DOI: http://dx.doi.org/10.19137/anclajes-2016-2035

RESEÑAS

 

Mansilla de García, Eduarda. Cuentos (1880) Edición anotada a cargo de Hebe Molina. Buenos Aires: Corregidor, 2011, 206 páginas.

Mansilla de García, Eduarda. Creaciones (1883) Edición, introducción y notas a cargo de Jimena Néspolo. Buenos Aires: Corregidor, 2015, 263 páginas.

En Argentina, en los últimos diez o quince años, se han llevado a cabo diversos proyectos editoriales de rescate de autores y/o obras caídos en el olvido. Se trata de emprendimientos que no están motivados por meras razones de mercado sino que, por lo general, tienen su origen en el trabajo de investigadores y académicos. Estas reediciones “científicas” suelen estar andamiadas por estudios críticos sólidos, notas y a veces también incluyen trabajos filológicos y genéticos que establecen y fijan las versiones de los textos. A modo de ejemplo podemos mencionar la importante reposición de obras clave de la literatura argentina de la década de 1920, como las de Nicolás Olivari, Enrique González Tuñón, Roberto Mariani o Juan Cendoya que viene llevando adelante la editorial El 8vo Loco desde hace ya algunos años. También podríamos añadir las ediciones de la Biblioteca Nacional en la colección Los Raros, que desempolvaron obras de Eduardo Wilde, Eduardo Holmberg, Enrique Méndez Calzada, Last Reason y otros. El criterio de la selección del material que publica este tipo de emprendimientos editoriales se sustenta en que las obras literarias resulten de muy difícil acceso debido a que cuentan con muy pocas y antiguas ediciones. Además, estos textos no suelen formar parte del canon, de hecho la perspectiva crítica sobre la que se apoyan muchas de estas reediciones procura visibilizar un corpus que por diversas razones ha sido marginado.
Hasta hace muy pocos años atrás, Eduarda Mansilla de García, hermana del célebre Lucio V., era una escritora prácticamente ignota, una figura al margen de los intereses editoriales y de la crítica especializada. Su ausencia en el canon literario comienza muy tempranamente: apenas es mencionada en las historias de la literatura argentina de Ricardo Rojas y Rafael Alberto Arrieta.
Además de su condición de mujer que escribió en el siglo XIX, el peso de las figuras familiares que gravitaron a su alrededor –desde su padre y hermano hasta su tío, Juan Manuel de Rosas-, contribuyó a opacar su imagen. A su vez, como si se tratase de otro precursor de Kafka, antes de morir, Eduarda ordenó reunir sus textos para que sean quemados, lo que seguramente impidió o retrasó las posibles tentativas de reedición de su obra.
Eduarda fue una de las mujeres argentinas más destacadas del siglo XIX: no sólo se dedicó a la escritura de cuentos y novelas, también fue dramaturga, periodista, viajera, compositora y cantante, y una gran lectora dueña de un vasto conocimiento literario, filosófico y musical. Participó activamente de la vida cultural tanto de Argentina como de Francia, país en el que vivió durante varios años debido a la carrera diplomática de su marido, Manuel Rafael García Aguirre: asistió a conciertos y bailes y participó de tertulias literarias. Sin embargo, paralelamente a esta vida un tanto descentrada para una mujer del siglo XIX, no se apartó de los modelos tradicionales de hija, esposa y madre. En este sentido, apunta Hebe Molina en el amplio estudio que precede a Cuentos (1880), Eduarda autoconstruyó una imagen de mujer convencional cuando en realidad actuaba como fémina extraordinaria.
Al margen de algunas reediciones aisladas de su novela El médico de San Luis (1860) durante los años treinta y sesenta (Canillita, 1935 –Eudeba, 1962), es en la década del noventa cuando comienzan a reeditarse algunas de sus obras: Pablo o la vida en las pampas (Confluencia, 1999) y Recuerdos de viaje (El Viso, 1996). Sin embargo, el impulso revitalizador de su obra no llegará hasta el año 2007 cuando se publican varias de sus obras, sostenidas por un aparato crítico de suma relevancia: en la Colección Los Raros de la Biblioteca Nacional-Colihue, aparece Pablo o la vida en las pampas con un estudio crítico de María Gabriela Mizraje, novela escrita originalmente en francés, y publicada en Paris en 1869. Luego de esa primera edición francesa, la novela fue traducida al español por su hermano Lucio y publicada en 1870, bajo el por entonces usual formato de folletín, en el diario La Tribuna. También en 2007 aparece su novela de 1860, Lucía Miranda, en una edición a cargo de María Rosa Lojo y su equipo (Iberomaericana – Vervuert). Parte de ese grupo de investigación será el responsable de lanzar las Ediciones Académicas de Literatura Argentina (EALA), publicadas por Corregidor. En esta colección se editaron varias obras de Eduarda Mansilla acompañadas de estudios críticos de relevancia.
