https://doi.org/10.19137/anclajes-2022-26311

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RESEÑAS CRÍTICAS


La invención de Nuestra América. Obsesiones, narrativas y debates sobre la identidad de América Latina

Altamirano, Carlos

Buenos Aires, Siglo XXI, 2021, 224 páginas.
ISBN:
 978-987-801-094-6

Si hay un tema recurrente en las letras y el pensamiento latinoamericanos, es el de la definición de la entidad fluctuante que se procura contener en conceptos como Nuestra América o América Latina. El libro de Carlos Altamirano es una travesía por esas “obsesiones, narrativas y debates”, pautada por siete secciones a las que preceden unas palabras de presentación. Se trata de una serie de ensayos que el autor encuadra en la historia intelectual y que se concentran en “la preocupación por los significados producidos y transmitidos por representantes de la inteligencia latinoamericana” (12) en torno a la identidad de América Latina en distintos momentos históricos, una inquietud nacida “en las filas de las élites culturales” (11): letrados, escritores, periodistas e intelectuales.  

El primer capítulo, “Un largo desvelo”, ofrece un itinerario de lecturas que incluye, entre otros, a Simón Bolívar, Francisco Bulnes, José Enrique Rodó, Ernesto Quesada, Alfonso Reyes y Arturo Uslar Pietri, para rastrear una preocupación cuyos orígenes se remontan a la acuñación de la expresión “nuestra América”, en el siglo XVIII y en el lenguaje de los criollos. Altamirano pone en paralelo estas búsquedas con las de España, donde también hay una tradición, desde el siglo XIX al menos, por interpretar y definir el verdadero ser o problema de lo español. Tampoco deja de lado la reflexión sobre el Brasil, en torno a su identidad nacional y latinoamericana. Su conclusión es que la cuestión de la identidad colectiva de nuestra América fue “la tarea por excelencia” de lo que Alfonso Reyes llamó la inteligencia americana (23).

Es medular en este libro la sección segunda, “¿Qué América somos? Debates y peripecias de una denominación”. Lógicamente, el autor parte de libros y artículos precursores en esta indagación, como los de Luis E. Valcárcel, Edmundo O’Gorman, Arturo Ardao, Leopoldo Zea, Miguel Rojas Mix, Walter Mignolo, Paul Verdevoye, Vicente Romero, Mauricio Tenorio Trillo o José Luis Abellán. Por empezar, Altamirano advierte cómo la gestación de un espacio americano conceptualmente unificado fue resultante de la conquista europea, dada la limitada intercomunicación previa de las diversas áreas de habitantes autóctonos.  En cuanto a la idea de América Latina, señala la importancia de la investigación de Arturo Ardao, quien ubicó su génesis en la Europa de mediados del siglo XIX y en la pluma del colombiano José María Torres Caicedo, cuando ya se avizoraba la amenaza del imperialismo norteamericano en América Central y con relativa independencia del panlatinismo francés del siglo XIX. Altamirano recupera, junto con Rojas Mix, la figura de Francisco Bilbao, latinoamericanista crítico del colonialismo, aunque se esfuerza en no desenraizarlo del contexto de ese “tiempo de los profetas” (Bénichou) que fue el romanticismo francés, unos de los afluentes del panlatinismo.

La guerra de España con los Estados Unidos en 1898 es otro momento ineludible, cuando cobra peso la noción de Hispanoamérica, producto de un acercamiento de las excolonias con la península que se venía gestando desde 1892, año del IV Centenario del Descubrimiento. Entran en juego ahora nombres como los de Ramón Menéndez Pidal, José Carlos Mariátegui o Víctor Raúl Haya de la Torre con su Indoamérica. Si a fines del siglo XIX no había, entre las minorías cultivadas, un nombre único para nuestra América y el rechazo del imperialismo norteamericano se había diversificado en dos columnas: la del hispanismo y la del latinismo, el autor nos recuerda que el nombre de América Latina se popularizaría luego, gracias a los historiadores y economistas norteamericanos. En 1948 se fundó la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) y las cuestiones raciales e identitarias que habían nutrido el concepto se cruzaron con otra que las fagocitó: la del subdesarrollo. Como bien señala Altamirano, entre esa América Latina y la de Torres Caicedo había un abismo, aunque la denominación fuese la misma.  

