ARTÍCULOS
La figura revolucionaria de Rubén Darío: un acto performativo de Casa de las Américas
Diana Moro
Instituto de Investigaciones Literarias y Discursivas
Universidad Nacional de La Pampa
diana.morog@gmail.com
Resumen: La figura y la obra de Rubén Darío han sido objeto de apropiaciones, en Nicaragua, según las configuraciones políticas e ideológicas dominantes. Este trabajo describe y analiza la operación realizada en Cuba por Casa de las Américas, al cumplirse el centenario del natalicio del poeta, en 1967. Se analizan, en este artículo, los debates ocurridos en el “Encuentro con Rubén Darío” celebrado en Varadero en febrero de ese año y en el número de Casa de las Américas que recoge los documentos, entre los intelectuales presentes acerca de la figura de Darío. El saldo político cultural del Encuentro consistió en instituir al nicaragüense como poeta antiimperialista, junto a las figuras de José Martí y de Simón Bolívar. En consecuencia, también se describe cómo la apropiación de la figura y la obra del poeta desde un discurso revolucionario es asumida en Nicaragua durante la década siguiente.
Palabras clave: Literatura; Rubén Darío; Nicaragua; Cuba; Revolución
Ruben Dario’s Revolutionary Figure: A Performative Event at Casa de las Américas
Abstract: The figure and work of Rubén Darío have been the object of appropriation in Nicaragua, according to the given dominant political and ideological configurations. This paper describes and analyzes the operation performed made by Casa de las Américas, on the centennial of the birth of the poet, in 1967. In the "Encuentro con Rubén Darío" held in Varadero in February of that year and the issue of Casa de las Américas that contains the various papers given by intellectuals discussing Dario’s contributions. The political outcome of the event was to canonize the Nicaraguan poet as anti-intellectual, together with the figures of José Martí and Simón Bolívar. The discussions that occurred among intellectuals present at the Encuentro about the figure of Darío are analyzed in this article. Finally, we describe how the appropriation of the figure and work of the poet for the revolutionary discourse occurs in Nicaragua over the next decade.
Keywords: Literature; Rubén Darío; Nicaragua; Cuba; Revolution
Pasaron, pues, cien años:
Ya podemos
perdonar a Darío
José Emilio Pacheco, “Declaración de Varadero”
La figura de Rubén Darío, desde el momento mismo de su muerte, en 1916, fue objeto de disputas y apropiaciones1. Además de la extracción del cerebro y de la conocida disputa entre sus allegados por el derecho a conservarlo, el gobierno de Nicaragua de ese momento, de corte conservador, y la Iglesia Católica convirtieron a Darío en “símbolo de la cultura conservadora restaurada por la intervención de la marina de los Estados Unidos” (Blandón 106). Los homenajes fueron repitiéndose año a año. Comenzaron con las suntuosas pompas fúnebres, luego la sepultura en la Catedral de León, inaugurada en 1917: una tumba de mármol de influencia clásica y el cambio de nombre de su pueblo natal: Metapa por Ciudad Darío ─en 1920─, entre otras prácticas empleadas para la conmemoración y los homenajes Sin embargo, como bien ilustra
Miguel Ayerdis García, el homenaje anual a Darío no dejaba de ser una efeméride local, en la región de Occidente (Chinandega y León), hasta 1941. En ese momento, al cumplirse los veinticinco años de su muerte, la vigilancia conmemorativa se convirtió en cuestión de Estado y la figura del poeta se constituyó en una efeméride patriótica nacional: el gobierno de Anastasio Somoza García con el consenso de los sectores conservadores, de la Iglesia Católica y con el beneplácito de los sectores liberales organizó una serie de actos conmemorativos, en Managua y en otras ciudades del país. Así se construyó la figura de un Darío patrio ligada al régimen somocista. Ese perfil continuó en Nicaragua durante los largos años de dictadura.
Luego de 1979 y durante los diez años de gobierno del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), la figura dariana formó parte de la icnografía revolucionaria, junto a la figura señera de Augusto César Sandino. Si bien la iniciativa de los intelectuales sandinistas de “arrebatarle a la burguesía” la figura del poeta fue explícita en términos de política cultural, la reivindicación de un Darío antiimperialista había comenzado a forjarse en la década anterior, en Cuba y como una acción intencionada de algunos de los “intelectuales de la literatura, según palabras de Gonzalo Aguilar, quien señala que surgen en América Latina alrededor de la década de 1950 (685).
