RESEÑAS
Campra, Rosalba. Itinerarios en la crítica hispanoamericana.
Villa María: Editorial de la Universidad de Villa María (EDUVIM),
2014, 233 páginas.
http://dx.doi.org/10.19137/anclajes-2016-2017
El nuevo libro de Rosalba Campra, publicado en la serie Zona de Crítica-Poliedros, de la Editorial de la Universidad de Villa María (EDUVIM), está compuesto por nueve ensayos críticos, que recuperan artículos y ponencias suyas y funcionan como capítulos de relativa autonomía argumental.
En las primeras páginas, Campra rubrica sus agradecimientos en Roma, donde se desempeña como docente universitaria desde hace años y realiza la primera operación del texto: enfatizar el carácter itinerante de su enunciación y perspectiva, preocupada particularmente por las distancias, cruces, opacidades y torsiones existentes entre la literatura hispanoamericana y los ojos que la leen; entre las ubicaciones y las identidades, siempre cambiantes y en movimiento, del objeto de estudio, sus productores e intérpretes.
Desde un principio, se aclara que el objetivo de esta compilación de ensayos elide la aserción fuerte o la participación polémica para concentrarse en el rastreo de los diferentes modos con los cuales la crítica hispanoamericana fue construyendo su objeto, metodología e interrogantes principales. El punto de partida de Campra es la concepción de América Latina como un proyecto inacabado, que va reformulando sus cuestiones y propuestas constitutivas al ritmo de sus avatares históricos. El mismo libro se presenta como una reflexión sobre los estudios hispanoamericanos marcada por una coyuntura reconocible: la caída de los grandes relatos y las certidumbres ideológicas, en tanto cada texto acentúa la importancia de los interrogantes en desmedro de la impugnación de posiciones o la fijación de una agenda crítica de tono programático.
La lectura del primer ensayo expresa notablemente esta preferencia. Campra toma como eje de sus reflexiones la centralidad de los esquemas dualistas en el pensamiento hispanoamericano y releva cómo cierta oposición constitutiva en la mirada crítica, escindida entre el afuera y el adentro, reaparece y se actualiza en los intentos de historización literaria. Hacia el final del ensayo, la autora propone suspender la valorización de los dualismos, para entenderlos como polos de una oscilación productiva. El último párrafo funciona así como sinécdoque de la tentativa general del libro: “Todo esto plantea muchas preguntas, y no da respuesta a ninguna, o poco menos. Pero no hay respuesta que fije la materia […]. Lo que buscamos es una nueva forma de las preguntas, una manera de liberarlas de los condicionamientos […]” (49). El resto de los capítulos transita este mismo camino de sospecha epistemológica y se dedica entonces a revisar ciertos lugares comunes de la crítica y a proponer la pesquisa de zonas e iniciativas poco frecuentados.
Los siguientes tres ensayos dirigen su interés hacia polémicas y antologías literarias del siglo XIX, sobre las cuales se trazan ciertas hipótesis de notable relevancia. El segundo capítulo confronta las lecturas de Juan María Gutiérrez y de Marcelino Menéndez y Pelayo en torno a Argentina y conquista del Río de la Plata de Martín del Barco Centenera. En la disidencia de los juicios estéticos, se entrevé la constitución de un discurso crítico americanista que busca liberarse de los restos de colonialismo español al entablar una interpretación propia del texto de Centenera. En el tercer capítulo, se recupera un amplio conjunto de antologías poéticas del siglo XIX, que se extiende desde América poética, del mismo Gutiérrez (1846), hasta las Joyas poéticas americanas, de Carlos Romagosa (1897). En todas ellas, la autora reconoce una marcada orientación pedagógica y política que la impulsa a leerlas con conjunto como un “macrotexto” (90) que testimonia, no solo un longevo proyecto político tendiente hacia la unidad hispanoamericana, sino los primeros hitos de una reflexión literaria autónoma, que presenta, en estas primigenias formulaciones, tensiones y dilemas propios de los subsiguientes intentos. El cuarto capítulo del libro participa también de esta hipótesis general y analiza el caso específico de Escritores y poetas Sud-americanos, del mexicano Francisco Sosa (1890), un texto en cuya justificación crítica del corpus literario se puede leer otra instancia perdurable de la reflexión crítica hispanoamericana.
