RESEÑAS

Rubio Tovar, Joaquín. Literatura, historia, traducción. Madrid: Ediciones de La Discreta, 2013, 696 páginas.

El título del último libro del catedrático español Joaquín Rubio Tovar pone en relación tres conceptos amplios y de larga tradición en los estudios humanísticos, cada uno de los cuales podría merecer un tratado específico. Sin embargo, detrás de esta enunciación se ofrece al lector un complejo entramado de relaciones y de reenvíos que conforman una obra reticular, en la que las tres disciplinas se articulan para proponer nuevas respuestas a viejas preguntas y, fundamentalmente, para generar nuevos interrogantes. Esta dinámica que vertebra el libro se origina en la propia trayectoria del autor: docencia, investigación, traducción, escritura, constituyen las matrices a partir de las cuales pensar la traducción como práctica cultural y su relación con las Humanidades a lo largo de los siglos.
El libro se organiza en siete capítulos y dos apéndices, que desarrollan los tópicos fundamentales. Así, el mito de Babel, por su densidad simbólica y hermenéutica, abre y clausura el texto y permite reflexionar acerca de los modos en que la diversidad lingüística ha sido considerada: desde signo de la Caída, de la imperfección humana y de la pérdida del logos único, hasta la mirada que postula el texto: lejos de constituir una carencia, Babel ha permitido la variedad y el cambio y por ende, poder afirmar que “la traducción es la lengua de los hombres”. Junto con este mito, el de Aracne, por su carácter inacabado y en perpetua confección, representa, desde otra perspectiva, la actividad de la traducción. A pesar de su productividad para la cultura y, en particular para la literatura, la traducción ha estado acompañada de un halo de sospecha: traición, infidelidad, imposibilidad son conceptos vinculados con esta práctica. A lo largo de las primeras páginas del libro, Rubio Tovar se dedicará, con minuciosidad de filólogo, a desmontar esas construcciones cristalizadas para analizar, a través de un recorrido por textos y autores de diferentes épocas y contextos, desde Dante y Lutero hasta Derrida o Paul Auster, las múltiples aristas de la traducción y otorgarle así densidad teórica y carnadura histórica.
Las relaciones entre traducción y temporalidad son el eje de las reflexiones del segundo capítulo donde se recupera la dimensión diacrónica de la traducción y con ella, lo que Rubio Tovar denomina “el espesor de las traducciones”, es decir, la multiplicidad de lecturas, ediciones, reformulaciones y apropiaciones de las obras en el devenir cultural, que le otorgan una densidad particular y a partir de las cuales la noción misma de original  es puesta en entredicho. La traducción es, ante todo, un acto del lenguaje, por lo tanto, un recorrido por el vocabulario y las formas metafóricas referidas a la traducción permiten revelar los diferentes matices de la práctica a lo largo de los siglos. Así, las ideas de reescritura, retraducción, refundición, expresan el carácter histórico y situado de las traducciones, concebidas como prácticas culturales y sociales y no como fenómenos individuales o ahistóricos, que tienen impacto en los sistemas literarios, en la actualización de las lenguas y en la conformación de las denominadas literaturas nacionales.
Si uno de los puntos de partida del libro es la experiencia docente, el análisis de antologías, en tanto género didáctico por excelencia, ocupa el tercer capítulo. A partir de un listado amplio que abarca textos producidos en los últimos cincuenta años en varios países, Rubio Tovar indaga en las perspectivas teóricas y metodológicas que orientaron los estudios de traducción y también los debates que se suscitaron. La reseña puntual de cada texto sirve como punto de partida para revisar críticamente las nociones y criterios que subyacen y dar cuenta de los aportes a la consolidación de la traducción como disciplina, a través de un trabajo de recopilación y organización de un universo de textos que, como las traducciones, han estado muchas veces dispersos y fragmentados. Allí radica uno de los valores de las antologías para Rubio Tovar: poner a nuestro alcance una serie de documentos e ideas que de otra manera hubieran quedado ocultos o silenciados para el lector contemporáneo.