En el marco de la revolución cubana, se dio una emergencia social y política de intelectuales cuya actividad central consistía en la crítica literaria. Estos intelectuales se proyectaban a la esfera pública, con un método y un conjunto de conceptos que les permitían analizar los textos literarios y darles tanto a estos como al discurso crítico legitimidad y significación social, cultural y política, en algunos casos2. Su presencia y
visibilidad social se vio reforzada por el marco propicio que significaron algunas instituciones de la revolución cubana como Casa de las Américas. A través de la revista, los premios y los múltiples eventos culturales impulsados en su seno, según Gonzalo Aguilar, la literatura se erige como un discurso mediante el cual se puede construir las narraciones de identidad al tiempo que se configura un espacio “de formación ciudadana y una crítica al estado de cosas” (Aguilar 686).
En gran medida, esos intelectuales organizaron ─en algún sentido siguiendo los pasos de Pedro Henríquez Ureña─ un sistema literario latinoamericano cimentado en movimientos estéticos y culturales y en autores que han trascendido las fronteras nacionales y así se ha desarrollado un proceso de toma de consciencia hispanoamericana, según unos, o latinoamericana, según otros. Entre los más laboriosos en este sentido se cuenta el uruguayo Ángel Rama quien, desde la década de 1960, se preocupó por articular un sistema literario latinoamericano. En este sentido, Pablo Rocca señala:
Con una fe y un ánimo casi redentores, Ángel Rama construirá una visión latinoamericana en sintonía con la línea de acción y pensamiento de Marcha y por lo menos hasta 1967, estrechamente vinculado al modelo cubano, a través del cual puede sentirse a gusto en la tradición interpretativa “didáctico política de la historia” que penetra el discurso intelectual latinoamericano desde comienzos del siglo XIX (8)3.
Rubén Darío es uno de los autores en quien Rama cimentó ese edificio conceptual ─“proyecto” lo llamará él en alguno de sus textos─ que es la “literatura latinoamericana”4.
Intelectuales de la literatura como Ángel Rama encuentra muy propicio el espacio generado a propósito homenaje a Rubén Darío, que tuvo lugar en Varadero, Cuba, en 1967, con la organización de organizado por Casa de las Américas, en el año del centenario del nacimiento del poeta nicaragüense. Además resulta muy relevante ese encuentro tanto porque se produce allí un acto performativo5 en cuanto a la ubicación de Rubén Darío en el discurso latinoamericanista realizado por determinados intelectuales como porque constituyó, en la década siguiente, un capital discursivo e ideológico imprescindible para la política del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), en Nicaragua.
Ángel Rama, en su intervención “Las opciones de Rubén Darío”, leída en público el 19 de enero, salía al cruce de una controversia generada entre dos grupos: unos que asumían una defensa y otros que denostaban a Darío respecto, sobre todo, de las posiciones políticas del poeta: “No caben, me parece los apasionamientos, y no caben las posiciones enfrentadas y de trincheras: Rubén Darío-no; Rubén Darío-sí”, dice. Además argumenta: “Probablemente no haya un poeta en América Latina […] al cual se le hayan reclamado tantas cosas” (29). Señala que el objetivo de Darío fue “establecer la autonomía poética de la América española”, pero expresa que no hay que confundir la autonomía poética con la autonomía político- social, ni se debe homologar la función del poeta con la del estadista o el sociólogo. Sentencia que “Todo poeta, admire a Darío o lo aborrezca, reconoce que hay en él una continuidad creadora, es decir, una tradición” (31). En ese sentido, atribuye a Darío ser el primero que revaloriza antes que la crítica española la línea del barroco como patrimonio “importante en el pasado colonial” y agrega:
Esa continuidad [implica] la creación de las bases de una literatura, o sea, un sistema coherente, estructurado, de temas, formas, medios expresivos, vocabulario, ritmos que establecen el esqueleto de una tradición a través del tiempo […] La concepción del poema no varía de Darío a hoy (31).