El capítulo quinto, titulado “Metáforas del mestizaje”, desplaza el objeto de estudio desde las primeras formulaciones hacia la problematización moderna del término “mestizo”, lo que expande el análisis en un corpus interdisciplinario que incluye pinturas, artículos, ensayos y novelas. A través de una voluminosa textualidad, Campra revisita diferentes representaciones del mestizaje, a las que agrupa en torno a las imágenes del mosaico y de la amalgama. En los siguientes dos capítulos del libro se abordan las obras de insignes referentes de la cultura hispanoamericana, los cubanos Alejo Carpentier y Roberto Fernández Retamar. Por un lado, la relectura del libro de ensayos Tientos y diferencias repasa el tratamiento que el novelista le da a las tensiones propias de la identidad continental, presentes también en su literatura; por el otro, Campra llama la atención sobre el recurrente uso de modalizadores por parte del autor de Calibán y explica el procedimiento como una matización del tono asertivo en sus hipótesis.
La parte ensayística del libro cierra con dos capítulos dedicados a temáticas y conceptos muy frecuentados por los estudios literarios contemporáneos. Uno de ellos es la presencia del yo en el discurso crítico, que es examinado en un muestreo de los modos de enunciación y autorrepresentación más significativos en la tradición literaria y crítica del área rioplatense, en una serie que se inicia con el Salón Literario de 1837 y se extiende hasta la escritura de Josefina Ludmer. La otra noción, desbrozada en el noveno capítulo, es la relacionada con el canon literario y las discusiones e impugnaciones suscitadas por los estudios subalternos y de género, frente a las cuales, Campra propone rediseñar el canon como un objeto topológico que torne reversibles y contingentes las jerarquías.
Finalmente, el libro concluye con tres entrevistas a Roberto Fernández Retamar, Noé Jitrik y Miguel Rojas Mix, pensadas en el mismo sentido que los anteriores capítulos: la resistencia a la univocidad determinante y la apertura al diálogo como estrategia general de investigación. Así, el intercambio con estos referentes de la crítica hispanoamericana tiene más sentido por ser una conclusión coherente para el libro que por su contenido intrínseco, ya que ninguno de los tres realiza afirmaciones inéditas o propone nuevas miradas para la obra propia o ajena.
Ciertas ausencias en un libro que se titula Itinerarios en la crítica hispanoamericana no dejan de llamar la atención, ya que los trabajos de intelectuales como Luis Alberto Sánchez, Pedro Henríquez Ureña, Alfonso Reyes, Mariano Picón Salas o Ángel Rama no son abordados como corpus de análisis, omitiendo así el trabajo de grandes exploradores de la literatura continental y fundadores de un discurso crítico que cuenta con un tradición vigorosa, por momentos marginada en el libro de Campra. Otra ausencia es el debate por la adjetivación: ¿Literatura hispanoamericana o latinoamericana? La discusión, extenuante y bizantina sin dudas, es sin embargo exigida por la propia textualidad, que no solo oscila en el uso de los gentilicios, sino que se manifiesta a favor del término “latinoamericano” en la entrevista a Rojas Mix y llega a referir una discusión de la autora con un corrector literario que intenta reemplazar ese término por el de “hispanoamericano” en uno de sus artículos (210). En todo caso, se trata de una aserción polémica que contrasta con el adjetivo presente en el título de la obra. Por otro lado, la dispersión de los trabajos indican importantes asimetrías entre los ensayos, algunos de los cuales apuntan efectivamente a analizar manifestaciones puntuales de la crítica continental, mientras muchos otros estudian cuestiones identitarias en autores y textos que no trazan una sólida red de sentidos con el resto de los capítulos.
Lo que Itinerarios en la crítica hispanoamericana pone de manifiesto y se encarga de registrar en su propia superficie son los cambios que la posmodernidad incrusta en el discurso crítico del continente, aún en trabajos de especialistas como Campra, que siguen sosteniendo el proyecto de integración literaria fraguado desde el siglo XIX en América Latina. En ese sentido, su libro retoma dilemas, operaciones y textos de la tradición elegida en una firme discusión con las tendencias académicas contemporáneas, que parecen operar sobre una tierra arrasada por la teoría, tal como se señala en relación a la “obsesión epistemológica” de la metacrítica (30). La negación a una forzada “actualización” académica y la intención de mostrar fisuras y empalmes de su mismo trabajo revelan un posicionamiento firme tras el aparente relativismo de los “itinerarios”. Así, Rosalba Campra, asume una ubicación abierta y dinámica pero enraizadamente latinoamericana, constatable en su fidelidad al objeto de estudio y expresada en la misma prosa, que utiliza como metáforas de su praxis las apachetas incas y las pirámides totonacas. Todos ellos, monumentos que señalan caminos, colaboran en un esfuerzo colectivo y marcan con materiales originales el fluir de la aventura cultural latinoamericana, todavía en busca de su propia identidad y mirada.
Facundo Gómez
UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES