RESEÑAS

de Maeseneer, Rita. Devorando a lo cubano. Una aproximación gastrocrítica a textos relacionados con el siglo XIX y el Período Especial. Madrid-Frankfurt am Main: Iberoamericana–Vervuert, 2012, 288 páginas.

Quienes estudiamos la cultura del Caribe, conocemos a Rita de Maeseneer (investigadora de la Universidad de Amberes) por sus aportes a los estudios de la obra de Alejo Carpentier, Ana Lydia Vega, Mayra Santos-Febres, Luis Rafael Sánchez, por nombrar algunos de sus autores más frecuentados. En esta oportunidad, el libro es el resultado de una línea de trabajo que llevó adelante durante varios años sobre lecturas gastrocríticas y que, en este caso, aplica a un amplio corpus cubano. La autora inicia su recorrido con una extensa introducción al término gastrocrítica, expresión acuñada en 1990 por Ronald Tobin, un estudioso de la literatura francesa del siglo XVII, pero cuyo interés ha ido en aumento a partir del V Centenario de la Conquista de América con los estudios sobre canibal/calibanología. A partir de este planteo y de otros acercamientos realizados desde diferentes disciplinas, en esta línea crítica, la propuesta es estudiar la pertinencia para una obra literaria de las múltiples connotaciones del comer y del beber en lo social, racial, geográfico, identitario, histórico, sexual, antropológico, religioso, filosófico, médico, cultural, psicológico, ideológico-político, genérico, lingüístico, entre otras cuestiones. Maeseneer toma distancia de ciertos estudios que realizan análisis superficiales en obras, muchas veces de mala calidad, que han utilizado la moda de lo culinario; por el contrario, su meta es demostrar que se puede dialogar en profundidad con el objeto de estudio y, para eso, la lectura entabla un constante diálogo con otros ejes interpretativos de los textos en cuestión.
Aunque explicita que el recorte del corpus puede ser cuestionado debido a que recurre a un criterio temporal para abordar fenómenos histórico-culturales, Maeseneer concentra el análisis en dos períodos significativos de la historia de Cuba: el siglo XIX y el llamado Período Especial. Considera que es posible aunarlos porque remiten a épocas en compás de espera y se caracterizan por su carácter provisional, es decir, se trata en ambos casos de períodos de grandes convulsiones que, de algún modo, son procesadas por las creaciones literarias. El libro se divide en dos partes delimitadas temporalmente; sin embargo, en el interior de los capítulos, el análisis adquiere mayor densidad no sólo porque las lecturas se mueven hacia otros períodos sino porque, además, se establecen vínculos productivos con otros discursos como las artes visuales y el cine.
En los cuatro capítulos que integran la primera parte del libro, Maeseneer analiza una serie de textos de un amplio período que se extiende desde la época colonial hasta fines del XIX, con la novela Cecilia Valdés (1882) de Cirilo Villaverde. En primer lugar, realiza un breve recorrido por las crónicas de Cristóbal Colón, Pedro Mártir de Anglería y Fernando González de Oviedo, algunos de los cronistas que se esforzaron por describir el Nuevo Mundo como “comestible”. Revisa estas crónicas, ya que considera que allí se sentaron las bases del modo en que más tarde se aborda la comida; en este sentido, se detiene en la fertilidad de la tierra y el canibalismo, los tropos fundacionales del Descubrimiento que marcan desde el inicio las dos vertientes en la construcción simbólica del otro en el discurso colonial. La autora advierte el uso de estrategias que también serán utilizadas en épocas posteriores, por ejemplo, la sustitución está presente en el cimarronaje decimonónico y en el Período Especial. Aunque verifica estos usos, observa que en los cronistas pervive un fuerte apego a la dieta española y sólo cuando es inevitable recurren a productos locales. Estas constataciones las confirma también en ficciones que se ubican en la Cuba del siglo XVI y, para demostrarlo, comenta brevemente Doña Guiomar. Tiempos de la conquista (1536-1548) de Emilio Bacardí y algunos fragmentos de dos obras de Antonio Benítez Rojo: El mar de las lentejas (1979) y Paso de los vientos (2000). Cierra esta parte con el análisis del controvertido poema Espejo de Paciencia (1608) de Silvestre de Balboa Troya y Quesada. Sin soslayar las discusiones sobre el texto, a la autora le interesa señalar la relación establecida entre las frutas y la cubanidad y la fuerza con la que este tópico, considerado como fundacional, continúa marcando la cultura cubana en su totalidad.