Como se ve, Rama arma su discurso anclado en la argumentación literaria, confiado en la potencialidad de la literatura para la imaginación de un “nosotros”, en este caso latinoamericano, pero dicho desde una revolución triunfante y lleva adelante la incorporación de Darío en el canon, que ya en ese momento comenzaban a crear Casa de las Américas y los intelectuales que prestaron su apoyo de una u otra manera. En 1970, Rama publica el libro clásico sobre el nicaragüense: Rubén Darío y el modernismo cuya tesis central se asienta en la modernidad de Darío, en especial, gracias al vínculo con el periodismo. En 1973, a través de la editorial de la Universidad de Río Piedras, aparece El mundo de los sueños, un conjunto de textos de Darío del último quinquenio de su vida. En el prólogo de ese volumen, fechado en noviembre de 1971, Rama especifica los procedimientos modernizadores de Darío y, en su argumentación, relativiza el carácter de innovador respecto de los textos correspondientes al final de la vida del poeta. Ese prólogo no volvió a editarse con posterioridad, por lo tanto, hasta hoy, el estudio sobre Darío del crítico uruguayo que circula en los ámbitos universitarios sigue siendo el de 19706.
Así, la construcción de un Darío incorporado a una tradición latinoamericana y antiimperialista se elabora en Cuba en 1967, en el año en que se cumplían los cien años de su nacimiento. Casa de las Américas, en un volumen especial, publica buena parte de los artículos críticos sobre Darío y su obra y las poesías que, en su homenaje, leyeron los poetas participantes del encuentro o enviados, para ser leídos en ausencia y posteriormente publicados en la revista. El texto de la presentación comienza con la frase: “Para rendir un homenaje vivo…” (puntos suspensivos en el original) y más adelante, se señala que los trabajos y poemas recogidos en la revista “son un testimonio de la importancia que reviste para nosotros Rubén Darío, y de nuestra voluntad –la voluntad de la revolución latinoamericana – de proclamarnos herederos de nuestra tradición toda” (3).
Al mismo tiempo que se recuperaba a Darío para la “revolución latinoamericana”, en Nicaragua, se realizaban actos académicos, religiosos y populares por el centenario del nacimiento de Darío, que fueron patrocinados por el gobierno de René Schick, desde 19647. Esas actividades reforzaban el enfoque elaborado por la gran celebración de 1941 y que tuvieron la particularidad de contar también con invitados especiales, igual que el “Encuentro con Rubén Darío” de Varadero8. Entre los invitados se contaban: Luis Alberto Sánchez, Guillermo Díaz Plaja, Augusto Arias, Arturo Uslar Prietri, Raimundo Lida, German Arcienagas, Charles Arbrun, Giuseppe Bellini, Pedro Barnila, Miguel Sánchez Astudillo, Jaime Torres Bodet, Charles D. Watland, Baltasar Icaza Calderón (Pablo Neruda y Jorge Luis Borges fueron invitados pero no asistieron). Guillermo Díaz Plaja menciona a los invitados, entre quienes se cuenta, y realiza una descripción de las acciones conmemorativas en su artículo “Crónica menor de un gran centenario”, publicado en la edición de Cuadernos Hispanoamericanos en ocasión del aniversario del nacimiento del poeta. Le adjudica especial atención a la “Peregrinación a Metapa” y a la creación de Federación de Academias de la Lengua de Centroamérica y Panamá que persigue el objetivo de la unidad del istmo. Celebra también la propuesta de la Academia Nicaragüense de la Lengua, presidida por Pablo Antonio Cuadra, de elaborar un “Diccionario de Modismos Centroamericanos” (632-633).
En ese mismo momento, enero de 1967, en que los homenajes se repetían en diversos lugares del mundo con actos y publicaciones,9 la institución cultural cubana Casa de las Américas se pliega a esa ola internacional de homenajes, ubica a Darío en cercanía de Martí y le otorga un lugar preponderante en la tradición latinoamericanista.
Sin embargo, en ese mismo espacio, la inclusión de Rubén Darío al proyecto latinoamericano se realiza no sin controversias, lo cual le confiere a esa construcción un peso político mayor: el espacio de homenaje dio lugar al debate y a la expresión de las posiciones divergentes respecto de las asunciones políticas de Darío y del carácter de su obra, más o menos vinculada a temas americanos. Tales confrontaciones pueden leerse en el volumen de la revista dedicado al Encuentro: Casa de las Américas 42 (mayo-junio 1967). Por un lado, “los poetas jóvenes” expresaban rechazo. Una muestra de ello es el poema ensayo de Enrique Lihn, “Varadero de Rubén Darío” que el autor chileno comienza en París y termina en La Habana, para ser leído en el Encuentro10. En él toma distancia de la estética dariana, al incorporar los tópicos parisinos de forma paródica:
Veo en el mercado de la rue Clair faisanes desplumados ancianos que
tomaron un baño de vapor jabalíes jupiterinos que cuelgan sobre la calzada
entre gacelas y otros animales heráldico, la forma de un cisne (21).
