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RESEÑAS

Méndez, Laura, de Torres Curth, Mónica y Santos, Julieta. (2023)

NOSOTRAS SOMOS ELLAS.

CIEN AÑOS DE HISTORIAS DE MUJERES EN LA PATAGONIA.

Neuquén. EDUCO. 261 páginas

María de los Ángeles Jara

CIEG-UNCo

“Nosotras somos ellas. Cien años de historias de mujeres en la Patagonia”, es un libro que surge del recuerdo y también del deseo. Las historias de mujeres anónimas, contadas por las ancestras a través de cuentos, leyendas o dichos populares alimentaron este proyecto colectivo liderado por la historiadora rionegrina Laura Méndez. No se trata de un compilado de biografías de mujeres excepcionales. Tampoco se inscribe en la llamada historia contributiva. Es un libro que muestra “historias descarnadas de muchas formas de devenir mujeres en las espaciadas latitudes patagónicas” tal como dice la socióloga Dora Barrancos en el prólogo. En este sentido “Nosotras somos ellas” cumple la misión que la Historia de las mujeres se impuso en la década del sesenta: denunciar el androcentrismo en el relato histórico.

El trabajo abarca el período definido entre la 2da mitad del siglo XIX hasta la primera del XX y como dicen sus autoras, su objetivo es reconocer a las mujeres “dentro de una historia integral, desde su pertenencia étnica, adscripción social y su condición de género”. La propuesta apunta a “encontrar clivajes, continuidades, sentidos, relaciones en ese espacio y tiempo” (pág. 25). Toman como punto de partida la idea que las mujeres son protagonistas de los procesos de conformación y consolidación del Estado nacional, a pesar que su transitar fue definido en términos de subordinación y obediencia al mandato masculino.

El libro reúne narraciones historiográficas, intervenciones literarias y artísticas. La lectura de la historia desde y con estos recursos posibilitan a la lectora o lector, componer con la imaginación los múltiples escenarios en los que las mujeres patagónicas desarrollaron sus vidas.

Cada capítulo teje de manera armoniosa los distintos relatos e invitan a pensar el pasado desde una performance estética y emocional.

El capítulo 1, titulado “Contexto, voces y silencios” se focaliza en la caracterización de la vida de los pueblos originarios (tehuelches y mapuches). Las autoras nos presentan una reconstrucción de algunas escenas de la vida cotidiana de las comunidades. Allí, las mujeres aparecen vinculadas al ámbito doméstico, en específico a la trilogía sexualidad, vida cotidiana y linaje.

En el capítulo 2, nos ofrecen un análisis de las actividades que realizaban las mujeres de los pueblos originarios, así como los roles que asumían, dando cuenta de la trascendencia que algunas alcanzaron en la política, el comercio e incluso, la religión. Estas mujeres no tuvieron cuerpos dóciles ni fueron obedientes al orden social impuesto por los varones. Practicaban abortos, envenenamientos, podían negarse al enlace matrimonial e inclusive, modificar su apariencia.

En el capítulo 3, las protagonistas son las criollas y afrodescendientes que vivieron en los primeros asentamientos hispano-criollos en las Islas Malvinas y Carmen de Patagones. Dentro de este grupo, las autoras conceden especial atención a “las cautivas”. Su presencia en los espacios de frontera, habilitó las relaciones económicas y simbólicas entre indígenas y criollos. Muchas se desempeñaron como lenguarazas en las tolderías, eran interpretes e informantes.

En el capítulo 4 se abordan las causas y características del embate genocida en el período 1878-1885. Muchas mujeres participaron de la llamada “Conquista al Desierto”. Las cuarteleras o fortineras, eran aquellas que se incorporaron al ejército siguiendo los pasos de sus hijos y esposos y se estima que fueron utilizadas como un “antídoto” para evitar la deserción de los soldados. Las cuarteleras provenían de todas las regiones, tenían entre 12 y 60 años y eran mestizas, indígenas y pobres. Oficiaron de cocineras, lavanderas y enfermeras. Muchas fueron obligadas a enrolarse por un juez de paz por su conducta o delitos menores como el adulterio y la prostitución. Sólo de algunas se conoce el nombre propio.

