https://doi.org/10.19137/anclajes-2024-28115


Licencia Creative Commons
Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional

RESEÑAS

Editar y traducir. La movilidad y la materialidad de los textos


Chartier, Roger

Traducción de Georgina Fraser

España, Editorial Gedisa, 2022, 358 páginas.

ISBN: 978-84-18914-27-0

Aída Arias

Universidad Nacional de La Pampa

Facultad de Ciencias Humanas

Argentina

ORCID: 0009-0008-6040-4329


Tal como Roger Chartier manifiesta en los “Agradecimientos”, la publicación de Editar y traducir constituye un ejemplo concreto de una de las aristas temáticas que estructuran la totalidad del libro: la movilidad y la materialidad de los textos en la cultura moderna. Ello se explica porque cada uno de los ocho capítulos fueron, en su origen, exposiciones o conferencias dictadas en universidades de Europa y América. Asimismo, al paso de la oralidad a la letra impresa se suman –al menos para el público lector hispanohablante– la traducción al español y la incorporación de notas, ambas a cargo de Georgina Fraser, en cuanto nuevas migraciones entre lenguas y textualidades.

En este sentido, la “Introducción” se propone como una aproximación conceptual a los capítulos sucesivos. Por una parte, Chartier pone en relación la movilidad de las obras con la materialidad de los textos a partir de distintas razones o modalidades propias del universo cultural de la Europa Moderna: el régimen de reconocimiento u anonimato autoral; las variantes de un mismo texto producto de su revisión, corrección u origen; los cambios en los procesos de escritura y en los momentos y agentes que participan de una publicación; la inscripción de los formatos y las grafías en los textos; las relaciones entre géneros textuales y las prácticas traslativas entre lenguas. Por otra parte, se torna pertinente especificar que la noción de traducción expuesta por Chartier también supone las ediciones en una misma lengua. Esto se debe a su capacidad de producir nuevos usos y significados al modificar el destino de una obra con la publicación de sucesivos textos que difieren en su aspecto literal y material, pero no necesariamente lingüístico. En síntesis, cada una de estas razones conformará las matrices de lectura a desarrollar desde el segundo capítulo hasta el octavo.

Por lo tanto, a partir de la estructura antes delineada, cabe precisar que “I. Decir verdad: retórica, ficción, historia”, por su condición de ensayo preliminar, establece un marco epistemológico general para historizar los procesos de edición y traducción. De tal modo, Chartier acentúa las operaciones de conocimiento diacrónico que exigen diferenciarse de los pseudoabordajes que falsean la exigencia de la verdad como conocimiento. Esta voluntad foucaultiana, en consonancia con los aportes de Michel de Certeau y Carlo Ginzburg, le permite revisitar las consideraciones teórico-filosóficas acerca de los procedimientos autónomos de la escritura histórica. Por ello, aunque dicho orden discursivo incorpore tropos de la retórica y comparta fórmulas narrativas con distintos géneros ficcionales, la representación que propone constituye un conocimiento situado en un entramado de verdad y posibilidad.

En “II. Escribir al otro: traducción e intraducible”, Chartier expone cuatro de las razones por las que tal práctica se convirtió en un eje de reflexión ineludible. La primera, de tipo interpretativo, se vincula con las múltiples significaciones de una obra como resultado de las diversas decisiones para traducir una misma y única palabra. La segunda, de orden histórico, refiere al modo en que las novelas de caballería españolas transformaron el mercado del libro parisino, ya que desde mediados del siglo XVI los editores comenzaron a pagar con dinero y hasta por pliego a sus traductores. En consecuencia, la movilidad entre ‘lenguas vulgares’ dejó de entenderse en términos de ejercicio sin ingenio; expresión que utiliza Don Quijote en el episodio de la imprenta que ilustra la tapa de Editar y traducir. La tercera, de corte metodológico, se basa en un abordaje del ejercicio traductor desde una perspectiva cronológica, geográfica y, ante todo, dinámica porque exige focalizar en las modificaciones de las obras que generan nuevos textos. Entre las modalidades que se destacan cuentan la retraducción y la adaptación en lengua y género a la vez. La cuarta razón radica en el reverso de la modalidad que ocupa el centro del capítulo, es decir, en lo intraducible. Este interés radica en la dificultad de nombrar para, al menos de manera ilusoria, establecer equivalencias entre distintas lenguas.