Pretende también socavar la autoridad que Darío ostentaba como poeta faro, según puede juzgarse como consecuencia de los homenajes realizados en Nicaragua y en diversos países europeos: “ los gorjeos de Prosas Profanas nos aburrieron y enojaron a todos ya hace unos cuarenta años” (24). Y más adelante, con un sujeto lírico situado en Cuba, no ya en París, “Hasta aquí lo descripto en París […] En Varadero es otra cosa”, asevera: “Rubén Darío fue un poeta de segundo orden” (27). Desde ese lugar de la enunciación, acusa a Darío de incongruencia en el plano político:
[…] mejor no hablar de él en lo que se refiere a la cosa política, sería ponerlo en serios aprietos. En 1904, despotricó contra el águila; en 1906, el mismo Theodor Roosevelt, el terrible cazador, se le convirtió, en la Salutación del Águila en “un hombre sensato”, “protector de portaliras”, “el jovial Nemrod” y otras vainas por el estilo. No se puede pedir mayor incongruencia (27)11.
Del otro lado de la polémica, la posición paradigmática es la de Carlos Pellicer, quien hace una defensa y una clara apropiación de Darío, primero con expresiones de enojo en el recinto ─según relato de Eliseo Diego─12 y luego en su conferencia. Lihn en su poema se refiere a esa circunstancia:
Vamos a desmitificarte, chico, trataremos de desmitificarnos todos, aunque sea necesario incurrir, vaya, en una falta de respeto y en lo que
un amigo mexicano calificó a gritos de terrorismo todos
gritábamos
fue divertido, un verdadero encuentro (27).
En el marco de ese alboroto, Carlos Pellicer lee su conferencia el 18 de enero de 1967. La idea que inaugura su exposición se ubica en la línea planteada por Ángel Rama, es decir, según Pellicer, Darío inaugura una expresión literaria común en el continente, que fue el modernismo. Tal propuesta estética generó, según el poeta mexicano, “un nacionalismo superior en toda América y también un continentalismo que antes no había tenido” (15). En relación con el aporte al nacionalismo, ejemplifica con Leopoldo Lugones. Respecto del continentalismo señala que aparecen en su poesía tópicos de la cultura mexicana precolombina. En particular, dice: “probablemente si en la ‘Oda a Roosevelt’ no se hablara de Netzahualcoyotl o de Cuauhtemoc, los iberoamericanos – me refiero a la mayoría – no sabrían nada de estos tipos geniales del mundo prehispánico de México” (15). Más adelante, con clara actitud beligerante en contra de quienes no acordaban con la reivindicación de la poesía dariana, asumían la vieja acusación de afrancesamiento o ponían el acento en su “debilidad política”, hace hincapié en determinados textos de la producción poética del nicaragüense:
Los malhablantes de Rubén Darío olvidan o desconocen, no solo al poeta, sino al hombre de América. Poemas importantísimos y casi olvidados como el dedicado a Colón, en el que retrata de forma tan terrible la situación casi permanente de los gobiernos criminales en nuestra pobre América […] “La Oda a Roosevelt”, otro testimonio de su conciencia continental y de su protesta contra el ahora decadente imperialismo norteamericano (creo que Viet Nam está diciendo las últimas palabras) (15-16).
En una línea compatible con la de Pellicer, Jaime Torres Bodet le otorga a Darío una dimensión latinoamericana: “Hacía falta un Bolívar de las letras de Hispanoamérica” (19). Alude a la acusación de Rodó y dice: “continúa siendo una voz de América: una voz esencial de América” (19)13. Otros aportes en esa misma línea: Manuel Pedro González14 desarrolla la “continuidad” de Martí en Darío, Ernesto Mejía Sánchez no se encuentra presente, sino que envía su contribución dedicada a las relaciones literarias entre Martí, Walt Whitman y Darío. También José Antonio Portuondo se dedica a analizar la obra de Martí y la de Darío, en el marco del modernismo y señala que “la preocupación política y social constituye el primero de los subtemas ─el principal es el erotismo─, conoció y denunció el imperialismo” (69). El autor ejemplifica esa aserción con la “Oda a Roosevelt” y habla de claudicación en “Salutación al águila”. Otro aporte en esta línea heroica es el de René Depestre, su artículo se titula, “Rubén Darío con el cisne y el fusil”.