“Condición criolla, identidad americana” es el título del tercer capítulo, en el cual se revisa la tesis de las revoluciones de independencia como revoluciones criollas. Esta sección incluye, como las anteriores, una labor de revisión conceptual de los usos y significados de la palabra criollo, así como del rol de la historiografía nacionalista en la identificación entre los términos patriota y criollo. Figuras como Eugenio de Santa Cruz y Espejo, Juan Pablo Viscardo y Guzmán y Camilo Torres son convocadas ahora, y la conclusión es que, si se pudiera determinar un nosotros en el lenguaje de la insurgencia que fuese válido desde el Río de la Plata hasta México, ese nosotros no sería criollos sino americanos. El tema se continúa en el cuarto capítulo: “Representaciones de la conciencia criolla”, donde Altamirano persigue otro filón del asunto: la existencia de una “conciencia criolla” que se habría ido configurando desde la Hispanoamérica colonial. Obviamente, entre los antecedentes para esta discusión se encuentran autores como Jacques Lafaye, Anthony Pagden, David Brading, Bernard Lavallé, Mabel Moraña o Germán Carrera Damas y la figura protagónica de fray Servando Teresa de Mier. Frente a la perspectiva teleológica que busca en la “conciencia criolla” colonial un germen de la conciencia nacional, Altamirano considera que se trataba, en todo caso, de “una mentalidad o un espíritu de grupo, propios de un sector social que integra, en posición políticamente subalterna, la minoría dominante, la de los españoles (o blancos)” (140) es decir que el denominado “patriotismo criollo” (Brading) remitía a un “proyecto estamental”, apreciación en la que secunda a Antonio Annino. Señala que el proceso fue inverso: en tiempos de consolidación de las naciones americanas, las élites culturales criollas buscaron legitimidad y profundidad histórica en el pasado colonial.  

La cuestión criolla se vincula con otro aspecto, el de la superioridad / inferioridad del hombre americano en comparación con el europeo, eje del capítulo cinco: “Universalidad europea y particularidad americana”. Con énfasis en la escritura de Alfonso Reyes, Pedro Henríquez Ureña y Francisco Romero, se reconstruye un mapa discursivo sobre el legado y las variaciones de la tradición occidental en América con el cual dialogaría, tiempo después, el célebre ensayo de Jorge Luis Borges sobre el escritor argentino y la tradición. Ese tema también llegó a las páginas de la revista Contorno, cuya orientación crítica, cada vez más acendradamente sociohistórica, polemizaría tanto con Borges como con el americanismo ontológico de Héctor A. Murena.

Son complementarias las dos últimas secciones: el capítulo 6, “La originalidad como tarea” y el 7, “Apéndice. Anotaciones sobre una literatura”. Las vertebra la reflexión sobre el origen, la originalidad y la identidad. Desde el siglo XIX, la demanda de originalidad en las literaturas nacionales se fue resolviendo de modos diversos. Uno de ellos fue el recurso a la naturaleza americana, un uso del paisaje que, si bien era una reapropiación y resignificación de tópicos que venían desde los escritos de Cristóbal Colón, se había fortalecido con Alexander von Humboldt y, en el caso argentino, nutrido con la prosa de los viajeros ingleses. Por último, Altamirano se ocupa del concepto de identidad, desde su irrupción en el pensamiento social y político norteamericano del siglo XX hasta su impacto, gracias a la etnometodología, el giro pragmático y el giro lingüístico, en la academia francesa. Siguiendo a Zygmunt Bauman, Altamirano acepta que la identidad es una preocupación propia de la modernidad y que no puede pensarse por fuera de su relación con la alteridad.  

En resumidas cuentas, este volumen es valioso por múltiples motivos: la puesta al día de una discusión siempre vigente, la revisión bibliográfica y la reflexión conceptual en torno de vocablos como América Latina / criollo / latinoamericanismo / identidad, siempre acuciantes para la labor intelectual en esta región del mundo.  

Cristina Beatriz Fernández

UNIVERSIDAD NACIONAL DE MAR DEL PLATA

CONSEJO NACIONAL DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS Y TÉCNICAS

(CONICET)

ARGENTINA

ORCID: 0000-0003-3540-434X