En el capítulo 5 las autoras plantean que, una vez concluidas las campañas militares, la conquista continuó. La violencia mutó a prácticas consideradas para la época como “civilizadas”. Las mujeres originarias, hijas e hijos fueron trasladadas a las ciudades del Litoral o a las provincias del norte para el trabajo doméstico o en los ingenios azucareros. Otras tuvieron como convertirse en atracción en zoológicos humanos de Europa o en un objeto de estudio de la ciencia moderna. Experimentaron el desmembramiento de sus familias y la reconversión obligada al catolicismo. No obstante, fueron capaces de elaborar estrategias para garantizar la supervivencia de sus creencias: los ritos del mapudungun quedaron solapados en alguna festividad católica, evitando así la discriminación generada por el control estatal.

En el contexto de creación de los Territorios Nacionales, la vida de las poblaciones patagónicas transcurría mayoritariamente en el ámbito rural. Allí los varones representaban la mayoría numérica. Las mujeres formaban un colectivo desigual, tanto por su lugar de procedencia como por las modalidades de asentamiento y roles asumidos. El devenir de chilenas, indígenas y europeas es abordado en el capítulo 6. Casadas, solteras, adultas y niñas vivieron sometidas al designio de maridos, padres o hermanos. Para la reconstrucción de su acontecer fueron utilizados elementos del Código Civil de entonces pero también, recetarios de cocina, de remedios y otros vestigios materiales. De esta manera, las autoras demuestran que, a pesar de las adversidades, las mujeres lograron crear lo necesario para la sostenibilidad de la vida.

El capítulo 7 trata sobre la vida laboral y política de las mujeres en las primeras ciudades de la Patagonia. Docentes, enfermeras y visitadoras sanitarias arribaron con la titulación que avalaba su experticia, pero también aprendieron el oficio imitando la realización de ciertos procedimientos. También estuvieron “las otras”, las prostitutas, las rebotadas o despreciadas de los prostíbulos de Buenos Aires o Montevideo.

Respecto a la participación política, si bien las mujeres no pudieron ejercer cargos públicos ni votar, tuvieron una frondosa actividad en las sociedades de beneficencia, patronatos de menores, ligas de damas católicas, cooperadoras escolares, vitales en el sentido que complementaron la intervención del Estado. Entre las primeras décadas del siglo XX hasta 1955, las socialistas, anarquistas, radicales y peronistas lograron desarrollar una actividad.

En el capítulo 8 las autoras se ocupan de las mujeres indígenas y migrantes chilenas que habitaban el espacio rural. Allí, la presencia y presión del Estado generaron tensiones que las obligaron a resistir los patrones culturales que les eran ajenos. La exigente vida rural diluyó la división sexual del trabajo y las carencias en el ámbito de la atención sanitaria permitieron que las mujeres indígenas conservaran su reputación y labor en la tarea de cuidar y curar durante mucho tiempo.

En el último capítulo, nombrado “Nosotras somos ellas”, Laura, Mónica y Julieta nos ofrecen una síntesis de los aspectos analizados en el libro. Reconocen que lo relacional como perspectiva de análisis, les posibilitó identificar las diferencias entre las mujeres de la ciudad y las del campo, las que vinieron en barco y las que vinieron desde “acá nomás”. Para las autoras, clase y etnia determinaron tipos de trabajo y formas de vivir.

“Nosotras somos ellas” fue escrito por mujeres con diferentes formaciones disciplinares, edades, trayectorias, intereses, experiencias de vida y saberes. La pretensión de materializar la “escritura coral” fue alcanzada en este bello libro.

La obra constituye un excelente recurso didáctico para la enseñanza en todos los niveles. Es original porque intercala la fotografía, la poesía y los relatos de ficción los cuales son ofrecidos como caminos que permiten el acceso a otros mundos. Colorean nuestra imaginación y permiten a quien lee, recrear olores, sabores y sentidos que las mujeres patagónicas concedieron a su cotidianeidad hace 50 o 100 años. Su lectura, les llevará a evocar los relatos de madres, abuelas y ancestras que vivieron en estas tierras, tejiendo en nuestra mente y en nuestros corazones, un lazo argumentativo que nos habilite a comprender y sobre todo, a querer transformar este presente.