En el conjunto de intelectuales que participaron y cuyos textos se publicaron en el número 42 de Casa…, no solo aparecían figuras latinoamericanas, sino que se dieron cita algunos críticos literarios de otros lugares, sobre todo, de Europa, como Jean Cassou, hispanista francés, de origen vasco, militante antifascista durante la ocupación nazi, quien expresa: “Toda una naturaleza tropical y todo un pasado indio se despertaron en la lengua de Cervantes y de Góngora cuando la voz del nicaragüense Rubén Darío, en esta lengua soberbia, se puso a cantar” (5); o bien, el crítico checo Lumir Cvirny, quien discute el carácter decadente atribuido por cierta crítica a la obra de Darío y señala: “En esa apasionada afirmación a la vida no hay para mí la más mínima huella de la debilidad de las épocas decadentes”. […] “me conmueve inconmensurablemente la tristeza de Darío […] desde el fondo de su tristeza sabía extraer una radiante belleza” (14).
Así el número de Casa… dedicado completamente al homenaje por el centenario de Darío ofrece una amplia gama de posiciones críticas e incluso deja traslucir la polémica al publicar el texto de Carlos Pellicer y el poema ensayo de Enrique Lihn. Esa tensión puesta de manifiesto, como se dijo, legitima el saldo político del encuentro. Sin embargo, probablemente no fuera menester mostrar en su profundidad el propósito político cultural que significaba la recuperación de Darío y ello se evidencia en un texto no publicado en el número homenaje. En ese volumen de la revista, en una primera parte, se recogen los textos críticos del Encuentro y en una segunda parte, aparece una sesión titulada, “Para Rubén Darío”, en la que se incluyen textos poéticos. Aparecen poesías en homenaje a Darío de poetas pertenecientes a distintas estéticas y geografías. Algunos poemas lo nombran o asumen cierta intertextualidad; en cambio, otros no. Entre estos últimos se encuentra “Transparencias de los enigmas” (Casa de las Américas 42) de José Emilio Pacheco que no tiene ninguna vinculación temática y queda incluido en el conjunto de los poemas, que no incorporan como tópico el homenaje al nicaragüense.
Sin embargo Pacheco escribió otro poema que expone la controversia respecto de la figura de Darío expresada en 1967, en Cuba: “Declaración de Varadero (En el centenario de Rubén Darío)”. Dado que se trata de un poema que, en el título mismo se expresa el motivo y el lugar del homenaje, puede colegirse que fue escrito para la ocasión, leído o no, en el Encuentro; aunque, no se consideró oportuno publicarlo en la revista.
Ese poema de José Emilio Pacheco comienza con tono elegíaco: “En su principio está su fin. Y vuelve a Nicaragua / para encontrar la fuerza de la muerte”; luego toma distancia de su estética:
Cierra los ojos para verse muerto.
Comienza entonces la otra muerte el agrio
batir las selvas de papel, torcerle el cuello
al cisne viejo como la elocuencia:
incendiar los castillos de hojarasca,
la tramoya retórica, el vestuario:
aquel desván llamado “modernismo”.
Fue la hora
de escupir en las tumbas (32).
Sin embargo, reconoce la permanencia de obra (“el poder del fuego”, la “energía):
Los hombres somos los efímeros,
lo que se unió se unió para escindirse
─sólo el árbol tocado por el rayo
guarda el poder del fuego en su madera,
y la fricción libera esa energía.Pasaron, pues, cien años:
Ya podemos
perdonar a Darío (33)15.
José Emilio Pacheco, en su poema, desnuda el conflicto, expone la contradicción. Reconoce, sin duda, el valor literario de Darío, como de hecho ha demostrado ampliamente en los textos críticos, pero señala con cierta ironía el acto performativo realizado en ese encuentro en Cuba, al jugar con el motivo de la celebración y la idea del perdón.
Más allá de los argumentos vertidos por muchos de los participantes en el Encuentro, centrados en la lectura de los textos de Darío, sobre todo, en los producidos durante el período denominado, “la España del desastre”, el acto performativo, que como se sabe, solo puede realizarse desde un locus potestatis ha declarado al poeta nicaragüense merecedor de un lugar en el panteón revolucionario de América Latina16. Ese acto fue develado por José Emilio Pacheco, en el mismo momento en que se produjo. Luego, en la década de 1980, el poeta mexicano percibía y reconocía que la “Revolución sandinista ha reivindicado a Darío como poeta de una lucha que se ganó también con la poesía” (Poesía modernista 32). Esta aseveración permite comprender el valor enorme de la literatura en la configuración simbólica de determinados procesos políticos y su incidencia respecto de la valoración social que conlleva.
