Anuario-Nueva Época 2021, Vol. 18 (18), Sección: Free, pp. 77-86

María Eugenia Miqueo

Sueños de familia: representaciones familiares en la literatura trans travesti

ISSN 2314-3983

Sueños de familia: representaciones familiares en la literatura trans travesti

María Eugenia Miqueo

Estudiante-Universidad de San Martín

eugemiqueo@gmail.com

introducción

Hay un futuro, travita dulce, forjado por las otras.

Uno que se forjó en la lucha y en las partidas.

Profecía para una travita, por Morena García1

Comienzo este trabajo con una hipótesis que es una fantasía. Tengo la sensación de que las personas travestis y trans, a diferencia del resto de los seres humanos, han evolucionado y esa evolución les permite pintar con otros colores que el resto no puede ver. No estoy exagerando.

Por eso, como la literatura tiene la capacidad para elaborar modelos en los cuales el lector puede espejarse y, debido la importancia que tiene la familia en la constitución de nuestra sociedad y en nosotros mismos como seres humanos, es que me interesó investigar el tópico de la familia en la literatura trans. Travestis y mujeres trans suelen dejar su hogar a muy temprana edad2, tienen que elegir entre la posibilidad de ser quienes quieren ser o quedarse en casa. Es por eso que el presente trabajo buscará saber cómo la literatura de temática trans-travesti aborda el tópico de la familia y cómo se representa la dialéctica entre denuncia y utopía que, en este contexto, hace referencia a la propuesta de un statu quo mejor y más justo (Biagni, 2016).

Entonces, considero literatura trans-travesti a todo discurso elaborado con procedimientos estilísticos, narrativos o poéticos, sea o no ficticio, que, en su producción literaria, aborde la temática trans-travesti, independientemente de la identidad de género del autor. Para esto quisiera aclarar que la etiqueta funciona como una característica común que atraviesa las obras que se tomaron para esta investigación pero es, sobre todo, un recorte como cualquier otro. Además y, tomando prestadas las palabras de Adrián Melo3, no considero a la literatura trans-travesti como un género literario sino como una lucha política. Una lucha por la amplitud de identidades posibles, de espejos diversos y, sobre todo, de discursos que cobijen, que abracen -como diría Susy Shock- y que no excluyan ni patologicen a todo aquel que no entra en el modelo patriarcal y heternormativo.

La hipótesis que utilizo en este trabajo es que la literatura trans-travesti, en tanto contrahegemónica, produce discursos que elaboran modelos alternativos de familia. Es una hipótesis que también es una esperanza. Porque ¿qué pasa cuando las personas que han sido marginadas, después de luchas, marchas y reclamos recuperan la voz que les fue negada? ¿Qué sucede cuando imaginan ficciones? ¿Reproducen el modelo que las excluyó o son capaces de crear un mundo diferente? Los sueños de familia que estas ficciones elaboran ¿siguen el patrón impuesto por la sociedad o proponen una nueva forma de vincularse?

La literatura trans-travesti es contrahegemónica en tanto que es producida, en su mayoría, por voces subalternas. Voces que fueron silenciadas, y patologizadas, bajo el pretexto de anormalidad que los grupos dominantes impusieron en su proyecto de identidad nacional. Los discursos orientadores que forjaron la nación hoy los abordamos bajo un pacto de lectura diferente, casi de ficción, pero dejaron un tendal de excluidos que, recién ahora, con pluma en mano y nombre propio estampado en el DNI están plasmando nuevos modelos de pensamiento. A esta hipótesis hay que sumarle algo que pensé mientras realizaba las primeras lecturas: la necesidad de considerar el modo en que esas voces son representadas. ¿La ficción es capaz de imaginar un destino distinto, fuera de las condiciones subalternas a las que están sometidas? ¿Qué imaginarios componen la literatura trans? Para concluir, entonces, son estas dos preguntas, las referidas a la temática familiar y a la representación de la voz trans, las que guiaron la lectura.