En el capítulo dedicado a Cecilia Valdés, Maeseneer retoma los estudios sobre el contexto de formación de la nación cubana y sus implicancias raciales, pero su interés se centra en averiguar qué sugieren las remisiones culinarias, aspecto que analiza a partir de la subdivisión propuesta por el antropólogo Jack Goody, quien distingue cuatro fases en relación a la comida (producción, distribución, preparación, consumo). A partir del análisis de lo culinario también advierte cuestiones como la procedencia del lector ideal que tiene en mente el escritor y la forma en que la comida vehiculiza una serie de mensajes implícitos sobre las estructuras jerarquizadas en lo social, en lo racial y en lo genérico. En este sentido, propone una hipótesis que, de modo indirecto, está cuestionando otros acercamientos más tradicionales al tema de las independencias: “en Cuba las manifestaciones de una conciencia nacional plasmada en platos y libros de cocina precedieron a la verdadera independencia política” (75). A manera de coda, analiza la novela La loma del ángel (1987) de Reinaldo Arenas, una recreación grotesca y carnavalesca de Cecilia Valdés.
Con respecto a la obra de la Condesa de Merlín (María de las Mercedes Santa Cruz y Montalvo), Maeseneer se detiene en las cartas traducidas al español y publicadas en 1844 bajo el título de Viaje a La Habana. Aquí resulta interesante cómo desmonta los estereotipos que permitirían pensar en el interés ad hoc que una mujer tendría para escribir más sobre lo culinario; planteo que la autora no deja de hacer, pero que, poco a poco, revisa y cuestiona en función de ubicarlos en el contexto de dos problemas fundamentales en esta obra: la cuestión identitaria y la fabricación del texto. En el análisis también realiza una importante síntesis de las  fuentes a las que tuvo acceso la Condesa para escribir su diario; este rasgo le permite hablar de una poética intertextual (la comida de textos) cuya intencionalidad desentraña minuciosamente de modo que su lectura le permite advertir una visión exotista e idealizada que borra todas las tensiones raciales. Además, frente a otras interpretaciones, Maeseneer no observa reivindicaciones feministas en Viaje a La Habana.
“En busca de la comida de los esclavos” cierra la primera parte del libro. Aquí investiga las referencias a la comida de los esclavos en Autobiografía (1835) de Juan Francisco Manzano, Francisco. El ingenio o las delicias del campo (1839) de Anselmo Suárez y Romero y en los relatos de viajeros. La autora advierte que el último corpus no es homogéneo sino que la descripción de la comida está en función de los móviles del viaje; por ejemplo, no funcionaría de la misma manera en la Condesa de Merlín que para los abolicionistas Turnbull y Madden, aunque encuentra un grupo con una posición más matizada respecto de sus intereses, en el que ubica a la viajera sueca Fredrika Bremer (1801-1865). En este apartado, establece un interesante diálogo con Biografía de un cimarrón (1966) de Miguel Barnet, obra fundacional del género testimonio. Realiza una síntesis sobre el estado de la cuestión de los debates que la crítica ha planteado sobre este libro porque considera que constituyen el contexto imprescindible para el posterior análisis gastrocrítico.
Del mismo modo que para comenzar el estudio del siglo XIX Maeseneer se remonta a textos centrales de los cronistas, antes de centrarse en el corpus del Período Especial, realiza una breve aproximación a fragmentos claves de la obra de tres escritores ineludibles para pensar el tema gastronómico: el almuerzo del capítulo 7 de Paradiso de José Lezama Lima, el festín de “Bucán de Bucanes” en El siglo de las luces de Alejo Carpentier y el cuento “La carne” de Virgilio Piñera. Este acercamiento le permite advertir que, en cada uno de los textos, el recurso culinario se refiere a una poética y determina el estilo del autor, cuestiones que retoma en los siguientes análisis. Luego de esbozar el contexto cultural que se extiende entre 1959 y 1990, la autora se detiene en la tetralogía detectivesca de Leonardo Padura cuya diégesis es 1989 y donde puede revisar cómo se produce la transición hacia el corpus anclado en el Período Especial.