Esa construcción político cultural que, como se puede percibir en este análisis, tuvo un respaldo de los intelectuales de la literatura de la talla de Ángel Rama y de otros, tanto latinoamericanos como europeos, de poetas y de críticos literarios, se proyectaba desde una institución cultural de prestigio que empezaba a construir un canon para América Latina en distintos géneros (relato, novela, poesía, ensayo, testimonio). Al constituirse la institucionalidad revolucionaria cubana, desde la década de 1960, como un espacio de poder y de entusiasmo por el cambio social y político en Centroamérica, el Caribe y el continente Sur, esa operación literario-cultural tendrá posteriormente una fuerza notable, que persiste aún hoy.
Así como Casa de las Américas se constituye en el espacio propicio para la ubicación de Darío en el canon latinoamericano antiimperialista, el Estado cubano, durante la década siguiente, través de la revista, colaboraba y consolidaba la construcción de una raigambre que sustentara una idea de nación nicaragüense, lo cual permitía fundamentar la actividad político-cultural del Frente Sandinista en el poder y articular ese relato al gran relato latinoamericano. Por ejemplo, el número de Casa de las Américas nº 157 (julio-agosto de 1986) es dedicado completamente a Nicaragua. La organización misma del índice explicita ese edificio en cuya cúspide aparece “A Roosevelt” de Rubén Darío, siguen en el orden de aparición varios textos de Sandino, luego una proclama de Carlos Fonseca, el proyecto de Constitución Nacional de Daniel Ortega, un texto de Tomás Borge, luego Sergio Ramírez disputa la “verdad” de la revolución frente a los decires de quienes se oponen a la revolución dentro de Nicaragua y finalmente un largo dossier de textos literarios de autores nicaragüenses.
Esa operación ideológica hacia adentro de Nicaragua, pero mostrada al resto de América Latina a través de Casa, incluye al país centroamericano y a su lucha por la liberación en un concierto de voces latinoamericanistas: a través de Rubén Darío se llega a Martí y a través de Sandino, a Bolívar. Se podrían mencionar diversos ejemplos que mantienen este núcleo de sentido como sustento del discurso nacional nicaragüense. Aquí conviene mantener el corpus de textos publicados en Casa de las Américas, en diversos volúmenes, durante el decenio 1979-1990, período de vigencia del gobierno sandinista en Nicaragua. Así entre los múltiples artículos, proclamas, poemas referidos a Nicaragua, en la revista, un ejemplo bastará para mostrar cómo veinte años después de ese acto performativo. La figura de Darío constituye un tópico aglutinador en el discurso revolucionario sandinista: el discurso del comandante Humberto Ortega, en el segundo congreso del Partido Comunista de Cuba, comienza de la siguiente manera:
el Frente Sandinista de Liberación Nacional construye el porvenir […], que hace poco más de cincuenta años inició el indoamericano ─obrero y campesino─ Augusto César Sandino […] “El siglo que viene verá la mayor de las revoluciones que han ensangrentado la Tierra”, sentenció en 1892 nuestro Poeta Nacional Rubén Darío (31).
Este texto aparece enla edición de Casa de las Américas correspondiente a marzo-abril de 1981 y es notoria la construcción como íconos de Sandino, iniciador de la lucha revolucionaria y de Darío, poeta nacional, de cuya obra se recorta una frase de un cuento, titulado “¿Por qué?, que construido a modo de monólogo, expone las miserias del mundo17. Ese cuento es uno de los escasos textos darianos en los que explícitamente se expone la cuestión social. Un mendigo es quien enuncia, un marginal que será reivindicado como sujeto de la revolución, como así también lo son los poetas. Humberto Ortega, que es un cuadro político y no un intelectual de la literatura en el sentido definido arriba, incluye como recurso retórico una frase de Darío tomada de un cuento. Ese texto es un verdadero hallazgo, no es de los más conocidos, como sí lo era “La canción del oro” por ejemplo o “El rey burgués” que, como se sabe, corresponden al período chileno y también aluden a una cuestión político social.
Es cierto que la apropiación de la figura y de la obra de Darío constituye un propósito explícito por parte de los intelectuales sandinistas y muchos de ellos le atribuyen la capacidad de recuperación de los textos darianos, silenciados por el somocismo, a Carlos Fonseca Amador, fundador del FSLN y muerto en combate en 197618. Sin embargo, no es menos cierto que Casa de las Américas, como institución cultural y a través de la revista, allanó el camino para esa construcción discursiva y el gran homenaje a Darío en el centenario de su nacimiento permitió confrontar con fuerza el carácter conservador de las prácticas conmemorativas vernáculas.