Amores destinados a doler

Camila Sosa Villada en El viaje inútil define a la familia como “amores destinados a doler” (Sosa Villada, 2018, p.62). Pero ¿cómo llegamos a eso? Como sociedad, ¿cómo llegamos a idealizar tanto el rol de la familia que resulta casi imposible encontrar a alguien que no cargue con un dolor a cuestas? ¿Cómo se construyó el mito familiar?

En Europa a mediados del siglo XVIII, la elite dominante tenía una gran conciencia del proceso de modernización que se estaba produciendo y, preocupados por el progreso, comenzaron a pensar cómo deberían ser las relaciones entre los sexos. Consideraban que en una sociedad civilizada las relaciones entre hombres y mujeres debían ser equilibradas y que lo contrario era un signo de barbarie y despotismo. Pero para lograr el equilibrio que sirviera de sustento para el progreso, cada uno debía cumplir el rol que le era asignado por el sexo biológico bajo el cual había nacido. Además de esto, es interesante tener en cuenta lo que señala Eric Hobsbawn en Historia del siglo XX (2011). En esta obra, al relatar los cambios y transformaciones más profundos que afronta la sociedad moderna, el autor refiere que el mito familiar es, en parte, una herramienta del capitalismo:

La forma más eficaz de construir una economía industrial basada en la empresa privada era utilizar conceptos que nada tenían que ver con la lógica del libre mercado, por ejemplo, la ética protestante, la renuncia a la gratificación inmediata, la ética del trabajo arduo y las obligaciones para con la familia y la confianza en la misma, pero desde luego, no el de la rebelión del individuo (2011, p.23).

Para Eric Hobsbawn, la familia se constituyó como un mecanismo de autoperpetuación, de cooperación social y, también, en una parte integrante del capitalismo (2011, p.293). Así como el amor a la patria, el mito familiar se convirtió en uno de los grandes relatos generadores de normas sociales y patrones de conducta que regulan a nuestra sociedad. La familia nuclear, compuesta por madre, padre e hijos fue el único modelo posible, fuera de lo cual todo era considerado anormal.

La revolución de las mariposas: a diez años de la gesta del nombre propio, es una investigación realizada por el Bachillerato Popular Mocha Celis y el Programa de Género y Diversidad Sexual del Ministerio Público de Defensa de la CABA. En este trabajo se indaga sobre las condiciones de vivienda, salud y educación de la población trans a su vez que se actualizan los datos recogidos por Lohana Berkins en La gesta del nombre propio (2005) luego de que se cumplieran diez años de su realización. En él se informa que el 70% de las personas encuestadas dejó su hogar antes de ser mayor de edad. Esto sucede a raíz de la presión que ejerce la familia cuando deciden hacer valer su derecho identitario. “Cuanto más temprana es la asunción social de la identidad/expresión de género más pronto es el proceso migratorio” (2017, p.35). Entonces, ¿cómo se combina la contención familiar y la cooperación social sin que por ello deba perderse la libertad individual?

La muerte de la familia de David Cooper (1971), desde la “antipsiquiatría”, plantea que la familia lejos está de ser un lugar seguro y de contención sino que, por el contrario, es causante de enfermedad: “en la familia, represiva por excelencia, se origina la locura” (P. 11). Así, en la tensión entre el deseo y el deber ser, el ser humano estalla o se adapta.

Entonces, considero “familia” es un grupo de personas que, viviendo bajo un mismo techo o no y teniendo descendencia o no, proyectan una vida en común y se sostienen de forma mutua. Asimismo, mito y familia son dos entidades inseparables. Es por eso que a ese conjunto de creencias y maneras de mirar el mundo, de esperanzas y proyectos, de historias que se tejen y se legan de generación en generación se lo podría llamar “mito familiar” y es la historia que nos atraviesa desde nuestra concepción hasta la muerte. Y así, pesa y sostiene.

