DOI: http://dx.doi.org/10.19137/circe-2022-260111

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RESEÑAS

Barenstein, Julián. Giovanni Pico della Mirandola, El lenguaje de la filosofía. De genere dicendi philosophorum. Estudio preliminar, traducción y notas. Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Las cuarenta, 2021; 194 págs. ISBN 978-987-4936-84-4

                                                                                                         

La nueva edición y traducción de El lenguaje de la filosofía de Giovanni Pico della Mirandola (1463-1494), de la editorial Las cuarenta, aborda el género de expresión de los filósofos en tres cartas escritas en los años 1484, 1485 y 1491 a diferentes destinatarios. El estudio preliminar, la traducción y las notas están a cargo del Dr. Julián Barenstein, quien ya nos tiene acostumbrados a estudios de primer nivel como los realizados en torno al pensamiento del filósofo Ramón Llull. En este sentido, su extenso análisis está llamado a convertirse en un trabajo ineludible para todo aquel que quiera adentrarse en el pensamiento filosófico de Pico. En la primera parte del estudio, Barenstein describe la biografía intelectual de Pico en la cultura quattrocentesca y pone particular énfasis en matizar la mirada savonaroliana de su sobrino, en la obra Ioannis Pici Mirandulae Vita (1496), sin dejar de destacar la importancia del encuentro entre Pico y el fraile dominico Girolamo Savonarola en 1479. En ambos, advierte no ya la simple adoración a los antiguos que caracterizó a innumerables humanistas renacentistas sino la fuerza moral de renovación con que tanto Pico como el dominico lucharon. Sin embargo, mientras Savonarola pretendía restaurar y regenerar los valores de la vida de los tiempos evangélicos, Pico consideraba que el pasado no podía ser repetido. En 1480, Pico se dirige a Padua y estudia aristotelismo y averroísmo. Vuelve a Florencia hacia el año 1484 y estudia platonismo. El contenido de las tres cartas corresponde a esta etapa, una etapa abierta a la espiritualidad ligada a la devotio moderna. En la segunda parte del estudio, Barenstein se concentra en el análisis y comentario de las tres cartas donde se aprecia el espíritu filosófico del pensador italiano.

La primera carta, de carácter laudatorio y escrita en 1484, se dirige a Lorenzo de Médicis y allí Pico valora los dotes poéticos y filosóficos del señor de Florencia en abierta comparación y crítica hacia Francesco Petrarca y Dante Alighieri y en un contexto, por un lado, de valorización de la lengua vulgar toscana como vehículo de los discursos tanto poéticos como filosóficos y, por otro, intentando mostrar que Lorenzo encarna el proyecto conciliador entre los dos filósofos en apariencia contrapuestos: Platón y Aristóteles. Como señala Barenstein, tal concordancia daría lugar a una pax philosophica, condición de posibilidad de la pax fidei vista por Pico tan necesaria en un medio de guerras civiles y de religión.

La segunda carta, de tono prevalentemente polémico, va dirigida al patricio veneciano Hermolao Barbaro, en 1485, que había considerado a los estudios de los filósofos escolásticos “oscuros, rudos, incultos y bárbaros” a la vez que afirmaba que los textos de Aristóteles habían perdido su estilo al pasar por las manos de árabes y hebreos. En este sentido, la respuesta de Pico no se hace esperar y contra Barbaro argumenta que la Verdad puede ser expresada en griego, árabe, hebreo o latín, tanto en el ciceroniano como en el escolástico. El discurso filosófico, a diferencia del que realiza el poeta que procura engañar y seducir con bellas palabras, busca indagar en las causas de las cosas naturales, divinas y humanas. En este tiempo, Pico se encuentra cercano al filósofo y traductor de Platón, Marsilio Ficino, aunque rechaza su determinismo astral. Viaja a París en un gesto que puede ser visto como opuesto a Barbaro y manifiesta que ciertos gramáticos le “revuelven el estómago” cuando se pavonean, luego de descubrir el origen de dos palabras, ante los filósofos a los que juzgan sin valor alguno.

Antes de la tercera carta, tiene lugar la acusación del papa Inocencio VIII, en 1487, a la obra de Pico Conclusiones sive theses DCCCC donde una comisión de teólogos y juristas, a cargo del mismo papa, condenan siete tesis teológicas por heréticas y seis de dudosa ortodoxia. El conflicto se profundiza e Inocencio pide la detención de Pico lo que hace que, en 1488, Lorenzo de Médicis escribiera una carta a Inocencio en defensa de su amigo Pico. En ese mismo año, se afinca en las afueras de Florencia y se dedica a la oración, la contemplación y al estudio cabalístico, clave, en opinión de Pico, para conciliar Filosofía y Escritura. En 1489, Pico logra que Lorenzo traiga a Florencia a Girolamo Savonarola, el cual se vuelve un crítico feroz de la familia de los Médicis.

La tercera carta es la enviada por Pico, en 1491, al humanista Filippo Beroaldo junto a las dos cartas anteriores, modificadas en algunos pocos puntos, con el fin de que el destinatario conozca el género de expresión de los filósofos: un género que privilegia el qué en lugar del cómo y que pone a la sabiduría por sobre la elocuencia pero que, sin embargo, no rechaza esta última sino su uso instrumental. Sabe Pico que hay muchas cosas a las que si se les agrega algo se las deshace en su nobleza y que los tratados filosóficos no se aclaran con elegancia, más bien se oscurecen. En consecuencia, el discurso filosófico es aquel capaz de desacreditar todo lo falso y confirmar lo verdadero con silogismos que tuercen cualquier ánimo.

Tal como advierte Barenstein, Pico se nos presenta como un hombre doble y tensionado: primero, por pertenecer al mundo universitario escolástico y, luego, por ser parte de la fuerza emergente del mundo renacentista. En El otoño de la Edad Media (1919), el medievalista Johan Huizinga había señalado la gran emoción que causaban predicadores como Savonarola a las gentes medievales de fines del siglo XV y que propiciaban las quemas de objetos de lujo y vanidad. Sin duda, estas intensidades discursivas habrían impactado en el alma de Pico llevándolo a pensarse como un actor de un tiempo de cambio y renovación pero, a diferencia del rigorismo, la intolerancia y las hogueras de las vanidades de Savonarola, Pico supo proclamar una de las condiciones esenciales de la filosofía y que aun vale para nuestro tiempo: la libertad de pensamiento.

 por Nicolás Martínez Sáez

Universidad Nacional de Mar del Plata -

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