En “El tema culinario en el Período Especial: un exceso de penurias”, Maeseneer indaga en seis novelas escritas y/o publicadas dentro y/o fuera de Cuba, cuya trama dialoga con los avatares del contexto socio-económico de los noventa: Te di la vida entera de Zoé Valdés; El hombre, la hembra y el hambre de Daína Chaviano; El Rey de La Habana de Pedro Juan Gutiérrez; Silencios de Karla Suárez; La sombra del caminante de Ena Lucía Portela y Havana Lunar de Robert Arellano. A diferencia de los capítulos anteriores, el corpus no está integrado por obras consagradas sino que aún no se ha producido un denso aparato crítico. La autora advierte al lector que el análisis es más descriptivo y que presenta una mayor dimensión panorámica. El estudio del corpus le permite percibir diferentes matices en el tratamiento del tema del hambre que van desde aproximaciones superficiales y previsibles hasta reflexiones profundas que atañen a lo animal y lo humano, el mal y lo abyecto, y a la carencia en un sentido metafísico. En cierta medida, la lectura de Maeseneer propone vincular estos matices con factores geográficos (la proximidad o la lejanía del escritor respecto a lo experiencial), ideológicos, metaliterarios y comerciales.
El último capítulo de la segunda parte se centra en el estudio de la presencia del cerdo en la obra de Ronaldo Menéndez. Antes de ingresar en el análisis, la autora realiza una síntesis de los rasgos universalmente asignados a este animal y las connotaciones que adquiere en una serie de expresiones artísticas cubanas y no cubanas. Luego, estudia el modo en que el escritor cubano subvierte la “cerdofilia” en la novela Las bestias y en el cuento “Cerdos y hombres”. La atenta lectura desentraña cómo en estos textos se dejan de lado los lugares comunes de la crianza del cerdo en un ambiente urbano y, en cambio, adquieren nuevas connotaciones que lo alejan de la repetición de tópicos autoexóticos prodigados en la literatura cubana de los noventa. Para Maeseneer, la novedad en el tratamiento radica en que Menéndez se aleja de la descripción mimética del Período Especial y, por el contrario, se centra en  problemas que han ocupado universalmente a la literatura, como el mal, el sadismo, la crueldad, la violencia y el racismo.
En la conclusión, el libro adquiere un vuelo inusitado porque revisa las distintas capas de lectura y temas de los diferentes capítulos a partir del análisis de Las comidas profundas de Antonio José Ponte. Frente a quienes leen las imágenes del hambre en Ponte como una metonimia del deseo, Maeseneer resalta el componente intertextual y propone realizar una reflexión metaliteraria. De esta manera, mientras que en la primera parte del libro concluye que la apelación a la intertextualidad permite advertir que en ese contexto Cuba “sabe” a libros, en Ponte observa un juego intertextual más complejo en el que “tiende ‘puentes’ hacia otros escritores, se rodea de autores que escribieron sobre la comida y que son su comida” (244).
Este libro aporta una mirada interesante no sólo por la metodología utilizada en el análisis sino también por el corpus elegido ya que, sobre todo en la segunda parte, revisa obras que aún no han sido suficientemente trabajadas por la crítica. Además, la lectura de Maeseneer no pretende ser totalizadora ni clausurar otras aproximaciones y es justamente allí, donde reside una de las vetas más estimulantes del libro ya que invita al lector a realizar posibles itinerarios de análisis con esas obras o proyectándolos a otro corpus. Sin lugar a dudas, Devorando a lo cubano aporta una mirada innovadora que enriquece la colección Nexos y Diferencias de la editorial Iberoamericana–Vervuert cuya propuesta se centra en publicar estudios que piensen la compleja realidad cultural de América Latina.

María Virginia González
Universidad Nacional de La Pampa