Representaciones trans-travestis en la literatura contemporánea argentina

Gisele Sousa Díaz cuenta, en la introducción de una entrevista que le hizo a Tiziana, una niña trans de Salta, que con anterioridad realizó muchas notas a mujeres trans y travestis adultas y “sus historias parecen siempre calcadas: el recuerdo de sentirse nenas desde la infancia, el rechazo de la familia, la expulsión o la huida de casa después”. La entrada abrupta a la adultez que las recibe con “la prostitución como único destino” con “el riesgo enorme de morir enfermas o asesinadas (Infobae: 2019)”. Si este tipo de testimonios se repiten tanto en el mundo real que terminan convirtiéndose en un estereotipo ¿cómo será su representación en la literatura? ¿Habrá alguien que cuente versiones distintas, reales o ficticias, que permitan crear universos posibles, utopías, en los que ser trans o travesti no implique tener el destino marcado? “No podemos heredar solo muerte y miseria a las nuevas travestis que están naciendo, no es justo” decía Sosa Villada en una entrevista de radio4. La literatura construye mundos ficticios que se despliegan y se proyectan en la mente del lector. De esta manera, la ficción influye en el contexto social porque funciona como artificio productor de realidades posibles en las cuales personas puedan proyectarse. Por eso, es necesaria la utopía.

Heroína, la guerra gaucha es una nouvelle escrita por Nicolás Correa en la que, Heroína, la protagonista, le cuenta su historia de vida a un investigador que la visita en el presidio. En esta obra, el planteo de Gisel Sousa Díaz se cumple con exactitud. Allí, el estereotipo, tan común, del hijo o de la hija que no cumple con el proyecto de vida de sus progenitores se cumple con fuerza y es llevado al extremo. El suicidio de la madre que no puede “enderezar al hijo” desencadena una infancia horrible. Por “no ser como los otros” (Correa, 2018, p.27), por no jugar a la pelota o a las armas, por no “demostrar ningún indicio de masculinidad” (Correa, 2018, p. 18) es duramente castigado por ese padre que solo puede ver la “rareza” de su hijo, que ve en él la representación de su frustración paterna: “El muy hijo de puta me decía: No seas marica, querés, cuando yo evitaba la pelota que él me pateaba, y entonces el enojo y los gritos” (Correa, 2018, p.27).

Heroína es consciente de su propia tragedia, de que eso no se le hace a una criatura: “Cargo con el muerto más pesado en la vida de una persona: mi mamá” (Correa, 2018, p.33). No es posible vivir con la culpa de desencadenar el suicidio de la madre, de destruir a una familia por “ser raro”, “Es tan trágico pensar que tu mamá, la mujer que te dio la vida, que te parió, esa persona que te llevó en su vientre durante tanto tiempo, se mata por tu culpa” (Correa, 2018, p.33). La infancia en esta obra es horrible, llena de castigos y malos tratos, signada por la culpa de la muerte de la madre. El niño sabe que hay algo en él que molesta al padre pero, a la vez, no sabe exactamente qué es eso, en qué consiste esa “rareza”. Por eso, la posibilidad de que Heroína construya su propia familia es imposible. No solo porque la madre se mata debido a que el hijo no es lo que esperaba, ni porque el padre lo discrimina y lo maltrata sino porque para ella misma el amor es lo que la lleva a la guerra y a la cárcel. Aquí el amor no es posible y hasta es contraproducente. En este marco, Heroína ha tenido amoríos, incluso ha pagado y cobrado por sexo, pero la única vez que se enamoró, “la única vez que Cupido fue capaz de mear mi corazón” (Correa, 2018, p.24), terminó como voluntaria en la Guerra de Malvinas. El cuerpo trans-travesti es fuente de deseo sexual pero muy pocas veces de amor.