En 2011, EALA publica Cuentos (1880). La edición anotada está a cargo de Hebe Molina, quien escribe una sustanciosa introducción, en la que no sólo realiza una biografía de Eduarda Mansilla a partir del rescate de invalorables fuentes documentales, sino que además analiza con detenimiento los cuentos que integran el volumen. Las numerosas notas que acompañan la lectura de los relatos están pensadas para un público no especializado, tanto argentino como extranjero. De este modo, el sistema de anotaciones aclara referencias a autores u obras que Eduarda menciona o alude, también traduce e indica las fuentes de las citas que recurrentemente utiliza la autora, se reponen datos de personalidades y familiares que aparecen en las dedicatorias, se aclara el significado de palabras en desuso o de expresiones arcaicas como así también se brinda información acerca de calles o ciudades referidas en los cuentos.
En la literatura argentina, los niños empezaron a aparecer con la generación del ochenta, en las obras de escritores como Eduardo Wilde, Eugenio Cambaceres o Miguel Cané. Sin embargo, como apunta Molina, los textos de estos autores no han sido escritos para un público infantil. Eduarda Mansilla fue precisamente quien escribió los primeros cuentos infantiles de nuestras letras, cuando publica en 1880 sus Cuentos. El libro está integrado por diez relatos, entre los que podemos mencionar a “Chinbrú”, “La paloma blanca” y “Tío Antonio”. Las historias están protagonizadas por chicos y animales, y en su mayoría transcurren en Buenos Aires, lo que permite una valiosa reconstrucción de época.
En 2015, EALA publica Creaciones (1883), otro libro de cuentos de Eduarda Mansilla. La edición y notas esta vez se encuentran a cargo de Jimena Néspolo. Al igual que Cuentos, Creaciones no conoció reediciones hasta el momento. El libro se compone de seis cuentos –“El ramito de romero”, “Dos cuerpos para un alma”, “La loca”, “Kate”, “Sombras” y “Beppa” – y una obra teatral breve, con la que abre el volumen, titulada “Similia Similibus”.
En su mayoría, los relatos que componen este volumen corresponden a la literatura fantástica, vale decir entonces que Eduarda se sirvió de uno de los géneros que por entonces se estaba configurando en el Río de la Plata. Por ejemplo, “La loca” es un cuento que, como su nombre lo indica, pone en escena el tema de la locura, tópico que forma parte del repertorio de la estética naturalista, construido en base a la degeneración y el determinismo insuflados por la filosofía positivista en auge. En este sentido, Eduarda participó de la misma cuerda literaria que los escritores del ochenta y noventa: las ficciones principales de Eugenio Cambaceres, Julián Martel, Carlos María Ocantos, Segundo Villafañe, Lucio V. López o Antonio Argerich también culminan en algún tipo de degeneración mental o moral de sus personajes. Lejos de cualquier tipo de domesticidad, las ficciones de Eduarda están escritas de frente a la cultura moderna de su tiempo. Otro cuento que podemos situarlo en la línea de las “ficciones somáticas” del ochenta es “El ramito de romero”. Como sucederá algunos años después en la novela de Manuel Podestá, Irresponsable (1889), en este cuento de Eduarda aparece un escenario positivista clásico: el anfiteatro de la escuela de medicina, y un cadáver que será el fetiche de la epifanía del protagonista.
Las Ediciones Académicas de Literatura Argentina han realizado el magnífico aporte de poner al alcance de los lectores a una escritora que ha permanecido prácticamente inédita durante los siglos XX y XXI. Los investigadores que llevaron a cabo este proyecto editorial contravinieron, felizmente, la última voluntad de la escritora, y así lo destaca Hebe Molina en el final de su estudio: “hoy nosotras desconocemos el mandato que la escritora legó a sus hijos y publicamos sus cuentos, tiernos, singulares, únicos, para nuestros infantes y para adultos sin prejuicios”.

Mariano Oliveto
UNIVERSIDAD NACIONAL DE LA PAMPA