DOI: 10.19137/anclajes-2018-22312

RESEÑAS

José J. Maristany y Jorge L. Peralta (Compiladores). Cuerpos minados. Masculinidades en Argentina. La Plata: Editorial de la Universidad Nacional de La Plata, Edulp, 2017, 352 páginas.

Cuerpos minados. Masculinidades en Argentina compilado por José Maristany y Jorge Peralta se nos presenta como uno de los primeros acercamientos a una asignatura pendiente dentro de los estudios de género. Pero no se trata de abordar el otro polo del binario masculino/femenino, de restituirle su poder y recuperar para él un lugar dentro de los estudios de género supuestamente ocupados de la mujer. Sino, por el contrario, de dinamitar el binario y, con ello, la cisheteromasculinidad hegemónica, asediarla, hacerla estallar y que se diseminen una multiplicidad de identidades, cuerpos y subjetividades posibles. Con catorce capítulos ordenados en cinco secciones, Cuerpos minados constituye un trabajo claramente interdisciplinario que tiende a deconstruir la idea de unaúnica masculinidad posible. El libro se inicia con un prólogo de lxs compiladorxs y con el capítulo “¡Éramos tan diferentes y nos parecemos tanto! Cambios en las masculinidades hétero y homosexuales durante las últimas cuatro décadas en Argentina” de Santiago Insausti y Pablo Ben que compone la sección “Contextos” y en el que lxs autorxs consideran los años ochenta como la década clave en la que operan los mayores cambios y comienzan a asimilarse los modos de relacionamiento heterosexual y homosexual bajo la modalidad emergente de la monogamia serial. A la vez, la homosexualidad comienza a ser menos asociada con el afeminamiento y empieza a ganar terreno la idea de masculinidad gay.
Le sigue la sección “Activismos” que se ocupa de dos cuestiones fundamentales para pensar la masculinidad. Por un lado, valeria flores se ocupa de las “Masculinidades lésbicas, pedagogías de feminización y pánico sexual: apuntes de una maestra prófuga”. Desde una fuerte enunciación en primera persona, flores repasa las masculinidades lesbianas en el contexto de la enseñanza y la escuela así como la ruptura con el binarismo y su propia subjetividad que no se identifica ni como masculina ni como femenina. Por otro lado, Federico Abib y Emanuel Demagistris hacen un recorrido por la historia de –y sus experiencias en− el “Colectivo de varones antipatriarcales: una vivencia político-afectiva de las teorías feministas y los estudios de nuevas masculinidades”, en particular en Rosario desde 2013 a 2016 y sus intentos por desocultar los privilegios asociados con la naturalización de la masculinidad.
La sección “discursos” recorre el análisis de distintas representaciones de masculinidades, tanto hegemónicas como subversivas en textos literarios de Manuel Puig, David Viñas, Selva Almada y de Rafael Spregelburd. Para Alberto Mira en el capítulo “La venganza del niño marica. Cinefilia e inversión en La traición de Rita Hayworth”, el personaje de Toto en la novela de Puig realiza una reapropiación camp de las divas del cine clásico. Esa es la venganza del niño marica que también es la del propio Puig en relación al campo literario de su época. En “Escribir después del hombre. Masculinidades desarmadas y derrota política en David Viñas”, Marcos Zangrandi realiza un recorrido por la representación de las masculinidades hetero y homosexuales en la obra del escritor y crítico argentino −en la que se puede leer la crisis de la masculinidad hegemónica asociada al caudillo y a la militancia revolucionaria− y cómo la hombría de izquierda es recuperada y encarnada por una mujer en una de sus últimas novelas, enlazando a su vez en una genealogía que incluye a las anarquistas de principios de siglo XX, a Alfonsina Storni, Evita y las militantes de los setentas. Con el título “Despecho macho” el capítulo de José Amícola analiza la literatura de Selva Almada y en particular su novela Ladrilleros (2013) a partir de un recorrido que la aleja de la literatura homosocial y homofóbica de Borges y la acerca a la de Manuel Puig. Almada toma el motivo del duelo a cuchillo pero en su novela opera una torsión disidente que lo acerca más al cuestionamiento de las masculinidades de El beso de la mujer araña. En el capítulo “Rafael Spregelburd y la deconstrucción de las masculinidades”, que cierra esta sección, José Antonio Ramos Arteaga se encarga de la tetralogíaLos verbos irregulares (2008) del dramaturgo argentino, compuesta por cuatro obras surgidas de distintos procesos creativos y muy disímiles entre sí pero que tienen en común cierto cuestionamiento a las masculinidades hegemónicas.