En Las Malas, de Camila Sosa Villada, el relato de la infancia se construye con pinceladas, mezcladas con el presente de la narración, como fantasmas que nunca nos dejan en paz, que nos murmuran al oído: no hay salvación posible. Cuando los hijos y las hijas son todavía pequeñas criaturas ven el mundo a través de los ojos de sus progenitores: qué está bien y qué está mal; dónde reside la bondad y dónde la maldad y sobre todo, qué es posible y qué no lo es. Nacer varón y vestirse de mujer no era posible en el mundo en el que nació Camila, la narradora y protagonista de la obra. Porque haber nacido varón y vestirse de mujer tenía como destino único la prostitución. Para la madre y el padre de Camila tener un hijo muerto era preferible a tener un “hijo puto” (Sosa Villada, 2020, p.92). En esa realidad en la que el padre ejerce más terror que el monstruo más feroz que un niño o una niña se pueda imaginar, en la que el alcohol desata una fiera violenta y sin piedad, una amenaza de muerte puede ser perfectamente creíble: “Si tuviera un hijo puto o drogadicto, lo mataría. ¿Para qué tener un hijo así?” (Sosa Villada, 2020, p.92) pregunta a todos los presentes el padre desde la cabecera de la mesa. Sí, sí, asienten todos, incluida la madre. Vivir según su deseo y su verdad, a riesgo de morir asesinada por sus propios padres, o adecuarse al statu quo y morir lentamente en una angustia infinita parece ser la disyuntiva. Cuando Camila todavía era Cristian, recibió de su padre una de esas frases que tienen la fuerza suficiente y necesaria como para marcar un destino:

“¿Sabe de qué puede trabajar usté así? De chupar pijas, mi amigo. ¿Sabe cómo lo vamos a encontrar su madre y yo un día? Tirado en una zanja, con sida, con sífilis, con gonorrea (…) siendo así, nadie lo va a querer” (Sosa Villada, 2020, p.65)

La maldición, como ella misma la llamó en Profunda humanidad, su charla TED5, estaba echada. Había que dejar el tiempo correr. A partir de ahí, la vida de Camila se convirtió en una lucha contra el destino. “Tengo la determinación de no convertirme en prostituta, creo que puedo lograrlo, no terminar como todas.” No lo logra, no puede hacerlo porque tiene el destino marcado, le han echado una maldición. ¿Habrá alguien capaz de soportar una declaración como esa, que viene de la persona que no solo te da la vida sino que te muestra el mundo, y no seguirla al pie de la letra? ¿Es posible? El resto de los vecinos de su pueblo se encargan de afirmar esa máxima. La soledad, la miseria y la posibilidad de dinero fácil le marcan el camino y, una noche, mientras vuelve de la facultad, un hombre le pregunta cuánto cobra. Y ella, por segunda vez (la primera había sido en su pueblo, cuando era casi una nena), le pone un precio a su cuerpo y se entrega a ese destino que la estaba esperando.

Otro aspecto que surge de la lectura de Las malas es que, si la familia es una construcción del patriarcado, de la heteronorma, hecha para reprimir y controlar, a lo mejor, estas personas, que son capaces de seguir el deseo de vivir según sus propios parámetros, cueste lo que cueste, no tienen ganas de meterse en el corsé familiar. A lo mejor, hay que tirar todo y comenzar de nuevo. Pensar formas distintas de vincularse, de dar amor y contención, de tejer redes ¿Será posible?

