos sobre los cuales nos separa un abismo, teniendo en cuenta además nuestra condición latinoamericana para estudiar los clásicos, y más aún desde acá, nuestra condición litoraleña. Incluso el inglés John Keats escribió poemas sobre una antigua Grecia imaginada, lástima que Silvia no estuvo ahí para enseñarle griego.
La estrategia de la “visualización imaginaria” de la que nos habla en su libro no era algo que enseñara de palabra sino que esto se aprendía en sus clases. En el espectáculo de sus clases. En el apasionamiento que transmitía y la claridad de su desarrollo, acompañando sus palabras con gestos y mímicas que impedían dejar de prestar atención. Sin dudas tenía muy presente el ejercicio de puesta en cuerpo que implica dar una clase. Y que estudiar no consiste sólo en una actividad de la mente, porque varias veces repetía que bailar cada tanto mientras estudiábamos nos iba a hacer bien.
Paralelamente a su desempeño como docente, a finales del año 1996, participó de la formación del Centro de Estudios Comparados, junto a su colega y amiga Adriana Crolla, con quien comenzaron a hacer rodar por los pasillos de la Facultad de Humanidades y Ciencias las problemáticas de la literatura traducida y del oficio de la traducción. Así surgió la revista del Centro, El hilo de la fábula, donde Silvia participó como miembro del comité editorial hasta su retiro de las aulas.
Además, el equipo de Estudios Clásicos de la Universidad Nacional del Litoral fue posible gracias a que Silvia dio lugar a investigaciones interdisciplinarias con el área de Historia antigua, a cargo de María Leonor Milia y Claudio Lizárraga, junto a quienes desarrolló numerosos estudios y publicaciones y, en 2006, dieron inicio al Ciclo Junio Clásico que se reedita todos los años desde entonces. Con ellos, además, emprendieron la organización del multitudinario XXI Simposio Internacional de Estudios Clásicos que, en el año 2010, se desarrolló por primera vez en la sede de nuestra Universidad Nacional del Litoral, permitiéndole albergar a las y los colegas que desde diferentes centros del país y del extranjero compartieron los debates en torno a los estudios clásicos en la actualidad.
Silvia nos enseñó a observar la gramática del español, la literatura antigua, la sintaxis del griego, así como a mirar la naturaleza, los árboles y las plantas cuyo misterio le fascinaba. Con una mirada fina y con la delicadeza de la sorpresa constante, revelaba un mundo que estaba ahí, por ser descubierto en su funcionamiento y su orden, en su propio ritmo: solo hacía falta que una Musa nos lo mostrara.
Milena Frank, Jimena Morais, Cadina Palachi e Ivana Chialva