Notas
1 Una versión de este trabajo fue leída en el Congreso internacional de estudios culturales, interdisciplinarios y transatlánticos. Cuba Trasatlántica, 10 al 12 de junio de 2013, en La Habana, Cuba. A su vez, los argumentos desarrollados aquí integran la tesis doctoral “La narrativa de Sergio Ramírez y las significaciones de la figura de Rubén Darío en la constitución de la literatura nicaragüense”, defendida en la Facultad de Humanidades y Artes, UNLP. Con variaciones, ha sido aceptada para su publicación en formato de libro por la editorial A Contracorriente (North Carolina State University).
2 Gonzalo Aguilar señala que “los intelectuales de la literatura” surgen en América Latina producto de “una confluencia de factores […] hacia mediados del siglo XX: consolidación y modernización de las universidades […], acceso a la lectura de nuevos grupos sociales; radicalización política […] surgimiento de […] la crítica literaria con pretensiones de cientificidad y el protagonismo […] que desempeñaron las ficciones narrativas en la definición de una identidad latinoamericana” (685).
3 Pablo Rocca. “Prólogo” Literatura, cultura, sociedad en América Latina. Se trata de una antología de textos de Ángel Rama, publicada en 2006.
4 “La unidad de América Latina ha sido y sigue siendo un proyecto del equipo intelectual propio, reconocida por un consenso internacional”, dice Rama en Transculturación narrativa en América Latina (57). En otro texto anterior, se plantea: “La primera tarea crítica de esta revisión generalizada, consistiría en recuperar (en sumergirnos en) la totalidad creadora de la cultura literaria hispanoamericana […] (Literatura, cultura, sociedad 96). Indicar si las itálicas son propias o del original.5 Como se sabe, la performatividad, categoría elaborada por John Austin, constituye un carácter discursivo que se encuentra respaldado por instituciones o sistemas de reglas o convenciones no lingüísticas comúnmente aceptadas. A efectos del uso que se realiza aquí del término, es necesario, señalar que el cumplimiento de actos performativos implica cierta posición de legitimidad de los agentes respecto de sus interlocutores efectivos o virtuales.
6 En Argentina, por lo menos, El mundo de los sueños tiene escasísima circulación.
7 René Schick fue presidente del país entre 1963 y 1966, año en que muere. Se considera una presidencia títere de Luis y Anastasio Somoza Debayle. Lo sucede en el cargo Lorenzo Guerrero Gutiérrez y en 1967 asume la presidencia Anastasio Somoza Debayle, quien será derrocado por la insurrección en 1979.
8 Por decreto del gobierno de René Schick, se formó una Comisión Nacional en 1964, que se dedicó a la preparación de los festejos y a la que se le adjudicó una partida presupuestaria por año. “La Comisión Nacional publicó, en diciembre de 1967, el ‘Libro de Oro de la Semana del Centenario de Rubén Darío’, que contiene no solo la crónica de los diversos actos conmemorativos sino también las conferencias dictadas por los ilustres visitantes”, según nota de opinión aparecida en El Nuevo Diario.com.ni el 1º de febrero de 2012, “Nicaragua debe prepararse para conmemorar centenario de la muerte de Darío”.
9 Por ejemplo, Juan Marinello, después de haber considerado al modernismo vehículo del individualismo y a Darío representante de un “débil americanismo” participa homenajes por el centenario del natalicio del nicaragüense en París y se desdice de algunas de sus posiciones anteriores. Al respecto cfr. “Juan Marinello y Nuestra América”, Ramón Losada Aldana. Marinello, Juan. Obras martianas. Caracas: Ayacucho, 1987: IX-LXXXV.
10 “Varadero de Rubén Darío” está incluido en Escrito en Cuba de 1969. Enrique Lihn permaneció en la isla entre 1967 y 1969. Aquí se cita la versión publicada en Casa de las Américas 42.
11 No puede dejar de decirse que Enrique Lihn reflexiona en este texto sobre el lugar del intelectual /escritor /poeta y de la creación poética en el marco del debate que se sostenía por esos años en Cuba, respecto de si la literatura seguiría caminos individuales o si le correspondía acometer una labor didáctica. Este asunto, aunque muy importante, excede el cometido de estas páginas.