Carolina Unrein, en Fatal, una crónica trans, cuenta el camino que la llevó desde su infancia, en la que se autopercibía como una nena aunque su organismo y el entorno se encargan de negarlo constantemente, hasta su resurrección: el momento en que se realiza una vaginoplastia. Este camino, que de ninguna manera fue indoloro, cuenta con algo que es fundamental y que muy pocas personas trans pueden testimoniar: el apoyo incondicional de la mamá y el papá de Carolina. No le falta el mimo, el cuidado, el acompañamiento y el respeto. No es poco. Como escribe Camila Sosa Villada en el prólogo de esta obra: las contemporáneas de Carolina “sabrán que no merecen menos que esto” (Sosa Villada, 2020, p.11). Tal es la importancia de este libro. Carolina terminó la primaria sola y con la computadora como su única compañía, pero aparece una nueva oportunidad cuando su familia se muda a Diamante “un pueblo de veinte mil personas, con un nombre hermoso y una bella vista al río” (2020, p.58). Tiene la ilusión de volver a empezar, sin embargo, la cosa no va a ser fácil: “A mediados del primer año, tenía a la gran mayoría de la población masculina de todo el colegio ensañada conmigo.” . Es así que, a los trece años, junta valor y habla con la madre: “Mamá, soy trans.” (2020, p.69) Claro que tuvo miedo que la dejaran de querer, que la echaran de la casa (cosa muy normal en las personas trans) pero el miedo que le provocaba el asedio de los varones del pueblo era mucho mayor. La madre entendió. “Bueno, de algún modo siempre lo supimos, y me abrazó” (2020, p.69). Y acá cambia todo. ¡¿Y cómo no va a cambiar?! El paradigma trans estalla en mil pedazos. Acá la historia de exclusión se corta, porque hay una madre y un padre que respetan y que aman incondicionalmente. Retomando a Camila Sosa Villada “no hay experiencia más vital, querida Carolina, que leerte acompañada de esa forma por tu mamá y tu papá” (2020, p. 11) y ese es el gran valor que tiene este testimonio. Son gotas de ilusión en un mar de exclusiones ¡pero qué necesarias!

La virgen cabeza, de Gabriela Cabezón Cámara, transcurre en una villa miseria del conurbano bonaerense y es, sobre todo, una historia de amor. Cleopatra Lobos, “Cleo” es una travesti que se comunica con la virgen pero, antes de eso, como muchas otras travestis, vivía de la prostitución. En cuanto a la infancia de Cleopatra, no tenemos muchos datos pero es posible afirmar que sigue los caminos clásicos de este tipo de relatos, es decir, la violencia familiar y el desprecio:

Tenía doce años, todavía se llamaba Carlos Guillermo y su padre casi la había matado a trompadas “por puto del orto” según le explicó al periodista de crónica que tituló: “Barbaridad homofóbica. Casi mata a su hijo porque el nene quiere ser como Susana. (Cabezón Cámara, 2019, p.38)

Después del milagro de la Virgen, a Cleo, la vida le cambió por completo. No solo dejó la prostitución sino que, además, se convirtió en la líder espiritual y organizadora de la villa. Además, conoce a Catalina (Qüity), una periodista investiga en la villa, y se enamoran. Incluso, tienen una hija. Llegada esta parte de la historia, como lectora, estoy exultante, llena de alegría con la primera construcción de una familia diversa en la literatura trans argentina. Porque, como mencionó el profesor José Maristany en una de las tantas lecturas que hizo de este trabajo: “sale del estereotipo de la pareja de travesti-chongo, donde los roles binarios, masculino femenino se reproducen de acuerdo a los estereotipos. Es un intento por salir de la matriz binaria heterosexual que a veces se perpetúa en relaciones homosexuales o trans”. Además, no es una familia construida con amigos o amigas, tampoco las que se forman con una mamá trava que las cuida en la calle y les da una pieza y comida, es una familia que funda una pareja que se desea y se ama. Pero, en el final de esta historia, si bien se construye una familia diversa, la utopía se rompe porque Cleopatra se va, habiendo gastado toda la fortuna que construyeron juntas y sin su hija que deja al cuidado de Catalina. Y hay más, no sabe cuándo va a volver, lo que se parece bastante a un abandono. La historia queda inconclusa y el final feliz, si acaso era posible, destruido. Como lectora, igual que Catalina, me queda el corazón roto pero si profundizo el análisis creo que este epílogo no está puesto porque sí, que tiene una funcionalidad y es interesante ensayar una lectura posible: a lo largo del texto vimos no solo una disputa de voces y de visiones del mundo sino también un trabajo concreto para evitar la romantización de la pobreza y la exclusión. Cleo y Catalina se desearon y amaron con pasión, se cuidaron y se trataron con ternura pero también contrastaron sus creencias una y otra vez. Como toda pareja que se elige y se sostiene durante muchos años, aprendieron a convivir en la diferencia y soportaron las exuberancias y las excentricidades. Las parejas y las familias no son perfectas, tienen altibajos y momentos de tensión y, como todos los vínculos humanos, son imperfectos. Por eso, creo que esta familia tan única en la literatura argentina es, tal vez, la más común de todas y que este final, agridulce quizás, es tan solo una muestra de ello.