En “III. Sprezzatura: traducir a Castiglione”, Chartier desarrolla in extenso los cambios en el estatuto, los formatos y los usos del texto que convirtieron los diálogos de los miembros del palacio de Urbino en el Libro del Cortegiano (1527), primero, y en un ejemplar de gran circulación entre el público español, francés, inglés y académico alemán, después. Por lo tanto, se tornan significativas las opciones de, según la lengua, traducir las expresiones italianas sprezzatura y affettazione en un sentido positivo o en uno opuesto al de uso corriente. Todo ello, con la salvedad de volver comprensible el desafío esencial de la paradoja léxica que singulariza al arte cortesano: frente a la exhibición y la ostentación, la verdadera gracia se da en las apariencias.

En “IV. El salario de Sganarelle”, Chartier opera una suerte de compendio de las cinco modalidades ya expuestas que dan a las obras literarias su movilidad. Para ello, se centra en la historia textual de Le Festin de Pierre de Molière. Esos dos aspectos básicos, autoría y título, representan las primeras inestabilidades, ya que no solo fue atribuido a otro dramaturgo, sino que su denominación también contó con cambios (Dom Juan) aún perdurables. Las tres movilidades restantes abarcan la reescritura del drama en prosa, en verso y en esquemas teatrales de improvisación; la migración de una lengua a otra por las traducciones o por las adaptaciones libres; y la pluralidad en las formas de publicación resultado de, entre otras, la censura, los recortes o los múltiples tipos de edición. Un ejemplo profuso es la última palabra que repite Sganarelle quien, dependiendo del texto, pasa de reclamar su gages (salario) al amo fulminado a interpretar dicho castigo en términos ejemplares.

En los tres capítulos siguientes, “V. Editar a Shakespeare: la edición como traslación”, “VI. Encuentro: Shakespeare y Cervantes” y “VII. To be, or not to be: traducir a Hamlet”, Chartier vuelve a abordar en forma crítica algunas de las modalidades para explicar la movilidad en las formas de publicación, circulación y consagración de la obra shakesperiana, ya sea en su propia lengua o en otras. Así, leídos en su conjunto, permiten reconstruir en forma progresiva los hilos textuales de una trama que abarca desde las publicaciones fragmentarias iniciales (pamphlets, encuadernaciones colectivas o antologías de lugares comunes) y los proyectos editoriales tendientes a fijar, corregir y comentar la obra completa de Shakespeare hasta su recepción fuera de Inglaterra. Esto supone dos escenarios geográficos: uno, el ingreso tardío de Shakespeare en España hacia fines del siglo XVIII frente a la inmediata adquisición (1605), traducción (1612) y representación (1613) de Don Quijote para el público londinense, además de su lectura por parte de Shakespeare; y, otro, las variantes entre las traducciones literales o libres de los primeros versos del soliloquio pronunciado por Hamlet que circularon en Francia tras 1733.

En “VIII. Dios traductor”, Chartier se ocupa de recuperar las metáforas de la vida después de la muerte como una edición definitiva y sin erratas, a veces publicada por Dios, presentes en la narrativa, la elegía y los epitafios de escritores protestantes de Inglaterra o de Estados Unidos. Asimismo, la utilización de metáforas familiarizadas con la materialidad de los escritos y la imprenta no es privativa del puritanismo. También tuvo lugar el tópico del Dios impresor de la edición príncipe en el Siglo de Oro de la Contrarreforma española y la secular teoría de las ediciones humanas, cuya publicación definitiva se consagra a los gusanos, en la narrativa brasileña de fines del siglo XIX.

En resumidas cuentas, los ocho capítulos de Editar y traducir constituyen un aporte a las investigaciones diacrónicas del libro y de la lectura con la traducción, en su sentido ampliado, como eje definitivamente ineludible. Así, la revisión crítica y el desarrollo conceptual propuesto por Chartier acerca de la movilidad del sentido de las obras, en relación con la materialidad de las historias textuales, conforma una perspectiva teórica imprescindible que, una vez más, avanza de manera renovada sobre el estudio crítico de la cultura escrita e impresa.