Los problemas y los límites de la traducción –y en particular de la traducción de poesía- se retoman en el capítulo cuarto. Allí el autor recupera ciertas ideas clave trabajadas en los seminarios dictados y que orientan su propuesta: no es posible analizar las traducciones como hechos aislados o descontextualizados, ni focalizarse únicamente en el cotejo entre original y traducción. Para ello, propone como ejemplo concreto el análisis de traducciones al castellano del Canto Primero del Paraíso de Dante Alighieri realizadas en el siglo XVI. En esta mirada, las diferentes elecciones métricas y rítmicas hechas por los traductores manifiestan las tensiones entre los diversos modos de traducir y ponen en entredicho —una vez más— el concepto de fidelidad, y revelan cómo fue leído el texto en la España del Siglo de Oro y cómo se entendía la traducción, más cercana a una interpretación que a una traslación literal, según las prácticas de la época. En definitiva, este tipo de análisis permite reconocer el modo en que la métrica, la preceptiva, la traducción y la difusión de los textos se articulaban en un contexto particular y por ende, su influencia en la conformación y desarrollo de los géneros literarios.
Una práctica análoga se propone en el quinto capítulo, dedicado a las traducciones al castellano de las Elegías del Duino de Rainer M. Rilke. Al tratarse de una obra del siglo XX, a los problemas analizados se le suma la cuestión de las ediciones, las formas de difusión y circulación, el perfil de los traductores, los criterios de traducción; en fin, se muestra el complejo entramado que acompaña a las traducciones y los modos en que se articulan con las historias de la literatura, a la vez que se interroga acerca del estatuto de las traducciones en el marco de las producciones de los autores.
Tal vez uno de los aspectos más originales del libro sea la vinculación entre música y traducción, desarrollado en el capítulo sexto. Una vez más, la formación y trayectoria del autor impulsan los intereses: música y filología se entrelazan para ofrecer una mirada significativa sobre la traducción. La temporalidad es el eje a partir del cual pensar las relaciones entre ambos discursos y el lied romántico brinda una matriz fértil para ello, dada su particular imbricación entre poesía y música, y por los procesos de apropiación y traducción de los poemas, no sólo de una lengua a otra, sino de un código a otro, con las consecuentes implicancias culturales.
Dado el carácter reticular y entramado del libro, las consideraciones sobre la traducción y su impronta en las historias de la literatura y la cultura podrían multiplicarse; de allí que en el último apartado, Rubio Tovar se dedique a retomar algunas de las cuestiones diseminadas a lo largo del texto: la índole relacional de las traducciones (vinculan culturas, autores, lenguas, literaturas) y su continuo retorno, como la tela de Aracne, así como su papel fundante en las literaturas nacionales. Como en la apertura del libro, el mito de Babel es revisado desde una nueva perspectiva: la de mostrar a la traducción no como el castigo ante la diversidad lingüística, sino como engendradora de nuevas ideas e impulsora de nuevos desafíos, sin los cuales no serían posibles los cambios. “La traducción, como la memoria, siempre es infiel, pero al igual que la memoria, va escribiendo el futuro a medida que reescribe el pasado” nos dice el autor. Traducción, memoria, escritura, historia: construcciones colectivas y experiencias subjetivas se enlazan para conformar un territorio para la reflexión acerca de la cultura y de sus prácticas, en un diálogo siempre –y afortunadamente-  inacabado.
Completan el volumen de esta dilatada obra dos apéndices, el primero con extractos de traducciones del episodio de Babel narrado en el Génesis y el otro con la transcripción de un manuscrito con una traducción del Canto Primero del Paraíso de Dante con las glosas del traductor que fuera analizado en el capítulo cuarto, un nutrido corpus de notas y una bibliografía que incluye las obras referenciadas y también las traducciones mencionadas. A pesar de las aclaraciones hechas en la presentación respecto de lo que el libro no es – ni una teoría ni una historia de la traducción-, creemos que el libro excede y rebasa esas clasificaciones debido a la impronta particular que le otorga su origen: la conjunción de docencia e investigación, de praxis y de experiencia, de lecturas y de escrituras. Y junto con ello, nos parece destacable la apuesta que deja entrever el libro: la de devolverle a las Humanidades el espesor propio que tuvieron durante siglos, y que el actual afán diversificatorio e hiperespecializado ha ido adelgazando como un huso. Así entendida, la traducción deviene una forma concreta de intervención para recuperar, a través de su ejercicio, el valor del trabajo silencioso con los textos y la dimensión pedagógica de una práctica que ha modelado – y continúa haciéndolo- la cultura a lo largo de los siglos.

Marisa Eugenia Elizalde
Universidad Nacional de La Pampa