Conclusiones

Más de una vez pensé en cambiar la hipótesis, pero prefiero refutarla antes de hacer una nueva, lo siento más honesto. Cuando comencé a pensar en investigar la literatura trans creí que su representación iba a ser mucho más colorida de lo que terminó siendo. Me imaginaba que iba a encontrar historias con familias diversas, compuestas por identidades no binarias o, quizás, por una pareja formada por individuos cis y transgénero. Tal vez no fueran parejas, porqué no, uniones de más de dos. En base a esas expectativas confeccioné mi hipótesis: la literatura trans-travesti, en tanto contrahegemónica, produce discursos que elaboran modelos alternativos de construcción familiar. Pero eso no sucedió.

Las personas trans y travestis discuten lo más profundo de nuestro sistema de conformación social: el binarismo. Este no solo se encuentra en el clásico hombre-mujer sino también en nuestra manera de entender el mundo. Las concepciones e ideas que tenemos no son solo una representación estática sino que se convierten en filtros de percepción a través de los cuales interactuamos con el mundo. A lo largo de la vida vamos respondiendo continuamente a la pregunta fundacional ¿Quién soy? Las personas trans y travestis se arman a sí mismas por fuera de estas categorías preestablecidas. “soy travesti y estoy orgullosa de serlo. No soy mujer, soy travesti” dice Morena y agrega “mido un metro noventa y ocho y me encanta, y me clavo unos tacos (…) y tengo la espalda de un albañil en celo (…) estoy enamorada de mi corporalidad travesti”. Morena no intenta entrar en las dos casillas que la sociedad tiene reservada para las personas, va por más. Por eso, mientras pensaba en este trabajo, creía que quienes son capaces de pensarse y edificarse con categorías nuevas y amplias, por fuera del sistema en el que hemos crecido y que nos atraviesa, iban a ser capaces de escribir historias igual de amplias y diversas. No tuve en cuenta que el colectivo trans-travesti lleva cientos de años de exclusión y marginalización. Que la mayoría de estas personas fueron expulsadas de sus hogares siendo aún menores de edad, que no pudieron terminar su escolaridad y se vieron forzadas a trabajar en la prostitución para subsistir. Son seres que están excluidos del sistema social y, por lo tanto, invisibilizados. De hecho, yo misma jamás les había dedicado un pensamiento antes de hacer este trabajo.

Al inicio de este recorrido pensaba que podía encontrar historias de madres y abuelas travas, de padres trans, de familias conformadas por fuera del sistema conocido pero si no están en nuestros pensamientos, no pueden existir en lo que escribimos. La literatura es la representación de las ideas de una época. ¿Y saben lo que encontré? Que en los pocos textos en que aparecen personas trans-travestis, sean escritos por autores cis o transgénero, las ideas son bastante similares: imaginamos travas prostitutas, con adicciones, violentadas por los clientes, la policía y el sistema en general, aisladas de su familia, sin posibilidad de enamorarse o salir de la pobreza.

Con la cantidad de derechos conquistados, creí que en la literatura iba a encontrar un panorama distinto, menos estigmatizante. Esto no sucedió, todavía no podemos imaginar historias que no sean trágicas. El problema pasa por la indiferencia, por las ideas que damos por sentado. Porque el colectivo trans-travesti fue hasta ahora invisible, expulsado del sistema social, porque lo ignoramos y nadie escribe sobre lo que ignora, sobre lo que no ve ni es capaz de imaginar. Es por eso importante reiterar que no encontré, salvo en La Virgen Cabeza, construcciones familiares alternativas a la clásica familia nuclear.