12 Eliseo Diego, en un texto más reciente, cuenta con cierta jocosidad lo ocurrido en Varadero: “La balacera contra Rubén Darío había comenzado en la logia, pero ya alcanzaba a la mismísima biblioteca. Estupefacto, me enteré de que don Rubén se había vendido en cuerpo y alma a la oligarquía de su país a fin de comer más o menos como Dios y el hambre mandan, y escribir lo mejor que pudiera; que su foto con el espléndido uniforme de embajador no era un anticipo de las galas que le correspondían por su genio, como había yo imaginado, sino librea de sirviente; que de un esperpento como aquel, en lógica consecuencia, sólo cabía esperar gorgoritos retóricos o relamidas litografías. Así tronaban los jóvenes poetas latinoamericanos, abroquelados en su heroísmo verbal y su salvaje libertad retórica.
¿Qué hacer? De pronto sentí a mi espalda un estruendo de sillas apartadas con violencia y me volví para ver la alta figura de don Carlos abriéndose paso iracundo hacia la salida”.
El texto completo de Eliseo Diego puede consultarse en la edición en línea de Letras libres 103 (julio 2007). http://www.letraslibres.com/index.php?art=12204 entiendo que no corresponde poner esto aquí.
13 En su artículo crítico sobre Prosas profanas, titulado: “Rubén Darío. Su personalidad literaria, su última obra” (1899), José Enrique Rodó dice: “Indudablemente, Rubén Darío no es el poeta de América” (165).
14 Manuel Pedro González (1893-1974) fue uno de los fundadores del Instituto de Literatura Iberoamericana y su primer presidente. También fue uno de los co-directores de la Revista Iberoamericana desde 1949 a 1953. Vivió en Cuba desde 1910 y enseñó en varias universidades de Estados Unidos.
15 Este poema aparece en Tarde o temprano, enla edición de Fondo de Cultura Económica de1986, que incluye el poemario No me preguntes cómo pasa el tiempo 74-75. En la edición del año 2000, el poema no aparece. De aquel poema sólo permanecen dos versos, que titula “El centenario de Rubén Darío (1967-1916)”: “Sólo el árbol tocado por el rayo/ guarda el poder del fuego en su madera” (74). Respecto del modo en que opera Pacheco con la tradición poética y respecto de la reescritura de sus textos en las sucesivas ediciones, véase: Cfr. Susana Zanetti. “Traducciones, versiones y homenajes en la poesía de José Emilio Pacheco”. Orbis Tertius. XV. 16 (2010). Los numeros de páginas corresponden a la primera edición de 1969.
16 La España del desastre se titula un libro de carácter histórico, escrito por Javier Figuero y Carlos Santa Cecilia y publicado en 1997. También resulta muy interesante a efectos de cómo esa situación estuvo presente en los textos de Darío, el artículo de Günther Schmigalle, “Más apreciaciones sobre la imagen de España en Rubén Darío”. El autor señala: “La Nación de Buenos Aires lo mandó a España como corresponsal para que informara a los lectores sobre la situación en España después del «desastre del 98»”.
17 El cuento “¿Por qué?, según consigna Ernesto Mejía Sánchez, se publicó en El Heraldo de Costa Rica, en 1892. Está construido a modo de monólogo: Alguien que escucha pregunta: “─ ¿Pero quién eres tú? ¿Por qué gritas así?─ y el protagonista de la palabra responde: “─ Yo me llamo Juan Lanas y no tengo un centavo”. En su exposición me parece necesario reponer el sujeto dice, por ejemplo: “La Commune, la Internacional, el nihilismo, eso es poco; ¡falta la enorme y vencedora coalición! Todas las tiranías se vendrán al suelo: la tiranía política, la tiranía económica, la tiranía religiosa” (Darío Cuentos completos 246-247).
18 Por ejemplo, Omar Cabezas en otra publicación de Casa… dice: Carlos Fonseca era un gran admirador de Darío. En sus tiempos libres en el clandestinaje, o cuando estaba aquí en Cuba, se dedicó a investigar dos personalidades: la de Sandino y la de Darío porque él decía […] que Darío era a lo cultural lo que Sandino era a lo político, que en Darío estaba nuestra identidad nacional. A Rubén Darío la burguesía lo mutiló, nos lo presentaron como un poeta que solo le cantaba a los cisnes, a las doncellas, y Carlos Fonseca decía que esa imagen no era la de Darío, que era esa y era otra” (Casa de las Américas 122).
Referencias bibliográficas
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Fecha de recepción: 09/10/2014
Fecha de aceptación: 10/02/2015