La sección “Imágenes” aborda no sólo textos audiovisuales y cinematográficos sino también fotográficos y revistas. En “La singularidad de los rostros: interrogaciones sobre masculinidad y nación en un ensayo fotográfico de Juan Travnik”, Ariel Sánchez analiza el ensayo fotográfico “Malvinas. Retratos y paisajes de guerra” (2008) para indagar en la construcción de la memoria y de la heroicidad asociada a lo masculino y a la figura del héroe de guerra. En “La masculinidad en la punta de sus manos. Eroticón y la configuración de los imaginarios sexuales de la década de los ochenta”, Fermín Acosta y Lucas Morgan Disalvo analizan en esta revista la tensión entre la reproducción de las sexualidades hegemónicas, la crisis de ese modelo de masculinidad y la emergencia de una subjetividad gay. Carolina Rocha en “La masculinidad letrada en Un lugar en el mundo y Martín (Hache)” utiliza el concepto tomado de Ángel Rama para pensar su crisis en las dos películas de Adolfo Aristarain. Lucas Martinelli y Alfredo Martínez Espósito en sus respectivos capítulos se ocupan de dos películas recientes sobre disidencia sexual masculina, La león (Santiago Otheguy, 2007) y Solo (Marcelo Briem Stamm 2013). En “Paisajes del trabajo y fronteras de la masculinidad en La León”, Martinelli recupera las genealogías de las representaciones del delta de El Tigre y su relación con la violencia y la explotación. En este caso, se trata de narrar la homofobia, recuperando, a su vez, la genealogía del espacio del Delta como zona de yire y de fiestas durante la dictadura. Por otra parte, en el capítulo “Masculinidad, violencia y nuevas homofobias en el cine gay argenreseñas tino: el caso de Solo”, Martínez Expósito enmarca la película de Briem Stamm en el cine queer internacional para preguntarse si se convierte en homofóbica o si, por el contrario, implica una normalización de la narrativa homosexual y queer transnacional. Si en La León se rompe con el dualismo víctima/victimario ya que no es el personaje disidente el que muere sino el victimario, el violento, en Solo habría que pensar la emergencia de nuevas homofobias bajo la forma de la normalización gay. Así, homofobia y normalización son parte del mismo sistema de exclusión que produce lo humano construyendo subjetividades aceptables y delimitando los cuerpos abyectos.
El libro se cierra con la sección “Imaginarios” que reúne dos capítulos desde el punto de vista del psicoanálisis. En “Masculinidades hegemónicas corporativas. Actualidad de la dominación social masculina”, Irene Meler analiza este tipo de masculinidad y su relación con los matrimonios corporativos, la tendencia al exitismo, la reproducción de la clase social, la homosociabilidad y la división sexual del trabajo. Por su parte, Norberto Gómez en “Una masculinidad ‘no automorfa’” aborda el análisis de la masculinidad trans. Para Gómez, el nacimiento de la hija de una pareja de varón trans y mujer trans es vista así como una reapropiación de las leyes de la abyección cisexista. A su vez, cuestiona algunos aportes lacanianos considerándolo un cisanálisis que excluye las posibilidades de la diversidad y multiplicidad abyectas.
En su totalidad, Cuerpos minados resulta un aporte fundamental a la des-naturalización de la masculinidad. Las analizadas en este libro son masculinidades minadas no sólo porque se dinamita el modelo hegemónico de subjetividad sexual y de género sino, también, porque se trata de “cuerpos abiertos, fluidos, múltiples” (12). Y son –o están– minados, asimismo, porque se encuentran habitados también por biomujeres, porque también la masculinidad puede ser lésbica, chonga, o afeminada, si es que el cuerpo marica puede considerarse masculino.
Las masculinidades hegemónicas (Meler), pero también las crisis de los modelos dominantes (Insausti y Ben, Acosta y Di Salvo, Rocha), las masculinidades en cuestionamiento (Ramos Arteaga, Sánchez, Zangrandi), homosociales (Amícola), deconstruidas y feministas (Abib y Demagistris), gays y maricas (Mira), homofóbicas u homonormadas (Martinelli, Martínez Espósito), las masculinidades lésbicas (flores) y trans (Gómez) abren un abanico de posibilidades para desbaratar la perspectiva binaria y hegemónica que naturaliza las construcciones como si no existieran dispositivos de subjetivación por los que todxs estamos atravesadxs. Desde una matriz cisheterosexual la masculinidad constituye no sólo el polo no marcado sino, también, el lugar de la legitimidad y del poder desde el que se enuncia el conocimiento y la ciencia. Si las perspectivas feministas y luego las queer han propiciado la enunciación marcada, la construcción de conocimiento y reflexión situadas, en primera persona, evitando una supuesta neutralidad que encubre la perspectiva cisheteropatriarcal, es interesante quizás como punto de partida desnaturalizar las voces que dentro del sistema siguen estando legitimadas, en mayor o menor medida. Se trata quizá de cuestionar nuestras identidades y nuestras voces, de reconocernos sujetxs atravesadxs por dispositivos de poder que nos delimitan dentro de lo humano. Quienes fuimos asignadxs como varones podemos quizás renegar de nuestra masculinidad, devenir confusxs, difusxs. Cuestionar y también renegar de nuestra (supuesta) humanidad.

Atilio Raúl Rubino

Instituto de Investigaciones en
Humanidades y Ciencias Sociales , IdIHCS
Universidad Nacional de La Plata , UNLP