Empecé este trabajo diciendo que la literatura puede cambiar el mundo, basándome en la propuesta de Hans Robert Jauss de “comprender la literatura como un proceso a la vez comunicativo y creador de normas sociales” (1981:36). Pero, a la vez, no creo que a la literatura haya que exigirle ni pedirle nada. Ni crítica sociológica, ni denuncia, ni belleza. Nada. Tampoco utopía. Creo que la literatura es la expresión de una época y nos permite leer los pensamientos, sentimientos, e ideas de una sociedad en un contexto determinado. Y esta sociedad, por más triste que sea, no es capaz de imaginar personas trans-travestis por fuera del estereotipo, personas hermosas, únicas y, sobre todo, vivas.

Entonces, si la literatura es capaz de producir cambios sociales pero, a su vez, no se le puede pedir nada porque es la expresión de una sociedad en un contexto determinado, en consecuencia, no hay conclusión posible. No se puede concluir nada, solo podemos problematizar esta cuestión, pensar, escribir, discutir, sacar a la luz esta representación tan pobre para, de alguna manera, ir sembrando inquietudes, nuevas posibilidades y pensamientos que, a futuro y de manera orgánica, produzcan un cambio de paradigma que genere una producción literaria más amplia. Este es mi deseo.

BIBLIOGRAFÍA

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3. Notas periodísticas

“A solas con Tiziana, la niña trans que rompió el silencio a los 8 años: «Soñaba que me miraba en el espejo y era nena»” Entrevista de Gisel Sousa Diaz en Infobae, Enero, 2019 https://www.infobae.com/documentales/2019/01/27/a-solas-con-tiziana-la-nina-trans-que-rompio-el-silencio-a-los-8-anos-sonaba-que-me-miraba-en-el-espejo-y-era-nena/

“Cocó, la historia de una adolescente trans y un video que se hizo viral: ‘A los 4 años dije que quería ser nena’” Entrevista de Gisel Sousa Diaz en Infobae, Septiembre, 2020. https://www.infobae.com/historias/2020/09/12/coco-la-historia-de-una-adolescente-trans-y-un-video-que-se-hizo-viral-a-los-4-anos-dije-que-queria-ser-nena/

“El discursito lastimero que tiene la gente sobre las travestis no nos está jugando a favor” Entrevista a Camila Sosa Villada en Infobae, Abril, 2020 https://www.infobae.com/cultura/2020/04/19/camila-sosa-villada-el-discursito-lastimero-que-tiene-la-gente-sobre-las-travestis-no-nos-esta-jugando-a-favor/

“Me hice mujer en el medio del fuego: con todo en contra” Camila Sosa Villada en S! Total es sábado. https://www.youtube.com/watch?v=eAZkl_myjkY&feature=youtu.be&fbclid=IwAR0khehTkiAVgf91g06nnHJnfIze8KkB3sHn7uY8eeTf9-C3QJ80dkQJMs0

Sosa Villada, Camila, entrevista en Notas al pie Fm, Viernes 12 de junio del 2020. https://ar.radiocut.fm/audiocut/camila-sosa-villada-y-tute-estuvieron-en-notasalpie-con-ana-correa-y-gonzalo-heredia/

“Tengo otros referentes pero Puig es mi modelo” Entrevista a Gabriel Dalla Torre. Ámbito. Enero 2013 https://www.ambito.com/edicion-impresa/tengo-otros-referentes-pero-puig-es-mi-modelo-n3770498

“Una heroína que vuelve de la guerra” Revista Colofón, Enero, 2019. https://revistacolofon.com.ar/una-heroina-que-vuelve-de-la-guerra/


1 Escrito sin publicar que me envío su autora, en forma personal (y con autorización a publicar) luego de una entrevista realizada durante el 2020.

2 AAVV. La revolución de las mariposas: A diez años de la gesta del nombre propio (2017) Publicación del Ministerio de Defensa de la ciudad de Buenos Aires.

3 “No considero a la literatura gay como un género sino como una lucha política” en Melo, Adrian. Historia de la literatura gay en Argentina. (2011). Ciudad de Buenos Aires: LEA.

5 Profunda humanidad, Camila Sosa Villada en TED x Córdoba: https://youtu.be/KQDRKphX23M

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